NÚMERO 32 • AÑO 2023
Tocar de oídas: hacia la composición de un campo 
epistemológico para pensar las vocalidades
Playing by ear: looking forward to the composition of an epistemological field 
that contains vocality thinking

Carolina Tapia
Resumen 
Universidad de Buenos Aires
La voz ha sido abordada a lo largo de la historia de las 
Buenos Aires, Argentina
humanidades y las ciencias sociales de manera anecdótica 
c.tapia87@gmail.com
https://orcid.org/0000-0003-3580-
hasta nuestros días. Los trabajos en torno al canto no exceden 
8045
generalmente la suscripción a determinadas técnicas o el racconto 
de una Historia eurocentrada. ¿Cómo sería pensar el fenómeno de 
ARK: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/
la vocalidad desde la interseccionalidad entre arte y pensamiento? 
s27186555/81p54j25t
Comienza a emerger recientemente la consistencia de un campo 
transdisciplinar para pensar las vocalidades como coyuntura 
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interepistémica y problemática. La liminalidad constituyente 
de la voz irrumpe con la mentalidad dualista heredada de la 
Modernidad. Posarnos desde allí para pensar, puede volverse una 
clave para aportar a las nuevas epistemologías, en vistas a una 
nueva política y a otra manera de concebir las artes.
Palabras clave
 Vocalidades, arte, epistemología, pedagogía, política.
AVANCES | Nº 32, 2023 | ISSN 1667-927X / e-ISSN 2718-6555 |  https://revistas.unc.edu.ar/index.php/avances
Recibido: 14/11/2022 - Aceptado: 28/02/2023 
Centro de Producción e Investigación en Artes, Facultad de Artes, Universidad Nacional de Córdoba. Argentina.

NÚMERO 32 • AÑO 2023
Abstract 
Voice has been approached just anecdotally through Humanities 
and Social Science history until now. Works about singing topic 
usually speak about certain techniques or relate an eurocentric 
History of the voice. How would it be to think vocality in between 
artistic and intellectual practice? A new transdisciplinar field to 
think about vocalities as an interepistemic and problematic field 
is now emerging. Voice as a liminal device burst modern duality. 
Staying  in between, where voice belongs, can become a key to 
contribute to new epistemologies, politics and arts.
Key words
Vocalities, art, epistemology, pedagogy, politics.
348

Tocar de oídas: hacia la composición de un campo 
Carolina Tapia  [347-366]
epistemológico para pensar las vocalidades
Había una voz…1
¿Dónde está la voz? Esta pregunta –que roza lo absurdo– nos acompañará a lo largo 
del artículo con el objeto de generar una dimensión del campo problemático en el que nos 
sumergimos. Sigamos el juego. Supongamos que si amasamos un poco este interrogante, 
podremos obtener algo más que una forma. Probablemente esperemos –no sin razón– que un 
buen manual de fonoaudiología, anatomía y fisiología, o tal vez física acústica –si quisiéramos 
más detalles– nos dieran la respuesta que buscamos. Es cierto: sería necio negar que la voz es 
el resultado acústico de la vibración de los pliegues vocales que se encuentran en la laringe y 
se amplifican en el tracto vocal, su resonador. Podríamos decir también, que la voz se expande 
al exterior por una serie de fenómenos físicos que explicarían la propagación de cualquier otra 
onda sonora. Aquí podemos encontrar, no obstante, un primer destello del problema: definimos 
a la voz desde adentro y desde afuera, casi indistintamente, como si no hubiera un umbral. Si el 
tracto vocal (o, más precisamente, las vías aéreas superiores2), pensado desde la neurofisiología, 
es un sistema triple de esfínteres que protege las vías aéreas inferiores… en el acto del canto, 
se ve invitado a cambiar súbitamente de función para ser completa apertura: se canta más (es 
decir: hay más amplificación vocal y recursos) cuanto más se abre el intersticio entre el yo y el 
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entorno, entre el adentro y el afuera, entre lo privado y lo público. Podríamos ya, entonces, 
avanzar sobre un primer aspecto crucial de nuestro artículo: el aspecto intersticial, umbral, 
transicional de la voz.
Solo sobre este aspecto, podrían escribirse varios artículos. Sin embargo, en el presente nos 
daremos a la tarea de abrir un abanico de preguntas, evidenciar la multiplicidad de problemas 
que hacen eco a la voz, llegando y volviendo a perderse, con el contacto efímero pero contundente 
de la onda sonora.
1  Como una apuesta consciente y explícita que responde a la búsqueda epistemológica que sostiene y reafirma lo 
transicional de la voz como una categoría disruptiva del pensamiento colonial y binario, es que en el siguiente artículo 
trabajaremos con lenguaje incluyente y no discriminatorio. Conociendo el aval que otorgan tanto la UNC como la 
Cámara de Diputados de la República Argentina (2015), nuestro trabajo apelará a la inclusión en la forma la/el/lx
teniendo en cuenta la pluri-referencialidad con la que algunos géneros puedan identificarse y con la intención de que 
todxs se sientan parte de la lectura del presente artículo.
2 Las vías aéreas superiores difieren del tracto vocal solo por su función. En el primer caso, desde los orificios nasales 
y la boca hasta las cuerdas vocales, todo el conducto conforma las vías aéreas superiores por donde pasa el aire. 
Este es, a su vez, un sistema de filtros, que funciona como esfínteres de protección de las vías aéreas inferiores 
(tráquea, bronquios, pulmones). En el segundo caso, el tracto se despliega y mantiene abierto todo lo posible para la 
amplificación del sonido vocal. Para una profundización más detallada recomiendo la lectura de: Calais-Germain, B. 
y Germain, F. (2013), Torres Gallardo, B. (2014) y Torres Gallardo, B. y Gimeno Pérez, A. (2008)".

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La pregunta, insiste: ¿nos sacia, entonces, esta primera definición de la voz? ¿Podríamos 
dejarla reducida a un fenómeno absoluto y objetivo producido por un sujeto anónimo y 
universal
? Sería deshonesto y ciertamente injusto para la experiencia artística conformarnos 
con una definición kantiana de la voz, con aires de asepsia positivista y sin ninguna otra 
distinción. ¿Qué nos llamaría, si no, a querer escuchar más una voz que otra? ¿O a esa necesidad 
desprevenida de tararear en privado una melodía cualquiera? ¿O al goce de cantar en público? 
¿O a buscar alguien que nos enseñe estrategias para hacerlo mejor?
Entonces, ¿qué es una voz? O tal vez, ¿qué me pasa con una voz, con esa voz? ¿Puede no 
pasarme nada con una voz? ¿Cómo describimos ese vínculo tan difícil de congelar con palabras? 
¿De qué modo me atraviesa? ¿Me incomoda? ¿Me conmueve? ¿Me relaja? ¿Me irrita? ¿Acaso 
la voz me toca? ¿Cómo lo hace? ¿Dónde? ¿Me toca el alma? ¿Me toca el cuerpo? Otra vez, 
¿dónde? ¿Cómo registro lo que me provocó la escucha de esta voz en mi emoción, ahora que ya 
se fue? ¿Cómo comienza unx cantante a registrar (a escuchar) los cambios en su propia voz a 
partir de los ejercicios que ejecuta, si mientras prestaba atención a la respiración, la vocalización, 
el espacio interno, el movimiento indicado, el sonido se voló con una velocidad inaprehensible 
en relación a su multiatención? ¿Cómo clasificar las variaciones de las percepciones externas 
350
de una voz cuando su captación prescinde siempre de la vista, en una ciencia que se basa en 
retener, cuantificar y fragmentar generalmente lo que puede ver? ¿Cómo operar la descripción 
de un espacio cuando nos falta la precisión ocularcentrada del mapeo visual? ¿Cómo pensar 
algo que se escabulle a la mirada? ¿Cómo agarrar algo que se dispara en el tiempo? Espacio 
y tiempo, las categorías de la sensibilidad kantiana, los principios que suponemos estables y 
newtonianos para comprender el sistema de objetos que nos rodea, se vuelven agua entre las 
manos, se diluyen en su propio intento de orden. Vacío categorial. Sin embargo: canto, escucho, 
sientoexisto. Todas las verdades del sujeto moderno, de pronto, tambalean.
¿Será por ese estado de cimentación inestable en que nos sitúa, que nos ha costado 
tanto como humanidad darle un lugar relevante a la voz? Pero ¿en qué sentido ha habido un 
descuido o una carencia? Si la usamos todo el tiempo, ¿cómo podría estar ausente? Si ya existen 
cantantes, docentes, fonoaudiólogxs… ¿de qué modo podríamos descuidarla?

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Carolina Tapia  [347-366]
epistemológico para pensar las vocalidades
De voz nadie habla…
Es evidente que –las personas parlantes– usamos la voz todo el tiempo. Ese uso (en 
términos de utilidad3) genera una transparencia –permítanme el oxímoron– opaca. Es decir: la 
usamos todo el tiempo, como si simplemente estuviera a disposición. Solo la ponemos como 
protagonista de nuestras prácticas si se convierte en nuestro objeto de estudio (por ejemplo, la 
fonoaudiología), si le damos uso profesional (locución, canto, doblaje), o bien si comenzamos 
a sentir un extrañamiento con respecto a ella (ya sea esto una patología funcional u orgánica, 
un deseo de modificarla porque no nos representa, etc.). Fuera de estas circunstancias, a lo 
largo de la historia de las vocalidades, la voz ha sido siempre algo anexo al cuerpo, ni material 
ni inmaterial: siempre habitando un espacio umbral. Mladen Dolar4 (2007, p. 89) define el no-
lugar de la voz como “topología paradójica” (ni adentro ni afuera, ni naturaleza ni cultura, ni 
cuerpo ni lenguaje, etc). Según David Le Breton5 (2021), “la voz es una instancia de pasaje, un 
objeto transicional que garantiza el hermoso escape de la liminariedad” (pp. 79-80). Mientras 
que Silvia Davini6 (2007, p. 19) –de manera más directa– habla de la voz como un “entre/lugar”. 
El punto es que estas definiciones de la voz la tornan un objeto de estudio muy complicado. 
No porque no pueda volverse objeto, existe –de hecho– una vastedad de estudios científicos 
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alrededor de la voz. Pero pensar la voz y abordarla en su complejidad, excede lo que podamos 
cuantificar. ¿Dónde deberíamos poner el peso para hablar de la voz? ¿En la salud vocal? Pero, ¿de 
qué depende la salud vocal? ¿No influyen acaso en ella un desborde emocional o un desorden 
psíquico, lo mismo que una desorganización o limitación fisiológica? ¿No varían los mandatos 
y las expectativas para la salud vocal de una persona de acuerdo a su género, su cultura, su 
realidad socioeconómica o su profesión? ¿No nos habla la voz de cómo se tocan hasta fundirse 
estos campos aparentemente compartimentados? 
Abordémoslo, por ejemplo, desde una perspectiva pedagógica. ¿Cuánto lugar se le otorga 
a la escucha atenta de nuestras voces en nuestros años de academia? Incluso, si contamos 
los escasos años de enseñanza musical, incluyendo las academias musicales y hasta las 
3  Sería interesante problematizar, como lo hacen la filosofía y las artes en general, el problema en sí mismo que acarrea 
la utilidad en términos de servilidad.
4  Filósofo y psicoanalista esloveno. Autor del libro: Una voz y nada más (2007).
5  Antropólogo y sociólogo francés. Autor del libro: Estallidos de la voz (2021).
6  Actriz, directora e investigadora teatral argentina. Autora del libro: Cartografías de la voz en el teatro contemporáneo. 
El caso de Buenos Aires a fines del siglo XX (2007).

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especializaciones en canto. La pregunta sigue en pie: ¿qué clases de atenciones aprendemos a 
desarrollar? ¿A qué tipos de emisión y cuándo? Nadie discutiría si dijese que el rol hegemónico 
es el del habla de la autoridad, la no-fonación como sinónimo de escucha y la fonación en el 
caso de lxs estudiantes en un tono de voz preestablecido como correcto y con un discurso que 
deba ser pertinente a una semántica constituída en el campo de aprendizaje en cuestión. Sin 
embargo, entre líneas del habla, hacen figura sobre el fondo otras realidades. Entre ellas, ¿cuántas 
docencias se han preguntado con qué voces enseñamos a escuchar a nuestrxs alumnxs? ¿Qué 
voces enseñamos que está bien portar? ¿Qué sentidos de la salud generamos a partir de esas 
experiencias no curriculares de escucha (que lxs expertxs en pedagogía indican que generan los 
aprendizajes más pregnantes en lxs estudiantes)? ¿Cuántxs docentes –especialmente docentes 
de la materia del cuerpo (la educación física)– tienen su voz devastada? ¿Qué información dan 
a sus estudiantes sobre qué es un cuerpo saludable?7
Nadie que acepte una formación con espíritu moderno eurocentrista como la que la mayoría 
hemos experimentado, cuestionaría la ejercitación intelectual de la escolarización. Los seres 
humanos –según estos parámetros– poseemos el intelecto como cualidad específica, esto es: 
de especie. Hay un motivo, en los cimientos de esta premisa epistemológica, que sostiene una 
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ontología y, por lo tanto, una política de la humanidad. Digámoslo ridículamente simple: pensar 
nos hace humanos, de modo que hay que entrenar el pensamiento para perseverar en lo que 
nos distingue (¿distancia?, ¿eleva?) de otras especies.
Podemos remontarnos a uno de los textos fundamentales de esta antropología: la Política 
de Aristóteles (1988). Allí nos dice: 
La razón por la cual el hombre es un ser social, más que cualquier abeja y que cualquier 
animal gregario es evidente: la naturaleza, como decimos, no hace nada en vano, y el hombre 
es el único animal que tiene palabra. Pues la voz es signo de dolor y placer, por eso la poseen 
los demás animales, porque su naturaleza llega hasta tener la sensación de dolor y placer e 
indicársela unos a otros. Pero la palabra es para manifestar lo conveniente y lo perjudicial, 
así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio del hombre frente a los demás animales: 
poseer él sólo el sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, y de los demás valores 
(...) (1253a 10-13).
7  Para otro artículo quedarían preguntas sobre en qué sentido conviven los discursos pedagógicos de las enseñanzas 
no curriculares y la atención en las vocalidades.

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Carolina Tapia  [347-366]
epistemológico para pensar las vocalidades
En principio, este apartado no nos dice nada nuevo para el discurso hegemónico heredado: la 
superioridad de la humanidad por sobre la animalidad está dada por la articulación del lenguaje 
[lógos], que nos permite determinar lo bueno y lo malo. Mladen Dolar (2007), con suspicacia, 
hace una segunda lectura de este famoso pasaje. Si quitamos el foco puesto en la diferencia 
específica –el lógos– y volvemos la atención sobre el sonido vocal –la phoné–: ¿no hay, en el 
acto fundacional de la Política misma no solo el gesto disociativo, sino la subsunción expresa y 
necesaria de la phoné bajo el lógos? No habría política posible si el aullido, el balido y el relincho 
coincidieran con la articulación racional de estas palabras que escribo. No podría alzarse una 
civilización racional y moderna sobre el acueducto inestable de la expresión emocional de la 
phoné. ¿Qué clase de categorías de conocimiento serían esas para una Europa expansionista, 
bélica portadora de El Saber racional mientras colonizaba a los bárbaros8 indios “en nombre de 
Dios”?
Empezamos a notar, parafraseando a Paul Valery (1988, p. 40), que no hay nada más 
profundo que la piel. Lo que en la superficie pareciera simplemente un tópico original o poco 
frecuente empieza a hacer palpables algunos motivos de esa marginalidad. Si ver la voz ya 
supone una complejidad, disponernos a tocarla y dejar que ella nos toque comienza a evidenciar 
los temblores. Anular el campo problemático que la voz supone, hacer un paréntesis porque 
353
ella habita un no-lugar y un no-tiempo, es posible porque habitamos un cuerpo (en términos 
ontogenéticos y políticos) desarticulado, disociado, distorsionado. 
Volviendo al punto inicial, ¿solo lxs fonoaudiólogxs o lxs docentes de canto hacen uso de su 
voz?, ¿o solo las personas que se enferman con su uso excesivo? Todavía, continuamos dentro 
del marco epistémico de la Modernidad: la especialización sobre un objeto de estudio o bien 
el registro a partir del dolor. En la Sexta Meditación, Descartes (2004) reconoce que (su “alma” 
racional) “tiene” cuerpo cuando se da cuenta que algo “duele” (“piensa” que le duele, por eso, 
8  Los griegos llamaron bárbaros a los extranjeros, despectivamente, porque no hablaban lengua griega y emitían sonidos 
similares a bar…bar… Aristóteles (1988), en la misma Política, igualaba a los bárbaros con los esclavos, e indicaba 
que los helenos (griegos) debían mandarles (1252b 4-5). Tenemos, en el gesto fundacional de este término, toda una 
cosmovisión basada en la primacía de la racionalidad del lenguaje por sobre la emisión sonora y los cimientos de la 
hegemonía entre lenguajes que nos ha hecho diferenciar lenguas de dialectos. David Le Breton (2021, p. 32) hace 
un relevo interesante sobre la relación entre la homogeneización del lenguaje para la constitución de la nación de la 
Revolución Francesa y la aparición de estos sesgos racistas como el jeringozo, los dialectos y patois.

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le duele)9. El dolor es el extremo de la percepción: ahí donde está a punto de extinguirse, lo 
recuperamos como válido. Todo el arcoiris de percepciones intermedias está vedado para el 
cuerpo-máquina. Como si en el grito desesperado nos diéramos cuenta de que hay una voz, como 
si en la molestia del sulcus10 o el sonido inaudible al que puede llevar un hiatus11 encontráramos 
que hay algo ahí donde, mientras lo descuidábamos, creíamos que había nada, o que lo que 
había funcionaba solo, como un mecanismo independiente, abyecto de nuestra salud, nuestra 
emoción, nuestra comunicabilidad. El epítome de esta situación serían lxs cantantes lastimadxs 
de fatiga vocal. 
Entonces, nadie duda de que debe haber una educación del cuerpo y el intelecto, porque 
desde una mirada dualista, binaria, es lo que nos constituye. Somos seres ontológica, epistémica 
y políticamente quebrados. Por eso es tan complejo tomar la voz, alzar la voz, cuidar la voz, 
explorar la voz. La liminalidad de su naturaleza, la imposibilidad de ser enmarcada dentro de 
una experiencia dualista significa, por un lado, un esfuerzo enorme del pensamiento y una 
transformación impensable de las prácticas cotidianas. Por otro lado –y por ello mismo–, un 
peligro para el status quo de nuestra construcción identitaria y política. 
354
Conviene aquí introducir el concepto de vocalidades como una alternativa al concepto de 
voz. En cierto modo, la voz, ese monosílabo singular, contiene una contundencia indiscutible 
a la vez que poco espacio para la diferencia. Su sola alocución pareciera indicar exclusividad, 
unilateralidad. Las Vocalidades es un concepto introducido por el lingüista y medievalista Paul 
Zumthor, quien postuló la necesidad de tener en cuenta “la historicidad de una voz: su empleo” 
(Zumthor en Davini, 2007, p. 18). Es decir, ¿podríamos identificarnos con una sola voz durante 
un día? ¿Y a lo largo de una semana? ¿Y con el correr de los años? ¿Es la misma nuestra voz de 
acuerdo a las situaciones y a las personas con las que nos encontramos? ¿Sería –no solo honesto 
sino– deseable, portar una voz, la voz? ¿Existe –no obstante el absurdo– esta idea en nuestro 
imaginario vocal?
9  “(...) pues, en efecto, todos esos sentimientos de hambre, sed, dolor, etc., no son sino ciertos confusos modos de 
pensar, que proceden y dependen de la íntima unión y especie de mezcla del espíritu con el cuerpo” (Descartes, 
2004a, p. 167).
10 El sulcus vocalis consiste en una malformación en forma de surco o invaginación en el borde libre de las cuerdas 
vocales. Suele oírse como un sonido vocal desgastado con ronquera.
11 El hiatus vocalis es un espacio que se genera entre los pliegues vocales al momento de la fonación, impidiendo parcial 
o totalmente la producción de sonido vocal. Generalmente causada por nódulos en las cuerdas, se oye como una 
disfonía.

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Carolina Tapia  [347-366]
epistemológico para pensar las vocalidades
Un abordaje complejo y comprometido con nuestras vocalidades evidencia la necesidad 
de la transdisciplina, y ella precisa la constitución de un campo epistemológico para pensar 
nuestras vocalidades.
Todas las voces, todas
Las vocalidades han sido, a lo largo de la historia del pensamiento de las humanidades y las 
ciencias sociales, difícilmente un problema más que tocado desde lo anecdótico y lo periférico. 
Es decir: existen textos aislados12 y también menciones azarosas que retoman este concepto, 
pero no ha cobrado protagonismo en tanto campo en sí mismo problemático. Recientemente –
desde Lacan– el psicoanálisis ha habilitado a la voz como categoría del pensamiento, aunque en 
una clave ligada casi exclusivamente al Superyó13. Contamos entonces con un primer problema 
epistemogenético en la concepción de un campo para las vocalidades: ¿Por qué la voz ha estado 
en la periferia, especialmente considerando que el siglo XX se ha caracterizado por la emergencia 
del pensamiento corporal/somático14? ¿La voz no es, entonces, cuerpo?
A su vez, en el campo artístico –escénico y pedagógico– de la vocalidad, el pensamiento 
355
acerca de la voz difícilmente exceda la adscripción a una u otra escuela sobre cómo debe cantarse 
y enseñarse. Son pocas las instancias –tampoco inexistentes15– de apropiación y gestación de 
un pensamiento independiente y crítico que vincule perspectivas pedagógicas, filosóficas, 
12 Cabe hacer mención de algunos imprescindibles: Mladen Dolar (2007), Una voz y nada más; Adriana Cavarero 
(2005), For more than one voice. Towards a Philosophy of Vocal Expression; David Le Bretón (2021), Estallidos de 
la voz. Una antropología de las voces
; Silvia Davini (2007), Cartografías de la voz. El caso de Buenos Aires a fines 
del siglo XX; 
Roland Barthes (2015), El grano de la voz. Entrevistas 1962-1980; Nicolás Alessandroni et al. (2019), 
Vocalidades. La voz humana desde la interdisciplina.
13 Un psicoanalista con un abordaje centralizado en la voz que ha sido ciertamente excepcional en la historia del 
pensamiento de las vocalidades ha sido el francés Michel Poizat.
14 “Las  llamadas  técnicas somáticas (Feldenkrais, Alexander, Eutonia, Body Mind Centering, etc., ver Hanna 1995) 
que empiezan a aparecer en Occidente a partir del giro del siglo XIX/XX, como técnicas híbridas corporales, ni 
meramente terapéuticas, ni directamente artísticas, ni tan solo pedagógicas, se caracterizan, dicho rápidamente, por 
sus tendencias, heterogéneas sin embargo, en no tomar el cuerpo como un objeto de formación y reformas” (Bardet, 
2012, p. 3).
15 Existen personas y grupos de investigación que, hasta nuestro conocimiento, están abordando o abordaron en el 
pasado una tarea afín a la que proponemos. Algunos ejemplos: el GITeV (La Plata), el Núcleo de Investigación Vocal 
(Chile), la Red de Estudios sobre el Sonido y la Escucha (México). Hay varios grupos de investigación vocal ligados a 
la performance teatral a partir de la expansión del Método Roy Hart y del Pan Theatre en Francia.

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antropológicas, sociológicas, etc., con los usos de la voz para enriquecer desde el pensamiento 
las prácticas del campo en cuestión. 
Al mismo tiempo, el emergente de ofertas para cursos y clases que invitan a la exploración 
vocal desde un diálogo experiencial transdisciplinar (sí y no académico) es vasto: voz y 
movimiento, voz y performance escénica, voz y Feldenkrais, voz y yoga, voz y astrología, voz 
y reiki, voz y psicoanálisis, voz y Fedora, voz y tarot, voz y cuencos tibetanos, voz “medicina”, 
etc. Es decir: es evidente que, a partir de un momento, el trabajo vocal dejó de circunscribirse 
a la música en sí misma y, a su vez, el trabajo de la vocalidad musical se ha enriquecido, 
complementado y ciertamente transformado con estas prácticas. No obstante, este salto de 
la voz como competencia específica de profesionales academizados hacia nuevos campos de 
saber heterodoxos no se ve reflejado en el protagonismo vacante de la voz en ciertos estudios 
(desde las ciencias sociales y las humanidades) que podrían darle a la vocalidad un lugar en 
tanto área de construcción de saber.
Este espectro multidisciplinar y ecléctico para pensar las vocalidades nos invita a repensar con 
qué categorías nombramos el espacio interseccional cuyas jergas técnicas se superponen, dando 
356
muchas veces por sentada la comprensión de nóminas provenientes de campos muy distintos 
y por resultado una comunicación confusa (cuando no, directamente una incomunicación16). 
Se hace necesario un trabajo de pensamiento para dejar de reproducir, en el ámbito de la 
representación, conceptos que funcionen del modo en que lo hace, para Le Breton (2002), el 
cuerpo como “traje de arlequín”: la superposición de saberes mixtos, confusos, imprecisos, 
contradictorios, una suerte de “collage surrealista” de proveniencias distintas que se dan y a la 
vez evidencian la vacante de coherencia en la relación que vivenciamos como cuerpo (y –agrego 
aquí– como voces) (pp. 87-88). 
Este problema así formulado, es subsidiario de uno más general –previamente esbozado–: 
¿cómo nombrar, describir, categorizar y dar crédito a lo invisible como episteme? Y se inscribe, 
a su vez, en una consistente y más larga tradición crítica del oculocentrismo. La atención a las 
voces como un campo de estudio transdisciplinar (y no como un mero objeto), la crítica al 
ocularcentrismo y la problemática de cómo nombrar todos estos emergentes se ubican dentro 
16 García Bazziza (2022) cuenta que existe una anécdota aparentemente popular entre doblajistas. Cierta vez, 
una persona estaba realizando un doblaje mientras alguien le daba indicaciones de cómo debía sonar. Y ante la 
imposibilidad de reproducir lo que le pedía, le dijo finalmente: “que suene más azul”.

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epistemológico para pensar las vocalidades
de un campo de estudios que las abarca: el reciente17 Giro Sensorial, así denominado por el 
antropólogo David Howes (en Sabido Ramos, 2021).. Esta nueva perspectiva de trabajo busca 
reconocer un campo de estudio en el que convergen diversas disciplinas de las ciencias 
sociales y humanidades para las que es posible aproximarse: a) desde una perspectiva 
cultural al estudio de los sentidos; b) desde una aproximación sensorial a la cultura (Sabido 
Ramos, 2021, p. 244).
Y específicamente dentro de éste, el giro aural18 propone repensar las categorías de nuestra 
escucha en términos de culturación, es decir, la escucha como un fenómeno encarnado 
(corporado y corporante19), sensorial, situado (historia, contexto, biología, personalidad, 
geografía) y mediado (interpretación). Para esta corriente, el sonido deja de ser un “dato”, para 
volverse una “relación”. 
En conclusión, cierta parte del problema consiste en la necesidad de un campo que dé entidad 
a estas cuestiones que tienen consecuencias prácticas en la formación no solo de cantantes o 
docentes, sino de todas las personas que usamos la voz. Estas incumbencias tienen ciertamente 
357
alcance político, en la clave de preguntas como: ¿Son las vocalidades constituyentes de ciertas 
formas de división entre lo privado y lo público? Pensemos en qué lugares están reservados 
para tararear, sonar, cantar, gritar o sollozar o en cómo esos permisos delimitan la privacidad 
o publicidad de un espacio. ¿Existe una relación entre la circulación de esas sonoridades y la 
exclusividad en relación a ciertos saberes instituidos como vocales? ¿Qué relaciones con su 
identidad vocal generan las personas que no tienen habilitado ese saber (o ese don)? ¿Qué 
problemas se desprenden en relación con el silenciamiento o el permiso en la propia intimidad 
y en la esfera pública para los usos de la voz?
17 El emergente de estos estudios data de la década de 1980 (Sabido Ramos, 2021).
18 Este campo se encuentra en sus albores. Una de las primeras en usar el término ha sido Ochoa Gautier (2014). Otra 
de sus referentes latinoamericanas más notable es la antropóloga y comunicóloga Ana Lidia Domínguez Ruiz. Para 
profundizar en este campo, recomiendo el libro "La dimensión sensorial de la cultura. Diez contribuciones al estudio 
de los sentidos en México" (véase Domínguez-Ruiz y Zirión-Pérez, 2017).
19 Tomo este término de la tesis de Díaz (2022).

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Alzar la voz…
Uno de los problemas más complejos con los cuales lidia nuestro lenguaje es su constitución 
binaria sujeto-objeto. No es casual que el principio del tercero excluído esté dentro de la misma 
lógica aristotélica:
Desde Aristóteles, la lógica de Occidente es una lógica de contradicción y exclusión. Es 
decir que se contraponen conceptos diferentes como si fuesen contrarios. Por ejemplo, 
hombre y mujer. De modo que si hombre=A, el concepto de mujer equivale a no-A, en 
lugar de ser B, C, D, etc. Además, entre A y no-A no puede existir un tercer término (...). 
Esta es pues, la lógica binaria: el término que se considera principal elimina o negativiza a 
su (pretendidamente) contrario (Sendón de León, 2012, p. 64).
Es decir, no se trata solo de una decisión. Hay una profunda incomodidad en nombrar 
algo que escape a ese binarismo. Es el propio lenguaje el que tiene un vacío categorial para –
permítanme la redundancia– nombrar aquello gracias a lo cual nombra. Y es muy curioso que 
358
los problemas que se tienen para hablar de la phoné, esa simple voz que nos liga a lo animal, 
sean los mismos problemas que a lo largo de toda la historia de las filosofías se ha repetido para 
hablar de la divinidad: ya en el principio era el Verbo. Como si la voz compartiera algo de su 
naturaleza: es humano al mismo tiempo que excede lo humano, como una paradoja anclada en 
el quid de la mismísima diferencia específica. 
Liliana Herrero (2011) nos dice: 
Habría entonces una continuidad entre el hombre y el animal, dado por los sonidos que 
pertenecen a la voz y sus ancestros: el mugido, el balido, el relincho. Una voz humana 
trabajada por la cultura nunca puede serlo tanto que no recuerde en su conciente o en sus 
residuos, los antepasados del grito animal (pp. 64-65).
Pero al mismo tiempo que nos afirma esto, también nos advierte que no se dice voz de 
otro animal más que del humano. Es decir que en ese mismo espacio donde se produce la 
continuidad, se realiza el ajuste. En una clave similar, aunque en una apuesta doble, Mladen 

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epistemológico para pensar las vocalidades
Dolar (2007) profundiza cuánto se ha asociado tanto a lo animal como a lo divino la voz, en 
todo caso, siempre por considerarla algo no específicamente humano (lo humano, como antes 
decíamos: el lógos, la palabra como sentido, la razón como operación). 
Parece, por un lado, conservar todavía su vínculo con la naturaleza –la naturaleza como 
paraíso perdido– y, por otro, trascender el lenguaje, las barreras culturales y sociales, en 
la dirección opuesta, por así decirlo: promete un ascenso a la divinidad, una elevación por 
sobre lo empírico, lo mediado, lo limitado, las preocupaciones mundanales humanas. (...) 
Cuando Orfeo, el cantor emblemático y arquetípico canta, es para amansar a las fieras y 
aplacar a los dioses (p. 44). 
Parafrasea luego a San Agustín, en un recorrido que llama “La Metafísica de la Voz”, diciendo: 
“la voz es la forma más sutil de la carne, y al mismo tiempo la más pérfida” (2007, p. 63) con el fin 
de evidenciar lo complejo y peligroso que ha sido en la historia europea dar lugar a la vocalidad 
como práctica emancipada. Y lo que aquí nos evidencia, una vez más, es que a lo largo de la 
historia no solo pensar sobre ella, sino darle un marco de regulación para su práctica legítima ha 
359
sido de suma importancia en términos de la circulación del poder.
Podemos seguir una línea de continuidad de ese marco regulativo hasta nuestros días. De 
acuerdo a lo que venimos planteando, existen campos de trabajo vocal, pero no se vinculan 
necesariamente con espacios de pensamiento crítico sobre los usos y abusos de las voces. 
Esta perspectiva dualista (cuerpo/alma, naturaleza/cultura, animal/humanidad, humanidad/
divinidad) se proyecta también en nuestras prácticas. Para construir un campo interepistémico 
en torno a las vocalidades, es urgente hacer audible este problema: ¿Cuántas de las personas que 
se dedican al estudio de las vocalidades en diferentes ámbitos (cualquiera, de los académicos 
o no, mencionados más arriba) son las personas que se dedican a escribir y problematizar las 
vocalidades? ¿Cuántas de las personas que hacen pensamiento crítico sobre la voz experimentan 
con el cuerpo de la voz (la phoné) fuera de su palabra? 
Preguntémonos, por ejemplo, lo siguiente: ¿Qué pasaría si yo en este momento, como parte 
de la dinámica de mi argumentación, les pidiera a ustedes, lectorxs, que probaran cantar un 
sonido, por ejemplo, una A luego de inspirar levantando un brazo? Pruébenlo algunas veces, 
por favor. ¿Han realizado la experiencia por curiosidad o han seguido leyendo? ¿Qué clase 
de pensar  puede ser el del sonido vocal, sin transitar en primera persona (singular y plural) 

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la experiencia siempre transmutadora y trashumante de su emisión y su escucha? ¿Distaría 
de ser entonces el abordaje de un objeto? ¿Cómo es pensar las vocalidades por fuera de la 
experiencia viva, variable, heterodoxa de sus cualidades? ¿Qué sucedería si lo hiciéramos en 
el entre del mismo espesor de la experiencia vibrante? ¿Cómo hacerlas parte del proceso del 
pensar sin volverlas a ellas mismas un objeto20 sin más? Y también: ¿de qué modo pensarlas 
sin caer en miradas esencialistas y neutralizantes (y, la mayoría de las veces, demonizantes) 
del intelecto? ¿Cómo abordar las vocalidades desde los pensares, con sus diversas calidades21, 
personificaciones, sin(t/f)onías? ¿Cómo pensar, en fin, las vocalidades vivas desde las propias 
vocalidades variables, vibrantes y entrecruzadas de (¿el?) pensamiento? Es imposible pensar la 
voz por fuera de la sensibilidad: intentarlo es pervivir en las prácticas de una escucha colonizada. 
Tan imposible, como pensar la voz como si fuese una sola.
La voz cantante
Esta tensión entre la exploración sonora y el pensamiento, sin dudas, podemos verla 
reproducida especialmente en el universo del canto. Como cantante y como docente, me he 
360
encontrado innumerables veces con muchas preguntas que sencillamente “se dan por sentadas” 
en el estudio del canto. La selección de la respuesta posible es o bien de acuerdo a la técnica 
vocal a la que se adscriba o bien se mantiene como la duda flotante que en algún horizonte 
universal y necesario se responderá sola, cuando como cantantes lleguemos a algún momento 
de “claridad y distinción”22. No olvidemos que son las maneras en que elijamos contestarlas o 
evadirlas las que nos constituirán como cantantes, es decir: ellas también estarán latentes en 
nuestro sonido. 
De las grandes preguntas, siempre oscilantes, problemáticas, a las que nos referimos, está 
la ancestral y legendaria pregunta por la técnica. Sin dudas, las técnicas nos conducen a mejorar 
20 “El prefijo “ob” proyecta hacia adelante, de manera frontal, el objeto respecto del cual el sujeto conocedor se 
mantiene a buena distancia” (Bardet, 2021, p. 135).
21 Es posible asumir al pensamiento como una suerte de multiplicidad de vocalidades en áphono. Así es como Sócrates 
llamaba –por ejemplo– a su conciencia interna parlante: daimon; o como se llama a las voces internas de algunos 
desórdenes psicológicos como la esquizofrenia o la neurosis.
22 En referencia al modus operandi cartesiano en el Discurso del Método: solo tomará como cierto lo que pueda 
concebir con “claridad y distinción” (Descartes, 2004b, p. 31). Las críticas contemporáneas sensoriales toman a esta 
metáfora como pilar del ocularcentrismo.

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epistemológico para pensar las vocalidades
la relación con nuestra vocalidad y su rendimiento (que no siempre es sinónimo de salud). 
Pero ¿qué clase de relación establecemos con la técnica? ¿Somos capaces de aprender sin el 
yugo del velo colonizador del saber? ¿Qué estrategias de articulación pensamiento-palabra son 
necesarias o útiles para no tecnocratizar el canto en detrimento de su espontaneidad? ¿De qué 
modo descolonizar la técnica para que no se nos vuelva sinónimo de sonido europeo? ¿Y cómo 
transitar con honestidad estas tensiones a nivel pedagógico para que la técnica no se vuelva una 
ideología? ¿Qué es lo que debe proporcionarnos una técnica para no caer presa de la estética 
que le da origen? O bien, para aquellas técnicas vocales que trabajan desde la salud vocal, 
¿cómo trabajar la conciencia de un canto que no quede impregnado de imperativos modales, 
posturales o gestuales que encapsulen –reformulando a Spinoza– “lo que puede un sonido”? 
¿Debería ser, como muchas personas creen, que las cantoras no somos cantantes o las cantantes 
no podemos ser cantoras? ¿Cómo construir genuinidad en la propia traducción emotiva de 
un repertorio si no generamos nuevos puentes entre nuestra corporalidad y emocionalidad, 
si no encontramos una manera de dialogar que no escinda cuerpo y alma o cuerpo y mente o 
palabra y emoción como compartimentos casi contradictorios que se relevan en una relación de 
presencia y ausencia? 
Esta breve puesta en consideración de preguntas nos evidencia lo problemático de dejar 
361
al azar las respuestas. Porque cuando unx cantante no se hace y reitera con honestidad estas 
preguntas como brújula de su propia búsqueda, no es cierto que ellas se respondan solas alguna 
vez: habrá alguien que, sin advertirlo, habrá elegido y las habrá respondido en su lugar. Invisible, 
pero violencia física y simbólica en fin.
Flatus vocis…
¿Con qué lengua recorrer esos pliegues (plis) no ex-plí-citos y saborear la savia de
sentido (sentido/sintiente apenas significante) que exudan, escupen, resbalan, se
evaporan? (Marie Bardet, 2021, p. 70)
¿En cuántos sentidos podemos hablar de lengua? Por un lado, es un órgano sensorial doble: 
gustativo y táctil. Como órgano gustativo y táctil y en tanto músculo deglutorio, es fundamental 
en la constitución del bolo alimenticio y su comunicación con el aparato digestivo, funcionando 
como parte de un complejo sistema de protección esfintereana que evita que pase cualquier 
sólido o líquido al aparato respiratorio. En el canto, cuando cambia de función, la lengua también 

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tiene una tarea compleja: una parte es fundamental para que se produzca la resonancia, y otra 
es imprescindible para la articulación. Esta suerte de poliglotismo de la lengua –protector, 
deglutorio, resonancial y articulatorio– tiene en común su función táctil23. Es el tacto el que nos 
permite transportarnos entre funciones, incluso –ya en el universo de lo simbólico– entre la 
lengua
 y lalengua lacaniana24. El tacto, como una sensorialidad ella misma políglota, multifacética 
y vibracional, capaz de ampliar la sensibilidad tanto cuanto más espacio le hagamos. El modo en 
que las vibraciones acústicas de la voz pueden percibirse en el tracto vocal, la forma en que el 
oído interno puede amplificar y regular el protagonismo de su señal frente al oído externo25... La 
maravillosa manera en que “tocar de oídas” puede hablarse en dos idiomas también: el de un 
saber que apenas sabe (apenas saborea), y el de un saber incorporado, sumamente específico, 
como el de la educación vocal. Así como el sonido vocal: cada voz, en cada emisión, es una 
continua exploración a tientas que sostiene desde su contingencia la articulación de una palabra 
que pareciera, por momentos, trazada con la certeza de haber existido siempre. 
Las potencialidades de cada voz son infinitas –no sabemos lo que puede una voz–, y en este 
sentido, la voz es algo que se hace. Hacer una voz es la aventura de una vida, y tiene que ver, 
362
en principio, con reconocer una agencia, una inteligencia, alguna cosa, que anima el sonido. 
Decir que somos habitados –por la voz– nos hace territorio de esta agencia. Usamos la 
voz, sobre todo, para comunicarnos con mayor o menor precisión, a partir del lenguaje 
articulado, y creemos, además, que se trata de una acción volitiva y consciente. Pero nada 
más impregnado de contenidos inconscientes que la voz y nada más antropocéntrico que el 
matrimonio entre voz y lenguaje (Ospina Posse, 2020, p. 72).
Tocar de oídas: vibración y resonancia como personajes que salen del clóset del intelecto. 
Pensar desde las vocalidades como un puerto del pensamiento, nos invita a embarcarnos en 
una aventura llena de contradicciones, paradojas y problemas necesarios para colaborar en la 
23 Para profundizar en estas relaciones, véase Parussel (1999, p. 55).
24 Este complejo concepto de Lacan (el cual sugiero buscar con mayor detalle) pretende capturar la diferencia –y 
unión– entre significante y sonido, ese intersticio paradojal en que ambos se encuentran. Para una primera lectura, 
sugiero recurrir a Dolar (2007, pp. 165-178).
25 El oído se divide en: interno, medio y externo. Uno de los objetivos para el trabajo vocal es la modificación de 
dominancia del oído externo al oído interno durante la fonación. Esto solo es posible con mucho entrenamiento y el 
“despliegue” del tracto vocal (apertura y elongación).

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epistemológico para pensar las vocalidades
–ya existente– fundación de otras epistemologías, por lo tanto, otras políticas posibles. Crear 
con la contundencia de saber que el propio acto fonador nos implica en una integralidad 
imposible de fragmentar, habitar esa conciencia, es recuperar poro a poro los tejidos de esa 
ruptura disyuntiva que nos acosa ontológicamente y sigue reproduciendo el colonialismo del 
Saber frente al saber, del Arte frente a la artesanía, del Cantar frente al tararear, del Espíritu 
sobre el cuerpo, la Cultura sobre la naturaleza, el Interior sobre el exterior, etc.
Como si la voz fuera el principio mismo de la división entre el interior y el exterior. (...) En 
muchos idiomas existe un vínculo etimológico entre espíritu y aliento (siendo el aliento 
“la voz sin voz”, el grado cero de la emisión vocal); la voz que es arrastrada por el aliento 
señala en dirección del alma irreductible al cuerpo (...), un excedente, un exceso corporal, 
el fin de lo corpóreo, su espiritualidad, de modo que encarna la coincidencia misma entre 
la quintaesencia de la corporeidad y el alma. La voz es la carne del alma. (...) La voz encarna 
la imposibilidad misma de esta división y actúa como su operador. (...) Flota, la voz flota, y 
la voz flotante es un fenómeno mucho más impactante que el significante que flota. (...) Lo 
que el lenguaje y el cuerpo tienen en común es la voz, pero la voz no es parte del lenguaje 
363
ni del cuerpo (Dolar, 2007, pp. 87-89).
Conclusiones
Nos hemos propuesto una tarea compleja: relevar desde la palabra escrita aquello que, en 
algún sentido, la sostiene o le da origen. O también: hacer visible lo invisible, al tiempo que 
darle entidad epistemológica al patrimonio no especializado de la experiencia táctil, audible, 
sensible y afectiva de la vocalidad por sobre el saber ocular centrado. 
Tocar, más que ver. Tocar, sutil pero contundente, la constitución de la epistemología binaria, 
como se toca una melodía, haciendo de esta tarea un problema del pensamiento. Ritualizar el 
pensamiento desde una poética de la palabra que no congele el problema ni lo (di)seccione en 
fragmentos. Problematizar un saber en clave resonancial, como un campo. Tocarlo en el registro 
de la conmoción, mostrando los surcos de una geografía aparentemente lineal, llana y bien 
distribuida. Devolverle a las vocalidades la trama compleja y heterodoxa que las constituye. 

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Nos hemos colocado como el espinel en el agua: en el nodo incómodo de lo que nos binariza, 
para percibir en cuántos sentidos esa línea flota inestable en un océano biodiverso y profundo. 
Comprender la voz como un campo resonancial que en su in(di)visibilidad y en su constitución 
excede cualquier fragmentación, nos permite avizorar por qué su huella es anecdótica en el 
campo del pensamiento crítico. La vocalidad es condición de la palabra que piensa en clave 
binaria, pero como fenómeno resulta imposible encapsularla en esa talla. Pensar desde la 
vocalidad nos compromete con un pensar situado y explícitamente corporante, habilitando la 
resonancia y sus movimientos como aportes concretos a las olas del pensamiento. 
Seguir apostando al valor de la palabra en esta escena implica necesariamente repensar 
las condiciones prácticas y políticas en las que producimos pensamiento. Separar saberes 
relevantes de saberes periféricos, académicos de no académicos, eruditos de populares, teóricos 
de prácticos, haciendo a un lado la evidente relevancia en que el sonido vocal y sus múltiples y 
heterodoxas prácticas están involucrados como constituyentes de nuevos saberes, nos invitaría 
a continuar en la lógica dualista y hegemónica que intentamos problematizar en este artículo. 
Valorar el sonido vocal como puente políglota de nuevas claves de pensamiento enriquecerá 
también –pero no solo– el proceso en que las vocalidades explícita o implícitamente están 
364
involucradas.
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Cómo citar este artículo: 
Tapia, C. (2023). Tocar de oídas: hacia la composición de un campo epistemológico para pensar 
las vocalidades. AVANCES, (32), Recuperado de: https://revistas.unc.edu.ar/index.php/
avances/article/view/41680
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