La noción de
complejidad en la traducción
The notion of complexity in translation
Khadidja Hannou
Université d’Alger 2, Argelia
Resumen
Aunque
la traducción es un proceso que podría parecer simple a primera vista, se
esconde tras él una operación cognitiva compleja, ya que requiere la interacción
de diferentes procesos mentales —como la lectura, la codificación, la
comprensión y la reformulación— que también requieren la activación de muchos
mecanismos cognitivos; esto la convierte en un tema de estudio para muchos
investigadores. En este sentido, debemos señalar la importancia de los estudios
cognitivos de traducción, que dan lugar al estudio de su complejidad. Esto lo
perciwilbimos en la explicación de
Hurtado Albir (2011), quien subraya que toda instancia de traducción humana
interlingüística constituye un triple evento, ya que supone la ejecución
simultánea de un acto de comunicación, una operación textual y un proceso
mental. A pesar de su inevitable coocurrencia, cada uno de estos aspectos puede
abordarse analíticamente por separado. Desarrollamos en este artículo la noción
de complejidad en la traducción a través el pensamiento de Edgar Morin, y
repasamos las investigaciones cognitivas recientes en el campo de traducción.
Palabras clave: traducción, complejidad, modelos cognitivos, estrategias,
técnicas de traducción
Abstract
Although
translation is a process that might seem simple at first glance, it hides a
complex cognitive operation since it requires the interaction of different
processes, such as reading, coding, understanding and reformulation, all of
which are mental processes They also require the activation of many cognitive
mechanisms, and this is what makes it a subject of study for many researchers.
In this sense, we must point out the importance of cognitive translation
studies that lead to studying its complexity. We perceive all this in the
explanation of Hurtado Albir (2011), who emphasizes that every instance of
interlinguistic human translation constitutes a triple event, since it supposes
the simultaneous execution of an act of communication, a textual operation and
a mental process. Despite their inevitable co-occurrence, each of these aspects
can be analytically addressed separately. In this article we develop the notion
of complexity in translation through the thinking of Edgar Morin, going through
recent cognitive research in the field of translation.
Keywords: translation, complexity, cognitive models,
strategies, translation techniques
1. Introducción
La traducción es una actividad
humana necesaria en todas las edades y en todas partes del mundo gracias a las
comunicaciones entre grupos que hablan diferentes idiomas, ya sea en comunicaciones
dialógicas o colectivas. Se trata de un proceso mental arduo, que requiere un
gran esfuerzo y especial cualificación práctica y cultural, ya que trata
superficialmente las estructuras y el vocabulario, pero penetra en los
significados y lee los símbolos y las imágenes. Como la traducción es una
actividad mental compleja que requiere de diferentes habilidades, es necesario
establecer una serie de actividades que aborde desde el análisis de sus
procedimientos y la teorización hasta la explicación de los procesos y
mecanismos.
La traducción no es una
práctica lineal que parte de un texto de origen (TO) para llegar a un texto de
destino (TT). Si bien es cierto que la traducción es un proceso que a veces
designa una actividad profesional, otras veces se refiere a un producto (el
texto de destino), y otras, sobre todo, a una actividad mental binaria
(Ladmiral, 1994) o de tres fases (Seleskovich y Lederer, 1984). Para Ladmiral, existe
una primera fase de lectura-interpretación y una segunda fase de recreación-objetivo
(Seleskovich y Lederer agregan a estas la fase de desverbalización, que
distinguen como una segunda fase intermedia). Entre las dos fases del proceso
de transferencia, existe por tanto un tertium quid, que pasa el mensaje
del nivel verbo-lingüístico de la lengua de origen al nivel lógico-cognitivo de
esta misma lengua. Este pasaje entre la primera y la segunda fase es
considerado como un momento de gran tensión psicológica, donde el traductor
pone en juego la alquimia mental de una delicada dialéctica memorial durante la
cual debe, simultáneamente, olvidar los significantes de la lengua de origen,
dejarlos de lado, y retener solo los significados o, más precisamente, el
significado del mensaje, reencarnarlo en los significantes futuros de la lengua
de llegada.
El proceso de traducción es una
actividad intelectual compleja. Jensen (2000), en su estudio experimental The effects of time on cognitive processes and strategies in
translation —basado en los modelos de Bereiter y Scardamalia (1987), conocidos
como ‘conocimiento contable’ y ‘conocimiento transformador’, que sirven para
decodificar procesos mentales relacionados con la producción unilingüe de
textos—, intentó identificar una cierta cantidad de pistas que probablemente
reflejaran los esfuerzos cognitivos del traductor.
2. La complejidad
Definir la complejidad nos lleva a pensar en el libro de
Edgar Morin (2009), quien desarrolla este concepto desde varios ángulos. Según
el autor, la idea de complejidad estaba mucho más diseminada en el
vocabulario común que en el científico. Llevaba siempre una connotación de
advertencia al entendimiento, una puesta en guardia contra la clarificación, la
simplificación, la reducción demasiado rápida. De hecho, la complejidad tenía
también delimitado su terreno, pero sin la palabra misma, en la filosofía: en
un sentido, la dialéctica, y en el terreno lógico, la dialéctica hegeliana,
eran su dominio, porque esa dialéctica introducía la contradicción y la
transformación en el corazón de la identidad.
La pregunta que viene a la
mente al oír esta palabra es ¿qué es la complejidad? No es nada fácil responder
a esta pregunta, pero Edgar Morin nos ofrece una respuesta sencilla al decir (2009,
p. 17):
A primera
vista, es un fenómeno cuantitativo, una cantidad extrema de interacciones e interferencias
entre un número muy grande de unidades. De hecho, todo sistema auto-organizador
(viviente), hasta el más simple, combina un número muy grande de unidades, del orden
del billón, ya sean moléculas en una célula, células en un organismo (más de
diez billones de células en el cerebro humano, más de treinta billones en el
organismo) (…)
Pero la
complejidad no comprende solamente cantidades de unidades e interacciones que
desafían nuestras posibilidades de cálculo; comprende también incertidumbres,
indeterminaciones, fenómenos aleatorios. En un sentido, la complejidad siempre
está relacionada con el azar.
Constatamos, por esta definición, que el hecho de delimitar este
concepto requiere la interacción de muchos fenómenos que, por un lado, coinciden
con la lógica y el azar y, por otro lado, suponen la coincidencia de la
complejidad con el aspecto de incertidumbre, ya sea en los límites de nuestro entendimiento, ya sea inscrita en
los fenómenos. Pero la complejidad no se reduce a la incertidumbre, sino que es
la incertidumbre en el seno de los sistemas ricamente organizados. Tiene que ver
con los sistemas semialeatorios cuyo orden es inseparable de los azares que
incluyen. La complejidad está así relacionada, como acabamos de decir, a una cierta
mezcla de orden y de desorden, mezcla íntima, a diferencia del orden-desorden estadístico,
donde el orden (pobre y estático) reina a nivel de las grandes poblaciones y el
desorden (pobre, por pura indeterminación) reina a nivel de las unidades
elementales (Morin, 2009).
3. Complejidad y traducción
Después de más de una década de investigación, los estudiosos de las
escuelas de traducción mostraron una tendencia a considerar las traducciones no
ya como un hecho empírico (un texto concreto, definido por la cultura meta)
sino más bien como un conjunto complejo de relaciones de traducibilidad en una
situación dada. Los Estudios Descriptivos de Traducción de ese periodo (Holmes,
1972, 1978; Wilss, 1982; Toury, 1995) muestran, en cierta forma, cómo el texto
traducido está inscrito en una cambiante red de intertextualidad y cómo los
hechos de la traducción parecen ser más construidos que materiales.
Suele decirse que la traducción es un fenómeno complejo y heterogéneo.
En realidad, más preciso es decir que la traducción es un conjunto de fenómenos
de distinta naturaleza. Como tal, su conceptualización puede darse a
diferentes niveles. Desde una perspectiva cultural, puede vérsela como una
actividad mediadora entre los sistemas de valores propios de dos comunidades o
grupos sociales; desde una perspectiva pragmática, constituye una forma de
transacción de información entre dos o más personas; desde una perspectiva
cognitiva, se trata de la actividad mental que ocurre dentro de un único
individuo. Estos aspectos no son mutuamente excluyentes; por el contrario,
operan en simultáneo durante cualquier acto traductor.
Otras concepciones
panorámicas de la traductología, de hecho, ubican las investigaciones sobre la
base cerebral de la traducción en el mismo grupo en que clasifican a los
modelos mentalistas incorpóreos. Tal es el caso de la propuesta integradora de
Hurtado Albir (2011), cuya visualización de la teoría traductológica consta de
cinco enfoques: el lingüístico, el textual, el cognitivo, el
comunicativo-sociocultural y el filosófico hermenéutico.
Cualquier estudio orientado
a modelizar aspectos mentales de la traducción, más allá de la inclusión u
omisión de datos neurológicos, formaría parte del enfoque cognitivo en esta
clasificación. En palabras de la autora, la traducción «es el resultado de un
proceso mental […] complejísimo, en el que intervienen múltiples operaciones
cerebrales, y cuyos procesos básicos son la comprensión y la reexpresión»
(Hurtado Albir, 2011, p. 37).
La complejidad de la traducción como objeto de estudio, entonces, se
debe a que no comporta uno sino varios fenómenos que se entrecruzan a pesar de
sus diferentes ontologías. Estos, además, pueden modelizarse por separado. Presentamos
a continuación los estudios de teóricos que apoyan la idea de complejidad del proceso
traductor según sus trabajos desarrollados en el campo de traducción.
4. La teoría
de Seleskovitch y Lederer
Danica Seleskovitch y Marianne Lederer (1984) fueron las primeras en
establecer una teoría fundada sobre bases puramente cognitivas, lo que imprime sus
estudios de un aspecto complejo.
El Modelo Interpretativo
(también conocido como Théorie du sens o Teoría del Sentido) tiene un
triple mérito en la historia de la traductología. Se trata de uno de los
primeros modelos en ofrecer un marco disciplinariamente autónomo, a diferencia
de aquellos que importan aparatos descriptivos de otros campos científicos
(como el de Nida, enraizado en la gramática generativa, o el de Bell, basado en
la lingüística sistémico-funcional y la pragmática griceana). A su vez, fue
pionero en caracterizar el proceso traductor con nociones puramente cognitivas
(por ejemplo, el bagaje cognitivo, la memoria a corto plazo). Su teoría
constituye también el puntapié inicial de los estudios de interpretación como
subdisciplina por derecho propio dentro de la traductología (Adolfo García,
2012).
La complejidad de la cual hablamos reside en las tres fases del
proceso traductivo propuestas por las dos autoras. En cuanto a la primera fase,
la comprensión, es decir, la captación
del sentido, esta no radica únicamente en la descodificación de las unidades
lingüísticas del texto fuente, sino que supone la interacción de su semantismo
con los complementos cognitivos del individuo. Estos abarcan el bagaje
cognitivo (o sea, el conocimiento del mundo, almacenado en representaciones
conceptuales extralingüísticas) y el contexto cognitivo (conformado por los
saberes que se generan e incorporan en el decurso de la lectura o la audición
de un texto). El bagaje cognitivo se corresponde con la memoria cognitiva a
largo plazo; el contexto cognitivo, con la memoria inmediata o formal. Se nota,
pues, que hay una interacción de muchos mecanismos que intervienen para captar
el sentido, un sentido visto por muchos como un hecho transcendente de la
cadena lingüística, pero donde no se percibe la complejidad que supone la
captación de este sentido, de naturaleza no verbal, por parte de lectores de
diferentes niveles; aquí está, pues, la complejidad de esta fase.
La segunda fase es la de desverbalización, resultado de la fase de
comprensión y paso previo para la reexpresión. Como ya se apuntó, el sentido es
de naturaleza no verbal y emerge al desverbalizarse cada cadena sonora o gráfica
que constituye el estímulo por traducir. Como dichas cadenas se suceden a gran
velocidad, los sentidos se captan y se descartan rápida y progresivamente,
hecho que es muy complejo aunque no se note a primera vista. Se trata, a decir
de Seleskovitch y Lederer, de un estado de consciencia transitorio, de un
‘querer decir’ exterior a la lengua. En resumidas palabras, las autoras llaman
desvervalización al paso de las palabras concretas a un sentido no verbal, pero
lo que escapa al entendimiento de los legos es el proceso cognitivo realizado
por el lector general o el traductor para llegar a este sentido: esto es lo que
definimos como complejidad.
Una vez que el traductor ha interpretado el estímulo verbal, comienza
la fase de reexpresión. Esta consiste en reformular el sentido captado mediante
los nuevos mecanismos lingüísticos posibles. Se parte, pues, de la voluntad de
comunicar un sentido (el ‘querer decir’) a una audiencia determinada. Al igual
que la fase de compresión, la de reexpresión involucra no solo el conocimiento lingüístico,
sino también los saberes enciclopédicos y contextuales que conforman el bagaje
cognitivo del traductor. La complejidad de esta fase se ubica en la interacción
entre los conocimientos lingüísticos y extralingüísticos, que no se da de modo
lineal: hay, por el contrario, vaivenes bidireccionales entre las formas
lingüísticas que el traductor va produciendo y el bagaje cognitivo que sustenta
su emisión. El resultado final de todo este proceso es la creación de una
relación de equivalencia.
5. El modelo
psicolingüístico de Kiraly
En la mayoría de sus trabajos dedicados a la traductología, Donald
Kiraly (1995) se interesa por la didáctica de la traducción. Su objetivo es conceptualizar
el aprendizaje y la enseñanza de esta disciplina. A tal efecto, el autor
desarrolla en sus obras dos modelos complementarios: uno sociológico, que
pretende representar la complejidad sociolingüística de la situación de la
traducción, y otro cognitivo, que se interesa por las operaciones mentales realizadas
por el traductor a la hora de traducir. Por una cuestión de pertinencia, en lo
que sigue solo se considera el segundo, ya que es en este modelo donde percibimos
la complejidad del acto traductivo.
Dos aspectos importantes diferencian al modelo de Kiraly de los otros.
En primer lugar, se trata de un modelo disciplinariamente original, pues no se
erige sobre modelos surgidos previamente en otras disciplinas. A su vez,
constituye una propuesta empírica, pues se construye sobre la evidencia surgida
en un estudio de caso. Se trata de un estudio para el que se reunieron dieciocho
sujetos. Todos eran hablantes nativos de alemán y su primera lengua extranjera
era el inglés. Nueve de ellos eran estudiantes de primer año de un traductorado
en una universidad alemana; los nueve restantes eran traductores recibidos de
esa misma carrera y ya habían acumulado cierta experiencia profesional. Para
efectuar la recogida de datos, el autor empleó la técnica de protocolos de
pensamiento en voz alta (Think-Aloud Protocols o TAP)[1].
Las introspecciones de los sujetos fueron grabadas para su posterior análisis.
Los datos se complementaron con otros, provenientes de cuestionarios realizados
a los sujetos y de dos evaluaciones de cada texto traducido.
Kiraly se sirve de los datos obtenidos para
modelizar distintos aspectos del proceso traductor. Los problemas a los que se
enfrentaron los sujetos son de diferente índole (por ejemplo, el léxico, el fraseológico,
el textual). Por lo tanto, parece sensato reconocer distintas unidades de
traducción. Sin embargo, no toda unidad es problemática. Las que sí lo son
pueden identificarse en virtud de la aplicación de alguna estrategia para resolverla,
mientras que las que no resultan problemáticas se pueden reconocer como tales
porque, al abordarlas, los traductores encuentran una solución traductora
espontánea y no verbalizan su proceso interno. Asimismo, se puede distinguir
entre procesos basados en la aplicación de estrategias conscientes y procesos
intuitivos, inferibles a partir de las soluciones que el traductor formula de
manera automática. También se demuestra que las soluciones propuestas por los
traductores son, muchas veces, de carácter provisional, pues es común regresar
a porciones anteriores del texto para revisar las decisiones ya tomadas.
Notamos, al analizar el estudio realizado por Kiraly, que este autor
se interesa por las operaciones mentales efectuadas por el traductor cuando
realiza su traducción, pues aquí surge la complejidad del acto traductor, ya
que se trata de un proceso en el que intervienen muchos factores lingüísticos y
extralingüísticos, y todo tiene lugar en la mente, el área más compleja de la
fisiología humana. La complejidad de la traducción como objeto de estudio,
entonces, se debe a que no comporta uno sino varios fenómenos que se
entrecruzan a pesar de sus diferentes ontologías, y esto es lo que Kiraly
intentó descubrir a través de la técnica de pensamiento en voz alta.
A su vez, los datos recogidos llevan a Kiraly a exponer diecinueve indicadores
del proceso traductor. Algunos de ellos son el uso de ayudas mnemónicas, la
retraducción, la formulación de juicios extralingüísticos, la
recontextualización, el intento de reconstrucción sintáctica y la duda sobre la
aceptabilidad de una solución propuesta.
Según el autor, en este modelo, la mente del traductor es un sistema
de procesamiento de la información en el que una traducción surge de la
interacción de procesos intuitivos y controlados utilizando información
lingüística y extralingüística (Reimerink, 2005). A este efecto se activa todo
tipo de información en la memoria: información para comprender el texto, información
sobre la traducción en general y sobre traducciones similares que ha hecho
anteriormente, entre otras. Esto es el verdadero sentido de la complejidad en
la traducción: intentar descubrir lo que se desarrolla en la mente del
traductor en acción.
6. El modelo de los esfuerzos de Gile
Daniel Gile (1995) expuso un
modelo que se basa en la definición de las capacidades que debería tener un
intérprete para poder interpretar adecuadamente y determinó hasta qué punto su activación o su
ausencia puede provocar cambios significativos en el resultado final de
cualquier traducción. Todos los esfuerzos que describe Gile se consideran
esfuerzos no automáticos, es decir, conscientes, tal como explicaremos a
continuación.
Hemos
calificado el modelo de Gile como complejo ya que se ha basado sobre diferentes
tipos de esfuerzos —esfuerzos de análisis y escucha, esfuerzo de producción,
esfuerzo de memoria a corto plazo— y porque todos estos esfuerzos ocurren en la
mente.
El esfuerzo de
escucha comprende todas aquellas operaciones mentales que
contribuyen a la percepción auditiva del discurso y a la atribución de un
significado concreto a los segmentos discursivos. Es un esfuerzo mucho más
complejo de lo que parece en un primer momento, ya que está condicionado por
multitud de factores (Gile, 1995).
Según Gile, existen varias
operaciones cognitivas que se deben realizar y varios factores que condicionan
dicho esfuerzo. Se explica, en primer lugar, la influencia de la fonética en
los segmentos discursivos. Aunque inicialmente se perciban como una cadena de
fonemas con un significado unitario, cada segmento influye fonéticamente sobre
el anterior y sobre el siguiente, de modo que ello podría afectar al
significado percibido por el intérprete. La manera de interpretar el contenido,
pues, no es única y depende básicamente de dos factores: el aporte lingüístico
del contexto y el bagaje extralingüístico del oyente.
Estos dos factores condicionan la comprensión
del discurso, puesto que determinan en gran medida lo que el intérprete «oye»
(Hörman, 1972, citado en Gile, 1995). Una vez que se efectúa la escucha, se
debe analizar la información y asignarle un significado. Para ello, se debe
aludir a tres aspectos que influyen sobre el intérprete: el factor tiempo, la
atención y, por último, la capacidad de memoria a corto plazo, que se
manifiesta en forma de otro esfuerzo y que limita la retención de información
por parte del intérprete, lo cual le obliga a almacenar la información en «trozos»
más grandes que simples palabras o fonemas (Masaro, 1975, citado en Gile,
1995).
Después de la escucha y el análisis del fragmento oído, viene el
esfuerzo de producción. Gile afirma que el esfuerzo de
producción comprende todas las operaciones mentales que intervienen cuando el
intérprete transmite un fragmento de información o una idea y cuando produce
oralmente el enunciado que ha construido para expresarla. Cuando se está
efectuando una interpretación simultánea, surgen varios obstáculos que debe sortear
el esfuerzo de producción, organizados por la capacidad de tratamiento de la
información (que forma parte del esfuerzo de escucha y análisis), entre ellos:
el nivel de conocimiento del tema del discurso, que es inferior al del orador, el
tener que hablar al mismo ritmo que el orador, el iniciar la reformulación de
una idea antes de tener claro el todo conceptual en el que se enmarca, entre
otros. A este efecto, Gile subraya que, a pesar de todos estos obstáculos, el
intérprete debe hacer frente a dicho esfuerzo.
Gile presenta, en último lugar, el esfuerzo de memoria a corto plazo,
que comprende todas aquellas operaciones relacionadas con el almacenamiento en
la memoria de segmentos del discurso hasta que son transmitidos en la lengua de
llegada, o se pierden, o el intérprete decide omitirlos. En este esfuerzo
intervienen, básicamente, aspectos físicos y tácticos.
En primer lugar, en cuanto a los aspectos físicos, es evidente que
pasa un cierto tiempo entre la escucha de un sonido y la reformulación de ese
sonido en la lengua meta, con lo cual la información de un segmento discursivo
queda retenida en la memoria hasta que el intérprete capta la idea completa y
la transmite (Graesser, 1981, citado en Gile, 1995). En segundo lugar, en
cuanto a los aspectos tácticos, el intérprete puede dejar más o menos espacio
antes de la reformulación para poder comprender mejor un fragmento discursivo relacionado
con el contexto en el que aparece, por diferencias sintácticas importantes
entre las lenguas de partida y de llegada, o ante la aparición de un fragmento
conceptualmente denso. A todas esas decisiones y acciones las coordina
conjuntamente el esfuerzo de memoria a corto plazo. Es un hecho complejo que
ocurre en un lapso de tiempo que pasa desapercibido para el oyente e incluso
para el traductor, ya que todas estas operaciones mentales son el fruto de una
interacción cognitiva.
Para Gile, la interpretación es una suma de los tres esfuerzos
combinados que da como resultado el discurso meta final.
7. La
complejidad del proceso de traducción
De los modelos que hemos expuesto y de los estudios empíricos hechos
por los autores citados anteriormente, podemos destacar unas características
esenciales del proceso traductor, que determinan su complejidad. A
continuación, citamos algunas de ellas (Hurtado Albir, 2011).
– La existencia de procesos básicos en el proceso traductor. Tras haber
estudiado los modelos propuestos por diferentes investigadores, deducimos que
todos coinciden en señalar dos procesos esenciales en el proceso de la traducción:
comprensión y reexpresión. Tanto si se trata de traducción escrita como de interpretación,
el traductor o interprete debe comprender el texto antes de reexpresarlo. Estas
dos fases están en relación con la doble función del traductor, receptor de un
texto y emisor de un nuevo texto.
– El papel de la memoria y los conocimientos almacenados por ella.
Muchos autores
(Seleskovitch y Lederer, 1984; Kiraly, 1995; Gile, 1995, entre otros) subrayan
el papel de la memoria, especialmente de la memoria a corto plazo, y de los
conocimientos lingüísticos y extralingüísticos almacenados por ella. El modelo
interpretativo de la Escuela del Sentido y el modelo cognitivo de Kiraly afirman
que el desarrollo del proceso traductor requiere la intervención de
conocimientos lingüísticos de las dos lenguas en cuestión, y de conocimientos
extralingüísticos de diverso tipo: conocimiento temático, conocimientos
culturales, conocimiento sobre las circunstancias que rodean la traducción,
etcétera. Todos aquellos conocimientos son necesarios para poder desarrollar
correctamente el proceso traductor.
– El carácter interactivo y no lineal de la traducción. Hurtado Albir (2011) define al proceso traductor
como un proceso cognitivo complejo de naturaleza interactiva y no lineal, que
incluye procesos conscientes e inconscientes y que requiere estrategias
específicas de procesamiento. En este sentido, Hurtado Albir (2001) advierte
que «Además de la dificultad intrínseca que comporta el estudio de cualquier
proceso cognitivo (la denominada caja negra de los conductistas) al no ser
directamente observable, se añade la dificultad que genera el análisis de un
proceso, como es el traductor, que se desarrolla en diversas fases y en el que
intervienen numerosos conocimientos y habilidades» (p. 311). Cabe señalar
también que muchos autores inciden en el carácter interactivo y no lineal del
proceso traductor, carácter que se refiere a las fases esenciales de
comprensión y reexpresión –ya que cada una de ellas son procesos en los que
interactúan todos los elementos que intervienen en la realización del acto
traductor–, al procesamiento de las unidades del texto original que no sigue
siempre necesariamente una progresión lineal, y, por fin, al desarrollo del
conjunto del proceso traductor que es también variable depende de las
circunstancias de la traducción.
– La existencia de
procesos controlados y no controlados. Según el modelo propuesto por Kiraly (1995), la traducción requiere un
sistema de procesamiento de la información en el que interactúan procesos
controlados y no controlados, o sea intuitivos, de carácter menos consciente.
Esto fue confirmado por el autor a través los TAP, que ponen de relieve la
existencia de procesos verbalizados fácilmente y otros que no lo son por ser
intuitivos, por lo que no se puede realizar sobre ellos un estudio empírico. Gile
(1995) por su parte, afirma en su modelo de esfuerzos el carácter no automático
de las operaciones mentales, que se activan en la interpretación y consumen una
capacidad de tratamiento; el hecho de que el proceso sea rápido y, en muchas
ocasiones, inconsciente nos lleva a deducir que podamos percibirlas como
espontáneas, aunque Gile no lo ve así.
– La variedad de
las características específicas del proceso traductor según el tipo de traducción
y el método elegido. En muchos
estudios realizados en el seno de la traducción se considera al traductor como el
factor más importante en el proceso traductor, ya que este último opta por unas
decisiones antes de empezar su tarea –como el tipo del texto por traducir, el método escogido, las
modalidades, las estrategias y técnicas. Todo esto conduce a diferentes
operaciones que interactúan en el procesamiento de la traducción, lo que
determina la variedad de las características del proceso traductor según cada
caso. Por ejemplo, el tipo de la traducción que se trate o el método elegido
por el traductor en función de la finalidad de la traducción introducen
características propias en el desarrollo del proceso traductor, ya que, al
partir de opciones diferentes, se incide en aspectos diferentes (el sentido, la
información, aspectos formales, etcétera) que generan problemas diferentes y
requieren estrategias diferentes para resolverlos; en este sentido, cabe señalar
que el método elegido al iniciar la traducción condiciona las tomas de
decisiones a lo largo del proceso, así como el uso de estrategias.
8. Conclusión
Concluimos destacando, a
través muchos estudios empíricos, la consideración del proceso traductor como
un proceso complejo que tiene un carácter interactivo y no lineal, en el que
interactúan procesos controlados e intuitivos y que requiere procesos de
identificación y resolución de problemas, aplicación de estrategias y toma de
decisiones.
Los modelos expuestos a lo
largo de este artículo son estudios empíricos realizados para analizar el
proceso de traducción y destacar la complejidad de las operaciones cognitivas surgidas
en el procesamiento de este acto tan difícil de caracterizar.
Hemos intentado, en este
artículo, dar una idea sobre el enfoque cognitivo que introduce el aspecto
complejo del acto traductor, que sigue siendo un campo de estudio para muchos
autores que cada día descubren nuevos datos para apoyar o negar los anteriores.
_______________________
Referencias
bibliográficas
García,
A. (2012). Traductología y neurocognición: Cómo se organiza el sistema
lingüístico del traductor. Córdoba: Universidad
Nacional de Córdoba.
Gile, D. (1995). Basic
Concepts and Models for Interpreter and TranslatorTraining. Ámsterdam/Filadelfia:
John Benjamins Publishing.
Ladmiral, J.-R. (1994). Traduire
: théorèmes pour la traduction (2.da ed.) París: Gallimard.
Holmes, J. S. (1988[1975]). The Name and Nature
of Translation Studies. En Holmes, J. S. (1988), Translated !: Papers
on Literary Translation and Translation Studies (pp. 66-80). Ámsterdam: Rodopi.
Holmes, J. S.; Lambert, J. y van den Broeck,
R. (ed.) (1978). Literature and Translation. New Perspectives in Literary
Studies. Leuven: Acco.
Hurtado
Albir, A. (2011). Traducción y traductología: Introducción a la
traductología (5.ta ed.). Madrid: Cátedra.
Jensen, A. y Jakobsen A. L. (2000).
Translating under time pressure: an empirical
investigation of problem-solving activity and translation strategies by
non-professional and professional translators. Ámsterdam:
John Benjamins.
Kyraly,
D. (1995). Pathways to Translation: Pedagogy and Process. Kent: The Kent
State University Press.
Seleskovitch,
D. y Lederer, M. (1984). Interpréter pour traduire. París:
Didier Érudition.
Morin,
E. (2009). Introducción al pensamiento complejo. Madrid: Gedisa.
Traducción de Marcelo Pakman.
Reimerink,
A. (2005). Redactar y traducir artículos de investigación un programa de
software. Tesis doctoral. Granada: Universidad de Granada.
Toury,
G. (1995). Descriptive Translation Studies and Beyond. Ámsterdam/Filadelfia: John Benjamins Publishing.
Wilss,
W. (1982). The Science of Translation. Problems and Methods. Tübingen:
Narr.
[1] La técnica de protocolos de
pensamiento en voz alta consiste en que los sujetos verbalicen sus pensamientos
de forma espontánea mientras traducen (en este caso, del alemán al inglés).