Número 29 · Año 2020


LENGUAJES ARTÍSTICOS EN LA PRODUCCIÓN DE CONOCIMIENTOS: UNA METODOLOGÍA CUALITATIVA PARA EL ESTUDIO DE SENSIBILIDADES Y REPRESENTACIONES SOCIALES

Mgter. Silvia Gattino

Universidad Nacional de Córdoba

Córdoba, Argentina

silviagattino@unc.edu.ar

Resumen

El presente trabajo comunica una metodología interdisciplinaria de investigación social cualitativa donde dialogaron lenguajes y recursos artísticos con técnicas y recursos de las ciencias sociales, produciendo conocimientos acerca de sensibilidades y representaciones, sensaciones y emociones de sujetos entramados en prácticas de cuidados de jóvenes y adultos mayores, en diversos escenarios sociales e institucionales de la ciudad de Córdoba, durante los años 2012-2015.

El arte en la producción de conocimientos contribuye a un “decir” de otro modo, que asoma como pliegue o relieve en el relato de quienes participan de ellos, como textura de un discurso social que deja huellas en sus modos de vivir y nombrar el mundo tal como lo conocen, cristalizado en representaciones sociales y modos de sentir. Siguiendo esas huellas, donde la palabra que se ha reprimido no llega a transitarlas para rescatar una vivencia, los lenguajes artísticos hacen posible arribar a las emociones y a un mundo simbólico desconocido para el propio sujeto, quien de este modo conecta y pone nombre a lo que cree, siente, percibe y piensa.

La discusión que se propone permitirá arribar a algunas reflexiones finales acerca de la posibilidad de diálogo y co-creación entre arte y ciencia.

Palabras clave

lenguajes artísticos, investigación, sensibilidades sociales

ARTISTIC LANGUAGES IN THE PRODUCTION OF KNOWLEDGE: A QUALITATIVE METHODOLOGY FOR THE STUDY OF SENSITIVES AND SOCIAL REPRESENTATIONS

Abstract
The present work communicates an interdisciplinary methodology of qualitative social research where they discussed languages ​​and artistic resources with techniques and resources of the social sciences, producing knowledge about sensitivities and representations, sensations and emotions of subjects framed in care practices of young people and older adults, in various social and institutional settings of the city of Córdoba, during the years 2012-2015.

Art in the production of knowledge, contributes to a “say” in another way, which appears as a fold or relief in the story of those who participate in them, as a texture of a social discourse that leaves traces in their ways of living and naming the world as they know it, crystallized in social representations and ways of feeling. Following those traces, where the word that has been repressed does not reach them to rescue an experience, artistic languages ​​make it possible to arrive at emotions and a symbolic world unknown to the subject himself, who thus connects and names what he believes, feel, perceive and think.

The proposed discussion will allow us to arrive at some final thoughts about the possibility of dialogue and co-creation between art and science.

Keywords

artistic languages, research, social sensitivities


AVANCES

Recibido:08/10/2019 - Aceptado:25/11/2019

Número 29, 2020 / ISSN 1667-927X / ISSN electrónico en trámite

https://revistas.unc.edu.ar/index.php/avances

Centro de Producción e Investigación en Artes,

Facultad de Artes, Universidad Nacional de Córdoba. Argentina.

 

Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional



Introducción

¿De qué color es la bronca que siente alguien que es abandonado? La alegría que se experimenta al contar con alguien que me cuide, ¿con qué trazo se dibuja? Las líneas sensibles o rígidas, ¿qué dicen de las vivencias de amor? ¿Cuáles son las imágenes de la impotencia que siente quien, queriendo, no puede brindar a otro la ayuda que sabe adecuada y oportuna? ¿Qué tipo de líneas, puntos y vacíos componen el relato de una red de contención social activa y eficiente?  Las escalas del dolor social, ¿son policromáticas o monocromáticas?

¿Cuál es la intensidad de luces y sombras para pintar actos de cuidar, ser cuidados o no cuidar?

El presente trabajo comunica una metodología interdisciplinaria de investigación social cualitativa donde dialogaron lenguajes y recursos artísticos con técnicas y recursos de las ciencias sociales, produciendo conocimientos acerca de sensibilidades y representaciones, sensaciones y emociones de sujetos entramados en prácticas de cuidados de jóvenes y adultos mayores, en diversos escenarios sociales e institucionales de la ciudad de Córdoba, durante los años 2012-2015.[1]

El arte en la producción de conocimientos contribuye a un “decir” de otro modo, que asoma como pliegue o relieve en el relato de quienes participan de ellos, como textura de un discurso social que deja huellas en sus modos de vivir y nombrar el mundo tal como lo conocen, cristalizado en representaciones sociales y modos de sentir. Siguiendo esas huellas, donde la palabra que se ha reprimido no llega a transitarlas para rescatar una vivencia, los lenguajes artísticos hacen posible arribar a las emociones y a un mundo simbólico desconocido para el propio sujeto, quien de este modo conecta y pone nombre a lo que cree, siente, percibe y piensa.

La discusión que se propone permitirá arribar a algunas reflexiones finales acerca de la posibilidad de diálogo y co-creación entre arte y ciencia.

Trayecto y tramo: producción de conocimientos en el contexto de una línea mayor de investigación social

“El arte hace visible las experiencias, las esperanzas, las ideas;

es un espacio reflexivo, y socialmente trae algo nuevo al mundo,

contribuye con el conocimiento y la comprensión.”

Maggie O’Neill

(citado y traducido por Scribano, 2013, p. 85)

Desde un punto de vista epistemológico, siguiendo a Scribano (diciembre de 2012-marzo de 2013), sostenemos que las ciencias contemporáneas aceptan que el observador está incluido en el campo de observación, cuestión que elimina la posibilidad de hacer una ciencia donde los investigadores hagamos caso omiso a nuestras implicancias en la misma. Desde las miradas actuales sobre el quehacer científico, que tienen en la procesualidad, la complejidad y la indeterminación tres de sus pilares fundantes, es, al menos, inadecuado sostener la posibilidad o la existencia de una división que intente mantener en compartimientos estancos a los objetos de indagación científica.

Por otra parte, si se repara en que la elaboración de teorías procede a través de –y desde– la construcción de redes nocionales basada en interconexiones de reciprocidad conceptual, ello tiene una gran resonancia en la dimensión metodológica de la producción de conocimientos en el orden de imbricación entre experiencia, observación, registro y análisis, lo cual inicia una espiral hermenéutica que desde el mismo momento del registro atraviesa la mirada que se pretende construir.

La expresividad siempre ha sido un tema controversial para las ciencias sociales, pues nadie puede vivir-en-el otro. Pero el avance de las estrategias cualitativas de investigación social –al incorporar progresiva y sostenidamente las “tecnologías de captación de expresividad”– ha podido acercar la brecha entre lo que el investigador ve y aquello que el sujeto expresa (Scribano, 2013, p. 83).

En este sentido, nos arriesgamos a asumir dicha complejidad de nuestro objeto de indagación y atravesar fronteras epistemológicas y metodológicas para adentrarnos en su exploración, la misma que nos llevó a los confines de las sensibilidades y emociones hechas cuerpos, inmersos en relaciones y representaciones sociales dentro de sus propios contextos de observación. “Lo que sabemos del mundo lo sabemos por y a través de nuestros cuerpos” (Scribano, diciembre de 2012-marzo de 2013, p. 99).

El proceso de investigación en torno a las prácticas culturales y la institucionalidad del cuidado vigentes nos hizo ver la importancia de desentrañar críticamente el núcleo figurativo de las representaciones acerca de las prácticas de cuidado, para dilucidar creencias ideologizadas al respecto.[2]

El concepto de representación alude a sistemas cognitivos: estereotipos, opiniones, creencias, valores y normas. Sistemas de códigos, lógicas clasificatorias. Principios interpretativos y orientadores de las prácticas. Definen la conciencia colectiva: límites y posibilidades de la forma en que hombres y mujeres se relacionan, actúan e interactúan (Araya Umaña, 2002).

Nos interesaron de modo particular las representaciones sociales acerca del cuidado de sí, acerca del cuidado de los otros y acerca del cuidado del ambiente, así como sus interrelaciones en la dialéctica cuidar-ser cuidado. Es decir, la trama de representaciones exploradas de manera interdisciplinaria dio cuenta de experiencias y saberes, valores y significados familiares, institucionales y entre pares, cuya resultante en el aquí y ahora se objetiva en prácticas, relaciones y representaciones de actores sociales e institucionales.

Mediante lenguajes artísticos buscamos abordar la pregunta: ¿cuáles son y cómo se expresan las representaciones sociales acerca de los cuidados de sí, de los otros y del ambiente, ancladas en escenarios institucionales, familiares y de pares referidos a adolescentes y adultos mayores de Córdoba Capital?  Posteriormente, despertó nuestro interés conocer las huellas de aquellas prácticas, es decir, qué experiencias de cuidado vivenciaron los cuidadores, las mismas que –forjando sus creencias y significados– disponen a la acción de cuidar en el presente y le dan sentido y significación como tal, esto es, se hacen cuerpo (individual o institucional). Lo exploramos en sus actos expresivos, atentos a sus sensibilidades en torno a la cuestión planteada.

Atender cuáles son y cómo se expresan las representaciones de las prácticas del cuidado nos permitió reconocer modos y procesos de constitución del pensamiento social, por medio del cual las personas o grupos tienden a tomar posición o actuar ante estas cuestiones. Concibiendo a la cultura como el entramado de significaciones compartidas que orientan las prácticas y hacen inteligible la experiencia (Geertz, 1995), consideramos por tanto necesario acceder a ese universo simbólico para dar cuenta de la problemática hasta aquí expresada.

Al detenernos particularmente en las representaciones sociales, accedimos a las explicaciones que los sujetos extraen de los procesos de comunicación y del pensamiento social, haciendo referencia a un tipo específico de conocimiento, cómo la gente piensa y organiza su vida cotidiana: el sentido común (Araya Umaña, 2002).

La decisión de recurrir a una metodología cualitativa sostenida en lenguajes artísticos resultó el mejor camino para explorar las representaciones sociales en torno a las que se configura la organización social de los cuidados vigente en nuestra cultura y para visibilizar prácticas alternativas de cuidado, por fuera de las formas conocidas, convencionales, formas que marcan rupturas con el paradigma cultural vigente. La metodología mencionada se acerca a lo que desde hace algún tiempo se viene discutiendo en investigación cualitativa como investigación basada en el arte. Al incluir este último en término de lenguajes artísticos, aludimos a su consideración en procesos de comunicación social de saberes y creencias contenidas en simbolismos y representaciones a las que resulta, a veces, imposible acceder mediante la palabra (tanto al investigador como a los sujetos involucrados).

En términos generales, asumimos que las artes tienen un potencial comunicativo mediante códigos estéticos que provocan sentimientos, interpretaciones y reflexiones, y dichos códigos tienen mayor complejidad que otros lenguajes comunicativos, dada la percepción subjetiva y/o intersubjetiva de los mensajes, según cada cultura.

En estas investigaciones, fueron considerados como tales: dibujos, líneas, manchas y colores, fotos y videos. Todos ofrecidos como caminos en los talleres/encuentros expresivos-creativos que realizamos durante el trabajo de campo, así como en el acompañamiento a un grupo de teatro sostenido por personas mayores, quienes hacían su proceso desde el guion de la obra hasta la puesta en escena, siendo el espacio teatral un taller expresivo-creativo en sí mismo.

A través de estos dispositivos creativos, pudimos caracterizar conjuntamente con los actores de nuestra investigación algunas prácticas sociales, como prácticas de cuidados y su relación con la figura de los cuidadores, así como conocer, desentrañar y cuestionar las representaciones sociales alrededor de las que se articulan los cuidados de adolescentes, de adultos mayores y del ambiente, para proponer modificaciones en dichas prácticas, al mismo tiempo que identificamos la perspectiva de los sujetos acerca de lo anterior.

El estudio se basó en la combinación de métodos y procedimientos para entrecruzar la expresividad, el arte y las sensibilidades, a lo largo de cuatro años. Los lenguajes artísticos integraron la batería de lenguajes que interdisciplinariamente abordaron de manera exploratoria, descriptiva, cualitativa y etnográfica, a diversas prácticas, representaciones y sensibilidades relativas a cuidar y ser cuidados, mediante diseños de casos múltiples y holísticos, así como su significación cultural (Neiman y Quaranta, 2007).

La interpretación de dibujos y las dinámicas de los talleres expresivo-creativos nos condujeron a las lógicas de las tramas de vida en su superficie, para bucear desde allí en las representaciones que sostienen dichas prácticas, formas y procesos de cuidar y ser cuidado.

Para ello, lo anterior se combinó con observaciones de prácticas y relaciones sociales en escenarios institucionales, en espacios organizativos propios de los sujetos. Elegimos estos escenarios por considerar que forman parte de una cadena de prácticas significantes, formas y procesos de cuidar y ser cuidado, configurantes de situaciones de simbolización variable, inestable, compleja y hasta caótica en la percepción de los involucrados en ellos, y, por otra parte, por considerarlos claves con respecto del campo teórico-ético-político y organizativo delimitado. Participamos en reuniones, instancias organizativas y conversaciones (profesionales, institucionales, en los espacios de los propios adolescentes, en las actividades de jóvenes y adultos mayores de los programas de cada caso estudiado).

Además de entrevistas y observaciones propias del trabajo de las ciencias sociales, recurrimos al análisis de dibujos y soportes gráficos en una serie de instancias seleccionadas a tal fin: a) producción de dibujo, b) verbalización de su autor, c) análisis de elementos constituyentes de la producción gráfica. De tal modo fue posible conocer: estereotipos, opiniones, creencias, valores y normas. Sistemas de códigos, lógicas clasificatorias. Principios interpretativos y orientadores de las prácticas en torno a dimensiones del cuidar y ser cuidado, teniendo en cuenta lo que es inherente al estudio de las representaciones sociales: su objetivación (concretización que hace tangible lo abstracto, proceso fundamental del conocimiento social) y su anclaje (proceso que transforma lo extraño en familiar, insertándolo en un marco de referencia conocido y preexistente, e insertando su representación en la dinámica social para comunicarlo y que sea comprendido) (Araya Umaña, 2002).

Asimismo, nos adentramos en historias donde la metodología permitió acceder a experiencias de cuidado hechas cuerpo/s al cuidar de sí, de los otros y del ambiente. La Fenomenología de Merleau Ponty –ayer–  y la antropología hoy, nos muestran que el cuerpo es la condición del ser humano, el lugar de su identidad (Matoso, 2011).  El cuerpo no es una cosa, sustancia u organismo, sino una red plástica contingente e inestable de fuerzas sensoriales, motrices y pulsionales, o mejor aún, una banda espectral de intensidades energéticas, acondicionada y dirigida por un doble imaginario: el imaginario social y el imaginario individual (Le Breton, 2002).

Relevamos sensibilidades y disposiciones a la acción de los cuidadores, estableciendo la asociación entre las experiencias de cuidado en la historia de los cuidadores y sus experiencias e intervenciones actuales para dar cuidado a otros en situaciones de vulnerabilidad social, cultural, ambiental.

Mostramos que los cuerpos, las emociones y las experiencias de cuidados son génesis y soportes de las representaciones sociales e institucionales vigentes en torno al poder y los cuidados, más allá de los enunciados jurídico-políticos acerca de la protección integral de jóvenes y personas mayores.

El hombre está conectado con el mundo por una red continua de emociones. Es impactado, afectado por los acontecimientos. La afectividad moviliza los cambios musculares y viscerales, que impregna el tono de la relación con el mundo (Le Breton, diciembre de 2012-marzo de 2013, p. 68).

Asociamos las posturas corporales, las sensibilidades y disposiciones a la acción de los cuidadores con el entramado de normas, reglas y rutinas de acciones organizadas y ritualizadas (institucionalizadas), apoyando la afirmación de que las políticas deben cuidar a los que cuidan, en cada contexto.

Para arribar a estos resultados, nos resultó por demás fecunda la metodología de Encuentros Expresivos Creativos (Scribano, 2013). Fueron una herramienta potente: talleres que se constituyeron en unidades de experienciación:

Han sido diseñados como espacios para que los sujetos puedan manifestar e interpretar sus emociones en el contexto de una investigación social (…) Desde el tradicional grabador a la filmadora digital, el intento ha sido ampliar las posibilidades de aprehender el mundo social y las voces de los sujetos que lo construyen (Scribano, 2013, p. 83).

Estas unidades de experienciación fueron nodos para acceder a la expresividad de la experiencia (de cuidado), identificando el conjunto de superposiciones emocionales que se muestran en un acto expresivo. La fotografía, las filmaciones, la plástica, la puesta en escena del teatro o la danza, diseñando cada taller en momentos distinguibles, definiendo también los modos de registrar la experiencia de los encuentros creativos, fueron los rasgos principales de esta modalidad de producción de conocimientos, en la que la creatividad es tomada como punto de partida para experiencias de expresividad en que los sujetos comparten e interpretan –entre sí y con investigadores/observadores– sus emociones y sensaciones en determinadas condiciones de existencia.

¿En qué dimensiones del comportamiento y del pensamiento social nos permitió adentrarnos?

Historias y experiencias de cuidado en el registro personal de los cuidadores. Emociones, sensaciones, percepciones: sensibilidades a las que todo ello está enlazado en las opiniones, creencias, valores y normas. Sistemas de códigos, lógicas clasificatorias y sentires en relación con el cuidado de los otros, que decodificamos como principios interpretativos y orientadores de las prácticas en torno a dimensiones del cuidar y ser cuidado.

Reflexiones sobre la fertilidad interpretativa de esta metodología

Al inicio de esta línea de investigación, habíamos construido el

concepto de cuidado inmerso en la geografía de relaciones sociales y de poder. El cuidado pone siempre en el relieve de la misma, la existencia de un vínculo, de una relación al servicio y en pos de las necesidades y derechos de otro, sea por amor, por compromisos morales o jurídicos, conlleva acciones, decisiones y recursos para asistir, proteger, amparar, promover, evitar daños, sostenidas en relaciones afectivas o institucionales, remuneradas o no (Gattino, 2009, p. 226).[3]

 

Las prácticas de cuidados (personales, familiares, entre pares, institucionales, ambientales) acontecen en procesos de subjetivación cotidianos, que suponen y remiten a vínculos y redes sociales; como tales, están insertos en relaciones de poder, articuladas asimétricamente, ya sea tras propósitos de vigilancia, seguridad, invisibilización, ocultamiento, conservación; ya sea como revelación de la trama social que crea las condiciones en que estas prácticas son posibles o inviables, según los actores y sus responsabilidades. Más adelante y de acuerdo con Borneman (1996), reivindicamos la prioridad de un proceso ontológico: cuidar y ser cuidado, como necesidad fundamental. Esto centra nuestro interés en las situaciones reales en las que las personas y seres vivos experimentan la necesidad de cuidar y/o ser cuidadas, así como en las economías políticas de su distribución.

Esta construcción obró como mapa conceptual, modelo de lectura de diversos campos, permitiéndonos describir tramas de cuidados familiares, institucionales y entre pares, coexistiendo en torno a una o varias figuras de cuidadores (familiares, institucionales o pares) en relación con la situación de algunas adolescencias urbanas y rurales de Córdoba.

Dicho recorrido empírico nos hizo ver la diversidad cultural que caracteriza el territorio real y simbólico del cuidado en nuestra sociedad, derivado de infinitud de creencias y concepciones ligadas paradigmáticamente en torno al cuidado como control y disciplinamiento, que ubica al otro como adversario o enemigo, no como semejante. Entendimos que era necesario profundizar el camino recorrido adentrándonos en el imaginario colectivo, allí donde anclan las representaciones sociales, sensibilidades y emociones acerca de lo que es cuidar, quién debe hacerlo, y quién –o qué– debe ser cuidado.

Los sentimientos y las emociones no son sustancias transferibles ni de un individuo ni de un grupo a otro, no lo son (…) Son relaciones. (…) La emoción es a la vez interpretación, expresión, significación, relación, regulación de un intercambio; se modifica de acuerdo con el público, el contexto, se diferencia en su intensidad, e incluso en sus manifestaciones, de acuerdo a la singularidad de cada persona. Se cuela en el simbolismo social y los rituales vigentes. No es una naturaleza descriptible sin contexto ni independiente del actor (Le Breton, diciembre de 2012-marzo de 2013, p. 75).

Con la metodología de investigación presentada en esta comunicación, logramos hacer una lectura e interpretación interdisciplinaria de la trama de representaciones colectivas e individuales, que da sentido a experiencias y saberes, valores y significados familiares, institucionales y entre pares, cuya resultante en el aquí y ahora se objetiva en prácticas y relaciones de actores sociales e institucionales vinculados con el trabajo de campo.

Las prácticas alternativas nos muestran el cuidado de la vida como una, que es lo que el paradigma del cuidado nos invita a considerar. Adquieren para esta investigación el carácter de alternativas, al entenderlas como emergente ante los vacíos de cuidados o nodos de vulneración del derecho a dar y recibir cuidados. Por lo general, surgen de manera espontánea, o bien, planificada por fuera de patrones instituidos o sistemas de códigos y principios clasificatorios de instituciones, buscando ser canales de expresión en los que el cuerpo, la voz y la existencia adquieren su sentido pleno; mediante la creatividad, estas prácticas alternativas se instalan como verdaderas estrategias de protección y sostén.

Las vimos aparecer en medio de grupos de teatro de personas mayores, o grupos de danza de tango, en medio de juegos, conversaciones, collages y dibujos.

Pudimos ver las huellas –como líneas a veces sensibles, a veces más duras– de discursos que proponen priorizar lo psico-emocional. La alegría, la capacidad de cuidar y sostener a otros. Llevar un mensaje a la sociedad, a los jóvenes. Trascender la limitación de su existencia a partir de las enseñanzas y el disfrute de jugar e interactuar con los nietos o las nuevas generaciones. Tener proyectos. El pensar en los demás: el llamado, el “¿cómo estás?”, el interés y el ocuparse por el otro.

La expresividad teatral de los adultos mayores fue un verdadero tejido de significados, que surgían de tirar ideas entre todos. Sentirse incluidos y poder llevar un mensaje a través de sus obras les generaba una alta autoestima que hacía que se sintieran bien. Su trato con instituciones, que los llamaban, y con profesionales, recurrentemente hacía que tomen conciencia de la trascendencia de su obra de teatro y esto les generaba nuevas perspectivas y desafíos de seguir adelante. Con el grupo de teatro de adultos mayores, además de vincularnos en el momento de la recolección de datos, apoyamos su proceso, acompañamos sus prácticas teatrales y coordinamos su interacción con otros adultos mayores institucionalizados, articulando actividades de servicio y extensión con una residencia geriátrica que formó parte de este estudio también. Asimismo, fueron incluidos en actividades de la Dirección de adultos mayores, en instalaciones del Ministerio de Desarrollo Social, interactuando con algunos adolescentes de escuelas medias de la ciudad en una puesta teatral y coral.  Todas estas prácticas fueron estructuras de experiencias situadas en trayectorias culturales de significación sobre nuestro objeto de indagación.

Así, cuerpo, percepción, emoción, son nodos que traman una perspectiva para interrogar los estados del sentir que manifiestan los sujetos, con relación a sus vivencias (…) los distintos soportes de la expresividad utilizados por sujetos en los encuentros (habla, dibujos, collages) remiten a particulares estructuras del sentir (Scribano, 2013, p 16).

El arte fue el espacio de sentido que posibilitó constituir nuestro objeto de estudio en un campo objetivado para los protagonistas de estas experiencias. Mediante los procesos de enunciación y significación que los lenguajes artísticos facilitaron, fue posible semantizar el cuidado de la vida y transformarlo desde una condición ontológica hacia una posibilidad epistemológica y un imperativo ético. El arte hizo ver a los protagonistas que cuidar es una condición para la existencia misma y, por ello, susceptible de ser investigado, reflexionado y conocido históricamente.

Es allí donde el arte nos abrió paso al campo de la estética de la vida y sus discursos, al hablar de este objeto en otras claves vinculadas con lo simbólico y con el placer de la conexión expresiva para tematizarlo. En tal sentido, nuestro campo de análisis –la trama de cuidar y ser cuidado, y la responsabilidad colectiva frente a la misma– cobró para los actores una visibilidad ética desde otra estética: cuidar la vida como un imperativo ante la belleza de la existencia, como responsabilidad de todos.

Las puestas en escena (no sólo teatrales) implicaron nuestra observación del tejido de cuerpos, emociones y acontecimientos observados, allí donde acontecía la expresión social de las emociones. En este sentido, resulta esclarecedor la siguiente cita de Le Breton (diciembre de 2012-marzo de 2013), en la que afirma que

Dentro de una misma comunidad social, las manifestaciones corporales de un actor son virtualmente significativas a los ojos de sus pares, se reflejan unas a otras a través de un juego infinito de espejos. Su experiencia contiene en estado latente a la de los miembros de su sociedad. Para que una emoción sea sentida, percibida y expresada por el individuo, debe pertenecer a una u otra forma del repertorio cultural del grupo al que pertenece. Un conocimiento afectivo difuso circula dentro de las relaciones sociales y enseña a los actores, según su sensibilidad personal, las impresiones y las actitudes que se imponen a través de las diferentes circunstancias de su existencia particular. Las emociones son modos de afiliación a una comunidad social, una forma de reconocerse y de poder comunicar juntos, bajo un fondo emocional próximo. A través de los signos que traducen a los demás, las emociones informarán mutuamente a los actores en presencia sobre sus sentimientos mutuos (o lo que dan a ver) y son así vectores esenciales de la interacción (p. 71).

Consideraciones finales: sobre la falsa o aparente incomunicación entre arte y ciencia

Figuras como Da Vinci, Galileo Galilei, Miguel Ángel, Albert Einstein, para forjar sus obras y teorías han llegado por caminos de confluencia de estos dos campos que a priori se creían contrapuestos y disociados.  Leonardo Da Vinci fue el máximo exponente en atravesar los dos campos. No podía distinguir la actividad del artista, que procura representar el mundo, y la actividad de la mente, que pretende encontrar un orden racional. Su pintura era científica y, recíprocamente, su ojo de científico contenía una mirada artística o estética.

No hay momento en que el arte haya estado ajeno al despliegue de la ciencia. Mientras esta última ha cultivado paradigmas en los que se propone un estricto control de las emociones, el arte se identifica como ese territorio que abre portales a –o deviene de– emociones. Aun así, esta última requiere en sus técnicas de una disciplina muy semejante a la del descubrimiento científico: mezclar pigmentos con solventes específicos es una práctica, a veces, casi quirúrgica, de ensayo y error, y observaciones tradicionales como las más pacientes y antiguas del campo científico. En esta reciprocidad, los avances científicos del siglo XVIII permitieron el descubrimiento de los primeros colores sintéticos, la investigación de aceites y la industria química posibilitaron experimentar nuevas formas de pintar. A principios del siglo XX, cuando se produce la revolución relativista y se consolidan las geometrías no euclidianas, se puso en crisis la idea de “perspectiva” para los artistas, expresado, por ejemplo, en el cubismo (Burucúa, 24 de julio de 2019).

El camino de los lenguajes artísticos –en una metodología de investigación basada en el arte– permite el cruce de dos campos que entendemos como productores de pensamiento. Pensarlos como tales hace posible su interacción, integración y diálogo para hablar del hombre y su época. Uno de los más claros puntos de encuentro entre el arte y la ciencia es la “creatividad”, virtud que ambos campos cultivan y, por la cual, ambos campos son también “creadores”/productores de conocimiento/pensamiento. Ciencia, arte, creatividad, espiritualidad son planos, vectores y dimensiones con los que se construye la geometría y geografía de lo que conocemos del mundo y de una época, así como lo que nos permitimos y podemos conocer de nosotros mismos. Es allí cuando arte, ciencia, ética y estética se hacen política, como apuesta al cambio desde la creación simbólica de un modo de pertenecer a determinado tiempo histórico, asimilarlo y nombrarlo a través del conocimiento que ambos producen.

Los lenguajes artísticos como metodología de investigación social contribuyen a un “decir” de otro modo, con códigos diferentes dentro de un proceso comunicativo, ya sea singular o colectivo. Ese decir asoma como pliegue o relieve en el relato de quienes participan en ellos, como textura de un discurso social que deja huellas en sus modos de vivir y nombrar el mundo que conocen, y tal como lo conocen, cristalizado en representaciones sociales y modos de sentir. Siguiendo esas huellas, donde la palabra que se ha reprimido no llega, a veces, a transitarlas para rescatar una vivencia, los lenguajes artísticos hacen posible arribar a las emociones y a un mundo simbólico desconocido para el propio sujeto. Este, “al ver su obra para sí”, conecta y pone nombre a lo que cree, a lo que siente, a lo que percibe y piensa, sintiéndose ligado a sus palabras.

Para la ciencia social que trabaja con “objetos que hablan” y “hechos a los que hay que interpelar, porque no hablan” (Bourdieu, Chamboredon y Passeron, 1987), anclar en el hablar de los actores sociales por estas huellas es una preciada vía de acceso al dato, co-creado y co-interpretado por ellos mismos y el investigador/observador.

En todo caso, ciencia y arte tienen efectos de simbolización de la realidad. A esta altura del escrito, diré que esa simbolización es posible por sus poderes de visibilizar, comunicar y crear efecto de sentido en la percepción colectiva y en imaginarios sociales-históricos.

No porque sí, la convergencia discursiva cruza fronteras históricas para advertirnos sobre lo anterior. Tal es el caso de Paul Klee, quien en 1920 dijo: “el arte no reproduce lo visible. Lo torna visible”. Asimismo, desde la Europa del Quattrocento y el estudio casi matemático de la perspectiva en el arte, Galileo presenta su telescopio al Senado de Venecia y dice: “esto lo he fabricado gracias a la recóndita especulación de la perspectiva”. Desde nuestras geografías cercanas y en tiempos más recientes, nuestro querido Atahualpa Yupanqui nos dijo: “el artista no debe deslumbrar sino alumbrar el camino de otros”.

Parafraseándolos, diré, entonces, que el arte y sus lenguajes tornan visibles las sensibilidades y representaciones sociales. No deslumbra. Alumbra el camino para que el ser humano se transite a sí mismo, y en la interacción social, en mundos reales de relaciones sociales, lo comunique y lo comprenda, haciéndolo accesible al pensamiento, para sí y para otros.

Bibliografía

Araya Umaña, S. (2002). Las representaciones sociales: ejes teóricos para su discusión. Cuaderno de Ciencias Sociales 127. Costa Rica: FLACSO.

Borneman, J. (1996). Cuidar y ser cuidado: el desplazamiento del matrimonio, el parentesco, el género y la sexualidad. Revista Internacional de Ciencias Sociales, (154), s/d. UNESCO. Recuperado de: http://www.unesco.org/issj/rics154/bornemanspa.html

Bourdieu, P., Chamboredon, J.-C. y Passeron, J.-C. (1987). La construcción del objeto. En El oficio del sociólogo (pp. 51-81). Buenos Aires: Siglo XXI.

Burucúa, J. (24 de julio de 2019) Lo que la ciencia y el arte aprenden entre sí. Página 12 [online], Buenos Aires. Recuperado de: https://www.pagina12.com.ar/208006-lo-que-ciencia-y-arte-aprenden-entre-si 

Foucault, M. (1994). La ética del cuidado de sí como práctica de la libertad. Madrid: Editorial Siglo XXI.

Gattino, S. (2009). Ecología del cuidado, prácticas intersticiales y responsabilidades públicas: el arte de crear dignidad humana. En J. Wester, E. Romero, E. Michelini y G. Pérez Zavala (eds.). Dignidad del hombre y dignidad de los pueblos en un mundo global (pp. 225-230). Río Cuarto: ICALA.

Gattino, S. (2010). Lenguajes del cuerpo, lenguajes en el cuerpo. VI Jornadas de Sociología “Debates y perspectivas sobre Argentina y América Latina en el marco del Bicentenario. Reflexiones desde las Ciencias Sociales” [CD-ROM]. La Plata: Universidad Nacional de La Plata. ISBN: 978-950-34-0693-9.

Gattino, S. (comp.) (2013). Cuidar y ser cuidado en nuestra cultura. Erasmus. Revista para el diálogo intercultural, 15(2), número completo. Río Cuarto: Ediciones del ICALA.

Gattino, S., Guevara, L. E., Isoglio, R., Lanza Castelli, G., Lungo, T. y Perticarari, M. (2011).  ¿Qué significa cuidar? actores, discursos, sentidos y voces en torno a los adolescentes: reflexiones de diversos trabajos de campo.  Cuadernos de trabajo. Serie investigación, (2), 1ª ed. Córdoba: Universidad Nacional de Córdoba.

Geertz, C. (1995). Descripción densa: hacia una teoría interpretativa de la Cultura. En La interpretación de las culturas (pp. 19-41). Barcelona: Gedisa.

Le Breton, D. (2002). Antropología del cuerpo y modernidad. Buenos Aires: Nueva Visión.

Le Breton, D. (diciembre de 2012-marzo de 2013). Por una antropología de las emociones. Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad, 4(10), 69-79. Córdoba, Argentina. ISSN: 1852.8759.

Matoso, E. (2011). El cuerpo territorio de la imagen. 4ª edición. Buenos Aires: Letra viva.

Morin, E. (1995). La relación antropo-bio-cósmica (trad. J. L. Solana Ruiz). Gazeta de Antropología, (11), s/d. París: Centre National de la Recherche Scientifique.

Morin, E. (1996). El pensamiento ecologizado (trad. J. L. Solana Ruiz). Gazeta de antropología, (12), 1-7. París: Centre National de la Recherche Scientifique.

Neiman, G. y Quaranta, G. (2007). Los estudios de caso en la investigación sociológica. En I. Vasilachis de Gialdino (coord.), Estrategias de investigación cualitativa (pp. 213-237). Buenos Aires: Gedisa.

Scribano, A. (diciembre de 2012-marzo de 2013). Sociología de los cuerpos/emociones. Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad, 4(10). Córdoba, Argentina. ISSN: 1852-8759.

Scribano, A. (2013). Encuentros creativos expresivos. Una metodología para estudiar sensibilidades. Buenos Aires: Estudios sociológicos Editora.

___

Cómo citar este artículo:

Gattino, S. (2020). Lenguajes artísticos en la producción de conocimientos: una metodología cualitativa para el estudio de sensibilidades y representaciones sociales. AVANCES, (29), 127-144. Córdoba: CePIA, Facultad de Artes, Universidad Nacional de Córdoba. Recuperado de: https://revistas.unc.edu.ar/index.php/avances/article/view/28738 



[1] Este tramo se enmarca en un recorrido mayor de tareas de investigación desde la Universidad Nacional de Córdoba, y hace referencia específicamente a dos de los proyectos ejecutados:

  1. Proyecto de investigación 2012-2013: “Cuidar y ser cuidado en nuestra cultura: representaciones acerca del cuidado de sí, de los otros y del ambiente.”

Directora: Mgter. Silvia Gattino.  Integrantes: Mgter. Andrea Milesi (Docente UNC), Lic. María Eugenia Chacarelli (Docente UNC), Lic. Florencia Cocha (Egresada, maestranda UNC), María Laura Favot (estudiante de abogacía, UNC), Evelin Toranzo (estudiante de Trabajo Social, UNC).

  1. Proyecto de investigación: “Experiencias de cuidado hechas cuerpo/s al cuidar de sí, de los otros y del ambiente. Estudios de casos múltiples. Córdoba (2014-15)”

Directora: Mgter. en Cs. Soc. Silvia Gattino. Investigadores: Lic. en T. Soc. María Eugenia Chacarelli (Subsecretaria Provincial de Adultos Mayores, Docente UNC), Lic. en T. Soc. Florencia Cocha (SENAF, maestranda UNC), Ab. María Laura Favot (Tribunales familia, CEA-UNC), Lic. en T. Soc. Paula Silva (SENAF- Adscripta UNC), Lic. en T. Soc. Evelin Toranzo (Adscripta UNC), Lic. en Nutric. Esteban Massobrio (Docente UNC), Lic. en Nutric. Raquel Susana Acosta (Docente UNC).

[2] Dicho proceso hace referencia a una línea de investigación y de extensión universitarias, sostenidas de 2003 a la fecha, encuadrada desde la Secretaría de Extensión (SEU) y la Secretaría de Ciencia y Tecnología (SeCyT), ambas de la Universidad Nacional de Córdoba, a través de sus programas de subsidios a sucesivos proyectos en ambas áreas (en el caso de investigaciones, bianuales y actualmente en la Línea Consolidar). Este proceso, dirigido por quien suscribe este artículo, se ha ido gestando y configurando como un complejo entramado de prácticas interdisciplinarias desde el campo de las ciencias sociales y las humanidades, hasta llegar actualmente a la evaluación de políticas públicas en relación con el cuidado de las personas mayores. En todos los casos hasta la actualidad, se ha recurrido a la metodología de investigación cualitativa, con diseños combinados y triangulaciones de fuentes y procedimientos en los trabajos de campo. La línea de investigación aludida inició con una experiencia de extensión universitaria con familias rurales del norte de la provincia de Córdoba para trabajar con adolescentes y jóvenes rurales, conjunto poblacional que se diversificó con adolescencias urbanas hasta 2017, incluyendo desde 2012 en los escenarios de observación e investigación social a la trama de cuidados y cuidadores de personas mayores de la ciudad de Córdoba. Desde 2018 en adelante, abordamos el escenario de las políticas públicas provinciales dirigidas a la población de adultos mayores, para evaluar la implementación del Programa Córdoba Mayor de la Provincia de Córdoba, aportando nuestras observaciones, hallazgos y resultados a tal propósito. Un tramo del recorrido descripto es el que motiva este artículo, por haber integrado lenguajes artísticos combinados (entre sí y con metodologías más convencionales) para acceder a información significativa en nuestro trabajo con jóvenes y adultos mayores (2012-2015).

La mayoría de la investigación empírica que he realizado utiliza investigación de acción participativa, métodos etnográficos y biográficos y artes participativas, trabajo con artistas y grupos comunitarios para realizar investigaciones basadas en las artes, trabajando juntos para crear un cambio.

[3] Estas nociones son recuperadas en Gattino (2009; 2010; 2013) y en Gattino y otros (2011).