Presentación
Cuando en el año 2010 Javier Moyano y Marta Sagristani, que por aquel entonces estaban asumiendo la dirección de la Escuela de Historia, me propusieron ser el nuevo secretario de redacción del Anuario de la Escuela de Historia no llegué a imaginar que mi vínculo con la revista se prolongaría por más de trece años. A partir de aquel momento, tuve a mi cargo la publicación de un total de catorce volúmenes y veintitrés números de la revista que no solo cambió de nombre, por el actual de Anuario de la Escuela de Historia Virtual, sino que también se transformó durante esos años en una publicación digital adaptada completamente a un nuevo entorno online de acceso abierto. El trayecto fue largo e implicó muchísimo trabajo, quizás bastante más del que uno podía llegar a vislumbrar en un primer momento, pero fue un camino que tuve la suerte de transitar en compañía de los mejores colegas y amigos. Además de una difícilmente equiparable pasión por la historia, compartimos siempre el objetivo y las ganas de que la revista de nuestra querida Escuela de Historia llegara a tener los más altos estándares académicos de calidad y alcanzara también toda visibilidad posible para la comunidad global de historiadores. Algunos de estos compañeros de ruta hace rato que no forman parte del equipo de la revista, tras seguir sus caminos hacia nuevos rumbos y aventuras intelectuales, pero fueron centrales en el desarrollo y consolidación de la misma y, por ello, quisiera nombrarlos especialmente. Me refiero a María José Ortiz Bergia y a Federico Sartori, quienes, con su trabajo, sin duda, dejaron una impronta indeleble en este proyecto y con sus trayectorias también dejaron una vara muy alta para sus sucesores en el mismo.
Toda renovación es un signo de vitalidad para toda revista, que, sobre todas las cosas, tiene que mantenerse como un proyecto siempre fresco y dinámico, lleno de ideas nuevas, de compromiso y también de ganas de transformar. Hoy me toca dar un paso al costado de esta aventura intelectual. Ya no podría garantizarle el mismo grado de compromiso que he mantenido durante estos años, pero tomo esta decisión con la tranquilidad y felicidad de saber que la dirección de la revista queda a partir de ahora en excelentes manos. Con este número, toma la posta en la dirección del Anuario Agustín Moreno, quien viene desempeñándose como editor responsable, y a quien le toca una gran responsabilidad en tiempos complicados e inseguros para este tipo de actividad. No me cabe duda, sin embargo, que incluso en el nuevo contexto el proyecto editorial de la revista podrá seguir avanzando a pie firme hacia nuevos objetivos. Para ello, se cuenta con el apoyo y trabajo de valiosos colegas, como Franco Reyna, Cecilia Moreyra, Jessica Blanco, Paulina Iglesias y Marina Giraudo, que conforman el equipo editorial.
En el presente número, tenemos una muestra concreta de la calidad y capacidad de trabajo de la que es capaz este grupo, y que me toca presentar en esta oportunidad. Lo encabeza un dossier temático que se titula “Historia de las Juventudes en Argentina. Experiencias, Sociabilidades y Representaciones (Primera mitad del siglo XX)”, dirigido por Adrián Cammarota y Luciana Carreño. Lo componen cinco artículos escritos por colegas de la Universidad Nacional de Entre Ríos, La Plata, Hurlingham, Buenos Aires, Córdoba, Quilmes y el CONICET. Además, se incluyen tres artículos libres, de colegas de la Universidad Nacional Autónoma de México, de la Universidad Nacional de Catamarca y de la de Luján, junto con cinco reseñas críticas de libros de reciente publicación. Se trata de un número temáticamente atractivo y, como siempre, plural y abierto en su política editorial en el que podrán reconocerse los aportes de historiadores de distintos espacios académicos argentinos y latinoamericanos. No me queda más que desearles que tengan una buena lectura del presente Anuario , el número 24, y decirles a todos hasta pronto.
Álvaro M. Moreno Leoni
Director de la Escuela de Historia
Universidad Nacional de Córdoba