Emociones, sensibilidades y experiencias juveniles en la primera mitad del siglo XX. Un análisis del Colegio Ward a través de la prensa estudiantil

[Emotions, Sensibilities and Youthful Experiences in the First Half of the 20th Century. An Analysis of Ward College through the Student Press]

Iván Orbuch

(Universidad Nacional de Hurlingham - CONICET)

ivan.orbuch@unahur.edu.ar

Resumen

El presente artículo aborda la construcción de las emociones y las sensibilidades en la educación secundaria en la primera mitad del siglo pasado. Para ello realizaré un estudio sociohistórico sobre las experiencias juveniles en un colegio de elite en la provincia de Buenos Aires. La institución educativa puede definirse como singular dado que reúne una serie de características poco frecuentes en la época, como el hecho de ser mixta, privada y destinada a las clases acomodadas. Las fuentes de la investigación serán las publicaciones estudiantiles en las que es posible examinar las relaciones de significado entre las actividades culturales, artísticas y deportivas promovidas por la institución y la educación de las emociones y las sensibilidades.

Palabras clave: Experiencias Juveniles; Emociones; Sensibilidades; Colegio de Elite

Abstract

This article addresses the construction of emotions and sensitivities in secondary education in the first half of the last century. To do this, I will carry out a sociohistorical study on youth experiences in an elite school in the province of Buenos Aires. The educational institution can be defined as unique given that it meets a series of unusual characteristics at the time, such as the fact that it was mixed, private and intended for the wealthy classes. The sources of the research will be the student publications in which it is possible to examine the relationships of meaning between the cultural, artistic and sports activities promoted by the institution and the education of emotions and sensitivities.

Keywords: Youth Experiences; Emotions; Sensitivities; Elite College

Recibido: 13/03/2023

Evaluación: 04/04/2023

Aceptado: 03/07/2023

Emociones, sensibilidades y experiencias juveniles en la primera mitad del siglo XX. Un análisis del Colegio Ward a través de la prensa estudiantil

El presente artículo procura comprender las formas que adoptó la educación de las emociones y sensibilidades de la juventud argentina en la primera mitad del siglo XX. Para llevar a cabo la investigación, se estudiará el Colegio Ward, una institución a la que asistía un alumnado de alto poder adquisitivo. A su vez, se busca caracterizar la experiencia juvenil construida por las y los estudiantes del colegio de elite en relación con su posición social de privilegio. La hipótesis que guía este trabajo es que en el Colegio Ward se construyó, para la época señalada, una particular educación sobre las emociones y las sensibilidades diferenciándola de otras propuestas educativas.

Esta investigación se sustenta en las investigaciones propias del campo de la historia de la educación en Argentina que han aportado al estudio sobre las transformaciones de las emociones y las sensibilidades. Procura establecer un fructífero diálogo con aquellos trabajos que consideraron que las emociones y las sensibilidades constituyen dimensiones fundantes de las prácticas de las y los estudiantes dentro del ámbito escolar, y del mismo modo hacen comprensibles las motivaciones subyacentes en los procesos sociales y culturales (Pineau, 2014; Galak y Southwell, 2019; Kaplan, Szapu y Arévalos, 2023). Su originalidad y contribución consiste en la búsqueda por producir conocimiento sobre la construcción social de la subjetividad en diversos contextos históricos, comprender en profundidad las variaciones sociohistóricas en la educación de las emociones y sensibilidades, así como las experiencias juveniles de la comunidad escolar. Desde la perspectiva de un estudio de caso, también constituye un aporte a la historia de la educación puesto que algunos enfoques tienden a las generalizaciones basadas en análisis esquemáticos utilizados para interpretar procesos históricos complejos en los que intervienen distintos factores y que han estado más dedicados a pensar el ciclo primario público que la educación secundaria privada.

La presente investigación analizará el lapso que abarca de 1933, año de la radicación de la institución en su actual domicilio sito en el oeste del Gran Buenos Aires, hasta 1950, a tono con el corte temporal propuesto por los organizadores del dossier. En el plano político fueron años caracterizados por la inestabilidad y por sucesivos golpes de Estado, práctica inaugurada en 1930 y que continuó de allí en más. Una de las consecuencias de la interrupción del orden constitucional fue el creciente peso de dos actores protagónicos: el Ejército y la Iglesia Católica quienes forjaron una alianza duradera. En 1943 se produjo el segundo golpe de Estado en Argentina. Entre sus principales protagonistas se encontraba Juan Domingo Perón, quien desde la Secretaría de Trabajo y Previsión se ocupó de dar entidad a viejas demandas laborales y comenzó a acumular poder, lo que fue clave en ocasión del 17 de octubre de 1945 cuando sus seguidores lograron rescatarlo de la prisión a la que lo habían sometido sus enemigos internos. En 1946 fue electo presidente por la vía constitucional, cargo que ocupó hasta su destitución en 1955. A la hora de realizar el abordaje de las emociones, las sensibilidades y los modos en que se dieron las experiencias juveniles en el Colegio Ward en la primera mitad del siglo XX se torna relevante considerar que este fue el lapso en que la cultura de masas se desarrolló en el mundo occidental. En ese contexto se popularizaron el uso de la radio, el cine, la televisión y el teatro como auxiliares educativos y artefactos culturales que podían incidir en la educación del campo de estudios descripto (Galak y Orbuch, 2021).

Una pregunta relevante en la presente investigación pasa por realizar una definición de lo que significaba ser joven en los inicios del siglo pasado. Feixa y Pallarés (2000, p. 25) sostienen que la juventud es una construcción social que “proyecta diferentes discursos, estereotipos y realidades, siempre en zozobra, con continuidades y rupturas, que no están exentas del influjo del conjunto de la sociedad y de sus modificaciones constantes. Por lo que hablar de la juventud no es otra cosa que hablar de la sociedad, y es imposible entender los cambios de los y las jóvenes sin comprender los cambios en el conjunto social”. Cammarota (2014) plantea que la juventud es un concepto relacional de categorías como el género, la clase social y la etnia. Cabe mencionar que el grueso de los trabajos que abordan el surgimiento de la juventud (Vommaro, 2013; Nuñez, 2013; Manzano, 2018), se encuentran mayormente caracterizados por analizar la génesis de ese grupo a partir de las transformaciones culturales y políticas acaecidas en la década inaugurada en 1960, con pocas excepciones (Cammarota, 2014; Ramallo, 2017).

Respecto a las contribuciones teóricas que un análisis de las emociones y sensibilidades aportan a la historia de la educación, cabe señalar que ambas categorías han sido históricamente un objeto de estudio marginado en el campo de las ciencias sociales (Kaplan y Krotsch, 2018), lo cual torna relevante su estudio y su incorporación en las investigaciones sobre historia de la educación. Buscando explicar este lugar subalterno, Alastuey (1999) advierte sobre la existencia de un abandono epistemológico respecto a la dimensión emocional del ser humano, puesto “que el proyecto de la modernidad se identifica con el destierro de las emociones, con su represión y encubrimiento” (p. 223). Por el contrario, desde la perspectiva del giro afectivo, las emociones y las sensibilidades surgieron como registros constituyentes de lo social en términos generales, y lo escolar en términos particulares (Pineau, 2014). “La historia de las emociones desnaturalizó las interpretaciones sobre la vida afectiva y permitió analizar los diferentes sistemas sensibles a lo largo del tiempo” (Pineau, Serra y Southwell, 2018, p. 7). Galak y Southwell (2019) explican que la importancia de estudiar historia de la educación tomando como ejes centrales las emociones y las sensibilidades radica en problematizar aquello que usualmente se da por supuesto omitiéndose la génesis de los procesos. En ese sentido, puede afirmarse que ninguna de las pautas de comportamiento ni las disposiciones para sentir pueden definirse como naturales, pese a que las personas involucradas lo perciben y vivencian de esa manera (Kaplan, 2022). Otro concepto nodal a la hora de pensar las emociones y las sensibilidades es el de experiencia. Thompson (1981) la define como el ámbito en el que se entrelaza la cultura, la práctica y la relación del individuo con la sociedad, de allí la relevancia del concepto de experiencia juvenil que procura dar cuenta de las vivencias que las y los estudiantes tuvieron en el colegio.

Un colegio singular: el Ward y sus publicaciones

Desde sus orígenes, el sistema educativo argentino se ha conformado como un dispositivo homogeneizador de sentidos estéticos que hicieron de la escuela el ámbito propicio para formar subjetividades educando las emociones y las sensibilidades (Pineau, 2014, Pineau, Serra y Southwell, 2018). En las primeras décadas del siglo XX, se produjo un vertiginoso avance en el proceso de democratización de la sociedad argentina. En ese sentido, el sistema de educación privado se erigió como un refugio por parte de las elites (Fuentes, 2011). Se trató de una heterogénea red de escuelas secundarias privadas pertenecientes a comunidades extranjeras (Bjerg, 2017; Silveira, 2018; Serrao, 2021), religiosas y laicas (Silveira, 2019). El Colegio Ward formó parte de esta red puesto que fue pergeñado para educar a los hijos de estadounidenses que vivían en el país por lo que pronto obtuvo relevancia. Incluso, varias personas nacidas en Estados Unidos desempeñaron cargos directivos y existía una junta asesora con sede en el país de América del Norte, si bien la Junta Directiva estaba radicada en Buenos Aires. La institución fue creada en el año 1913 en homenaje a Nancy Gracey de Ward por su hijo George Ward “quien recibió la noticia de su fallecimiento mientras se encontraba visitando la ciudad de Buenos Aires desde el año anterior en calidad de turista” (Prospecto, 1938, p. 5). A su vez contó con los auspicios de los miembros de la Junta de Misiones Extranjeras de la Iglesia Metodista episcopal. La institución abrió sus puertas en una casa quinta situada en la calle Lautaro 824, al año se trasladó a una casa alquilada en Avenida Rivadavia 5026 y en 1917 adquirió un inmueble situado en Avenida Rivadavia 6100, en el límite entre los barrios de Flores y Caballito en Capital Federal. En ese edificio se hicieron ampliaciones construyéndose dormitorios para 25 pupilos; precisamente el sistema de alumnos pupilo era una de sus peculiaridades. Su comunidad estudiantil estaba conformada por una matrícula extranjera en creciente ascenso y por estudiantes argentinos de alto poder adquisitivo. En el periodo que abarca este artículo, su Director era el Doctor en Pedagogía Fred Aden, quien ocupó ese cargo entre 1920 y 1955, y el Vice Director el Doctor en Educación Sayre Maddock, ambos estadounidenses.

Cabe señalar que en la institución existían el nivel primario y el secundario en sus modalidades nacional, de 5 años de duración, comercial, de 3 años, y existía un curso de 2 años de secretariado, pergeñado para dar una rápida salida laboral. La admisión se daba solamente por recomendación de alguna persona conocida del Colegio, lo cual reforzaba el privilegio. Según datos del año 1938, la cantidad de alumnos que se encontraban estudiando en la institución eran 700. Por su parte, el valor de las cuotas variaba según la modalidad. Por ejemplo, en el nivel secundario nacional se abonaba una cuota mensual de $120 si se era externo, $180 en caso de ser medio pupilo y $420 si se estaba en la modalidad de pupilo. A esos montos se les sumaba $17 por la matricula exigida por el Gobierno nacional, $15 por el té que se servía todas las tardes, $16 por la hora de estudio luego del dictado de clases y $5 que se destinaban al funcionamiento del Centro de Estudiantes tanto en la primaria como en la secundaria. [1] Los horarios de los alumnos estaban reglamentados y se les comunicaba por escrito a los padres al comienzo de cada ciclo lectivo. Por ejemplo, los alumnos pupilos tenían clase a la misma hora que los alumnos y las alumnas de las modalidades comercial y nacional, entre las 8:15 y las 15:50, debían levantarse a las 7 e irse a dormir a las 21:25.

Respecto a la radicación definitiva de la institución educativa en su sede del partido bonaerense de Morón, esta se produjo en el año 1933. El nuevo predio contaba con instalaciones amplias de alrededor de siete hectáreas y se encontraba dotado de campos deportivos. Para la comunidad educativa del Colegio Ward, el acceso a variadas actividades culturales y deportivas fungió para reforzar identidades, “proponiendo experiencias del mundo moderno y abriendo a nuevos sentidos expansivos en las percepciones del tiempo y del espacio” (Kriger, 2021, p. 6). La inauguración del nuevo edificio coincidió con la conmemoración del vigésimo aniversario de la institución. En aquella ocasión se contó con la presencia del entonces primer mandatario de facto, Agustín Justo, y la visita del embajador de Estados Unidos, Alexander Wedell, quienes legitimaron con su asistencia el lugar protagónico que la institución comenzaba a ostentar en el sistema educativo argentino (The International, 1933, p. 12). A su vez, en el año 1936, y con motivo de la visita del presidente estadounidense Franklin Roosevelt, el mandatario se dirigió a los estudiantes del Colegio Ward en los jardines de la embajada situada en Palermo. El mismo Roosevelt escribió una misiva de puño y letra en ocasión de cumplirse las bodas de plata de la institución.

Desde los primeros años de vida institucional, el Ward se caracterizó por propiciar una rica vida cultural. Ello se expresó en la existencia de diversas publicaciones entre las que podemos hallar The International, Vida Estudiantily el Boletín informativo publicado por la sociedad de exalumnos del Colegio Ward. Vale la pena mencionar que los periódicos escolares ideados, producidos y escritos por los alumnos, brindan un panorama de conjunto del ámbito escolar y del ámbito juvenil. Permiten “reconocer representaciones, intereses, gustos y preferencias de ambos universos escolares” (Finocchio, 2013, p. 8). El primero de los mencionados fue por lejos el más relevante y ello se expresó en la calidad de su impresión, así como en la cantidad de referencias realizadas por las autoridades escolares como si su publicación fuera una apuesta institucional que hacía a la distinción del colegio. Cabe señalar que la dificultad para acceder a las publicaciones estudiantiles es una de las barreras con las que los investigadores podemos toparnos, ya que son pocas las revistas estudiantiles que existen dado que rara vez esas fuentes fueron preservadas como objetos de memoria (Camara Bastos y de Freitas Ermel, 2015). Por cierto, esta cuestión se aprecia tanto en lo que refiere a la preservación de revistas estudiantiles como a documentos que permiten pensar, escribir e interpelar la historia de la educación (Orbuch, 2020). Hernández Díaz (2015) menciona que estas revistas realizan una relevante contribución al mejor conocimiento del patrimonio histórico educativo.

Para señalar el impacto cultural de este tipo de publicaciones, Bustelo (2015) da cuenta de la gran creación de revistas estudiantiles, tanto en el nivel secundario como en el universitario, en el período contemporáneo a la Reforma Universitaria de 1918. Estas fueron parte de un grupo de prácticas, ideas y redes que serán centrales para la formación del estudiante como un nuevo actor de la sociedad moderna.

En el caso de la revista The International del Colegio Ward, cabe señalar que fue creada en los primeros años de vida del colegio, en el año 1918, por estudiantes secundarios de la escuela incentivados por docentes y directivos. En su portada se encontraba el lema de la publicación: “The International tratará de reflejar fielmente el espíritu del Colegio Ward, es decir de una juventud estudiantil que siente y piensa como tal”.Un claro mensaje al estudiantado pregonando la buena virtud de un ser humano cargado de buenos, sanos y morales valores. Según la apologética historia narrada por el propio periódico escolar, en el año 1918, el Dr. Fred Aden, futuro director de la institución desde 1920, basándose en su historia de vida puesto que había ejercido el periodismo escolar en Estados Unidos, planteó que el colegio “dé a luz lo que será una de sus más caras gestaciones: una prensa estudiantil” (The International, 1918, p. 20). De ese modo, compartió su idea con un grupo de alumnos y alumnas quienes conformaron un cuerpo redactor que inició la tarea de compilar datos, noticias y anécdotas de las vicisitudes cotidianas del colegio, haciendo eje en lo afectivo, demostrando su relevancia en la escena educativa contemporánea (Abramowski, 2019). Rupert Coates, integrante del grupo editor y un estudiante de origen extranjero, fue el encargado de pasar el material en una máquina de escribir. Fue así que el 26 de abril de 1918 The International apareció por primera vez y un mes más tarde lo hizo de forma impresa.

El propósito de este folletín escolar es el de dar informes sobre las actividades y progresos del Colegio. Es costumbre en todas las escuelas norteamericanas, tener unas páginas donde poder publicar los pasos de la vida escolar o noticias que sean de interés e instrucción para el alumno. Esto es lo que deseamos hacer nosotros. La finalidad primordial es manifestar el ambiente social y las actividades internas del Colegio. Habrá reportajes sobre los torneos atléticos y demás deportes, movimientos literarios, programas de debates, líricas, etc. Se incluirán noticias del internado y de la actuación del cuerpo docente. También servirá este, para hacer conocer el Colegio en las diferentes parroquias de la capital y del interior (The International, 1918, p. 21).

Se aprecia que el peso de las tradiciones desempeñó un papel central en la publicación de esta revista. Asimismo, esta se distribuía entre las familias de los estudiantes, docentes y personal del Colegio, también en los distintos negocios que pautaban publicidad y se enviaban varios ejemplares al exterior principalmente a Iglesias que apoyaban el trabajo realizado en el Ward, así como a misioneros y a exalumnos, quienes querían seguir vinculados con la institución.

Cabe mencionar que el apoyo del cuerpo directivo se mantuvo constante desde su fundación. Incluso, era parte del orgullo y la identidad de la institución. En 1949 el director Fred Aden sostenía que la revista había crecido tanto que se había transformado en “una de las mejores tradiciones del Colegio Ward. Si existe otra revista estudiantil en la Argentina con una historia tan larga y notable, no la conozco. Hace algunos años fui invitado a hablar en un Congreso Argentino de Publicaciones Estudiantiles, y en la exhibición no pude encontrar nada que igualara a la nuestra” (The International, 1949, p. 10).

En el número correspondiente al 24 de noviembre de 1934 la comunidad estudiantil ensayó una explicación de los motivos que hicieron posible el surgimiento de la publicación:

Hemos estado siempre firmes en nuestro propósito de escribir las cosas que en nuestro Colegio suceden, lo que es un doble motivo de orgullo, pues, al presentar esta revista: el de aprender algo de lo que es periodismo, y el disciplinar nuestra voluntad hacia los hechos que nos han de servir en la vida. Son quizás, estos, nuestros primeros escritos, y si bien pecan de falta de espíritu literario, están llenos de nuestros más nobles sentimientos, ya que más que una mera crónica, son pedacitos de nuestra vida de jóvenes los que escribimos (The International, 1934, p. 7).

En línea con lo expresado por el Director, la calidad de la impresión de la publicación pergeñada por los alumnos del colegio de elite del oeste del Gran Buenos Aires era sustantivamente superior a la mayoría de las revistas estudiantiles de la época. Esta diferencia se correspondía con el apoyo que importantes empresas nacionales e internacionales prestaban a la publicación, dado que en muchas de ellas los padres de las y los alumnos se desempeñaban en cargos gerenciales. Una de esas empresas era la petrolera Esso, que en todos los números revelados contaba con una página de publicidad a todo color. La prestigiosa Editorial Kapelusz fue otro de los célebres anunciantes que podían leerse. La aerolínea Panamerican, Yerba Mate Taragüi y Frávega, una reconocida casa de electrodomésticos, eran otros de los frecuentes avisadores.

Asimismo, numerosos negocios de la zona, entre los que se encontraban inmobiliarias, farmacias, confiterías y sanatorios, en su mayoría propiedad de parientes de los alumnos, dan cuenta del poderío económico de las familias que decidían mandar a sus hijos a la citada institución.

La publicación estaba integrada por un consejo directivo compuesto por cuatro personas en los roles de director, vicedirector, consejero y administrador. También contaba con redactores, correctores, fotógrafos, mecanógrafos, dibujantes y encargados del área de publicidad. En lo concerniente al contenido, en las páginas de la revista pueden apreciarse las numerosas actividades realizadas en el colegio tanto en el nivel primario como secundario, siendo el espacio para las realizadas por estos últimos mucho más amplio. Es menester señalar que todas esas actividades estaban reglamentadas por las distintas sub comisiones formadas por los alumnos. En el nivel primario pueden citarse a la sub comisión de cultura, de prensa, de orden, de deportes y de deportes femeninos. En el nivel secundario pueden nombrarse a las subcomisiones de cultura, de señoritas, de orientación, del internado, de cinematografía, de deportes y el Cosmopolitan Club, que estaba compuesta íntegramente por estudiantes extranjeros.

Como se señaló, The International no era la única publicación de la institución, aunque sí la más rutilante. Por caso, la Comisión de Prensa del Centro de Estudiantes Secundarios del Colegio Ward editaba de forma mensual el periódico Vida Estudiantil. Sus ocho páginas en blanco y negro estaban acompañadas por algunos pocos avisos publicitarios de comercios sitos en su totalidad en Capital Federal. En su interior podía leerse la dinámica institucional, así como la participación de representantes en los diversos campeonatos intercolegiales.

La Sociedad de exalumnos publicaba otro Boletín informativo. Precisamente, la existencia de esta publicación es indicativa de la relevancia de lo simbólico y del peso de las tradiciones en la institución. El pasquín, de solamente 4 páginas solía contar las actividades realizadas los días sábados que era el día en que la Comisión Directiva de la sociedad de exalumnos había conseguido el permiso otorgado por parte de la conducción del colegio para poder hacer uso de las canchas e instalaciones para no interferir en las actividades de los alumnos realizadas durante la semana.

El Boletín informativo del Colegio Ward, cuyo lema era “Por una mayor comprensión entre el hogar y la escuela”, fue otra de las iniciativas en papel fomentadas por la institución. Sus páginas eran solamente cuatro y su vida fue efímera puesto que se publicó entre los años 1937 y 1938.

Juventud, emociones y sensibilidades en el Colegio Ward

Gessaghi y Méndez (2020) diferencian los colegios de elite en Argentina considerando si son privados o públicos. En el primer caso, lejos de pretender una formación de excelencia, se busca reforzar los mecanismos del privilegio a través de hacer de la antigüedad el principio oculto de las jerarquías de poder, poniendo a la vez obstáculos a los recién llegados. En el segundo caso, el esfuerzo ligado a los méritos académicos se constituye en lo moralmente distintivo. Recuperando los aportes de Gessaghi (2016), “más que aprender determinados contenidos o consumos culturales, los alumnos de los colegios de elite parecen aprender a estar cómodos entre ciertos gustos y sensibilidades“ (p. 130). Naturalidad y moderación frente a todo tipo de experiencias cotidianas es lo que se adquiere y vivencia en estas instituciones (Fuentes, 2015). En el caso del Colegio Ward esto se expresa en la proliferación de actividades escolares y extraescolares, las que fueron minuciosamente reseñadas en las páginas de revistas estudiantiles de la época publicadas con apoyo institucional, y que serán, como se hizo referencia, una de las fuentes primarias principales en la presente investigación. “El deber de un Colegio, además de enseñar las materias oficiales, es formar el carácter ayudando a los educandos a encontrar el camino que conduce a una vida útil y feliz” (Prospecto, 1938, p. 26).

A la hora de realizar un análisis de las publicaciones editadas por alumnos o exalumnos del Colegio Ward, una mirada que atraviesa las diversas ediciones entronca con las autorrepresentaciones que la comunidad estudiantil describía de sí misma. Por caso, esto pudo verificarse en sistemáticos comentarios respecto a la privilegiada posición social de la mayoría de los integrantes de la comunidad estudiantil. Un ejemplo de lo aseverado fue lo ocurrido en una de las reuniones de la Comisión de Prensa del Centro de Estudiantes Secundarios mientras se discutía la asignación de tareas para poder lograr la futura publicación del anuario The International . Allí se hizo referencia a los valores de la publicidad y a la necesidad de conseguir un creciente involucramiento en esa necesaria tarea por parte de la mayor cantidad de alumnos y alumnas posibles. “A ninguno de ustedes les faltan vinculaciones en condiciones de ayudarnos” ( Vida Estudiantil , 1949, p. 4). La aparición de esta frase que puede leerse en tono de reproche ante el escaso interés demostrado por varios de los integrantes de la institución educativa, también es indicativa de una percepción acerca de la desahogada condición económica y del ámbito de privilegio transitado por todos ellos. En esa línea, la portada de The Internationaldel año 1930 hizo referencia a la “exquisita sociabilidad” desplegada por padres, estudiantes y directivos en la cena anual con la que se finalizaban todos los ciclos lectivos y a la cual asistió “una selecta concurrencia”. Comentarios en la misma línea, fueron los recibidos por la Comisión de Señoritas que organizaron con “refinado buen gusto” (The International, 1935, p. 28) el té de las chicas.

Todos los años The International realizaba una semblanza en modo humorístico en la que describía a aquellas personas que egresaban ya sea en el colegio nacional o en el departamento comercial. Las autorrepresentaciones y el lugar de privilegio ocupado por varios de los y las integrantes de la nueva camada de egresadas y egresados se verificaba en los lugares de estudio ubicados en el exterior que elegía la mayoría de ellos. E incluso en la posibilidad de seguir cursando estudios universitarios cuando esta no era una práctica tan frecuente en la primera mitad del siglo pasado. Ambas opciones dan cuenta de la existencia de un circuito educativo diferencial por fuera del universitario (Mellado, 2019), el más frecuente en que las elites de sitios como Capital Federal, Córdoba o Rosario transitaban. Las trayectorias posteriores de numerosos egresados y egresadas en el ámbito del empresariado y la política dan cuenta de la inserción de estos jóvenes.

Cabe mencionar que la institución tenía un porcentaje reducido de estudiantes que recibían becas. Eran en general, personas provenientes de diversas provincias del interior. Las relaciones de amistad se incentivaban fuertemente desde la institución y ello se reflejó en un cuento llamado “Mi mejor amigo”. Allí, uno de los alumnos de elevada posición social no deja de observar con pena la situación desventajosa de su amigo becado “Reconozco que la suerte no fue justa con mi mejor amigo al negarle lo que a otros brinda en abundancia: dinero y categoría social” (The International, 1946, p. 15).

La institución contaba con un servicio médico compuesto por médicos cirujanos y odontólogos que atendía con regularidad todos los días del año. A su vez, la existencia de una Clínica de Guía Psicológica da cuenta de ciertas innovaciones pedagógicas, si bien pensadas desde el privilegio. Su formación en la institución no significaba que “el Colegio tenga alumnos retardados, muy al contrario su alumnado es selecto desde el punto de vista intelectual y moral” (Prospecto, 1938, p. 3). Su acción buscaba complementar la diaria labor del plantel profesoral con el propósito de “observar las manifestaciones afectivas y controlar las explosiones emocionales” de los alumnos que concurrían al Colegio Ward. Se trata de emociones controladas, dentro de parámetros permitidos socialmente. En línea con los aportes de Elias y Dunning (1992), la morigeración de las pasiones es una característica central de los procesos civilizatorios.

Puesto que las vivencias emocionales contribuyen a conformar la subjetividad humana (Escolano, 2018), un concurso literario organizado por la institución canalizaba un particular modo de relacionarse con un mundo que por ese entonces se encontraba atravesando la era de las catástrofes, según señalara Eric Hobsbawm (1998) en su periodización de lo que él denominó corto siglo XX. En efecto, en el lapso en que tuvieron lugar la I y la II Guerras Mundiales y la emergencia de regímenes autoritarios, como el nazismo y el fascismo, el discurso emanado de la institución educativa fue el de vivir en paz respetando todas las creencias religiosas e ideologías políticas. En ese sentido, el concurso literario Pax Orbis parece ser un escenario de reflexión, llamando de forma simultánea a la empatía a los jóvenes de la época, a la vez que siendo parte de la educación sentimental de quienes participaban. Este certamen de escritura tuvo como temática la consecución de la paz mundial mediante la aplicación de los derechos humanos. Por cierto, esto se encontraba en sintonía con el ideario institucional. El concurso se realizaba todos los años y los estudiantes participaban en forma voluntaria, escribiendo un texto acerca del tópico que podía presentarse en forma de cuento o un texto de opinión. La mayor parte de los escritos recibidos buscaban ratificar los derechos de todos los habitantes del planeta y garantizar la paz, a la vez que hacer una denuncia del incumplimiento de esos acuerdos, como sucedió durante los períodos de guerras. “Aunque vivimos en una época trágica; una época de sufrimiento y destrucción que quedará para siempre en las mentes de la juventud de hoy, aquí en el Colegio Ward también este año será imborrable, no por los hechos destructivos, sino por las obras creativas que hemos realizado” (The International, 1940, p. 17). De acuerdo a lo señalado por Pineau (2014), las formas de experiencia sensible así como los modos de percibir y de comportarse están fuertemente influenciados por lo acaecido en las instituciones educativas.

Una de las alumnas participantes del Pax Orbis, Ofelia C. Flores, pregonó en su ensayo palabras que dieron cuenta del estupor insoslayable que provocaba entre los jóvenes tan triste acontecimiento. En uno de los pasajes, habló del “desconcierto y conmoción” que atravesaba el Hemisferio Occidental, sentenciando que era una labor imperiosa de nosotros los americanos “vivir con las miradas puestas hacia el escenario sangriento, de cual podemos sacar terribles lecciones, que nos ponen en guardia contra futuras y posibles situaciones análogas” (The International, 1940, p.17). El concurso siguió llevándose a cabo incluso luego de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, puesto que la posibilidad de una nueva conflagración bélica era una hipótesis que se barajaba en el contexto del abierto enfrentamiento desplegado entre Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (Rapoport y Spiguel, 2011). En el año 1948 la ganadora fue la alumna Norma Tobar quien sostuvo, desde una perspectiva religiosa que algunos piensan que la paz es una utopía. “No lo creo, sinceramente, no lo creo; la paz existe, es tal vez demasiado ideal, pero existe porque es la antítesis de la guerra, porque, la guerra es mala y el bien existe, y el bien existe porque existe Dios” (The International, 1948, p. 36). Las personas ganadoras en el concurso se hacían acreedoras del premio Mc Williams que otorgaban las autoridades del colegio.

La institución estimulaba a las alumnas y a los alumnos en las diversas ramas del estudio y organizaba todos los años premios “los cuales son muy apreciados por los alumnos” (The International, 1938, p. 24). Uno de ellas era la distinción Head of School que era el premio más importante que otorgaba el Colegio Ward al alumno del Departamento Nacional y Comercial que haya recibido durante el ciclo lectivo las más altas calificaciones. Su nombre se inscribía en el tablero de honor y además recibía un premio. La Sociedad de Ex Alumnos donaba un obsequio destinado al alumno más completo de la escuela secundaria. Asimismo, existían otros galardones ideados por diversos docentes que componían el plantel profesoral. El premio Profesor Ernesto Nelson se otorgaba al alumno que recibía al voto al mejor compañero. El premio Fred Thomas era para el mejor alumno de cada uno de los años del secundario. El premio Rossi Alarcón, consistente en tres medallas, una de oro, una de plata y otra de bronce, estaba pensado para los alumnos de publicidad de los cursos comerciales. Las donaciones efectuadas por parientes de alumnos y alumnas que habían sufrido trágicos decesos también tenían su lugar. Fue el caso del premio Martita Del Sel, donado por su padre Manuel en homenaje a su hija. El mismo estaba destinado al alumno de quinto año de la especialidad nacional que haya cursado los cinco años en la institución y haya tenido el más alto promedio. En la misma línea se instituyó el premio Luis Parodi, donado por Misael Parodi en memoria de su hermano fallecido. Estaba orientado al alumno que mejor conducta demostrara en el internado. Puede apreciarse que la presencia de esta variedad de premios, fungen como estímulos emocionales, los cuales son interpretados de modos distintos por parte de alumnos y alumnas a lo largo de su escolaridad.

Debido a que el Colegio Ward era una institución mixta, en tiempos en que este tipo de organización escolar se encontraba escasamente difundida, el eje educación y género no puede soslayarse en la presente investigación. Scharagrodsky (2001) indagó sobre diferentes prácticas corporales promovidas por la escuela en asignaturas como Educación Física. El autor constató que esas y otras prácticas contribuyeron en el armado de las masculinidades y feminidades deseables, a la vez que excluían, silenciaban u omitían otras formas posibles de vivir y experimentar la masculinidad y la feminidad. Los discursos y prácticas escolares específicas fueron centrales en la conformación de las normas hegemónicas del género y la sexualidad en las escuelas argentinas (Scharagrodsky, 2014; Southwell, 2015). Dado que el género se define como un elemento constitutivo de las relaciones sociales (Scott, 1996), en la presente investigación nos interesa analizar las diferencias de género vinculadas a una supuesta idea de superioridad masculina en estrecha conexión con las transformaciones en la sensibilidad y la construcción sociohistórica de las emociones.

En la edición correspondiente al año 1941 aparece una interesante mención a la condición masculina y femenina en la que vale la pena reparar. El suelto, titulado “Lo pornográfico”, hizo referencia a la dificultad tradicional de las mujeres ante los supuestos piropos masculinos que no son otra cosa que parte de la violencia verbal y que las mujeres buscan evitar por todos los medios. La recurrencia de estas palabras emitidas por varones hace, desde la perspectiva de la publicación, que las mujeres consideren a los hombres como a sus mayores enemigos.

Es la escena eterna. Es la eterna lucha entre el hombre y la mujer. Es la eterna incomprensión y distanciamiento entre ambos sexos, que el hombre ahonda con su agresividad sexual llevada a lo obsceno y a lo pornográfico. Por ello la mujer considera al hombre como a un enemigo que le saldrá al paso en cualquier momento, para herir su pudor con lo obscenidad de una frase o lo procacidad de un gesto” (The International, 1941, p. 29).

La revista deja en claro que la recurrencia de este tipo de frases no son más que improperios que denigran a las mujeres y que ningún alumno de la institución debe sumarse “al corro de los tenorios de esquina, decidores de groserías impropias de los hombres bien nacidos y virilmente bien equilibrados” (The International, 1941, p. 29).

Otra nota, llamada “El Don Juan”, realiza una dura crítica a aquellos alumnos que pierden la cordura por las mujeres y llega a la conclusión que esa conducta es más femenina que masculina puesto que:

los hombres más hombres, resuelven su instinto en muy pocos amores, tal vez en uno solo, aunque extraordinariamente rico en profundidad y colorido. Jovencito amigo, cachorro de Don Juan, estudiante alegre y amigo, corrige tus valores y tus apreciaciones sobre la mujer, y respeta en cada uno de ellas a la que mañana será tu compañera de toda la vida y que ya te aguarda en ignorado recodo del camino, inmolándote sus más íntimos pensamientos (The International, 1933, p. 18).

Puede apreciarse una ambigüedad, por un lado, se aprecia una defensa de la integridad femenina, pero esta es realizada desde un supuesto lugar de protección que remite a las virtudes presentes en el ámbito masculino (Scharagrodsky, 2014). De todos modos, es importante mencionar el tratamiento de estas cuestiones en la publicación. Por cierto, estas críticas se sumaban a las voces públicas que consideraban que los piropos y la pornografía constituían un atentado a la moral pública que debía controlarse desde los años escolares. El repudio a la promiscuidad agregaba el tema de la eugenesia a lo estrictamente moral, algo usual en la primera mitad del siglo pasado (Miranda y Vallejo, 2011).

Otro espacio en el que las mujeres comenzaron a ocupar un creciente protagonismo fue en el plano vinculado a la cultura física en coincidencia con lo sucedido con la implementación de políticas públicas a nivel tanto provincial como nacional (Orbuch, 2016; 2020a). Los distintos periódicos del Colegio Ward realizaron un atento y detallado seguimiento de las diversas actividades en que participaban mujeres obteniendo un amplio espacio al interior de cada una de las publicaciones. La primera mención a la práctica por parte de las mujeres de deportes fue en la edición del año 1935 de la revista The International. En la década siguiente la cobertura de los deportes en los cuales se hacían presentes las alumnas fue en aumento. Por caso, en 1948, en los torneos intercolegiales impulsados por el gobierno peronista que contaron con la participación de cerca de 90 colegios y más de 200 competidoras: “la actuación de nuestras chicas dejó mucho que desear en comparación a lo que están acostumbradas a hacer” (The International, 1948, p. 36). Empero, demostraron un fuerte espíritu deportivo y fueron felicitadas por los cronistas de la revista estudiantil por ello. La nota “nuestras chicas y el deporte”, aparecida en la edición de 1947, profundizó estos tópicos y desplegó argumentos legitimadores de la intervención femenina en diversos deportes. Allí se invitó a las alumnas a ser parte de la subcomisión de deportes y a anotarse en la actividad de su preferencia, dado que “las chicas pueden desempeñarse sin problemas en el deporte que ellas elijan puesto que en el colegio hay espacio de sobra para que eso suceda y el deporte es una escuela de vida que es preciso conocer” (The International, 1947, p. 25).

En 1946, y con el sobrio título de “Sub campeonas”se hizo referencia a la gran campaña realizada por las chicas del equipo de volley ball , quienes habían participado por primera vez de ese torneo y lograron escalar hasta la final disputada en el Buenos Aires Lawn Tennis Club el día 31 de agosto del citado año. “Los que hemos seguido de cerca a nuestro equipo representante pronto nos dimos cuenta que poseían grandes condiciones como para ocupar un puesto en la colocación final” (The International, 1946, p. 11). Los elogios en la nota fueron prolíficos y se hizo referencia a que las alumnas habían competido con hidalguía y con el propósito de dejar en alto el nombre y prestigio de la institución. En la cobertura realizada por The International se resalta de forma permanente el uso del deporte como tradición en la cultura escolar pudiendo interpretarse que la revista funge como constructora de sentidos asociados a la posesión de saberes vinculados a la cultura física. La práctica del deporte se encuentra asociada a valores morales como la caballerosidad, la templanza y la hidalguía (Orbuch, 2020b). Desde las páginas de la revista, son los propios docentes de Educación Física quienes despliegan sus argumentos:

Es la verdadera escuela formadora de juventud, donde los mejores sobresalen del resto, por sus quilates, por su valor y así los tenemos erigidos en los Directores de las diversas agrupaciones de los alumnos, por voluntad y elección de los propios alumnos, verdadera educación cívica, donde el alumno ejercita sus derechos y sus deberes. Aprende a respetar las ideas y opiniones contrarias a las suyas, aprende a acatar las decisiones de la mayoría, subordinando la voluntad propia a la voluntad del grupo, aprende a luchar, a defender con altura sus ideas, sus convicciones y sabe aceptar una derrota, pero nunca claudica, sino que por el contrario, está siempre en acción. Es una juventud que se está preparando para dirigir, en el mañana, no ya una asamblea estudiantil, sino a un país, a su Patria (The International, 1940, p. 30).

Pueden apreciarse los sentidos vinculados al privilegio en las palabras de los docentes de la institución. Reforzando esta aseveración, las relaciones sociales forjadas por los alumnos del Colegio Ward dan la pauta de la pertenencia a un grupo social de elite. Por caso, el 16 de junio de 1941 se produjo una reunión del Centro de Estudiantes de la Secundaria con los representantes del High-School en el barrio de Belgrano “El día 16 de junio el C.E.S, fue invitado por el centro de estudiantes del High-School para celebrar una reunión en conjunto y tratar diversos asuntos de interés. Es ésta la primera vez en la historia del colegio que los dos centros se reúnen para tratar de lograr un mayor acercamiento entre los alumnos de ambas partes” (The International, 1941, p. 14).

La nota hizo referencia a que los principales tópicos tratados en el encuentro estudiantil fueron la posibilidad de formar una comisión estable compuesta por alumnos de ambas instituciones con la finalidad de “establecer relaciones más estrechas entre los argentinos y norteamericanos que pertenecen a la familia Ward” (The International, 1941, p. 14). El sistema de educación estadounidense aplicado en el High School fue otro de los temas abordados en la reunión. En ese sentido, surgió la posibilidad de invitar alumnos del Colegio Ward para pasar un día en la institución sita en Belgrano con el objeto de que puedan conocer el ambiente estudiantil y los métodos de enseñanza del sistema norteamericano. La faceta deportiva y festiva no quedó al margen de las amistosas charlas mantenidas por estudiantes de ambas instituciones. Se dispuso la organización de campeonatos deportivos integrados por equipos mixtos. Del mismo modo se planteó la organización de fiestas con la asistencia de alumnas y alumnos de ambos colegios. En lo relacionado al futuro nivel universitario, se creó una comisión en el Colegio Ward con el propósito de brindar información a los alumnos que lo deseen sobre la prosecución de estudios superiores en los Estados Unidos. Después de tomar el té,

gentilmente servido por los chicos de Belgrano, se pasó a la parte final de la reunión, sirviendo esta vez la música, lenguaje universal por excelencia, para hablarnos de lo identificación que nos une cuando estamos animados por idéntico ideal. Desde estas páginas queremos felicitar una vez más a los muchachos del High-School por su inteligente iniciativa; su gesto ha sido para nosotros sumamente estimulador y provechoso al habernos mostrado su espíritu de buena voluntad y el entusiasmo que ponen en la realización de sus empresas juveniles. Y los aplaudimos sinceramente, porque tiene una importancia que trasciende los límites de lo camaradería estudiantil para transformarse en la exteriorización real del sentimiento de mutua simpatía y comprensión que media en los que por ser jóvenes han despojado su ánimo de prejuicios y convencionalismos estériles (The International, 1941, p. 14).

Una creación, pergeñada por las autoridades de la institución, que reforzaba el privilegio era la Academia de Estudiante. La misma se encontraba compuesta solamente por 20 estudiantes quienes eran elegidos mediante el voto directo del plantel docente en virtud de sus méritos académicos y del trato dispensado al resto de sus compañeros. Los alumnos escogidos, “a la vez que reciben un honor, encaran una gran responsabilidad, pues desde el momento en que dejan de ser alumnos corrientes para convertirse en académicos, son y deben ser el ejemplo del alumnado que tiene puesto en ellos su mirada” (The International, 1940, p. 17).

Como producto de la colaboración con el High School, el Centro de Estudiantes Secundario dispuso la creación de la Comisión Orientadora de Estudios Superiores con la finalidad de asesorar a los futuros egresados que tengan pensado seguir estudios superiores no solo en Argentina, sino también en Estados Unidos. Merced a la colaboración del High School , se consiguieron los programas de ingreso y estudios de las universidades estadounidenses.

Así como existieron gestos de confraternidad con otros colegios de elite, a lo largo de las distintas publicaciones en el apartado que hacía referencia a la actuación deportiva de los diversos equipos que representaban a la institución surge a las claras la rivalidad con otra institución en un gran número de justas deportivas. Esa escuela era pública, quedaba en Capital Federal y era de orientación técnica, por lo que podría decirse que era al opuesto del Ward en todos los ítems que definen a una institución educativa. Se trataba de la escuela técnica Otto Krause quien era destinataria de numerosos canticos desde la tribuna y al mismo tiempo era reconocido como un rival de fuste y aguerrido que obligaba al Ward a su máximo esfuerzo con tal de superarlo.

Asimismo, y sabedores de su posición privilegiada, los alumnos y alumnas de la institución participaron de campañas destinadas a la donación de alimentos a zonas carenciadas. Fue lo acaecido cuando la comunidad estudiantil se hizo eco de la campaña de ayuda social desplegada por el gobierno de facto liderado por Edelmiro Farrel y el vicepresidente Juan Domingo Perón destinada a las provincias del norte del país. [2]

En concordancia con el Superior Gobierno de la Nación, el Centro de Estudiantes Secundarios ha organizado una colecta de víveres y ropas para los habitantes de las provincias necesitadas del Norte Argentino. Con este fin se pidió a los presidentes de año que se responsabilizaran por la contribución de sus respectivas divisiones. Fue grato comprobar que todo el alumnado respondió con entusiasmo al patriótico pedido, constituyendo el conjunto de las donaciones una elocuente manifestación del favorable eco que él halló en cada uno de los muchachos y chicas (The International, 1944, p. 34).

En la publicación se hizo referencia a que durante una asamblea a la que fue convocada toda la comunidad educativa, el Director General, Dr. Fred Aden, se refirió al alto sentido patriótico de la colecta e invitó a la doctora Tobar García, conocedora de las provincias del Norte, para que expresase su opinión al respecto. La misma, según se lee en la crónica fue elocuente y emotiva y versó sobre el alto valor humano de la obra que se realizaba.

En suma, la visita de la prestigiosa facultativa, así como las previas del entonces primer mandatario de facto y el embajador de Estados Unidos dan cuenta que la naturalización del privilegio no se da de forma exclusiva en el ámbito de las relaciones familiares y sociales, sino que se adquiere en la institución educativa (Gessaghi, 2016).

Conclusiones

A lo largo de la presente investigación, se buscó indagar en la cotidianeidad escolar presente en una institución de elite, el Colegio Ward. Cabe mencionar que si en sus primeros años de vida su matrícula estaba compuesta por gran parte de la comunidad estadounidense radicada en Argentina, con el correr de los años comenzó a recibir a alumnos y alumnas de alto poder adquisitivo, no solo argentinos sino también personas nacidas en el extranjero. De ese modo, se transformó en una institución educativa de referencia para la zona oeste del Gran Buenos Aires. Esto fue así, porque en un corto período de tiempo desplegó una serie de estrategias educativas que propiciaron una rica vida cultural expresada, por ejemplo, en la publicación de numerosas revistas que narraban las vicisitudes escolares. Del mismo modo, se realizó un recorrido por la relevancia y los aportes de estudiar las emociones y las sensibilidades desde la historia de la educación tomando un caso de estudio para afinar la mirada. De esa manera, hemos podido dar cuenta acerca de los sentidos de la experiencia juvenil en un colegio de elite de la provincia de Buenos Aires en la primera mitad de la centuria pasada. Para ello, utilizamos los datos aportados por numerosas publicaciones periódicas elaboradas por estudiantes y ex alumnas y alumnos de la institución. Allí pudo verificarse el lugar destacado de las emociones y las sensibilidades desplegadas tanto en la sociabilidad con pares pertenecientes a la elite, como la construcción de rivalidades mediante el deporte. Asimismo, el creciente protagonismo que las mujeres comenzaron a adoptar en un colegio mixto fue otro de los tópicos en los cuales pudo apreciarse la sensibilidad de una época signada por los acelerados cambios sociales. Siguiendo a Escolano (2018), todos los elementos que componen el régimen escolar traen consigo una semántica que ejerce sobre el conjunto del estudiantado una educación sentimental bien definida. El caso del Colegio Ward puede interpretarse en esa dirección.

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[1] Según el Presupuesto General de la Nación del año 1938, el salario mínimo era equivalente a 160 pesos.

[2] “Sabíamos, porque el fantasma se había agitado ya muchas veces, que Catamarca y La Rioja sufrían dolorosamente por la imprevisión de los mandatarios; pero fue igualmente penoso comprobar que muchos miles de argentinos de todas las edades, se hallaban desamparados. Los campos, yermos por la falta de agua, no devuelven allí sus frutos generosamente al hombre que los cultiva, como ocurre en otras regiones del país. El sufrimiento del que, cumpliendo con el precepto cristiano, pretende arrancar a la tierra su recompensa, se vuelve estéril y los hombres y mujeres elevan sus ojos al cielo en una constante demanda que los libere de la miseria. El Gobierno debió construir hace muchos años, obras de riego, diques, canales, estanques y otras instalaciones, que permitieran el regadío de esos campos. Pero nada, o casi nada, se hizo” (The International, 1944, p. 34).