Reseña bibliográfica de: Cesano, J. D. (2020). Tres estudios de historiografía argentina. Córdoba: Brujas, 160 pp.

 

Palabras clave: Historiadores; Historiografía; Historia Argentina

 

Keywords: Historians; Historiography; Argentine History

 

Es de celebrar la aparición de publicaciones que contribuyan al enriquecimiento de lo ya sabido o poco explorado acerca de las dinámicas intelectuales, políticas y epistemológicas de la historia de la trama historiográfica en diferentes escalas. El texto que se reseña constituye un acercamiento monográfico a tres figuras/autores que escribieron historia entre finales del siglo XIX y la primera mitad del XX en la Argentina, a los efectos de observar lo que el autor denomina “labor historiográfica”, más concretamente “desde el interior del país”. Para el abordaje de Ramón J. Cárcano, Enrique Martínez Paz y Juan Álvarez y algunas de sus respectivas escrituras, Daniel Cesano resuelve con pericia un diálogo interesante entre algunos materiales primarios y secundarios, estos últimos actualizados. Sin embargo, los estratos de la información pierden de vista la pluralidad analítica entre registros de distinta naturaleza y construcciones historiográficas más o menos actuales, que remiten a bases teóricas muchas veces divergentes.

La escritura de cada uno de estos tres estudios es cuidada y evidencia una meritoria heurística. Se trata de abordajes que se apoyan en una manera clásica de ejercitar la historia de la historiografía, en el que los registros y los historiadores parecen ser vistos en acto de una predeterminación intelectual, con fuerte apego a la dinámica biográfica. Asimismo, exhiben una predilección por entrever “el método”, el pensamiento o las ideas históricas que se traslucen o explicitan, y la historiografía formalizada: incluyendo su “originalidad” y, llegado el caso, su “vigencia”. Sin desmerecer el ejercicio intelectual llevado a cabo en torno a estas figuras, se puede recordar que en los últimos años una historia social y política de la historia ha ido ganando terreno frente a los gestos iniciales, marcadamente idealistas, de análisis. Vinculado a este punto, no se coincide con el autor respecto de que la historia de la historiografía en la Argentina siga siendo “una suerte de cenicienta”, ni en la supuesta escasez de trabajos “tendientes a la reconstrucción histórica de las producciones historiográficas vernáculas”. Existen sobrados elementos para sostener lo contrario: desde el fortalecimiento de las cátedras universitarias y los espacios de formación de posgrado en la especialidad; pasando por la creciente producción científica de publicaciones específicas; hasta llegar a la formación de redes y espacios de trabajo específicamente dedicados a estas problemáticas; entre otros. Lo enumerado ha derivado en una creciente problematización de los posibles objetos del campo. En efecto, se ha desarrollado y desarrolla una amplia discusión teórica, que implica la interrelación de los dominios de la Nueva Historia Política a la Historia Intelectual y a la Historia Cultural, entre otras, resultando en una variación empírica que posibilita, progresivamente, dejar de privilegiar las obras de los historiadores como cuasi único lugar de observación e inscripción de las representaciones del pasado. Mención aparte merece la interpelación de los utillajes del giro memorial y del giro lingüístico, que definen la comprensión del objeto historiográfico en términos emergentes y distantes de toda esencialización.

José Daniel Cesano presenta tres monografías que no pretenden, según puede inferirse, ser pensadas en relación. Sin embargo, el lector avezado no duda en constelarlas, imaginando cuánto de vinculante hay en el macro cuadro de la historiografía argentina de la primera mitad del siglo XX. En ese sentido, y aunque no corresponde en este momento dar cuenta de los procesos significativos y determinantes que se ubican en la señalada temporalidad, Ramón J. Cárcano, Enrique Martínez Paz y Juan Álvarez sin dudas son parte de ese engranaje complejo de los posibles lugares para la historia, prácticas eruditas, definiciones institucionales e intuiciones y representaciones acerca del pasado argentino, aun cuando en el libro que se reseña no se los sitúe en diálogo. Es decir, el texto de Cesano invita a una mirada globalizante aunque no sea de tal modo propuesta, puesto que es imposible no considerar que remiten a un mismo “momento historiográfico”, que bien puede hacerse inteligible tanto por su indeterminación epistémica como por su variabilidad práctica, en el marco de una institucionalización y una profesionalización de la historiografía en ciernes. Por ello, en más de una oportunidad el autor enuncia que estudia “perfiles complejos” o “no sencillos de especificar”: la idea es salvaguardar esa complejidad y hacer de dicha inespecificación una variable teórica central, constitutiva de toda historia de la historiografía que se quiera renovadora.

Otra problemática que se advierte es la vinculada a la posición “provinciana” de los estudiados, a la que el autor otorga preponderancia identitaria. Si bien de “origen interior”, tanto Cárcano como Álvarez resolvieron sus intervenciones intelectuales sin renunciar a la situación estratégica alcanzada a nivel “nacional”, que los demarcaba a punto tal que sus identificaciones socio históricas quedaron sin dudas muchas veces tensionadas con un espectro espacial más amplio, que excedía la provincia: esto es muy evidente en Cárcano, que no escribió historia de ni para Córdoba. Otra cuestión tiene que ver con los perfiles historiográficos, a la hora de considerar que ninguno de los examinados pueda ser visto como portador de las reglas que el oficio lenta y progresivamente exigiría a los historiadores desde el influjo de la Nueva Escuela Histórica. En esa dirección, conviene requerir que las indagaciones no pierdan de vista un conjunto de particularidades, en este caso en lo referente a las adquisiciones metodológicas de estos historiadores no profesionales, que enriquecerían el análisis incluyendo las valiosas descripciones y referencias factuales que se leen en los escritos.

Resulta fácil admitir que para la historiografía argentina de la primera mitad del siglo XX existiera un dominio ultra especializado del saber, a diferencia de lo esgrimido por el autor para demostrar la cualidad de Ramón J. Cárcano en una “labor historiográfica” “no sencilla de especificar”. Conviene pensar que el problema reside en la manera de concebir la “labor historiográfica” de estos intelectuales como parte de una dimensión más o menos autónoma, susceptible de circunscripción, de sus amplísimas preocupaciones culturales y políticas. Opera, ante todo, el recorte teórico que los historiadores de la historiografía efectúan alrededor de un corpus y de un conjunto de representaciones sociales en vistas de la interrogación y de la mirada de conjunto.

Los ensayos de historiografía argentina reunidos en el volumen suman a la variada y cada vez más abundante bibliografía preocupada por el universo de las historias, los historiadores, sus contextos y sus variaciones sociopolíticas y culturales en la actualidad. Asimismo, ahondan en algunos vértices muy interesantes sobre los que resta trabajar para perforar las imágenes estereotipadas del campo historiográfico que priman tanto en la academia como en los discursos sociales.

 

Eduardo Escudero

CIFFyH/Universidad Nacional de Córdoba

 FCH/Universidad Nacional de Río Cuarto

escuderoea@yahoo.com.ar