Comunicaciones
Área temática de las jornadas: Fronteras territoriales,
temporales, lingüísticas, genéricas, culturales, de soportes y medios
El crimen como
instrumento de emancipación femenina. Del texto literario a la noticia
periodística
Gabriela Mondino
gmondino@unc.edu.ar
Facultad de Lenguas
Universidad Nacional de Córdoba
Resumen
Esta propuesta de trabajo plantea abordar —desde una
perspectiva comparatística— la representación de la
mujer asesina a partir del análisis de la novela El desorden de tu nombre
(1988) de Juan José Millás y un corpus acotado de textos periodísticos en los
que se exponen crímenes cometidos por mujeres. Tanto en el texto literario como
en los textos periodísticos, el crimen opera como un instrumento que
desnaturaliza a la mujer de las condiciones impuestas simbólicamente por el “habitus” y las conduce a deconstruir la figura social que
la tradición las ha inducido a asumir. Los lineamientos teóricos que orientan
este estudio son, básicamente, el concepto de “habitus”
definido por el teórico francés Pierre Bourdieu, la noción de cuerpo como
situación o locus propuesta por Judith Butler y la relación
texto/discurso/contexto, analizada desde la posición teórica de Teun van Dijk.
Palabras clave: crimen- mujer- “habitus”.
Abstract
This work proposal aims to approach -from a
comparative perspective- the representation of the murderous woman from the
analysis of the novel El desorden de tu nombre (Spain, 1988) by Juan
José Millás and a corpus bounded by journalistic
texts which exposes murders committed by women. In both the literary and
journalistic texts, murder operates as an instrument that denaturalizes women
from the conditions symbolically imposed by “habitus” and leads them to
deconstruct the social figure that tradition has induced them to assume. The
theoretical guidelines that guide this study are, basically, the concept of
“habitus” defined by the French theorist Pierre Bourdieu, the notion of body as
situation or locus, proposed by Judith Butler, and the text/discourse/context
relationship analyzed from Teun van Dijk´s theoretical position. characteristic
of Victorian literature. Such features are directly related to authorial powers
which are perceived as having become diluted in the contemporary world. As a technology
of memory, the novel proposes a paradigm in direct opposition to
historiographic metafiction.
Key words: murder- woman- “habitus”
Este trabajo se propone
abordar, desde una perspectiva comparatística, la
representación de la mujer asesina a partir del análisis de la novela El
desorden de tu nombre (España, 1988) de Juan José Millás y un corpus
acotado de textos periodísticos en los que se exponen crímenes cometidos en
Córdoba de gran repercusión a nivel periodístico debido al impacto social que
produjeron.
La hipótesis orientadora
de este estudio sostiene que los sentimientos, las emociones e, incluso, la violencia entre seres ligados en el ámbito de lo íntimo están
determinados por construcciones socio-culturales, por lo que no es posible
separar el crimen de las relaciones establecidas en el ámbito de lo privado. En
el corpus seleccionado de textos el delito opera como un instrumento que
(des)naturaliza a la mujer de las condiciones impuestas simbólicamente por el “habitus” y las conduce a subvertir o (de)construir la
figura social que la tradición las ha inducido a asumir. En antagonismo con
esta construcción socio-cultural, que se manifiesta
también en los textos periodísticos, las mujeres asesinas rompen los lazos de
cohesión con las imposiciones culturales; el crimen que cometen opera como un
proceso de desnaturalización de las normas establecidas y de recuperación de
sus cuerpos.
Tras la lectura del texto
literario y de los textos periodísticos, algunos de los planteos que se
intentará responder son los siguientes: ¿Qué (re)construcción socio-cultural de los géneros masculino/femenino se
representa en el corpus seleccionado? ¿Las mujeres asesinas “desnaturalizan” su
cuerpo y, al hacerlo, proponen un camino/otro para su género? ¿Mediante qué
estrategias se (de)construye el “habitus” femenino
asociado a la sumisión/dominación? ¿Qué atributos de género subvierten las
mujeres al cometer los crímenes?
Desde mediados del siglo XX, con el
surgimiento de los movimientos feministas y hacia fines de la década del 80, a
partir de los numerosos estudios de género, se ha afirmado que tanto hombre
como mujer no pueden ser “asumidos como objetos naturales”, sino que son,
predominantemente, producto de procesos culturales. Estos estudios coinciden en
que las construcciones impuestas establecen diferencias con relación a la
cuestión de la violencia ejercida entre personas de distintos géneros.
Culturalmente, la mujer continúa representándose
a partir de un estereotipo que la condena o la castiga y que justifica al
hombre por la violencia ejercida sobre ella, tanto en el ámbito privado como en
el ámbito público, en todos los estratos sociales.
Existe una vasta literatura que puede consultarse
sobre las situaciones de violencia, física y simbólica, que padece la mujer
como consecuencia de condiciones que la posicionan en un espacio de
subordinación. La antropóloga colombiana Myriam Jimeno Santoyo ha realizado
diversas publicaciones basadas en estudios previos elaborados en torno a la
violencia de género, la cultura, el crimen pasional y su relación con la
experiencia emotiva. En su trabajo titulado Crimen
pasional. Contribución a una antropología de las pasiones (2004) considera
que, y en esto coincide con otros teóricos, la emoción, si bien tiene aspectos
más complejos, está en gran medida “modelada” por cada cultura en particular. A
raíz de esta concepción sostiene que, cultural y socialmente, el crimen está
íntimamente relacionado con la cuestión de género. La justicia parecería aún no
poder hacer una separación entre la imposición justa del castigo a aquel que
comete un crimen y el género del/a autor/a del delito.
Josefina Ludmer en
el artículo “Mujeres que matan” (1996) plantea que la mujer mata por el
maltrato del otro, por agotamiento, mata en “legítima tardía defensa”. Ludmer cuestiona, de algún modo, la construcción ineludible
que se hace de la mujer a partir de una mirada androcéntrica. Tanto en
literatura como en la vida real los hechos están, generalmente, narrados por
una voz masculina o, por lo menos, fuertemente influenciados por construcciones
culturales que posicionan a la mujer en un espacio de inferioridad y
subordinación. No puede entenderse, ni siquiera considerarse, sostiene Ludmer, que estas mujeres que matan imponen una figura que
marca “un avance en la independencia femenina” (Ludmer
796).
Andrea Ostrov, en El género
al bies. Cuerpo, género y escritura en cinco narradoras latinoamericanas (2004),
expone algunas hipótesis de lectura y análisis no solo de la producción
literaria “femenina”, sino también, del rol de la mujer en la sociedad actual. Ostrov plantea que la materialidad del cuerpo femenino
surge “como efecto de ese discurso sobre
el cuerpo, cuyos trazos, marcas e incisiones cartografían, establecen,
materializan, en definitiva, el cuerpo que en apariencia simplemente
‘describen’” (12). Tanto en el género como en el sexo, para Ostrov,
existe una construcción discursiva que crea los atributos propios de lo
masculino y de lo femenino. Al reescribir ese texto inscripto en el cuerpo, la
mujer de algún modo se distancia de la construcción canónica, aunque no propone
una corporalidad totalmente nueva; al reescribir, se remarca, se visibiliza o
se subraya un “mapa corporal determinado”. La reescritura (en el caso de las
narradoras) o la representación (en el caso de los escritores) permiten
desnaturalizar el cuerpo y recuperarlo del dominio de “lo natural”, “lo dado” o
lo construido culturalmente.
Con respecto a los roles
masculino/femenino y la prensa de masas, Amparo Moreno Sardà
en su trabajo De qué hablamos cuando
hablamos del hombre (2007) plantea que:
La construcción de una fuente documental para la
historia contemporánea (…) solo utiliza aquella prensa en la que aparecen como
protagonistas los varones adultos de los colectivos dominantes (…) otros
personajes que no se ciñen a ese enfoque han sido menospreciados. (315-316)
Por esto, la periodista
sostiene la necesidad de seleccionar las representaciones que se realizan en
los textos periodísticos, los procedimientos que utilizan para ordenar y
presentar los hechos, todo lo cual repercute en las lecturas, ya que ponen en
juego diversos sentimientos y apelan —en mayor o menor medida— a la racionalidad del
receptor. El estudio de Moreno Sardà despliega un
recorrido por el pensamiento androcéntrico e invita a “re-visar”
y ampliar la atención a lo que se dice, a lo implícito, a la construcción y a
la presentación de los datos y, fundamentalmente, a las valoraciones
jerárquicas en la presentación de la vida social que se exponen en los medios
de masas.
Para el análisis del
problema planteado, es pertinente abordar el estudio desde conceptos teóricos
que permitan delimitar los atributos de género tradicionalmente asignados en
las diferentes culturas. En este sentido, es fundamental el concepto de
“habitus”, definido desde la perspectiva teórica del
sociólogo francés Pierre Bourdieu. Este concepto fue delimitado por primera vez
en el año 1972 y ha sido retomado y redefinido en numerosas publicaciones,
entre estas, en el texto La dominación
masculina, publicado en 1998, el cual constituye el marco teórico central
de este trabajo. El concepto de “habitus” permite
analizar la construcción canónica de los géneros y, a la vez, las relaciones
que se tejen en el seno de la vida familiar o de las relaciones íntimas, ámbito
en el que se cometen los crímenes que se analizarán. Importa también la
definición de cuerpo como espacio de materialización de normas aprehendidas,
como espacio reglamentado social y culturalmente, como espacio sobre el cual se
ejerce violencia física o simbólica, como pose construida mediante una
socialización que se convierte en “habitus”. La
noción del cuerpo como “situación” o lugar
se aborda desde las definiciones planteadas por Judith Butler en su
artículo “Variaciones sobre sexo y
género: Beauvoir, Wittig y Foucault” (1982). El concepto de crimen pasional y la vinculación íntima entre la
asesina y su víctima se analizan según los principios teóricos de José Enrique Marianetti
en Emoción violenta. Interrelaciones
psiquiátrico-psicológico-jurídicas (2005). Por último, es nodal la
perspectiva teórica de Teun van Dijk, quien en su
trabajo titulado La noticia como
discurso. Comprensión, estructura y producción de la información (1996),
orienta el análisis de los textos periodísticos y el contexto comunicativo en
el que circulan.
El desorden de tu nombre
Un grupo de
mujeres y sus hijos se reúne todas las tardes en un parque, lugar que Julio
frecuenta cada martes y viernes después de terminar la consulta con su
psicoanalista. En ese espacio público Laura —la protagonista de la novela— y
Julio se conocen e inician una relación secreta.
Ella es la
esposa de Carlos Rodó, el psicoanalista de Julio, dato que permanecerá
desconocido durante un lapso para los tres personajes. Laura siente tedio de su
rutina y se configura como el personaje que cuestiona las convenciones sociales
establecidas en el ámbito de la vida familiar a partir de dos dicotomías:
verdad/mentira y realidad/apariencia: “Mi marido y yo somos una pareja en
cierto modo envidiable. Él es un buen profesional y yo tengo estudios
universitarios. Y tuve un trabajo que dejé, porque me gustaba la casa y la
familia, etcétera. Todo es mentira. El parque está lleno de mentiras” (49-50).
Laura es un
personaje desdibujado, transcurre como una sombra en la vida de los dos
hombres: Julio (su amante) y Carlos (su marido). Diariamente, y a pesar de su
disconformidad, se ocupa de la limpieza del hogar y del estudio de su esposo,
tarea en la que Laura deja entrever su malestar y el disgusto que le produce
que Carlos tenga un espacio propio que ella percibe como un valor del cual
carece pero que “debe” contribuir a sostener:
Se trataba de
un amplio estudio, dotado de grandes ventanales. En la puerta, una chapita dorada decía: Carlos
Rodó, psicoanalista. Laura pasó la gamuza por la chapa hasta hacerla
brillar. Después entró en el estudio y quitó el polvo de la mesa y de los
libros. (…) De la fantasía pasó al rencor y permaneció en él quince o veinte
minutos. El objeto del rencor era su marido y la causa el hecho de que poseyera
aquella consulta, aquel refugio personal que invitaba al recogimiento. (47-48)
Todo aquello
que ella había deseado para sí misma había quedado al margen de su vida, había
renunciado a sus metas para que su marido pudiera obtener sus propios logros y
para sostener ante la mirada de los otros el estereotipo impuesto. En su
intento por sostener esta apariencia, Laura comienza a fantasear con la muerte
de su esposo: “Los cristales estaban sucios, pero no tocaba limpiarlos hasta la
semana siguiente. Al salir del rencor entró en la fantasía de que se quedaba
viuda (…) Lo había matado un infarto” (48).
La fantasía de
la viudez puede asociarse a su relación oculta con Julio, por lo tanto, pensar
en la muerte de su marido la conduce directamente a la idea de vivir en
libertad su relación con él, sin culpas y sin la necesidad de encubrir los
encuentros con su amante. Al promediar el final de la historia, Carlos muere
envenenado y, solo en ese momento, ella se (re)construye como una mujer con
configuración humana y deja de ser la sombra desdibujada que ha recorrido toda
la historia.
Laura se
construye como personaje a partir de ciertos parámetros culturales de los
cuales no puede escapar. En El desorden
de tu nombre estos esquemas culturales se disponen como disfraces que las
personas visten para comportarse acorde a una farsa que se impone en algunos
sectores sociales de Madrid durante la década del ochenta. Con la caída del
régimen franquista en el año 1975, España emprende un nuevo período democrático
en el que la mujer comienza a liberarse de las imposiciones ideológicas
preponderantes durante la dictadura, período en el que estuvo supeditada al
tradicional rol de esposa y madre, subordinada a la voluntad masculina y,
relegada a lo doméstico; con acceso denegado al ámbito de la vida pública puesto
que, por ejemplo, no le estaba permitido su desarrollo en el mercado laboral,
entre otros derechos que había perdido desde el comienzo de la dictadura en el
año 1939. En este nuevo contexto social democrático, Millás representa en su
novela a la mujer joven, sometida a la vida familiar como mandato ineludible y
ligada a rígidos valores morales y religiosos inculcados por su entorno.
Laura, sumida
en esta imposición de conductas heredadas, rechaza el rol de madre y de ama de
casa, y reflexiona sobre su vida, su matrimonio, la construcción de una actitud
y un comportamiento que inconscientemente fue desplegando:
No quiero echarle la culpa a él de todo
lo que me pasa. Pero lo cierto es que me siento saqueada, vampirizada. Desde que nos casamos toda nuestra vida se
ha organizado en función de sus intereses, de su carrera. Yo he ido renunciando
poco a poco a mis aspiraciones para facilitarle a él las cosas y ahora que
empieza a triunfar soy incapaz de ver qué parte de ese triunfo me
correspondería a mí (…) Carlos, muy sutilmente, me fue reduciendo a esta
condición de ama de casa quejumbrosa, justo la imagen de la mujer que más odio.
(49) (Resaltado propio)
Mediante las
metáforas “saqueada” y “vampirizada”, Laura visibiliza lo que su esposo
representa para ella. Ambas son metáforas de significados disfóricos que
convocan acciones de violencia y de dominación sobre el otro, y constituyen el
argumento que justificará el asesinato cometido.
Desde la
perspectiva de Laura, al convertirse en la voz narradora de su propia historia,
Carlos es quien la ha sometido a una vida no deseada. Las consideraciones de Marianetti, planteadas desde una perspectiva jurídica, son
iluminadoras en relación con este aspecto:
La palabra
y el lenguaje son medios que permiten influir ampliamente sobre las emociones y
sentimientos del individuo y regulan su conducta afectiva. Por medio de la
palabra se pueden motivar emociones y sentimientos en otras personas, pudiendo
influir para que no se desarrollen reacciones afectivas indeseables en ellas.
El
lenguaje, aunque sea interior, interviene siempre en la regulación de las
propias emociones y sentimientos. (135)
Es notable en la historia de Laura la relación existente entre el lenguaje
interior, el pensamiento, las emociones y los sentimientos como reguladores de
su conducta, factores que operan como determinantes del crimen que comete.
Es posible leer
el problema presentado a través de este ejemplo de acuerdo con lo que sostiene
Bourdieu en La dominación masculina,
esto es, que si bien se han producido grandes cambios en los últimos tiempos
con respecto al acceso que las mujeres tienen a determinados espacios, por
ejemplo, la inserción de la mujer en niveles superiores de educación, en el
ámbito laboral, entre otros, aún se mantiene la exclusión femenina de ciertos
espacios públicos jerárquicos tradicionalmente destinados a los hombres:
La estructura
se perpetúa en unas parejas de oposición homólogas a las divisiones tradicionales
(…) el mismo principio de división se sigue aplicando, en el seno de cada
disciplina, al asignar a los hombres lo más noble (…) y a las mujeres (…) lo
menos prestigioso. (66-67)
El cuerpo de Laura se configura, en términos de Butler, en un “lugar de interpretaciones culturales”, su
cuerpo se configura como un lugar en el que se han materializado valores,
normas y costumbres y, por lo tanto, es posible reconocer en su construcción la
experimentación contradictoria del deseo y, por ende, de la culpa como
consecuencia lógica; el deseo le está negado, una vez más, por ser mujer,
puesto que del contexto cultural y, principalmente, del entorno familiar ha
asimilado una serie de mandatos que debe cumplir.
Con el crimen, Laura intenta revertir la situación íntima que parece
destinarla a la repetición de eventos domésticos. De tal manera, el asesinato
representa para este personaje el quiebre del “habitus”
y la ruptura en el ámbito íntimo de vínculos que parecen estar más ligados a la
tradición y a la exigencia que al amor y a la libre elección:
Cogió una
botella de leche y echó una parte sobre el café (…) Añadió doce cucharadas de
azúcar y, con el termo en la mano, fue al baño y vació sobre él medio frasco de
cápsulas de color azul (…) –Tómalo poco a poco- dijo Laura-, que te dure toda
la noche. Tendrá mal sabor porque lo he cargado mucho y le he echado bastante
azúcar. Piensa que es un jarabe. (197)
Después de
entregarle a Carlos el café con el veneno comienza a reflexionar sobre lo
permitido y lo prohibido, en esta reflexión pone en evidencia su alejamiento
definitivo del sentimiento de culpa:
Todo se puede
hacer, mas no todo está permitido. Lo prohibido circula por debajo y se lo
comen las ratas (…); lo permitido circula por arriba y se lo comen los
ministros. Entre lo permitido y lo prohibido (…) hay una distancia variable. A
veces la distancia se diluye, como el veneno en el café (…) y se convierten en
la misma cosa. Entonces está permitido efectuar hechos atroces (…) como en el
carnaval de Río de Janeiro. Terminada la fiesta, cada uno se quita el disfraz o
la máscara (…) regresa a la vida normal,
que a veces es feliz y a veces infeliz, pero sin sobresaltos policiales (…) La
cuestión es saber volver a la normalidad (…) Mañana contaré lo mismo que hoy,
pero de forma que se entienda. (198)
El asesinato de
Carlos deja planteado un cuestionamiento no solo respecto de las imposiciones
culturales sino, fundamentalmente, señala un aspecto controversial en torno a
la institución familiar y la moral impuesta, la imagen pública de las
relaciones íntimas y el cumplimiento de los mandatos familiares.
Los casos periodísticos:
Mercedes Segalá y Camila G
El 16 de noviembre de
1998, Héctor Corradini fue secuestrado y asesinado en
un barrio de la ciudad de Córdoba. Después de 18 años, en un segundo juicio, el
fallo de los jurados populares condenó a Mercedes Segalá
a prisión perpetua por homicidio agravado por el vínculo ya que se considera
que fue la autora intelectual del crimen de su esposo; la condena, al momento
de la redacción de este artículo, aún no está firme y la mujer permanece en
libertad.
Numerosos son los
artículos periodísticos que han difundido los detalles de este crimen. Un
artículo publicado por el diario La Voz
del Interior en diciembre de 2016 comienza con una frase, recuperada del
testimonio de los hijos del hombre asesinado, pronunciada por Héctor Corradini la noche en que fue secuestrado y que, en
contexto, apela a la emotividad del receptor del artículo: “tranquilos, chicos...no
se asusten. Se trata de un juego”, en el mismo artículo se cita el diálogo
entre la viuda y un empleado de la panadería unos días antes del crimen: “¿Conocés a alguien para darle un susto a mi esposo?”, unas
líneas más abajo se recupera nuevamente la voz de la mujer que continúa
manteniendo su juramento de inocencia y clamando justicia por la muerte de Corradini. Víctor Quinteros, condenado también a cadena
perpetua por ser el sicario, expresa: “Esa boleta (haciendo referencia al
crimen), la de Corradini, no es mía”. Estos
fragmentos expuestos en el texto son claramente una opción léxica que
construye, mediada por la palabra, la imagen de la víctima y de su asesina,
esto, desde la posición teórica de Teun van Dijk, se
trata de una elección que sugiere reconstrucciones opuestas y que deja leer “la
huella del contexto en el texto”, como se señaló anteriormente no es posible
separar el texto/discurso de su contexto puesto que el uso del discurso en una
situación social implica, necesariamente, un acto de interacción social.
El 23 de diciembre de
2015 en la ciudad de Río Tercero, Carlos Gritti (55)
es asesinado en su casa por una joven menor de edad, Camila G. En el mes de
febrero de 2016, Camila, se presenta en una central policial y confiesa el
crimen cometido, esta confesión permitió descubrir el cuerpo del hombre muerto
en el interior de su vivienda. Los artículos sobre este caso que circulan desde
el año 2016 y que se han publicado hasta el 27 de abril de 2017 presentan,
predominantemente, la versión de la joven, quien sostiene que cometió el crimen
en legítima defensa ya que el hombre había intentado abusar de ella: “Mi novio
se había dormido y ese hombre me quiso manosear. Yo me defendí y le pegué dos
puñaladas. Mi novio se despertó y lo ahorcó”, “mi tío me violó a los 10 años,
estuvo preso una semana nomás, eso me marcó, lo trabajo con la psicóloga, pero
no se supera. Tuve maltratos en mi vida, con golpes. Reaccioné así (con Gritti) por lo que viví”, en un contexto social en el que
se están realizando marchas en las que miles de mujeres se manifiestan contra
la violencia de género y a favor de la igualdad de derechos, las versiones que
circulan del crimen cometido más parecen legitimar el acto que condenarlo a
pesar de no dejar de exponer, aunque de modo muy acotado, la hipótesis de que
los novios cometieron el crimen para ocultar el delito de robo. En este
sentido, se puede señalar como imprescindible analizar el discurso desde una
perspectiva interdisciplinaria que estudie tanto los procesos cognitivos de la
producción como de la recepción, así como las dimensiones socioculturales del
uso del lenguaje y la comunicación.
En ambos casos, los
textos periodísticos han reconstruido a estas mujeres como autoras del crimen
cometido pero, a su vez, han dejado circular una información implícita que
sugiere que las dos han estado expuestas a situaciones conflictivas generadas
en el plano de lo privado, por esto, es factible proponer un abordaje de los
textos, continuando con la perspectiva de Teun van
Dijk, en el cual se intenten establecer de qué manera los procesos de cognición
determinan las estructuras de las noticias
y cómo se ven influidos la comprensión y los usos de la noticia por sus
estructuras textuales. Analizar la semiótica de las noticias, la naturaleza
ideológica de la reconstrucción que los medios hacen de la realidad socio-cultural, observar y estudiar cómo se representa la
ideología dominante y cómo se representa a los grupos minoritarios o marginales
a partir de la consideración de que la misma sintaxis de las oraciones de las
noticias puede expresar o disimular los hechos.
A modo de conclusión, se
puede sostener que, tanto en la literatura como en los textos periodísticos, se
pone de manifiesto lo que Josefina Ludmer ha
denominado “torsión del género” lo cual invita a repensar quizás desde la
periferia un proceso de (des)naturalización y de ruptura con las condiciones
simbólicas impuestas.
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