Revista del Museo de Antropología
versión impresa ISSN 1852-060X versión On-line ISSN 1852-4826
Rev. Mus. Antropol. vol.14 no.3 Córdoba dic. 2021
https://doi.org/10.31048/1852.4826.v15.n1.36429
RESEÑA
John Arnott: Un acercamiento actual a su mirada antropológica
John Arnott: A current approach to his anthropological perspective
Córdoba, Lorena (2020). Un escocés en el Chaco: John Arnott, misionero y etnógrafo. Cochabamba: Itinerarios, Colección Scripta Autochtona. 356 p.
Natalia S. Reboledo Ruiz Diaz*
*Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales (IICS, UCA-CONICET) E-mail: nataliareboledo@gmail.com
Recibido 04-01-2022
Recibido con correcciones 01-04-2022
Aceptado 07-04-2022
Este libro de Lorena Córdoba recorre la trayectoria de John Arnott con una mirada sobre la vida del religioso anglicano que va más allá de su vocación misional en el Gran Chaco, y que apunta, sobre todo, a su labor como etnógrafo. La publicación pone a disposición de un público más amplio una cantidad de material inédito producido por Arnott que, a su vez, sustenta el análisis realizado por la propia autora.
La historia empieza a tejerse con los inicios de la South American Missionary Society (SAMS), institución religiosa que integró Arnott desde su juventud. Córdoba narra el intrincado recorrido por Sudamérica del anglicano Allen Gardiner, fundador de Patagonian Missionary Society, de la que derivaría luego la SAMS. Más allá de su peculiar muerte en Tierra del Fuego, Gardiner dejó un legado y un camino a seguir por sus sucesores, cuyas trayectorias también son relatadas en el libro. Lo cierto es que finalmente la SAMS llegó al Chaco paraguayo y, luego, al norte argentino, por medio de proyectos misionales liderados por Wilfred Barbrooke Grubb. En San Pedro de Jujuy, los hermanos Leach, dueños del ingenio azucarero La Esperanza, pusieron a disposición terrenos para que los anglicanos instalen sus misiones, ya que la evangelización de los indígenas les resultaba conveniente a la hora de disponer de mano de obra nativa. La autora nos brinda detalles acerca de las principales misiones establecidas en el norte del país: entre otras, la primera estación misional, Los Urundeles, la misión wichí Misión Chaqueña El Algarrobal, Misión El Toba, situada en el paraje Sombrero Negro, o Misión Pilagá, ubicada en Laguna de los Pájaros. John Arnott estuvo a cargo de éstas dos últimas estaciones misionales. Sin embargo, los primeros pasos del joven anglicano como integrante de la SAMS fueron entre los guaraníes del Isoso boliviano.
Basado en esta primera experiencia en Bolivia, el diario que escribió Arnott es publicado y estudiado por Córdoba de manera enriquecedora. A partir de su análisis, descubrimos que la narrativa de Arnott se distinguía entre sus pares anglicanos que apuntaban más bien a registrar asuntos eclesiásticos sin ningún otro matiz significativo. Por el contrario, Arnott se dedicaba a documentar la vida cotidiana de los isoseños, realizaba descripciones individualizadas de los indígenas y acompañaba sus apuntes con diversos dibujos. Gran parte de sus observaciones, además, refieren a aspectos lingüísticos, pues con el aprendizaje del guaraní de los isoseños comenzaba a gestarse su destreza con las lenguas indígenas. También encontramos en el diario sus apreciaciones sobre el entorno natural, notas misceláneas sobre los pobladores criollos y asimismo referencias sobre las discordias con otras instituciones religiosas, principalmente la católica. Además, Arnott describía un contexto hostil perfilado por el período inmediatamente anterior a la Guerra del Chaco, un escenario al que se sumaba la conversión poco exitosa de los isoseños. En este sentido, la publicación constituye un aporte al estudio de ese periodo puntual de la historia sudamericana y a la vez de las dinámicas sociales que caracterizaban a la región en aquel entonces.
Con el cierre de la misión en el Isoso y el inicio de la guerra, Arnott continuó su trayectoria misional en suelo argentino, donde fue asignado a Misión Chaqueña El Algarrobal y, luego, a Misión El Toba. De acuerdo con Córdoba, su labor entre los tobas fue prioritaria, aunque pronto se inauguraría la primera misión entre los pilagás, dado que ambos grupos se encontraban lingüística y socialmente conectados.
El libro describe los diversos problemas que aquejaban a las misiones de la región, como las inundaciones estacionales, las relocalizaciones masivas y los conflictos con la población criolla y los soldados argentinos. En este contexto, fueron los propios pilagás quienes pidieron una misión propia ante los misioneros que trabajaban entre los tobas. Esta misión finalmente fue inaugurada en 1935 en Laguna de los Pájaros (Formosa), lugar elegido por Arnott y su colega Joseph Price. La autora profundiza entonces en la experiencia del misionero en Misión Pilagá, aportando información fundamental para el estudio del proceso de evangelización de estos grupos. El establecimiento religioso comenzó con una significativa concurrencia de los pilagás y el apoyo de los caciques; pero, sin embargo, no logró sostenerse en el tiempo. La misión no consiguió solventar las dificultades propias de la adversa coyuntura chaqueña, a las cuales se sumaron la escasez de alimentos y de agua. A pesar de haber sido dirigida por Arnott, “el más antropológico de los misioneros anglicanos” (Córdoba, 2020, p. 82), esta estación misional no pudo ser relocalizada luego de una gran inundación y finalmente cerró en 1939. Córdoba realiza un profundo análisis sobre los factores que hacen de Misión Pilagá un caso excepcional: es la que tiene más corta duración, la única con población pilagá, la que sólo logra concretar dos bautismos y la única que no consigue reubicarse. El pedido pilagá de una misión se relacionaba con la búsqueda de protección por parte de los anglicanos ante los conflictos con los criollos, los ganaderos, la policía y los militares. Pero, poco a poco, la violencia cotidiana y la matanza de indígenas en manos de dichos grupos dieron lugar a la pérdida de confianza en los misioneros, frustrando las tentativas evangelizadoras. En el diario de la misión, publicado por primera vez en este libro, Arnott desarrolla una narrativa meticulosa de la cotidianeidad de los pilagás, que no omite los conflictos coyunturales, las tareas misionales y las dificultades vinculadas con los vecinos, el clima y el entorno natural.
Progresivamente, los escritos de Arnott evidencian un creciente interés por la antropología y la documentación etnográfica, a partir de lo cual el anglicano fue perfilándose como el “hombre en el terreno” de diversos académicos que estuvieron en la región (Córdoba, 2020, p. 87). En este sentido, se destacan sus vínculos con Alfred Métraux, Jules Henry y Enrique Palavecino, a quienes Arnott aportó innumerables observaciones etnográficas sobre los tobas, los wichís y los pilagás. De forma cautivante, Córdoba reconstruye el carácter preciso de estas complejas relaciones, lo que permite al lector conocer desde otro ángulo a estos etnógrafos y su obra. Es interesante al respecto la valoración que el propio Métraux tenía sobre el tacto etnográfico, la habilidad con las lenguas indígenas y el interés antropológico de Arnott. Si bien la influencia entre ambos era recíproca, gradualmente el anglicano fue consolidando su vínculo con Henry, relegando a Métraux a una suerte de segundo plano. Esta situación provocaría tensiones entre los académicos. No obstante, la autora demuestra que Métraux agradeció varias veces públicamente la colaboración del misionero en sus textos, mientras que Henry y Palavecino jamás lo hicieron, a pesar de que sus investigaciones tenían como base firme la experiencia etnográfica de Arnott.
Este libro, en suma, es una gran contribución al estudio antropológico de la región chaqueña, no sólo porque contiene material inédito sobre una época crítica en la antropología chaqueña y la vida de los indígenas de la región, sino también porque Córdoba contextualiza ese material brindando un análisis profundo del mismo. La obra ofrece un panorama completo del escenario en el que se desenvuelve Arnott durante su estadía en Sudamérica al abordar diversos conflictos coyunturales; describe las adversidades padecidas por los misioneros anglicanos a la hora de llevar a cabo su proyecto evangelizador en el Chaco; devela las tensiones entre los antropólogos que estuvieron en aquel entonces en la región y asimismo la invisibilización académica de la labor etnográfica de Arnott. El análisis, de esta forma, denota un exhaustivo trabajo de investigación realizado por la autora para contarnos esa historia, que no deja de lado ningún aspecto de la vida de Arnott e, incluso, narra sus nuevos rumbos biográficos luego de renunciar a la SAMS. Por último, los diarios, el epistolario con otros académicos y sus propios artículos publicados nos invitan a pensar que John Arnott fue, de modo indefectible, más que un misionero, un verdadero etnógrafo.