¿Qué hacer con los datos? Aportes teórico-metodológicos al análisis materialista del discurso

What to do with Data? Theoretical-Methodological Contributions to Materialist Discourse Analysis

Ramiro Coviello

https://orcid.org/0000-0003-3631-0329

Universidad de Buenos Aires

Universidad Nacional de José C. Paz

Centro Cultural de la Cooperación

ramirocoviello@gmail.com

Celeste Viedma

https://orcid.org/0000-0001-9194-0599

Instituto de Investigaciones Gino Germani

Universidad de Buenos Aires

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Centro Cultural de la Cooperación

mcviedma@gmail.com

Fecha de envío: 8 de febrero de 2023. Fecha de dictamen: 10 de abril de 2023. Fecha de aceptación: 8 de mayo de 2023.

Resumen

El artículo parte de un interrogante por el estatuto teórico-epistemológico de las condiciones de producción del discurso desde una perspectiva que combina el análisis materialista del discurso francés con la sociología de las problematizaciones. Propone tres modos de puesta en juego de las condiciones de producción, según el momento del proceso de investigación en que intervienen y el peso explicativo que revisten en el resultado: descriptivo, indiciario y estratégico. Establece la necesidad de dar cuenta de la multiplicidad de trayectorias, redes, dispositivos y prácticas que conforman las condiciones de producción del discurso, lo que conduce a una nueva pregunta por modos de re-anudar lo disperso. Finalmente, propone la figura de la “nebulosa” como un modo de presentación y exploración de los datos que no sacrifique su constitutiva heterogeneidad.

Abstract

The article begins with a question referred to the theoretical-epistemological status of the conditions of discourse production from a perspective that combines French Materialist Discourse Analysis with the sociology of problematizations. It proposes three ways of considering the conditions of discourse production according to the moment of the research process in which they intervene and the explanatory weight that they have in results: descriptive, indicative and strategic. Each is exemplified with an empirical investigation. The article establishes the need to account for the multiplicity of trajectories, networks, devices and practices that make up the conditions of discourse production, which leads to a new question about ways of re-knotting the dispersed. Finally, it proposes the figure of the “nebula” as a way of presenting and exploring data that does not sacrifice its constitutive heterogeneity.

Palabras clave: historia del presente; archivo; interdiscurso; problematización; nebulosa.

Keywords: history of the present; archive; interdiscourse; problematization; nebula.

Introducción

El presente artículo parte de un interrogante por las condiciones de producción del discurso en el trabajo sociológico de archivo con saberes expertos. Asumiendo una mirada que combina el análisis materialista del discurso francés (Authier-Revuz, 1984; Courtine, 1981; Pêcheux, 2017) con la perspectiva foucaultiana de la historia del presente o “sociología de las problematizaciones” (Castel, 2001; Dean, 2022; Foucault, 1999 y 2013; Restrepo, 2008), nos proponemos interrogar la consideración de las trayectorias, redes, dispositivos y prácticas no discursivas con las que los discursos se imbrican. En otros términos, buscaremos establecer cuál es el estatuto teórico-metodológico de dichas instancias en el trabajo con discursos realizado desde las conceptualizaciones mencionadas. Para ello, organizaremos el escrito en tres grandes apartados, según detallamos a continuación.

La primera parte corresponde al planteo del problema, en el que presentaremos la perspectiva del análisis materialista del discurso (en adelante, AMD) y estableceremos desde qué punto partimos para interrogar las condiciones de producción del discurso. Allí veremos que nuestra pregunta por los datos supone su desplazamiento como factor explicativo determinante en el acontecer discursivo. En un segundo momento, presentaremos lo que constituye el aporte sustancial del artículo: tres modos de puesta en juego de las condiciones de producción, que involucran su intervención en distintos momentos del proceso de investigación y diferentes grados de peso explicativo en el resultado. Ello nos conducirá a establecer la necesidad de realizar una dispersión al nivel de los datos, evitando partir de unidades o conjuntos establecidos para el trabajo con la perspectiva del AMD. En tercer lugar, nos abocaremos al interrogante que se desprende de lo anterior, que concierne a los modos de re-anudar lo disperso. Recurriremos entonces al aporte de Christian Topalov (2004), así como a diferentes reflexiones acerca del trabajo con saberes expertos que nos permiten concebir un modo de articular trayectorias, redes, dispositivos y prácticas sin sacrificar la heterogeneidad. Por último, esbozaremos algunas reflexiones generales y vías por las cuales este trabajo podría profundizarse.

Las condiciones de producción del discurso

La escuela francesa de análisis del discurso emerge a comienzos de los años 1970 en una escena intelectual en la que se destacan las figuras de Jacques Lacan, Louis Althusser y Michel Foucault, entre otras. Desde sus inicios, se constituye como una perspectiva transversal que atraviesa múltiples disciplinas (la sociología, la historia, la lingüística, la filosofía) y que toma por objeto al discurso en su materialidad específica (Narvaja de Arnoux, 2009; Maldidier, 1992). Al desestabilizar unidades como la del autor, del libro y de la obra, La arqueología del saber pone en cuestión “la infinita continuidad del discurso” e inaugura una disposición para “acoger cada momento del discurso en su irrupción de acontecimiento” (Foucault, 2008b: 38). En otras palabras, para describir las condiciones de aparición de ciertos enunciados (y no otros) en una coyuntura determinada. El concepto de formación discursiva remite así a las reglas de formación de los enunciados, esto es, a las condiciones de aparición, coexistencia, conservación, modificación y desaparición de los objetos, de las modalidades enunciativas, los conceptos y las estrategias. Desde estas conceptualizaciones, la tarea arqueológica queda definida por la conformación de series a partir de la identificación de regularidades textuales y no por la definición de unidades “dadas” de antemano. Labor centrada en la noción de discontinuidad, de ruptura, antes que en la selección preestablecida de materiales según reglas más o menos explícitas de un campo problemático determinado.

Ahora bien, cabe observar que, al repensar el discurso en su materialidad específica (irreductible a su dimensión lingüística), esta perspectiva abre simultáneamente un interrogante por la relación del discurso con lo extradiscursivo (Lijterman, 2017). En el trabajo de Pêcheux (2017), ese vínculo es trabajado a partir de la imbricación compleja de las formaciones discursivas en formaciones ideológicas, entendidas como posiciones en una determinada coyuntura de la lucha de clases. El concepto de interdiscurso, que retomaremos más adelante, resulta nodal aquí puesto que permite dar cuenta de las relaciones de contradicción-desigualdad-subordinación entre formaciones discursivas. Al retomar la célebre tesis de Althusser (2008) referida a la existencia material de la ideología, la perspectiva pecheutiana concibe los procesos extradiscursivos tanto en su dimensión histórica más general, vinculada a las condiciones de reproducción/transformación de la relación de producción capitalista, como en las prácticas concretas reguladas por rituales en el seno de los aparatos ideológicos de Estado. Es decir que lo que llamamos “extradiscursivo” comprende distintas formas de materialidad. Por su parte, Foucault avanza sobre el mismo problema a partir de una conceptualización de la relación entre saber y poder. Con el proyecto genealógico esbozado en El orden del discurso arroja una inquietud por la sospecha de “la existencia de luchas, victorias, heridas, dominaciones, servidumbres, a través de tantas palabras en las que el uso, desde hace tanto tiempo, ha reducido las asperezas” (Foucault, 2005: 13). De este modo, mientras que la perspectiva del materialismo histórico concibe la relación del discurso con su exterior a partir de la reelaboración de la tópica marxiana producida por el concepto de sobredeterminación, Foucault lo hace a partir de la figura del “embrague” entre prácticas discursivas y no discursivas, formas específicas de articulación entre ciertos discursos y dominios institucionales, acontecimientos políticos, procesos económicos. Las críticas a este último son conocidas: la decisión de desplazar el concepto de ideología y el concepto de historia del materialismo histórico lo conduce a mantenerse en un terreno descriptivo y, sin quererlo, empirista (Lecourt, 2013; Murillo, 2008; Romé, 2019). No obstante, a los fines del presente trabajo interesa destacar el antihumanismo de ambas perspectivas.

Una primera distinción que resulta fundamental en el sentido de lo que antecede es aquella entre el “ser empírico”, que puede identificarse como “sujeto hablante”, y el “ser de discurso”, locutor al que remiten las marcas de la primera persona. Este último refiere a aquel que asume la responsabilidad del enunciado al tiempo que organiza las múltiples voces que se expresan en la enunciación (Ducrot, 1986). De allí los estudios que abordan las formas de proyección de una imagen de sí, los procesos a través de los cuales entre lo “dicho” en el enunciado y lo “mostrado” a través de la enunciación se produce un ethos determinado (Amossy, 2018; Kerbrat-Orecchioni, 1981; Maingueneau, 2002; Narvaja de Arnoux, 1987). Se configura así una escena, un juego de espejos que responde a preguntas como “¿quién soy «yo» para hablar así de esto?, ¿quién es «él» para que le hable así de esto?, ¿quién soy «yo» para «él», al que le hablo así de esto?” (Pêcheux, 1978: 44). Ahora bien, lo que nos interesa retomar de estos desarrollos es aquella distinción, mencionada al comienzo de este párrafo, entre la figura del garante y el “actor” empírico, de carne y hueso, “productor” de un documento determinado. Este último, al ocupar un cierto lugar en el espacio social, remite a su vez a las condiciones sociales e institucionales en las que un ethos determinado puede constituirse y producir efectos. No obstante, aunque ambas dimensiones se encuentran relacionadas, es preciso notar su irreductibilidad. Al decir de La arqueología..., las modalidades enunciativas también tienen sus reglas de formación que no pueden reducirse a una cierta subjetividad socio-psicológica (como tampoco a un sujeto trascendental), sino a la especificidad de la práctica discursiva (Foucault, 2008b: 69-75). La posición de sujeto que es posible ocupar en situaciones determinadas en relación con ciertos objetos se inscribe así en un haz complejo de relaciones que configura el sistema de formación de los enunciados, haciendo de aquella posición un lugar “vacío”.

Teniendo en cuenta lo desarrollado hasta aquí, podemos distinguir ahora, siguiendo a Aguilar, Glozman, Grondona y Haidar (2014), entre tres dimensiones involucradas en el acontecer de los procesos discursivos, en cuya intersección suceden los enunciados: las condiciones de producción (cp), las condiciones de enunciación (ce) y las condiciones de formación (CF). Las primeras refieren a las trayectorias, redes, dispositivos y prácticas no discursivas con las que los discursos se imbrican y serán el objeto de interrogación principal de este trabajo. Profundizaremos en ellas a la brevedad. Por su parte, las condiciones de enunciación (ce) remiten a la construcción de una figura del “garante” de lo dicho a partir del ethos, es decir, a lo que previamente desarrollamos como concerniente a la configuración de cierta escena enunciativa. Por último, las condiciones de formación (CF) hacen referencia a lo éxtimo del discurso en el discurso mismo, a las formas de la heterogeneidad constitutiva cuyos trazos es posible reponer a partir del trabajo con materiales textuales (Authier-Revuz, 1984; Pêcheux, 2017). Asimilable al concepto de ideología (Althusser, 2008), el interdiscurso refiere a la instancia inconsciente constitutiva del hablante que es, además, un “conjunto estructurado de manera relacional” y no una mera “yuxtaposición de formaciones discursivas” (Glozman y Montero, 2010: 88). Si las dos primeras instancias mencionadas son de formulación y corresponden como tales a lo que “el sujeto hace con el discurso”, la última refiere a aquello que el discurso “hace con el sujeto: sujeto al interdiscurso” (Glozman, 2020b: 127). La distinción establecida por Foucault entre la posición de sujeto como función “vacía” y el “autor” de una formulación nos reenvía así al desdoblamiento de la forma-sujeto de Pêcheux, por la cual el enunciador de una formulación cualquiera reencuentra sin saberlo al sujeto universal o “sujeto del saber” (Courtine, 1981). Por tanto, en el esquema que presentamos, las marcas de las mayúsculas sobre las CF indican una dominancia en la eficacia de las tres zonas, cuya unidad puede pensarse como sobredeterminada (Althusser, 2011a). Ello no es menor, considerando que en el trabajo con discursos en ciencias sociales no es infrecuente encontrar una reducción del sentido a sus condiciones de formulación (sean ce o cp), bajo la forma de considerar que el sentido se produce en el interior de una unidad previamente delimitada, lo cual desconoce el exterior constitutivo de todo discurso (Aguilar et al., 2014). De allí que nuestro trabajo parta de la distinción entre las tres instancias mencionadas.

Como adelantamos, aquí centraremos nuestra atención en las condiciones de producción (en adelante, cp). Estas refieren a una serie de datos que pueden reponerse respondiendo a interrogantes como: “¿quiénes?”, “¿cuándo?”, “¿en qué instituciones?”, entre otros posibles. Se concretan, pues, en individuos (“¿quiénes?”), coordenadas temporales (“¿cuándo?”), espacios institucionales o coordenadas geográficas (“¿dónde?”) y redes (“¿con qué conexiones?”). Ellas constituyen un haz de elementos de orden extradiscursivo, pero que se articulan con redes de enunciados o formas enunciativas en los procesos de producción de discursos (GEHD, 2014). Así, cuando decimos datos, aquí nos referimos a las trayectorias e itinerarios de los “productores” de carne y hueso, de los “seres empíricos” que mencionamos previamente. Se ve que la consideración de la materialidad específica del discurso, identificable bajo la forma de trazos discursivos, nos empuja a distinguir entre estos y los datos extradiscursivos, al tiempo que trastoca la noción del “dato” con la que se trabaja en otras perspectivas en ciencias sociales. No basta aquí con señalar que todo dato es un constructo teórico-metodológico y no una realidad “dada” que podría “recogerse” (Cohen y Gómez Rojas, 2014), sino que, al establecer que el discurso es irreductible a otras formas de materialidad extradiscursiva, la eficacia de estas últimas resulta interrogada. Nuestra pregunta-problema es, pues, la siguiente: ¿qué lugar queda en nuestras investigaciones para esta instancia una vez que nos alejamos de su consideración como determinante último de la producción discursiva? Se trata aquí, si se nos permite la expresión, de alejarnos de una suerte de “vicio” sociológico que consiste en asignar a las cp el peso explicativo principal, ubicando el sentido del discurso en las condiciones institucionales o “epocales” de su producción y/o de su recepción, es decir, en lo extradiscursivo. Así sucede con el análisis de inspiración sociohermenéutica, orientado a la identificación de posiciones según el “contexto” de una determinada situación social (Barbeta-Viñas, 2021), así como con algunos trabajos inspirados en la teoría de los campos de Pierre Bourdieu, atentos a los movimientos de los agentes en las posiciones del espacio social, negociando y disputando diversos capitales. No nos referimos a la teoría de Bourdieu, cuestión que exigiría una extensa revisión que no es el propósito de este trabajo, sino a su funcionamiento como un conjunto de premisas que suelen ser punto de partida de análisis discursivos diversos. Desde la perspectiva que aquí asumimos, ello equivale a tomar la parte por el todo (Aguilar et al., 2014), desatendiendo la materialidad específica del discurso e incurriendo en un “reduccionismo sociológico” (Grondona, 2019: 232). Reiteramos entonces que lo que nos interesa interrogar es cuáles son los usos posibles de las cp una vez que les quitamos la carga de factor determinante en el acontecer discursivo. Si el interrogante que nos orientaba establecía que la parte no debe ser tomada por el todo, podría decirse que los esfuerzos que nos orientan en este escrito se rigen por la pregunta siguiente: “¿qué hacer con los datos cuando trabajamos con discursos?”.

Tres modos de puesta en juego de los datos

En primer lugar, si nuestro interrogante es “¿qué hacer con los datos?”, cabe precisar que el “hacer” remite aquí a una práctica de investigación. Es decir, a un proceso de lectura-escritura que, a partir de una serie de materiales, realiza un trabajo concreto utilizando como medios determinados conceptos y produce como resultado un nuevo material, distinto de los anteriores. En este sentido, el proceso de investigación es una práctica, definida por un objeto de trabajo del que, a partir del proceso en el que se ponen en juego ciertos medios de producción o cuerpo teórico, se obtiene un producto (Althusser, 2011b). Si el objeto con el que se cuenta al inicio consiste en materiales textuales, vale aclarar que su selección y recorte no es en modo alguno preexistente al proceso mismo. En este sentido, lo que denominamos como objeto de investigación no está “dado” de antemano sino que es un producto del trabajo (Aguilar et al., 2014; Foucault, 2008b). Nuestra interrogación se refiere entonces a los posibles modos de intervención de las cp en dicho proceso. Considerando esto, proponemos tres formas distintas del quehacer con los datos, tres modos de su puesta en juego en el proceso de investigación.

Uso descriptivo de las cp. En primer lugar, presentamos el que quizás resulte el modo más habitual y conocido de puesta en juego de las cp: aquel que se dedica a situar tal o cual documento en ciertas coordenadas extradiscursivas. Tomemos, por ejemplo, el caso de los cursos dictados por Michel Foucault entre 1975 y 1976 en el Collège de France. Allí, él encuentra un documento que resulta central para su trabajo. Se trata del informe posteriormente publicado como État de la France (1727), escrito por Henri de Boulainvilliers:

“Luis XIV obliga a los intendentes a presentar el informe. Después de muchos meses los textos son finalmente redactados y reunidos. El que recibe primero el informe sobre la situación de Francia es el círculo del duque de Borgoña. O sea: la oposición nobiliaria que circundaba al duque de Borgoña y que acusaba al régimen de Luis XIV de haber puesto en peligro el poderío económico y político de la nobleza. Henri de Boulainvilliers será el encargado de presentar al duque de Borgoña el informe en forma reducida y sobre todo de dar su explicación e interpretación: de recodificarlo, si se quiere”. (Foucault, 2008a: 107)

Nos encontramos ante una descripción detallada de las condiciones en las cuales este informe fue escrito, de la reposición de los datos que rodean su aparición. Este es un paso prácticamente obligado por el género científico-académico: dar cuenta del haz de datos que remiten a la aparición de un material escrito, generalmente objeto del trabajo de investigación. En este sentido, podría decirse que el gesto es necesario para una práctica que se supone colectiva, o bien evaluada por una comunidad de pares.

Ahora bien, en el caso en cuestión las cp no tienen en sí mismas ningún peso explicativo. En el trabajo de Foucault, que tiene por objetivo la realización de una genealogía de la insurrección de los saberes sujetos, los datos que enmarcan la aparición del informe de Boulainvilliers no explican su sentido. Si el documento resulta central para él, esto es en virtud de regularidades observadas en su materialidad textual, en relación con otros materiales cuya profusa revisión le permitirá identificar, en este singular informe, la emergencia de una nueva grilla de inteligibilidad que articula el relato de la historia con la gestión del Estado. Este documento, punto de llegada y no de partida del proceso de trabajo de Foucault, constituye un acontecimiento discursivo en la medida que en él se ensamblan de modo singular una serie de elementos de diversas procedencias, excediendo las intenciones manifiestas del mismo Boulainvilliers.

Tenemos entonces un primer modo descriptivo de puesta en juego de las cp, que refiere a su utilización como modo de situar y de presentar los materiales que conforman un corpus (materia prima del proceso de investigación), sin que ello les suponga peso explicativo alguno en el análisis o intervención específica en el proceso de trabajo.

Uso indiciario de las cp. Una segunda forma de puesta en juego de las cp, que llamaremos “indiciaria” en función de su vínculo con el “paradigma” propuesto por Carlo Ginzburg (1999), remite al proceso mismo de investigación. Es decir, a la “trastienda”, según la clásica expresión de Catalina Wainerman y Ruth Sautu (2001), en la medida en que las cp pueden resultar en “pistas” útiles para la ampliación del corpus. Aquí, los datos intervienen durante el proceso de trabajo mismo, colaborando en la búsqueda y selección del material, pudiendo formar parte o no del producto. 

Para ilustrar este uso, tomaremos un trabajo de Ana Grondona (2018). Su indagación sigue los trazos de la fantasía científica en un documento que, al parecer, poco tendría que ver con ese género: Proyectos nacionales (1971), del argentino Oscar Varsavsky. La autora parte de identificar, en ese libro, un vínculo entre “fantasía científica” y “utopía”, que resulta observable al nivel de la materialidad textual. Ese punto de partida la condujo a heterogeneizar el libro, identificando en su interior elementos que le son exteriores. Podría decirse que eso sucede toda vez que nos encontramos leyendo un material y, ante la aparición de una secuencia discursiva que nos “suena” extraña, nos preguntamos coloquialmente: “¿qué hace esto acá?”. No es otro el efecto de extrañamiento que produce la lectura de una fábula denominada “Monox”, situada en el apéndice de Proyectos nacionales, en la que se presenta una ficción para ilustrar las hipótesis concernientes al planteo de viabilidad de estilos o estrategias de desarrollo para un país. A partir de esta sensación de extrañeza provocada por la irrupción en el texto de elementos que parecen ajenos a él, la investigadora procede a aislar este problema y comienza a desplegar una búsqueda por el exterior del texto. Es precisamente en este punto en el que Grondona hace intervenir las cp y, orientando su búsqueda alrededor del nombre “Oscar Varsavsky”, reconstruye momentos de su trayectoria en los que encuentra pistas de la articulación entre “fantasía científica” y “utopía”. El hallazgo es la participación de ese autor en la revista Más Allá de la Ciencia y de la Fantasía, que publicó la editorial Abril entre 1953 y 1957.

En este caso, el trabajo con las cp posibilitó el encuentro con la revista Más Allá, es decir, con una zona posible de ampliación del corpus. Aquí, el papel de las cp no es subsidiario de lo que sucede en otras instancias, como en el caso anterior, sino que ellas representan una parte significativa del proceso de trabajo. No obstante, esto no significa que revistan peso explicativo propio sobre las regularidades observadas. De allí que esta forma de trabajo con ellas resulte en un “ida y vuelta”: ir hacia las cp para luego volver a la materialidad textual. De este modo, el trabajo de Grondona se ubica al nivel de los trazos antes que de los datos, buscando regularidades interdiscursivas entre los materiales que no se explican por los itinerarios de las figuras involucradas (en este caso, el de Oscar Varsavsky). Pero recurre a las cp buscando indicios que la llevan a ampliar el corpus documental. De allí que hemos denominado a este segundo modo de puesta en juego de las cp como indiciario, puesto que intervienen durante el proceso mismo de investigación como elementos que arrojan “pistas” para la búsqueda y ampliación de materiales. Para una perspectiva que considera que el corpus no preexiste al proceso de investigación y que la dispersión es necesaria para que su constitución no se base en unidades “dadas”, esta forma de trabajo con las cp resulta fundamental.

Antes de pasar al tercer caso, es preciso notar que el uso indiciario de las cp requiere considerarlas en su compleja heterogeneidad. Es decir que, para que las “pistas” resulten provechosas es necesario mantener especial sensibilidad a las zonas de las trayectorias y biografías que hayan sido menos visitadas. En el ejemplo considerado, una mirada más bien lineal de la vida de Varsavsky jamás se hubiera detenido en sus aportes a la ciencia ficción. Es en este aspecto donde encontramos un acercamiento a las advertencias sobre la “ilusión biográfica”, que tiende a considerar la vida de un sujeto como “un conjunto coherente y orientado”, que seguiría el modelo de un itinerario dirigido hacia un fin determinado y sobre el cual sería posible marcar etapas (Bourdieu, 2011: 122). Lejos de tal efecto ideológico de homogeneidad, las cp se encuentran permeadas de vaivenes y contradicciones que desde nuestra perspectiva resulta fundamental poder captar.

Seguimos aquí una serie de reflexiones establecidas en un trabajo que versa, precisamente, sobre la biografía de Oscar Varsavsky (GEHD, 2014). Allí, se destaca la necesidad de deshilvanar las unidades “dadas” como narraciones de una vida hacia formas más amables a la dispersión, como modo alternativo de estudiar itinerarios. Modos más sensibles a las constelaciones de personas, instituciones y redes que tienden a ser soslayadas o empujadas al olvido cuando se construye una narración lineal sobre la vida de un individuo, generalmente apalancada por las proyecciones imaginarias con que se narra a sí mismo, al nivel de las condiciones de enunciación (ce), o bien por las estabilizaciones que se van produciendo en la misma organización del ámbito científico alrededor de ciertos campos problemáticos. Así sucede, por ejemplo, con la inclusión de Varsavsky en el panteón del Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo (PLACTED). Aunque pertinente, esta inscripción de la palabra varsavskiana deja en opacidad otros caminos en los que ella podría ser considerada, como sucede con el de la ciencia ficción. De modo que resulta fundamental poder dispersar y heterogeneizar también al nivel de los datos para que la búsqueda de indicios resulte provechosa. En ello se fundamenta la propuesta de “nebulosa” que recuperaremos más adelante.

Uso estratégico de las cp. Un tercer modo de puesta en juego de las cp refiere a la aparición, durante el proceso de investigación, de datos que suelen ser soslayados por las narrativas dominantes en un determinado campo de estudios, a cuya desestabilización se pretende abonar. Entendemos por “narrativas” a aquellas historias que suelen reproducirse de manera más o menos idéntica y que se ofrecen como saberes “de pleno derecho”, formas de la continuidad que no problematizamos. El trabajo desde la perspectiva del AMD tiende, por el contrario, a mostrar que ellas “no son el lugar tranquilo a partir del cual se pueden plantear otras cuestiones [...], sino que plantean por sí mismas todo un puñado de cuestiones” (Foucault, 2008b: 39). Para ilustrar a qué nos referimos, consideraremos dos investigaciones de nuestra autoría.

En primer lugar, tomemos el ejemplo de un trabajo sobre la problematización de las pautas de consumo en el Plan Trienal para la Reconstrucción y la Liberación Nacional 1974-1977, presentado durante el tercer gobierno peronista (Coviello, 2019). Dentro del campo problemático de la historia económica de la Argentina, suelen destacarse importantes desencuentros entre el peronismo y la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). Hay buenos elementos para ello: allí está la colaboración de Raúl Prebisch con la llamada Revolución Libertadora, que Arturo Jauretche (1955) denunció como un “retorno al coloniaje”. Sin embargo, en el trabajo en cuestión hallamos que en la elaboración del Plan Trienal intervinieron una serie de expertos vinculados a la CEPAL (Alfredo Eric Calcagno, Alberto Fracchia, Horacio Santamaría, Ricardo Cibotti y Benjamín Hopenhayn), institución que abrió una oficina en Buenos Aires durante el tercer gobierno peronista, luego del Golpe de Estado de Pinochet en Chile. De este modo, la participación de expertos de la CEPAL en la elaboración del Plan Trienal pone en cuestión buena parte de las narrativas del campo, que habían tendido a enfatizar los desencuentros del organismo con el peronismo, privilegiando así ciertos datos sobre otros.

En segundo lugar, consideremos un estudio acerca de las resonancias entre diversos expertos vinculados a los debates sobre estilos de desarrollo (entre ellos, nuevamente, Varsavsky y Calcagno) y los escritos tempranos del economista chileno Carlos Matus, por entonces integrante de CEPAL (Viedma, 2022). En este caso, las narrativas del campo suelen enfatizar la “ruptura” de Matus con la CEPAL con posterioridad al Golpe de Estado de 1973, ubicando la derrota de la Unidad Popular como el “origen” de sus desarrollos en materia de planificación estratégica. Pues bien, durante el proceso de indagación se encontraron no solo resonancias textuales entre los trabajos de Matus y las figuras mencionadas, sino también sendos cruces en sus itinerarios que habían permanecido desatendidos hasta el momento. En este caso, una vez más los hallazgos al nivel de las cp contribuyen a cuestionar las narrativas dominantes, fortaleciendo las hipótesis sostenidas a partir de la observación de regularidades interdiscursivas. Aquí, los datos son relevantes no solo en el momento de la “trastienda”, sino como instancias incorporadas en el producto mismo del trabajo de investigación.

Este tercer caso, que ejemplificamos con las dos investigaciones mencionadas, permite ubicar la existencia de un uso estratégico de los datos allí donde estos permiten hacer tambalear narrativas dominantes en un campo. Aquí las cp revisten cierto peso explicativo, aunque no exclusivo ni determinante, pues son relevantes en la medida en que contribuyen a fortalecer hipótesis construidas sobre la base de la materialidad textual, trabajando al nivel de las relaciones interdiscursivas o condiciones de formación (CF). Podría decirse que, en este tercer caso, la inclusión de los datos en el producto de la investigación resulta estratégica para cimentar regularidades que fueron encontradas en otro orden: al nivel de los trazos del exterior constitutivo del discurso. Pero es importante no perder de vista que ellos no se esgrimen como factor que explicaría dichas regularidades: no tienen relevancia en y por sí mismos, sino solo en la medida que contribuyen a fortalecer una hipótesis de lectura respecto de lo que ocurre fundamentalmente en otra instancia. Ellos aportan a un ejercicio más general de contramemoria (Walters, 2022), que implica tomar cierta distancia de las narraciones dominantes para producir luego una “re-serialización”, considerando elementos que en ellas se encontraban dispersos. De allí que propongamos denominar a este tercer uso como estratégico, teniendo en cuenta, a su vez, el carácter situado de las genealogías producidas desde el Sur global. Victoria Haidar (2019) ha observado que los trabajos de historia del presente producidos en la periferia revisten una marcada politicidad, algo que los distingue de los provenientes de los países del Norte, especialmente del mundo anglosajón. En este sentido, el uso estratégico de los datos posee sendas afinidades con el uso estratégico de la historia para una “sociología de las problematizaciones”, tal y como este es concebido por la misma autora. A su vez, este uso de las cp también resulta fundamental en nuestras latitudes, siendo la producción de nuestros saberes y su circulación hacia el Norte habitualmente invisibilizada (Grüner, 2010; Mitchell, 2022).

Quedan de este modo presentados los tres usos de las cp que consideramos posibles en el marco de un trabajo desde el AMD: el descriptivo, el indiciario y el estratégico. La elección de uno u otro dependerá de la toma de posición de quien investiga en un campo problemático determinado, así como también de las posibilidades ofrecidas por los materiales con los que se trabaje. Esta última cuestión no resulta menor, considerando las dificultades con que solemos encontrarnos quienes investigamos en la periferia para acceder a nuestros archivos, marcados por la fragilidad y discontinuidad institucionales, cuya conservación suele depender de la excepcional vocación burocrática de algunos funcionarios. A ello podríamos sumar las interrupciones en las mismas instituciones académicas, que han afectado la construcción de investigaciones detalladas sobre temas o cuestiones “clásicas”, hoy dispersas en discusiones disciplinares específicas. De allí que no siempre sea posible reconstruir trayectorias y redes con la suficiente precisión para hacer de ellas el uso estratégico que ubicamos en tercer lugar, aun cuando ello pueda resultar pertinente de acuerdo a la hipótesis de quien investiga.

De constelaciones y nebulosas: ¿cómo re-anudar?

Ahora bien, el interrogante que surge en este punto es por los modos de re-anudar lo dispersado. ¿Con qué criterios sería posible re-ensamblar unidades a partir de los datos? En otras palabras, ¿cómo construir las redes que permitan fortalecer nuestras hipótesis, una vez que desestabilizamos la homogeneidad también en este nivel? Esta pregunta por la construcción de una nueva unidad después de la dispersión no concierne únicamente a la instancia de las cp. En un trabajo reciente (Aguilar et al., 2014) se han sugerido dos coordenadas para asir los materiales y establecer relaciones entre ellos de acuerdo con criterios específicos, sin sacrificar el recorrido de desestabilización: el concepto de dominio interdiscursivo, de Jean-Jacques Courtine (1981), como forma de delimitar “regiones” a partir de la observación de regularidades, seguida de la noción de problematización (Foucault, 1999 y 2013) como la descripción de un “haz de interrogantes” del que ciertos sentidos emergen como respuestas históricamente situadas. Este concepto distingue la perspectiva foucaultiana de la historia de las ideas y también de la historia de las mentalidades, al referirse al modo en que ciertas cuestiones se constituyen en problemas y las estrategias que se desarrollan para responder a ellos (Revel, 2008). Remite, pues, tanto al objeto de indagación como a la estrategia de abordaje (Restrepo, 2008).

Para el trabajo específico con las cp, podría pensarse en un ejercicio de construcción de constelaciones alrededor de una cuestión o problema, en la que ciertas trayectorias individuales se presentan como puntos de observación privilegiados. Es en este punto en el que encontramos valor en los ejercicios de Christian Topalov (2004), más precisamente, en su elaboración de una nebulosa en torno a la emergencia de la cuestión urbana. Se trata del conjunto de expertos, políticos, profesionales, filántropos e instituciones laicas y religiosas que conformaron la trama de debates en torno a los problemas sociales. Dicha constelación es dibujada por Topalov como una “nebulosa reformadora” cuya unidad no era preexistente al trabajo de dispersión y re-anudamiento realizado por él:

“Existe una estrecha red de organizaciones a la que cabe dar el nombre de «nebulosa de la reforma», cimentada por algunas instituciones clave y muchos hombres polivalentes. Es muy revelador al respecto el estudio de la genealogía y la topografía de los diferentes grupos y la biografía y trayectoria de las distintas personalidades. Se puede ver así la unidad del campo de la reforma, muchas veces ignorada por una historiografía que considera como algo natural la división de las políticas sociales que obedecen precisamente al trabajo histórico que se realiza en ese período”. (Topalov, 2004: 57; énfasis nuestro)

Vemos allí retomado el debate de Foucault (1982) con la historiografía, en el que el filósofo establece la diferencia entre el análisis de un problema y el estudio de un período. A su vez, puesto que una estrategia de poder determinada no tiene un único punto de origen, el análisis toma por objeto a la búsqueda por organizar ciertos dispositivos en sí misma, a “las máquinas previstas, pensadas, imaginadas, soñadas tal vez, por unas personas que tienen, ellas sí, una identidad muy precisa y que responden efectivamente a un nombre” (Foucault, 1982: 50; énfasis nuestro). En su trabajo, Topalov da cuenta de la emergencia de una reconfiguración de la llamada “cuestión social” en una serie “problemas sociales” que conllevan nuevos dispositivos de intervención. Para ello, necesita de un punto de partida que no se circunscriba a las fronteras disciplinares que serán un resultado de los mismos procesos que intenta observar. Requiere, en otros términos, de una especial sensibilidad a las “zonas grises” y formas de “hibridación” entre el saber experto y el saber lego (Caravaca, Daniel y Plotkin, 2018: 4), así como entre las fronteras que delimitan unos saberes expertos de otros. Incluso, precisa de una especial atención para los momentos más opacos o desatendidos en las trayectorias de ciertas figuras. Tal es el caso de William Beveridge, quien fue central en los debates de la seguridad social de la segunda posguerra, pero que, en el momento observado por Topalov (2004: 42), no era más que “un modesto trabajador social”. ¿Encontraríamos a Beveridge si consultáramos cualquier enciclopedia de historia de la ciencia económica? Probablemente no. No obstante, Topalov muestra que su figura fue central para delimitar el “desempleo involuntario”, es decir, la categoría moderna de desempleo (“personas que buscan trabajo y no lo encuentran”). Esta sería incorporada por la ciencia económica a partir de Keynes, pero su emergencia no se sitúa al interior de esta disciplina, sino en los despliegues de un saber práctico en el territorio por parte de Beveridge. En este sentido, la perspectiva descripta nos aleja de considerar que los saberes circulan en una única dirección, desde el interior de unas fronteras disciplinares trazadas de antemano hacia el cuerpo social, así como también de creer que se accedería a ese interior a partir de la posesión o no de ciertos capitales. Como puede observarse, la elaboración de la nebulosa de Topalov responde pues al uso estratégico de las cp que hemos reseñado más arriba, al cuestionar las narrativas establecidas por la ciencia económica.

Resulta claro que esta forma de trabajo con las cp requiere de un “dibujo” que permita dar cuenta del carácter “desbordado” de los saberes (Caravaca et al., 2018), de la porosidad de sus fronteras y del carácter híbrido de las figuras involucradas en su producción y circulación. Lejos de una representación topográfica que permite distinguir claros límites entre unidades “dadas”, la figura de la nebulosa es la de una espacialidad de límites difusos, movedizos, con densidades variables. En ella resuena aquel poliedro “cuyo número de caras no está definido de antemano y que jamás puede ser considerado como totalmente acabado” (Foucault, 1982: 62), o bien el archipiélago, otra respuesta a las “obsesiones espaciales” de Foucault (1992: 118). La nebulosa no es, por tanto, un dibujo que puede ser utilizado como punto de partida, teniendo definida previamente la selección de figuras o instituciones que participarían de ciertos procesos, sino más bien como aquel a ser trazado durante el transcurso del proceso de investigación. No es una imagen para definir, ni para establecer taxonomías, sino para explorar, puesto que se la dibuja para dar cuenta de la emergencia de un objeto como foco de preocupación y, a la vez, como horizonte privilegiado de intervención. Quizás algunas de sus zonas puedan ser recortadas con posterioridad y trabajadas en términos de campo con nuevas preguntas. Pero, desde una perspectiva que interroga los modos de estabilización de objetos y narrativas, ello no puede realizarse sin una reflexión previa sobre su constitución en unidades. Asimismo, cabe destacar que el trabajo de Topalov también constituye un ejercicio de contranarrativa en la medida en que cuestiona las explicaciones de la reforma como una suerte de epopeya progresista (correspondiente a la escena enunciativa construida por los propios reformadores), como conquista de la clase obrera, o bien como estrategias de la burguesía en el control de las clases subalternas. Más bien, se trata de una mirada atenta a las convergencias inesperadas y a la polivalencia táctica (Foucault, 2008a) de los dispositivos, es decir, a la posibilidad de que estos cumplan funciones opuestas en las tramas de saber-poder.

En síntesis, entendemos que la figura de la nebulosa elaborada por Topalov puede inspirar formas de re-anudamiento, de composición de nuevas unidades, las cuales, lejos de restituir formas de la homogeneidad “dada” al nivel de las cp, respondan al carácter sobredeterminado de la unidad de las cp, ce y CF. Ello aun cuando nuestros objetivos de investigación puedan ser más modestos que el de dar cuenta de una problematización, es decir, de los procesos de emergencia de un objeto como problema. Aun así, podemos valernos de la figura de la nebulosa para la observación de regularidades en torno a ciertos dominios discursivos. Considerando el carácter sobredeterminado de la unidad de las cp, ce y CF, su elaboración deberá realizarse según criterios que privilegien las regularidades interdiscursivas, enhebrándose con ellas los datos relevados al nivel de las trayectorias, redes y prácticas. Esto significa considerar que un individuo o una institución no es per se una cierta posición en un campo, ni un nodo en una red, sino que puede constituirse e inscribirse de modos diversos, según cuál sea la nebulosa que se dibuje a partir de la problematización o dominio en cuestión. En este sentido, los datos considerados en el proceso de trabajo y su organización no estarán dados de antemano, sino que serán ellos mismos un resultado.

Conclusiones

A lo largo del presente artículo hemos intentado responder a un único interrogante: “¿qué hacer con los datos?”. Para ello, precisamos en primer lugar el sitio desde el cual es posible la emergencia de tal pregunta, que bajo una perspectiva teórico-metodológica diferente podría estar respondida de antemano, o bien encontrarse en algún manual de metodología de la investigación. Lejos de ello, trabajar desde el AMD y desde la “sociología de las problematizaciones” requiere, al menos para nuestras disciplinas, pensar cuál es el estatuto de las condiciones de producción (cp) del discurso, una vez que nos distanciamos de su consideración como el factor explicativo determinante en los procesos discursivos. Así, nuestra mirada polemizaba con trabajos de inspiración bourdesiana en los que un conjunto de premisas funciona como punto de partida para derivar el sentido del discurso de las condiciones institucionales o “epocales” de su producción. De este modo, el interrogante por las cp conlleva un distanciamiento respecto de otros modos (menos problemáticos, quizás, en el sentido de más naturalizados) de ponerlas en juego en relación con los procesos discursivos.

En segundo lugar, hemos presentado tres posibles usos de las cp en relación con su modo de puesta en juego a lo largo del proceso de investigación, entendido en clave althusseriana, esto es: como una práctica que parte de un cierto material sobre el cual realiza un trabajo valiéndose de determinados medios para obtener un producto. Así, distinguimos los usos descriptivo, indiciario y estratégico de los datos. En el primer caso, las cp no intervendrían más que como una suerte de testigo de las condiciones que rodean la aparición de un material escrito, sin por ello revestir ninguna importancia para el trabajo de investigación ni peso explicativo alguno en el producto resultante. En el segundo, los datos se erigirían en pistas para ir de un documento a otro, posibilitando la ampliación del corpus y pudiendo aparecer o no en el producto final. Vimos entonces que, para que el despliegue resultara provechoso, era necesario trabajar dispersando la búsqueda de individuos, coordenadas temporales y geográficas, espacios institucionales y redes hacia sus zonas más relegadas. En tercer lugar, presentamos el uso estratégico de los datos, en el que ellos revisten cierto valor explicativo en el producto resultante del proceso de indagación, en aporte al fortalecimiento de hipótesis que resultan contrarias a las narrativas dominantes en un campo determinado. Aun en este caso, es preciso destacar que las cp resultan subsidiarias a las relaciones interdiscursivas observadas bajo la forma de trazos, respetándose la unidad sobredeterminada por el interdiscurso de las instancias que intervienen en la producción discursiva.

Por último, consideramos una pregunta que se desprende de todo lo anterior, concerniente a los modos de re-anudar lo disperso. Recurrimos entonces a la noción de nebulosa, en la medida que ella nos permite trazar nodos y relaciones sin por ello sacrificar las zonas grises o híbridas en las formas de producción y circulación de saberes. Antes que una representación que conduzca a establecer claros límites entre unidades preexistentes a su articulación, la espacialidad más difusa y opaca de la nebulosa nos permite una mayor sensibilidad para la exploración del modo en que los datos participan en la producción discursiva.

Cabe, en relación con el último punto, una última consideración referida al estatuto de la representación de la nebulosa en nuestra propuesta. De lo dicho hasta aquí no debiera desprenderse que constituya la forma necesaria de articulación de datos al nivel de las cp. Ella nos resulta prometedora como forma alternativa a la disposición de agentes en un campo, a la manera de Bourdieu, pero nos interesa dejar abierta la posibilidad a nuevas figuras que, siguiendo las reflexiones de Mara Glozman (2020a) sobre las formas materiales de montaje del corpus, puedan resultar más o menos adecuadas a otras hipótesis y cuestiones de investigación. Lo que sí es claro es que, cualquiera sea la forma en la que se dispongan trayectorias, redes, dispositivos y prácticas no discursivas con que los discursos se imbrican, resulta siempre necesario dar cuenta de los criterios y el modo en que su unidad se constituye. Los tres usos de las cp que distinguimos aquí procuraron ser una contribución en tal sentido.

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