Hacia la
normalización terminológica en el ámbito de la terapia ocupacional
Towards terminological normalization in the field of occupational
therapy
María Estévez Rodríguez
Universidade de Vigo, España
Resumen
El establecimiento de un consenso
terminológico en el ámbito de la terapia ocupacional se ha convertido en una
preocupación primordial para los profesionales del sector, ya que la rápida
evolución disciplinar durante las últimas décadas ha dificultado la
consolidación de un lenguaje profesional unificado. A pesar de los intentos de
diversas organizaciones para la normalización terminológica de esta disciplina,
los resultados no han sido exitosos, sobre todo por la ineficacia de las
metodologías propuestas. En concreto, en el caso del español la situación se
agrava, debido principalmente a la primacía del inglés y a la carencia de
literatura de terapia ocupacional propia. Esta problemática constituye uno de
los principales obstáculos para el progreso y reconocimiento de la disciplina
en el ámbito académico-cultural, dada la relevancia de la normalización
lingüística a la hora de establecer la comunicación especializada, transmitir con
precisión el conocimiento científico, asegurar el rigor de la investigación y
mejorar la práctica clínica. Por ello, la perspectiva de futuro de la terapia
ocupacional debería centrarse en la definición, jerarquización y denominación
de los conceptos fundamentales del ámbito para asegurar el asentamiento de la
profesión como ciencia.
Palabras clave: terapia ocupacional, terminología,
normalización lingüística, lenguaje especializado
Abstract
Obtaining a
terminological consensus in the field of occupational therapy has become a priority
to the professionals in the sector, as its rapid evolution during the last few
decades has hindered the consolidation of unified professional language.
Despite the attempts of diverse organizations to achieve the linguistic
normalization of the discipline, the results have not been successful, due to
the inefficacy of the methodologies suggested. Specifically, the situation is
further aggravated in Spanish language because of the primacy of English and the
lack of own occupational therapy literature. This issue stands as one of the
main obstacles to the progress and recognition of this discipline in the
academic and cultural field, considering the relevance of linguistic
normalisation to stablish specialised communication, to precisely transmit scientific
knowledge, to ensure the rigour when investigating and to improve clinical
practice. Thus, the future of occupational therapy must aim to define, stablish
a hierarchy, and denominate the main concepts of the area to warrant the
settlement of the profession as a science.
Keywords: occupational therapy, terminology, linguistic
normalization, specialised language
1. Introducción
El objetivo
primordial de la lengua, tanto de la general como de la especializada, es el de
cumplir su función comunicativa final. En concreto, cuando se trata de la
transmisión del conocimiento especializado, el éxito de la comunicación depende
directamente de que el mensaje se exprese con exactitud y precisión. En esta
labor, la importancia de la terminología es clave, ya que permite organizar el
conocimiento científico jerarquizando los conceptos que lo constituyen y
representar con precisión el esquema conceptual del área correspondiente mediante
un conjunto de unidades terminológicas precisas y descriptivas.
Por ello, la
univocidad se convierte en una de las características fundamentales del
lenguaje de especialidad; para asegurar el rigor comunicativo, debería existir
una denominación única para cada concepto (si bien no se puede asegurar en la
totalidad de los casos), que lo defina y lo distinga de los demás del mapa
conceptual y de otros ámbitos, tanto especializados como generales. De la misma
forma y consecuentemente, el consenso terminológico adquiere gran importancia
dentro del lenguaje propio de cualquier área del conocimiento. La
estandarización del lenguaje especializado permite extender la univocidad a
toda la bibliografía del dominio, asegurando una cierta unidad dentro de esta y
permitiendo la interrelación del conocimiento disciplinar. En esta línea y como
señala Cabré (1998), la terminología tendría como objeto esta normalización del
lenguaje científico para poder garantizar así la exactitud y precisión
comunicativa que mencionábamos inicialmente.
Además, más allá
de su relevancia para la comunicación del conocimiento especializado, la
estandarización de la terminología constituye de por sí un pilar esencial para
el desarrollo disciplinar y para el reconocimiento del ámbito como ciencia a
nivel académico-cultural. La unificación terminológica dentro los textos de una
misma disciplina favorece el progreso investigador, ya que la correcta jerarquización
de los conceptos codificados mediante unidades terminológicas nos permite
avanzar en el mapa conceptual de la materia, proporcionándonos acceso a
información más especializada (Faber, 1999). Asimismo, dota de cierta
formalidad y autonomía al dominio, ya que le permite diferenciarse de los
ámbitos del conocimiento contiguos como independiente y no como manifestación
de estos. De esta forma, la normalización terminológica se convierte en un
elemento inherente del lenguaje científico para establecer una comunicación
interdisciplinar, asegurar el rigor de la investigación y mejorar la práctica
clínica y, consecuentemente, facilitar la progresión y supervivencia de la
ciencia como tal.
Podemos definir
normalización lingüística como un «proceso dinámico y gradual de carácter
sociocultural, en el que una lengua que parte en una situación inestable llega
a disfrutar de una situación de plenitud, percibida como normal» (Cabré, 1993, p.
465). En otras palabras y aplicado a las distintas áreas de conocimiento y no a
la lengua en general, este proceso permitiría modificar progresivamente la
situación irregular del lenguaje especializado característico de un ámbito para
dotarlo de cierta uniformidad y estabilidad. Cuando hablamos de ‘normalización’
nos referimos a un fenómeno complejo, con diversas implicaciones y en el que
participan una serie de agentes ajenos a la lengua. Por un lado, las
actuaciones que permiten esta evolución del lenguaje se pueden manifestar de
distintas formas, ambas contempladas dentro del concepto: pueden estar dadas por
la intervención de un organismo externo o por la autorregulación no interventiva por parte de los usuarios (Auger,
1984). Asimismo, sus efectos dependen directamente del entorno, incluyendo
dentro de este el panorama económico, político, social y cultural. Por tanto,
las actuaciones que se llevan a cabo en un marco de normalización se deben
diseñar en función de las necesidades del medio concreto para ser efectivas.
En esta tarea, el
profesional de la traducción ejerce un papel muy relevante, ya que debe analizar
las lenguas y la estructura conceptual del ámbito, documentarse sobre las
opciones existentes y, finalmente, tratar de mantener una armonía justificada a
la hora de trasladar el conjunto terminológico a la lengua meta manteniendo la
precisión conceptual original. De esta forma, «escogiendo un término para
designar una noción, el traductor impone un uso que será adoptado por toda la
comunidad» (Garrido y Luna, 1997, p. 156).
Sin embargo,
requiere la coordinación de otros muchos agentes, dependiendo no solo de los
especialistas, sino también de todos los intermediarios que, al igual que en la
traducción, participan en el proceso de divulgación del conocimiento de cierto
ámbito (Cabré, 1993, p. 474). En este colectivo podemos incluir a las
universidades, los centros de investigación, los medios de comunicación, los
organismos de redacción y documentación científica o de planificación y normalización
terminológica, entre otros. Además, el Gobierno y la Administración también
juegan un rol relevante, teniendo en cuenta la cantidad de bibliografía que se
produce en estos órganos y que «la nómina de decisiones de naturaleza política
con repercusión en el lenguaje es amplia y no constituye un inventario cerrado»
(Escoriza, 2008, p. 12-13). No obstante, además de
estos sujetos que influyen directa y conscientemente en la normalización
terminológica, es de suma importancia la comunidad en general, que recibe las
propuestas de estos últimos y participa en el proceso de autorregulación.
Durante las últimas décadas hemos
presenciado un crecimiento exponencial de producción científica y técnica,
gracias, principalmente, a la rápida evolución de las nuevas tecnologías y de
los medios de comunicación, así como a la constante innovación de los métodos
de investigación. De forma paralela a este desarrollo constante de nuevos
conceptos, se ha dado una proliferación de nuevos términos ante la necesidad de
asignar una denominación a estas nuevas realidades: «La Terminología está hoy
en día en constante evolución. Cambia de forma paralela al progreso de las
disciplinas a partir de las cuales se compone y de las que depende» (Cabré,
1996, p. 33)[1].
Sin embargo, la velocidad sin precedentes de la producción investigadora y de
la comunicación de los nuevos conceptos, junto con la globalización de la
difusión informativa, han dificultado en muchas ocasiones el asentamiento de
una terminología regulada y estandarizada.
Asimismo, la universalización de la
comunicación científica ha dado lugar a que la primacía de ciertos países se
refleje en el ámbito académico-cultural, de forma que la bibliografía
especializada se produce casi exclusivamente en las lenguas correspondientes a
los países con una situación privilegiada en el plano económico y político «desplazando a otros idiomas internacionales como el
español, el portugués, el alemán, el italiano y el ruso» (Villalobos, 2015, p. 2). De esta forma, la dominancia de ciertos
idiomas, especialmente del inglés, en las publicaciones de difusión
internacional de la mayor parte de las especialidades ha hecho que se
conviertan en «la única herramienta
disponible para acceder al mundo del conocimiento y de la investigación» (Alcaráz, 2000).
A nivel lingüístico, la suma de estos
factores se ha traducido en un lenguaje poco uniforme y plagado de préstamos,
que afecta sobre todo a los idiomas de menor tradición académica, a las ciencias
más recientes y a los países de menor peso en el plano político-económico
mundial. En la actualidad, el problema radica en que, si bien
los términos «deben de estar al día tanto en lo que refiere a nuevas unidades
de denominación como a resemantización de las
unidades cuyo contenido cambia» (Cabré, 1993, p. 6), en muchos países las
políticas lingüísticas no han sabido evolucionar al mismo ritmo que el esquema
conceptual correspondiente, ni han sabido actuar moderando la intromisión de
otras lenguas en el lenguaje especializado. De esta forma, se ha dado una
proliferación de propuestas no oficiales, no consensuadas y, generalmente, poco
adecuadas terminológicamente que afectan al rigor
científico de los documentos, dificultando la comunicación de la información
especializada, ralentizando el progreso disciplinar e impidiendo el reconocimiento
de las áreas afectadas en el panorama académico-cultural. Por ello, los
gobiernos deberían emprender políticas lingüísticas que permitan hacer llegar a
los usuarios la información especializada codificada en términos adecuados para
su lengua nativa (Cabré, 1993, p. 27).
En este artículo abordamos el estado de la
terapia ocupacional (TO) desde el punto de vista de la normalización
terminológica, con el objetivo de proporcionar una base teórica que ayude a
orientar los planteamientos prácticos de estudios futuros. Con este fin, en
primer lugar, describiremos algunos de los factores que influyen en la
normalización de la terminología, especialmente aquellos que han tenido peso en
el desarrollo del léxico de la TO. A continuación, definiremos el concepto de ‘terapia
ocupacional’ y explicaremos la problemática terminológica que hace que la
normalización terminológica del campo sea una de las principales preocupaciones
de los profesionales en este dominio. Asimismo, realizaremos un repaso de
distintas iniciativas normalizadoras que han tenido lugar en este ámbito y
comentaremos la metodología sugerida por el proyecto ENOTHE. Por último, en el
apartado de conclusiones, retomaremos los apartados anteriores para sintetizar
las perspectivas de futuro de la profesión en lo referente a la consolidación
de una terminología normalizada.
2. Definición
de terapia ocupacional y un primer dilema terminológico
La Federación
Mundial de Terapeutas Ocupacionales (WFOT, 2012) define la terapia ocupacional
como una profesión centrada en el paciente que busca fomentar la salud y el
bienestar a través del trabajo, con el objetivo de capacitar al individuo con
dificultades físicas o funcionales para participar en las actividades de la
vida diaria. Para conseguirlo, se trabaja tanto en habilitarlo para que pueda
realizar las tareas correspondientes, como en adaptar el entorno que los rodea
para que sea óptimo para su participación.
Antes de profundizar
en la ciencia, es necesario hacer una mención a su denominación, ya que ha
suscitado una discusión terminológica en la que han tomado parte diversos
expertos de la lengua. En concreto, el dilema radica en la coexistencia de dos
denominaciones distintas para la misma ciencia: ‘terapia ocupacional’ y
‘ergoterapia’. La primera de ellas se trata de un préstamo directo del inglés occupational therapy y, a
pesar de ser la más utilizada, a menudo se critica por no resultar lo suficientemente
descriptiva y por suponer un anglicismo innecesario, ya que ‘ocupacional’,
«Perteneciente o relativo a la ocupación laboral» (RAE, 2019), podría ser
fácilmente sustituido por ‘laboral’ o ‘profesional’, adjetivos mucho más
familiares para el usuario hispanohablante (Martín, 2014, p. 37).
Por su parte, el
término ‘ergoterapia’ está formado mediante combinación morfológica por
composición culta de la unidad léxica ergo-, procedente de ergon, ‘actividad’ en griego
antiguo, y la palabra ‘terapia’, de therapeia, tratamiento. Esta opción se encuentra presente en
la mayoría de las lenguas románicas y en otras europeas más frecuentemente que
‘terapia ocupacional’, a menudo como propuesta preferente o única: ergothérapie (en
francés), ergoterapia (en italiano), ergoterapia (en portugués), ergoterapie (en
checo), ergoterapi
(en danés), ergoterapija
(en lituano), ergotherapie
(en neerlandés), ergoterapia (en
eslovaco), etc. (IATE, 2020). Sin embargo, en parte de ellas también se ha
introducido el anglicismo como término coexistente y en otras independientes a
este listado, como único.
En español, ambas
se encuentran incluidas actualmente en el Diccionario de la Lengua Española (RAE,
2019); ‘ergoterapia’, como «Método curativo que utiliza el trabajo manual en la
reeducación de los enfermos o impedidos, para su reinserción en la vida social»
y ‘terapia ocupacional’, como «Tratamiento empleado en diversas enfermedades
somáticas y psíquicas, que tiene como finalidad rehabilitar al paciente
haciéndole realizar las acciones y movimientos de la vida diaria».
Morfológicamente, consideramos
que el término más adecuado sería ‘ergoterapia’, ya que evita la introducción
de un préstamo del inglés innecesario, además, poco descriptivo para el oyente
y más extenso. Sin embargo, Fernando Navarro (2020) indica que, a pesar de que
es recomendable «utilizar en español el término tradicional ergoterapia […] En la
práctica, no obstante, parece estarse imponiendo en español el préstamo del
inglés “terapia ocupacional”». En efecto, diversas universidades imparten el
Grado en Terapia Ocupacional y, entre las organizaciones dedicadas a regular
esta profesión en España, destacan la Asociación Profesional Española de
Terapeutas Ocupacionales (APETO), la Sociedad Científica de Terapia Ocupacional
(SOCINTO) y los Colegios Oficiales de Terapeutas Ocupacionales. Asimismo, en
otros países de habla hispana también domina el uso del anglicismo entre los
profesionales y organizaciones como la Asociación Colombiana de Terapia
Ocupacional, la Asociación de Profesionales en Terapia Ocupacional AC de México
o la Federación Venezolana de Terapeutas Ocupacionales (APTOCA).
Por tanto, y a
pesar de que terminológicamente ‘terapia ocupacional’ se trata de una opción menos
adecuada en español que ‘ergoterapia’, se podría argumentar a su favor con
distintos fundamentos. En primer lugar, a pesar de ser un anglicismo
innecesario a primera vista, hay diversos motivos por los que se puede
considerar un préstamo como necesario a pesar de tener un equivalente en
español (Bouwman, 2017). En este caso, se podría
considerar que la amplia prevalencia del uso de esta denominación puede ser de
por sí una razón para aceptarlo, sobre todo si se valora el negativo efecto que
podría tener la modificación del propio nombre de una disciplina que en sí
misma no está demasiado normalizada en la sociedad. Además, de cara a la
justificación terminológica podemos aludir al carácter internacional de la
terminología, que, como explica Cabré (1993) implica que cada vez más se tiende
a utilizar términos empleados a nivel universal para facilitar la comunicación
científica entre lenguas.
Por tanto, si bien
se podría discutir el nivel de adecuación formativa del término, debatir sobre
su validez frente a ‘ergoterapia’ o sugerir variantes más familiares para el
usuario español como ‘terapia laboral’, el uso del anglicismo parece estar tan
extendido que echa abajo cualquier posibilidad de modificarlo actualmente.
3. Problemática
terminológica en la T.O.
Al igual que la
traductología, la terapia ocupacional se trata de una ciencia relativamente
reciente. En concreto, de acuerdo con la APETO, el nacimiento de la profesión data
de entre finales del siglo XIX e inicios del siglo XX en Estados Unidos y se
vio impulsado por la creación de la figura de ‘auxiliar de reconstrucción’
durante la I Guerra Mundial como respuesta a las necesidades sanitarias
consecuentes del conflicto. Sin embargo, su introducción en Europa fue un poco
más tardía y posterior al fin de la guerra, marcada con su entrada en Escocia
en 1919, que se oficializó en 1932 con la creación de la Scottish Association of Occupational Therapy.
Su aparición en España,
por su parte, se sitúa en 1964 tras la creación de la Escuela Nacional de
Terapia Ocupacional, encargada de regir todos los aspectos de la disciplina
siguiendo el ejemplo de la Federación Mundial de Terapeutas Ocupacionales (WFOT).
Finalmente, en 1990, los estudios en TO son reconocidos como universitarios y,
a partir de esta fecha, se empiezan a incluir entre la oferta formativa ofrecida
por diversas universidades españolas hasta estar presente en las 19 existentes
actualmente solo en España (Gobierno de España, 2020).
Desde entonces y
durante las últimas décadas, su creciente popularización en la cultura
occidental y el veloz desarrollo de la investigación clínica y teórica han dado
lugar a un crecimiento exponencial de la disciplina, impulsada por el progreso
de las nuevas tecnologías y por las influencias de otras ciencias ya asentadas,
como la Psicología o la Fisioterapia.
De forma
simultánea a su desarrollo, el establecimiento de un consenso terminológico se
ha convertido en una preocupación primordial para los profesionales del sector
(Barnard, 2009), ya que la rápida evolución disciplinar ha dificultado en
gran medida la consolidación de un lenguaje profesional unificado. La falta de
tradición terminológica en una ciencia tan joven y la carencia de bibliografía
de TO en muchas lenguas, incluido el español, así como la primacía del inglés
como código de transmisión del ámbito, han permitido que el acceso al
conocimiento especializado tenga lugar principalmente a partir de traducciones
de textos anglófonos, elaboradas sin referencias terminológicas oficiales y sin
un objetivo unificador.
Ante esta
situación, numerosas organizaciones de distinta naturaleza han puesto en marcha
iniciativas con el objetivo de conseguir la unificación terminológica del
ámbito de la TO tanto en inglés como en las demás lenguas, para proporcionar respectivamente
una terminología de referencia consensuada y unas correspondencias con otros
idiomas adecuadas. En los años 1979, 1989 y 1994, la Asociación Americana de
Terapia Ocupacional (AOTA) publicó respectivamente tres ediciones del manual de
referencia Uniform Terminology
for Occupational Therapy, seguidas de una última versión revisada en 2002, Occupational
Therapy Practice Framework:
Domain and Process, y su
dos reediciones en 2008 y 2017, que incluían un glosario de TO. En 2002, la
Federación Mundial de Terapeutas Ocupacionales también propuso un glosario del
ámbito (Brea, 2008). Por último, la organización ENOTHE (European
Network Occupational Therapy
in Higher Education),
creada en 1995 por el Consejo Europeo de Terapeutas Ocupacionales (COTEC)
persiguió entre 2001 y 2004 la creación de un glosario de terminología de TO en
cuatro idiomas con esta meta, la cual se considera uno de los intentos más
exitosos hasta el momento de estandarizar el lenguaje especializado de los/as
Terapeutas Ocupacionales (Van Bruggen, 2007).
No obstante, a
pesar de los intentos de estas organizaciones para encontrar un consenso
terminológico para la ciencia, los resultados no han sido demasiado exitosos,
sobre todo por los procedimientos seguidos, centrados «fundamentalmente en la mera
traducción lingüística de textos o de términos sin atender a la gran diversidad
conceptual, cultural y contextual, entre los países del universo que conforma
la terapia ocupacional» (Brea, 2008). Esta problemática se presenta como uno de
los obstáculos más importantes para el asentamiento de la terapia ocupacional
en el ámbito académico-cultural.
Asimismo, se
señalan numerosos obstáculos para este intento normalizador, especialmente el
préstamo a veces injustificado de términos de otras disciplinas cercanas, a
pesar de que los conceptos correspondientes no coincidan en su totalidad, la
cercanía de la TO a la vida cotidiana y la consecuente adopción del lenguaje
general para designar conocimientos especializados (Brea, 2008). Además, se
destaca la dificultad de definir la disciplina y las funciones que conlleva o
la incapacidad de determinar y describir los conceptos fundamentales que
conforman esta ciencia (Creek, 2002).
En esta línea, la
perspectiva de futuro de la TO debería enfocarse hacia la definición y
denominación consensuada de los conceptos elementales de la disciplina, para
poder así trasladar el mapa conceptual a las distintas lenguas meta de forma
coherente y unificada. Para ello, es de vital importancia que los organismos
internacionales tomen la iniciativa promulgando normativas oficiales y
unificadas en los distintos idiomas. Además, se deben tener en cuenta las áreas
del conocimiento cercanas que cuentan ya
con un lenguaje uniforme, de forma que se establezca un consenso interdisciplinar
que permita el enriquecimiento recíproco de distintas ciencias biomédicas.
4. Proceso
para la creación de una terminología consensuada
En todo campo de
especialidad, la normalización de la terminología es inevitable, ya que evita
la ambigüedad que obstaculiza el «proceso de la comunicación entre
especialistas, e inevitablemente desperdicia los esfuerzos de ordenación del
pensamiento» (Cabré, 1993, p. 425, 426). Siguiendo esta afirmación y teniendo
en cuenta los apartados anteriores, podemos concluir que, aunque la TO se
encuentra en un momento de desarrollo teórico y clínico, su estandarización
dentro del sistema académico-cultural se ve impedida por la falta de consenso
terminológico. Por ello, para conseguir la consolidación plena de la TO como
ciencia, es necesario dotarla de una terminología propia, uniforme y adecuada.
Para ello, se debe
seguir un procedimiento de normalización terminológica metódico y minucioso,
que se fundamente en un sistema conceptual correctamente definido, para crear
un conjunto de unidades terminológicas adecuadas e interrelacionadas de forma
lógica. Con este objetivo, Auger (1986) propone una
serie de etapas o pasos que seguir a la hora de establecer un plan de normalización
terminológica dentro de una lengua.
La primera y la
segunda fase están íntimamente relacionadas, ya que permiten determinar y crear
el conjunto terminológico que se normalizará en los pasos siguientes. La
primera etapa consiste en la delimitación del plan estratégico de normalización
y de los objetivos y actuaciones para conseguirlos, así como la elaboración
terminológica de recursos lingüísticos como glosarios, corpus, léxicos,
diccionarios que permitan documentar las distintas variantes existentes y su
uso y frecuencia. La segunda es la elaboración de los términos normalizados, es
decir, la selección y jerarquización de las variantes de referencia y la
propuesta de neologismos, de darse el caso.
Entre las
iniciativas para la normalización terminológica de la TO mencionadas
anteriormente, el proyecto ENOTHE supuso un gran avance, ya que propuso una
serie de pasos fundamentales para construir un mapa conceptual y un sistema de
denominaciones consensuadas, que constituyen una metodología completa para la
aplicación pragmática de estos dos primeros pasos del proceso de normalización:
1. Selección
de las fuentes empleadas, priorizando aquellas procedentes de organismos
nacionales e internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y
la Federación Mundial de Terapeutas Ocupacionales, así como de universidades.
En lo que respecta a la TO en concreto, sería recomendable tomar como partida
otras ciencias ya normalizadas y cercanas, como la fisioterapia o la
psicología, y otros recursos ya existentes para la selección de ciertos
términos, siempre una vez revisada su adecuación y validez:
Consideramos
que la profesión de la terapia ocupacional debe continuar luchando por una
terminología de comprensión común, aunque reconociendo la necesidad de términos
exclusivos cuando los conceptos sean únicos para un marco de referencia
particular. Esta terminología común sería revisada de forma natural en
adelante, cuando el uso y la lógica lo dictasen. Una terminología de
comprensión común facilitaría la comunicación y la discusión tanto entre los
terapeutas ocupacionales y los terapeutas ocupacionales y otros profesionales.
Esta terminología común se usaría para aquellos conceptos esenciales que se
comparten entre dos o más marcos de referencia […] (Borst
y Nelson, 1992). [2]
En esta línea,
para el dominio que nos ocupa, cabe tener en cuenta la Clasificación
Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud de la OMS y
la Organización Panamericana de la Salud (OPS), publicada en 2001, ya que es un
documento muy valioso que, a pesar de ser más general en algunos apartados,
proporciona numerosa terminología oficial, de carácter panhispánico y de
importancia dentro del mapa conceptual de la TO. Entre estas, por ejemplo, se
incluyen las funciones corporales o el apartado de actividades y participación,
así como los factores ambientales, en los cuales se podrían englobar los productos
de apoyo.
2. Recogida de
definiciones de la bibliografía seleccionada. En este punto, el proyecto ENOTHE
admitía traducciones de documentos de otras lenguas como recurso de referencia
para inglés. No obstante, estamos de acuerdo con Brea Rivero (2008, p.13) cuando
señala que esto podría ser «criticable desde la propia filosofía metodológica»,
por lo que sería recomendable emplear solo aquellas definiciones originales en
la lengua de estudio.
3. Cotejo de las
definiciones.
4. Elaboración de
definiciones consensuadas a partir del análisis realizado en el paso anterior.
Para ello, se deben seleccionar los conceptos esenciales del dominio,
descartando otros más puntuales y poco recurrentes.
6. Traducción. Como se hizo en
el caso del español en el proyecto ENOTHE, los grupos multidisciplinares
encargados del proceso de la selección y creación de los términos deberían
estar compuestos por especialistas en TO de diversas organizaciones, tanto
profesionales como investigadores, y por expertos lingüistas y terminólogos.
A continuación, una
vez determinada y elaborada la terminología normalizada, la tercera y la cuarta
fase implican su introducción en la sociedad y la aplicación práctica del
proceso de normalización per se. De
esta forma, la tercera consiste en su propagación, es decir, la transmisión de
la terminología normalizada a través de distintos recursos para que llegue a
los destinatarios.
Por su parte, la
cuarta etapa supone la implantación de dichos términos en las comunidades de
uso a partir de la promoción de las unidades terminológicas normalizadas.
Este último paso
constituye el más delicado y de mayor dificultad, ya que siempre existe la
posibilidad de que las propuestas de referencia no sean asimiladas por el
usuario. En efecto, son muchos los factores que influyen en el éxito de la
normalización de un conjunto de términos, ya que depende directamente del
entorno en el que se enmarca y de la interferencia de factores ajenos: de las
decisiones políticas, del marco legal y de los canales de difusión e
implantación como los medios de comunicación o la enseñanza, entre otros
(Cabré, 1993, p. 465). Para evitar esto, Cabré (2010) recomienda una serie de
aspectos que podrían promover la implantabilidad de
un término, que pueden ser tanto lingüísticos (formales y semánticos), como pragmáticos
y políticos. Por ejemplo, señala que se debe atender a la longitud de las
unidades, a su transparencia, a la monorreferencialidad
y a la coherencia dentro del sistema de conceptos, al conocimiento previo de la
forma y a su familiaridad para el oyente o su neutralidad, entre otras.
Por último, las dos
etapas finales del procedimiento de normalización supondrían la valoración de
la implantación de la terminología consensuada y la puesta en práctica de las
actuaciones necesarias para mejorar sus resultados. Así, la quinta permite
evaluar el grado de éxito de propagación e implantación, estudiando la
aceptación o el rechazo de las distintas denominaciones propuestas entre los
usuarios y sus posibles causas. Finalmente, el sexto paso constituye la
revisión y la actualización de los aspectos correspondientes con el objetivo de
perfeccionar el efecto de la normalización terminológica.
5. Conclusiones
A lo largo de este
documento, hemos explicado cómo el establecimiento de un consenso terminológico
en el ámbito de la terapia ocupacional constituye una de las preocupaciones
actuales del sector y uno de los principales obstáculos para su consolidación
como disciplina en el panorama académico-cultural. En esta situación, han
influido diversos factores, entre los que destacan la juventud de la
disciplina, su rápida evolución durante las últimas décadas, la primacía del
inglés como lengua de transmisión del conocimiento especializado sobre TO, la
carencia de bibliografía en otras lenguas y la influencia injustificada de
términos pertenecientes a otras áreas del conocimiento cercanas. Además, en el
caso del español, la introducción aún más tardía de la profesión se añade a
todos estos factores, lo que dificulta aún más la consolidación de un lenguaje
profesional unificado.
En esta línea,
como hemos justificado, la normalización permite representar con precisión el
esquema conceptual del área correspondiente jerarquizando los conceptos que lo
constituyen a partir de unidades terminológicas precisas y descriptivas
asignadas a los distintos conceptos. Gracias a este proceso, se mantiene la
univocidad en el lenguaje de la disciplina y la uniformidad en el conjunto de
la bibliografía disciplinar y, de esta forma, se asegura la precisión y
exactitud de la transmisión del conocimiento especializado. Por tanto, se trata
de un fenómeno clave a la hora de establecer la comunicación especializada,
asegurar el rigor de la investigación, mejorar la práctica clínica y,
consecuentemente, fomentar el desarrollo y el reconocimiento de la disciplina
como ciencia independiente en el panorama académico-cultural.
En el caso de la TO,
se han llevado a cabo numerosas iniciativas de estandarización terminológica,
si bien no han sido exitosas, principalmente a causa de las metodologías
seguidas, fundamentadas en la traducción literal y en el préstamo de términos
de otras lenguas (especialmente el inglés) y áreas de forma injustificada, sin
atender a la situación concreta de la lengua meta y de la disciplina y sin la
persecución de un objetivo unificador. Además, a esto se añaden distintos obstáculos
para este proceso de normalización, como la cercanía de la disciplina a la vida
cotidiana y la influencia consecuente del lenguaje general, la dificultad de
definir la terapia ocupacional y sus funciones, así como la incapacidad de
seleccionar y describir cuáles son los conceptos esenciales que conforman la
estructura conceptual de esta ciencia. Por ello, su perspectiva de futuro
debería centrarse en definir, ordenar y denominar los conceptos fundamentales
del ámbito para asegurar la consolidación de la profesión.
En este marco se
enmarca el presente artículo, a lo largo del cual hemos abordado todos estos puntos
con el fin de aclarar la situación actual del léxico propio del ámbito de la
TO, analizar los pasos que se deberían seguir para su unificación terminológica
y comentar algunos errores cometidos en propuestas anteriores. De esta forma, a
pesar de las limitaciones propias de un estudio meramente teórico como este,
hemos buscado proporcionar una base que contribuya a orientar futuros
planteamientos prácticos para su normalización.
Para llevar a cabo
exitosamente esta tarea, se debería de seguir un procedimiento metódico y
minucioso que tenga en cuenta todos los factores que enmarcan el lenguaje
especializado: el contexto en el que se sitúa, las áreas científicas cercanas,
la bibliografía ya existente y la totalidad de variantes de la lengua. Este
proceso, como hemos explicado, debe estar compuesto por distintas etapas que
evolucionen desde la teorización terminológica hasta la faceta más pragmática
de la normalización lingüística. En concreto, esta metodología debería partir
de la delimitación del plan estratégico de normalización y de los objetivos y
actuaciones implicados, además de la elaboración de los recursos lingüísticos a
partir de los cuales se documentarán las distintas variantes y su marco de uso.
A continuación se seleccionarán y jerarquizarán los términos de referencia y se
debatirá, de ser necesario, la propuesta de neologismos. Una vez elaborado el
conjunto terminológico consensuado, se procederá a su difusión e implantación
en las comunidades de uso, el cual supone el paso de mayor riesgo de fracaso,
ya que los términos seleccionados pueden ser rechazados por el usuario debido a
distintas razones. Finalmente, una vez finalizada la normalización per se, se deben revisar periódicamente
los resultados, para poner en marcha las acciones de corrección
correspondientes de darse el caso.
______________________
Referencias bibliográfícas
Alcaráz Varó, E. (2000). El Inglés Profesional y Académico. México:
Alianza Editorial.
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[1] «Terminology
is today in constant evolution. It changes alongside the progress of the
disciplines of which it is composed and on which it depends» (Cabré, 1996, p.
33).
[2] We believe that the profession of occupational
therapy should continue to strive for a commonly understood terminology, while
recognizing the need for exclusive terminologies when concepts are unique to a
particular frame of reference. This common terminology would naturally be
revised over time, as usage and logic dictated. A commonly understood
terminlogy would facilitate communication and discussion both among
occupational therapists and between occupational therapists and other
professionals. This common terminology should be used for those core concepts
that are shared between two or more frames of reference […] (Borst y Nelson,
1992).