Número 10 · Año 2024


Preguntas que tejen paisajes: por una pedagogía para sentipensar-juntas

Questions that weave landscapes: towards a pedagogy for feeling-thinking-together

Belén Cerezo 

Universidad del País Vasco

Facultad de Bellas Artes

Grupo de investigación AKMEKA

Bilbao, España

belencerezostudio@gmail.com 

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-1081-5911 

María-Rosario Montero

Pontificia Universidad Católica de Chile

Facultad de Filosofía

Instituto de Estética

Universidad Finis Terrae

Facultad de Artes

Escuela de Arte

Santiago, Chile

m.rosariomontero@gmail.com

ORCID: https://orcid.org/0009-0003-9424-2077 

Recibido: 01/03/2024 - Aceptado con modificaciones: 19/07/2024

 https://doi.org/10.55443/artilugio.n10.2024.46253 

 https://id.caicyt.gov.ar/ark:/s2408462x/nimf29381 

Resumen

Este artículo analiza las metodologías pedagógicas utilizadas durante los tres encuentros virtuales que formaron parte del proyecto colectivo de arte titulado Paisajes Tentoculares. En concreto, se centra en el análisis del funcionamiento afectivo del uso de la pregunta como elemento estructurante del diálogo, en el actual contexto de crisis ecosocial. Las ideas desarrolladas por pensadores como Paulo Freire, Antonio Faundez, Vinciane Despret, Donna Haraway y Brian Massumi nos sirven como base para reflexionar sobre el uso de la pregunta y la imagen-palabra como herramientas para promover el diálogo colectivo en torno a la imagen y el territorio. Revisamos cómo la pregunta, que se transformó también en imagen, resultó crucial para estimular intercambios y escuchas entre los participantes. Esto se debe a  que el objetivo de los encuentros era reflexionar sobre los procesos creativos con, desde y en los territorios. Así, indagamos cómo estas preguntas transforman la dinámica de interacción, convirtiéndose en respuestas visuales que trascienden la mera comunicación digital. En resumen, este artículo examina el uso de la pregunta como una herramienta pedagógica y afectiva, a través de las tres imágenes-preguntas diseñadas para catalizar encuentros en línea con artistas, colaboradores y participantes. El propósito es imaginar, desde nuestras prácticas artísticas, posibilidades para sobrevivir después del fin.

Palabras clave: imagen digital, arte contemporáneo, metodología, educación artística

Abstract

This article delves into the pedagogical methodologies employed during the three virtual meetings that were part of the collective art project Tentocular Landscapes. Specifically, it focuses on the affective dynamics of using questioning as a structuring element in dialogues amid the current context of ecosocial collapse. Drawing upon concepts developed by Paulo Freire, Antonio Faundez, Vinciane Despret, Donna Haraway, and Brian Massumi, among others, the analysis explores the effectiveness of using questioning and image-word interactions to facilitate collective dialogue around image and territory.  We will review how the question, which later transformed into an image, was crucial to stimulate exchanges and listening among participants. This, considering that the objective of the meetings was to reflect on creative processes with, from, and in territories. Thus, we inquire into how these questions transform the dynamics of interaction, becoming visual responses that transcend mere digital communication. In summary, this article examines the use of questioning as a pedagogical and affective tool, through the three images-question designed to catalyse online meetings between artists, collaborators, and participants. The objective is to imagine possibilities for survival beyond the end through our artistic practices.

Key words: digital image, contemporary art, methodology, art education


ARTILUGIO

Número 10, 2024 / Sección Reflexiones / ISSN 2408-462X (electrónico)

https://revistas.unc.edu.ar/index.php/ART

Centro de Producción e Investigación en Artes,

Facultad de Artes, Universidad Nacional de Córdoba. Argentina.

Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional


1. Introducción

Hay algo en el resplandor de la pantalla, en las imágenes-palabras[1] interrumpidas por el exceso de bits que atraviesan territorios. La infraestructura y materialidad de nuestras interacciones digitales parecen transparentes, pero son brillantes y con cierta estética clínica. A menudo, olvidamos estas mediaciones y, en la torpeza de expresiones como “¿me oyes?”, “¿me ves?”, “tu micrófono está apagado” intentamos invisibilizar nuestras corporalidades frustradas. Nos convertimos en caritas sonrientes, en filtros que nos permiten olvidar las líneas de nuestras caras o, al revés, nos indican de manera excesiva nuestros defectos congelados por el brillo de esa pantalla ubicua. 

Con estas limitaciones y en estos espacios materiales, cuatro artistas mujeres nos hemos sumergido durante más de dos años en la realización del proyecto Paisajes Tentoculares para colectivizar nuestras reflexiones en torno a y con la imagen en el contexto de la crisis ecosocial. Nos reuníamos en línea desde dos continentes, con horarios y estaciones del año diferentes (hemisferios norte y sur). Desde el amanecer de una —con una conexión irregular, un congelamiento de pantalla y una taza de té—, hasta el  mediodía de otra, entre el ajetreo cotidiano, tratando de robar bits de una conexión y un tiempo esquivo. La conexión digital permitió que Paisajes Tentoculares creara un marco-espacio desde el que poner en común y compartir nuestros sentipensares y así colectivizar nuestras imágenes-reflexiones con, en y desde diversos territorios.

Como parte fundamental del proyecto Paisajes Tentoculares realizamos tres encuentros en línea guiados cada uno por una pregunta. El objetivo de este artículo es problematizar las metodologías pedagógicas utilizadas durante estos encuentros. En particular, buscaremos reflexionar en torno a la productividad del uso de la pregunta y de la imagen-palabra como estrategia de encuentro (estrategia para el encuentro); específicamente la palabra convertida en pregunta, que busca ser generadora de intercambios y escuchas colectivas. Este texto interrogará la dinámica de la imagen-pregunta[2] que se transforma en imagen-respuesta, en un intercambio afectivo mediado por la materialidad de los cables, bits y algoritmos que tomaron forma en estos encuentros. 

Este análisis comienza desarrollando las condiciones y reflexiones a partir de las que surgen los encuentros. Luego, exploramos el uso de la pregunta como elemento metodológico para la reflexión acerca de los saberes territoriales y encarnados, aquellos que trascienden la pantalla. Con ello, proponemos un espacio de posibilidad y reconocimiento sobre la supervivencia, tanto humana como  no humana, en este contexto de crisis ecosocial. En resumen, este artículo examina el funcionamiento metodológico de la pregunta como herramienta pedagógica y afectiva a partir de la reflexión propuesta por Freire y Faundez (2013), así como la interpretación que hace Haraway (2019) sobre la metodología propuesta por Despret en torno a la pregunta. Para esto utilizamos como base las tres imágenes-preguntas formuladas para la articulación y activación de tres encuentros en línea con artistas, colaboradoras y participantes.

2. Paisajes Tentoculares como espacio para la pregunta

El proyecto Paisajes Tentoculares[3] se concibió como una exploración conceptual y metodológica destinada a experimentar desde una práctica artística centrada en las imágenes, que buscaba cuestionar la relación entre estas y el paisaje.[4] Las teorías y prácticas ecofeministas de autoras como Maria Mies Vandana Shiva (2016) y Donna Haraway (2016a) sirvieron como punto de partida para investigar las imbricaciones entre nuestros cuerpos y el territorio.[5] 

El proyecto activó procesos artísticos basados en un sentipensar-juntas (Cerezo et al., 2024), utilizando tres elementos naturales —el río, la montaña y la noche— como ejes reflexivos. Estos elementos también articularon encuentros en línea. En otras palabras, planeamos los encuentros a partir de tres ejes materiales que operan como visualizaciones de la naturaleza y nos permitieron anclarnos al territorio. La selección de estos tres elementos se fundamentó en sus conexiones históricas con figuraciones femeninas,[6] lo cual nos brindó la oportunidad de ahondar en las vinculaciones imagen-cuerpo-territorio. Este enfoque proporcionó un marco conceptual y metodológico para los encuentros en línea, convirtiendo a Paisajes Tentoculares en un espacio propicio para la generación de preguntas y reflexiones.

La noción de sentipensar-juntas, que surgió durante nuestra deambulación colectiva de reflexión en torno al paisaje, se convirtió en la piedra angular de nuestra manera de trabajar colectivamente en el proyecto Paisajes Tentoculares. Este término ganó relevancia cuando, en retrospectiva, reflexionamos sobre el proyecto para la redacción del texto Paisajes Tentoculares, sentipensar-juntas las imágenes después del fin (Cerezo et al., 2024), destinado a la publicación final del proyecto.

Imagen 1: Cerezo, B. (2023). Paisajes Tentoculares. El río y los lugares [fotograma]. Detalle de la obra. Imagen-respuesta propuesta de Belén Cerezo en torno a las figuraciones del río.

Pero, ¿qué entendemos por sentipensar-juntas? Esta noción propone la conjunción de la idea  latinoamericana de sentipensar con la acción de pensar-juntas. Por una parte, sentipensar implica, como hemos mencionado, reflexionar  desde el corazón y la mente, o “co-razonar (Escobar, 2014, p. 16); algo así como pensar desde el sentir de la experiencia encarnada. Este concepto fue introducido por el sociólogo y escritor Orlando Fals Borda (2022) a partir de su experiencia con campesinos zapatistas en Chiapas, México, y  ha sido utilizado por varios autores latinoamericanos, como Silvia Rivera Cusicanqui, Walter Mignolo y Arturo Escobar.  Por otra parte, pensar-juntas se inspira en  la noción pensar-con de María Puig de la Bellacasa (2017), basada en el trabajo relacional de Donna Haraway (2016b). Pensar-con implica “una forma relacional de pensamiento (…) que crea patrones nuevos a partir de multiplicidades previas, interviniendo por vía de la adición de capas de sentido más que por la mera deconstrucción de, o adaptación a, categorías anteriores” (p. 30).  Por tanto, entendemos sentipensar-juntas como una acción colectiva, territorializada y política para abordar la imagen y nuestra relación con la naturaleza.

En este sentido, las reflexiones de Luísa de Pinho Valle (2017) sobre la potencialidad del ecofeminismo para perseguir “la expansión de la racionalidad ambiental y proporcionar la reapropiación de las potencialidades de lo real y de la creatividad del pensamiento para la formación de otra realidad” (p. 27) nos permitieron crear obras dialogadas que surgieron desde nuestras biografías y territorios, tejiendo una forma de habitar el fin al que nos lleva la crisis ecosocial. Somos  conscientes de esta estrecha relación entre la pedagogía ambiental[7] y las prácticas y los ideales ecofeministas propuestos por Pinho Valle, quien enfatiza que la pedagogía ambiental puede beneficiarse al adoptar y aplicar los principios ecofeministas, ya que estos buscan replantear las formas de gestionar y organizar la vida desde la racionalidad ambiental. 

Desde nuestras prácticas artísticas ecofeministas, en el contexto de Paisajes Tentoculares, buscamos cuestionar y desafiar los paradigmas arraigados en la racionalidad instrumental moderna y occidental, que entienden y tratan a la naturaleza como un recurso a ser explotado para satisfacer las necesidades humanas (Mignolo, 2011, p. xxiv.), sin tener en cuenta las consecuencias a largo plazo. Además, desde esta perspectiva, proponemos posibilidades para una organización de una vida otra, poniendo en el centro las interconexiones y los enredos entre lo humano y aquello más-que-humano (Haraway, 2019). Por estas razones, consideramos fundamental proponer una forma de pedagogía colectiva que nos permitiera no solo compartir nuestras reflexiones con otras,  sino también ampliarlas y expandirlas hacia otras subjetividades y experiencias vitales. Basándonos en esta premisa, surge la idea de organizar una serie de encuentros abiertos para reflexionar con, desde y en el territorio, empleando la imagen como herramienta y fomentando un ejercicio colectivo de escucha.

¿Cómo crear un espacio de diálogo, escucha y cuidado colectivo significativo a través de los brillos de la pantalla, sin obviarla ni hacerla invisible?, ¿cómo tener en cuenta sus potencialidades y aprovecharlas? Estas preguntas nos planteaban un desafío importante. James Bridle (2023) propone que la forma en que pensamos el mundo está moldeada por las herramientas a nuestra disposición; una idea previamente planteada por los historiadores de la ciencia Albert van Helden y Thomas Hankins en 1994, quienes afirman que los instrumentos (pantallas, conexiones, algoritmos y plataformas digitales de intercambio) determinan lo que se puede hacer y, en cierta medida, lo que se puede pensar (p. 121). Entonces, nuestro reto era: ¿cómo trabajar con y contra la estética clínica, la descorporalización y los problemas asociados con la materialización de la tecnología (conexiones) para crear un espacio fluido de diálogo, escucha y cuidado colectivo?

En este contexto, las ideas de Paulo Freire y Antonio Faunez (2013) sobre la pregunta como pedagogía y la importancia de formular buenas preguntas adquirieron relevancia, y asumimos ilusionadas el desafío de crear un espacio de encuentro no jerárquico. Nos propusimos que la pregunta pudiera funcionar tanto metodológica como discursivamente como una articuladora afectiva de imagen-palabra-escucha. Y así, en cierta manera, subvertir y desestabilizar las estrategias impuestas por los algoritmos y las formas que adopta  la tecnología.

Al mismo tiempo, aquello propuesto por Haraway (2019), sobre cómo el hacer preguntas implica intentar entender qué les resulta interesante a los demás, al tiempo que el proceso de involucrarse tiene un potencial de cambio entre quienes participan, otorgó un escenario para el intercambio activo entre y con las participantes en los encuentros.

3. La pregunta como articuladora de escuchas y cocreadora de conocimiento

¿De qué manera la pregunta es un método afectivo de diálogo colectivo?, ¿podríamos decir que las preguntas han creado una vinculación afectiva entre los sentipensares de las participantes en los encuentros?, y ¿qué tipo de subjetividades han contribuido a crear las preguntas? Para abordar estas interrogantes, hemos explorado anteriormente la noción de sentipensar-juntas y, a continuación, desde las ideas de Freire y Faunez (2013), examinaremos la potencialidad de la pregunta para generar diálogos colectivos que buscan la cocreación de conocimiento, en una comprensión pedagógica no jerárquica. Luego, analizaremos cómo la pregunta permite que esos diálogos colectivos se conviertan también un espacio encarnado, afectivo y colectivo.

Imagen 2: Montero, M-R. (2023). Paisajes Tentoculares. Fracturas Expuestas [fotograma]. Imagen-respuesta propuesta por María-Rosario Montero en torno a las figuraciones de la montaña.

Según Pep Aparicio Guadas, para Freire y Faundez, la importancia del camino de la interrogación en el ámbito pedagógico radica en que este “significa e implica la apertura al otro que la propia palabra sugiere, requiere” (Guadas en Freire y Faundez, 2013, p. 14). Al mismo tiempo, la pregunta facilita la apertura a diferentes aspectos, como la singularidad, la corporeidad y la pertenencia. Además, destaca la potencialidad de la pregunta para abrirse a la alteridad, que se presenta como un aspecto fundamental de la materialidad. Se resalta entonces la complejidad y riqueza de la pedagogía de la pregunta, que implica no solo formular preguntas, sino también abrirse a diversas dimensiones de la experiencia y la relación con los demás. En el contexto del proyecto Paisajes Tentoculares, las preguntas facilitaron y propiciaron un espacio colectivo de apertura visual y verbal y también de escucha, que nos permitió remar a favor de las dificultades que las desconexiones y los glitches imponen en las conversaciones digitales.

Respecto a la implementación práctica de estas ideas, para sentipensar-juntas hicimos una convocatoria para participar en los encuentros Paisajes Tentoculares (Encuentro Noche, Encuentro Montaña, Encuentro Río). En la convocatoria describimos estos encuentros como espacios virtuales de diálogo colaborativo dirigidos a profesionales de las artes, arraigados en una reflexión ecofeminista y orientados a cuestionar cómo el pensamiento dualista y ciertas categorías han sustentado la perpetuación del patriarcado, vinculado a diversas formas de violencia sufridas por mujeres/disidencias y por lo que entendemos por naturaleza.

La convocatoria recibió un número destacado de propuestas para participar en los encuentros. Este fue un primer indicador del interés y la necesidad de crear espacios de diálogo para compartir sentipensares sobre el territorio. Tras la recepción y selección de las quince participantes, las artistas, junto con las colaboradoras invitadas (Mariairis Flores, Tania Puente y Catalina Valdéz), articulamos una estrategia metodológica que consistió en estructurar cada uno de los tres encuentros en torno a una pregunta. Entendíamos, confiábamos, en el potencial de las preguntas para generar espacios de diálogo y reflexión colectiva. En este marco, la construcción de conocimiento de forma colectiva y compartida es uno de los pilares de Paisajes Tentoculares, que llevamos también a los encuentros.

En relación con los procesos de trabajo colectivos y en consonancia con la perspectiva de Freire y Faunez, quienes al escribir un libro juntos rompían con la tradición individualista de la creación de la obra y se situaban “abiertos el uno ante el otro, en la aventura de pensar críticamente” (Freire en Freire y Faundez, 2013, p. 24), uno de nuestros objetivos fue desafiar la tradición individualista en la creación de la obra. Los procesos colectivos ofrecen apoyo, fortaleciendo los propios procesos de trabajo situados, que son inherentemente emergentes y frágiles, pero al mismo tiempo,  tremendamente importantes. 

El sentipensar-juntas a través de la pregunta permitió que esta se convirtiera en un agente, como forma-cuerpo, con el potencial para ser interpretado y luego devuelto en forma de imagen-palabra a través de los brillos de la pantalla. Se invitó a cada participante a sentipensar a partir de la pregunta y “llevarla a su terreno (nunca mejor dicho). Para facilitar este intercambio utilizamos dos herramientas: Zoom y Miro La plataforma Zoom nos permitía compartir pantalla, oirnos y vernos, con su lógica de retícula y jerarquización de quien tiene la palabra, con su “uno a la vez”. Miro proporcionaba pizarras colaborativas para generar un espacio de co-pregunta y escucha visual sincrónica, donde todas las participantes podían intervenir y relacionar las imágenes-diálogos entre ellas. De esta forma, buscábamos accionar un espacio virtual-corporal a través  de la pregunta. La invitación no era simplemente a responder, sino a sentipensar a partir de nuestros conocimientos corporizados, nuestras prácticas artísticas y nuestras biografías territorializadas. Cada participante accionó según sus métodos y herramientas (fotografía, imágenes o escritos), transformando la interrogación colectiva en un proceso de escucha visual, donde se podía mirar con los oídos.

Haraway (2019) propone que hacer preguntas “viene a significar preguntarse qué les parece intrigante a los demás” (p. 109). Es decir, preguntar es una forma de abrirse a las experiencias y perspectivas de los demás, lo que tiene el potencial de “cambiar a todas las partes de maneras impredecibles” (p. 109), permitiendo una transformación mutua. Las preguntas, expone la filósofa, tienen la capacidad de “llevarnos a nuevas formas de entendimiento y convivencia” (p. 109) y así abrir nuestra capacidad para comprender aquello que sabemos hacia un comprender con un otro o desde un otro y su experiencia. Preguntarnos colectivamente significó también abrirnos a comprender un otro territorio/experiencia a partir de imágenes-respuestas guiadas desde otros cuerpos y saberes que tuvieron el potencial no solo para sorprendernos, sino para ampliar y cambiar nuestra percepción de aquello que creíamos saber-sentir.

En este sentido, cobran relevancia las formas afectivas que surgen de estas imágenes-escuchas. El afecto, entendido como intensidad y duplicación (Massumi y Zournazi, 2013, p. 107), estaba intrínsecamente vinculado a la experiencia de afectar y ser-afectada en los encuentros virtuales. Por un lado, la pregunta operaba como un activador de nuestros afectos y, por otro, compartir las imágenes-palabras generaba una duplicación afectiva. Afectar y ser-afectadas; repetir el proceso. Y es que Massumi señala que “con la intensificación del afecto viene una sensación más fuerte de arraigo en un campo más amplio de la vida: un mayor sentido de pertenencia a otras personas y a otros lugares” (p. 107). Cada una, dado que todas estábamos sentipensando nuestros territorios en soledad, considera que un aspecto crucial en los encuentros virtuales del proyecto Paisajes Tentoculares fue crear un sentido de pertenencia. Sentipensar-juntas nos alienta a seguir.

4. Las preguntas mediadoras como herramientas para escuchar las imágenes y mirar con los oídos

Los tres encuentros virtuales del proyecto Paisajes Tentoculares se desarrollaron en octubre y noviembre del año 2023. Como hemos comentado, queríamos proporcionar un espacio de reflexión colectiva centrado en un pensar-hacer encarnado, es decir,  un sentipensar. Para cada uno de los encuentros definimos una estructura que varió según el eje tratado, pero que, en todos los casos, contempló tres tiempos de escucha. En el primer tiempo, nuestra colaboradora invitada guiaba la imagen-respuesta con una imagen-palabra y una reflexión personal. Al segundo tiempo lo guiaba la artista integrante del proyecto a cargo, que vinculaba su obra con la pregunta. El tercer y último tiempo era un espacio de escucha abierta basado en las imágenes-palabras que las participantes-artistas habían subido al Miro. En este último espacio, se producían las interacciones más enriquecedoras y se tejía lo escuchado con las imágenes presentes y las voces de cada una de las participantes en el encuentro. Y cada uno de los encuentros estaba enmarcado por una imagen-pregunta que articuló las interacciones entre las participantes.

En el encuentro en torno a la noche, el primero de la serie, exploramos todas las posibilidades asociadas a este concepto, yendo más allá del marco espaciotemporal de la oscuridad producido por la rotación terrestre. Pensamos en la noche como oscuridad, noche como falta de luz y también como la ausencia de oscuridad; el derecho a la noche. Después de meses de intercambio y discusión entre las cuatro artistas, decidimos abordar la noche a través de la pregunta “¿Cómo se siente la noche?”. Esta interrogante pretendía jugar con el doble sentido de “cómo siente” y “cómo se siente”, otorgando a la noche una agencia modeladora de la vida. En este encuentro, Celeste Rojas (artista-miembro del equipo de Paisajes Tentoculares), junto con Mariairis Flores (curadora invitada), compartió un tablero de Miro, donde había recopilado y diagramado sus procesos de trabajo. Esto nos permitió detectar que Miro podía ser una plataforma sincrónica útil para recoger respuestas-acercamientos a la pregunta. 

Con relación al funcionamiento de las preguntas, Freire y Faundez acuñan el concepto de “pregunta mediadora” y comentan que es necesario que estas “oficien siempre como puente entre la primera pregunta y la realidad concreta (Faundez en Freire y Faundez, 2013, p. 74). Las preguntas que formulamos para los encuentros virtuales funcionan como preguntas mediadoras que, además de su capacidad, tienen la posibilidad de trasladarse a las realidades ecosociales con las que hemos trabajado las artistas (la Cordillera de los Andes, los montes Obarenes, el Mapocho, el río Ebro…). En otras palabras, las preguntas nos guiaban a todas (artistas, invitadas y participantes de los encuentros) a realidades concretas. Las preguntas mediadoras fueron transformadas en imágenes-preguntas, ya que remitían a una figuración específica de la naturaleza y pretendían poner en cuestión su representación. 

Freire resalta la importancia de acercarse a lo concreto, señalando que de lo contrario  “el concepto se vacía” (en Freire y Faundez, 2013, p. 95). Además, enfatiza la necesidad de que la teoría no solo se origine desde la cotidianidad, sino que también la abarque. En el contexto de los procesos de Paisajes Tentaculares, hemos evidenciado que las preguntas nos guiaban hacia realidades concretas, específicamente a paisajes-territorios concretos que han experimentado o están experimentando ciertas formas de violencia. Y un paso más, creemos que este movimiento hacia realidades concretas es bidireccional. Va hacia una realidad concreta y también pone de manifiesto a los sujetos de enunciación de una realidad concreta. Por tanto, se trata de una comprensión encarnada y situada que entiende a “los procesos cognitivos como una actividad flexible, en continuo movimiento y en relación a la experiencia afectiva del cuerpo” (Acosta, 2022, p. 10). 

Durante el segundo encuentro, estructurado en torno a la noción de montaña, guiado por Maria-Rosario Montero, junto con la curadora Tania Puente, nos preguntamos “¿Qué susurra la montaña?”. Quisimos pensarla desde las reciprocidades entre la montaña y sus habitantes, la experiencia vital de recorrerla, sintiendo el viento en nuestros oídos como voz susurrante que demarca su existencia. La montaña se transformó en una suerte de escenografía-cuerpo, donde todas las participantes estructuraron sus imágenes-relatos a partir de experiencias y saberes situados en ella. Para Freire, la realidad “es un dato que se da y no un dato dado” (en Freire y Faundez, 2013, p. 99). Es decir, la realidad no es algo ya hecho, estático, inerte e inmodificable; es algo vivo, dinámico y alterable. La montaña, como dato estructurante, se transformó en un espacio de interconexiones entre nosotras y el territorio, pero también entre nosotras. Las imágenes-palabras que nos fueron relatando, fueron imágenes políticas y estéticas, que daban cuenta de la relación de la montaña con sus habitantes. Esta relación se manifestó en las biografías de las participantes, como si la  presencia de la montaña escribiera en los cuerpos de las artistas las formas de comprenderla e imaginarla. Los cuerpos-montaña configuraron una escucha colectiva de fragmentos-relatos visuales, donde la montaña, como agente articulador, nos permitió sentipensarnos juntas.

Imagen 3: AAVV. (2023, 9 de noviembre). Paisajes Tentoculares. Pizarra colectiva realizada en Miro durante el encuentro en torno a las figuraciones de la montaña.

Los collages producidos colectivamente son un paisaje-tejido poético creado a partir de las violencias que sufren los territorios que nos interpelan, tanto a las participantes como a las artistas, y muestran los daños sufridos por violencias extractivistas. Se trata de un paisaje-tejido hiriente que muestra también formas de resistencia. Los collages recogen nuestro sentipensar-juntas y articulan nuevas formas y líneas de fuga para relacionarnos con, desde y en nuestros territorios.

El último y tercer encuentro fue guiado por Belén Cerezo y la historiadora de arte, Catalina Valdés, a partir de la pregunta “¿dónde comienza el río?”. Una inquietud y reflexión repetida en las reuniones de Paisajes Tentoculares fue la complejidad de definir qué es el río. En las reuniones de trabajo del equipo, habíamos comentado que el río es también los árboles que lo rodean y, por tanto, es difícil saber dónde comienza un río espacialmente y, lo que es más importante, qué otros seres y materialidades dan forma al río. Este encuentro también nos sirvió para cuestionarnos los límites temporales de los ríos, ¿qué río es un río seco?, ¿un río seco sigue siendo un río? Preguntarnos por los comienzos de los ríos nos llevó a sus posibles finales y/o muertes. Paralelamente, este último encuentro demostró la relevancia de nuestra idea-corazonada de usar las preguntas como articuladoras afectivas; fluyó y también demostró cómo la pregunta creaba una suerte de sombrilla que nos recogía y nos unía afectivamente. Hemos sentipensado-juntas gracias a las preguntas. Estas, en cierta manera, propiciaban ese juntas, esa unión, ya que éramos un número considerable de personas co-implicadas que queríamos compartir nuestras imágenes-palabras

 Imagen 4: AAVV (2023, 23 de noviembre). Paisajes Tentoculares. Pizarra colectiva realizada en Miro durante el encuentro en torno a las figuraciones del río.

Podríamos decir que durante los encuentros existieron imágenes-reflexiones específicas a cada figuración (montaña, noche, río) y otras transversales, que ocurrieron al encontrarse e imagen-preguntar juntas. De aquellas que ocurrieron en todos los encuentros, como un punto común en el accionar colectivo, lo relevante fue el lugar desde donde cada una de las participantes articuló su imagen-respuesta; es decir, cómo los distintos lugares de saber (territorios) fueron siempre específicos. Esto nos hizo revisitar las reflexiones que hace Haraway (2019) sobre el método de Despret de “ir de visita”[8] (p. 196), consistente en una práctica ética y metodológica que implica entablar relaciones significativas y respetuosas con los seres humanos y no humanos, y que conlleva involucrarse profundamente con el otro, entendiendo sus realidades, historias y contextos. Se hizo evidente la relevancia de la relación en las narrativas que las distintas participantes levantaban en torno a la imagen y sus prácticas sobre sus cuerpos-acciones en sus territorios. A partir de estas ideas, señalamos que los agenciamientos presentes en la pedagogía de la pregunta pueden integrarse con la práctica de la amabilidad que se requiere en este “ir de visita”.

De esta forma, podemos enfatizar que la formulación de las preguntas mediadoras no solo buscaba respuestas, sino que también cultivaba un espacio de respeto y consideración hacia las perspectivas y los intereses de las demás que se iban sumando. De alguna manera, la pregunta, como metodología de investigación, facilitó la exploración de diversos aspectos, como la singularidad, la corporeidad y la pertenencia. Además, subrayamos la capacidad de la pregunta para abrirse a la alteridad, un elemento esencial de la materialidad. De este modo, se destaca la complejidad y riqueza de la pedagogía de la pregunta, la cual no solo implica formular interrogantes, sino también abrirse a diferentes dimensiones de la experiencia y la relación con los demás.

Así, las distintas intervenciones proporcionadas por las participantes significaron una intrincada relación imagen-palabra que configuró una imagen polifónica de experiencias y apreciaciones comunes al tiempo que específicas. En este sentido, el tablero Miro resultante de los encuentros funcionaba por adición: en él se fueron sumando distintas imágenes-palabra de diferentes territorios. Estas imágenes-palabra son y están siempre situadas. La suma teje paisajes, entrelazando imágenes-palabra para generar un mundo expandido que, asimismo, amplía nuestros entendimientos y convoca a un sentipensar común de la posibilidad de resistir colectivamente y buscar estrategias compartidas para continuar.

5. Algunas reflexiones finales

En este artículo hemos reflexionado sobre la potencialidad de la pregunta como articuladora de espacios de encuentro digitales, pedagógicos y afectivos en el marco del proyecto artístico Paisajes Tentoculares, cuyo objetivo fue reflexionar sobre imágenes de la naturaleza en un código ecofeminista. El desafío del proyecto radicaba en crear un espacio virtual en el que nuestras corporalidades y afectos tuvieran cabida. Así es que trabajamos con y contra las tecnologías y los aparatos digitales que establecen una estética y una relacionalidad que pretenden ser universales, es decir, a pesar del brillo y la homogeneización que ocurre a través de la pantalla. De esta manera, los tres encuentros realizados desde el proyecto Paisajes Tentoculares nos permitieron considerar estos desafíos y estas potencialidades metodológicas y establecimos que una pregunta mediadora podía ser vital para generar un espacio de sentipensamiento-juntas usando las plataformas Zoom y Miro.

En ese sentido,  las preguntas articuladas por las componentes motoras del equipo, junto con las colaboradoras invitadas, han demostrado desempeñar un papel fundamental en el desarrollo de los encuentros. La pregunta-imagen-palabra-experiencia se transformó en una puerta de entrada para cohabitar y reflexionar un territorio tejido colectivamente; un paisaje urdido desde nuestras experiencias vitales individuales, que se transformaron en hebras para hilar un tablero de sentipensares sobre nuestros territorios; un espacio en el que la pedagogía de la pregunta nos guio a cada una hacia (nuestros) paisajes-territorios concretos, los cuales sabemos han experimentado formas de violencia. Más específicamente, se trató de preguntas abiertas que desplegaban posibilidades: sentir la noche, oír la montaña y pensar el comienzo del río. En otras palabras, estas preguntas nos permitieron no solo pensar sobre nuestra producción visual, sino “pensarnos noche, montaña y río” desde una comprensión encarnada y situada. Como comenta Haraway (2019), las preguntas nos abrieron a la alteridad. Y así pudimos ser elementos y ser naturaleza, entendiéndonos desde la contradicción que surge en la imposibilidad de ser más que nuestras limitaciones corporales. 

Quizás uno de los hallazgos más significativos que posibilitó la metodología de la pregunta fue percatarnos de dos cosas: por un lado, comprender que la polifonía de pensamientos/prácticas tiene ese potencial de transformarse en imagen-palabra colectiva, haciendo que nuestras imágenes-reflexiones dejen de ser impulsos individuales y aislados para formar parte de un coro más resonante. Un tejido de hebras de colores y formas diversas que colectivamente son capaces de articular un objeto resistente a lo que supone una imagen hegemónica. Y segundo, experimentar la encarnación de una experiencia en la que la imagen-pregunta de otra se transforma también en la propia. De alguna manera, los encuentros virtuales del proyecto Paisajes Tentoculares nos generaron un sentido de pertenencia. Un sentipensar-juntas que nos alienta a seguir. Conseguimos generar un espacio-tiempo en donde nuestra invitación colectiva no fue simplemente a responder, sino a sentipensar a partir de nuestros conocimientos corporizados, nuestras prácticas artísticas y nuestras biografías territorializadas.

En consecuencia, las preguntas mediadoras resultaron ser cruciales como herramientas generadoras de diálogo en el contexto digital. El análisis de estas preguntas, a la luz de lo planteado por Freire y Faundez (2013) en relación con la relevancia del uso de la pregunta en contextos pedagógicos, nos permitió establecer su importancia para abrirnos a la aventura de sentipensar nuestros territorios. La imagen-pregunta, que también fue imagen-palabra, estableció una respuesta-imagen-palabra y se convirtió en un espacio de escucha colectiva. Asimismo, las preguntas que formulamos para los encuentros permitieron aperturas a diferentes dimensiones de la experiencia y la relación con los demás (Haraway, 2019). De esta manera, en este artículo hemos reflexionado sobre estrategias para sentipensar colectivamente nuestros territorios. Esta adición de diferentes paisajes (imágenes-respuesta) generó vinculaciones que excedieron nuestras comprensiones individuales. Nuestros cuerpos-territorios encontraron eco en los de otras, co-creando un espacio polifónico de formas de entendernos y de sentipensar las contingencias socio-ecológicas de este fin de mundo.

Referencias

Acosta, A. (2022). Diálogos feministas encarnados-situados: Resignificando nuestros espacios de producción de conocimiento y nuestras prácticas de subjetivación. Revista Disertaciones, 11(2), pp. 7–27.

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Agradecimientos

Esta investigación fue financiada por: Postdoctorado Fondecyt N.º 3220021, Escuela de Estética PUC “Naturaleza y Cultura, percepciones y representación en Chile”; Ministerio de Universidades de España con financiación Next Generation de la Unión Europea; Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes de Chile, FONDART, convocatoria 2021.

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Biografías

Belén Cerezo

Artista e investigadora postdoctoral María Zambrano en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco, UPV-EHU. Ha sido profesora asociada de Fotografía en Nottingham Trent University, donde llevó a cabo su investigación de doctorado. Su trabajo examina el funcionamiento de las imágenes y atiende a la transición de un modelo representacional a uno performativo que explora las nuevas formas de acción, relación y práctica que generan las imágenes.

Contacto: belencerezostudio@gmail.com

María-Rosario Montero

Artista-investigadora feminista que investiga el impacto de las estructuras de poder en las representaciones de naturaleza, paisaje, identidad y territorio. Es doctora en Estudios Culturales (Goldsmith, UK), Máster en Antropología Digital (UCL, UK) y Magíster en Artes Visuales (U. Chile). Actualmente, reside en Santiago de Chile donde realiza un postdoctorado en Estética (PUC) e integra el colectivo Agencia de Borde.

Contacto: m.rosariomontero@gmails.com

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Cómo citar este artículo:

Cerezo, B. y Montero, M-R. (2024). Preguntas que tejen paisajes: por una pedagogía para sentipensar-juntas. Artilugio Revista, 10. https://revistas.unc.edu.ar/index.php/ART/article/view/46253 



[1] Con imagen-palabra nos referimos a la relación imagen/texto desarrollada por Flusser (2010) en torno a los metacódigos. Se puede argumentar que, en general, las relaciones imagen-palabra se enmarcan en la intención de dar contexto a las fotografías. Para Flusser, esta interacción entre imágenes y textos es compleja y está definida por la noción de un metacódigo, es decir, “los textos no significan el mundo; significan las imágenes que descomponen. Por lo tanto, decodificar textos significa descubrir las imágenes que significan” (p. 11). Las imágenes se organizan a través de los conceptos asociados a ellas mediante nuevas relaciones que crean un nuevo entendimiento de las fotografías.

[2] Establecimos cada pregunta desde una figuración (montaña, río y noche) en la que en la misma pregunta se refiere a una imagen. Por ejemplo, ¿Qué susurra la montaña?, pregunta desde la imagen-montaña, pero también desde el cuerpo-montaña, haciendo de la pregunta no solo un enunciado, sino un vehículo para imaginar un territorio y nuestra experiencia en él.

[3] La página web www.paisajestentoculares.com recoge parte de los procesos de trabajo de este proyecto y también la publicación final del proyecto titulada de igual forma Paisajes Tentoculares. 

[4] Por paisaje nos referimos no solo a la representación de un territorio, sino una “noción subjetiva de una naturaleza ideal, quizás esquiva” (Taylor, 2008, p. 3), una experiencia del paisaje como un “medio dinámico” (Mitchell, 1994, p. 2), un espacio cuyo significado es fluido.

[5] Por territorio nos referimos a las conceptualizaciones trabajadas por Vinciane Despret (2022) quien propone modos territorializados de habitar el mundo. Para ella, “los territorios solo existen en actos” (p. 126), creando lugares que son también “performances que ‘afectan’ al territorio y hacen de él un espacio afectado, un espacio atravesado por afectos” (p. 126).

[6] Son abundantes las conexiones que se han hecho entre la montaña y lo femenino, y también entre la noche y lo femenino. Carolyn Merchant (1980) ha analizado cómo la naturaleza y las mujeres han estado históricamente entrelazadas, destacando la representación simbólica de las montañas como encarnaciones de la fuerza y la resiliencia femeninas. Por otro lado, la noche se asocia frecuentemente con lo femenino en la literatura y el misticismo. Por ejemplo, Julia Kristeva (1980) ha profundizado en cómo la noche y la oscuridad simbolizan lo maternal y lo femenino, explorando temas de nacimiento, creación y el subconsciente. Como apunta Catalina Valdés (en Cerezo et al., 2024), “El río es tal vez de los elementos de la naturaleza que más se ha animado y con eso me refiero a que comunidades humanas a lo largo de la historia le han reconocido una cierta identidad de par: el río – hombre” (p. 69).

[7] Para Enrique Leff (2004), la pedagogía ambiental es un enfoque educativo integral que busca transformar la relación entre los seres humanos y el medio ambiente a través de una educación crítica y participativa. Asimismo, según de Pinho Valle (2017), la pedagogía ambiental debe estar intrínsecamente vinculada con el ecofeminismo (p. 28).

[8] Despret toma esta idea de Hanna Arendt que escribe: “Pensar con una mentalidad amplia quiere decir que se entrena la propia imaginación para ir de visita”(Despret en Haraway, 2019, p. 195).