Tras las huellas del pasado: a 20 años de la apertura de las fosas de San Vicente
Reseña
Lucía Ríos | luciarios5@hotmail.com |Universidad Nacional de Córdoba
Recepción: 30 /10 /2023
Aceptación final: 30 /10 /2023
Reseña de la actividad “Tras las huellas del pasado: A 20 años de la apertura de las fosas de San Vicente”, organizada por el Departamento de Antropología y el Programa de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba (FFyH, UNC), en conmemoración de la apertura de las fosas del cementerio de barrio San Vicente.
La actividad se realizó el jueves 8 de junio de 2023 en el auditorio Hugo Chávez del Pabellón Venezuela, FFyH.
Panelistas: Luis Baronetto, David Dib, Ana Mariani, Bernardo Bartoli, Darío Olmo y Mariana Tello. Con la moderación de Victoria Chabrando y Lucía Ríos.
En dos de sus obras más conocidas, El narrador y Experiencia y pobreza, el filósofo Walter Benjamin señala que en nuestras sociedades contemporáneas no hay mayor injusticia que la experiencia que no puede ser narrada. La imposibilidad narrativa anula la posibilidad de justicia, en el sentido de que no puede generar una experiencia, que por definición y para ser tal, debe ser compartida entre y con lxs otrxs. Es decir, una experiencia puede ser reconocida como tal en tanto y en cuanto sea colectiva.
Si la posibilidad de la narración es un acto de justicia ya que puede narrar la experiencia y, asimismo, la experiencia narrada que cobra valor en Benjamin es la experiencia compartida de los oprimidos ―experiencia que se ha sucedido en un pasado trunco― será entonces, para el filósofo, en el ejercicio mismo de la memoria donde se produce ese acto de justicia, donde se aúnan ―y se actualizan― la experiencia y su posibilidad de ser narrada.
La guerra ―al escribir esas líneas, Benjamin reflexionaba sobre la Primera Guerra Mundial; no vivió para ver la segunda―, un genocidio, los “crímenes de masa”, la desaparición, el asesinato, la muerte, parecen ser a priori situaciones límite donde la narración de la experiencia vivida para poder ser compartida con otrxs se torna una acción difícil, compleja, por no decir imposible.
No obstante, en la actualidad, el trabajo sostenido y comprometido, interdisciplinario y colaborativo, puede pensarse como un modo en el que esas experiencias lleguen al espacio de lo narrable, en la práctica misma del ejercicio de la memoria y en los procesos colaborativos propios de la producción de saberes.
Una de estas situaciones se dio en el año 2003, en la apertura de las fosas del cementerio San Vicente por parte de miembros, en aquel entonces, del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y de distintxs colaboradorxs provenientes de diferentes lugares del país y de variadas carreras de nuestra Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Dicho acontecimiento se volvió sumamente significativo, no solo para los procesos de “Memoria, Verdad y Justicia” que investigaban el Terrorismo de Estado en Córdoba, sino también por el hecho de que implicó un avance fundamental para el saber y la práctica antropológica, en general, y cordobesa, en particular.
El nuevo rumbo político que tomaría la Argentina a partir de 2003 sería determinante para la reapertura de los juicios por delitos de Lesa Humanidad que estaban paralizados hasta ese momento, y el descubrimiento de las fosas comunes del Cementerio San Vicente resultaba la prueba más brutal y elocuente de los crímenes cometidos por la dictadura cívico-militar-eclesiástica, hasta ese momento impunes en la provincia.
Para reflexionar sobre aquellos acontecimientos que movilizaron de una u otra forma a toda la sociedad, a los fines de conmemorar los 20 años de dicha apertura y en el marco de celebrar 40 años del retorno de la democracia en nuestro país, desde el Programa de Derechos Humanos de la FFyH, UNC, en conjunto con el Departamento de Antropología de la FFyH, se organizó la actividad y panel “Tras las huellas del pasado: A 20 años de la apertura de las fosas de San Vicente”.
Esta se realizó el jueves 8 de junio de 2023 por la tarde, en el auditorio Hugo Chávez del Pabellón Venezuela y contó con la presencia, las palabras y las experiencias compartidas de personas que resultaron claves en la búsqueda, hallazgo, identificaciones (18 personas identificadas desde entonces) y posterior difusión de lo acontecido: Luis Baronetto, David Dib, Ana Mariani, Darío Olmo y Mariana Tello.
La convocatoria a lxs mencionadxs panelistas no se debió a que fueran las únicas personas ligadas a ese acontecimiento, dado que de hecho muchos otros actores ―individuales e institucionales― fueron claves en todo el proceso de hallazgo, interpretación de datos, exhumación y en la posterior difusión de lo encontrado y de lo sucedido en torno a los descubrimientos.
La invitación se debió, en primera instancia, al interés por recopilar distintas experiencias, narradas y compartidas, desde las posiciones que cada unx de ellxs ocupaba en ese momento, que permitieran no solo enriquecer sino también complejizar los debates en torno a ese pasado que una y otra vez se reactualiza en el presente a partir de las repercusiones de un evento que aún se manifiesta a partir de sus múltiples ecos, en los reclamos por más “Memoria, Verdad y Justicia”.
Pasadas las 18:00 h del jueves 8 de junio, en un auditorio con estudiantes, conocidxs, familiares, docentes y público en general, la actividad dio inicio con la bienvenida institucional por parte del vicedecano de la FFyH, Sebastián Muñoz, seguido por el director del Departamento de Antropología, Thiago Silva Ferreira da Costa. Ambos, además de los agradecimientos de rigor, rescataron la importancia histórica que dicho acontecimiento tuvo para la sociedad cordobesa en particular y para los procesos de memoria, verdad y justicia que se estaban fortaleciendo a nivel nacional en aquellos años.
Luego, Victoria Chabrando, directora del Programa de Derechos Humanos de la FFyH, y Lucía Ríos, quien aquí escribe ―para entonces me desempeñaba como Coordinadora Académica del Departamento de Antropología―, ofrecimos unas breves palabras de bienvenida y referencias ―que siempre acaban siendo insuficientes― para recibir y presentar a cada unx de lxs invitadxs.
Imposible sería intentar reproducir aquí cada una de las palabras que lxs panelistas nos convidaron en sus respectivas presentaciones. No obstante, sí hay algunas cuestiones que me gustaría mencionar y que fueron entrelazando, en las palabras de cada unx de lxs invitadxs, las experiencias que lxs fueron encontrando, antes y ahora.
El encargado de dar inicio al panel fue Darío Olmo, quien ―hoy ya plenamente instalado en Córdoba y docente de nuestra casa de estudios― por el año 2003 era integrante del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) en Buenos Aires y llegó a Córdoba para encarar el desafío del trabajo de antropología forense en el cementerio de San Vicente.
Olmo, además de dar inicio al relato de dicha experiencia ―que a su vez fue compartida con quienes estaban en el panel― agradeció a todas las instituciones y personas ―¿qué son, de hecho, las instituciones, sino las personas que las constituyen?― que ofrecieron los avales, facilidades y apoyos, tan necesarios en momentos como ese. En este sentido, Olmo se encargó de reiterar una y otra vez la buena acogida que tuvieron en su momento quienes llegaban de otras provincias (él incluido), por parte de diversos actores institucionales, y mencionó, entre ellxs, a Luis Vitín Baronetto, quien juró como secretario de Derechos Humanos de la Municipalidad de Córdoba en las mismas fosas de San Vicente a fines de 2003.
Luis Vitin Baronetto fue el segundo en tomar la palabra en el panel; secretario de Derechos Humanos de la Municipalidad de Córdoba en el año 2003 y ex-preso político por su militancia en la Juventud Peronista en los años 70, remarcó durante su presentación la necesidad de poder pensar(nos) como un sujeto político, un sujeto-cuerpo colectivo que sostiene el valor y la relevancia de la militancia y la importancia del ejercicio de la memoria. Una memoria con el poder no solo de recordar, sino de transformar, de cambiar las condiciones del presente como legado de aquellos que hoy ya no están. Baronetto, en su momento funcionario del Estado, remarcó en sus palabras la necesidad de que los derechos humanos no solo se constituyan una bandera militante, sino también una política de Estado.
Promediando la actividad, el tercero en tomar la posta fue David Dib. Dib, médico forense quien se desempeña hoy como director del Instituto de Medicina Forense de Córdoba, fue un actor clave en los años de trabajo en el cementerio San Vicente en lo que respecta a los procesos de análisis del material genético que los antropólogos forenses y sus colaboradores iban encontrando en las fosas. En ese sentido, Dib fue sumamente enfático respecto a reconocer la importancia y la necesidad de la interdisciplina en procesos complejos como el ocurrido en el año 2003, donde cada uno de los saberes “puestos en juego” eran necesarios e imprescindibles en todo aquello que implicó el hallazgo, las identificaciones y la comunicación de estas.
No solo la ciencia fue determinante en todo el proceso que conllevó la búsqueda de las fosas, su hallazgo, las identificaciones y los aportes a la justicia y a las familias. La presencia de los medios de Córdoba y de periodistas comprometidxs fueron nodales en el proceso de dar a conocer a la sociedad qué era lo que estaba pasando en San Vicente, lo cual implicaba recordarles (recordarnos), también, lo que había sucedido durante los 70 en nuestra provincia. Una de esas voces y presencias claves fue la de Ana Mariani, a quien Darío Olmo ya había mencionado en su intervención como la periodista que durante todo el proceso acompañó desde las columnas escritas en el diario La Voz del Interior.
Las palabras de Mariani ―que conmovieron a todxs lxs presentes, sin excepción― refirieron, entre otras cuestiones, a su experiencia y su decisión, en primera persona, de acompañar y documentar todo el proceso de lo que estaba aconteciendo en el cementerio. No faltaron las menciones al Museo de Antropología de la FFyH como una institución presente durante el desarrollo de los trabajos en San Vicente y como lugar de encuentro con los familiares, las menciones al EAAF y el llamado a continuar con el ejercicio de la memoria. De hecho, sus palabras textuales fueron: “si bien en algunos casos el ejercicio de la memoria puede resultar casi insoportable, es absolutamente necesario. Y en los momentos que estamos transitando en nuestro país, se transforma en una obligación de la ciudadanía”.
La última en tomar la palabra en ese momento más “expositivo” del panel fue Mariana Tello, quien además de antropóloga y docente de nuestra casa de estudios, en aquel entonces formaba parte de la agrupación HIJOS, por lo que su experiencia fue narrada como miembro de dicho espacio. Tello, en su relato, osciló una y otra vez entre lo personal y lo colectivo (y mientras lo escribo pienso en lo sutil y poroso de esa división), al contar cómo, a pesar de esa tristeza que lxs atravesó durante todo el proceso, se hizo también palpable pensar en modos posibles de sanar. “Esas 18 personas identificadas nos sanaron a todos”, fueron sus palabras textuales.
El momento del cierre del panel dio paso a las preguntas y comentarios del público. Esas participaciones oscilaron entre preguntas “más técnicas” hasta los relatos que quedaron “por fuera” al momento de las presentaciones de nuestrxs panelistas.
No faltaron las anécdotas de los asados compartidos, las risas, una que otra “cargada” ―el compromiso y la lucha necesitan también de la alegría― y los aportes de quienes formaron parte de ese proceso y que estaban sentados en el público. En ese circular de las palabras, cómo no volver una y otra vez a los ecos de Benjamin. La experiencia es experiencia si es compartida. Y es compartida si puede ser narrada.
Antes de finalizar esta reseña, dos cuestiones que me interesa puntualizar.
El cementerio San Vicente no es un lugar cualquiera en la cartografía cordobesa. No solamente porque se volvió el “escenario” en el que gran parte de los acontecimientos sucedidos en 2003 tuvieron lugar, sino porque el cementerio San Vicente condensa, de por sí, una serie de sentidos histórica y socialmente construidos. Ubicado en la zona este de la ciudad, al frente de Campo de la Ribera, cerca del río y de las “barrancas”, los barrios que colindan con el cementerio históricamente han sido los depositarios en el imaginario social de prejuicios, estigmas, violencia institucional y vulneración de derechos. Así y todo, ese cementerio se volvió durante esos años un emblema de la lucha por la memoria, la verdad y la justicia, un espacio clave en el reclamo por los derechos humanos y un lugar imprescindible para los procesos iniciados en los juicios de lesa humanidad que tuvieron lugar en Córdoba.
Desde los testimonios de los morgueros y los enterradores, hasta la florista y los vecinos, pudieron ponerle voces y palabras a un lugar que históricamente permaneció silenciado. Silencioso no, silenciado. No obstante, como el mismo Benjamin sostenía, todas las historias oprimidas toman su revancha y, en parte, considero que es lo que ―justa y afortunadamente― sucedió con la comunidad de San Vicente, Maldonado y Müller, los barrios cercanos al cementerio. Y sí que tienen mucho para contar.
No quisiera tampoco dejar de rescatar algo que se sostuvo en los relatos de todxs lxs presentes. Nada de lo que sucedió en 2003 en San Vicente hubiese acontecido si no fuera por la existencia de una red colaborativa que generó tanto las condiciones de posibilidad como las condiciones materiales y simbólicas para que ello haya sido primero pensable y, luego, posible.
Ello no hace más que afirmar algo que, en los tiempos que corren, no podemos perder de vista: nadie se salva solx, nadie hace memoria solx. Toda acción que implique cuidar, generar y profundizar los derechos es necesariamente una acción colectiva, colaborativa, comprometida, crítica y reflexiva. Y, ante todo, tenemos que poder narrarla, para así generar una experiencia que sea de todxs y para todxs.
Si hay algo que nuestra historia reciente nos ha enseñado ―o al menos, algo que creemos haber aprendido― es que las formas de narrar son múltiples, como también los modos de actualizar en el presente las experiencias y los relatos de quienes, sin usar necesariamente sus voces, todavía nos hablan.
Recordar quiénes eran, identificarlxs, es uno de los modos de hacerlo. Al final de la actividad, el encargado de traerlxs una vez más al aquí y ahora mediante sus nombres y apellidos fue “Vitin” Baronetto, mencionando, unx por unx, a lxs identificadxs en las fosas. Cada nombre fue acompañado de un “presente” dicho a viva voz por todxs y cada unx de lxs asistentes.
Presentes. Ahora y siempre.