ANÁLISIS DE LAS LUCHAS SOCIALES CONTRA EL ASBESTO EN COLOMBIA
ANALYSIS OF SOCIAL STRUGGLES AGAINST ASBESTOS IN COLOMBIA
Enver Vargas Murcia[1]
Universidad Distrital Francisco José de Caldas
https://orcid.org/0000-0001-5164-2917
Resumen:
Este artículo tiene por objetivo proponer un análisis contextual de las luchas protagonizadas por sujetos sociales en la defensa del derecho a la vida, frente al uso de materiales cancerígenos. En el estudio se contempla la génesis del asbesto, las denuncias hechas por expertos, trabajadores y organizaciones de víctimas por décadas para su control y prohibición, y algunos de los tropiezos que sortearon los sujetos para su regulación. Sobresalen dos lugares de enunciación que permiten analizar la política resistente contra el asbesto: por un lado, las denuncias de los trabajadores afectados y las luchas de las personas que habitaron espacios degradados por el material. En Colombia, merece reconocimiento el protagonismo de Ana Cecilia Niño, activista y víctima del material, en la lucha por su prohibición.
Palabras clave: resistencias, subjetividades, espacios
Abstract:
This article aims to propose a contextualization of the struggles led by social subjects in defense of the right to life, against the use of carcinogenic materials. The study contemplates the genesis of asbestos, complaints made by experts, workers and victims' organizations for decades for its control and prohibition, and some of the obstacles that the subjects overcame in order to regulate it. Two places of enunciation stand out that allow us to analyze the resistant policy against asbestos: on the one hand, the complaints of the affected workers and the struggles of the people who inhabited spaces degraded by the material.
Keywords: resistance, subjectivities, spaces
Fecha de recepción: 8 de julio de 2024
Fecha de aceptación: 13 de diciembre de 2024
Introducción
Este artículo presenta un análisis de las luchas de sujetos sociales en la defensa del derecho a la vida y en contra de la proliferación de materiales tóxicos y cancerígenos usados intensivamente en el ámbito de la construcción a gran escala. El trabajo realizado es parte de una investigación doctoral en estudios sociales (Universidad Distrital Francisco José de Caldas), que estudia las prácticas contemporáneas de la construcción y sus impactos sociales, para aportar a la reflexión de las subjetividades y los espacios habitacionales, en el marco de la línea en subjetividades, diferencias y narrativas. Así, la proliferación en las viviendas de materiales como el asbesto y la cancerización de los territorios, expone a innumerables sujetos a la muerte. La escala creciente de la producción de vivienda y la consolidación de una civilización urbana, motivan a discutir con urgencia el uso de estos materiales y los impactos de su uso en los sujetos sociales.
La contextualización realizada sitúa históricamente la emergencia de: prácticas constructivas que hacen un uso intensivo de materiales peligrosos para la vida y las resistencias que los sujetos configuraron históricamente en contra de la cancerización de los espacios. Esta lectura sobresale en un contexto de expansión de los procesos de construcción industrial e hiperurbanización, destacando la importancia de problematizar el papel de la construcción a escala mundial. La novedad de esta indagación estriba en que somete a una valoración política y estratégica tales prácticas, en una propuesta metodológica denominada ontología política relacional de los espacios y los sujetos.
En esta herramienta se analizan los acontecimientos constructivos a partir de dos tipos de valoraciones: (I) prácticas históricas que afectan el uso y goce de los espacios, cuestionando sus implicaciones sobre los sujetos y los efectos de estas prácticas en contra de la vida humana; por otra parte; (II) se valoran las prácticas resistentes, que reivindicaron la capacidad de autogestión de los sujetos, la capacidad de incidencia de los sujetos sociales en sus espacios próximos y sus reclamos por la protección de la vida.
Finalmente, el estudio se desarrolla a partir del rastreo de documentos e investigaciones anteriores que exponen las prácticas constructivas industriales y analiza los acontecimientos de dicha disputa.
En el estudio, además, se contempla la génesis del asbesto como un material industrial indispensable para la construcción moderna, se reseñan los reclamos para su control y prohibición, y se reflexiona sobre los tropiezos que sortearon los sujetos en los procesos políticos para su regulación. En la historia de las resistencias, por su parte, sobresalen dos lugares de enunciación y de confrontación que permiten analizar la política resistente contra el asbesto: por un lado, las denuncias de los trabajadores afectados y, por otra parte, las luchas de las personas que habitaron espacios degradados por el uso y la explotación de este material. En Colombia, merece reconocimiento el protagonismo de Ana Cecilia Niño, activista y víctima del material, en la lucha por su prohibición.
Metodología
El diseño metodológico utilizado se denomina: ontología política relacional de los espacios y los sujetos, y consiste en un análisis respecto de una diversidad empírica de prácticas rastreadas documentalmente, ante la pregunta por cómo les afectan a los sujetos las prácticas constructivas en el presente. Esta concepción es coherente con la genealogía foucaultiana, y tiene la finalidad de contribuir a los estudios sociales, en especial a un interesante campo de reflexión que denominamos como luchas espacio/subjetivas.
Por ende, la presente contextualización es una aplicación específica de un estudio general (trabajo doctoral) que analiza los modos de relacionamiento entre los sujetos, los espacios y la vida en problematizaciones sociales contemporáneas. Para este campo, es necesario profundizar las reflexiones colectivas sobre las relaciones humanas en el capitalismo tardío, centradas en la valoración de las luchas subjetivas actuales, a partir de consignas por la vida, contra el comercio, la industrialización y la distribución de la muerte en la construcción (p.ej. con materiales cancerígenos).
Por ende, la apuesta teórica de esta investigación se fundamenta en la idea de que los sujetos y los espacios son producidos históricamente por complejas relaciones sociales: en pugnas políticas entre dos tipos fuerzas. La ontología política relacional de los espacios y los sujetos es un instrumento diseñado para estudiar contextos espacio/subjetivos, marcados por luchas políticas y sociales, enfatizando el papel de los sujetos y cómo son afectados por los espacios.
En resumen, el modelo analítico/metodológico propuesto sirve para pensar la conexión entre la subjetividad y la espacialidad contemporáneas, en problematizaciones sociales específicas, a partir de la valoración de dos tipos de fuerzas que se interrelacionan (ver: Diagrama I. Ontología política relacional de los espacios y tipos de prácticas).
El primer tipo de fuerzas se caracteriza por ostentar e incentivar la capacidad de autogestión, creación y experimentación de los sujetos, lo que imprime en los espacios y en lo sujetos una determinada tendencia estratégica a la ruptura, juegos de libertad, creatividad y experimentación. Por su parte, el segundo tipo de fuerzas se caracteriza por la la captura, el control y la gestión de las espacialidades y las capacidades de decisión subjetivas por parte de las instancias con pretensiones de poder como las administraciones, los campos académicos y sus expresiones tecnopolíticas.
Figura 1: Ontología política relacional de los espacios y tipos de prácticas
Fuente: Elaboración propia.
Así las cosas, la investigación contextual (subjetiva/genealógica) realizada, estudia las prácticas actuales de la construcción y, en especial, el uso que se hacen de algunos materiales dañinos para la salud, los cuales son objeto de crítica por los sujetos sociales analizados. El análisis también comprende el estudio estratégico de tales prácticas, para determinar en qué medida una práctica específica atenta contra la vida, limita las decisiones de los sujetos sobre los espacios o recae con particular violencia sobre algunos sujetos sociales. También, se busca determinar qué otras prácticas estudiadas son proclives a la protección de la vida y la promoción de la toma de decisiones colectiva, es decir, se indaga sobre posibles prácticas resistentes en el contexto abordado.
Resultados
La presente contextualización sienta las bases para una apropiación crítica mayor, en torno a la construcción a gran escala: sus impactos y efectos en la vida humana. Es, asimismo, un breve aporte que busca incentivar la discusión política en torno a una industria que parece fuera de control colectivo. Por ende, en un contexto de creciente urbanización a escala planetaria, la lectura de luchas históricas por el control social de las industrias constructivas resulta de vital importancia en la actualidad.
Por otra parte, la apertura de los estudios críticos sociales frente a objetos de estudio como la construcción industrial a gran escala, puede cualificarse ostensiblemente siguiendo el rastro de las luchas sociales contra el asbesto. Estas luchas fueron capaces de construir una mirada crítica en contra del discurso de la innovación de los materiales constructivos como el asbesto, valorados por su flexibilidad y durabilidad y las ventajas estéticas que representaron a ingenieros y arquitectos.
Dicha crítica ha consistido en la reflexión colectiva sobre los impactos y efectos sociales de la industria. ¿Cómo valorar los efectos negativos en la vida humana de estos materiales, denunciados durante décadas por los trabajadores y las comunidades científicas? ¿Acaso el ocultamiento deliberado de datos relevantes sobre la cancerización de la vida y el entorpecimiento de medidas regulatorias pueden ser considerados exclusivamente como aspectos médicos y científicos? Y, de otro modo, ¿los seres humanos que se ven obligados a habitar los territorios degradados ambientalmente y vivir en casas construidas con estos materiales, no tienen derecho a reclamar una mayor incidencia, y su inclusión en una discusión más amplia? Hay que insistir: este tipo de preguntas no pueden ser exclusivas de científicos, legisladores e industriales, por el contrario, el reclamo colectivo de trabajadores, consumidores y víctimas, frente al uso de tales materiales, demanda profundizar el debate político/social que circunda la explotación, fabricación y uso de materiales nocivos para la vida.
Así, constituyen pasos importantes para la comprensión política y social del presente: (i) establecer el funcionamiento de la política estratégica espacio/subjetiva contemporánea, con la configuración de un mercado lucrativo de la muerte, la invisibilización histórica, perversa y malintencionada de los efectos cancerígenos de estos materiales y (ii) la articulación de las resistencias sociales por la vida. Es imprescindible, entonces, reconocer la importancia de estas luchas para tener una imagen panorámica de los debates políticos contemporáneos, lo que contribuiría a robustecer los estudios sociales en el siglo XXI que demandan métodos, conceptos y herramientas de análisis nuevas frente al incremento de las disputas por los espacios y los reclamos subjetivos por la vida y la salud.
En consecuencia, este trabajo interroga sobre el papel de las empresas y los políticos en la degradación de los espacios sociales, de los ecosistemas socionaturales y, además, describe las estrategias de las luchas sociales que los trabajadores y las organizaciones de víctimas han librado para afrontar dicho peligro. Este aspecto es importante ya que su diagnóstico puede ser útil para articular luchas vitales en el futuro. Así las cosas, a continuación, presentamos la emergencia histórica de prácticas constructivas, las cuales han hecho un uso intensivo de materiales nocivos para la salud humana.
Discusión: Los efectos negativos de los materiales constructivos en la vida planetaria
Estudios actuales han esbozado sendas críticas contra la política espacio subjetiva hegemónica, en tales estudios se afirma que las prácticas constructivas modernas ponen en juego la vida de los sujetos sociales (Vargas-Murcia, 2021). Hoy en día, se puede radicalizar aún más dicha posición y afirmar que las prácticas constructivas modernas juegan un papel determinante en la crisis planetaria medioambiental. Empero, falta aún por discutir un aspecto importante para el análisis de la construcción moderna: los efectos negativos de los materiales de construcción sobre la vida, la cancerización de los espacios humanos (es decir, la exposición y/o fijación de contaminantes cancerígenos en los espacios sociales) y cómo su uso intensivo ha sido confrontado por fuerzas vitales, encabezadas por sujetos sociales, que se resisten a una política comercial de la muerte.
Revisar la configuración de estas industrias y sus mercados, es relevante para comprender las complejas dinámicas políticas de nuestro tiempo, desatacando así las actuales disputas políticas, sociales y ambientales asociadas a la construcción. Este marco de confrontación, de luchas por el espacio y la protección de los sujetos en contra de los efectos negativos de la industria de la construcción, aporta contenido sociopolítico a un tema, en apariencia puramente técnico, como es la construcción y lo convierte en un asunto político que incumbe no solo a expertos.
En efecto, en su proceso de consolidación los mercados industriales de la construcción vieron la necesidad de encontrar nuevos materiales para satisfacer la demanda creciente de la hiperurbanización que vivió el mundo moderno desde finales del siglo XIX. Ambos procesos, industrialización creciente de los mercados constructivos e hiperurbanización como rasgo civilizatorio, se ven reforzados mutuamente en los albores del siglo XIX, todo el siglo XX y alcanzan una escala sin precedentes en lo corrido del XXI. En conjunto, la hiperurbanización del mundo y la consolidación de los mercados industriales, han convertido a la construcción en una fuerza determinante cuyo impacto se deja sentir a escala planetaria, transformando por entero la superficie terrestre, generando paisajes completamente artificiales y, erigiéndose así, como un factor casi geológico que transforma el planeta en su conjunto.
Ahora bien, dentro de la amplia gama de los materiales disponibles en el mercado industrial de la construcción ponemos el acento en aquellos que afectan la vida, el asbesto o amianto es quizás el ejemplo más conocido del comercio de la muerte en la industria constructiva:
Asbesto es el nombre usado para referirse a un grupo de minerales no metálicos, fibrosos, compuestos por silicatos de doble cadena; en algunos países también usan el nombre amianto para referirse a este grupo de minerales compuesto por crocidolita, amosita, tremolita, antofilita, actinolita y crisotilo” (Ossa Giraldo, Gómez Gallego, & Espinal Correa, 2013, p. 54)
El asbesto pronto sobresalió debido a sus prestaciones como un material versátil y duradero. Rápidamente se convirtió en un insumo cuyo uso intensivo marcó de lleno la construcción industrial en el periodo analizado: “Las características físicas y químicas del asbesto hacen que sea un material muy utilizado en la industria en todo el mundo” (Ossa Giraldo, Gómez Gallego, & Espinal Correa, 2013, p. 54).
De origen mineral, el asbesto presenta características únicas que lo convierten en una mercancía apetecida para numerosas industrias, en especial en la constructiva, pues permite desarrollar nuevas y duraderas edificaciones. El uso del asbesto en mercancías, como el fibrocemento y sus derivados, se suele destinar a las viviendas, siendo usado principalmente en tejados, baldosas y tuberías. También se debe reconocer que la durabilidad de los materiales modernos de construcción (el asbesto a la par del hormigón) los convirtió en los preferidos para las vanguardias estéticas de finales del siglo XIX y todo el XX. Por ende, el surgimiento de la “nueva arquitectura” que preconizaba la llegada de las ideas del progreso a los espacios, fue clave para la consolidación de la nueva industria constructiva. En este contexto, la arquitectura moderna impulsada por la industria de la construcción, que le proveía mercancías acordes a sus expectativas, tuvo la capacidad para convertir a la construcción a gran escala en una fuerza de modificación de los espacios en toda la geografía terrestre a una escala global (Davis, 2007, p. 211).
La llegada de los nuevos materiales y sus derivados fue bien recibida por los arquitectos modernistas, pues tales mercancías contribuyeron a la consolidación de su marca estética, en contra las arquitecturas que consideraban antiguas y caducas. Las vanguardias estéticas arquitectónicas del siglo XX y su apuesta estética se vieron reforzadas con el desarrollo de prácticas ingenieriles como, por ejemplo, la producción masiva de nuevos materiales, entre ellos el cemento, el vidrio y el acero. Gracias a la practicidad de los nuevos materiales y la consolidación del sentido estético moderno, la gran arquitectura moderna marca el horizonte de lo que hemos definido como la política hegemónica de los espacios: grandes edificaciones que deben ser la punta de lanza de una modernización de la vida colectiva. Desde su concepción y ejecución, la arquitectura cumple un papel civilizatorio (Mumford, 2007; González, 2007).
En este contexto, el asbesto experimentó un auge comercial sin precedentes, ampliamente explotado en todo el mundo y cuya creciente demanda apenas si se ha reducido en nuestros días. Para Vogel (2009), quien analiza la historia de los efectos negativos del asbesto en la salud humana y los cataloga como un crimen de masas, la invención del asbesto-cemento es todo un hito: “La intervención del asbesto-cemento como material de construcción es el punto de partida de un verdadero boom del asbesto. En 1901 un inventor austriaco, Ludwig Hatschek, registra una patente de un material que llama Eternit” (Vogel, 2009, p. 105).
A pesar de su éxito, pronto se avizoraron fisuras históricas en la arquitectura moderna, producidas por el cuestionamiento de los efectos negativos en la salud humana ocasionados por el uso de materiales modernos de construcción como el asbesto. Se cree, erróneamente, que el conocimiento sobre los efectos negativos de este material en la salud humana es reciente. De hecho, las primeras noticias sobre una relación entre la muerte de las personas y el asbesto se remontan al siglo XIX, justamente en las minas y fábricas en donde el contacto entre el asbesto y los seres humanos se daba de manera cotidiana, particularmente en los trabajadores, quienes fueron los sujetos más expuestos a sus componentes cancerígenos: “Las primeras alarmas se lanzaron hace más de un siglo. Una inspectora de trabajo británica redactó un informe sobre la nocividad de las fibras de asbesto en 1896” (Vogel, 2009, p. 106).
Este informe no fue un hecho aislado, después de aquel, nuevos documentos se sumaron durante las siguientes tres décadas al “expediente” sobre los efectos nocivos del mineral: “La relación entre la exposición al asbesto y el daño pulmonar se conoce desde comienzos del siglo XX, cuando Montague Murray en 1906 y Cooke en 1927 reportaron los primeros casos de fibrosis pulmonar asociada a dicho mineral (10,11)” (Ossa Giraldo, Gómez Gallego, & Espinal Correa, 2013, p. 55).
Las enfermedades asociadas al asbesto son numerosas y hecho documentado prácticamente desde el inicio de su explotación industrial. Los trabajadores han sido sus principales víctimas y quienes han sufrido, con mayor crueldad, las enfermedades ocasionadas por este material. Enfermedades como la asbestosis, el mesotelioma o el cáncer pulmonar, son las principales causas de muerte relacionadas con la exposición al asbesto, pero no las únicas, los seres humanos expuestos también padecen: “placas, engrosamientos y derrames pleurales, y daños del ADN que llevan al desarrollo de cáncer de laringe y pulmón y de mesotelioma” (Ossa Giraldo, Gómez Gallego, & Espinal Correa, 2013, p. 54).
El conocimiento preciso que se ha alcanzado, sobre este nexo, ha permitido establecer, con un alto nivel de certeza científica, que el uso intensivo y la alta exposición a este material constituyen un atentado contra la vida o, como lo ha catalogado Vogel (2009), “un crimen de masas”. En resumidas cuentas, las autoridades de salud, las empresas de construcción y los Estados, han contado con información detallada durante décadas, que no da lugar a dudas sobre la relación entre el asbesto y el cáncer en seres humanos expuestos a las fibras:
Desde los años 30, se dispone de datos médicos precisos sobre la asbestosis. Las primeras investigaciones sobre el vínculo entre asbesto y el cáncer de pulmón se realizaron durante los años 40, el vínculo con el mesotelioma se estableció al principio de los años 60. En definitiva, desde hace 50 años, se sabe que el asbesto está vinculado con patologías mortales, que aparecen a gran escala. (Vogel, 2009, p. 106)
Sin embargo, si décadas atrás el conocimiento científico no daba cabida a la duda, si se había documentado con suficiencia la relación entre asbesto y la muerte ¿por qué se insistió durante estas mismas décadas en la explotación creciente del material y su uso en la vivienda social y pública? ¿Por qué se intentó ocultar esta información al público, desestimar los resultados y mantener la explotación de los materiales cancerígenos a toda costa? ¿Por qué, insistimos, se antepuso la salvaguarda de las empresas fabricantes sobre la salud de sus empleados y de las personas que se expondrían a estos cancerígenos? Estos interrogantes fueron planteados durante años por el activismo social en contra del asbesto, movimiento multiforme capaz de articular una resistencia política en contra del engranaje político/productivo del asbesto, cuyo fin es la protección del uso de cancerígenos y su comercialización.
Lo sujetos en resistencia son víctimas del asbesto o están adscritos a organizaciones de trabajadores, quienes lograron construir una denuncia social en defensa de la vida, buscando la prohibición de este material y la responsabilización de los industriales en el resarcimiento de los daños, con el auxilio de científicos y académicos comprometidos.
La lucha contra el asbesto: señalar la cadena de la muerte
En este punto, cuando se difunden social y colectivamente los informes que evidencian el nexo entre los materiales y la cancerización humana, y mientras se aglutinan en una sola pila los numerosos estudios que enfatizan el nexo necropolítico[2] de la industria constructiva; se pone en entredicho todo el sistema constructivo moderno/industrial. Este es un aspecto crucial: contra la retórica del éxito de la estética moderna, del progreso edificatorio y de las mejoras constantes de la técnica constructiva; se organiza una mirada de alerta y de denuncia social ante los riesgos que representa para la vida la construcción y la arquitectura modernas. Así, esta nueva política/resistente parece fracturar la política moderna espacial: “En definitiva, desde hace 50 años, se sabe que el asbesto está vinculado con patologías mortales, que aparecen a gran escala. Las decisiones políticas tardaron en llegar” (Vogel, 2009, p. 106)
Como se insinuó anteriormente, los sujetos en resistencia fueron capaces de cuestionar el sistema constructivo en su totalidad, apuntando al afán de grandes poderes (industriales y políticos) por anteponer los beneficios empresariales de la industria frente a la salud humana. Para movilizar esa crítica, echaron a andar un marco interrogativo, un conjunto de cuestionamientos al sistema edificatorio, señalaron el contraste entre la importancia atribuida a la vida humana y el lucro económico de las empresas; buscaron identificar los responsables de los hechos y señalar los costes sociales de estas enfermedades. Así, el culmen de la contrapolítica interrogativa es el siguiente: una vez que se tuvo total certeza de ese desastre, ¿por qué no se tomaron las medidas suficientes para proteger a las personas y limitar su exposición a los cancerígenos?:
¿Cómo explicar este enorme retraso? ¿Cómo puede ser que haya un contraste tan fuerte entre reacciones rápidas, por ejemplo, con la gripe porcina y la pasividad del mundo político frente a una causa de mortalidad mucho más importante? Ha habido un lobby muy activo y coordinado de los grupos industriales. (Vogel, 2009, p. 106)
Claramente, vida y lucro adquieren valoraciones distintas de cara a la política hegemónica espacial y edificatoria. En la balanza de los beneficiados y de los perjudicados, hay sujetos sobre quienes se distribuye con mayor crueldad la muerte, sobre quienes se destina una mayor indiferencia. Y, por otra parte, se privilegian las ganancias de otros sujetos, para quienes se garantiza un lucro en alza a costa de la vida de los demás.
Vale la pena, pues, detenerse en este punto en particular: existe una distribución social de la riqueza que tiene también su contrapartida en una particular distribución social de la enfermedad y de la contaminación, dirigidas exclusivamente a sujetos marginados. En Bogotá, así como en otras ciudades de Latinoamérica, se construyen paisajes tóxicos y contaminantes, destinados a afectar únicamente a poblaciones segregadas espacialmente (Molano Camargo, 2019). Este fenómeno de contaminación y toxicidad de los espacios urbanos en la ciudad latinoamericana es conocido como hiperdegradación (Grinberg et al., 2012). Esta expresión de la espacialización de la muerte, se encarna con especial fiereza en los sujetos empobrecidos, racializados o segregados. Un ejemplo importante de ese fenómeno lo encontramos: en el municipio de Sibaté, en el que se han generado espacios cancerizados, territorios hiperdegradados, por cuenta de la explotación de asbesto y su trasformación en un bien de consumo para la industria de la construcción. Este concepto es también un llamado a considerar la acumulación social y espacial de las riquezas y de las enfermedades, para comprender los mecanismos de lucha política contemporáneas en relación con los espacios/territorios.
Así las cosas, son los trabajadores empobrecidos de las minas y las fábricas, y sus familiares, quienes tienden a sufrir desproporcionadamente, en sus propios cuerpos, los efectos negativos de la industria constructiva: “Esta contaminación no afecta por igual a todas las clases sociales: millones de trabajadores y trabajadoras trabajan durante 8 horas o más en condiciones insalubres y expuestas a múltiples sustancias cancerígenas” (Uzkudun, 2022, párr. 1). Los trabajadores y sus familias son las principales víctimas de una muerte silenciosa que conjuga explotación laboral, alienación en el trabajo, condiciones profesionales inhumanas y muertes prolongadas y dolorosas.
La reivindicación de las condiciones dignas en el trabajo se enarbola entonces como una bandera política prioritaria actualmente, pero también adquiere un significado más profundo, ya que reclama la dignificación humana y el cuidado de la vida, tanto del trabajador, de sus familiares y de las personas sobre quienes recaerá con particular violencia la hiperdegradación espacial. Por tanto, el problema de los trabajos como espacio/fuente de cancerización es importante, datos crudos de 2013 permiten arañar la superficie de un drama humano a escala global:
En la actualidad, alrededor de 125 millones de personas en el mundo están expuestas al asbesto en el trabajo y se calcula que todos los años mueren como mínimo 90.000 personas de cáncer de pulmón, mesotelioma y asbestosis debidos a la exposición al amianto por motivos profesionales. (Ossa Giraldo, Gómez Gallego, & Espinal Correa, 2013, p. 55)
Para el año 2022, los datos de enfermedades laborales como el cáncer, asociadas al uso del asbesto, parecen no disminuir. Incluso a día de hoy no se reducen estas enfermedades, aun cuando numerosos países del mundo han reglamentado y limitado el uso, venta, comercialización y producción del asbesto. Es posible, inclusive sentenciar que actualmente sigue primando el criterio productivista sobre la vida:
La OIT estima que en el mundo se dan 666.000 muertes anuales por cáncer de origen laboral; la Comisión Europea apunta a 102.500 muertes año, de las que 88.000 se deben a la inhalación de fibras de amianto. Por tanto, el cáncer que deriva de la exposición laboral a cancerígenos mata 20 veces más trabajadores/as que los accidentes de trabajo. (Uzkudun, 2022, párr. 2)
Estos hechos concretos, cancerización de los espacios de trabajo, mayor exposición de los trabajadores y sus familias a tales riesgos, han convertido a los trabajadores y sus organizaciones políticas en un actor importante en la lucha contra la necropolítica espacial edificatoria. Históricamente, fue en el trabajo, como vimos anteriormente, donde primero se evidenció el nexo entre asbesto y enfermedad; hecho determinante en la emergencia de una política resistente, ya que la organización obrera, gracias a su historia particular, presta una plataforma de acción lo suficientemente capacitada para dar soporte a estas luchas políticas.
Además, y si no fuera suficiente con visibilizar a los trabajadores como unos de los sujetos especialmente vulnerables en la comercialización de la muerte, también debe recalcarse que las clases sociales más vulnerables y los poblados menos favorecidos, les siguen de cerca en esta distribución espacial de la enfermedad. Esto, debido a que son estas clases quienes deben habitar zonas próximas a las fábricas o canteras donde se extraen y manipulan estos materiales. A esta ecuación: “hay que sumar la contaminación ambiental en barrios y pueblos”. (Uzkudun, 2022, párr. 1).
Son poblaciones constituidas principalmente por trabajadores y vecinos de los espacios hiperdegradados, que deben afrontar una suma perversa de condiciones contaminantes, insalubres y hábitos laborales que, en conjunto, los exponen a la degradación de su propia vida. Las víctimas, quienes tradicionalmente no cuentan con la información suficiente y la organización colectiva para afrontar las condiciones del deterioro de su salud, deben atravesar un largo proceso de reconocimiento, concienciación y trabajo colectivo para articular una política de resistencia.
Ahora bien, vale la pena comprender a cabalidad las vías de exposición sufridas por las personas afectadas, puesto que saberlo ayuda a entender los principales mecanismos de articulación política de los sujetos resistentes. Veamos la siguiente cita de Báez Baquet, (2017), en un informe extensamente documentado sobre el asbesto, catalogado como un asesino serial:
Household asbestos affectation comes determined by two access paths of the contaminant: thorough the cohabitation with a worker related to industrial activities where the mineral is present or the fact that the worker has had one of the several works where asbestos is frequently used, or though living nearby the dispersion focus: mine, factory, pier, shipyard, garage, etc. (párr. 168)
En resumidas cuentas, la contaminación por asbesto se genera principalmente por dos vías, además de trabajar directamente con el mineral: (i) por convivencia con un trabajador de la cadena de producción y consumo del mineral; o, (ii) por vivir cerca de focos de dispersión de las fibras cancerígenas: minas, fábricas, muelles, etc.
De esta manera, el trabajo y la habitación en espacios hiperdegradados por estas industrias resultan ser los dos canales para la cancerización de la vida humana: espacios de trabajo y espacios de habitación intervenidos por estas industrias. A continuación, se realiza un breve análisis de estas dos vías de exposición de acuerdo a la experiencia colombiana y las enseñanzas que dejan en las luchas resistentes.
Análisis de las dos vías de exposición al asbesto: el caso colombiano
Las dos vías de exposición al asbesto permiten diagramar las estrategias de lucha diseñadas por los sujetos víctimas frente a la cancerización de los espacios vitales ocasionada por el asbesto (espacios de habitación y del trabajo). La descripción de las estrategias, por su parte, se puede rastrear en numerosas prácticas políticas, desperdigadas alrededor del mundo y analizadas por especialistas en la materia. Así lo deja entrever Vogel (2009), quien vincula ambas estrategias de lucha en una lectura de la política contemporánea contra el asbesto: “La lucha ha comenzado, numerosas organizaciones sindicales y asociaciones de víctimas del asbesto unen sus esfuerzos para evitar la catástrofe” (Vogel, 2009, p. 110).
La primera vía de resistencia vital, por lo tanto, se anida en la lucha de los trabajadores por mejores condiciones laborales y de vida, quienes han denunciado históricamente la afectación laboral asociada con el uso, explotación y modificación de estos materiales y de las prácticas productivas en general, las cuales, cuestan la vida de los seres humanos y someten a la miseria a los trabajadores.
Parte de la práctica resistente, propia de las organizaciones de los trabajadores, se ha fundado en la confrontación ante la vampirización de la vida en el trabajo industrial, desde actividades en apariencia cotidianas, pero de alto impacto: “Algunas fuerzas sindicales, acostumbran a denunciar el subregistro de cáncer y otras enfermedades profesionales” (Uzkudun, 2022, párr. 18). El acto de denuncia es más destacable aún, puesto que ha sido una voz solitaria en periodos importantes de tiempo, en medio de un silencio ominoso de parte de las instituciones públicas, científicas y médicas; ha sido, pues, un llamado capaz de señalar el sistema de enfermedad que es transversal y consustancial a la producción espacial capitalista:
Resulta ilusorio y frustrante, esperar que la visualización la realicen los médicos de una sanidad pública (escasamente conocedores de las condiciones laborales) o unos Servicios de Prevención, (contratados y con presión de la empresa) sin una acción y presión especifica (Uzkudun, 2022, párr. 18)
Por otra parte, los habitantes de territorios contaminados e hiperdegradados, por cuenta de la distribución espacial de la enfermedad, han constituido formas de asociatividad y de lucha reivindicando el derecho a vivir sanamente, a que sus espacios estén protegidos de la presencia de contaminantes y, también, a la exigencia de que les sean provistos medios de sanidad y salud pública para atender las enfermedades que adquirieron por la exposición a la que fueron sometidos sin su anuencia. El proceso de lucha de estos sujetos ha sido tal que han disputado una batalla importante en el orden de los saberes disciplinares (jurídicos y médicos) e, incluso, en escenarios de poder (judiciales y legislativos). A modo de ejemplo, Barragán Alvarado & González Mayorga, (2017), comentan el proceso de cualificación del saber y discursivo alcanzado por estos sujetos sociales en el fortalecimiento de sus luchas, constituyendo así un componente inicial para la configuración de sus estrategias políticas:
El conocimiento de los pobladores sobre asbesto y las patologías relacionadas a su uso ha tenido una transición en el tiempo que ha llevado a que en la actualidad exista un dominio en el tema que anteriormente fue limitado y que no salió a relucir hasta la aparición de enfermedades (p. 94)
De hecho, gracias a su lucha colectiva contra el amianto o asbesto, se pudo movilizar el descontento de médicos, científicos y expertos. De esta se ha elevado la discusión sobre la cancerización de la vida a ser una polémica pública planetaria. Tal disertación incumbe a todos, al punto de forzar una discusión colectiva y sentar las bases para plantear su regulación o prohibición en todo el mundo. Por lo mismo, debido al éxito de las luchas de denuncia contra el amianto, se ha logrado situar un escenario de control político contra la industria que no ha estado exento de dificultades: “A la fecha, 54 países, incluida la Unión Europea, han prohibido el uso de todas las formas de asbesto” (Ossa Giraldo, Gómez Gallego, & Espinal Correa, 2013, p. 57)
Por su parte, las luchas colectivas contra el asbesto y sus efectos sobre la vida humana en el contexto latinoamericano y colombiano merecen una mención aparte. Gracias a las batallas entabladas por estos sujetos, en la primera década del siglo XXI países como Argentina, Chile, Uruguay y Honduras ya habían prohibido el asbesto (Vogel, 2009). Y, debido a este impulso regulador, se empezó a problematizar su uso en otros países del continente llegando inclusive a desestimularse, en gran parte, la producción y su consumo.
De manera específica, en Colombia, la regulación contra el asbesto ha sido un tema difícil y ha enfrentado fuerzas muy poderosas. La lucha ha tenido sus propios mártires quienes han dejado su vida en la búsqueda por frenar la maquinaria productiva del asbesto: “La ley por la cual se prohíbe el uso de asbesto en todo el territorio nacional a partir del 1 de enero del 2021 [...] lleva el nombre de Ana Cecilia Niño”. (Redacción Política, 2022, párr. 1). El movimiento “Colombia sin asbesto”, una iniciativa de las víctimas de este material y liderado por personas como Ana Cecilia Niño buscó, con diferentes medios, presionar para obtener la prohibición del asbesto en el país. Como resultado de su compromiso: “En Colombia, todas las formas de asbesto se consideran cancerígenos tipo A1” (Ossa Giraldo, Gómez Gallego, & Espinal Correa, 2013, p. 55).
La historia de vida de Ana Cecilia Niño, típica de muchas víctimas en el país, es una muestra detallada que sirve al lector para entender el impacto de la comercialización, explotación e industrialización de los materiales cancerígenos para la vivienda en poblaciones enteras, en Colombia y en el mundo. Leámosla en la voz de su pareja que la acompañó en la lucha y le sobrevivió:
‘Ella se expuso a este material en el barrio Pablo Neruda, de Sibaté (Cundinamarca), donde vivió, y debido a los desechos que arrojaba una empresa de materiales de construcción. A los 20 años de ella vivir ahí fue diagnosticada con cáncer’, sostuvo Pineda. (Redacción Política, 2022, párr. 6)
La enfermedad, a la que se condena a pueblos y barrios enteros, como el Barrio Pablo Neruda y todo el municipio de Sibaté, son una evidencia material de la distribución espacial, del reparto existente de la muerte sobre el que hemos reflexionado en este artículo. Sibaté es un municipio ubicado en el departamento de Cundinamarca, a 27 kilómetros de la capital, Bogotá. Es un territorio que ha suscitado el interés de los estudios sociales sobre asbesto, ya que en él se han encontrado altos niveles de residuos del material y altas tasas de enfermedades relacionadas con la exposición al material. Este municipio destaca por la presencia de la industria de fibrocemento a cargo de la empresa Eternit, con alta participación en el mercado nacional, responsable de la construcción de barrios enteros en el municipio y principal proveedor de materiales para la construcción. Además, esta empresa fue cuestionada por sus prácticas industriales y el manejo que ha hecho de los residuos de asbesto. Así las cosas, la hiperdegradación de los espacios urbanos, su encarnación en los cuerpos de poblaciones marginadas y trabajadoras, reflejan un sistema de reparto y distribución de las enfermedades, un despliegue de la muerte en estratos sociales y en espacios humanos marginados.
Entretanto, existe también una distribución del prestigio y la acumulación de capital que, por razones evidentes, no coincide en los mismos espacios, ni en los mismos sujetos con la distribución de las afectaciones. Esta doble partida se ha reflejado en un hecho histórico y repetitivito en todas las latitudes, allí donde se ha librado la disputa desigual, subiste un pulso entre los defensores de la vida y los defensores de la producción de materiales cancerígenos: (i) se ha ignorado y hasta ocultado la evidencia disponible sobre los efectos perversos de estos materiales en la salud humana; (ii) se han ralentizado los procesos de regulación y prohibición, soportados en el argumento de los efectos negativos sobre la economía, la generación del desempleo y la protección a toda costa de la libre empresa.
El hecho histórico citado e incontrovertible tiene en el caso colombiano su propia historia, pues, antes de la promulgación de la Ley 1968 de 2019 que prohíbe el asbesto y el Decreto 0402 de 2021 que reglamenta la ley, el movimiento social tuvo que enfrentar la: “resistencia por parte de políticos preocupados por empresas nacionales fabricadoras de este mineral, en contraste con la lucha de colombianos comprometidos con un país libre de asbesto” (Quevedo, 2021, párr. 8).
Además, la dimensión espacial de la lucha contra el asbesto señala la inscripción geográfica de la cancerización de la vida, como ejemplo: el municipio de Sibaté. Este municipio ocupa un lugar preponderante en la historia que relatamos, pues en sus inmediaciones se encontraba la fábrica más importante de mercancías de fibrocemento (con asbesto): Eternit Colombia S.A. Según varios estudios, la actividad industrial de esta corporación fue la responsable de exponer a los habitantes del municipio al cancerígeno que, a la postre, los condenó a una mayor incidencia de enfermedades asociadas al cáncer y mayor morbilidad (Barragán Alvarado & González Mayorga, 2017).
Así mismo, estudios como el de la Universidad de los Andes, han evidenciado una relación directa entre la actividad económica industrial del asbesto con la degradación ambiental del territorio .Al estar relacionada con la producción de mercancías para la vivienda y la construcción, esta actividad es un elemento central (un acontecimiento histórico significativo) para la presente investigación pues supone una práctica de constitución espacial de notable interés en una doble vía: (i) debido a la construcción de espacios cancerígenos en las viviendas, y, (ii) dada la degradación de los espacios ocasionada por la fabricación de materiales para la construcción.
El resultado de la actividad económica del asbesto ha sido la generación de espacios de cancerización tanto en el suelo y subsuelo, como atestigua el caso de Sibaté. A su vez estas prácticas fueron denunciadas por las comunidades afectadas, las cuales fueron desoídas por las autoridades. En todo caso, la cancerización de los espacios tiene como efecto la cancerización de las poblaciones, un hecho que fue conocido por las industrias, pero que voluntariamente ocultaron, infravalorando los riesgos en beneficio de sus ganancias y la permanencia de su actividad comercial.
Estudios que recogen información como las historias clínicas de los habitantes, les permitió a los científicos afirmar:
que la evidencia sugiere que en el Municipio de Sibaté existe un número elevado de casos de mesotelioma pleural, un cáncer de la capa que recubre los pulmones y que está directamente relacionado con la exposición al asbesto. En el estudio también se confirmó la existencia de zonas rellenadas en Sibaté en las que existe una capa de asbestos en el subsuelo. (Masmela, 2019, párr. 1)
Desafortunadamente, Sibaté no constituye una excepción sino un ejemplo extremo de este tipo de políticas que se afianzan en la muerte y la enfermedad masivas de los seres humanos. Sin embargo, la maquinaria de la muerte no tiene como único objetivo deteriorar solo la vida humana. Por otra parte, a pesar de la resistencia de los empresarios y sus bien aceitados esquemas de lobbies, la presión de las organizaciones de víctimas, de los trabajadores y el respaldo de investigaciones científicas, fueron determinantes para la construcción de agenda legislativa para la prohibición del asbesto en Colombia.
Conclusiones
La cancerización de la vida, ocasionada por la generación de espacios de muerte y degradación, se ha convertido en una triste realidad que define la condición humana en la contemporaneidad. Los espacios sociales, indispensables para el desarrollo de la vida de los sujetos, son degradados sistemáticamente por medio de prácticas que conducen a su contaminación, con ejercicios como la disposición inadecuada de los residuos industriales o, como en el caso aquí analizado, con la producción, comercialización y distribución masiva de materiales cancerígenos que degradan territorios, viviendas y fábricas. Esto se agrava, puesto que tales mercancías se destinan a los hogares, convertidos en espacios potencialmente nocivos.
No se debe considerar, de ninguna manera, que la cancerización de la vida social y de los espacios colectivos son resultado de acciones desafortunadas. Por el contrario, todo nos hace pensar que distintas organizaciones, actores, empresas e individuos, conocieron durante décadas el vínculo indisociable entre la exposición a estos materiales y los riesgos para la vida humana. De acuerdo con nuestra investigación, se puede inferir la existencia de un entramado político, productivo, comercial y social que permitió la exposición de las personas a este tipo de materiales durante décadas; es lo que hemos definido como una política hegemónica de los espacios que en el caso concreto de análisis tiene de suyo una marcada impronta necropolítica, que privilegia la muerte y la ganancia. Reconocer este hecho nos permite comprender que la acción política de los sujetos, en particular de quienes se resisten, constituye la única salida cierta ante este estado de cosas.
Por otra parte, el uso de estos materiales y la distribución de los cancerígenos tienen una historia fragmentaria, dispersa y poco difundida. Es, efectivamente, un hecho que contrasta con las celebradas historias de éxito empresarial o la ceremonia recurrente de la arquitectura modernista y de los logros de la ingeniería moderna.
A pesar del desconocimiento que se pueda tener sobre los efectos perversos de tales materiales, conocer los efectos de la cancerización de la vida es de vital importancia para la acción política del presente. De acuerdo con esto, el estudio cabal de un sistema de producción de la enfermedad y la acumulación de la riqueza, que no escatima el daño humano en beneficio de la generación de capital, hace parte de la urgente tarea por construir espacios vitales más sanos.
Es en este contexto que los críticos, los trabajadores y las víctimas han sabido plantar cara a la cancerización de la vida en los hogares, a pesar de las enormes dificultades con las que se encuentran en sus luchas por la vida. Es en la confrontación y por medio de la acción colectiva, como se han podido evidenciar los efectos de la muerte masiva en el trabajo, en los hogares y en los territorios urbanos/rurales degradados para la producción de estas mercancías. Además, el conocimiento de cómo se articularon los trabajadores y las víctimas en defensa de sí mismos y de sus seres queridos es de suma utilidad para el aprendizaje colectivo y la organización de nuevas resistencias para el futuro, en ámbitos todavía insospechados.
Tristemente, territorios enteros como Sibaté, en Cundinamarca, así como las viviendas construidas con estos minerales y sus ruinas, se convierten en espacios peligrosos que atentan contra la vida humana. Conocer con certeza el impacto de la cancerización general de los espacios sociales no es un asunto fácil de establecer, pero, por limitados que sean los indicios con los que contamos, conocer sobre ellos nos permite levantar una voz de alerta para su necesaria contención. En definitiva, tener una idea aproximada, aun con los datos dispersos con los que se dispone, impulsa la acción social sin titubeos, comprometidos en la lucha por generar espacios sanos y seguros. La inminencia de la muerte, ocasionada por la exposición de los cuerpos humanos a estos minerales es, en sí misma, un argumento concluyente que justifica la lucha colectiva por liberar los espacios sociales de dichos materiales.
El ejemplo sobresaliente de lo que decimos: las víctimas, algunos científicos y legos, como los trabajadores de estas industrias, han explicitado de manera clara el nexo evidente entre la muerte y la comercialización de estos materiales; su intervención ha sido central para derrotar la política hegemónica de la muerte en las grandes arenas políticas, en contra de las empresas beneficiadas y hasta en los medios de comunicación, los cuales se han atrincherado no pocas veces en la defensa de esas mercancías. En suma, la relevante labor de señalar el camino a seguir en una política de vida, en contra de los discursos mercantiles, políticos y jurídicos, solo fue posible gracias a la intensa lucha librada por los mineros, obreros, víctimas, médicos, científicos y organizaciones de derechos humanos que entendieron la importancia de anteponer la lucha colectiva frente a la dicotomía vida/muerte.
Finalmente, las luchas de los trabajadores por espacios seguros y mejores condiciones laborales, de las víctimas por la prohibición del asbesto y los científicos por demostrar la relación entre estos materiales y enfermedades crónicas, han sido determinantes para poner un freno a la expansión de los materiales peligrosos e intentar encontrar soluciones para atender a las personas enfermas, liberar los espacios y contrarrestar los efectos en los espacios ya degradados. Futuras investigaciones podrían tomar el testigo y pensar en cómo las experiencias pasadas pueden iluminar nuevos desafíos que se abren ante una política de la muerte en expansión.
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[1] Candidato a doctor en estudios sociales por la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, en la línea de investigación en Subjetividades, diferencias y narrativas.
[2] El concepto de necropolítica propuesto por Achille Mbembe, es una expresión radical del poder soberano y consiste en la capacidad de decidir quién puede vivir y quién debe morir; tipo de violencia especialmente dirigida contra los cuerpos marginados, racializados y precarizados.