SER ISLEÑO: MEMORIA E IDENTIDAD DE LOS HABITANTES DE ISLA MUJERES, QUINTANA ROO, MÉXICO

BEING ISLANDER: MEMORY AND IDENTITY OF THE INHABITANTS ISLA MUJERES, QUINTANA ROO, MEXICO

Clara Sugeydy Torres-Uicab

Instituto Tecnológico de Chetumal

clara.tu@chetumal.tecnm.mx    

https://orcid.org/0000-0002-4616-3185

Juan Carlos Arriaga-Rodríguez

Universidad Autónoma del Estado de Quintana Roo

arriaga@uqroo.edu.mx

https://orcid.org/0000-0002-3816-1075

Resumen

El objetivo de esta comunicación es distinguir los componentes constitutivos de la identidad cultural presentes en los procesos de apropiación del espacio vivido, los imaginarios urbanos y la memoria histórica de los habitantes de Isla Mujeres, en Quintana Roo, México. La metodología empleada en el estudio es de tipo cualitativa y de alcance exploratorio. Para ello se llevaron a cabo entrevistas con varios habitantes de la isla, además de un taller participativo realizado a través de una plataforma digital. El hallazgo principal de la investigación revela que la identidad cultural en Isla Mujeres está sintetizada en la idea de ser isleño. Esta idea está sustentada en la estructura social imaginada que integran los grupos familiares identificados como: fundadores, forjadores y los otros isleños o no isleños. La concepción de ser isleño muestra los aportes de esos tres grupos familiares en la construcción de los imaginarios urbanos y en la preservación de la memoria histórica de la comunidad de Isla Mujeres.

Palabras clave: isleño; identidad cultural; apropiación; imaginarios; espacio vivido.

Abstract

The aim of this communication is to distinguish the constitutive components of cultural identity present the processes of appropriation of the lived space, urban imaginaries, and historical memory of the inhabitants of Isla Mujeres, in Quintana Roo, Mexico. The methodology employed in the study is qualitative and exploratory in scope. To achieve this, interviews were conducted with several inhabitants of the island, along with a participatory workshop through a digital platform. The main finding of the research reveals that cultural identity in Isla Mujeres is synthesized in the concept of being an islander. This idea is supported by the imagined social structure made up of family groups identified as: founders, developers, and other islanders or non-islanders. The notion of ‘being an islander’ shows the contributions of these three family groups in the construction of urban imaginaries and preserving the historical memory of the Isla Mujeres community.

Keywords: islander; cultural identity; appropriation; imaginaries; lived space.

Fecha de recepción: 25 de junio de 2023

Fecha de aceptación: 12 de diciembre de 2023

Introducción

Este documento forma parte de los resultados de la investigación sobre los imaginarios urbanos y su contribución a la construcción de la identidad cultural de Isla Mujeres, una localidad ubicada en el estado mexicano de Quintana Roo. Funge como un complemento del artículo “Espacio simbólico desde los imaginarios urbanos en Isla Mujeres, Quintana Roo, México” (Torres y Arriaga, 2022), en el que se analizó la identidad cultural a través de la relación entre los imaginarios urbanos, la memoria y el espacio urbano.

Aunque ambos artículos comparten antecedentes históricos, para contextualizar el entorno socioeconómico y elementos conceptuales-metodológicos basados en los imaginarios urbanos, el primer trabajo se enfoca en la definición del espacio simbólico y utiliza la cartografía simbólica como una herramienta. Por otro lado, la presente comunicación enfatiza en el concepto de memoria y el espacio vivido, ambos articulados a través de las trayectorias de vida de los habitantes de Isla Mujeres.

De esta manera, el primer artículo arroja como principal resultado la identificación de los espacios simbólicos en la isla, así como sus significados e interpretaciones. Mientras que en esta comunicación se contribuye a la reconstrucción y caracterización de la identidad cultural sustentada en la noción colectiva de ser isleño y sus diversos matices.

Es así como en este artículo se rescatan los elementos que configuran la identidad de la comunidad de Isla Mujeres. Se utiliza el término ser isleño para representar lo que, en la percepción de los habitantes, constituye la esencia del proceso de construcción sociofísica del espacio urbano y de las memorias relatadas en ese proceso.

Se parte de la premisa de que, durante el proceso de poblamiento y urbanización de Isla Mujeres, el contacto e hibridación de diversas prácticas culturales dieron lugar a expresiones identitarias específicas tanto materiales como inmateriales, que se reflejan en la memoria histórica de los habitantes. En este proceso, observamos tres rasgos fundamentales de la identidad en Isla Mujeres: en primer lugar, la relación de los habitantes con su espacio vivido; en segundo, ese espacio vivido es concretamente el espacio físico isla-mar, que enmarca la representación imaginada del ser isleño; en tercer lugar, dicha representación imaginada se construyó a lo largo del tiempo mediante acontecimientos que marcaron las experiencias, remembranzas y anhelos de la vida cotidiana de las familias socialmente identificadas como: fundadoras, forjadoras y los otros —también llamados como no isleños—. Estas observaciones y análisis se basan en entrevistas, investigación documental y trabajo de campo.

El concepto memoria del espacio vivido se recupera del trabajo de Luz Rodríguez (2021), quien lo define como la memoria colectiva que guarda recuerdos de un grupo social, y a partir de ahí surgen las experiencias vividas por la comunidad. En este contexto, la relación entre la memoria colectiva y el espacio vivido influye en la forma en que los habitantes de Isla Mujeres proyectan la esencia de su identidad, reconocen las características compartidas, ya sean reales o imaginadas, definen la narrativa histórica de su comunidad y reconocen a los “verdaderos isleños. Por lo tanto, en este caso, el vínculo entre memoria colectiva y espacio vivido se refleja en los valores y recuerdos que la comunidad isleña busca preservar.

De esta forma, la comunidad de Isla Mujeres construye distintos imaginarios espaciales intersubjetivos —no necesariamente conscientes— y diversas dimensiones conferidas de sentido por el espacio habitado. Estos imaginarios espaciales se transmiten y reproducen a través de las ideas de un grupo social en una época determinada. Al igual que se construye el imaginario del ser mexicano (Girola y De Alba, 2020), el ser isleño remite a un sujeto imaginado en un pasado y a un espacio perdido debido a las transformaciones experimentadas en el espacio vivido.

Así pues, en este artículo se distinguen los acontecimientos y las narrativas relacionadas con la identidad cultural que han marcado el proceso de apropiación del espacio vivido en Isla Mujeres. Estos componentes los rastreamos en la memoria histórica de los habitantes y, en particular, en los imaginarios urbanos que se reflejan en la noción de ser isleño. Para llevar a cabo esto, comenzamos por explicar los elementos conceptuales relativos a la memoria colectiva y los imaginarios urbanos, empleando el modelo de los trayectos de vida. A continuación, se proporciona una breve descripción de la estrategia metodológica que seguimos en la investigación, y finalmente, presentamos los hallazgos de este estudio.

 

Apropiación a través del espacio vivido y la memoria

Esta investigación se apoya en la teoría de los imaginarios urbanos (Silva, 2006), la cual concibe la construcción de la identidad cultural como un reflejo del vínculo entre el espacio vivido (Lefebvre, 2013) y la memoria. Retomamos el concepto de espacio vivido para enfocarnos en la perspectiva de los habitantes, sus modos de vida y las significaciones del espacio público (Lefebvre, 2013). De esta manera, partimos de la siguiente premisa: los procesos de apropiación y construcción de los imaginarios urbanos están intrínsecamente relacionados con la identidad cultural.

Derivado de lo anterior, las historias de vida individuales generan memorias que se entrelazan con los sucesos de la comunidad y permiten la reconstrucción de una memoria colectiva que trasciende la memoria individual (Halbwachs, 2004). En esta memoria colectiva, las significaciones imaginarias dan forma al mundo imaginado por una comunidad, creando una representación de este mundo y un lugar para el sujeto dentro de él (Castoriadis, 1997).

En la memoria colectiva, los recuerdos almacenados no necesariamente son experimentados por los sujetos, pero forman parte de la comunidad (Rodríguez, 2021). Se puede inferir que en la memoria colectiva convergen dos prácticas de reafirmación de la identidad colectiva: por un lado, la narración busca preservar la historia local, mientras que los relatos, descripciones y otras historias de familia se transmiten de una generación a otra. De esta manera, se lleva a cabo la apropiación de espacios públicos a través de prácticas de la vida cotidiana, la conservación de la memoria local y las narraciones de historias de familia que convergen en imaginarios sociales de una realidad compartida.

En términos de Silva (2006), los imaginarios abarcan tres instancias relacionadas con el objeto a revelar, las cuales son: la inscripción psíquica, la posibilidad brindada por una tecnología o técnica para representación colectiva y la construcción social de la realidad. En el primer caso, se enfatizan ciertos sentimientos dominantes en la colectividad; el segundo corresponde a imágenes y símbolos exaltados en la literatura o el cine, mediante diferentes recursos que representan a la ciudad en sus diferentes épocas.

Ahora bien, sobre la dimensión, construcción de la realidad, Silva (2006) la explica como representaciones colectivas que imperan en procesos de identificación social, con los cuales las comunidades interactúan cultural y socialmente. De esta forma, la ciudad se convierte en el escenario de individuos-actores que interactúan y construyen una elaborada realidad de símbolos materiales e inmateriales que definen los rasgos distintivos del espacio urbano. La ciudad es un espacio físico, pero también un lugar de imágenes y símbolos.

Por otro lado, el espacio vivido también es una construcción sociohistórica que involucra la geografía del mundo (Vidal y Pol, 2005). El mundo es ocupado, dividido y convertido en posesión privada por sus ocupantes. La apropiación de fragmentos geográficos del planeta ocurre de manera física y simbólica. La apropiación física ocurre cuando el sujeto ocupa y explota directamente el lugar que declara de su propiedad (Escamirosa, 2015); en tanto que la apropiación simbólica se manifiesta en la relación entre el proceso de ocupación-transformación del espacio como algo personal-privado y la idea de territorialidad. En este contexto, surge la identificación simbólica del espacio vivido con el espacio concebido por los individuos a través de símbolos afectivos, cognitivos y de interacción social (Salazar, 2011; Vidal y Pol, 2005).

El espacio vivido incluye edificaciones con valor simbólico, mientras que la memoria refleja las añoranzas y recuerdos de los miembros de la comunidad sobre el origen e historia de esas construcciones. Ambos son factores que se han construido en el tiempo y que, en su constante interrelación, enriquecen la identidad cultural de una comunidad. En el caso de esta investigación, la identidad cultural y urbana de la comunidad de Isla Mujeres se encuentra encapsulada en la noción de ser isleño. Este concepto contiene las imágenes mentales del espacio vivido que se conservan en la memoria y que sirven como referencias para recordar la historia local. También incorpora los elementos representativos de identidad cultural y de las festividades religiosas y civiles de Isla Mujeres, que además están enlazados con las memorias de las familias autorreconocidas como fundadoras y forjadoras.

Finalmente, el marco temporal para el análisis histórico de las identidades urbanas en Isla Mujeres se basa en una serie de etapas que permiten comprender la configuración de la idea de ser isleño y resaltar los acontecimientos sociales y urbanos. Así pues, identificamos las siguientes etapas: la fundacional, que inicia en 1850 con el establecimiento del poblado de Dolores y concluye con el inicio de la construcción de la carretera Puerto Juárez-Valladolid en 1953; la segunda etapa, de vinculación económica y poblacional con Yucatán, que abarca de 1954 a 1969, y durante la cual la vida material y cultural de los isleños se centró en la actividad pesquera; la tercera etapa es la de tránsito a la organización municipal, que se inicia en 1970 con los preparativos para la creación del estado de Quintana Roo y la instauración del orden administrativo municipal en 1974, lo que a su vez facilitó la transición de la economía pesquera al turismo; por último, la cuarta etapa propuesta inició en 1988, cuando el huracán Gilberto destruyó el área urbana de Isla Mujeres y puso a prueba la identidad y la solidaridad comunitaria de los isleños, desencadenando cambios profundos en los estilos de vida de la comunidad y en las formas de apropiación de los espacios públicos.

 

Construcción metodológica

La metodología utilizada es de carácter cualitativo y se basa en la teoría del curso de vida, que analiza cómo los diversos eventos históricos de orden social, económico, demográfico, cultural y urbano influyen en la construcción de las narrativas identitarias de las comunidades. Para ello, se recolectó información acerca de las interrelaciones en las trayectorias de vida de algunos habitantes de Isla Mujeres con el fin de reconstruir las memorias colectivas que evocan la historia de la ciudad y sus momentos más significativos en esa memoria colectiva.

Siguiendo el constructo teórico de Janet Z. Giele y Glen Elder (1998) y de Elder, Kirkpatrick y Crosnoe (2003), los cursos de vida rescatan elementos de la memoria histórica de los habitantes de cualquier espacio urbano, ya que la interacción cotidiana entre estas personas permite configurar los imaginarios urbanos de un tiempo determinado. Estos imaginarios, no obstante, trascienden generaciones y se mantienen vivos en la memoria colectiva.

Además, se siguió la propuesta de Alicia Lindón y Daniel Hiernaux (2007) para analizar la ciudad vivida y elegir a los informantes conformados en grupos sociales particulares que permitieran rastrear los fragmentos del imaginario compartido y contrastar el imaginario instituido.

La selección de la muestra de los sujetos entrevistados se realizó mediante un procedimiento no probabilístico, deliberado y segmentado (Dodd y Epstein, 2012). Las entrevistas cualitativas semiestructuradas fueron aplicadas de manera presencial y virtual con adultos mayores y actores clave que aportaron historias de vida relacionadas con la historia y las tradiciones de Isla Mujeres, así como con trayectorias individuales que vinculan la apropiación del espacio vivido y la memoria. Es importante mencionar que la aplicación de las entrevistas fue condicionada por la pandemia del Covid-19. A continuación se presenta el listado de los entrevistados cuyas historias de vida fueron pieza clave en la construcción de los imaginarios urbanos:

·         Beatriz Llanes Lara, entrevista realizada el 16 de diciembre de 2020 en Isla Mujeres.

·         Blanca Rosa Schmied Magaña, entrevistas realizadas el 16 de diciembre de 2020 y el 11 julio de 2021 en Isla Mujeres.

·         Diana Alicia Martínez Márquez, entrevista realizada el 18 de diciembre 2020 en Isla Mujeres.

·         Isabel Martínez Magaña, entrevista virtual realizada el 16 de diciembre de 2020 en Isla Mujeres.

·         Fidel Villanueva Madrid, entrevista realizada el 16 de diciembre de 2020 en Isla Mujeres.

·         Manuel Delgado Canto, entrevista realizada el 9 de julio de 2021 en Isla Mujeres.

·         Informante 1 (anónimo), entrevista realizada el 15 de diciembre de 2020 en Isla Mujeres.

Las entrevistas permitieron identificar fragmentos dispersos de los imaginarios urbanos, que fueron triangulados con fuentes secundarias de información y relacionados con las historias de vida de los informantes. Además, se realizó un taller participativo virtual, con el apoyo de un cuestionario digital de cinco ítems y se centraba en la pregunta detonante: “¿Qué es ser isleño?” Este taller se llevó a cabo en un grupo focal en la plataforma digital llamada “Recuerdos de Isla Mujeres”, que existe desde 2011, y contó con la participación de 23 personas. En este taller no hubo restricciones de edad, lo que permitió identificar coincidencias en los distintos fragmentos de los imaginarios urbanos y destacar los elementos compartidos. Esto, a su vez, contribuyó a la reconstrucción de los imaginarios urbanos instituidos por la propia comunidad.

También se recurrió a fuentes orales publicadas en plataformas digitales como “Relatos del Mar”, alojada en Facebook, para conocer historias de vida relacionadas con actividades económicas específicas, como la pesca en Isla Mujeres. Algunas de estas publicaciones fueron:

·         Garrido, A., pescador [Óol Kay shars & natives] (11 de febrero de 2021). “Relatos de Mar”. Parte 1.

·         Garrido, A., pescador [Óol Kay shars & natives] (14 de febrero de 2021). “Relatos de Mar”. Parte 2.

·         Guirao-Ancona, J. [Óol Kay shars & natives] (25 de abril de 2021). “Relatos de Mar”.

·         Figueroa-Paz, R. [Óol Kay shars & natives] (25 de mayo de 2021). “Relatos de Mar”.

El instrumento utilizado constaba de siete cédulas diseñadas en función de los ejes del curso de vida: trayectoria, transición y momentos de cambio (Blanco, 2011) —este último es una interpretación de los autores del concepto turning point—. Dichas cédulas se aplicaron mediante entrevistas cualitativas semiestructuradas. Además, como fuente de información complementaria, se consultaron fuentes hemerográficas del periódico regional Por esto y material audiovisual disponible en plataformas en línea.

 

Imaginarios urbanos en el ser isleño

Isla Mujeres es un espacio insular perteneciente al estado de Quintana Roo, localizado al noroeste a 14.8 km aproximadamente de suelo continental. Es la cabecera municipal del municipio del mismo nombre (véase figura 1).

Figura 1: Ubicación de Isla Mujeres (municipio y localidad)

Fuente: Elaboración por Torres Uicab.

Si bien el poblamiento de Isla Mujeres ocurrió en paralelo con la colonización del territorio de Quintana Roo, hay que subrayar que cada región del estado experimentó sus propios periodos de poblamiento intenso, apogeo migratorio y consecuente impacto económico y cultural de los inmigrantes. Derivado de lo anterior, la comunidad de Isla Mujeres, o comunidad isleña, ha consolidado su discurso identitario en torno a la noción de ser isleño. Esto se basa en las características físicas del espacio insular, la arquitectura local y la memoria histórica de las familias tradicionales.

La representación de los imaginarios urbanos en la concepción de ser isleño, que se reconstruye en este artículo, se fundamenta en las apreciaciones de las historias de vida de los informantes. A pesar de su reducido número, estas aportan información valiosa para reconstruir el proceso histórico que ha dado forma a construcción de la identidad cultural de la comunidad de Isla Mujeres, respaldada por la triangulación con fuentes secundarias. De esta manera, se descubre que el ser isleño se compone de imaginarios urbanos que contribuyen a la formación de la identidad cultural como producto de la apropiación del espacio vivido. Se identifican cuatro grupos de actores que están representados en el concepto de ser isleño, y cada uno de ellos aporta sus propias percepciones sobre los espacios urbanos de alta significación simbólica para los habitantes de Isla Mujeres. Estos actores incluyen a los fundadores, los forjadores, los pescadores y los otros isleños (no isleños).

 

Los fundadores

Los fundadores son los descendientes de los primeros habitantes —cuestionándose el origen de procedencia— que se establecieron en Isla Mujeres durante el periodo fundacional que abarcó de 1850 a 1950. Se consideran a sí mismos los isleños originales y se identifican principalmente por los apellidos de los primeros colonizadores. Algunos de los apellidos de los fundadores notables incluyen a Magaña, Carrillo, Castilla, Martínez, Galue, Garrido, Osorio, Fernández, Figueroa, Povedano, Delgado, Trejo, Tejeda, Ávila, Argüelles y Burgos.[1] Los descendientes de los fundadores se enorgullecen de considerarse nativos y descendientes de los “verdaderos” isleños.

Los descendientes de los fundadores se llaman así mismos simplemente isleños, un término sencillo que conlleva significados profundos. Se identifican como isleños porque sus raíces están en la isla, ahí nacieron y sus memorias individuales están repletas de pasajes de la infancia; de la alimentación diaria a base de productos del mar —como la tortuga—; y a que sus familiares han sido propietarios de los negocios de mayor importancia para la comunidad; por ejemplo, la administración del primer cine, las tiendas de enseres de uso diario, el transporte de personas y de mercancías entre la isla y la zona continental, el cultivo y comercialización de coco y, sobre todo, la pesca (entrevista a Manuel Delgado, Isla Mujeres, 9 de julio 2021).

Para los descendientes de los fundadores, ser isleño implica admiración por su linaje. Por ejemplo, don Humberto Magaña fue pescador, luego cultivó coco para venderlo en Progreso, Yucatán, para finalmente convertirse en el propietario de varios barcos: primero La Carmita, después La Novia del Mar y, luego, una tercera nave llamada La Sultana. Una de sus descendientes, de nombre doña Blanca, cuenta orgullosa sobre su abuelo: “Este señor, sin haber estudiado nada, en esa época menos había escuela […] era un nombre muy inteligente” (entrevista en Isla Mujeres, 16 de diciembre 2020).

Doña Blanca relata que su abuelo fue propietario de terrenos en la zona continental de lo que hoy es Cancún, mismos que vendió a una Comisión del Banco de México, a finales de 1960. Con ese dinero, don Humberto edificó la primera y única sala de cine que hubo en Isla Mujeres durante muchos años. Con satisfacción, doña Blanca recuerda: “[…] entonces yo veía cómo mi abuelito tenía esa noción para ver el futuro de la isla y a mí, yo, la verdad, el personaje que admiraba era mi abuelito, porque poco a poco él iba creciendo en su mente el anhelo de prosperar, y la verdad que lo logró” (entrevista en Isla Mujeres, 16 de diciembre 2020).

Aquí cabe un comentario breve sobre la historia de Cancún. A finales de 1968, las autoridades del Banco de México seleccionaron una isla en forma de número 7 llamada Kankun o Kan Kun, separada del continente por dos estrechos canales, cuya figura peculiar permitió desarrollar un complejo turístico con los hoteles de lujo alineados frente al mar. El proyecto turístico Cancún continuó su desarrollo hasta convertirse en un detonador de otros centros turísticos en Quintana Roo (Martí, 1985; Xacur, T.2, 1998).

De regreso al análisis sobre los fundadores de Isla Mujeres, en el relato de doña Blanca, podemos observar las historias de vida de los miembros de una de las familias notables que están entrelazadas con las historias de la comunidad. Más aún, vemos cómo algunos hechos, en este caso, la propiedad de los de los navíos por parte de los Magaña, llegaron a convertirse en parte de la historia de la isla y en referente de las memorias de los habitantes, plasmadas en los recuerdos de las actividades y viajes en esas embarcaciones.

En adición, la familia Magaña ha desempeñado un papel importante en la estructura política de la isla, destacando el vínculo de la familia fundadora en el desarrollo de la historia de vida de la ciudad y en los procesos económicos, sociales y culturales desde 1975, recordando la declaratoria como estado de Quintana Roo en 1974 (véase figura 2).

Figura 2: Participación de la familia Magaña en la política y desarrollo de Isla Mujeres

Fuente: Elaboración propia con base en crónicas del periódico Por esto; Noti Isla Mujeres; redes sociales en plataforma Facebook; 20 minutos.

Como parte del proceso de reafirmación del poder simbólico de las familias fundadoras, la autoridad local, integrada por descendientes de esas mismas familias, reconoce y premia con regularidad a los descendientes de los fundadores por su contribución a la historia local. Estas ceremonias de premiación se llevan a cabo en eventos públicos que forman parte de las festividades para conmemorar la fundación de Isla Mujeres (Noticias CGC, 17 de agosto 2017; Revista Expresión del Caribe Mexicano, 18 de agosto 2016) (véase figura 3). Estos actos refuerzan la figura de los fundadores como sujetos importantes en la conformación de la identidad cultural y como parte de los imaginarios instituidos por la comunidad.

Figura 3: Derecha: Blanca Rosa Schmied Magaña. Izquierda: Ceremonia de celebración de 167 años de la fundación del poblado de Isla Mujeres

Fuente: Derecha: Cortesía del archivo Schmied-Magaña. Izquierda: Noticias CGC.

De lo anterior se observa la construcción del imaginario de los isleños fundadores, cuyo sentido de pertenencia y vinculación con la identidad cultural se origina con su llegada como los primeros colonos y se fomenta a lo largo del tiempo a través del reconocimiento de su línea familiar en la fundación de esta población.

 

Los forjadores

El segundo grupo que nutre y reproduce la idea de ser isleño se refiere a los forjadores. Este conjunto está compuesto por individuos que no nacieron en la isla, pero emigraron al pueblo durante las etapas de vinculación económica con Yucatán (1954-1969) y la de tránsito a la organización municipal (1970-1989), en esta investigación corresponden a la segunda y tercera etapa de migración.[2] Al grupo de forjadores se le reconoce por sus importantes contribuciones a la construcción de la ciudad. Participan en labores de gestión y construcción de obras, así como en la promoción de las tradiciones locales. Por lo tanto, los forjadores no solo han contribuido materialmente al crecimiento urbano de la isla, sino que también por sus palabras “amor y tiempo” son promotores inmateriales de la identidad del ser isleño.

Uno de los forjadores más reconocidos es el cronista de Isla Mujeres, Fidel Villanueva Madrid, quien además de su destacada labor como historiador y autor de la serie de libros Isla Mujeres a través del tiempo, ha desempeñado cargos públicos como gerente del Sistema de Agua Potable, delegado del Instituto de Vivienda, delegado de la Secretaría de Obras Públicas, director del Fideicomiso Solidaridad, presidente municipal de Isla Mujeres (1996-1999), presidente ejecutivo del Parque Nacional Isla Contoy y asesor del Gobierno Municipal (Renacimiento Mexicano, s.f.). Durante su mandato como presidente municipal de Isla Mujeres, promovió obras como la construcción del Centro de Convenciones, trabajos de limpieza en las salinas, la rehabilitación del malecón, la instalación de campos deportivos, la ampliación de escuelas de nivel básico, la construcción de la carretera perimetral de Punta Sam-Cancún, entre otras (Canto, 2021).

Nacido en Chetumal, Quintana Roo, don Fidel Villanueva llegó a Isla Mujeres a principios de la década de 1980. En entrevista describió las actividades que ha realizado para fomentar las tradiciones de la comunidad isleña. Destacó su labor para solicitar y obtener en Cuba una réplica de la imagen de la virgen de la Caridad del Cobre, patrona de los pescadores. Además, organizó la primera procesión de esta figura religiosa, la cual se realiza cada año en embarcaciones de pescadores entre Isla mujeres e Isla Contoy. La devoción a la Virgen de la Caridad del Cobre comenzó en Cuba (Ortiz, 2008) y continua viva en Isla Mujeres. A partir de este hecho, don Fidel resalta la influencia de Cuba en la cultura de los isleños, lo que él denomina la identidad maya-caribeña.

Otro personaje que se reconoce a sí mismo como isleño forjador de Isla Mujeres es José de Jesús Lima Gutiérrez (Morales, 2007). Originario de Jalisco y con fuertes lazos con políticos en la Ciudad de México, se estableció en Isla en 1953. Fue propietario del hotel Zahil-há (hoy Mia Reef), uno de los dos primeros hoteles turísticos construidos en 1964 —el otro es Posada del Mar (que aún lleva ese nombre)—. Gutiérrez vislumbró el valor comercial de la tierra en la zona costera y se dedicó a convencer a los isleños para tramitar los títulos de propiedad de sus terrenos y lotes (Morales, 2007). Se le recuerda en Isla Mujeres como promotor del turismo y participó en el proyecto denominado “El Circuito del Golfo y el Caribe”, que buscaba conectar la Florida, Cuba y Yucatán mediante una ruta de ferris de carga y pasajeros, con Puerto Juárez como puerto de arribo. La construcción de la carretera Valladolid-Puerto Juárez, que tendría una prolongación a la ciudad de Mérida, inició en 1953 y concluyó en 1964, debido a la muerte del funcionario responsable, el ingeniero Carlos Lazo (Morales, 2007).

En la lista de obras que José de Jesús Lima Gutiérrez gestionó para Isla Mujeres destacan la construcción de un hospital comunitario que hoy lleva su nombre, un aljibe en cuya construcción participó la comunidad isleña, la ampliación de la pista aérea y la construcción de la escuela Presidente Juárez (Morales, 2007).

Es importante destacar que Fidel Villanueva Madrid y José de Jesús Lima Gutiérrez son dos ejemplos de personas forjadoras de Isla Mujeres, pero no son los únicos. Resaltamos las historias de vida de estas personas porque, según la información obtenida en fuentes orales y documentales, revisadas bajo el enfoque de curso de vida, son referentes constantes en el proceso de transformación urbana de la isla durante la etapa de vinculación económica y poblacional de Isla Mujeres con Yucatán. Sin embargo, es probable que haya otros forjadores cuyas historias también sean relevantes para la identidad del ser isleño. Evidentemente, estas historias de vida ofrecen un rico campo de estudio para futuras investigaciones sobre la construcción de la identidad cultural y urbana de la comunidad de Isla Mujeres.

 

El pescador

El tercer actor que nutre la idea del ser isleño es el pescador; aquel trabajador del mar que puede ser al mismo tiempo fundador o forjador. Los pescadores poseen un vínculo inquebrantable con el mar. La historia de vida de Álvaro Garrido, cuya familia tiene raíces fundadoras en la isla, ejemplifica este profundo lazo con el amor. Comenzó a bucear a los 16 años y actualmente es instructor de buceo. Según sus propias palabras, toda su familia está involucrada en el oficio, incluso los miembros más jóvenes.

En su relato, Álvaro Garrido también destaca algunas de las problemáticas actuales que enfrenta en su trabajo, como la disminución de peces en los bancos de arrecifes del área de buceo —situación que ha generado una creciente inquietud entre los isleños por la conservación ambiental—. Por ejemplo, señala: “La cueva de tiburones que era la más famosa, yo ya no alcanzo a ver tantos, solo uno o dos tiburones, cuando antiguamente ellos [los buceadores más longevos] hablaban de muchos, muchos tiburones” (Garrido, 2021).

Por su parte, Jonathan Guirao Ancona, comenta que, aunque no nació en Isla Mujeres, sí proviene de una familia de fundadores. Llegó de vacaciones a la isla y su tío, isleño de nacimiento, lo introdujo en la pesca de tiburones y langostas. Como resultado, decidió quedarse a vivir y trabajar en su casa. Para Jonathan, la pesca se ha convertido en su sustento, actividad cotidiana, orgullo e identidad. Desde los 17 años está afiliado a la Cooperativa Patria y Progreso, lo que refleja la importancia de la pesca en la vida de la comunidad. Tiene tres hijos de quienes dice:

Les gusta mi trabajo porque se emocionan, me preguntan: “Papá, ¿qué pescastes [sic] hoy?” o “¿Qué, cuánto trajiste hoy?”. Se emocionan, y yo les platico que pues mi trabajo es lo más bonito del mundo, aunque hay gente que no lo cree así, pero para mí me enorgullece ser pescador, y es un trabajo muy humilde y muy, muy padre, conoces especies que nunca has visto o que nadie ha visto a lo mejor, […] a veces ni lo que pasan en la tele”. (Guirao, 2021)

En el mismo sentido, Rolando “Yan” Figueroa Paz comparte su experiencia y anécdotas en el mar sobre la actividad que su padre le enseñó hace aproximadamente sesenta años. Don Rolando menciona que a la edad de 15 o 17 años ya se dedicaba a la pesca de langosta, tiburón, caracol, sierra y otras especies marinas. Está orgulloso de haber perfeccionado la técnica del palangre,[3] la cual conoció primero con los japoneses y luego recibió quince días de entrenamiento de biólogos, con quienes aprendió la técnica del palangre volador. En su opinión, los pescadores y buzos foráneos no son parte de la comunidad isleña, ya que, según él, “barrieron con todo”. Se refiere al hecho de que no respetan el oficio, como en la captura de caracolito, pescado pequeño o la pesca de langosta y caracol durante la veda.

Al igual que don Rolando, don Manuel, otro pescador, recuerda:

Yo nací en la orilla del Caribe […]. Mi papá fue pescador igual […]. Fue capitán de un barco camaronero. […] Yo soy un pescador, yo soy un buzo de langosta, de caracol, de pescado, de tiburón. No me gusta pescar en colina. Me gusta arponear el pescado. Es una actividad que realmente a mí me ha gustado desde muy chamaco, porque pues yo nací de la parte del Caribe donde te podías tirar y ahí puedes bucear una o dos langostas, tu pescado; lo sacas y lo comes en tu casa. (Entrevista en Isla Mujeres, 09 de julio 2021)

Para don Manuel, ser isleño y pescador “son la misma cosa”; son circunstancias que están relacionadas porque el hecho de haber nacido en la isla obliga a conocer y saber del mar: “Soy pescador, es un orgullo grande para mí y algo que traemos en la sangre. Eso se nace, […] ser pescador; los padres a parte lo transmiten en los sentimientos” (entrevista en Isla Mujeres, 09 de julio 2021). Equipara el mar con la necesidad de sangre para vivir; menciona que por eso prefiere el mar y su lancha por sobre todas las cosas. También habla de los problemas que enfrenta la actividad pesquera, por mencionar alguno, las dificultades para conseguir permisos individuales y por las diversas vedas, entre estas, la de caracol.

En las entrevistas, los relatos sobre el mar que rodea a Isla Mujeres coinciden en representarlo a partir de las actividades cotidianas que ahí ocurren. De esta forma, el mar de Isla Mujeres es el lugar de encuentro de pescadores, el espacio proveedor de alimentos y el área de trabajo de la mayoría de sus habitantes. De estas percepciones del mar como espacio vivido derivan expresiones que lo idealizan hasta convertirlo en símbolo del ser isleño. Para la comunidad de la isla, una vez que se le conoce, se le recorre y se vive en y de él, el mar es un lugar entrañable. Esta percepción y concepción simbólica del mar que rodea a la isla es evidenciada en los relatos de la comunidad, en los que se le reproduce como un espacio de aventuras, de recuerdos y de travesías diversas.

 

 

Los otros no isleños

Finalmente, además de los isleños fundadores, los forjadores y los pescadores, la comunidad de Isla Mujeres identifica a los “no isleños”; es decir, a los residentes que migraron a la isla a finales de la segunda etapa y durante toda la tercera etapa. Los isleños que se reconocen a sí mismos como fundadores usan la expresión “ese no es isleño” para referirse a las personas que no tienen ascendencia de familiares que hubieran llegado a Isla en la etapa fundacional. Los entrevistados utilizaron varias formas para referirse a estos habitantes, por ejemplo: los no isleños o los isleños revueltos. De cualquier forma, son términos de diferenciación social fuertemente arraigados en la comunidad de Isla Mujeres, utilizados para distinguir a los isleños originales o verdaderos isleños de los otros, de los no isleños.

La diferenciación entre fundadores, forjadores y no isleños se asocia con el control y conservación del poder local por parte de unas cuantas familias tradicionales, y también ha servido para acreditar, para la élite política de Isla Mujeres, el discurso de la identidad de ser isleño por parte de esas primeras familias fundadoras. Esta fórmula es similar a la utilizada en la construcción del nativismo de la élite gobernante de Quintana Roo, en la que se enfatiza la diferenciación entre el quintanarroense nativo y el “fuereño” (Camal-Cheluja, 2013). 

En este marco, sentirse parte de la comunidad isleña no significa rechazar o ignorar la diferenciación simbólica entre los fundadores, forjadores y los otros isleños. Beatriz Vázquez[4] se considera isleña, aunque no haya nacido entre las familias fundadoras pues nació y lleva sesenta años viviendo ahí. En este mismo sentido, Marina Chim[5] comenta: “Tengo más de 25 años viviendo aquí, y para mí el ser isleño son los recuerdos que tuve de niña cuando llegué a esta isla, aproximadamente a los 10 años, donde conocí a grandes personalidades que le daban identidad y personalidad a este cachito de tierra mágica donde reinaba la tradición, la cultura, la tranquilidad. Ahora estoy confundida con que lo que es ser isleño”.

De lo anterior, se observa, primero, la apropiación sociofísica al existir un vínculo entre la historia de vida y el lugar, es decir, sentirse isleño por desarrollarse a partir de la llegada a la isla y no solo por nacer en el lugar. Los primeros resultados apuntan a la posibilidad de existencia de fantasmas urbanos en la identidad isleña, en relación con la conformación de la identidad vinculada con el lugar de origen de los habitantes. Sin embargo, referente a los no isleños, se requiere ampliar y profundizar la investigación, incluidas las miradas externas sobre la significación del ser isleño.

 

 

Componentes de identidad cultural

Desde la perspectiva de los habitantes de Isla Mujeres, ser isleño implica la apropiación y reconocimiento profundo con el mar, creando un vínculo simbólico con la esencia de la brisa de libertad. Aquellos isleños que crecieron junto al mar suelen evocar su infancia, cuando la diversión significaba caminar por la playa y jugar por las tardes en la puerta de sus casas, ya que las calles estaban cubiertas de arena. Era todo lo que había pero, al mismo tiempo, no les faltaba nada más.

Por otro lado, además de proveer alimentos, significados y belleza, el mar trae consigo la amenaza de tempestad en forma de huracanes. Entre los más recordados se encuentra el huracán Gilberto de 1988 y los huracanes de 2020. Frente a estos desafíos, los isleños han aprendido a sobreponerse gracias a su espíritu de lucha y a la cooperación en la comunidad isleña.

Entonces, sentirse isleño implica vivir la isla y ser parte de ella, involucrarse en los procesos y costumbres. Esto conduce a otro componente relevante de la identidad cultural isleña: la comunidad, descrita como “vivir con toda la isla” (Informante 1. Anónima, comunicación personal, 15 de diciembre 2020). Ser isleño significa procurar el bien de la comunidad, confiar en los demás y ser parte activa de la misma. Los habitantes recuerdan que, décadas atrás, todos se conocían y se llevaban bien; en la actualidad, con el aumento de población, la comunidad ya no es la misma y hay una gran cantidad de personas desconocidas. Los isleños asocian el incremento de la población con la pérdida de la sensación de libertad, es decir, antes existía mayor confianza y seguridad en las calles, lo que les daba la libertad de moverse por toda la isla a cualquier hora, incluso dejar puertas y ventanas abiertas con tranquilidad, situación que ya no existe más.

Sentirse isleño también significa estar orgulloso del lugar donde se habita, es poseer valores y trabajar en la preservación de estos; significa amar la isla y continuar fomentando las tradiciones que se han consolidado a lo largo del tiempo, incluyendo los festejos a la virgen de la Inmaculada Concepción y la Virgen de la Caridad del Cobre.

Entre otras características de los isleños, puede mencionarse que son solidarios y cooperativos, amigables, comunicativos y alegres. Les gusta la fiesta y la jarana; son una mezcla de diversas culturas, siendo las principales mencionadas la maya, española y cubana. Además, se dice que los isleños poseen estilos distintivos de hablar, cocinar y cantar. Otros elementos de la identidad isleña que también forman parte del patrimonio cultural inmaterial son la trova isleña y, en gastronomía, el famoso guiso de pescado denominado tikin xic.

Por otra parte, en cuanto a los rasgos físicos, doña Blanca narra que la mayoría de la gente isleña era en mayoría originalmente “güera” y de ojos azules o claros. También menciona que “los auténticos isleños eran una mezcla” debido a la llegada de barcos de Cuba y de puertos de México, entre otros lugares. Esta afirmación puede ser sustentada con la población registrada en la década de 1860, conformada por “199 hombres blancos y 258 mujeres blancas, en contraste con 58 hombres indios y 88 mujeres indias” (Xacur, T.6, 1998). De acuerdo con estos datos, se observa en primer lugar el predominio de la población clasificada como blanca y en segundo, la posibilidad del mestizaje entre al menos dos culturas.

En contraste, Fidel Villanueva Madrid (entrevista en Isla Mujeres, 16 de diciembre 2020), cronista vitalicio de la isla, expone la existencia de un desgaste natural en la identidad cultural. En su opinión, la identidad original poseía profundas raíces mayas en combinación con influencias españolas y se expresaba a través del baile, canto, gastronomía, pesca y poesía. Era una sociedad unida y que resolvía sus dificultades por sí misma.

También se mencionaron problemas contemporáneos en la sociedad, como la falta de oportunidades para las mujeres, alcoholismo a temprana edad, embarazo adolescente y el machismo.[6] Ser isleño también implica estar al tanto de las problemáticas ambientales, económicas y culturales que afectan a la isla. Se mencionó que las “artesanías ya no son isleñas sino chiapanecas o taxqueñas”,[7] y que, en algunos casos, la veda impuesta a los pescadores —en algunos casos— los ha llevado a comercializar y a competir con las artesanías de otros lugares.

Finalmente, en los esfuerzos por entender los que significa ser isleño, se observa la interrelación de las historias de vida con el espacio vivido. Al mismo tiempo, estos trayectos se desdibujan a través de la historia, la economía, la cultura y la sociedad, para encontrarse en coexistencia y en continua apropiación por parte de la comunidad. A medida que se consolida el asentamiento humano, la identidad cultural se construye y reconfigura de manera simultánea a lo largo del tiempo. Por lo tanto, la construcción de identidad cultural está estrechamente vinculada con la apropiación del lugar y los cambios de la sociedad.

 

Discusión de los resultados

A través de las historias de vida, trianguladas con diversas fuentes, se identificaron connotaciones sobre el significado de ser isleño y cómo, mediante el vínculo entre el espacio vivido y las memorias de los participantes, se caracteriza la identidad cultural y se construyen los imaginarios urbanos en la ciudad vivida.

García Canclini menciona que los imaginarios pueden asociarse con la relación existente entre los nativos y migrantes.[8] Este punto es fundamental en la concepción del imaginario de ser o no isleño, ya que hay un momento determinante en el tiempo, a partir del cual los isleños fundadores se reconocen entre ellos como comunidad isleña. Este hecho fue el detonante de la migración a la isla a partir de la segunda mitad del siglo XX: la apertura de la carretera de Valladolid a Puerto Juárez.

Entonces, la construcción de la identidad se apoya en la apropiación, ya que existen vínculos de apego al lugar, al espacio simbólico y a la propia identidad urbana (Vidal y Pol, 2005). De esta manera, el debate observado sobre quiénes son los isleños —¿aquellos nacidos en la isla, aquellos que llegaron primero, quienes llegaron después e hicieron de la isla su vida, los que han aportado trabajo? — contribuye a la complejidad de los imaginarios urbanos en torno al ser isleño.

Por un lado, los mecanismos de pertenencia comienzan al llegar y fomentar un nuevo espacio para habitar, y continúan consolidándose con las costumbres y tradiciones, algunas nuevas y otras son resultado de procesos híbridos de mestizaje. Existe un fuerte arraigo al lugar físico delimitado por el mar, cuyas actividades y modos de vida giran alrededor de la isla, lo que lleva a cambios y modificaciones en patrones de alimentación y subsistencia. Sin embargo, las nuevas generaciones heredan modos de vivir adaptados a la isla y, al mismo tiempo, se adaptan a los cambios sociales en un bucle de apropiación social y física.

Siguiendo a Rodríguez (2021), la relación entre el lugar y la memoria, donde esta última es de carácter afectivo porque surge de experiencias vividas (2021). Entonces, los imaginarios urbanos de la identidad isleña son fragmentos sociales de los diversos grupos que se han establecido a lo largo del tiempo en la isla y del desarrollo de sus actividades cotidianas y económicas vinculadas con el mar y la isla. Reconocerse mutuamente como isleños conlleva connotaciones afectivas, históricas y de apropiación del espacio vivido.

Por lo anterior, la memoria colectiva, el tiempo y el espacio vivido son elementos clave en la identidad isleña. Estos factores han contribuido a la consolidación de la comunidad, sus tradiciones y valores. En consecuencia, es posible proponer cuatro principales imaginarios urbanos: fundadores, forjadores, pescadores y otros isleños.

Por otro lado, en la construcción de la identidad cultural, la temporalidad trae consigo cambios en las actividades económicas y en la imagen urbana de la isla, influenciados en gran medida por el desarrollo turístico en Cancún. Las adaptaciones a un nuevo ciclo económico no fueron puramente comerciales, sino que también afectaron la esencia del ser isleño. Algunos habitantes han manifestado el desgaste e incluso la confusión del significado de ser isleños.

Un elemento que se mantiene constante en la identidad del ser isleño es el vínculo con el mar; para un pescador, el mar es lo primero. También es pertinente rescatar las tradiciones mencionadas como más importantes: la devoción a la Virgen de la Inmaculada Concepción y la Virgen de la Caridad del Cobre, como parte de la consolidación de una cultura. Por lo tanto, en la construcción de la identidad cultural, vivir el espacio es transitar no solo por el lugar, sino por el tiempo, es vivir con la memoria de la comunidad, pero fomentar nuevas tradiciones y recordar las enseñanzas.

Retomando a Silva (2006) en la concepción del imaginario como construcción de la realidad, los imaginarios urbanos en torno al isleño son representaciones de la comunidad con las cuales se sienten identificados. Es un modo de interacción entre los habitantes y una forma de reconocimiento como parte de una comunidad definida socialmente.

 

Conclusiones

La identidad cultural de los isleños ha transitado por diversas etapas y aparentemente se encuentra en un proceso de cambio en el bucle de apropiación socio física. Durante este proceso se han modificado elementos de su vida cotidiana debido a momentos de cambio trascendentales, como la transformación de su principal actividad económica.

Las entrevistas y talleres participativos han permitido a los habitantes expresar su sentir acerca de su identidad cultural, identificando componentes e imaginarios urbanos que otorgan sentido a la sociedad (Girola y De Alba, 2020). Sentirse isleño es un imaginario social consciente e inconsciente que se transmite de generación en generación, involucrando la memoria y la narración. Este concepto se convierte en intersubjetivo, ya que ser isleño implica tener un sentido de apropiación del espacio habitado y forma parte de la construcción socio histórica de la realidad que proporciona un sentimiento de pertenencia e identidad cultural.

De esta manera, los principales imaginarios urbanos del ser isleño incluyen a los fundadores, forjadores, pescadores y otros isleños. Dentro de los elementos culturales asociados con el vínculo entre la memoria y el espacio vivido, es decir de la apropiación socio física de la isla, se encuentra la identificación con el mar y el apego emocional explicado por los habitantes como un “sentimiento de amor”. Esta relación revela una identidad cultural intrínsecamente ligada al territorio insular y al entorno natural que lo rodea, estableciendo un vínculo sólido entre la identidad cultural y el territorio.

Otro aspecto central de la identidad es la memoria y la historia de formación del asentamiento. Esto se refleja en cómo los fundadores hacen distinciones entre ser y no ser isleño, según la temporalidad de arribo a la isla. En este sentido, se consideran isleños a las familias fundadoras. En otro punto, las actividades de la vida cotidiana y económica, como la pesca, la labor de los pescadores y la gastronomía basada en productos marinos, contribuyen a forjar elementos culturales distintivos.

La transformación económica hacia el turismo es una línea que queda abierta para futuras investigaciones. La comunidad, como elemento de identidad cultural, simboliza colaboración y, entonces, ser isleño no se limita únicamente a haber nacido en la isla, sino que implica contribuir al desarrollo de la misma.

Otro componente del ser isleño es la multiculturalidad conformada por una amalgama de tradiciones de origen maya, española y cubana, principalmente. Así, retomando el tema del desgaste cultural, se observan cambios en la seguridad, en la reducción de la libertad para moverse por cualquier parte de la isla debido a la privatización de tierras y al crecimiento de la población, lo que ha llevado a una disminución del reconocimiento entre los habitantes de la ampliada comunidad de la isla.

En resumen, las historias de vida resultaron clave para identificar elementos de la identidad cultural y vincularlos con los imaginarios urbanos a través de las memorias que se entrelazan con el espacio vivido. Esto evidencia la estrecha relación entre la memoria y el lugar como parte de la construcción social isleña. Finalmente, surgen nuevas interrogantes sobre la identidad isleña, incluyendo las formas de aceptación o exclusión de la comunidad hacia los habitantes arraigados en periodos distintos de la fundación, y la necesidad de descifrar los imaginarios del ser isleño desde perspectivas externas, dejando líneas de investigación abiertas para un futuro cercano, entre ellas la transformación económica hacia el turismo.

 

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[1] La lista no es exhaustiva, por lo cual pudiéramos omitir algún apellido de estas familias.

[2] Las fechas de estas etapas fueron aproximadas con base en entrevistas y triangulación realizada con datos de la construcción de la carretera Puerto Juárez, Quintana Roo a Valladolid, Yucatán, tomados de la Colección de Planos y Mapas de Quintana  Roo.

[3]  Palangre: pesca selectiva con línea de ramales con anzuelos.

[4] Taller participativo en redes sociales. Beatriz Vázquez Moo.

[5] Taller participativo en redes sociales. Marina Citlalli Chim Burgos.

[6] Taller participativo en redes sociales. Soraya Delgado.

[7] Taller participativo en redes sociales. Gloria Velázquez Romero.

[8] Entrevista realizada por Alicia Lindón a Néstor García Canclini el 23 de febrero de 2007 en la Ciudad de México.