DOI: http://doi.org/10.31048/1852.4826.v15.n2.35192
ARQUEOLOGÍA
Prospección compartida, saberes entrelazados: Una mirada local de la arqueología de las Piedras Blancas, Ambato, Catamarca
Shared survey, intertwined knowledge: A local aspect of the archeology of the Piedras Blancas, Ambato, Catamarca, Argentina
Emilio Alejandro Villafañez*
*Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca, Fundación Azara, Argentina. E-mail: emilio81@gmail.com
Resumen
En este artículo se presentan los primeros trabajos de prospección arqueológica para la localidad de las Piedras Blancas, en el Departamento Ambato, Catamarca. Ubicado en las estribaciones finales de la cumbre del Ambato, esta localidad apenas fue nombrada en la arqueología regional, por lo que nuestros objetivos estuvieron guiados para dar un primer panorama sobre los asentamientos de las poblaciones prehispánicas, teniendo como objetivo primario empezar a entender la lógica del uso del paisaje en las cumbres del Ambato. La metodología de campo fue guiada por la técnica de prospección por sendas, recorriendo las quebradas desde el fondo de valle hasta punta de cumbre, utilizando además sistemas de información geográfico. Tomando como marco teórico la arqueología del paisaje y la antropología reflexiva, consideramos que estas aportan herramientas importantes para entender el paisaje desde una perspectiva local. En cuanto a los resultados obtenidos, logramos relevar 38 sitios arqueológicos hasta niveles altitudinales elevados (superando los 3800 msnm), lo que nos permite pensar en que esta zona de la cumbre del Ambato estuvo ampliamente habitada para el primer milenio de la era.
Palabras clave: Paisaje; Prospección; Reflexividad; Ambato; Local.
Abstract
This article presents the first archaeological surveys for the hamlet of Las Piedras Blancas, in the Ambato Department, Catamarca, Argentina. Located in the final foothills of the Ambato summit, this hamlet has barely been mentioned in the regional archaeology, so our aim included establishing a panorama of the settlements of the prehispanic populations with the primary objective of initiating the understanding of the logic of the use of the landscape in the summits of Ambato mountains. The field methodology was guided by a path prospecting technique, covering the ravines from the bottom of the valley to the top of the summit, combined with using geographic information systems. We applied landscape archaeology and reflexive anthropology as a theoretical framework, which we consider is an important tool to understand the landscape from a local perspective. Regarding the results obtained, we were able to survey 38 archaeological sites up to high altitude levels (exceeding 3800 masl), which allows us to propose that this area of the Ambato summit was widely inhabited in the first millennium of the era.
Keywords: Landscape; Archaeological survey; Reflexivity; Ambato; Local.
Recibido 16-10-2021
Recibido con correcciones 07-02-2022
Aceptado 08-06-2022
Sobre nuestra reflexividad
Admitir la reflexividad en el mundo académico – como sostiene (Guber, 2001) – tiene varios efectos, los que se podrían resumir en que el investigador no es un agente externo en el trabajo de campo, puesto que su discurso (académico, científico y supuestamente objetivo) no solo describe situaciones, sino que también ayuda a crearlas.
La crítica a la idea de mirar al objeto de estudio desde un punto de vista contemplativo (Bourdie & Wacquant, 2005) es quizás uno de los pilares fundamentales de la reflexividad, puesto que esta postura nos invita a entender que “la creación de que los fundamentos epistemológicos de la ciencia social no son independientes ni contrarios a los fundamentos epistemológicos del sentido común” (Guber, 2001: 47).
El concepto de reflexividad nace desde la etnometodología planteada por Garfinkel, esta propuesta toma al lenguaje como un elemento fundamental en la reproducción social, donde descripciones y afirmaciones sobre la realidad no sólo informan sobre ella, sino que además la constituyen.
Es mucho y variado lo que se ha escrito desde la antropología reflexiva, desarrollándose un robusto corpus teórico alrededor de ella. Desde la arqueología este desarrollo no ha sido similar, pero desde hace algunas décadas se ha comenzado un camino lento y sin pausa en relación a estas posturas reflexivas. Rescatamos lo que dice Hodder al entender que la reflexividad implica reconocer el valor de la multivocalidad, la mirada de los pobladores locales y su valor intelectual.
Considero que es importante tener una mirada reflexiva del trabajo de campo, puesto que la reflexividad permite descartar preconceptos y posiciones que muchas veces se dan por sentado, ya que, a diferencia de los etnógrafos, los arqueólogos nos enfrentamos de manera diferente con nuestro objeto de estudio, ya que el mismo no se encuentra con nosotros, y el dialogo que se entabla es con uno mismo sobre la gente que vivió en el pasado (Berggren & Hodder, 2003; Gonzalez-Ruibal, 2006).
Existen múltiples publicaciones que exploran la importancia de la reflexividad y el trabajo de campo arqueológico (Berggren & Hodder, 2003; Criado-Boado, 2016; Gonzalez-Ruibal, 2006; Hamilakis & Anagnostopoulos, 2009; Hodder, 1999, 1999; Politis, 2001; Yarrow, 2003 entre otros), siendo la gran mayoría sobre temas relacionados a la excavación y la puesta en valor de sitios, todos unidos bajo la premisa de que dichos trabajos son con poblaciones que tienen un nexo con el pasado que estudia la arqueología.
En relación a este último punto, para el caso de Catamarca los procesos identitarios de las comunidades indígenas han permitido que los equipos arqueológicos empezaran a trabajar con miembros de dichas comunidades (Delfino et al., 2007, 2013; Haber, 1999), logrando resultados prometedores, permitiendo reconstruir colaborativamente el pasado de dichas comunidades.
En otras zonas de la provincia (como las de Ambato y Paclín), la continuidad de las poblaciones locales con las comunidades indígenas fue truncada por varias razones que aquí no analizaremos. Si bien ese vínculo con el pasado prehispánico es inexistente y, como se verá a lo largo de este escrito, además, no reconocido. Aun así, me parece igualmente válido un dialogo con los pobladores nativos de la zona, partiendo de la idea de que su mirada local sobre el paisaje nos puede aportar una postura distinta a que tenemos nosotros como investigadores. La propuesta que aquí llevamos adelante trata de entender el paisaje actual desde una perspectiva local, para acercarnos de una manera distinta a las lomas y quebradas que nos dispusimos a recorrer en esta travesía.
Por último, debo mencionar algunas ideas sobre el lineamiento de paisaje que quiero exponer dentro de esta postura reflexiva. Considero al paisaje como producto social, esto implica reconocer la existencia de lugares impregnados con valoraciones, significados simbólicos y orígenes míticos, como así también aquellos donde las acciones humanas produjeron modificaciones tangibles (Anshuetz, K.F et al., 2001; Hamilakis, 2015; Heilen, 2005; Pellini, 2014). Las sociedades utilizan el espacio físico como una realidad dada creando una nueva, el espacio humanizado, social, económico, mediante la aplicación de un orden imaginario, simbólico, sentido, percibido, pensado (Criado-Boado, 1999; Ingold, 2010 entre otros). A partir de esta conceptualización de paisaje se establece claramente que, a diferencia de otros seres vivos, los seres humanos no sólo viven en el entorno, sino que crean el suyo propio para vivir o, dicho de otro modo, construyen su propio medio socio-cultural (Gilling et all., 2020).
Sobre la arqueología de Ambato y alrededores
El presente trabajo tiene como finalidad exponer las primeras prospecciones arqueológicas realizadas en la localidad de Las Piedras Blancas, Departamento Ambato. Nuestro objetivo en este articulo es ampliar la base de conocimiento sobre la arqueología regional de la zona, estudiando de que manera las poblaciones prehispánicas se asentaron en una zona de lomas y quebradas elevadas, además de discutir algunas propuestas presentadas y sedimentadas en la arqueología regional sobre como los diversos pisos altitudinales hubieran servido para diversas tipologías de sitios (generalmente las partes de las cumbres para el pastoreo y las secciones de fondo de valle para las viviendas), estudiar esta zona cumbral nos va a permitir comprender de mejor manera las lógicas del habitar en el pasado.
Veamos una parte de los antecedes de Ambato, aunque este Departamento catamarqueño es ampliamente nombrando en la bibliografía arqueológica debido a ser una de las áreas más estudiadas, dichos trabajos se concentraron en lo que para la arqueología fue denominado “el valle de Ambato”, la estribación final del Valle de Catamarca, entre la cumbre de la Graciana-Balcosna hacia el este y las primeras serranías de la cumbre de Ambato al oeste (Pérez Gollan, 1991).
La larga trayectoria de investigaciones del proyecto Ambato, comenzaron en mediados de 1970 con los trabajos de prospección de Heredia y Perez Gollán en búsqueda de posibles sitios de ser excavados (Pérez Gollan & Heredia, 1975). Muy posterior a esto, fueron las intensivas campañas de prospección realizadas entre los años 1990 a 1996 que dieron un panorama bastante amplio de la dispersión y patrón de asentamiento en el valle, destacándose las propuestas tipológicas de Herrero y Avila (ver Herrero & Avila, 1993) y aquellas propuestas desde la arqueología espacial por Assandri (Assandri, 2007, 2010, 2000; Assandri & Juez, 2000; Assandri & Laguens, 1999), entre otros. Hasta esa fecha los relevamientos y excavaciones se habían centrado en la parte media del valle (entre las actuales localidades de Los Castillos y Los Varela), aunque había datos aislados tanto en las partes más septentrionales a la altura de Singuil y hacia el sur como límite máximo Colpes.
Posteriormente ya a mediados de los 2000, Figueroa (Figueroa, 2008, 2010 entre otros) se concentró y dedicó gran parte de sus investigaciones a la temática agrícola logrando relevar un gran número de sitios arqueológicos en la parte media de serranías del Ambato y la Graciana-Balcosna en las Localidad de los Varela, Los Castillos y Chuchucaruana, ampliando considerablemente el área prospectada. En tanto que las cumbres transversales que descienden de las partes más elevadas de la cumbre del Ambato entre las localidades de Las Juntas y Humaya no fueron tomadas en cuenta, aunque son ampliamente conocidas los grandes sistemas agrícolas que se registran en la localidad de Las Juntas, estas nunca fueron sistemáticamente analizadas ni mucho menos se llevaron a cabo prospecciones intensivas en el lugar.
Como podemos observar en este acotado resumen, en el cual se destacan los trabajos de índole espacial (tanto en relación con las viviendas como los sistemas agrícolas), siempre existió una mirada hacia la zona de fondo de valle y parte media de las cumbres del Ambato, obviando la zona cumbral, la cual en este trabajo pretendemos exponer.
Por otra parte, si tenemos que mencionar los trabajos más cercanos sobre las mismas serranías que prospectamos, nos tendríamos que dirigir a varias decenas de kilómetros hacia sur, en la denominada Quebrada del Tala, donde se registraron importantes sistemas agrícolas junto a sitios de vivienda en las lomas y quebradas cercanas al rio del Tala (Fiant, 2015; Melian, 2015; Melian & Villafañez, 2017).
Confrontando miradas
Este es el primer trabajo que realizo fuera de mi área de investigación (figura 1), después de 15 años de estudios en el Cañón de Paclín y de trabajos intensivos en el poblado de Balcosna, localidad de donde me siento parte y tengo un arraigado sentido de pertenencia, me propuse a caminar las lomas y quebradas de Las Piedras Blancas en Ambato.
Figura 1: Plano general donde se puede ver las localidades mencionadas en el trabajo junto con el área de estudio prospectada.
Figure 1: General map showing the localities mentioned in the article together with the surveyed study area.
El primer acercamiento al área de investigación la realicé mediante una prospección pedestre acompañado por un baqueano. Esta misma persona me había informado en más de una ocasión la cantidad de evidencia arqueológica que existía en las lomas. Sin ningún tipo información “científica” (salvo los antecedentes antes mencionados), lo único que conocía era el simple hecho de saber que había “muchas pircas de indios”, según las palabras de mí compañero. Es así que me dispuse a prospectar la zona con Sergio Nieva, paisano de esos pagos, enamorado de sus paisajes y conocedor de lo que para él es su lugar en el mundo.
Aunque Sergio nació en la ciudad de Catamarca, su contacto con el campo lo tuvo desde corta edad ya que sus padres tenían su casa en las afueras de la capital, esto le permitió tener un acercamiento a los quehaceres del campo.
Sus visitas a las Piedras Blancas con su tío desde muy pequeño le permitieron crear un lazo profundo con el lugar, de la misma forma que yo lo había creado con Balcosna. Ese sentido de pertenencia sin ni siquiera haber nacido allí, es el que compartimos y que siempre se hace difícil de explicar, pero que con seguridad los lazos de sangre, la vinculación desde la niñez, la red de relaciones y amistades que con el tiempo se van afianzando y sedimentando nos ha permitido aquerenciarnos. Aunque en la actualidad Sergio cuenta con 46 años su trabajo en la policía de San Fernando del Valle de Catamarca no le impide volver todos los fines de semana a recorrer las cumbres de las Piedras Blancas.
Sergio es un baqueano con saberes acumulados por la experiencia de vida en la zona, algo muy parecido me sucede a mí con Balcosna donde asimilé ese paisaje como propio. Con una historia familiar amplia, que abarca tanto Balcosna como Ambato, que me permite pensar la zona situado en el paisaje que recorro y camino, y que pude plasmar en varios trabajos (Villafañez, 2012, 2013, 2017; Villafañez et al., 2015). Por ello Las Piedras Blancas no implicaron para mi persona un paisaje completamente ajeno, sumado a la presencia de Sergio a mi lado, transitar la cumbre del Ambato me resultó un “tanto familiar”. La decisión de tener un compañero en este viaje fue de suma importancia, ya que Sergio representaba para mí un lugareño que conoce las cumbres de las Piedras Blancas de la misma manera que yo conozco las de Balcosna, así esperaba que el dialogo que podríamos entablar entre un lugareño (o nativo para ser más académico) y un arqueólogo (que a su vez se considera un nativo también), pudiera brindar un conocimiento más profundo de las cumbres, no solo en términos puramente “científicos”, sino también experienciales, de la misma manera que yo lo había hecho en el Valle de Balcosna, pero para este caso tenía un intérprete y yo sería su traductor.
Prospección por sendas
La elección principal para llevar adelante este trabajo, fue lo que denominé en otras publicaciones “sistema de prospección por sendas” (Villafañez 2012, 2013, 2015), puesto que, debido a la topografía típica de las quebradas laterales de las sierras pampeanas, las sendas son la forma más adecuada para el desplazamiento humano. Estas sendas siguen presentes hoy en día en toda la región, y son utilizadas y reutilizadas ya sea para llevar animales a pastar, para salir de cazar, o para fiestas y procesiones patronales, entre tantas otras actividades.
El Sistema de Prospección por Sendas (SPS) me permitió acercarme al paisaje de otra manera, alejándome de las rígidas transectas que, si bien brindan una cierta tranquilidad de objetividad a la hora de recorrer el espacio y lograr una cobertura sistemática, las sendas son las vías de tránsito usadas cotidianamente por los habitantes del valle, y son ellas las que conectan todo; caminarlas es un ejercicio que en estos paisajes de valles y quebradas no sólo es imposible no realizar, sino que sería negar una realidad en aras de una “supuesta” objetividad que desatiende el conocimiento local. Ello no implica presuponer de antemano una continuidad en la forma de transitar de la gente del pasado y la del presente – sin negarlo que la pueda haber existido – sino que pensar en términos de experiencias vividas por otros puede ser una puerta de entrada a las formas de vivir el paisaje del pasado, a otras formas inesperadas o impensadas por nosotros acerca de las relaciones de las personas con el paisaje, actuales y presentes.
Estas sendas nos brindan un modo de conocer el paisaje de manera diferente, al permitirnos comprender que algunos lugares que a priori parecían alejados por la distancia y la topografía pueden conectarse mediante vías que se acomodan a las sinuosidades propias del terreno, y que fueron generadas por gente situada en sus tiempos y espacios, a su vez, en íntima relación con las oportunidades o “affordances” que el paisaje les brindaba a ellas desde su punto de vista.
Además, esta experiencia me permitió llevar adelante un dialogo constante con mí compañero, puesto que movernos por los senderos es algo que la gente del lugar hace prácticamente todos los días, y que Sergio lo realiza casi todos los fines de semana, ya sea para ir a buscar algún animal a la cumbre, salir a pescar o simplemente recorrer los senderos por puro placer. Moverse o transitar por estas sendas no es entonces andar por un camino desconocido, ni algo por descubrir, ya que es un paisaje incorporado, literalmente hecho cuerpo, que no necesita de reflexión para su tránsito, y pone en juego disposiciones del cuerpo, los sentidos y hasta la memoria.
Para los habitantes actuales de la región las sendas son vitales, líneas de caminería que conectan todo y que históricamente les ha permitido y les permite tener contacto con habitantes de otros valles, ya sea al Este (Los Varela, Chuchucaruana, Los Castillos, Balcosna etc.) o hacia el Oeste (Pomán y Andalgalá).
La prospección por sendas aporta más allá del mero hallazgo de los vestigios arqueológicos, ofreciendo un sinnúmero de información, ya sea experienciales, sensoriales o sobre tiempos y distancias que a veces se hacen difícil de tabular en una planilla.
En este sentido, siempre estuvo presente una libreta de campo1 donde llevé anotaciones contantes sobre mis sensaciones personales y la de mi compañero, gracias a esto pudimos reconstruir cómo fueron realizadas las caminatas, indicando las sendas que recorrimos y las estructuras arqueológicas que relevamos.
Una prospección compartida
Quise tener una primera aproximación por lo que llevamos a cabo un recorrido relativamente corto que nos llevó dos días por la cumbre. Recalco la relatividad del tiempo puesto que, si bien fueron apenas dos días andando distancias no muy grandes, el ascenso total hacia las partes más elevadas de la cumbre del Ambato fue brusco. Por ello decidimos prospectar a caballo, lo que hizo posible poder transitar mayores distancias en menores tiempos, permitiéndonos superar niveles altitudinales a los 3800 msnm.
Las lomas que me dispuse a prospectar no las consideraba ajenas, sentía que conocía sus morfologías de arroyos y quebradas, sabía internamente el potencial arqueológico del lugar. Como ya mencioné líneas arriba, la experiencia personal como arqueólogo que ha recorrido departamentos como el Valle Central de Catamarca, Ancasti, El Alto, La Paz, Andalgalá, Pomán etc. me ha permitido tener una percepción del paisaje muy cercana, pero sin lugar a dudas que caminar desde mi niñez un sinnúmero de veces grandes áreas de los Valles de Balcosna-Ambato, me ha marcado más allá de la experiencia profesional como arqueólogo, puesto que es un paisaje vivido e incorporado desde mi infancia; Balcosna es mi casa y Ambato mi patio. Sin lugar a dudas es difícil de explicar la sensación de empatía que puedo experimentar cuando camino por estos paisajes, es un desafío constante poner a prueba esos conocimientos previos en busca de evidencia arqueológica. Entender la lógica social de las sendas me ha permitido siempre moverme con fluidez por las cumbres de mi casa, y así empezar a entender la lógica de emplazamiento de las poblaciones del pasado.
Aparte de eso no quise dejar de lado la experiencia de Sergio quien me había mencionado en más de una ocasión la cantidad de “casas de indios” que cruzaba cada vez que subía a la cumbre.
Quisiera mencionar algo que desde hace tiempo me ha resultado un tanto curioso, ya que al igual que en Balcosna, la mayoría de la gente del lugar no les presta demasiada atención a los sitios arqueológicos (saben que allí están pero no son significativos en términos históricos y sociales); incluso algunas personas pueden pasar por sobre las estructuras y no se percatan en lo absoluto qué son y que representan. El caso de Sergio no es mucho más diferente ya que, según me comentó, había empezado a prestar atención a los sitios después de una visita a una finca en la localidad vecina de Las Juntas, donde le comentaron sobre los grandes sistemas agrícolas que se observan en las laderas de las quebradas. Gracias a esto, y a sus estudios primarios y secundarios, así como por asociación, pudo llegar a entender qué representaban las estructuras de piedra en las cumbres. Además me siento un tanto responsable de haberlo influenciado2, ya que en muchas de mis charlas con él le describía la forma de los sitios que se podían ver en las fotos que me mostraba. Esto llevó que en posteriores salidas al campo él le prestara más atención a los recintos, sistemas agrícolas y diques de contención de agua en los arroyos.
Es así que prospectar a través de las sendas fue un dialogo entre la experiencia personal y (a través de Sergio), con parte de las personas que viven allí y que forman parte del paisaje ambateño.
Ascender hacia la cumbre en busca de sitios arqueológicos es una decisión metodológica importante, que muchas veces está supeditada a la suerte en la elección del lugar por el cual comienzo a prospectar. Hago mención a esto porque podríamos haber elegido alguna de las decenas de sendas que cubren la cumbre, subiendo así por cualquiera de las quebradas laterales, pero fue Sergio quien decidió por dónde empezar a transitar, ya que según sus palabras y la de muchos lugareños que nos cruzamos en el ascenso, podría ver muchas “ruinas”.
Decidimos salir un sábado a media mañana tomando un sendero muy tradicional que muchos pobladores lo usan, bien para ascender a la cumbre en busca de animales, o también para la caza y pesca muy difundida por el lugar. Caminar hacia la cumbre por una quebrada repleta de evidencia arqueológica, y descender por una quebrada lateral que no existía ninguna clase de materialidad3 de las poblaciones pasadas fue la promesa de mi compañero de viaje.
Resultados
El ascenso hacia la cumbre tuvo un recorrido total de aproximadamente 18 km. Desde aquí quisiera comentar como fueron los resultados mediante un relato de como transité hacia la cumbre, aunque el “movernos” a caballo es una experiencia relativamente distinta al caminar, el “andar” por los senderos que todo lo conectan, nos hizo topar con sitios arqueológicos, arroyos, canteras, arboledas, animales (ya sean salvajes o domésticos).
Las dos primeras evidencias que relevamos fueron 3 sistemas agrícolas (sitio 1) en la parte baja de la cumbre al traspasar un arroyo de poco caudal, siguiendo las categorías usadas por Figueroa (2008), se trataron de dos sistemas agrícolas rectos y uno de contorno con más de 50 terrazas de cultivo.
En las lomas cercanas a dichos sistemas agrícolas se registraron un grupo de tres estructuras pequeñas separadas por 100 m cada una. Al igual que las anteriores Sergio me las mostró y me aseguró que les empezó a prestar atención a estos recintos pequeños después de nuestras charlas, antes pasaban completamente desapercibidas.
Nuestro recorrido prosiguió por medio kilómetro aproximadamente hasta adentrarnos en una gran planicie de 1000 metros de largo y más de 200 m de ancho, donde pudimos relevar 14 sitios de diversos tamaños (figura 2), destacándose un muro perimetral de 70 m y recintos de lajas horizontales y muro doble que en algunos casos superaban los 35 x 20 m, con paredes de lajas con una altura superiores al metro. Las distancias entre recintos se encontraron en un promedio no superior a los 40 m entre cada uno, la conexión de inter-visibilidad entre los recintos era constante, evidenciándose recintos de pequeños tamaños 5 x 4 m en cercanías de estructuras mucho mayores. En este caso y debido a la importancia del lugar, Sergio me lo mencionó mientras íbamos ascendiendo, comentando cosas como “vas a ver las ruinas que se encuentran allá arriba” o “es una explanada muy grande llena de casas”, sin lugar a dudas la importancia del área (el conjunto de sitios más grande que encontramos en nuestro recorrido), hizo que tenga un registro visual y espacial, percibiéndolo como importantes o destacables.
Figura 2: Imagen donde se puede ver el tamaño de las rocas que conforman un recinto en comparación con Sergio.
Figure 2: Image showing the size of the rocks that make up an enclosure compared to Sergio.
Posterior a esto, y en los próximos 2 kilómetros, relevamos 6 sitios más que variaban entre pequeñas estructuras rectangulares que en algunos casos contenían subdivisiones internas y otras con recintos adosados. Se destacaron además algunos sitios con paredes realizadas sobre afloramientos de roca natural que superaban los 20 m de largo. Como veníamos viendo en el transitar de la quebrada, los sitios se disponen de manera dispersa pero constante, raramente superaban los cientos de metros entre estructuras. Podíamos observar al movernos por los senderos que muchos de estos sitios se conectan visualmente, y aunque perecería que su disposición era aleatoria, al recorrer siguiendo las líneas de los senderos que comunicaban estas antiguas casas, corrales y/o lugares de vivienda temporales, la necesidad constante de interconexión visual era necesaria.
A partir del sitio 27, recorrimos 5 km sin detectar una sola presencia arqueológica en el paisaje. Recién en una planicie baja y a la vista desde varios cientos de metros, pudimos visualizar dos estructuras contiguas realizadas sobre un importante afloramiento rocoso, dichos recintos confeccionados con muro doble y lajas horizontales tenían 25 x 15 y estaban separados por apenas 10 metros uno del otro (figura 3).
Figura 3: La primera imagen se puede apreciar al fondo las dos estructuras contiguas, en tanto que la segunda es un detalle de las rocas paradas que conforman uno de los recintos.
Figure 3: The first image shows the two adjoining structures in the background, while the second is a detail of the standing rocks that make up one of the enclosures. is a detail of the standing rocks that make up one of the enclosures.
Al retomar el sendero y cruzando un arroyo para ascender por una quebrada estrecha hacia el norte, nos topamos con la noche, allí nos dispusimos a dormir en un alero semi abierto que los lugareños usan con asiduidad y que con seguridad sirvió también de refugio en el pasado. Esa noche después de comer un asado y tomar un par de botellas de vino barato le comenté mi sorpresa sobre la cantidad de cosas que estaba viendo; le dije en más de una ocasión que no había nunca pensando en registrar esa cantidad sitios arqueológicos. Esto avivó su curiosidad y me preguntaba qué pensaba de esas personas que habían vivido allí, sobre la temporalidad y por qué vivían en un lugar tan elevado (estábamos a más de 3000 msnm). Sergio miraba ese paisaje como algo agreste, sin las comodidades que se tiene en el fondo de valle; era evidente la lógica espacial occidental que tenía en su mente. Cosa muy diferente se puede notar hoy en día en lugares no muy distantes como Laguna Blanca, en la Puna catamarqueña, donde los sitios arqueológicos o “antigales” para los lugareños representan sus propios antepasados (Delfino 2007; Delfino et al 2013).
Al día siguiente sobre las mismas lomas donde habíamos pernoctado encontramos con un gran número de sitios arqueológicos, separados en algunos casos por apenas decenas de metros, haciendo difícil distinguirlos y separarlos uno de otros. Se destacaron varias estructuras que utilizaban afloramientos naturales como muros (figura 4). En particular el sitio 35 cuenta con 12 recintos adosados con más de 500 m2, dispuestos también en partes de afloramiento como paredes naturales, muros dobles y simples y acomodándose a la topografía con recintos elevados y otros bajando por las laderas a casi 2900 msnm.
Figura 4: Esta imagen representa uno de muchos ejemplos de la utilización de los afloramientos de roca (flecha superior) para conformar uno de los muros del recinto, seguido de paredes de muro doble de piedra parada (flecha inferior).
Figure 4: This image represents one of many examples of the use of rock outcrops (upper arrow) to form one of the enclosure walls, followed by double wall walls of standing stone (lower arrow).
El camino nos terminó llevando hacia los roquedales de altura donde habitan los chinchillones y tarucas, avizorando el sitio 38 que posee una forma cuadrangular con un tamaño de 120 m2.
Cerca del mediodía nos propusimos descender por la quebrada lateral hacia el sur, y según la promesa de mi acompañante no pude registrar ningún sitio arqueológico. Debo reconocer que esto me llamó poderosamente la atención, ya que topográficamente no se diferenciaba mucho por donde habíamos subido. Los cursos de agua abundaban con arroyos de importante caudal, las lomas eran suaves y aptas para la construcción junto a canteras de granito, esquisto, gneis y cuarzo, idénticas a su homónima del norte, Sergio me mencionó que allí jamás pudieron ver “casas de indios”, un dato curioso que tanto él como yo no pudimos resolver.
Descubriendo velos
Fue importante para mí poder efectuar un relato de cómo y por qué decidí llevar adelante esta prospección, también considero igual de relevante poder mostrar datos cuantificables sobre las evidencias relevadas.
Los primeros 10 km de ascenso pude identificar una importante cantidad de sitios, aunque entre los 2300 a 2700 msnm no se evidenciaron sitios de ningún tipo y clase, desde esta altura hasta pasados los 3000 msnm fue realmente muy sorpresivo el tamaño, forma y cantidad de recintos en niveles tan elevados de la cumbre.
En total se registraron 35 estructuras con recintos (figura 5), las que varían desde apenas unos metros de lado, hasta complejos sitios con docenas de estructuras adosadas y no adosadas, las que en algunos casos hemos podido interpretar como sitios habitacionales, corrales y lugares para almacenamiento. Relevamos apenas 3 sistemas agrícolas con más de 50 terrazas de cultivo. Algunos de los análisis realizados en torno nos permitieron obtener los primeros resultados:
• Se relevaron sitios arqueológicos con recintos simples y complejos, adosados y no adosados, con sectores y con gran diversidad de técnicas constructivas.
• Se registró una alta variabilidad en cuanto a tamaños y disposiciones topográficas de los sitios habitacionales relevados. Proporcionalmente, se registraron pocos sitios de gran tamaño y muchos pequeños.
• Se advirtió cierta regularidad en el emplazamiento de los sitios, los cuales se asientan en los lugares más favorables, con buena visual y cerca de algún curso de agua.
• Los sitios registrados indican una alta ocupación, que no se restringe a un nivel altitudinal específico, aunque existen sectores en los que no fue posible registrar evidencia arqueológica y otros donde abundaban en forma de conglomerados.
• Los análisis de la arquitectura superficial nos recuerda a las evidencias encontradas en los valles vecinos de Ambato, Balcosna y el Valle de Catamarca.
• Siguiendo con la disposición espacial nos llama la atención la altitud de algunas estructuras que superan los 3000 msnm, puesto que nunca se habían registrado sitios de la complejidad y tamaño a esos niveles en la región.
• No pudimos recuperar ninguna clase de evidencia cerámica superficial, por lo que nos resulta difícil realizar un estimativo cronológico. Aunque como ya expusimos líneas arriba, por la morfología similar a la registrada en los Valles de Balcosna, Ambato, todo nos lleva a pensar en sitios que se ubicarían en el primer milenio de la era.
Figura 5: Plano del área prospectada, donde se pueden ver todos los sitios relevados junto a los números de las estructuras mencionadas a lo largo del trabajo.
Figure 5: Plan of the surveyed area, where all the surveyed sites can be seen together with the numbers of the structures mentioned throughout the work.
Palabras finales
No podía realizar este trabajo sin tener una mirada reflexiva sobre los paisajes que recorrimos y la forma en que llevamos a cabo las prospecciones con mi compañero de viaje. Algunas personas que cruzamos por los senderos en nuestro transitar nos comentaban sobre “las casas de los indios”, sobre los caudalosos arroyos y las posibilidades de pesca, caza y recolección de diferentes especies propias de la cumbre, esto me hacía pensar y re-pensar sobre los preconceptos que aún muchos arqueólogos suelen tener sobre las tipologías del habitar, sobre las ideas de la cumbre para las pasturas y la parte de fondo de valle para las viviendas.
Sin lugar a dudas, y pensando en lo expuesto en los primeros párrafos de este trabajo, podemos ver un claro ejemplo sobre la similitud entre los fundamentos epistémicos que existen entre el sentido común y el científico. Por ejm. aún hoy algunas categorías espaciales fundadas en los años 50 a 70 del siglo pasado parecieran seguir inamovibles en la arqueología, pensar en la cumbre como un espacio acotado solo para un tipo de actividad determinada por las condiciones ambientales como ser el cultivo de especies especificas o para el pastoreo de altura, entendiendo que cada espacio tiene su lógica y uso4, es algo que aún se mantiene con fuerza en algunos equipos de trabajo. Lo mismo sucede, y desde otra perspectiva, con los lugareños que se sienten sumamente extrañados al toparse con la idea de que en los roquedales fríos y secos de la cumbre pudo haber gente asentada compartiendo un “poblado”, las miradas vienen de distintos ámbitos, pero en el fondo son compartidas.
Entre las miradas que no son compartidas entre lo académico y local, se relaciona con los tiempos y las distancias: para la gente del pueblo subir a la cumbre es un hecho cotidiano, atravesarlas hacia otros valles es algo común. Por ejemplo, la “cercanía”5 que existe entre Las Piedras Blancas y el amplio salar del Pipanaco en el actual Pomán (25 km. aproximadamente) y su cruce en apenas unas pocas horas, no me dejó de ser llamativo, imaginando así el potencial y constante flujo de personas y bienes, algo que aun la gente recuerda y que, gracias a diversas festividades religiosas, esos pasos aún persisten.
Quisiera hacer un pequeño paréntesis para comentar algo que no estuvo presente de manera explicita a lo largo de este trabajo, el cual trata sobre la cronología de los sitios mencionados. Las diversas dataciones que se realizaron en Ambato, dan un rango temporal amplio, ubicando la mayoría de ellas para el primer milenio de la era, concentrándose alrededor de 600 dc. (Figueroa, 2010; Villafañez, 2013). Pensamos que en las Piedras Blancas se tratarían de los mismos sitios con cronologías similares, debido a la similitud de las técnicas constructivas y forma de las estructuras, claro está que esta es una mera hipótesis que puede cambiar con el avance de los estudios y futuras excavaciones.
Reconstruir las miradas locales sobre el paisaje que caminamos es un ejercicio que todos los que realizamos prospecciones debemos re-aprender, ya que es algo que está corporizado (hablo de ese caminar académico) y rara vez se plantea en el plano discursivo del investigador, puesto que, si es que uno lo piensa bien, la mayoría de las veces es ajeno al paisaje que prospecta. Así las distancias suelen siempre parecer exorbitantes y desmedidas, pues mirar la cumbre del Ambato que supera los 4000 msnm, implica muchas veces pensarla como un atributo topográfico difícil y complejo de franquear.
Caminar (o andar a caballo en este caso) con Sergio, me hizo pensar en los sitios de Las Piedras Blancas de la misma forma que observo mí propio paisaje local de Balcosna, donde no existe una organización impuesta por cuestiones ambientales; es más bien un paisaje salpicado de viviendas, corrales para la cría de animales y sistemas agrícolas para la siembra.
Algo que se puede notar casi al instante al recorrer los senderos es la visibilidad e inter-visibilidad, y aunque solo quedan los cimientos de lo que fueron viviendas (tanto para personas, animales y plantas), el poder mirar y ver hacia esos restos de estructuras a la distancia es algo claro y constante en nuestro recorrido. En nuestro caso queda aún más claro, por ejemplo, cuando Sergio se cansaba de verme anotar, medir, hacer croquis y tomar fotos en un sitio, algo que me llevaba varios minutos, él tomaba el caballo y seguía subiendo o se cruzaba por algún portezuelo a una quebrada lateral y me esperaba en otro sitio, desde allí con un grito o un silbido me marcaba su ubicación.
El ver y ser visto como yo lo estaba haciendo con Sergio, con seguridad pudo haber sucedido en el pasado, y ese grito a la distancia es importante de remarcar. Si uno presta la suficiente atención la sonoridad es vital: plantas y animales se escuchan y nos escuchan a grandes distancias; para los mismos baqueanos que bajan animales de la cumbre, es el sonido y no la vista lo que realmente importa; “pegar un grito” a un animal o marcar con un silbido a una persona que busque quebrada abajo algún ternero rezagado es lo que permite organizarlos. Ver y ser vistos, escuchar o ser escuchados y poder caminar por las sendas para poder encontrarse físicamente fue sin dudas algo de vital importancia y que marcaba un grado de cohesión social entre las personas en el pasado de la actual Piedras Blancas.
La carrera, FME
1. En cuanto a la recolección de los datos “científica”, fue mediante una planilla estandarizada con 75 variables, entre las que se destacan las ambientales, procesos de formación de sitios, formas y tamaños, técnicas constructivas, visibilidad, percepción, etc. Se utilizaron planillas especiales para los arroyos encauzados, terrazas de cultivo, morteros y dispersiones de material. También se realizó un relevamiento detallado de las sendas, tomando tiempos, distancias y realizando track completos con sistema de posicionamiento global (GPS).
2. Algo casi inevitable, reconozco, y más aún en mis primeras incursiones con él donde no estaba realmente sensibilizado al diálogo con él como otro conocedor experimentado, sino como un informante en los términos clásicos.
3. Cuando le pregunté a mi compañero sobre el motivo de esto, no me supo responder con claridad, seguro por que ni él tenía una respuesta, ya que nunca se la había planteado, de la misma manera que tampoco se planteó sobre la lógica espacial de los sitios en la cumbre.
4. Estos puntos de vista propios de la arqueología espacial binfordiana están siendo bastante criticadas en estas últimas décadas, yo mismo me he sumado a dichas críticas en mis trabajos sobre Balcosna.
5. Esta palabra la quise poner entre comillas puesto que es algo que lo repiten contestemente, siempre hablan de lo cerca que se encuentran los valles vecinos, algo que me pasa a mi constantemente cuando pienso en cruce hacia Ambato o las llanuras tucumanas cuando me sitúo en Balcosna. De hecho, más de un colega me preguntó cuántos días se necesitaban para cruzar esas cumbre y grande fue su sorpresa cuando le comentaba que se lo podía hacer en apenas unas horas.
Agradecimientos
Primero que nada, quiero agradecer a mi compañero en esta aventura Sergio Nieva, quien con paciencia y mucha prudencia logramos viajar desde La Capital Catamarqueña hacia la localidad de Las Piedras Blancas, donde pernoctamos y al día siguiente salimos a caballo hacia la cumbre. También quiero agradecer al Dr. Andres Laguens quien me animó a adentrarme en la antropología reflexiva, siendo esta postura teórica el pilar fundamental donde se este escrito se sostiene. Por último, agradecer a la Lic. Estela Maris García por realizar una lectura previa del trabajo, siendo muchos de sus comentarios de gran valor y que aquí están plasmados.
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