Alejandro I, una imagen útil para Atenas

[Alexander I, a Useful Image for Athens ]

Gerard Domingo Solá

(Universidad de Valencia)

gerard.domingo123@gmail.com

Resumen

Heródoto muestra la relevancia de la figura de Alejandro I de Macedonia dentro del conflicto con los persas y pone de relieve la complejidad de las relaciones políticas, comerciales y personales que surgieron en el entorno de las guerras médicas. La descripción de la figura de Alejandro I, aliado de Jerjes en su campaña con los griegos, muestra un personaje que sabe sobrevivir y prosperar en un entorno en que, la Macedonia que regenta, juega un papel aparentemente secundario, aunque muy útil. Heródoto, a pesar de la corriente democrática que dominaba Atenas, tiene especial cuidado en proporcionar un tratamiento favorable al monarca, exponiendo las aportaciones de Alejandro I y destacando los beneficios para la causa de Atenas y de los griegos en general.

Palabras Clave: Monarquía; Recursos; Estrategia; Imagen; Ambivalencia

Abstract

Herodotus illustrates the significance of Alexander I of Macedonia within the conflict with the Persians and highlights the complexity of the political, commercial, and interpersonal relationships that developed in the context of the Persian Wars. The description of Alexander I, a Xerxes ally in his campaign against the Greeks, reveals a character who knows how to survive and thrive in a setting where the Macedonian monarchy plays an apparent little but crucial role. Despite the democracy that had taken over Athens, Herodotus took extra care to provide the monarch with a positive treatment, highlighting Alexander I's contributions and the benefits to Athens and the Greeks as a whole.

Keywords: Monarchy; Resources; Strategy; Image; Ambivalence

Recibido: 29/09/2023

Evaluación: 21/11/2023

Aceptado: 24/11/2023

Alejandro I, una imagen útil para Atenas

Heródoto describe a Alejandro I, rey de Macedonia, destacando las virtudes y contribuciones a la causa griega dentro de las Guerras Médicas, a través de diversos relatos y actuaciones del monarca: la embajada persa (5.17-21), la embajada en Atenas (8.136), sobre las Helanódicas (5.22), también acerca de la estatua de oro en Delfos (8.121), en Beocia (8.34), en el Valle de Tempe (7.173) y, finalmente, los planes persas en Platea (9.44-45). La descripción es especialmente positiva, incluso cuando actúa como emisario de Mardonio en Atenas. No obstante, hay que considerar que las historias que Heródoto relata sobre el monarca pueden suscitar, en algunos casos, dudas sobre su veracidad, pero es interesante, de todas formas, ver cómo construye el personaje de Alejandro I. Esta escenificación del monarca macedonio nos lleva a preguntarnos qué persigue Heródoto [1] proyectando una imagen de Alejandro I tan complaciente con la sociedad griega.

Podemos formular varias hipótesis: Heródoto intuye el potencial de Macedonia, tanto económico [2] como geoestratégico [3] y quiere influir en la sociedad ateniense para que Macedonia sea vista como una aliada. Alternativamente, podría reflejarse el anhelo de Heródoto de tener un mediador entre Atenas y Esparta que proporcionara una cierta estabilidad en el mundo griego y Macedonia podría jugar este papel (Cole, 1978, p. 47). Finalmente, Heródoto podría dibujar en Alejandro I la figura del rey diplomático capaz de hacer crecer y enriquecer a Macedonia sin crear grandes conflictos con los vecinos y ser un referente para los gobernantes griegos. Las dos primeras hipótesis mostrarían un Heródoto, interesado en fortalecer la capacidad del mundo griego en general y de Atenas en particular, para aumentar su capacidad de influencia. La tercera tiene un sesgo diferente, en la medida en que Macedonia se desarrolla a través del contacto con el mundo griego, puede ejercer un papel de liderazgo importante. Por otro lado, Heródoto muestra argumentos que apoyan la ascendencia griega de la dinastía macedónica, por lo que podría subyacer en la mente del escritor un cierto anhelo de panhelenismo liderado por Macedonia, que superara la rivalidad entre Esparta y Atenas. Inicialmente, conviene entender si el sujeto de admiración de Heródoto es Alejandro I o es el potencial de los macedonios. La primera hipótesis se decanta hacia el potencial de Macedonia (Hammond y Griffith, 1979, p. 59) como aliada de Atenas (que asume el liderazgo); la segunda apunta a un rol mediador del monarca macedonio, que permita la visualización de un cierto espacio griego basándose en las relaciones culturales, comerciales y también políticas, que estabilizará la relación Esparta-Atenas con el buen hacer del macedonio Alejandro I (Borza, 1982a, p. 13). La tercera, sin embargo, va más allá de una Macedonia mediadora, dibujando un perfil en el que Macedonia tiene sus propios objetivos, siendo Alejandro I clave (Tsolaki, 2018, p. 14). Heródoto vería en el potencial de Macedonia y la habilidad de gobernantes como Alejandro I la oportunidad de crear un espacio griego común, tal vez liderado por los macedonios. Las tres hipótesis se enfrentan a un tema aparentemente opuesto a las concepciones del escritor (y a las del mundo ateniense): la relación con la monarquía. Un aspecto preliminar importante sobre el tratamiento que realiza Heródoto de la figura de Alejandro I, proyectando una imagen tan específica y pulcra, es que no está creando un héroe, sino un referente, no explica grandes gestas, sino actuaciones útiles y eficaces, tampoco critica el comportamiento de los macedonios, en sus conquistas ni en su relación con Persia, ni siquiera que sea el portavoz de los persas en la Asamblea Ateniense. Se preocupa de obviar que Alejandro I es el rey de una monarquía, enfatizando solo lo que conviene para guardar su reputación.

La figura de Alejandro I ha sido tratada dentro del marco y la evolución de la dinastía de reyes de Macedonia. Borza, refiriéndose a fragmentos que hacían referencia a elementos mitológicos macedonios, nos comenta que muy probablemente la dinastía de los reyes macedonios tenía un origen argivo de la dinastía Argéada y que se refugiaron en Macedonia, donde reinaron sobre una población no-griega (Borza, 1999, p. 5). La principal fuente que tenemos de Alejandro I, de todas formas, es Heródoto, que recogió información probablemente en su estancia en Macedonia alrededor del 450 a.C. Históricamente, How y Wells consideraron la conducta del rey macedonio como inconsistente con un comportamiento patriótico, dados los acuerdos con los persas y su vasallaje (How y Wells, 1912, p. 417). Los relatos de las “Historias” proporcionan al rey macedonio un perfil filo-helénico, pero este análisis inicial es matizado por Scaife (1989) y Badian (1994), basándose en un análisis literario e historiográfico sobre cómo trabaja Heródoto. De esta manera, las consideraciones de filo-heleno que Badian (1994), Errington (1981) y Cole (1978) otorgan a Alejandro I son cuestionadas, considerando que a Heródoto no le gustaba la relación de Alejandro I con los medos y trató de gestionar de forma hábil para que solo se realzaran, en su texto, las partes que mostraban sus preferencias helénicas (Borza, 1999, p. 7).

En los apartados posteriores se abordará la relación de Heródoto con el concepto de monarquía, donde debemos clarificar qué se entendía por monarquía en su época y cuál era el posicionamiento del mundo ateniense al respecto. Posteriormente, se desarrollará cómo se refiere Heródoto a las monarquías circundantes y, concretamente, la relación con las tribus ilirias y tracias que se asentaban en el borde septentrional del mundo griego, y nos proporciona el contexto para analizar dos aspectos: la relación estratégica Macedonia-Atenas y la figura de Alejandro I. Con esta base se abordarán las conclusiones en relación con las hipótesis formuladas.

Heródoto y la monarquía

Para entender el posicionamiento de Heródoto respecto a las monarquías, como forma de gobierno, es preciso conocer cómo se pronunciaba sobre estos casos, considerando el entorno de Atenas (Forsdyke, 2001, p. 336). La primera referencia de Heródoto a la monarquía se produce cuando Creso pregunta a la Pitia sobre la duración de su reinado (1.55). En el libro tercero, cuando relata la misión exploratoria de los ictiófagos en Etiopia ordenada por Cambises (3.20), menciona una característica única de la monarquía etíope: el trono lo ocupa el ciudadano más alto y con una potencia física acorde a su estatura. Es también en este libro donde tienen lugar los discursos sobre la mejor forma de gobierno (3.80), dilucidando entre democracia, oligarquía y monarquía. Ótanes (defensor de la democracia) critica que la monarquía permite al monarca hacer lo que quiere sin tener que rendir cuentas. Pero es Darío el que impone su tesis, al defender la monarquía bajo el argumento de la inestabilidad de las otras formas de gobierno (3.82), exponiendo que cuando el pueblo gobierna no hay medio de evitar el libertinaje. Recuerda, además, que fue el monarca el que proporcionó la libertad a los persas como pueblo. En el debate persa es donde se plantea, probablemente por primera vez, la discusión sobre las formas de gobierno y el poder personal, permitiéndonos ver, desde la óptica de Heródoto, la perspectiva de la Atenas del siglo V a.C. acerca del gobierno de otros países. En el debate se contrapone, la isonomía de Ótanes, al gobierno de los mejores de Megabizo y la posición monárquica de Darío que hemos comentado. Los persas representan para el mundo griego la relación entre despotismo y douleía,a pesar de ello y de la animadversión de Heródoto hacia el poder personal, es capaz de proporcionar argumentos que lo presentan de forma más neutra, resaltando las ventajas y virtudes para la población (Plácido Suárez, 2007, p. 132). El debate incluye las tres formas de gobierno planteadas, que no eran nuevas, ya que Píndaro (Pyth. 2.158) las había recogido cincuenta años antes. Durante un tiempo se consideró que procedían de un tratado sofista ático (Asheri, Lloyd y Corcella, 2007, p. 472); sin embargo, el tema central es que, aunque trate de una crisis política en el mundo persa, reproduce la forma griega de elaborar debates e ideas (siendo más propio de un debate entre Clístenes, Iságoras y Pisístrato, que de los nombres anteriormente mencionados), en una época en que los griegos debatían estos temas. Es probable también que la crisis del imperio persa del 522 a.C., provocara debates en la nobleza persa entre el modelo de monarquía tiránica que representaba Cambises y un modelo más idealizado representado por Ciro, situación que era bien conocida por Heródoto y, probablemente, le permitió exponer la situación política (aunque sin tomar partido) mostrando a los griegos que la democracia no era un invento solamente griego y que no era ajena entre los bárbaros (Asheri, Lloyd y Corcella, 2007, p. 473). Finalmente, encontramos en el libro quinto la digresión sobre la historia contemporánea de Esparta y el origen de la doble monarquía (6.551). No son muchas referencias en un texto de esta naturaleza. Sin embargo, si hablamos de basileús, týrannos y monárchos nos encontramos con una realidad diferente. Heródoto nombra en 860 ocasiones la palabra basileús,en19 casostýrannosy en 128 monárchos (Ferill, 1978, pp. 385-398), tema que suscita la duda sobre si Heródoto consideraba estos conceptos como equivalentes o si tenían connotaciones específicas y diferentes. Además, alguna de estas figuras tiene una componente de variabilidad en el tiempo; es el caso de týrannos, que, con anterioridad al 400 a.C., se consideraba una figura popular que libraba al pueblo de los oligarcas. Como veremos, su connotación cambia y se hace más impopular, refiriéndose al gobierno de un líder despótico que fija sus actuaciones y los criterios de justicia, en su propia decisión (Plácido Suárez, 2007, p. 133). La expresión týrannos es la que más controversia genera en la obra de Heródoto, dada la forma vaga y el significado ambiguo que le proporciona. How y Wells argumentan que Heródoto no diferencia týrannos de monarca absoluto (How y Wells, 1912, p. 870), pero también la usó para significar un gobernante ilegal en origen y carácter (Ferrill, 1978, p. 386). En cualquier caso, How y Wells exponen que Heródoto usa ambos términos, týrannos y basileús, para referirse a la misma persona. Esta posición ha tenido seguidores, [4] pero también ha sido discutida (Ferrill, 1978, p. 397) argumentando que Heródoto no usó los términos basileús, týrannosymonárchosde forma indistinta, sino que la palabra týrannos tenía un significado y uso diferente del de basileús. De esta manera, el primero se referiría a un gobernante arbitrario y despótico, mientras que el segundo correspondería a un concepto de rey legítimo. En este contexto, monárchos tendría una connotación de gobernante más neutral en la época arcaica. Como hemos comentado, la forma de ver el poder personal cambia en el tiempo con la evolución hacia la monarquía feudal, las teorías de Maquiavelo y la irrupción de la Revolución Francesa, dando al concepto de tiranía un sentido peyorativo. No fue siempre así en la Edad Antigua y, por tanto, sería conveniente analizar cada caso para ver, en el tiempo, cómo se fraguó esta imagen tan negativa; especialmente, si se tiene en cuenta que ha sido una forma habitual de gobierno a lo largo del tiempo (Plácido Suárez, 2007, p. 165). Es interesante ver cuál era el nivel de aceptación que había en el Ática en tiempo de Heródoto y cómo pudo influenciarle. Ciertamente, el nivel de repulsión hacia la monarquía era alto, pero muy centrado en la propia vida ateniense (Davie, 1979, p. 160). Heródoto tuvo la oportunidad de ver en sus viajes diferentes formas de gobierno, pero no debemos olvidar que su tío tuvo problemas con el tirano Lígdamis de Halicarnaso, razón por la que su familia fue expulsada de la ciudad, refugiándose en Samos. Esta situación personal pudo influir en su forma de juzgar las tiranías. Durante el siglo pasado surgieron varios estudios sobre el perfil del gobierno tiránico arcaico (Sierra Martín, 2014, p. 59). Por un lado, Santo Mazzarino entiende que se produjo en Mileto una crisis aristocrática que abrió paso a un perfil de gobernante apoyado en la violencia (Mazzarino, 1989). Su tesis contrapone el origen griego del término týrannos frente a un origen minorasiático. También Claude Mossé, en la misma línea, apunta a que la aparición de nuevas formas de generar riqueza a través del comercio, permitieron a los tiranos hacerse con el poder (Mossé, 1969). En cualquier caso, la percepción de la tiranía en la época arcaica viene muy condicionada por las fuentes literarias clásicas (Plácido Suárez, 2007). Hemos comentado anteriormente el debate persa, en el que se muestra una ambivalencia respecto a la tiranía, que también manifestó Solón (Davie, 1979, p. 161). Heródoto es consciente que la tiranía y el poder personal acaban esclavizando a la población, por lo que la ambigüedad manifestada en el debate persa esconde un conflicto: el monarca, aunque sea aceptado por la aristocracia y el pueblo, es el único que es libre y es, potencialmente, un tirano que niega la libertad a quienes le apoyaron (Plácido Suárez, 2007, p. 132). Por tanto, incluso conociendo la situación de Atenas respecto de los gobiernos absolutos, es capaz de proporcionar una cierta distancia y mostrar los argumentos en favor del gobierno monárquico con poder absoluto. En la actualidad, no hay un consenso sobre lo que representaron los tiranos griegos en la época arcaica (Dewald, 2003, pp. 25-58). Heródoto nos da la primera narración en prosa de las tiranías arcaicas y de principios de la época clásica, no exenta de la ambigüedad mencionada sobre el poder absoluto, lo cual fomenta que asociemos monarquía con despotismo. Igualmente, cuando se refiere a los gobernantes (týrannos, basileús ymonárchos), emerge una serie de consecuciones positivas para sus súbditos, que generan confusión sobre su posición. Podría considerarse que Heródoto, partiendo de la posición claramente favorable a la isonomía (entendida como igualdad cívica ante la ley) de Atenas (Forsdyke, 2001, p. 332), es capaz de reconocer las virtudes de gobernantes de otros sistemas de gobierno diferentes de la democracia y de tratar las figuras, como Alejandro I de Macedonia, sin especiales prejuicios o prevenciones por el hecho de ser un gobernante absoluto. Es interesante considerar la isonomía[5] como el punto de partida de Heródoto y hasta dónde esta actitud favorece que pueda apreciar los beneficios de sistemas de gobierno que no les son propios. Domingo Plácido nos explica refiriéndose a Hipias: “en uno de los epigramas recogidos por Ateneo, XV 695AB, se considera que con la muerte del tirano proporcionaron a Atenas la isonomía” (Plácido Suárez, 2007, p. 139). Hay que tener en cuenta, de todas maneras, que Tucídides (6.53-55) consideraba que la recuperación de la libertad no tiene nada que ver con la muerte de los tiranos, ya que estos no actuaban por motivos políticos sino personales. [6] De forma similar, hay que considerar que, aunque en Atenas se implantara la isonomía(Schlosser, 2020, p. 75), no suponía que hubiera libertad de expresión (isegoría), ni libertad ante el poder (isokratía). Con todo ello, es difícil extrapolar que los cambios en Atenas influyeran de forma relevante en la consideración de Heródoto respecto a otras formas de gobierno, pero sí muestra una mente abierta y una visión amplia e inclusiva de la realidad de los gobiernos circundantes.

La relación con los pueblos circundantes: el caso de Iliria, Macedonia y Tracia

Heródoto proporciona información sobre los pueblos circundantes al mundo griego en su obra, describiendo costumbres de ilirios, tracios y macedonios, de su relación con los griegos y con el Imperio persa. No ve a estas comunidades como un conjunto uniforme, sino que diferencia muy bien a Macedonia del resto. En el caso de los ilirios, Heródoto no se refiere a Iliria como un espacio geográfico, sino a sus habitantes, los ilirios (Dzino, 2014, p. 49), a los que considera un pueblo de costumbres propias de los bárbaros (1.196) y algunas de ellas similares a las de Babilonia. [7] De alguna manera, Iliria representaba, para el historiador, la antítesis al mundo griego (Wallace, 1998, p. 213) mostrando, en sus lindes, el contraste entre el griego y el bárbaro. Los ilirios, en cualquier caso, tienen una relación importante con el mundo griego, ya que su irrupción, desde la región del Danubio austriaco, supuso la aportación para Macedonia y Grecia de la civilización del Hallstatt. También hay una conexión entre los ilirios y Alejandro I de Macedonia, puesto que Iliria fue un punto en el camino de los tres hermanos expulsados de Argos y que derivó en la fundación de la dinastía macedónica por parte de Pérdicas (8.137) de la que formaba parte Alejandro I. Se constata así la diferencia entre el tratamiento de bárbaros que Heródoto proporciona a los Ilirios y su apreciación por la figura de Alejandro I.

No es mejor la consideración respecto a Tracia. En la discusión actual sobre la naturaleza de Tracia como un grupo étnico (Cameron, 1973, pp. 47-56) o como una estructura organizativa (Hammond, 1980, pp. 53-62) del Imperio persa (satrapía), es fundamental el texto de Heródoto (9.116) que al referirse a la toma de la ciudad de Sesto por parte de Jerjes comenta: “Por cierto que sobre esta provincia ejercía la autoridad absoluta, en su condición de gobernador nombrado por Jerjes, el persa Artaíctes”. Esta afirmación permitió formular la tesis (Pajakowski, 1983, pp. 243-255) de que Sesto fue la capital de la satrapía de Tracia (Skruda) y que Artaíctes fue uno de sus sátrapas. Las tribus tracias [8] tenían, en tiempos de Heródoto, muchos contactos de vecindad con los griegos y una importante comunidad tracia en Atenas. Pero, por otra parte, también tenían la dependencia del Imperio persa, llegando a proporcionar tropas a Jerjes (Matthew, 2021, p. 1460). Heródoto, describe a los tracios como feroces guerreros, que tenían costumbres bárbaras, [9] diferentes de las propias de gentes civilizadas (5.3-8). También aquí se nota la diferenciación con Macedonia, así Heródoto, por ejemplo, nos recuerda la toma de Tracia y Macedonia en 492 a.C. por parte de los persas (6.44), pero puntualiza que Macedonia no había formado anteriormente parte del Imperio aqueménida (a diferencia de los tracios).

El tratamiento que da el historiador a Macedonia es claramente diferente, como hemos comentado. Macedonia es un pueblo que se asentó en las riberas del Bajo Danubio, asimiló elementos de las culturas vecinas (Tracia, Iliria…) y fue gradualmente adaptando la cultura griega dentro de su organización y representaciones oficiales (Borza, 1999, pp. 40-41), sin dejar de mantener su propia lengua (de la que poco se sabe). Pero el tema es más complejo, porque algunos autores (Badian, 1982, p. 33) consideran que no hay suficientes evidencias para afirmar que la lengua macedónica era de raíz griega; sin embargo, otros autores (Hammond, Griffith y Walbank, 1972, p. 13) consideran que las pruebas arqueológicas (artefactos y monumentos) excavados indicarían que los macedonios eran de origen griego (Borza, 1982b, pp. 25-26). De todas formas, no existe un consenso sobre la composición de la población macedónica y actualmente se considera que tuvieron diferentes orígenes étnicos (Engels, 2010, p. 87). Aunque no se sabe con exactitud su procedencia ni en qué parte se instalaron inicialmente las tribus macedónicas, parece que la Baja Macedonia se situaría al norte del monte Olimpo, alrededor del mar Egeo. Deberíamos, por tanto, diferenciar Macedonia como grupo étnico de la situación geográfica que finalmente ocuparía (Hammond, 1995, pp. 120-128). En cualquier caso, la controversia continúa respecto a si la etnicidad puede ser determinada basándose en elementos arqueológicos (Engels, 2010, p. 88). La transformación al filohelenismo no fue nunca un acto de sumisión, al contrario, Macedonia usó la cultura griega para sus propios intereses, permaneciendo siempre intrínsecamente macedonios. Pérdicas I, fundador de la dinastía de los Argéadas (8.134), fue quien comenzó la expansión hacia las llanuras del sur. Heródoto hace un alegato sobre la procedencia griega de esta dinastía (5.22), manifestando que los macedonios se consideran griegos y que él está en disposición de afirmarlo. Su argumento se basa en dos puntos: en primer lugar, nos comenta que Pérdicas I, el sexto antepasado de Alejandro I, se hizo con el poder macedonio. Pérdicas era hijo de Témeno (8.137), hijo de Aristómaco y, por tanto, descendiente de Heracles. En segundo lugar, Alejandro I quiso participar en los juegos Olímpicos, pero lo rechazaron por no ser griego; sin embargo, Alejandro I demostró a los Helanódicas (5.22) su procedencia argiva y, en consecuencia, su ascendencia griega, lo que le permitió participar y ganar en la carrera del estadio. De esta manera, argumenta Heródoto la ascendencia de Alejandro I, probablemente a partir de la información que pudo obtener directamente en su visita a Macedonia. [10] Como vemos, los esfuerzos de Heródoto van dirigidos a la identificación de la clase dirigente macedonia como parte de la Hélade, pero no expresa que el pueblo macedonio comparta los valores propios de los griegos, como la lengua, la religión, costumbres, ni la sangre (Sierra Martín, 2021, p. 165). Su objetivo no es Macedonia como pueblo, sino la afinidad de sus dirigentes con la causa griega.

Macedonia y Atenas una relación estratégica

Las Historias nos proporciona un conjunto de relatos donde los macedonios y en particular Alejandro I muestran su apoyo a la causa helena. La primera es la información que Alejandro I ofrece a Temístocles y Evéneto, sobre su marcha por el desfiladero del Tempe, aconsejándoles (7.173) que se retiraran, dado que el número de soldados enemigos les podían arrollar. [11] La segunda mención, de similar categoría, corresponde a la tarea de prevención desarrollada por Alejandro I en las ciudades de Beocia (8.34). Aunque dichas ciudades eran partidarias de los medos, Alejandro I envió un emisario suyo a cada una de ellas y las libró del saqueo que había padecido toda la Fócide guiados por los tesalios (8.32). Finalmente, debemos mencionar la estatua de oro que fue donada por Alejandro I a Delfos. Esta circunstancia es mencionada por Heródoto (8.121) al explicar la donación a Delfos del botín de Salamina, pero no menciona si fue entregada como resultado de la victoria en la retirada de los persas después de Platea (Sprawski, 2013, p. 55). Es muy significativo el gesto de Alejandro I al colocar la estatua al lado del botín ganado en Salamina; esta ubicación ponía las dos gestas al mismo nivel. Es también interesante observar, en estos tres casos aportados por Heródoto sobre la actitud de Alejandro I en favor de la causa griega, el poco esfuerzo y baja exposición que Alejandro I tenía (aviso a Temístocles, emisarios a las ciudades beocias, envío de una estatua a Delfos) y el gran impacto en forma de propaganda de Alejandro I como favorecedor de la causa griega, máxime cuando en las exposiciones que realiza Heródoto no hay ningún elemento negativo (lo cual considerando que Alejandro I estaba en el bando persa, requiere unas grandes habilidades de Heródoto como escritor). La donación de la estatua por parte de Alejandro I a Delfos conecta con Creso, otro perfil especialmente tratado por Heródoto. Heródoto visitó Delfos hacia el año 440 a.C. y quedó impresionado por las donaciones del rey lidio, lo que probablemente provocó que el escritor le dedicara el primer libro. Entre las donaciones estaba la figura de un gran león de oro (Parke, 1984, p. 209). Ambos gobernantes vivieron entre el mundo griego y el medo, acabaron siendo vasallos de los reyes persas, pero interaccionaron constantemente con el mundo griego, al que, como hemos visto en el caso de las donaciones a Delfos, otorgan un valor moral y cultural muy relevante. No son coetáneos (Alejandro I murió c. 454 a. C., Creso murió c. 546 a.C.), pero captaron poderosamente la atención de Heródoto, especialmente el caso de Creso. La comparación de estos dos personajes nos permite ver las dificultades y circunstancias que tuvo que sortear el rey macedonio. La más relevante es, sin duda, la posición geoestratégica entre dos grandes bloques, que hace muy difícil mantener su soberanía y evitar ser vasallos de los persas y, en el caso de Alejandro I, el verse arrastrado a una unión desigual con Atenas. A pesar de ello, son perfiles poderosos que sobreviven de manera diferente, Creso se hace inmensamente rico, pero no gestiona bien el éxito y acaba sucumbiendo en manos de Ciro. Alejandro I, negocia con los dos bandos y acumula los beneficios de esta política a base de agrandar su reino y riquezas. Creso es sobrepasado por su hýbris, Alejandro I mantiene la calma y selecciona los momentos en que debe actuar si quiere sobrevivir provechosamente. Creso nos muestra los vicios de la tiranía, Alejandro I los beneficios de la monarquía razonablemente equilibrada. Una vez más, Heródoto muestra ambigüedad en la forma de tratar el poder personal. Como nos describe Carolyne Dewald (2021, p. 366) Heródoto usa a Creso para introducir los valores que guiarán el contenido de las “Historias”. [12] Alejandro I representa otro aspecto en Heródoto: los beneficios mutuos del panhelenismo, incluso siendo un vasallo del rey persa.

Desde la perspectiva de mutuo beneficio, se puede entender la aproximación de Atenas a Macedonia y viceversa. La importancia del posicionamiento estratégico en el territorio la tuvo clara Amintas I, rey de Macedonia, capaz, por un lado, de establecer una relación clientelar con Persia y, por otro, ampliar su territorio a las áreas de Anfaxitis, Pella, Ichnae y una parte de Migdonia (Hammond y Griffith, 1979, p. 59). Todo ello, le permitía a Macedonia estar más cerca geográficamente del mundo persa, actuando como una cierta barrera de contención, no por sus capacidades militares, sino por su relación clientelar [13] y familiar con el Imperio persa. Estas actuaciones llevarían a pensar que Heródoto intenta describir una Macedonia mirando solo sus intereses, pero esta expansión (en zonas con abundantes recursos naturales) y los lazos con Persia no pasaron desapercibidos en Atenas, ni tampoco a Alejandro I, que vio en la relación con la ciudad ateniense y con los griegos en general, una forma de proteger su reino. Consecuentemente, estableció acuerdos con Atenas durante el período de expansión imperial ateniense a mediados del siglo V, principalmente para guardar su propio reino de las invasiones atenienses en el norte del Egeo (Borza, 1982a, p. 13).

Por tanto, vemos las actuaciones de Amintas I y su hijo Alejandro I muy enfocadas a realizar un doble juego (Tsolaki, 2018, pp. 14) que contribuyeron claramente a la expansión y al incremento del peso específico de Macedonia a partir de la época clásica. Ante esta situación de mayor relevancia de Macedonia en el mundo griego, no está claro si fue causado por la habilidad de Alejandro I y sus contactos en el ejército griego o por la preferencia de Heródoto, pero se desarrolló una imagen filohelénica potente. Heródoto se centra en Alejandro I para crear esta imagen y deja en un segundo lugar a su padre Amintas I. Probablemente intuye que, cualquiera que sea su intención, la figura de Alejandro I servirá mejor a sus propósitos. [14] Sin duda, la posición geopolítica y la habilidad de los reyes permiten a los macedonios tener interlocutores válidos en los dos lados y realizar una intermediación entre las partes, situación que difícilmente escaparía a la observación del historiador.

Adicionalmente a la estrategia política, no es menos importante la continuada relación comercial entre Atenas y Macedonia, proporcionando madera y minerales desde Macedonia a Atenas (Borza, 1987). La dependencia de la madera de Macedonia no era exclusiva de Atenas, otras ciudades tenían una necesidad similar y establecieron también relaciones comerciales para obtener la excelente madera de Macedonia. Los persas estaban al corriente de este suministro, pero Atenas no mostraba, con anterioridad a Temístocles, ninguna iniciativa importante de crear una flota naval en el Ática (Haas, 1985, pp. 37-46). El uso de la madera en Atenas, en esta época, se concentraba en crear una flota defensiva (Piérart, 1978, pp. 679-680). Por otro lado, el sellado de los cascos requería brea y resinas naturales que también se producían en los bosques de Macedonia. De igual manera, se usaba también la madera [15] para la construcción de grandes edificios públicos en Atenas (Orlandos, 1966, pp. 21-23). En el periodo clásico griego sabemos que se transportaban carros de madera con cuatro vigas de siete metros de largo, cada una con un peso de alrededor de 360 kilogramos (Borza, 1987, p. 37). Cabe resaltar que la situación de Macedonia les permitía realizar estos acuerdos, tanto a nivel institucional como a nivel privado, de forma que el incremento de riqueza de Macedonia se manifestaba también en las arcas de los soberanos macedonios.

En esta dependencia de los recursos macedonios podemos situar la posible relación entre Alejandro I y Temístocles, [16] dos personajes con perfiles similares en su capacidad para aprovechar las oportunidades que se presentaran. No tenemos evidencias de que en el periodo alrededor del 492 a.C. hubiera presencia militar persa en Macedonia, por lo que Alejandro I podría haber realizado acuerdos con otros estados, siempre que no fueran perjudiciales para el rey persa, de esta manera se toleraron las relaciones comerciales con la Atenas de Temístocles. Por su parte, Atenas estaba preocupada por la revuelta jónica, por lo que parece probable que se establecieran estas relaciones comerciales entre ambos dirigentes, máxime considerando el control que Alejandro I tenía sobre la madera y las minas de su territorio. Para Atenas era fundamental el suministro de madera y minerales que, junto a la aplicación de medidas monopolísticas, [17] permitiría la creación de una fuerza naval hegemónica en el siglo V a.C. (Sierra Martín, 2016, p. 1).

El gobierno de la potencia marítima de Atenas estaba en ese momento en manos de Temístocles, por lo que no es demasiado aventurado pensar que se estableciera una relación personal entre ambos dirigentes. Dado el carácter de ambos gobernantes, es plausible preguntarse si había algún acuerdo adicional entre ellos (Cole, 1978, p. 43). Sabemos que Alejandro I de Macedonia ya era próxenos y euergétes sobre el 480/479 a.C. (8.136), resulta comúnmente aceptado que dichos cargos le fueron concedidos, en parte, por la contribución de la madera, dentro del programa naval de Temístocles (482/480 a.C.). Es muy interesante observar que el posicionamiento de Temístocles de justificar la creación de una flota naval basándose en la revuelta jónica y a la guerra contra Egina disuadió a los persas de actuar para evitar el comercio de la madera (Borza, 1987, p. 42). Además, gracias a los acuerdos de Alejandro I con los persas, conservó e incrementó su reino, dejándole en una situación muy favorable con las riquezas que proporcionaban las zonas mineras de la cuenca del Estrimón. Los recursos de la cuenca del Estrimón eran codiciados también por Atenas y las campañas, que muy probablemente alimentó Cimón en Eyón, no fueron del agrado de Alejandro I. Por su parte, Temístocles tuvo importantes desacuerdos con la política de Cimón después de la guerra y su figura se fue eclipsando. Temístocles probablemente hubiera tenido otra posición al finalizar la guerra, buscando formas que no representaran una amenaza para Alejandro I.

Nos preguntábamos hasta qué punto el trato favorable de Heródoto con Macedonia y, en particular, con la figura de Alejandro I, persigue consolidar una relación que puede aportar importantes beneficios para la preeminencia griega y para protegerse del peligro persa. Sin duda, Heródoto no es ajeno a esta relación, tanto entre gobiernos como a nivel personal, y prepara el terreno de forma que sea entendible la relación con Macedonia: primero, mostrando una ambivalencia respecto a la monarquía, que le permite criticarla conceptualmente, pero destacando las cualidades y aportaciones de algunos basileís, monarchoi y también tyrannoi, como hemos visto anteriormente; segundo, al establecer una diferenciación de origen respecto a Macedonia, aportando información sobre la posible descendencia griega de su dinastía y, sobre todo, diferenciándola de las costumbres bárbaras de las monarquías circundantes, como Iliria y Tracia. Es, además, muy relevante la forma en que Heródoto cuida la imagen de Alejandro I, procurando ver siempre la dimensión positiva del personaje (como posteriormente evaluaremos) y, sin embargo, critica de forma feroz y directa a Temístocles, [18] que en teoría fue el artífice de la flota ateniense y de la victoria en Salamina y probablemente un personaje tan ambicioso para sus intereses como lo fuera Alejandro I. Esta diferencia de trato cobraría sentido en el intento de Heródoto de proteger una relación estratégica con Macedonia y crear una imagen para la historia: la dinastía de Macedonia tenía un rey filoheleno. De hecho, en el siglo V a.C. vemos la importancia de intentar mantener una relación estratégica con Macedonia. Durante la Guerra del Peloponeso, Pérdicas II (el rey Macedonio) intenta mantener su trono y su integridad territorial, apoyándose en los espartanos y corintios, hasta que se volvían una amenaza y se aliaba con Atenas, para volver a Esparta dos años más tarde. Demostró una capacidad de supervivencia basada en la deslealtad e inconsistencia con sus aliados, focalizando en los intereses propios. No era fácil mantener una relación sólida con los macedonios. La forma de actuar seguida por Atenas nos muestra su actitud respecto a Macedonia; su estrategia se basaba en fomentar su debilidad en base a apoyar a los opositores de Pérdicas (Derdas y Filipos), asegurándose las alianzas de la liga Ateniense y sacar provecho de la madera y los recursos minerales. Finalmente, los atenienses atacan Terma y Pidna, pero presionados por el soporte corintio a Potidea, les devuelven Terma y llegan a un acuerdo y alianza con Pérdicas II, que participa con Atenas en las operaciones de Calcídica (Errington, 1990, pp. 19-21).

Alejandro I, el rey diplomático de Heródoto.

La construcción de una imagen comporta la capacidad para ensalzar las virtudes relevantes y apreciadas por la audiencia, sin caer en la exageración ni en la fútil admiración. La creación de la figura de Alejandro I, [19] en los términos de Heródoto, conlleva también una carga de utilidad que en este caso supone: recordar los hechos notables acaecidos en el pasado y conocer las causas que condujeron a la guerra. La primera información que Heródoto nos proporciona sobre Alejandro I es francamente decepcionante: la embajada de los persas (5.17-21), para pedir tierra y agua en nombre del rey Darío I, se convierte en un relato novelesco en la corte del rey Amintas I (padre de Alejandro I), en la que Alejandro I demuestra audacia y determinación al asesinar a los embajadores y capacidad para negociar, a través de la boda de su hermana Gigea con el persa Búbares y una fuerte cantidad de dinero. Esta historia tiene pocos visos de ser creíble (Errington, 1981, p. 139), por lo que Heródoto, en esta posible fabulación-exageración, no ayuda a construir la imagen de Alejandro I más que en sectores de la audiencia dispuesta a escuchar estos relatos. En estos casos es donde volvemos a ver en Heródoto tratamientos similares respecto a Alejandro I y Creso. Las historias que encontramos en el libro I sobre Creso son variadas, ya que describe situaciones que en algunos casos repelen la razón, [20] más cercanas a la fabulación que a la narración creíble, y en otros casos ofrecen dudas sobre si realmente pasó como lo describe Heródoto. Es el caso del encuentro entre Solón y Creso (1.30), que crea dudas sobre la cronología de los hechos, ya que Solón debería ser un anciano para que cuadraran las fechas (Branscome, 2021, p. 1348). Alternativamente, muchos académicos ven en este relato el reflejo de Heródoto en Solón, un sabio que ha viajado a diferentes países y considerado como una autoridad y que, sin duda, proporciona una enorme fuerza a las tesis planteadas por Heródoto (expuestas por Solón) en las “Historias”. Por su parte, el mencionado relato de la hermana de Alejandro I tiene también elementos de fabulación para reforzar la imagen de Alejandro I (y no la de su padre Amintas). Algunos académicos, como Badian (1994, p. 107), consideran que la historia de los embajadores en el reino de Amintas es pura propaganda y la unión entre Gigea y Búbares, un acto de sumisión a los persas

Si analizamos la audiencia en Atenas durante la primavera del 479 a.C., en que Alejandro I presenta, en nombre de Mardonio, [21] una propuesta de alianza (8.136-144), nos encontramos con una situación completamente diferente. En primer lugar, aporta un relato más verosímil, adicionalmente, en el tratamiento del discurso de Alejandro I, encontramos elementos muy sólidos para sustentar el interés de Heródoto en generar una imagen diplomática de Alejandro I, alejado de exageraciones, amenazas o intereses particulares. Podríamos considerar que esta es la contribución más importante de Alejandro I como consejero. [22] Desde el punto de vista de Alejandro I, su selección como interlocutor le situaba en una posición difícil, puesto que sustanciaba con su presencia y su mensaje la representación persa en suelo ateniense, cuestión delicada para alguien que tenía una relación tan productiva con Atenas. La estructura de los discursos consta de una introducción sobre la familia real de Macedonia y tres discursos (macedonio, espartano, ateniense). Tanto en la introducción como la exaltación de la lucha de Atenas contra el bárbaro, existe un gran consenso en que son piezas en las que Heródoto potencia la figura de Alejandro I, dentro de un marco y un clima desfavorable (Tripodi, 1986, p. 623). Además, cuando Alejandro I habla, lo hace de forma suave, mostrando su mejor disposición para asegurarse que se obtiene el mayor bienestar para su aliado ateniense, y que, por ello, le aconseja aliarse a Mardonio. La propuesta (8.140) [23] que presenta es: libertad y autonomía a cambio de una alianza con Jerjes, en caso contrario la destrucción segura de la ciudad. Es, sin duda, una pieza de retórica muy significativa, donde Alejandro I maneja la ambigüedad con una gran sutileza, permitiéndole dar una visión equilibrada y ajustada, lejos de mostrar una imagen proateniense. (Tripodi, 1986, p. 623). Alejandro I, a pesar de militar en las filas enemigas, maneja la situación mostrando eúnoia del rey hacia Atenas, y respondiendo a las duras respuestas de los atenienses con un tono suave y positivo, apelando a los lazos que existen entre él y la ciudad (próxenosyeuergétes). Sin duda, podemos ver cómo Heródoto construye una imagen, en el esfuerzo que hace para mitigar los aspectos negativos de Alejandro I y buscar, a través de un cierto proteccionismo de Atenas, que su imagen de amigo de los griegos quedara manchada por este episodio.

Podemos buscar otra explicación al tono y disposición de Alejandro I al realizar la propuesta. En realidad, Esparta no estaba dispuesta a reunir sus tropas con las de los atenienses y detener a los persas en Beocia. Por tanto, cuanto más sugerente y atractiva fuera la propuesta de Alejandro I, más probable sería que los espartanos ofrecieran sumarse a los atenienses. De hecho, la reunión duro un día más, lo cual era insólito en estas embajadas. Alejandro I, su propuesta y su seductora retórica, jugarían un papel de comodín que aceleraría el soporte espartano a los atenienses (Sarakinski y Panovski, 2019, p. 112). Finalmente, la forma y el estilo en que están redactados los discursos (especialmente el ateniense) muestran una inclinación de Heródoto a dirigirse principalmente a una audiencia ateniense, cerrando un círculo de aproximación entre Alejandro I, el rey diplomático que vela por Atenas, y los atenienses que le reconocen como valedor de la ciudad, a pesar de actuar como embajador de Mardonio (Oliver, 2017, p. 66).

Toda la ambigüedad mostrada en el comportamiento de Alejandro en la audiencia de Atenas se torna en claridad en la batalla de Platea (9.44-45). [24] El discurso se realiza de forma directa y, en él, Alejandro I justifica su traición al guiarse por sus ideales (Solmsen, 1944, p. 250). En el aviso de Alejandro I vemos un claro posicionamiento en favor del bando heleno, que refuerza enormemente la construcción de la imagen de Alejandro I como filoheleno. Además, Heródoto, incluye este posicionamiento tan directo en la gran batalla, donde finalmente los dos ejércitos deben medirse, proporcionando un realce mayor al discurso. Al final, se trasluce un mensaje que muestra cómo Alejandro I forma parte del ejército persa, pero no por propia voluntad (Oliver, 2017, p. 66).

Con independencia de las intenciones de Heródoto, los elementos anteriores favorecen la imagen de Alejandro I en el mundo ateniense y le posicionan como referente con el que se puede hablar, negociar y ser útil para la causa ateniense en caso necesario. Atenas tiene, en línea con la segunda hipótesis (se establecía a Alejandro I como posible mediador en el mundo griego), una figura que le aporta recursos y que es capaz de mediar con sus enemigos y rivales. Por otro lado, Alejandro I adquiere una relevancia mayor que le permite posicionar a Macedonia cerca de la poderosa Atenas y, por tanto, satisfacer sus intereses, que estaría dentro de la hipótesis tercera. How y Wells remarcan que los títulos de próxenos y euergétes eran muy deseados por los príncipes y poderes extranjeros (How y Wells, 1912, p. 713) y que se le otorgó especialmente a Alejandro I por sus servicios prestados a Atenas. Este honor le daba una relevancia entre los proxenoi que le permitía posicionar a Macedonia en la cúspide de los aliados atenienses.

Conclusiones

Al observar el trato favorable que otorga Heródoto a Alejandro I de Macedonia, establecíamos una serie de hipótesis para entender las razones por las que el historiador tenía este comportamiento, especialmente cuando con figuras relevantes del mundo griego, como Temístocles, exhiba un comportamiento crítico y en cierta medida desaprobatorio. En el desarrollo de las hipótesis se destaca la comparación entre el monarca macedonio y Creso, ya que son figuras con similitudes y diferencias que permiten ver la posición de Heródoto para crear un referente favorable a la causa griega, en el caso de Alejandro I y una forma de exponer sus ideas morales, especialmente sobre los gobernantes, en el caso de Creso.

También se constata un tratamiento ambivalente respecto a la consideración de los gobernantes (monárchos, týrannos, basileús) de las monarquías vecinas (How y Wells, 1912, p. 870), diferenciando lo que supone la monarquía como sistema político, de las aportaciones realizadas por algunos de sus gobernantes. Esto permite diferenciar la importancia de figuras como Alejandro I del sistema político que rigen. Adicionalmente, el debate persa permite ver la exposición de lo que probablemente eran las discusiones en el mundo griego sobre el modelo de gobierno. Curiosamente, el escritor lo sitúa en la corte persa, tal vez, como reflejo de las posibles discusiones en la nobleza persa sobre el modelo de Cambises o el de Ciro, pero también, en clave interna, para mostrar a los griegos que la isonomía no era un concepto exclusivamente griego.

Las dos primeras hipótesis (función estratégica de Macedonia como aliado y la capacidad de mediación de Macedonia) formuladas al principio apuntan a que Heródoto, tal vez influenciado por las corrientes intelectuales y políticas, mostraba inclinación hacia Macedonia como aliado estratégico (dados sus recursos y posición geoestratégica) y también como mediador que pudiera equilibrar las rivalidades en el mundo griego (por la capacidad que muestran los reyes macedonios para mediar entre vecinos distintos y belicosos). El contexto griego, como hemos visto, facilitaba la creación de una imagen de Macedonia colaboradora con Atenas, dentro de su proceso de expansión en el Egeo (Sierra Martín, 2016, p. 5). El proceso de formación de Macedonia solamente se puede reconstruir basado en hipótesis porque las fuentes son escasas (Sprawski, 2010, p. 131). De todas maneras, la posición que iban ocupando, sus recursos minerales y de madera, su conexión con el mundo griego y la creciente helenización de sus órganos de gobierno, le permite establecerse con una personalidad diferenciada de ilirios y tracios, por ejemplo (Hammond, 1980, pp. 53-62), en un entorno dominado por Atenas y Esparta. Por su parte, el rey Amintas I (padre de Alejandro I) consiguió mantener con Persia una relación clientelar, basada en medios diplomáticos, que facilitó la libertad de maniobra de los reyes de Macedonia en el comercio y expansión de sus dominios. También hay que considerar que el crecimiento de la flota ateniense no era visto como un peligro por el rey persa, ya que, existía la guerra de Atenas con Egina y la revuelta jónica en que estaban inmersos los atenienses (Borza, 1987, p. 33). En este contexto, la relación entre Macedonia y Atenas se convirtió en estratégica, por lo que nuestra primera hipótesis es muy sólida. Además, la forma en que Heródoto prepara el terreno mostrando los argumentos por los que la dinastía de Macedonia tiene ancestros griegos (a diferencia de tracios e ilirios) hace pensar en la voluntad del escritor de mostrarlos aceptables a los ojos de los atenienses. Por su parte, la hipótesis de mediación de los macedonios es más circunstancial, porque no hay elementos para pensar que la mediación de los macedonios entre griegos pudiera tener un resultado similar a la mediación con los persas. Parece que la forma en que Heródoto trata la mediación macedónica entre griegos es más un recurso para afirmar la figura de Alejandro I que una cualidad intrínseca de la dinastía macedónica.

Respecto a la tercera hipótesis, la figura del rey diplomático que sobrevive en un entorno hostil, del que es capaz de sacar provecho para Macedonia, cabe decir que tiene elementos muy sólidos para ser tenidos en cuenta. Alejandro I sitúa a Macedonia en un lugar privilegiado de las relaciones con Atenas durante el desarrollo del imperio naval, siendo el suministrador principal de las materias primas imprescindibles para la expansión ateniense (Sierra Martín, 2016, p. 6). El tratamiento que Heródoto dispensa a Alejandro I es amplio y nada ambiguo: sortea con gran habilidad la pertenencia de Alejandro I a las tropas persas, cuya humanidad hacia los atenienses difícilmente escaparía a la audiencia griega. De igual forma, es claro y rotundo cuando pasa información sobre la batalla a los atenienses: es difícil pensar que Alejandro I no es uno de los nuestros. El historiador crea en el imaginario ateniense una figura que media y ayuda a Atenas, a pesar de las circunstancias en las que se encuentra. Transmite la idea del rey diplomático y filoheleno, en el que, tal vez, Heródoto busca el referente para el mundo griego. En definitiva, toda esta imagen sirve a Alejandro I y a Macedonia para situarse en una posición privilegiada de la que poder sacar beneficio. Esta hipótesis es también muy sólida, porque está basada en el progreso de la dinastía macedónica en la época y en particular del hijo de Alejandro I, Pérdicas II, que supo sacar partido del antagonismo entre Atenas y Esparta, aliándose primero con Atenas, posteriormente con las ciudades griegas y tracias de la costa norte del Egeo contra Atenas, después con Brásidas, el general espartano y, finalmente, se volvió a aliar con Atenas, todo ello para salvaguardar el poder y la influencia económica del reino macedonio (Rossos, 2008, p. 13).

Cabe también mencionar, sin embargo, que no todo el mundo veía las virtudes de Alejandro I como Heródoto. Isócrates, años más tarde, olvidaría referirse a los méritos de Alejandro I en su discurso sobre Filipo II (Sprawski, 2013, p. 56), que comportó desagrado tanto en Atenas (Academia) como en la corte macedonia. Por su parte, actuaciones como la de Beocia o la del valle del Tempe, en que se evitan desastres para los griegos, gracias a la intervención de Alejandro I, serían una forma de actuar muy del agrado de Heródoto, que vería en Macedonia la forma de estabilizar las relaciones en el mundo griego, apelando a la capacidad de los líderes respectivos de encontrar acuerdos útiles. Esta hipótesis estaría en línea con la especulación de Cole (Cole, 1978, p. 47) por la que la relación entre Macedonia y Atenas se basa en la relación entre Temístocles y Alejandro I, descrita anteriormente. En concreto, se sugiere que ambos gobernantes quisieron potenciar el papel de Macedonia para poder actuar como tercer poder dentro del mundo griego y contribuir a estabilizar las relaciones entre Esparta y Atenas.

Finalmente, podemos decir que las hipótesis formuladas, dibujando un panorama en que Heródoto muestra el interés y el beneficio de las dos partes (Macedonia y Atenas) por mantener una relación estratégica a nivel político, comercial, diplomático, pero también a nivel personal (Alejandro I, Temístocles) y, para ello, realza las virtudes del monarca Alejandro I de Macedonia, soslayando los aspectos que pudieran ser considerados negativos para los atenienses argumentando sobre el origen griego de la dinastía macedónica. Alejandro I es el elemento que permite a Heródoto visualizar las ventajas de la relación con Macedonia ante los atenienses, mostrando, en definitiva, la utilidad de dicha relación.

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[1] Se tomará como referencia la traducción de las Historias de Carlos Schrader para la Editorial Gredos (1979-1992).

[2] Cuando Pisístrato estuvo exiliado en esta región (Borza, 1987, p. 32), pudo observar la abundancia y calidad de la madera de Macedonia y la riqueza de las minas del Norte. Pisístrato estuvo en Macedonia exiliado y Heródoto (1.64), nos relata durante su segundo exilio este primer contacto conocido entre Atenas y Macedonia. Durante este periodo, Pisístrato hizo acopio de bienes, estableciendo los festivales en honor de Dionisio y también proporcionando una cierta tutela en el ámbito religioso (Cole, 1975, pp. 42-44).

[3] En su History of Macedonia, Hammond nos advierte que para comprender la dimensión política de Macedonia hay que conocer muy bien su entidad geográfica (Hammond, Griffith y Walbank., 1972, p. 3). No son solamente los recursos en timbre y minerales, sino también la orografía que generó tanto interés en las potencias de la época. Es un territorio de transición entre el entorno mediterráneo y el centroeuropeo. Los ríos y montañas permitían acceso a las tierras vecinas, especialmente en la Baja Macedonia, como comenta Carol Thomas (2010, pp. 65-80).

[4] Carlos Schrader en su traducción del libro séptimo de las Historias comenta: “Como ha demostrado K. H. Waters, Herodotos on Tyrants and Despots, Wiesbaden, 1971, páginas 6-7, el historiador utiliza, indistintamente, los términos griegos týrannos, basileúsy mounarchos para referirse a los tiranos” (1985, p. 209 n. 751). Una de las figuras tomadas de forma indistinta como tirano o como basileús es Fidón de Argos, que muestra cómo la posición de basileús puede acabar en una tiranía al presentarse como continuador de la realeza heroica, pero actuando de forma violenta (Plácido Suárez, 2007, p. 133).

[5] En el debate persa Heródoto, no hace una clara distinción entre isonomía ydemokratía, sin embargo, la primera representa la igualdad ante la ley y la demokratía representaba la soberanía del pueblo. Hay una conexión entre ambos conceptos(Vlastos, 1953, p. 337).

[6] Esta posición de Tucídides ha sido discutida, ya que podría corresponder a fuentes propagandísticas de los Alcmeónidas (Plácido Suárez, 2007, p.139). Fornara, de todas formas, expone que Tucídides condena Harmodio y Aristogitón por no actuar por consideraciones políticas o ideológicas (Fornara, 1968, pp. 405-406).

[7] Heródoto se refiere a la tribu de los vénetos de Iliria (1.196), que tenían la costumbre de llevar a sus hijas al mercado para venderlas en matrimonio (no como esclavas, como nos recuerdan How y Wells en su A Commentary on Herodotus), costumbre que también relató el historiador para Babilonia, considerándolas bárbaras. El escritor Varrón nos explica que los liburnos (uno de los pueblos del véneto), daban una gran libertad sexual a las mujeres solteras, tenían a sus mujeres en común y compartían los hijos hasta los cinco años (Wilkes, 1992). Se ha comentado también la posibilidad de que los reyes Ilirios practicaran la poligamia (Walbank, 1976, p. 268).

[8] La posición geográfica que ocupaban las tribus que conformaban Tracia se situaría entre el Danubio (Ister) y el mar Egeo, similar a lo que hoy sería Bulgaria (Matthew, 2021, p. 1460). De hecho, se cree que Heródoto visitó Tracia en su viaje a los asentamientos griegos en el 450 a.C. (Casson, 1977, p. 3).

[9] En el caso de los tracios la poligamia estaba generalizada, incluso cuando moría el rey, sus esposas competían para ver quién era la favorita. Una vez decidida, el pariente más cercano la degollaba y se enterraba con su marido (5.5-6). La poligamia era uno de los estereotipos que los griegos tenían sobre los pueblos bárbaros, en especial persas y tracios; sin embargo, la exposición de Heródoto tiende más a explicar la diversidad existente que mostrar una civilización inferior. De hecho, la mayoría de los matrimonios en Tracia eran por dinero, al igual que en Grecia (Reverdin et al ., 1990, p. 145). Los griegos diferenciaban esposa de concubinas, como describe por primera vez Heródoto al hablar de las concubinas de los persas (1.135). Esposa y concubinas tenían muchas diferencias, entre ellas las tareas y el estatus social, pero especialmente las esposas aportaban hijos legítimos (Lenfant, 2019, p. 19).

[10] La visita de Heródoto a Macedonia (Borza, 1982a, pp. 8-9) debió ocurrir al principio del reinado de Alejandro I, donde probablemente contactó con los nobles y con Alejandro I (Vasilev, 2016, p. 49), aunque hay académicos que lo ponen en duda (Scaife, 1989,129). Esta afirmación está basada en los relatos de la Suda y del mismo Heródoto. El relato de la Suda especifica que Helénico y Heródoto estuvieron en Macedonia en tiempos de Amintas I, cuya muerte está datada entre el 498 al 495 a.C., periodo en el que Heródoto, muy probablemente, no había nacido. Este error no invalida que Heródoto y Helénico estuvieran en Macedonia, ambos vivieron en el mismo. Es posible que ambos escritores visitaran Macedonia por separado y se entrevistaran con Alejandro I o con su hijo Pérdicas II. Respecto al texto de Heródoto, proporciona informaciones (7.73) sobre Macedonia que debieron provenir de la corte macedónica o de los ciudadanos. En cualquier caso, menciona que visitó Tasos (2.44), Abdera (8.120) y Potidea (8.129) y tal vez Acanto (7.117), proporcionando detalles concretos sobre la vida de los panonios (Vasilev, 2016, pp. 31-38).

[11] La forma en que Heródoto explica esta situación muestra claramente el esfuerzo que hace para posicionar, de forma favorable a la causa griega, la figura de Alejandro I. Ante el consejo que los macedonios les brindaban, los griegos siguieron sus indicaciones (pues las mismas les parecían acertadas y, además, el proceder del macedonio revelaba simpatía hacia su causa). En mi opinión, sin embargo, lo que motivó su retirada fue el pánico” (7.173). Probablemente, Heródoto enfatiza esta situación, pero el aviso de Alejandro I a Temístocles para que abandonaran el valle del Tempe no se ha considerado tan crítico como el autor describe (Scaife, 1989, p. 131).

[12] Brevemente serían: No se puede medir la felicidad por el poder y riqueza acumulada. Las acciones humanas tienen consecuencias que pueden ser graves si las premisas son inadecuadas (Dewald, 2021, pp. 366-369).

[13] Amintas I tiene una relación clientelar con Persia con un grado de libertad importante. Errington explica que probablemente nunca fue entregada la “tierra y agua” a Darío, a pesar de la promesa de Amintas I (Errington, 1981). Probablemente, las relaciones se arreglaron a través de la unión de Gigea y Búbares (Xydopoulos, 2012, pp. 29-30) manteniendo una cierta relación clientelar hasta que Mardonio subyugó a los macedonios en 492 a.C., cuando ya estaban todos los pueblos de la zona bajo el control persa (Balcer, 1988, p. 15).

[14] Alejandro I tuvo varios sobrenombres, entre ellos el de filoheleno. No hay unanimidad acerca del momento en que se le dio este sobrenombre, algunos académicos consideran que se le otorgó en vida de Alejandro I como consecuencia de la construcción deliberada de esta imagen y en agradecimiento a su comportamiento en la guerra con los persas, por otro lado, no se le podría haber dado después de su muerte dado que las relaciones entre Atenas y Macedonia se deterioraron. Otra versión aduce que el nombre se le dio en el segundo siglo a.C. para distinguirlo de Alejandro Magno. Finalmente, el apelativo de filoheleno indica que no es heleno de procedencia, con lo que crea dificultades en la consideración que la dinastía a la que pertenecía Alejandro I fuera griega. Heródoto se refería al término filoheleno como no-griego (Sprawski, 2013, p. 45).

[15] La construcción de las grandes obras del siglo V a.C. en Atenas requería una calidad y cantidad de materiales importantes, por ejemplo, las vigas del Partenón podían llegar a tener longitudes entre 10 y 16 metros de longitud (Orlandos, 1966, pp. 21-23).

[16] Cole (1978, p. 37). La hipótesis de la conexión entre Temístocles y Alejandro I se fundamenta en la edad de los dos gobernantes, para Alejandro I la fecha de nacimiento estaría entre 514/511 y la de su muerte no antes de 454 a.C., mientras que Temístocles, su nacimiento se podría fechar en 524/523 y el de su defunción alrededor del 459 a.C. (Cole, 1978, p. 38). Por tanto, ambos tienen una edad muy similar. Por otro lado, Plutarco nos dice que Temístocles visito los juegos Olímpicos entre 504 y 496 a.C. La hipótesis más plausible es que Alejandro I entrara en el estadio entre 504 y 500, con lo que Temístocles y Alejandro I podrían haber coincidido en la evaluación del comité olímpico para ver si Alejandro podía competir. De ser así, esta sería una ocasión en que las dos relevantes figuras se encontraran (Cole, 1978, p. 40).

[17] No olvidemos que Pericles promovió el edicto de Mégara, en que les prohibía comerciar con ningún miembro de la Liga de Delos, mostrando así su hegemonía y un control monopolístico del comercio en la zona. El edicto era la consecuencia de una serie de imposiciones y tributos en el uso del mar Egeo y, en concreto, en el caso de Mégara le impedía comerciar con los puertos de la Liga. Aristófanes criticó (Ach.499) duramente a los promotores del decreto. Mégara no fue la única que sufrió el rigor de Atenas, ya que otros decretos obligaban a los miembros de la Liga a comprar sus productos en Atenas, este es el caso de Metone en la costa de Macedonia (Sierra Martín, 2016, p. 13).

[18] Heródoto critica duramente a Temístocles, considerándolo un personaje codicioso que utilizaba en beneficio propio su capacidad para amenazar a amigos y enemigos si estos no entregaban importantes cantidades de dinero (8.112). En realidad, la crítica pudo obedecer a una actitud moralizante por parte de Heródoto, mostrando que espera del comportamiento de un gobernante (Romm, 1998, p. 189). Probablemente, este gobernante representara el nuevo modelo de líder, con una personalidad compleja, ajustada a sacar el mayor beneficio en cada situación. Podemos ver su actitud en Esparta, donde es considerado como un héroe (8.124) y, por otro lado, Heródoto le recrimina que fuera a Esparta para ser adulado. Es capaz de tomar las ideas de otros y hacerlas propias (8.58), recibir sobornos (8.5), pero también de expresar sentimientos nobles y piadosos para favorecer su promoción (8.109), lo cual muestra un tipo de comportamiento que no es del agrado de Heródoto (Romm, 1998, p. 188).

[19] Heródoto nos traslada una visión de los héroes que está entre la concepción de la era Heroica y una visión más útil como referente moral, sin que haga distinción clara entre las dos concepciones. También muestra poco escepticismo respecto a los detalles de la vida de los héroes, asumiendo en ocasiones (1,67-68) sus atributos clásicos (Vandiver, 2021, p. 679).

[20] Como por ejemplo la invocación e intervención de Apolo para que apagara la pira donde estaba Creso (1.84). Para una lista más exhaustiva, podemos encontrar una amplia lista de casos en el capítulo uno del libro de Fehling (1989, pp. 12-87), aunque los argumentos empleados para evaluar cada caso sean discutibles.

[21] La estrategia de Mardonio, descrita por Heródoto (8.136), se fundamenta en la ventaja que le proporciona un acuerdo con Atenas para controlar el mar o también considera el oráculo, Heródoto no lo deja claro y como dice Schrader en la nota 704 del libro octavo “Que los oráculos hubieran aconsejado una iniciativa diplomática es una mera deducción del historiador, pero si manifiesta el peligro del poder que adquiriría Mardonio con este acuerdo”.

[22] Scaife (1989, p. 131). Mardonio elige a Alejandro I como interlocutor por varios motivos: principalmente, por su probada amistad con Atenas y sus relaciones comerciales, pero también por su estatus de monarca emparentado a través de su hermana Gigea con los persas (Oliver, 2017, p. 65). También hay que considerar que los persas no estaban especialmente impresionados por el ejército Macedonio, ya que presentaron poca resistencia, tampoco se puede decir que sus consejos influyeran de forma notoria en el transcurso de la guerra y además la figura de Alejandro I no tenía una especial relevancia en su tiempo. Es una figura útil para los persas y Heródoto lo muestra como útil y referente para los griegos (Scaife, 1989, p. 137).

[23] Como nos comenta Schrader en la nota 735 del libro octavo, la propuesta que expone Alejandro I tiene tres partes: “EI discurso de Alejandro se halla articulado en una triple gradación, al referir el mensaje de Mardonio, en el que se halla incluido el de Jerjes, y añadir su propio comentario a la situación, con lo que se consigue un clímax creciente”.

[24] Se ha comentado también la posibilidad de que esta acción estuviera ligada con la recompensa que implicaba los honores depróxenosyeuergétesy que Alejandro I habría actuado para obtener una visión favorable de la monarquía macedónica (Cole, 1978, p. 41).