NÚMERO 32 • AÑO 2023
El tema de la cabeza antropomorfa en la producción plástica 
nasca y moche
The theme of the anthropomorphic head in the art of the Nasca and Moche 
cultures

María-Paula Costas
Resumen 
Universidad de Buenos Aires
Las prácticas de la decapitación y el tratamiento post mortem 
Facultad de Filosofía y Letras, 
Departamento de Artes
de la cabeza del sacrificado están abundantemente documentadas 
Instituto de Teoría e Historia del Arte 
en la arqueología andina, sobre todo, en la costa sur peruana. A los 
“Julio E. Payró"
hallazgos arqueológicos se suma la frecuente presencia del motivo 
Buenos Aires, Argentina
identificado como “cabeza trofeo” en diversos objetos. En este 
mpaulacostas@gmail.com
trabajo nos concentraremos en el análisis de un corpus de cerámica 
https://orcid.org/0000-0002-3895-
modelada y policromada nasca y moche que forma parte de los 
1712
acervos de los museos Etnográfico “Juan B. Ambrosetti” (Facultad 
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de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires) y Larco (Lima, 
Estefanía Blasco-Dragún
Perú). A través de la información arqueológica y del análisis 
Universidad de Buenos Aires
iconográfico, indagaremos los posibles roles que cumplieron las 
Facultad de Filosofía y Letras, 
imágenes de cabezas antropomorfas como agentes activos en 
Departamento de Artes
la configuración de cosmologías y cosmogonías en relación con 
Instituto de Teoría e Historia del Arte 
comportamientos sociales vinculados con la muerte, el sacrificio, 
“Julio E. Payró"
la fertilidad y la renovación del ciclo vital.
Buenos Aires, Argentina
dragunes@protonmail.com
http://orcid.org/0000-0001-6089-
Palabras clave
0314
Iconografía, campos interdisciplinarios, agencia, ontología, trofeos de guerra.
ARK: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/
s27186555/gaqa51pfp

AVANCES | Nº 32, 2023 | ISSN 1667-927X / e-ISSN 2718-6555 |  https://revistas.unc.edu.ar/index.php/avances
Recibido: 10/11/2022 - Aceptado: 01/03/2023 
Centro de Producción e Investigación en Artes, Facultad de Artes, Universidad Nacional de Córdoba. Argentina.

NÚMERO 32 • AÑO 2023
Abstract 
The practices of decapitation and post mortem treatment of the 
head of the sacrificed are abundantly documented in the Andean 
archaeology, especially on the southern Peruvian coast. Apart from 
the archaeological findings, there is a frequent presence of the 
motif that has been identified as “trophy head” in various objects. 
In this work we will concentrate on the analysis of a corpus of 
Nasca and Moche modeled and polychrome ceramic that belongs 
to the Ethnographic Museum “Juan B. Ambrosetti” (Facultad de 
Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires) and the “Larco” 
Museum (Lima, Perú). Through the archaeological information 
and the iconographic analysis, we will investigate the role that the 
images of anthropomorphic heads played as active agents in the 
configuration of cosmologies and cosmogonies in relation to social 
behaviors connected to death, sacrifice, fertility and the renewal of 
the life cycle.
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Key words
Iconography, cross- and interdisciplinary fields, agency, ontology, trophies of war.

El tema de la cabeza antropomorfa en la 
María-Paula Costas y EstEfanía BlasCo-Dragún [57-77]
producción plástica nasca y moche
En torno a la plástica occidental existen fuentes escritas, testimonios que nos permiten 
acercarnos a los significados de las imágenes para intentar decodificarlas. En el caso del 
arte andino prehispánico, en cambio, no contamos con fuentes escritas coetáneas e incluso, 
muchas veces, la evidencia arqueológica resulta insuficiente para intentar desentrañar sus 
posibles sentidos. Esto ha dado lugar a una concepción de las imágenes como documentos 
históricos y su utilización a modo de fuentes de información, datos o pruebas, asumiéndolas 
como representaciones miméticas de algo existente, vale decir, como si fueran descripciones 
literales de la realidad fáctica. Este tipo de interpretaciones asentadas en la creencia de la 
“imagen-reflejo” y fundadas en el “mito del realismo” plantean un problema dado que tienden a 
simplificar las interpretaciones clasificando las imágenes en temas y atribuyendo a todo motivo 
similar una misma significación (Bovisio, 2011). Dicha simplificación en las “lecturas” pone 
en evidencia la necesidad de que la arqueología, la antropología y las ciencias de la imagen 
interactúen para poder dar cuenta de que las imágenes remiten a realidades extra-icónicas a la 
vez que se constituyen en nuevas entidades en el mundo, con una agencia propia (Gell, 1998). 
El presente artículo busca contribuir al desarrollo de una aproximación interdisciplinaria 
en las interpretaciones del arte prehispánico amerindio en relación con el rol que las 
imágenes de cabezas humanas, plasmadas en la cerámica modelada y/o policromada nasca y 
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moche, pudieron haber cumplido como agentes activos en la configuración de cosmologías 
y cosmogonías que establecieron un saber compartido y sustentaron un determinado orden 
político-religioso. Actualmente, nos encontramos trabajando en una revisión de perspectivas 
teórico-metodológicas provenientes de la teoría e historia del arte (concepción de la imagen 
plástica), la arqueología hermenéutica (reconstrucción contextual) y la antropología (ontología 
y agencia) a fin de ajustar las herramientas de análisis. 
Partimos de una concepción de la imagen configurada en un soporte material a través de 
elementos plásticos que encierran una significación a la vez que llevan impresas las operaciones 
mentales que les dieron origen, por lo que cumplen un rol específico en la construcción de la 
memoria de los grupos (Bovisio, 2008). En este sentido, entendemos las producciones plásticas 
prehispánicas como productos del lenguaje plástico-formal que pueden ser captados a nivel 
sensible como una trama de las dimensiones técnica, formal y simbólica (Francastel, 1988; 
Kubler, 1988) en tanto el signo plástico no es solo expresivo, o representativo, sino también 
figurativo. Estas propuestas convergen en una concepción del arte como objeto material y de las 
imágenes como íconos materializados en soportes.

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Nuestra hipótesis inicial de trabajo implica que las imágenes no operan a nivel descriptivo, 
sino simbólico-conceptual; vale decir, no son meras fuentes de información, a partir de su 
función práctico-utilitaria o representativa, sobre la organización socioeconómica y política, 
sino entidades activas que producen el mundo en tanto participan en la conceptualización de 
la realidad de modo tal que expresan y construyen cosmologías (Descola, 2011). Por eso, más 
allá de la existencia de registros arqueológicos que den cuenta de prácticas vinculadas con la 
captura, la decapitación/degollamiento de prisioneros, así como el posterior tratamiento de 
sus cabezas para convertirlas en objetos de uso ritual, los motivos iconográficos que podemos 
vincular con dichas prácticas tienen una mayor frecuencia de aparición. 
A modo de ejercicio, nos interesa aquí concentrarnos en los casos de las cabezas momificadas 
nasca y los cráneos modificados moche en la medida en que, si bien ambos se vincularían con la 
práctica de la decapitación ritual, el proceso a partir del cual se confecciona el trofeo difiere, lo 
cual implica connotaciones diferentes. A fin de contrastar los rasgos que definen a los ejemplares 
arqueológicos con sus correspondientes motivos iconográficos, repasaremos brevemente la 
información arqueológica disponible hasta el momento y ensayaremos un análisis comparativo 
de las piezas que conforman nuestro corpus poniendo en relación soportes, materiales, técnicas 
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y articulaciones con otras iconografías a fin de señalar convergencias y divergencias, y plantear 
posibles hipótesis interpretativas.
Prácticas con cabezas en la costa peruana prehispánica
La religiosidad en el mundo andino, fundada en el culto a los ancestros, demanda diferentes 
sacrificios en el marco de una concepción de lo sagrado (waka) que implica relaciones de 
continuidad entre los diversos seres que habitan el mundo (animales, humanos, plantas, 
montañas, etc.). Las ocasiones en que se realizaban sacrificios eran de suma importancia para el 
destino de la comunidad y el cuerpo humano constituía la máxima ofrenda que garantizaba el 
establecimiento de una comunicación con el ámbito de lo sagrado (Benson, 2001). 
Las sociedades que habitaron la franja costera del actual Perú, un área mayormente desértica 
atravesada por valles, no solo desarrollaron una serie de tecnologías que les permitieron la 
provisión de agua necesaria para los cultivos, sino también sistemas simbólicos a fin de lidiar 
con la naturaleza hostil o agradecer a las deidades por propiciar las condiciones favorables para 
su subsistencia. Este ambiente resultaba impredecible debido a la presencia intermitente del 

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producción plástica nasca y moche
fenómeno meteorológico conocido como “el Niño”, responsable de una proporción excesiva de 
lluvia y calor que devenía en inundaciones y otras catástrofes propias de un cambio climático 
radical. Durante este tipo de eventos, así como en los meses secos de invierno, los nascas y los 
moches seguramente participaban de ceremonias que suponían ofrendar a las deidades para 
pedir lluvias y buenas cosechas (Cornejo et al., 1996).  
La evidencia arqueológica ha permitido constatar la existencia de prácticas rituales en torno 
a la decapitación y el degollamiento como dos de los métodos más habituales para sacrificar 
prisioneros entre las culturas de los Andes en la época precolombina. Asimismo, contamos con 
registros de la manipulación post mortem de cabezas humanas para transformarlas en objetos 
rituales. Si bien los enfrentamientos entre comunidades pudieron haber sido ocasionados por 
motivos “seculares” como la necesidad de controlar las fuentes de agua en otros valles, las 
prácticas de capturar/sacrificar prisioneros y transformar sus cabezas en objetos con una nueva 
agencia quedaban imbricadas en una trama ritual en la que el cuerpo, la sangre y la cabeza 
humana se constituían en ofrendas sagradas, o bien, pasaban a encarnar en sí mismas lo sagrado. 
Por ser las más ubicuas y mejor estudiadas, las cabezas trofeo nasca son tomadas como 
un parámetro de referencia para establecer comparaciones con los hallazgos arqueológicos 
61
vinculados con la manipulación de cabezas humanas en el resto de la región andina. Es por ello 
que hemos decidido tomar el caso de esta cultura (100 a. C.-650 d. C.) y ponerla en relación 
con su coetánea, moche (100-800 d. C.). De todas las sociedades que practicaron la captura de 
cabezas en la región andina, las culturas paracas-nasca1 son conocidas por haberlas preparado 
meticulosamente como objetos de uso ritual, con una distribución espacial y temporal 
relativamente amplia. Contamos con abundante material arqueológico y estudios osteológicos 
que dan cuenta de las prácticas rituales asociadas con las cabezas humanas, los procedimientos 
de su elaboración y los contextos más frecuentes de aparición.  
Ulhe (1914) fue quien definió la cultura nasca, a principios del siglo XX, a partir de las 
excavaciones científicas de las sepulturas en la hacienda Ocucaje. También fue el primero en 
notar que en la iconografía de su cerámica aparecían escenas de sacrificios humanos en las 
que jugaban un papel importante las cabezas humanas, que fueron interpretadas como trofeos 
de guerra (p. 14). Vale decir, la categoría nació asociada a la idea de violencia ejercida sobre el 
1  Existe un consenso generalizado en considerarlas como una continuidad cultural.

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cuerpo de un enemigo de guerra capturado y sacrificado, cuya cabeza devenía en un trofeo que 
implicaba una recompensa a su poseedor como prueba de su acción.
Tello (1918) registró las primeras cabezas trofeo en 1915 durante una visita a la costa sur 
peruana. Sin embargo, no fue hasta los años noventa que, después de décadas de estudio 
sistemático, los investigadores (Browne, Silverman y García, 1993; Forgey y Williams, 2003; 
Proulx, 2006; Verano 1995, 2003 y 2008) establecieron los dos rasgos diagnósticos que definen 
las cabezas trofeo en términos arqueológicos: agujero en el hueso frontal para atravesar la cuerda 
de transporte y ampliación de la base del cráneo para la extracción de la masa encefálica. En los 
casos bien preservados gracias a las condiciones desérticas de la costa del Perú, además, se 
conservan el cuero cabelludo, el cabello y la piel disecada con los labios –y a veces los párpados– 
cosidos con espinas de huarango (Verano, 1995) (imagen 1a).
Si bien muchos de los ejemplares que forman parte de las colecciones de diferentes 
museos fueron huaqueados y, por tanto, carecen de información contextual, los que han sido 
excavados científicamente nos brindan información sobre sus posibles destinos: la mayoría, 
perteneciente casi exclusivamente a varones de 20-45 años (Tung, 2008), apareció de forma 
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aislada, individualmente o en grupos, en las plataformas de relleno o enterradas en pequeños 
agujeros excavados en el suelo como ofrendas únicas en espacios ceremoniales. Además, estos 
ejemplares recibieron un trato especial al ser enterrados ya que fueron envueltos en textiles y/o 
colocados dentro de vasijas cerámicas (Verano, 1995). Más excepcionalmente, formaron parte 
de los ajuares funerarios de individuos que habrían cumplido un rol especial en la sociedad 
durante su vida (Carmichael, 1988). Dos de los hallazgos más destacados con procedencia 
conocida son: 
1) el conjunto de cuarenta y ocho cabezas trofeo enterradas juntas en un sitio habitacional 
saqueado, localizado en una terraza al pie del Cerro Carapo, valle de Palpa (Browne, Silverman 
y García, 1993, p. 284); 
2) dos cabezas trofeo en el Gran Templo de Cahuachi, el centro habitacional y ritual 
más importante, depositadas en el relleno de las plataformas durante diferentes etapas 
constructivas: una, con largas trenzas y restos de pintura facial, junto a un paquete de veintiún 
dardos sujetados por una trenza de cabellos humanos, tres momias (una sin cabeza y otra 
amarrada con trenzas de cabello humano) y un fardo; hallazgos que fueron interpretados como 

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producción plástica nasca y moche
ofrendas sacrificiales entregadas al propio templo por su condición de entidad sagrada (Bachir 
Bacha y Llanos Jacinto, 2006, pp. 67-68).
En el caso moche el proceso de interacción entre el registro arqueológico y las interpretaciones 
iconográficas se produjo de manera inversa, ya que los hallazgos científicos de cabezas sueltas 
y cráneos modificados se sucedieron luego de medio siglo de investigaciones que basaron sus 
interpretaciones en la lectura iconográfica de las escenas y personajes plasmados principalmente 
en vasijas cerámicas. Larco Hoyle (2001[1938]) fue quien estudió por primera vez esta cultura 
de manera sistemática desde fines de la década de 1930 a partir de las cerámicas modeladas 
y pintadas, reconociendo la presencia de iconografías en las cuales aparecían cabezas sueltas 
y asumiendo que revelaban la práctica de descuartizamiento a la cual eran sometidos los 
guerreros vencidos, cuyas cabezas eran utilizadas como trofeos de guerra (p. 219). Durante 
las décadas siguientes las interpretaciones realizadas a partir de la iconografía continuaron 
proponiendo la posible existencia de estas prácticas como “reales”. Recién hacia fines del siglo 
XX se registraron los primeros hallazgos arqueológicos que permitieron relacionar las imágenes 
y las posibles prácticas a las cuales estarían asociadas. 
Uno de los ejemplos más destacados en este sentido es el caso de las tumbas de los sitios de 
63
Sipán, Sicán, San José del Moro y Huaca de la Cruz, cuyos ajuares llevaron a los investigadores 
a considerar a los individuos enterrados como oficiantes en las ceremonias de sacrificio de 
prisioneros representadas en la iconografía (Alva y Donnan, 1993; Bourget, 2001; Verano, 1998, 
2001a, 2001b). Asimismo, en los sitios de Pacatnamú y Huaca de la Luna, respectivamente, 
fueron hallados los restos de varones jóvenes adultos de entre 15-35 años de edad, con 
varios traumatismos, sanados y sin sanar, y marcas de corte vinculables a las prácticas de 
desmembramiento, degollación y decapitación (Verano, 2001a; 2001b). Si bien los tratamientos 
peri y post mortem de estos individuos presentan algunas diferencias, todos fueron depositados 
en forma grupal y, a diferencia de las cabezas trofeo nasca, sus cuerpos quedaron expuestos sin 
un enterramiento formal (Verano, 2001a.). En ambos casos, entonces, la información acerca de 
la distribución de sexo y edades es consistente con la posibilidad de que las víctimas fueran 
guerreros capturados y sacrificados, cuyas cabezas eran tomadas por los vencedores como 
trofeos de guerra. Sin embargo, entre los moches no se han hallado ejemplos de cabezas trofeo 
con los rasgos diagnósticos de las nascas (Verano, 2001b). 
El registro arqueológico vinculado a la decapitación se restringe a unos pocos casos, dentro 
de los cuales se destacan:

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1) el conjunto de dieciocho cabezas humanas cercenadas y ubicadas como ofrenda única en 
un espacio ceremonial en el sitio de Dos Cabezas, en el valle de Jequetepeque (Cordy-Collins, 
2001, p. 28), con marcas de corte consistentes con la práctica de degollamiento y/o decapitación 
frontal, pero sin indicios de tratamiento post mortem de las cabezas;
2) dos casos particulares de “cráneos humanos modificados”: objetos rituales elaborados 
a partir de cabezas frescas, presumiblemente de víctimas sacrificadas (Verano et al., 1999) 
(imagen 1b), con marcas de descarnamiento y remoción de la parte superior de la bóveda 
craneal, hallados en un nicho de un espacio residencial sin ningún tratamiento especial en su 
deposición (Verano, 1998, p. 166; 2001; Verano et al., 1999).  Por ello, no coincidimos con Tello 
(1998) en considerarlos ejemplos de cabezas trofeo moche (p. 122), sino, más bien, como un 
tipo diferente de objeto ritual elaborado a partir de la cabeza, con una agencia específica propia. 
Verano y otros (1999) han propuesto su posible función como vasos ceremoniales, a partir de 
su comparación con cráneos modificados de manera similar por los incas para convertirlos en 
recipientes que, según mencionan las fuentes etnohistóricas, habrían funcionado como vasos 
rituales (p. 66). El hecho de que provengan de adultos jóvenes y la cercanía del sitio de su 
hallazgo con las plazas ceremoniales de la Huaca de la Luna, en las cuales habrían tenido lugar 
64
Imágenes 1.a y 1.b: Cabezas trofeo nasca procedentes de Cahuachi. Museo Antonini, Nazca. Fotografías de M. A.  Bovisio; Cráneo trofeo 
moche procedente del conjunto arquitectónico 8 en Huacas de Moche. Tomado de Verano et al. 1999.

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producción plástica nasca y moche
los sacrificios de guerreros, refuerza la interpretación de que estos cráneos habrían sido trofeos 
de guerra o cabezas tomadas de prisioneros sacrificados (Verano, 1998, p. 171).
Imágenes de cabezas en la cerámica nasca y moche
Continuando los trabajos de clasificación y seriación que iniciaron diferentes autores desde 
principios del siglo XX, Proulx (2006) profundizó en el análisis de la iconografía plasmada en 
la cerámica policroma nasca como imágenes de larga duración, clasificando e interpretando los 
diferentes motivos a partir de la confrontación con la información arqueológica y etnográfica. 
Los dos ejemplos que analizaremos en esta oportunidad corresponden al “estilo” Monumental 
(0-500 d.C.), caracterizado por el uso de línea continua y homogénea, colores planos y formas 
naturalistas sintéticas (Proulx, 2006, p. 26). El motivo de la “cabeza trofeo” aparece pintado 
sobre la superficie de los ceramios o constituyéndolos, como en el caso de las vasijas cefalomorfas 
(imagen 2). 
Proulx (2006) caracteriza este tipo de vasijas escultóricas como “faithful reproductions of 
actual trophy heads” (p. 102) por los rasgos que comparten con los ejemplares arqueológicos: 
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corte a la altura del cuello, agujero frontal, boca cosida con espinas, rostro y cabello conservados, 
a lo que se suma el carácter escultórico de la pieza que asume la forma de una cabeza. También 
ha sugerido que las bocas eran cerradas con espinas para evitar el escape de los espíritus que 
residían en la cabeza (Proulx, 2006), vale decir, como una forma de apropiarse de los poderes 
concentrados en ella para transformarlos en una fuerza benéfica para la comunidad. A nuestro 
modo de ver, el sentido condensado en esta imagen estaría remitiendo a la conceptualización 
de la decapitación como un corte con el órgano de poder que, a su vez, provee de la materia 
necesaria para constituir un agente regenerador de la vida. Además, al tratarse de una vasija 
de doble vertedera en forma de cabeza humana podría estar aludiendo metafóricamente al 
derramamiento de sangre producto de la decapitación, fluido vital por antonomasia.
La cabeza trofeo también puede aparecer como motivo secundario, siendo portada por 
seres míticos. El Ser Mítico Antropomorfo (imagen 3) ha sido interpretado como la divinidad 
principal que puede asumir distintas corporalidades en relación con su función como generador 
de la vida humana, vegetal y animal (Cornejo et al., 1996). Los atributos permanentes que 
permiten identificarlo son el rostro antropomorfo con máscara bucal con bigotera, tocado 
frontal y adornos circulares a los lados. Puede llevar “significador”, una suerte de capa en la 

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Imagen 2: MEJBA, FFyL-UBA. Alto 13,5 cm. x ancho 13 cm. Fotografías de M. P. Costas.
que aparecen también cabezas, en ocasiones, con plantas saliendo de sus bocas (Proulx, 2006, 
pp. 65-67). Con una mano, sostiene una cabeza desde el cabello a modo de asidero. Ésta es 
notablemente más pequeña, lo que podríamos leer en clave de perspectiva jerárquica que alude 
a la derrota y captura de la cabeza como trofeo y la aprehensión de su poder, así como el objeto 
de sacrificio que será ofrendado a las deidades. En la otra mano presenta cuchillos, lanzas o 
mazas, motivos que coinciden con objetos hallados en el registro arqueológico, por ejemplo, en 
tumbas de Cahuachi (Carmichael, 1988, p. 484) y que estarían claramente vinculados al proceso 
de muerte y decapitación. Si bien esto coincide con las escenas de guerreros portando cabezas 
y captura de prisioneros, resulta significativo que éstas sean excepcionales en comparación 
con las imágenes de captura y exhibición de cabezas vinculadas con deidades. Proponemos, 
entonces, que lo que se estaría conceptualizando es el momento de la captura a manos de una 
deidad que tiene como cualidad el poder sustituir productos agrícolas por cabezas cortadas o 

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producción plástica nasca y moche
Imagen 3: MEJBA, FFyL-UBA. Alto 14,5 cm. x ancho 13 cm. Fotografías de M.P. Costas.
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portar cabezas cortadas de cuyas bocas surgen vegetales cumpliendo con su función mediadora 
que permite la germinación y la continuidad de la vida (Cornejo et al., 1996). 
La cabeza trofeo asociada a los seres míticos presenta las mismas características que cuando 
está sola, siendo la ausencia de cuello y la presencia de cabello los dos rasgos iconográficos 
constantes que identificamos. Es probable que la cabeza, que sigue viva en términos cosmológicos 
después de la muerte biológica, esté asociada a los cabellos que siguen creciendo post mortem y 
a la sangre derramada. Podríamos, entonces, entender esta iconografía como una condensación 
de la secuencia captura-decapitación, asociada a la aniquilación del poder del enemigo que, a 
través del sacrificio provee la materia necesaria para la configuración de la cabeza trofeo como 
ofrenda sagrada a las deidades/encarnación de lo sacro. 
La producción plástica de los moches tiene la particularidad de representar escenas narrativas 
y motivos iconográficos con un alto grado de “naturalismo”, lo que ha propiciado lecturas 
que consideraron la iconografía como un portal hacia su estilo de vida, sus costumbres y sus 
creencias religiosas (Bourget, 2004). Por eso la tendencia ha sido, como hemos mencionado, 
la de proyectar correspondencias entre los hallazgos arqueológicos y los motivos iconográficos 

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utilizando a los primeros como pruebas de la existencia de prácticas rituales plasmadas en el 
arte. 
Donnan (1978) es uno de los investigadores que se ha ocupado más asiduamente de 
clasificar e interpretar la iconografía plasmada en la cerámica polícroma moche, asociando los 
diferentes motivos y escenas en conjuntos temáticos. Dentro de los temas definidos a partir 
de los análisis de las vasijas denominadas de “línea fina” –pertenecientes a las fases IV y V 
de la cerámica moche–  se destaca el “Tema de la Presentación” o “Ceremonia del Sacrificio” 
(Alva y Donnan, 1993; Donnan, 1978) (imagen 4a), en el cual pueden aparecer las cabezas 
aisladas como un motivo secundario. A diferencia de lo señalado en el caso de la producción 
68
Imágenes 4.a y 4.b: Botellas gollete asa estribo pictóricas. a. Alto 28,7 cm. x ancho 15,4 cm. b. Alto 22,2 cm. x ancho 13,5 cm. Tomadas del 
catálogo en línea Museo Larco: https://www.museolarco.org/catalogo/index.php.

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cerámica nasca, los elementos iconográficos presentes en estas representaciones se asocian 
estrechamente a las escenas de batallas: aparecen guerreros conduciendo a prisioneros 
desnudos y atados con sogas que son llevados frente al Sacerdote Guerrero, quien recibe en 
su copa la sangre de los sacrificados, elemento que cobra una particular importancia. En esta 
escena se pueden observar asimismo otros motivos, como plantas, serpientes –que junto a 
las cabezas aisladas pueden vincularse con la fertilidad, la regeneración y el renacimiento– y 
personajes oficiantes como la Sacerdotisa o el Sacerdote Pájaro. Consideramos que en esta 
imagen se estaría conceptualizando el vínculo entre la guerra y la captura de prisioneros en 
combate para luego ofrecerlos a las deidades, conectando las representaciones de guerreros y 
prisioneros, tan frecuentes en la iconografía moche, con la importancia de la sangre producto 
del degollamiento y la captura de la cabeza en relación a la fertilidad de la naturaleza.
69
Imágenes 5.a y 5.b: Vaso cerámico modelado. Alto 15,5 cm. x ancho 14,6 cm. x largo 15,6 cm; Botella gollete asa estribo escultórica. Alto 
27,7 cm. x ancho 20,1 cm. x largo 17,1 cm. Tomadas del catálogo en línea del Museo Larco: https://www.museolarco.org/catalogo/index.
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La cabeza aislada puede aparecer asimismo como motivo secundario siendo portada por 
seres míticos considerados sacrificadores. Estos suelen ser figurados como antropomorfos, 
antropo-zoomorfos o zoo-antropomorfos –en estos últimos dos casos con características de 
animales como arañas, peces, búhos, cangrejos, escorpiones, zorros, felinos y serpientes entre 
otros– (Benson, 2012; Cordy-Collins, 1992). Portan en una de sus manos un cuchillo sacrificial 
tumi –del cual se han hallado ejemplares arqueológicos en tumbas de individuos que habrían 
estado relacionados a la decapitación– y, en la otra, una cabeza trofeo sostenida por el cabello 
a modo de asidero (imagen 4b). Ésta es generalmente de un tamaño más pequeño, lo cual, 
como en el caso nasca, podríamos interpretar en clave de perspectiva jerárquica, en relación con 
similares sentidos asociados. En este caso, se estaría conceptualizando la captura y decapitación 
a manos de deidades que tienen la capacidad de sostener el orden de la naturaleza, noción que 
habría tenido una larga tradición en la costa norte peruana (Cordy-Collins, 1992).
El motivo de la cabeza antropomorfa aparece de manera independiente en vasos cefalomorfos, 
denominados huaco-retratos. Dentro del enorme corpus que representan estos vasos 
modelados en forma de cabeza, solo una pequeña parte puede vincularse con los ejemplares 
de cráneos modificados (imagen 5a). En estos casos, la forma del cráneo constituye la vasija y la 
70
abertura de su boca coincide con el sector de hueso removido. Más allá de la imposibilidad de 
poder comprobar si los cráneos arqueológicos fueron utilizados como vasos libatorios, tal como 
ha propuesto Verano (1995 y 1998), la existencia de vasos de cerámica modelados en forma 
de cráneos cuya función es la de contener líquidos da cuenta de la intención por parte de los 
hacedores de asociar la forma del cráneo con la función propia de una vasija para beber, quizá 
nuevamente en relación a la sangre sacrificial como líquido vital.
Sin embargo, es importante remarcar que la mayoría de los huaco-retratos muestran rostros 
masculinos en apariencia “vivos”, cuyas características oscilan entre representaciones genéricas 
hasta ejemplares en los cuales se hace énfasis en rasgos fisionómicos, en marcas de edad, en 
elementos que aluden al estatus e incluso en la gestualidad. Donnan (2004) ha llamado la 
atención sobre el hecho de que varios de ellos presentarían a un mismo individuo representado 
con atributos de poder (nariguera, orejeras, pintura facial, etc.) en algunas vasijas y como 
prisionero en otras. Coincidimos en que podrían estar aludiendo a prisioneros de alto rango 
que serían luego sacrificados, o representar a dioses o héroes míticos que eran personificados 
por los hombres que luego serían sacrificados en su nombre (Quilter, 2007, p. 141).

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producción plástica nasca y moche
De todas formas, hasta el momento no se han establecido los rasgos iconográficos que 
permitan identificar claramente las cabezas cercenadas, los cráneos trofeo o cabezas trofeo dentro 
del contexto moche. Por el momento podemos plantear que, en general, las representaciones 
de cabezas humanas, con o sin cuello, presentan rasgos que no se diferencian en general de los 
de una persona “viva” –solo en algunos casos se muestran sogas atadas a través de sus bocas–. 
Las vasijas en forma de cráneos pueden vincularse con los ejemplares arqueológicos, aunque, 
al igual que éstos, son escasas dentro del corpus. Consideramos que las vasijas cefalomorfas 
en general serían una forma de representar la jerarquía otorgada a la cabeza humana, ya sea 
que se encuentre en las manos de un sacrificador o conformando un huaco-retrato. En líneas 
generales, podríamos pensar todo este conjunto de objetos como una forma de jerarquizar la 
cabeza humana como símbolo de poder político y como dadora de vida.
A modo de cierre 
En este recorrido hemos intentado dejar planteados algunos cruces significativos entre la 
información iconográfica y aquella proveniente del registro arqueológico. A partir de la puesta 
71
en práctica de este breve ejercicio, no pretendemos dejar planteadas conclusiones, sino más 
bien algunas posibles líneas de trabajo para seguir desarrollando y profundizando a futuro.
Como vimos, no siempre contamos con datos precisos sobre las condiciones de hallazgo 
y/o procedencia de materiales que provienen del registro arqueológico, lo que implica una 
limitación en nuestro conocimiento acerca de los contextos de uso y circulación de los objetos. 
Sin embargo, consideramos que los materiales per se constituyen un rico corpus en la medida 
en que nos brindan valiosa información a partir de las características intrínsecas de cada 
objeto y de su comparación con los materiales que poseen información contextual para hacer 
inferencias. En relación con los contextos de aparición de las cerámicas, gracias a los ejemplares 
excavados científicamente podemos deducir que circularon en contextos funerarios, si bien 
esto no anula pensar en usos rituales previos. 
La información que provee la arqueología nos permite constatar la existencia de prácticas 
rituales en torno a las cabezas humanas ligadas al sacrificio y la consiguiente modificación post 
mortem
 para transformar la cabeza, parte del cuerpo humano, en un objeto con una agencia 
específica vinculada con lo sacrificable. También evidencia una distribución espaciotemporal 

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amplia de las imágenes de cabezas antropomorfas que permiten vincular los ejemplares 
arqueológicos con sus correspondientes motivos iconográficos.
Sin embargo, son los análisis iconográficos y plásticos los que nos permiten problematizar 
el sentido de estas imágenes en la medida en que demuestran que la asociación entre hallazgo 
arqueológico y motivo no es literal. Existe una lógica propia de las imágenes muy posiblemente 
ligada a su agencia específica en la materialización de un discurso cosmológico. El hecho de que 
las representaciones iconográficas de cabezas y cráneos sean más frecuentes que los hallazgos 
arqueológicos (Verano, 1995) estaría dando cuenta de que no se trató de descripciones literales 
de prácticas concretas, sino de la condensación de sentidos más profundos asociados a las 
cabezas humanas transformadas en entidades sagradas dadoras de vida, vinculadas con el 
renacimiento y la fertilidad. 
Recapitulando: Los rasgos diagnósticos que permiten identificar las cabezas trofeo nasca son 
la perforación en la frente, la ampliación de la base del cráneo y, en los casos mejor conservados, 
la piel, el cuero cabelludo, el cabello y los labios cosidos con espinas. En el caso moche, en 
cambio, no existe un modelo con rasgos característicos: el registro arqueológico asociado con 
72
la práctica de la elaboración de un objeto sagrado como trofeo a partir de cabezas humanas 
se compone de solo dos cráneos modificados intencionalmente. En ambos casos, la mayoría 
de los hallazgos de cabezas y cráneos corresponden a adultos jóvenes varones lo que resulta 
coherente con la hipótesis de que provenían de prisioneros sacrificados. 
Con respecto al motivo iconográfico de la “cabeza trofeo”, planteamos a modo de hipótesis 
para el caso nasca la posibilidad de considerar la ausencia de cuello, la presencia de cabello y 
la identificación de rostro masculino como rasgos diagnósticos. En el caso moche, en cambio, 
aún no hemos podido establecer la presencia de rasgos diagnósticos constantes que estén 
aludiendo a la representación de una “cabeza trofeo”. En ambos casos, los vasos cerámicos 
pueden constituirse a sí mismos en cabezas/cráneos modelados y, asimismo, es frecuente la 
asociación entre cabezas sueltas y seres míticos. En la cerámica moche, a diferencia de la nasca, 
también es corriente la participación del motivo en escenas de toma de prisioneros, pero en 
estos casos los rasgos que presentan no permiten identificarlas como cabezas trofeo. En este 
sentido es posible que se esté aludiendo al momento de la captura de la cabeza.
Si pensamos en las relaciones que se establecen entre registro arqueológico e iconográfico, 
observamos que, en el caso nasca, los rasgos diagnósticos que definen a la cabeza trofeo 

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arqueológica y su representación iconográfica coinciden en gran medida. Sin embargo, el 
motivo iconográfico –generalmente aislado o en asociación a seres míticos– aparece con 
mucha mayor frecuencia que los ejemplares arqueológicos de cabezas momificadas. Para el 
caso moche, si bien también existen vasos modelados en forma de cráneos, tanto los hallazgos 
de cráneos modificados intencionalmente como su representación iconográfica son mucho 
menos frecuentes y no existe aún un modelo iconográfico establecido para abordar los análisis 
comparativos.          
En definitiva, consideramos que el modo en el que aparece el motivo de la cabeza o cráneo 
trofeo no describe ni explica nada acerca de las prácticas concretas en torno a las cabezas 
humanas, sino que estaría dando cuenta del significado profundo de esta imagen en tanto 
portadora de una condensación de sentidos cosmológicos y simbólicos vinculados con el corte 
del poder en tanto autoridad política, por un lado, y con el poder vital de la cabeza humana, 
símbolo de regeneración y renacimiento, por otro. Si en términos biológicos la separación de la 
cabeza del resto del cuerpo implica la interrupción de la vida de un enemigo para convertirlo en 
“trofeo” como símbolo de poder y autoridad, al mismo tiempo, se constituye en ofrenda sagrada 
que permite asegurar la continuidad de la vida en comunidad en todas sus dimensiones: natural, 
social y cosmológica.
73
Agradecimientos 
El presente artículo ha sido elaborado a partir del cruce entre los lineamientos principales 
de dos proyectos de investigación en curso para optar por el grado de doctorado en Teoría e 
Historia del Arte por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Ambas 
autoras nos desempeñamos como Ayudantes de 1ra. de la Cátedra Historia de las Artes Visuales 
- América Prehispánica, Departamento de Artes, y nuestros trabajos parten de la construcción 
de un marco teórico-metodológico en común. 
María Paula Costas obtuvo Beca UBACyT Culminación de Doctorado (2019-2021) con el 
proyecto de investigación “El tema de la cabeza antropomorfa en la producción plástica del N.O. 
argentino entre los períodos Formativo y Tardío (600 a. C.-1480 d. C.): interpretaciones acerca 
de su(s) sentido(s) cosmogónico(s). Estefanía Blasco Dragun, es becaria UBACyT Doctorado 
(2021-2024) con un proyecto de investigación titulado “La iconografía de prácticas sacrificiales 

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que involucran la cabeza humana en las vasijas cerámicas de las culturas moche y maya clásica 
(100-900 d. C.): interpretaciones en torno a su(s) sentido(s) cosmológicos(s)”. 
Agradecemos a la Dra. María Alba Bovisio, directora de ambas tesis doctorales y titular de la 
cátedra, por sus valiosos aportes y sugerencias para enriquecer nuestros manuscritos.
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Cómo citar este artículo: 
Costas, M. P. y Blasco Dragún, E. (2023). El tema de la cabeza antropomorfa en la producción 
plástica nasca y moche. AVANCES,  (32), Recuperado de: https://revistas.unc.edu.ar/
index.php/avances/article/view/41457
.