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Los inicios del
Instituto de Estudios Americanistas: primera etapa de publicaciones y modos de
legitimación política
Denise
Reyna Berrotarán*
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Cuadernos
de Historia. Serie economía y sociedad, N° 24, 2020, pp. 109 a 133.
RECIBIDO:
19/05/2020. EVALUADO: 30/05/2020. ACEPTADO: 16/06/2020.
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Resumen
El
Instituto de Estudios Americanistas fue creado en 1936. Avalado por la
Universidad de Córdoba, quería dar continuidad al trabajo realizado por un
sacerdote-historiador fallecido, monseñor Pablo Cabrera, además de consolidar
otros historiadores autodidactas que venían trabajando en el estudio del
pasado. Este nuevo espacio, hito para la historia de la historiografía de
Córdoba, mostró en sus primeras publicaciones la búsqueda de legitimación de su
lugar en la Universidad y en otros lugares de investigación histórica de más
larga data. De allí que sus dos primeras colecciones estuvieran atravesadas por
la búsqueda de sentido y solidez académica. A lo largo de estas páginas
analizaremos las primeras publicaciones del Instituto de Estudios Americanistas
y su claro vínculo con el momento de su gestación. El recorte temporal elegido
en esta oportunidad nos propone detenernos en su primera etapa en la que sus
producciones responden a legitimaciones y articulaciones entre el Instituto, la
Universidad y los círculos académicos.
Palabras
clave: Institucionalización de la historia – Instituto de
Estudios Americanistas – Escritura de la historia en Córdoba
Summary
The Institute of Americanist Studies was created in 1936. Endorsed by the University of Cordoba, it was intended to give continuity to the work done by a deceased priest-historian, Monsignor Pablo Cabrera, in addition to consolidating other self-taught historians who had been working on the study of the past. This new space, a milestone for the history of the historiography of Cordoba, showed in its first publications the search for legitimacy of its place in the University and in other places of historical research of longer standing. Hence, its first two collections were crossed by the search for meaning and academic solidity. Throughout these pages we will analyze the first publications of the Institute of Americanist Studies and its clear link to the moment of its gestation. The temporary cutback chosen on this occasion proposes that we stop at its first stage in which its productions respond to legitimations and articulations between the Institute, the University and academic circles.
Keywords: Institutionalization of History – Institute of Americanist Studies – Writing history in Cordoba
Cuando abordamos la escritura del pasado y, en especial,
el surgimiento de sus espacios de investigación, emergen algunas interrogantes.
¿Qué requisitos teórico-metodológicos debe reunir una junta, un instituto
histórico (entre otros) para ser legitimado por el círculo académico del
momento? ¿Cómo lograr el reconocimiento intelectual? ¿Cuáles son los pasos para
formar una institución? ¿Qué historia se debe escribir?
Estas preguntas representan múltiples debates y
posiciones por lo que en un artículo no creemos responderlas a todas. Sin
embargo, podemos comenzar a esbozar algunas características del proceso de
institucionalización de la historia en Córdoba.[1] Este trabajo, que forma parte de una
tesis doctoral de mayor envergadura sobre este instituto en su totalidad y su
vínculo con los diversos contextos intelectuales, sociales, políticos y
económicos, intentará aproximarse a algunas respuestas.
Cuando miramos al Instituto de Estudios Americanistas
(IEA), creado en 1936 en Córdoba, bajo la tutela del rectorado de la
Universidad Nacional de Córdoba(UNC) y un grupo de
historiadores autodidactas, se muestran dinámicas que no sólo se detienen en la
constitución propia de una institución, sino también en las herencias
historiográficas de las que es objeto. De allí que, la creación de un espacio
de investigación, incluso como en este caso que contaba con reconocimiento (y
financiamiento) universitario, requirió de ciertos esquemas y accionares para
legitimar su espacio y producción.
Este espacio institucional recién creado, como
trabajaremos a lo largo de este artículo, intentó en su primera etapa legitimar
su existencia, herencia y la novedad. La Historia lograba tener un espacio
propio para la investigación y, a través de sus publicaciones, se proponía
legitimar esta primicia. Más adelante nos detendremos en las dos colecciones
que respondían a dos de estas operaciones de legitimación.
Para pensar el vínculo entre las instituciones y sus
procesos de legitimación tomamos la siguiente cita:
…otra
mirada de lo político necesita considerar los valores que sustentan a las
instituciones, entre ellas al Estado, como portadoras de lo político. Interesa
rescatar el papel de las instituciones como productoras de sentido para una
sociedad o como traductoras de sentidos producidos en otros ámbitos. Pensar en
los valores que sustentan las instituciones supone pensar en los procesos de legitimación
del poder político, en las acciones que lleva a cabo para legitimarse[2]
Constituirse requería de ciertas acciones que veremos más
adelante. Este procesos implicaba “Traducir sentidos”
que se venían presentando a nivel nacional y querían trasladarse a Córdoba, con
las especificidades propias. Esta era una búsqueda heredada y propia de este grupo
de “intelectuales de provincia”[3].
Al mismo tiempo, este espacio dedicado al estudio del pasado estaba
condicionado por un contexto donde se habían establecido ciertas reglas del
juego por parte del rectorado. Su primer director, Enrique Martínez Paz, deja
traslucir en sus escritos muchas cuestiones reflexivas y de construcción de la
propia forma de pensar y hacer historia, que fueron marcando la línea
editorial.
En este punto, debemos aclarar que este instituto ha sido
objeto de distintos análisis por parte de historiadores como Bauer, Philp y Requena, entre otros. Todos coincidimos en su
origen y la importancia de su creación pero no existen
análisis al respecto de sus ediciones. Ante esto, este trabajo intentará mirar
no sólo un horizonte de descripción de las publicaciones sino también de las
variables que marcaron la línea editorial de la escritura del pasado y las
pugnas académicas en un contexto que se iba modificando al ritmo de la Nueva
Escuela Histórica, el Instituto de Investigaciones Históricas y el revisionismo
histórico.
En breves palabras, en un primer momento, haremos un
recorrido previo en torno a los procesos de institucionalización, el contexto
intelectual y las razones por las que la UNC participó de la creación del IEA.
En una segunda instancia analizaremos el acta de creación del IEA y las
primeras producciones de este espacio, en el que emergerá la línea editorial e
historiográfica. En este punto, este recorrido permitirá ver las características
de legitimación de su espacio y qué acciones llevaron adelante.
En enero de 1936 falleció monseñor Pablo Cabrera,
sacerdote-historiador que se había consagrado con obras sobre Historia colonial
y que había marcado, a partir de su trayectoria académica, la historia de la
historiografía de Córdoba. Entre sus variadas facetas, se caracterizó (como
muchos otros historiadores de fines del Siglo XIX y principios de XX) por la
acumulación de documentos de distinta índole.[4]
Por esto y su activa colaboración en el Archivo de
Tribunales, la UNC lo nombró “Colector de Documentos” en noviembre de 1911. En
1916 se creó el puesto de Jefe de Manuscritos en el que rescató documentos
sobre los primeros doctorados en la Universidad de Córdoba. También participó de la Biblioteca del Tercer
Centenario, creada junto a Enrique Martínez Paz y que mencionaremos más
adelante.
Como coleccionista, se calcularon “en más de
cuatrocientos mil pesos el valor de las antigüedades que poseyó monseñor
Cabrera y que el gobierno compró en 1925”.[5] A esta colección se le suma el resto que
permaneció en su poder hasta su muerte: 70.000
folios de documentación fueron
adquiridos por la Universidad y alojados en el IEA. Esta fue una de las razones por las que el entonces
Rector, Sofanor Novillo Corvalán,
favoreció la realización de un homenaje a Cabrera y la consecuente gestación de
un instituto de investigaciones históricas.
Sobre Novillo Corvalán no tenemos muchas noticias más
que su rectorado en la UNC, que se desenvolvió durante dos períodos: de 1932 a
1936, y de 1936 a 1940. Su mandato, según Enrique Martínez Paz, se caracterizó
por la moderación, atribuida a su carácter de hombre católico y conservador; y
su “política de concordia” y pacificación como forma de mantener el orden en la
Universidad:
El
Rector Novillo Corvalán ha sido un pacificador, un innovador, ha sacado a la
Universidad de su estado de postración de desorientación [...] No nos
preocupamos de justificar sus ideas, el mismo rector se ha empeñado en expresar
los principios de la contradicción que sus opositores han creído descubrir en
su actuación[6]
Para nuestro trabajo o interesante de la actuación
académica de este rectorado es su afán de institucionalizar y promover el
desarrollo de las ciencias en general (tanto sociales como duras). Esto
descansa en un movimiento más amplio de institucionalización de las ciencias a
nivel nacional, en el que se tiene como ejemplo en el plano historiográfico, a
la Nueva Escuela Histórica de La Plata y Buenos Aires.[7] En este afán de institucionalización, el
rector enunciaba:
Es
hoy la hora de las institutos y seminarios (…) pero mientras el seminario
ensaya a los estudiantes en el campo de la investigación, (…) el instituto
llama a su seno a los espiritas ya formados, para que aborden directamente los
problemas de la ciencia y le arranquen sus secretos, dando al mundo las
fórmulas salvadoras, la vacuna y el suero que preservan y curan[8]
Esta idea lo llevó a la creación de varios institutos
y escuelas, como por ejemplo: la Escuela de Ciencias Económicas y de Ingeniería
Aeronáutica; el Instituto de Tisiología, Filosofía, Derecho Civil, y,
finalmente, el IEA. Esto intentaba establecer formalmente las ciencias en
Córdoba basándose en el respaldo de instituciones oficiales que le brindaban
una mayor legitimidad.
El aporte de Novillo Corvalán fue muy importante para
el desarrollo cultural de las ciencias en Córdoba, lo que facilitó que la misma
Universidad se ubicara como bastión cultural ante el resto de las universidades
del país. Este reconocimiento, por ejemplo, se trasluce claramente en la buena
relación que Novillo Corvalán mantuvo con Ricardo Levene, presidente de la
Universidad Nacional de La Plata.
Otro protagonista del surgimiento del IEA fue Enrique
Martínez Paz.[9]
El futuro director del IEA fue un profesor universitario y magistrado judicial,
egresado de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba, que
fue miembro de la Junta de Historia y Numismática Americana y académico de
número de la posterior Academia Nacional de la Historia.[10]
Una motivación de Martínez Paz para la creación del
IEA sería la relación muy próxima que tuvo con Cabrera. Ambos trabajaron
conjuntamente en la creación de la “Biblioteca del Tercer Centenario de la
UNC”.[11]
A su vez, Martínez Paz, director de la Revista de la Universidad, invitó
a Cabrera a publicar algunos artículos en la misma.[12]
La Revista contenía un apartado para “documentos inéditos, particularmente
de interés histórico y universitario”, ya que se buscaba que los documentos
“esclarecieran la verdad y la exactitud” en desmedro del género literario.
Martínez Paz manifestó su admiración por Cabrera desde el inicio y fue esto
o el interés compartido sobre el pasado de Córdoba y basado en una “verdad
científica” lo que los llevó a su cercanía y trabajo hasta la muerte de
Cabrera.
Todo esto nos permite comprender la cercanía entre
Cabrera y Martínez Paz y observar el lugar primordial que el segundo ocuparía
en el homenaje de 1936. Sin embargo, no debemos pensar a Martínez Paz sólo como
un seguidor de Cabrera ya que, progresivamente, fue ganando reconocimiento en
los círculos académicos. Esto se visualiza, de manera más evidente a partir del año 1926, cuando comenzamos a ver mayor
afluencia en sus publicaciones e incitaciones a prologar a otras obras
intelectuales. Para comprender la
creación del IEA y el vínculo entre Cabrera y Martínez Paz basta detenernos en
la entrega del título de "Dr Honoris Causa a Monseñor Pablo Cabrera".[13]
En 1928, el Consejo Superior otorgó el título de
doctor Honoris Causa a Pablo Cabrera. Enrique Martínez Paz, orador de este
homenaje, se posicionó como el sucesor de Cabrera, aunque esto significó
ciertas rupturas historiográficas vinculadas, fundamentalmente, a los usos del
pasado para legitimar la Iglesia. Cabrera en su contestación confirmó a su
“heredero” y, de este modo, Martínez Paz fue construyendo una de las
genealogías intelectuales de la historiografía cordobesa, donde ocupó un lugar
clave este sacerdote-historiador.
Este evento, a su vez, consagró a Enrique Martínez Paz
como sucesor de Cabrera. El proceso de institucionalización de la historia
iniciado por Cabrera fue tomado y continuado principalmente por Martínez Paz en
los años ‘30, aunque también participaron otros historiadores, como se
evidencia en las distintas oportunidades de los procesos de escritura de la
historia.
Por último, es importante aclarar que el IEA fue el
primer instituto de investigación histórica de Córdoba con aval universitario
aunque los intentos de institucionalización habían comenzado ya en 1924.[14] El primer intento de
institucionalización se dio con la creación de la Junta de Estudios Históricos
de 1924, presidida por Cabrera y que tuvo como miembros a Enrique Martínez Paz, Félix Garzón Maceda y Padre Grenón.[15] De
esta junta no se tuvieron mayores noticias a lo largo de los años ni hemos
encontrado documentación probatoria.
El segundo momento de institucionalización fue la creación en Córdoba de la filial de la Junta de
Historia y Numismática Americana en 1928. La Nueva Escuela Histórica fue una corriente
historiográfica que buscaba plantear una nueva generación histórica rompiendo
con la historiografía erudita clásica de Mitre. Si bien se consideraban sus
herederos, se presentaron como una nueva generación de historiadores que
reformularon la historia nacional basada en documentos provenientes de instituciones
públicas y una historia nacional patria basada en el análisis heurístico y
hermenéutico. Las instituciones académicas y universitarias fueron la “sede
de producción” de estos “nuevos historiadores”.[16]
En este proceso de construcción de una nueva historia
nacional integral, una vertiente de esta Nueva Escuela Histórica (NEH), como
plantean Devoto y Pagano, fue la historiografía local, provincial y regional.[17] Lo que se intentó fue la creación
de filiales de la Junta de Historia y Numismática Americana que favorecieran el
desarrollo de instituciones provinciales. Para estos intelectuales “la
historia provincial-regional estaba por hacerse”.[18] Esto llevaría a Levene a la fundación de
una filial en Córdoba.
En ese afán de búsqueda documental se dio un proceso
de expansión de la historiografía local. Es se dio junto con un proceso
expansivo de los estudios historiográficos a nivel nacional legitimando una
nueva “historia oficial” que le hiciera frente a los grupos revisionistas que
aparecían entre los intelectuales. Uno de los primeros lugares a los que Levene
acudió fue Córdoba, ya que fue una de las instituciones que él consideró
importante en su panorama de espacios encargados del trabajo historiográfico en
Argentina.[19]
Además, Córdoba tenía una práctica historiográfica acorde a la considerada
válida por la NEH.
Esta interrelación generada entre estos dos espacios
historiográficos fue, como plantea Pablo Requena, fructífero para ambas ya que
los historiadores de la JHNA ganaron primacía en el ámbito historiográfico
porteño ante otras instituciones de la NEH; y a los historiadores de Córdoba
les otorgó prestigio en otros ámbitos intelectuales, por ejemplo, en Buenos
Aires.[20]
Como miembros se encontraban: doctor Henoch Aguiar,
doctor Santiago Díaz, doctor Juan B. González, presbítero Pedro Grenón, doctor
Enrique Martínez Paz y doctor Raúl Orgaz. Algunos se reiteraban y se
incorporaban otros nuevos. Lo interesante aquí será ver quienes permanecieron
en el futuro IEA. Esta Junta tuvo momentos intermitentes en la Historia de la
Historiografía de Córdoba y no es muy claro el accionar que tuvo.
A través del decreto y ordenanza de fundación del 04 de
junio de 1936[21],
Novillo Corvalán tenía un plan que superaba la
creación del IEA. Este era un paso más hacia la gestación de una “Facultad de
Humanidades”:
No
ocultaré mi pensamiento de que el Instituto de Estudios Americanistas, agregado
al de Filosofía que funciona con tanto éxito en nuestra Universidad (…) pueden
ser cimientos de una Facultad de Humanidades que dará nuevo y vigoroso realce a
nuestra Universidad y aumentará su ya dilatada zona de Cultura[22]
El rector tenía una mirada que no se detenía en la
creación de una institución solamente sino que, como
plantea más adelante, su objetivo era la creación de una facultad. Para ello,
la modalidad era la creación de espacios que luego constituirían una
institución de mayor alcance. El Instituto de Filosofía había sido creado dos
años antes y tenía una activa producción y ahora se sumaba Americanistas. Esta
era la modalidad a través de la cual se debía dar la facultarización,
no a la inversa. Para este rector:
la
formación de una facultad de esa naturaleza requiere ese proceso: la fundación
de institutos que separadamente vayan probando su poder de arraigo, su
aclimatación al medio y poniendo de manifiesto los resultados de su labor, no
el proceso inverso, de crearla a veces artificialmente, por ordenanzas o
decretos, entregando al azar de un destino incierto su suerte futura[23]
Lo llamativo en este punto es que este acto muestra los
intereses de surgimiento de una Facultad pero, cuando llegó el momento de
crearla, el IEA no formó parte sino que fueron los Institutos de Filosofía y el
de Humanidades (creado en 1940) los que efectivamente se enunciaron en la
“Facultad de Filosofía y Humanidades”.[24]
Dos años después el IEA junto con el Instituto de Arqueología, Lingüística y
Folclore, creado en 1941 se integraron a la Facultad.[25]
¿Qué pasó con este instituto? ¿Por qué no formó parte de
esta facultad y continuó su labor separada de esta Facultad? Preguntas que nos
llevarían muchas páginas y que, en esta oportunidad, deberemos dejar sin
responder. Como una primera aproximación, es llamativo que, entre los años de
1944 y 1948 desapareció la nómina de autoridades de las publicaciones del IEA
hasta que en 1948 se enunciaba un director interino. Probablemente, debido a
cuestiones internas del IEA, esta institución no pudo participar de la
conformación de la facultad.
Retornando al foco de nuestra mirada, para 1936 el
objetivo estaba en que la universidad tuviera un espacio para albergar estudios
históricos. De allí que, como veremos, las primeras publicaciones del IEA
tuvieron características muy particulares que se ceñían no sólo a la
documentación de Cabrera sino a las reglas del propio sistema político
universitario, donde el Rector ya había impreso un carácter y ciertas
condiciones.
Para la efectiva constitución de este instituto se creó
una Comisión integrada por Raúl Orgaz, Enrique
Martínez Paz, J., Francisco V. Silva, Ernesto Gavier
y presbítero Juan Carlos Vera Vallejo. De estos cinco miembros, sólo tres
formaron parte, luego, del IEA. El objetivo de esta nueva institución era “promover
e intensificar las investigaciones de carácter histórico”. En su artículo 3
se establecen varias de sus funciones que luego, algunas más que otras, se
vieron plasmadas en sus obras:
“Art.
3°.- El instituto tendrá a su cargo:
a) Formar el catálogo de su fondo bibliográfico y documental;
b) Realizar investigaciones utilizando principalmente su propio material
histórico;
c)
Publicar su boletín, colecciones documentales
inéditas, monografías, reimpresiones, etc. (…)
d) Suscitar y estimular las vocaciones relacionadas con la investigación
histórica;
e)
Patrocinar cursos y conferencias de historia,
paleografía, de arqueología, de cartografía y demás ciencias auxiliares; de
organización de archivos, de historiografía y metodología histórica;
f)
Mantener vinculaciones con institutos similares del
país y del extranjero[26]
Finalmente, a partir de su creación, el rectorado designó
a Enrique Martínez Paz como director. De esta manera, entre 1937 y 1942 quedó
conformado el instituto por las siguientes autoridades:[27]
Autoridades
designadas entre 1937 y 1942
DIRECTOR
Dr. Enrique
Martínez Paz
MIEMBROS
Dr. Raúl Orgaz
Dr. Carlos
R. Melo
SECRETARIO
Dr. J.
Francisco V. Silva
ENCARGADO
DE PUBLICACIONES
Sr. Luis
Roberto Altamira
AYUDANTE
PRINCIPAL
Sr. José R.
Peña
Recién a partir de 1943 se incorporó como auxiliar a
Carlos Luque Colombres, quien comenzó a publicar a
partir de ese año en el IEA. Entre los años de 1944 y 1948 desapareció la
nómina de autoridades de las publicaciones hasta que en 1948 se especificó como
director Interino a Luis Roberto Altamira. Probablemente, debido a cuestiones
que todavía no hemos podido profundizar, esta institución no pudo participar de
la conformación de la facultad.
A partir de este homenaje a Cabrera y acto académico
de nacimiento del IEA se puede ver como la recuperación de este presbítero
buscaba dar un nuevo giro a la historia que se estaba realizando en Córdoba y a
nivel nacional. En esta oportunidad fueron tres los oradores: Sofanor Novillo
Corvalán, Ricardo Levene y Enrique Martínez Paz. Este último planteaba en su
discurso titulado: “Sentido político moderno de la historia” que se estaba
asistiendo a un proceso de decadencia de la historia en la que la actitud
antihistórica estaba generando nuevos paradigmas en los estudios de esta
disciplina.
Martínez Paz intentaba legitimar un espacio que ya no
le pertenecía a Cabrera y que proponía nuevas formas de acercarse a la
escritura del pasado. A su vez, para legitimarse entre los círculos académicos,
reivindicaba a la “nueva escuela histórica argentina”, tanto al Instituto de
Investigaciones Históricas y a su director Emilio Ravignani como la Junta de
Historia y Numismática Americana con su director, Ricardo Levene, presente en
este acto académico. Martínez Paz intentaba otorgarle un sentido a esta nueva
institución que se encontraba bajo su tutela. Esto se confirma con el cierre de
su discurso:
El
Instituto de Estudios Americanistas, viene a la vida en un momento propicio. No
necesitamos dividirnos según los prejuicios de las escuelas ni imponer los
rigores de una técnica constructiva ni proponernos elevar un monumento según
las reglas de un arte geométrico. Las artes del presente, según una aguda
observación, han de pedir más bien a la música que a la arquitectura su forma y
su ideal[28]
Esta cita que extraemos resulta muy simbólica. La
escritura de la historia requería de otras formas y métodos de análisis. Este
nuevo espacio de investigación intentaba otorgarle otro sentido que legitimara
su creación. El homenaje a Cabrera era una forma de marcar continuidades pero,
a la vez, rupturas. Este sacerdote y su documentación eran un “mito de los
orígenes” que le otorgaba sentido a este espacio, pero los “intelectuales de
provincia” que se encontraban involucrados en su fundación, también querían
imprimirle una impronta novedosa a la investigación, tomando metodologías que
se estaban trabajando en otros espacios. Habrá que esperar a la segunda etapa
del IEA, a partir de 1941, para ver cómo se concretan las palabras antes
citadas. Los primeros años estuvieron focalizados en el cumplimiento y
legitimación de lo heredado y lo propuesto. Todo esto es lo que abordaremos a
continuación.
El texto de “La labor de investigación de 1982”contiene el último índice disponible con todas las
publicaciones del IEA. En este
nos encontramos con que el Instituto tuvo varias secciones: una sección “serie
histórica” y una “sección reimpresiones” que estuvieron desde el comienzo
aunque su origen oficial consta de 1941. También se encontraba la sección
“Cuadernos de Historia” que surgió a partir del año 1941, mismo año en que se
creó el Instituto de Arqueología, Lingüística y Folclore y la Junta Provincial
de Historia de Córdoba.[30]
A su vez, estaba la sección “folclore” que contenía
tres trabajos entre 1969 y 1981 del mismo autor Julio Viggiano Esaín; una
sección llamada “series documentales” que estaba en preparación de compendios
de múltiples documentos y que, al momento, desconocemos su publicación
efectiva. Por último se encontraba la sección “Homenajes” que sólo albergaba
dos publicaciones: una a Ceferino Garzón Maceda en 1973 y otra a Enrique
Martínez Paz en 1977.
Para ser consistentes con lo planteado en este artículo,
nos concentraremos en la primera etapa de publicaciones que se agrupan entre
1937 y 1940 inclusive. Si bien la creación de colecciones data de 1941,
tomaremos las dos colecciones que existieron. Antes de eso solo existía la
colección “Publicaciones” y la “Colección de la Imprenta Jesuítica del
Monserrat”
Estas primeras publicaciones tenían mucha coherencia con
las características que estableció su acta de creación y los objetivos que
intentaban marcar desde rectorado. Uno de sus ejes fue la recopilación,
transcripción y difusión de documentación extraída, en su mayoría, del acopio
documental de Cabrera. Si bien a lo largo de toda su existencia se hicieron
publicaciones donde se realizaban transcripciones documentales, la etapa de
mayor afluencia de ediciones con estas características fue entre 1937 y 1944.
Como enunciación inicial encontramos una activa presencia de los jesuitas, ya
sea por el mito de los orígenes como también con el texto de Furlong Cardiff. A su vez, esto se encuentra claramente
vinculado con los lineamientos establecidos por el rectorado. Igualmente, a lo
largo de la vida del IEA, no subsistió esta característica.
En 1937 y en 1940 aparecieron dos publicaciones que
compartían una característica importante. Ambas formaban parte de la “Colección
de la Imprenta Jesuítica del Colegio del Monserrat”. Esta sección surgió de la
propuesta al Honorable Consejo Superior, propulsada por Novillo Corvalán en la sesión del 24 de mayo de 1937: “El 1° de agosto del corriente año se cumplen los 250
años de la fundación del Colegio de Monserrat, establecido debido a la
munificencia y celo apostólico del presbítero doctor Don Ignacio Duarte y
Quirós”.[31] Luego realizó una alocución sobre las
razones por las que este personaje merecía un homenaje y concretó la ordenanza
en la que establecía en el articulado que:
Artículo
segundo: Encargase al Instituto de Estudios Americanistas, dependientes de la Universidad,
la confección de una historia del Colegio de Monserrat que destaque los sucesos
más importantes de su desenvolvimiento y la influencia de su cultura, desde la
fecha dé su fundación.
Artículo
tercero: El Instituto de Estudios Americanistas hará reimprimir
facsimilarmente, en la Imprenta de la Universidad las siguientes obras que
fueron publicadas por la primitiva imprenta del Colegio de Monserrat:
"Laudationes Quinque", "Reglas y Constituciones que han de
guardar los colegiales'', "Manual de Ejercicios Espirituales", e
"Introducción Pastoral[32]
Si miramos todas las publicaciones del IEA desde 1937 a
1982, existieron varias vinculadas al origen de la UNC[33] pero no hemos encontrado publicaciones
sobre la Historia del Colegio Monserrat. El artículo dos no se pudo concretar.
Respecto al Artículo 3, de las cuatro propuestas de reimpresiones sólo están
publicadas las dos primeras. Reviste importancia la Imprenta Jesuítica del
Monserrat[34]
que existió entre los años de 1765 y 1767, previa expulsión de los jesuitas,
cuya actividad fue debatida por muchos historiadores.
Una de ellas fue “Reglas y Constituciones” que se publicó
en 1940; en su introducción, Martínez Paz, que
se encontraba produciendo el Reglamento Interno del IEA, planteaba la
importancia de reglamentaciones que ordenaran el origen institucional de, en
este caso, la educación que proveía la Universidad de Córdoba. La elaboración
del Reglamento Interno encomendado era probablemente una preocupación para
Martínez Paz:
La
naturaleza de las instituciones educacionales ha cambiado tan fundamentalmente,
desde aquellos días, y hay una tendencia natural tan decidida para interpretar
los hechos históricos según las imágenes del presente, que se introduce una
verdadera confusión cuando se trata de representar los hechos del pasado, sino
se fijan con precisión los caracteres de las instituciones antiguas[35]
Volver a los orígenes de esta Imprenta permitía re-pensar
los orígenes de una institución recientemente creada: “La Historia de los
orígenes de estas ‘Reglas y Constituciones’ registra episodios de verdadero
interés para establecer el carácter que se buscaba imprimir al benemérito
Instituto desde los días de su fundación”;[36] Martínez Paz estaba dilucidando el
carácter del IEA. Volver a los orígenes le permitía reflexionar sobre el
significado de reglamentar ciertos accionares en su presente y como debía
pensarse la institución que le tocaba dirigir.
Cierra Martínez Paz con la siguiente cita: “Estas
‘Reglas y Constituciones’ pueden ser, como se ve, no sólo un espécimen de
impresos históricos del pasado, sino también una fuente de meditaciones que nos
haga descubrir horizontes que ya comienzan a desvanecerse entre las sombras de
las actuales preocupaciones”.[37]
Como citas de autoridad, Martínez Paz nombraba a Garro
con su “Bosquejo Histórico de la Universidad de Córdoba”, al P. Francisco
Javier Miranda, Padre Grenón y a Pablo Cabrera.
Utilizó documentos del Archivo del Monserrat y de los Documentos para la
Historia Argentina publicados en 1927 por el Instituto de Investigaciones
Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras.
Pero volviendo al artículo 3 de la ordenanza, en realidad
la primera reimpresión que realizó el IEA fue “Cinco Oraciones laudatorias en
honor del Dr. D. Ignacio Duarte y Quirós” (1937). Esta reproducía precisamente,
como el título enuncia, un homenaje a Duarte Quirós que fue la primera obra de
la Imprenta Jesuítica del Monserrat en 1766. Esta reimpresión tenía una
advertencia de Enrique Martínez Paz, una introducción de Guillermo Furlong y había sido traducida por el Prof. Sr. Benito
Ochoa. En esta obra Furlong Cardiff establecía que
esta obra había sido realizada originalmente por Juan Manuel Perramas.
Ahora bien, ante esta publicación, Ricardo Rojas emitió
una respuesta que llevó a que el IEA lo publicará en 1938 “Echenique, autor de
las “Laudationes” ” (futura
Serie Histórica). Rojas argumentaba que el verdadero autor de esta obra de 1766
era el presbítero doctor Bernabé Echenique. Su escrito cuestionaba lo
propugnado por Guillermo Furlong Cardiff. Esto
resultó una propuesta de publicación interesante para el IEA. La advertencia
fue realizada, esta vez, por el Secretario del IEA, Francisco V. Silva.[38] En ella aclaraba que al IEA le había
llegado espontánea y generosamente el análisis inédito de Rojas, haciendo real
la “cooperación intelectual argentina”.[39]
Los orígenes de esta Imprenta y sus autores eran fuente
de debate pero, más allá de esto, lo interesante era
la distribución que había tenido entre los círculos intelectuales. Esta
publicación se había nucleado en el IEA, tenían en el eje de la discusión a
historiadores reconocidos a nivel nacional como lo eran Ricardo Rojas y
Guillermo Furlong Cardiff. Esta notoriedad le permitía a estos historiadores legitimar su producción a
través de disputas por el pasado que respondían a debates mucho más complejos.
Esta es la otra serie de los primeros años y tuvo cuatro
obras. Dos de ellas ya fueron trabajadas en este artículo: “Echenique, autor de
las “Laudationes” de Ricardo Rojas y el Acta de
Creación del IEA, que fue su primera publicación (incluía la ordenanza, el
decreto de creación y los discursos del acto académico.
Luego de ello continuó el segundo número llamado: “Un episodio Eclesiástico en Cuyo (1824)”, ubicado en 1938. La introducción de esta obra,
realizada por Enrique Martínez Paz, era una alocución que dio durante el Primer
Congreso de Historia de Cuyo realizado en Mendoza en 1937. Este espacio le
había brindado una respuesta favorable lo que lo llevó a publicar, un año después,
su exposición y los documentos probatorios pertinentes.
En ella citaba las crónicas de Garzón, a Cabrera y a
monseñor Verdaguer. Tomaba documentación de varios
lugares teniendo como foco temático la guerra de Mendoza contra Córdoba en
1824. Luego de la introducción, los documentos transcriptos son
mayoritariamente del IEA pero varios de ellos fueron
extraídos del Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba y la Revista de la
Junta de Estudios Históricos de Mendoza.
La otra obra de esta colección, que apareció en 1939, fue
la “Bio-Bibliografía del Deán Funes” escrita por
Guillermo Furlong Cardiff. Esta obra fue la primera
de un conjunto de obras que caracterizaron una de las siguientes etapas del
instituto, basadas en el análisis de este revolucionario cordobés.[40]
Quien prologó esta obra fue, nuevamente, el director del
IEA. Aquí se veían los primeros indicios de cuestionamientos sobre el método
histórico que aparecieron en la siguiente etapa del IEA. Dice Enrique Martínez
Paz: “en un ambiente de atrevidas improvisaciones, una obra semejante debe
ser saludada como una promesa de nuevos métodos”.[41] Como hemos visto, pensar la historia
sólo como un proceso de transcripción de documentos parece que preocupaba a
Martínez Paz. La próxima etapa de este instituto buscó separarse de los métodos
históricos basados en la transcripción documental para ir preparando el terreno
a una historia novedosa vinculada a las propuestas de escrituras del pasado que
presentaban la Nueva Escuela Histórica y el Instituto de Investigaciones Históricas de
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
En la introducción a esta obra, es muy enriquecedor detenerse
en la lectura que Enrique Martínez Paz realiza al homenaje al Deán Funes. En
este reivindicaba sus múltiples facetas como, por ejemplo, su rol de
historiador que ha “trabajado con un espíritu de objetividad y un rigor de
conceptos”.[42]
En este apartado de la introducción, el director del IEA se dedicaba a defender
la obra de historiador del Deán Funes, pidiendo que se respetaran los contextos
en los que sus investigaciones se habían producido y que habían sido reducidos
a “trabajos ensayísticos” en tanto no siempre cumplían con todas las
características de un texto histórico científico. Según Enrique Martínez Paz,
en su trabajo como historiador (rodeado de un contexto) era inevitable el
esbozo del “ardor patriótico” propio del proceso revolucionario del que Funes
era parte.
Dentro del análisis que hace del Deán Funes
historiógrafo, aparece un Deán Funes que recogía documentos, testimonios,
libros para preparar su historia. Para Martínez Paz:
no
se ha de creer que tenga la intención de declarar a Funes un cazador de datos,
de esos que los afanes de la erudición documental ha deformado entre nosotros;
no tenía, y acaso era imposible que lo tuviera en su tiempo, la conciencia del
valor de los documentos para fundar la historia, ni siquiera ese rigor, esa
precisión en la cita de las fuentes; los vacíos que resultan de una
despreocupación de los elementos objetivos, eran llenados con creces, por el
acento personal, por la abundancia de sentimiento, que ponía en las obras. Son
dos maneras de realizar la historia, sobre cuyas exageraciones, pueden echarse
con justicia el desdén y la ironía destructores[43]
Cuando presenta la obra historiográfica de este
prologuista, acentúa reiteradas veces que sus trabajos, particularmente
“Ensayos”, no intentaban lograr la objetividad académica que en contexto de
Martínez Paz se exigía:
El
Deán Funes no se propuso escribir una obra de erudición, que habría
revelado una siniestra impasividad, mirada en el ambiente de las inquietudes de
su tiempo (…)Era preciso crear una conciencia nacional, por una nueva
interpretación de los hechos; no es posible una personalidad de nación sin una
historia nacional(…) No se podría, sin artificio; juzgar como obra de investigación
y de creación objetiva, un producto de puro ardor patriótico[44]
El contexto y las exigencias académicas en que el Deán
Funes construyó el pasado argentino no era el mismo que envolvía a los
intelectuales de fines de los años 30. De ahí que la mirada hacia Funes nos
permite conocer cuáles eran algunas de las características de estos
historiadores que querían consolidarse en su nuevo espacio de investigación.
Las “reflexiones morales” que abundaban el texto de Funes ya no podían ser
admitidas a los ojos de la academia actual. Martínez Paz defendía al
historiador en el tiempo en el que escribió y con las condiciones de producción
que tenía, sobre todo en el “humilde ambiente” que tenían estos historiadores.
“No hay ninguna forma de actividad intelectual de la
que el Deán quede excluido”,[45]
con esto Martínez Paz intentaba mostrar una concepción de intelectual muy
amplia, en la que para ser intelectual, no alcanzaba con retratar el pasado
sino también participar en la prensa, en la educación, como político y orador
sagrado. Martínez Paz también compartía esta visión de intelectual, estos
intelectuales debían tener variadas facetas para ser considerados académicos.
En un momento de constitución del instituto, también surgían cuestionamientos
sobre qué significaba ser “intelectuales”. Esta era la respuesta de Martínez
Paz.
Luego de estas “breves notas” del director del IEA, Furlong Cardiff enunciaba el privilegio de acceder a
distintas bibliotecas privadas y públicas y documentación inédita que pudo
utilizar para analizar los documentos. Esta breve aclaratoria nos recordaba,
con ciertas diferencias, al que consignaba Bartolomé Mitre en su “Historia de San Martín y de la emancipación
sudamericana: según nuevos documentos”. Parece fundamental
dejar bien clara la extracción documental. Si bien Mitre en su introducción
mostraba sus relaciones de poder para legitimar su obra, en este caso el
objetivo era manifestar la erudición en la selección documental que se aportaba
a la obra.
La bibliografía enunciada luego por Furlong
Cardiff tenía un formato que después se repitió para la obra que realizó para
Emilio Ravignani sobre monseñor Pablo Cabrera en
1945. En ese sentido, lo que realizaba era enunciar la biografía y agregar
documentos alusivos. En estos comentarios Furlong
Cardiff iba comparando los documentos a los que tuvo acceso con otras
publicaciones. Luego de ello concluía con un Índice de Nombres y otro de
Primeras Palabras
De esta imagen del Deán Funes rebelde, historiador
objetivo y gran sacerdote se sirvió Martínez Paz para continuar su obra en la
dirección de un instituto de investigación alojado en la Universidad. Ninguno
de los dos eran historiadores de profesión, pero su interés por el pasado los
unía en las formas de pensar, de actuar y “combatir”. O al menos eso parece que
nos quería transmitir Martínez Paz en la introducción de esta obra.
El IEA fue un espacio que se gestó de un proyecto previo
pero que, luego de más de diez años, fue avalado por la universidad. En el
marco de un proyecto institucionalizador que llevaba
adelante nuestra universidad y que se estaba dando a nivel nacional, Córdoba
encontró en un conjunto de documentos, la oportunidad para consagrar un espacio
propio de estudios de la investigación histórica. Todo esto implicaba repensar
el para qué de este espacio y cómo construir el pasado. Su creación, muy
mediada por el rector de la universidad, le imprimió un cierto carácter que el
director de este flamante instituto sostuvo durante una primera etapa de
publicaciones.
Sin embargo, las características de este instituto se
consolidarían más adelante, en las siguientes etapas. Vamos a tener que esperar
unos años para que comiencen a aparecer producciones con la presencia activa
del historiador como constructor de los hechos históricos. Ya no es suficiente
la recopilación, transcripción y publicación de documentación acompañada de
advertencias, introducciones y/o prólogos. La consagración de los distintos
miembros de este instituto, designados por el Honorable Consejo Superior, tenía
un recorrido en el instituto y, fundamentalmente, por fuera de él, que permitía
comenzar a escribir una historia basada en el análisis de esa documentación. El
año de 1941 fue un año central en el instituto que, tanto en sus publicaciones,
como en la forma de escribir historia fue mostrando nuevas características del
trabajo.
Pero retornando al período implicado en este texto, los
primeros años buscaron legitimarse en dos planos diferentes: por un lado, a
nivel político-universitario, a través del cumplimiento de la “misión
encomendada a este espacio”; por otro lado, a través de autores y textos de
renombre a nivel nacional como Ricardo Rojas y Guillermo Furlong
Cardiff. Sus dos series muestran dos formas de legitimación del espacio creado.
Martínez Paz como director tenía esa mirada y la concretó
a partir de estos dos tipos de publicaciones. Esto no quiere decir, como fuimos
adelantando, que recién en 1941 tuviera ideas propias sobre la escritura del
pasado. Si bien esta etapa y la subsiguiente tenían plasmadas la impronta de
Martínez Paz, fue la segunda etapa la que mostró explícitamente su forma de
pensar la investigación histórica. Esto se visualizaba en textos como “La
Formación Histórica de Córdoba”, su discurso en la Academia Nacional de
Historia en 1941 publicado en “La misión histórica de Córdoba”, entre otros.
Por último, es crucial tener presente que, como
recorrimos anteriormente, el proceso del IEA venía acunándose de manos de quien
fuera con quien más trabajó Martínez Paz. Este instituto surgía de un homenaje
por lo que tenía su propia historia y esto llevaba a que su constitución
estuviera atravesada por la continuidad, o no, del modo historiográfico de
Cabrera. Si bien esto marcó también esos primeros años y fue un mito de los
orígenes al que se retornó a lo largo de la historia de este instituto, también
se buscaba romper con ciertas formas de estudiar el pasado e instaurar otras
nuevas.
Estos fueron espacios de formación de muchos
“intelectuales de provincia” que tuvieron reconocimiento nacional. Queda mucho
por investigar sobre este espacio todavía, y la poca investigación que se ha
realizado alrededor de ellos nos recuerda nuestra deuda como historiadores
cordobeses e historiadoras cordobesas. Ciertamente, en Córdoba está surgiendo
el interés en estos temas que estaban muy ausentes hasta hace poco. Los historiadores
y las historiadoras queremos revisitar nuestra propia historia y nuestros
propios orígenes, sobre todo de los espacios que hoy transitamos con tanta
frecuencia y que tienen ciertas características propias de un largo Siglo XX.
ETAPA |
COLECCIÓN |
NOMBRE |
AUTOR |
AÑO |
PROLOGUISTA/OBSERVACIONES |
Primera 1936-1940 |
-Sin colecciones -A partir de 1941: Serie Histórica |
Acta de creación Instituto de Estudios Americanistas |
|
1937 |
Con resolución, decreto y ordenanza de creación |
Imprenta Jesuítica del Monserrat -A partir de 1941: Serie Reimpresiones |
Cinco oraciones laudatorias en honor del Dr. D. Ignacio Duarte y
Quirós |
Advertencia Enrique Martínez Paz |
1937 |
Introducción Guillermo Furlong Cardiff Traducción castellana Prof. Sr. Benito Ochoa |
|
-Sin colecciones -A partir de 1941: Serie Histórica |
Un episodio Eclesiástico en Cuyo (1824) |
Enrique Martínez Paz |
1938 |
Relación Documental presentada al Congreso de Historia de Cuyo |
|
-Sin colecciones -A partir de 1941: Serie Histórica |
Echenique, autor de las “Laudationes” |
Ricardo Rojas |
1938 |
Dice Número III( será número de publicación del IEA) |
|
-Sin colecciones -A partir de 1941: Serie Histórica |
Bio- bibliografía del Deán Funes |
Guillermo Furlong Cardiff S.J. |
1939 |
Enrique Martínez Paz |
|
Imprenta Jesuítica del Monserrat -A partir de 1941: Serie Reimpresiones |
Reglas y Constituciones |
|
1940 |
Participa Enrique Martínez Paz |
Cabrera, P. 1928, Dr Honoris Causa: discurso pronunciado por el
Doctor Enrique Martínez Paz en el acto académico celebrado el día 23 de junio,
y contestación del señor presbítero Cabrera, Imprenta de la Universidad,
Córdoba.
Martínez Paz, E. (advertencia) 1937, Cinco oraciones laudatorias en
honor del Dr. D. Ignacio Duarte y Quirós”, Imprenta de la Universidad,
Córdoba.
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la Universidad, Córdoba.
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Universidad, Córdoba.
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(1857-1936), Trabajo Final de Licenciatura, Escuela de Historia, Facultad
de Filosofía y Humanidades.
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de Estudios Históricos y los orígenes de la profesionalización de la historia
en Tucumán en los años 1930” en Prohistoria, XVI, 19, pp. 97 a 117.
* Universidad Nacional de Córdoba. E mail:
deureyna@hotmail.com
[1] Esta investigación se suma a un campo de estudios en
construcción centrado en los procesos de institucionalización de las
historiografías regionales, provinciales y locales. Al respecto cabe citar, a
modo de inventario en construcción, los siguientes trabajos: Vignoli &
Cardozo, 2013, Leoni, 2018, Guzmán, 2014, Micheletti, 2017 y Escudero, 2019.
[2] Philp, 2006: 7.
[3]Es
difícil categorizar a los grupos que participaban en eventos académicos y
culturales de los distintos momentos. Por ello, tomamos la propuesta realizada
por Ana Teresa Martínez, que plantea que “los curas, maestros, dirigentes
gremiales que escriben y actúan en el espacio público no son sólo intelectuales
[…], sino que participan simultáneamente de otro campo, que los constituye en
lo que son, y donde tienen intereses simbólicos simultáneos: el campo
religioso, o católico, o gremial, con sus propias problemáticas y cosas en
juego. No se trabaja de cura o de maestro, se es cura o maestro”, Martínez,
2013: 179.
[4] Mi trabajo
final para optar por el Titulo de Licenciada en Historia versó sobre la
trayectoria de este sacerdote-historiador. Véase Reyna Berrotarán,
2017.
[5] Furlong Cardiff,
1945: 45.
[6] Prólogo de
Enrique Martínez Paz al Homenaje al doctor Sofanor Novillo Corvalán,
1941, Universidad Nacional de Córdoba, Imprenta de la Universidad, Córdoba.
[7] Devoto &
Pagano, 2009.
[8] Novillo Corvalán
en Instituto de Estudios Americanistas, 1937, Acto inaugural y antecedentes,
Universidad Nacional de Córdoba, Imprenta de la Universidad, Córdoba, pág. XXX
[9] Grisendi 2010 y
Escudero 2013.
[10] Luque Colombres
priorizó referenciar de Martínez Paz las influencias intelectuales que se
manifiestan en sus escritos, entre las que menciona a Benedetto Croce,
Collingwood, Paul Valery y fundamentalmente Paul Groussac, de quien se dice
admirador Martínez Paz, Luque Colombres, 1996.
[11] La misma llegó a
editar cinco obras desde 1916 hasta 1918, fecha en la que se vio interrumpida
por los sucesos de la Reforma Universitaria. Ver Moya, 2002: 149.
[12] Entre otros
encontramos: “Acta de Fundación de la Ciudad del Tucumán”, 1918¸ “Ensayo sobre
la fundación de Córdoba”, 1920; “La amonedación en Córdoba”, “Trejo y su obra.
A propósito de una publicación adversa a entrambos”, 1920; etc.
[13] Reyna Berrotarán,
2015.
[14] Reyna Berrotarán, 2013.
[15] Los Principios, Córdoba, 19 de
septiembre de 1924.
[16] Devoto &
Pagano, 2009, 145.
[17] Devoto &
Pagano, 2009, 163.
[18] Devoto &
Pagano, 2009, 163.
[19] Pagano &
Galante, 1993, 75.
[20] Requena, 2009: 4.
[21]“Crónica y
Resoluciones Universitarias”. Revista De La Universidad Nacional De
Córdoba, (3/4). Recuperado a partir de https://revistas.unc.edu.ar/index.php/REUNC/article/view/8701
[22] Ibídem.
[23]Ídem Pág. 4
[24] En 1946 la
UNC promulgó su creación y en 1947 fue aprobada por el Congreso Nacional (Ley
13.014) Actualmente existe una disputa sobre cuál es la fecha que debe tomarse
para celebrar su origen y desde la gestión de la facultad, con motivo de los
setenta años, se optó por la primera: 25 de septiembre de 1946.
[25] De Carli 2012.
[26] Instituto
de Estudios Americanistas, 1937, “Acto inaugural y antecedentes”, Universidad
Nacional de Córdoba, Imprenta de la Universidad, Córdoba, pág. 6 y 7
[27] La nómina de autoridades han sido extraídas de las publicaciones del
Instituto de Estudios Americanistas
[28]Instituto de
Estudios Americanistas, 1937, “Acto inaugural y antecedentes”, Universidad
Nacional de Córdoba, Imprenta de la Universidad, Córdoba, pág. 21 y 22.
[29] En el anexo
se encuentra una lista ordenada cronológicamente con las publicaciones entre
1937 y 1940
[30] Canciani Vivanco,
2013.
[31] “Crónica y
Resoluciones Universitarias”. Revista De La Universidad Nacional De
Córdoba, (3/4). Recuperado a partir de https://revistas.unc.edu.ar/index.php/REUNC/article/view/8701
[32] Ibídem pág.
709.
[33] Estos fueron
estudios parciales que intentaban abordar diferentes facetas de la Historia de
la Universidad como, por ejemplo, “El nacimiento del Obispo Trejo y
Sanabria. Fundador de la Universidad”(1945) y “El primer plan de estudios de la
Real Universidad de San Carlos de Córdoba, 1808-1815” (1946)
[34] Hemos
encontrado una página web que promueve su existencia y publicación actual. No
tenemos más noticias al respecto. https://monserrat.unc.edu.ar/imprenta-del-monserrat/
[35] “Reglas y Constituciones”,
1940, Colección de la Imprenta Jesuítica del Colegio del Monserrat, Instituto
de Estudios Americanistas. Imprenta de la Universidad, Córdoba, Pág. XIII.
[36] Ibídem, Pág. XIX
[37] Ibídem, Pág.
30
[38] Escudero,
2018.
[39] Cita y
parafraseo de Silva, F. en Rojas, Ricardo, 1938, “Echenique, autor de las
“Laudationes””, Instituto de Estudios Americanistas. Imprenta de la
Universidad, Córdoba, pág 10.
[40] Las
producciones sobre el Deán Funes investigadas en el IEA han sido analizadas en
el texto “Construyendo el panteón historiográfico de Córdoba.
Los usos del Deán Funes por los historiadores del Instituto de Estudios
Americanistas” pronto a publicarse en la revista Folhia Histórica del
Nordeste. Tomamos parte del análisis
en este artículo.
[41] Furlong Cardiff,
Guillermo, 1939 “Bio-Bibliografía del Deán Funes”. Introducción por el Dr.
Enrique Martínez Paz, Instituto de Estudios Americanistas. Imprenta de la
Universidad, Córdoba, pág. III.
[42] Furlong Cardiff 1939, p IV.
[43] Ibídem, pág. VI.
[44] Ídem, Pp. VIII y IX.
[45] Ídem, Pág. XXX.