EL TRABAJO DESDE LA PERSPECTIVA PSIQUIÁTRICA.
ENTRE EL TRATAMIENTO MORAL Y EL PROBLEMA DE LA CRONICIDAD EN EL MANICOMIO DE OLIVA DE CÓRDOBA EN LAS PRIMERAS DÉCADAS DEL SIGLO XX.1
Yolanda Eraso *
Introducción
“Quien anda a tientas en el pretérito como en una bodega de trastos con ejemplos y analogías no tiene to- davía la más mínima noción de cuánto es lo que depen- de en un instante dado, traer a presente ese pretérito.”
Walter Benjamin
El propósito de tematizar ciertos aspectos relevantes
del trabajo como terapia de los enfermos mentales
en un manicomio público se conecta, en líneas genera- les,
con los importantes desarrollos, hallazgos y constataciones sobre el
papel
En la medida en que la Psiquiatría excedió las nítidas funciones ligadas a la curación de la enfermedad mental, la mirada social fue cada vez más sensible a la hora de iluminar sus contradicciones y excedentes poniendo a prueba los signi- ficados políticos y culturales de su accionar. A pesar de contar ya con un impor- tante repertorio de estudios sobre esta especialidad médica, la terapia por el trabajo, tema que constituyó una obsesión para los psiquiatras de fines del siglo XIX y gran parte del XX, es un tópico que, curiosamente, apenas ha captado la atención de los académicos.
Además de estas primeras motivaciones, otras determinaciones alentaron en mi caso un acercamiento a este tema en particular, intersectándose a modo de perspectivas como el epígrafe de Walter Benjamin que abre esta introducción, que más que anticipar un análisis benjamiano de mi trabajo, pretende exponer
1Este artículo se ha realizado en base a la Tesina de Licenciatura, (Eraso:1999) y a la investigación realizada en el Departamento de Historia de la Medicina de la Universidad de Salamanca (España), financiada por el Programa de Cooperación Interuniversitaria. En esta ocasión, se han desarrollado nuevos planteos.
* Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades (CIFFyH) – U.N.C.
Cuadernos de Historia, Serie Ec. y Soc., N° 5, Secc.
Art.,
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cierta lectura del pasado de un modo menos
convencional. Más que buscar en el pasado el “origen” de elementos
claves, explicativos o fundantes del presente, es hallar en el
presente, de modo en ocasiones imperceptible, ciertos elementos del
pasado que hacen imperioso su reconocimiento. La presencia, en este
caso, está dada tanto por la práctica actual en el manicomio de Oliva
(Pcia. de Córdoba) como en otras instituciones psiquiátricas, de la
terapéutica por el trabajo como por un conjunto heterogéneo de
proposiciones, cuestionamientos, valorizaciones que, desde distintos
agentes de salud mental
En esencia, trabajo y locura representan dos grandes objetos emergentes del siglo XVIII, podría decirse, del predominio de la razón Moderna. Ambos se cons- tituyeron a partir de una herencia común: la voluntad de verdad, y la actitud de separar y excluir; el trabajo del ocio y la locura de la razón. Como bien ha señalado Michel Foucault, el espacio cerrado, el manicomio amurallado, será el lugar destinado a unirlos en la “época clásica”:
“Es en cierta experiencia de tipo laboral donde se ha
formulado la exigen- cia
Aunque el trabajo en el espacio cerrado institucional
no haya sido un tema específicamente abordado, sí es posible, empero,
reconocer a través de ciertos estudios histórico sociales, la relación
o fundamentación de su práctica
2Foucault, 1967: 63.
3Me refiero al texto La locura en la Argentina, 1985.
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Es por ello que quisiera apartarme, en lo posible, de
redundar en aquellos fundamentos que en relación a la denominada cuestión
social han sido profusa- mente desarrollados y analizar, en
cambio, desde el interior de la disciplina psi- quiátrica cuáles
fueron los fundamentos que los médicos esgrimieron en torno a esta
práctica. No obstante, aun pretendiendo profundizar en este sentido,
sería preciso no perder de vista cierta conceptualización del trabajo
en sí mismo, cues- tión ésta medular que finalmente atravesará todos
los discursos
Esta actitud se apoya en la premisa de que el trabajo en las sociedades industriales, o en proceso de industrialización como la Argentina de comienzos del siglo XX, constituyó un hecho fundamental, en cuanto a que eran sociedades “basadas en el trabajo” como sostiene Dominique Méda en un estudio reciente. De manera que, además de constituir un factor de la producción, es decir, de la riqueza como lo había visualizado el siglo XVIII, el trabajo será concebido tam- bién como la esencia del hombre, “desde entonces el trabajo se percibe como contribución al progreso de la humanidad y como el fundamento del vínculo social. Puesto que el trabajo encauza la contribución individual al progreso de la sociedad, finalmente, también es concebido como fuente del desenvolvimiento y del equilibrio de la persona”.4
Este lugar fundamental del trabajo puede ser
perfectamente aplicado a la concepción dominante en nuestra sociedad
en el período al que se viene hacien- do referencia, en donde puede
inferirse que el valor positivo que se asociaba a él en los distintos
discursos implicaba un lugar estructural, cuyo significado era, al
mismo tiempo, económico (de productividad);
de virtud ciudadana, lo que lo colocaba como
centro del vínculo social
Establecidos en líneas muy generales los principios que sustentaban la centra- lidad del trabajo en la sociedad moderna, y remarcado el sentido antropológico- esencialista con el cual fue investido, me propongo en adelante plantear las pers-
4Méda, 1998: 94.
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pectivas que ofrece al análisis el discurso psiquiátrico de los médicos del manico- mio de Oliva en cuanto a la justificación de su práctica.
En este sentido, la primera dificultad que se
presenta es la de intentar reseñar, con cierto rigor, el pensamiento
psiquiátrico local toda vez que en este ejercicio deben contemplarse
el pensamiento psiquiátrico europeo y sus transformaciones,
principalmente a partir del proceso de somatización de la enfermedad
mental a mediados del siglo XIX, y las particularidades que tuvo esa
recepción en nuestro país. Ninguno de estos procesos es esquemático o
fácilmente localizable: en el primero, por ejemplo, algunos autores
han señalado más recientemente cómo la somatización de la enfermedad
no implicó un movimiento enteramente disruptor respecto de la primera
psiquiatría de Pinel y Esquirol, en donde dominaba una interpretación
psicogenética
Por otra parte, ambos procesos (europeo y argentino) están atravesados no sólo por una cierta concepción de la Ciencia en general, sino también, por com- plejas circunstancias políticas y sociales que amplifican y operan a favor de su especificidad.
Nuestro caso ofrece la particularidad que durante el primer tercio del siglo XX, momento de consolidación del campo psiquiátrico, es también el momento en que las ideas organicistas o somaticistas sobre la enfermedad mental domi- nan plenamente en la psiquiatría europea. Sin embargo, y en ello reside su espe- cificidad, aunque se advierte una clara adscripción a este pensamiento, es posi- ble igualmente advertir las referencias a la concepción psicogenética que en Eu- ropa se consideraban más bien superadas.
Atendiendo a la recepción de la psiquiatría europea
que algunos historiadores han realizado en Argentina, la localización
y periodización de sus movimientos ha llevado en ocasiones, a una
esquematización riesgosa
5Esta posición si bien no resulta mayoritaria dentro de los historiadores de la Psiquiatría, ha sido sustentada entre otros, por José Luis Peset en su trabajo Las Heridas de la Ciencia, 1993.
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años ´30 para los psiquiatras nacionales y
extranjeros de distintas latitudes; y la amplia difusión que los
médicos de la institución lograron a través de la publica- ción de su
revista, el Boletín del Asilo de Alienados en Oliva,
durante los años
Partiendo entonces de las producciones de estos
médicos (publicadas e inédi- tas), me propongo desentrañar en primer
lugar, de qué manera aquellas dos tendencias psiquiátricas penetraron
y sostuvieron las argumentaciones sobre la terapéutica por el trabajo
Por otra parte, y con ello pretendo introducir el
segundo aspecto que traeré a consideración en este trabajo, conforme
influyeron aquí las ideas
La respuesta, en principio, estará dada por la
implementación del modelo de Asilos Colonia el
que, siguiendo los postulados de la psiquiatría europea, aconse- jaba
para la mejor asistencia del enfermo tanto agudo como crónico, el
trata- miento en libertad (open door), la
ausencia de métodos de contención física (non
restrain), el tratamiento en cama (clinoterapia) y la
terapéutica por el trabajo que, como observaba el alienista Paul
Sérieux en su recorrido por los asilos euro- peos a principios de
siglo, “en todos los asilos extranjeros que hemos
visitado
Será precisamente la posibilidad de extender y desarrollar a gran escala la terapéutica por el trabajo, lo que con más insistencia se promocionará entre nosotros del nuevo modelo asistencial con relación al tradicional Asilo cerrado urbano. En él, se aseguraba, el enfermo crónico podría trabajar en un sistema que combinaba el trabajo agrícola con el de talleres, contribuyendo de esta for-
6Sérieux, Paul, L’ Assistance des Aliénés. En France, en Allemagne, en Italie et en Suisse, Imprimerie Municipale, Paris, 1903: 619. Traducción mía.
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ma a mejorar el sostenimiento económico institucional, y beneficiándose, al mis- mo tiempo, de las bondades que el clima y el medio rural operarían sobre su salud.7 El “Asilo Colonia Regional Mixto de Alienados en Oliva”, tal su antigua denominación, habilitado en 1914 bajo la órbita del gobierno Nacional, y desti- nado a la asistencia de alienados indigentes de ambos sexos, será el estableci- miento más importante dentro de este tipo, no sólo por sus amplias dimensiones (600 ha.) sino especialmente, porque durante muchas décadas fue el único des- tinado a recibir los enfermos del interior del país excluida la Capital Federal, aunque incluso esta última tributó importantes contingentes como “traslada- dos”.
En lo que aquí me interesa reparar es en el hecho que
el enfermo mental, especialmente el crónico incurable, percibido como
un verdadero problema des- de esta perspectiva, se convertirá en
líneas generales, en el destinatario dilecto del discurso psiquiátrico
sobre el trabajo. Y desde esta centralidad, posteriormen- te indagar
cómo el discurso médico deslizará también otros argumentos, que se
abren a dimensiones más amplias, y que a modo de reforzamiento de sus
postu- lados, sugieren el camino a otras interpretaciones. En ese
movimiento pueden detectarse, hacia la década del 30’, una lectura
social del enfermo mental cróni- co que devela un esfuerzo por
conceptuar su posición no ya desde la concepción estrictamente
psiquiátrica sino desde la
I. El trabajo y el Tratamiento Moral
Hacia el último tercio del siglo XIX, en nuestro país
comienza a producirse lo que Foucault ha denominado el proceso de
“objetivación” de la locura en el interior del espacio manicomial.
Este proceso va a provocar, en su acción inte- ractuante, algunas
implicancias fundamentales: va a erigir la “locura” como objeto de
estudio; al manicomio como institución especializada para su trata-
miento; va a prefigurar una particular relación entre sus
protagonistas fundamen- tales
En este período la figura destacable fue la del Dr.
Lucio Meléndez, director del Hospicio de las Mercedes
7Sobre este punto Cfr. Domingo Cabred “L’ assistance des aliénés en République Argentine.” (Discurso pronunciado en la colocación de la piedra fundacional de Oliva el 8 de Diciembre de 1908.) En: Archives de Neurologie, Vol.I, 4ª série, Bloud Editeurs, Paris, 1908; y “Discurso Inaugural de la Colonia Nacional de Alienados” en Vertex, 1991.
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trabajo referenciar algunos aspectos del influjo de Philippe Pinel8 en la primera etapa de la conformación del campo psiquiátrico en nuestro país, es sólo con el objeto de señalar aquellos que tendrán efectos perdurables tanto en el discurso médico como en la práctica, aun cuando las concepciones psiquiátricas reconoz- can también otras referencias y tutelajes.
Sin duda, la idea central de la teoría de Pinel se
sustentaba en la estructura causal de la locura: Si la etiología de la
locura, según interpretaba, respondía a una perturbación de la
voluntad que impedía al individuo controlar los accesos de furia o una
exagerada pasividad, esta causalidad
Es esencialmente en esta concepción de la locura donde se asentaba enton- ces, la fundamentación del Tratamiento Moral. Este tratamiento consistía bási- camente en la introducción de un orden moral y un régimen disciplinario de convivencia en el interior de la institución, a los efectos de ser internalizado en aquel resabio de moral incontaminada que existía en todo enfermo. Ese orden y disciplina debían ser promovidos principalmente por la figura del médico director, quien asumía en ese rol, las representaciones todas de la conducción de la moral burguesa de la época: será padre, juez, gobernador, al mismo tiempo.
En el influjo de autoridad que el médico ejercía en todo el espacio institucio- nal y sobre la conducta del loco en particular, se depositaban las esperanzas de equilibrio y restablecimiento de la razón extraviada. El tratamiento se sustentaba en un programa pedagógico que recurría tanto a la comprensión como al castigo físico, y se sostenía en la asimilación del loco a un niño, que debía ser reeducado en los hábitos y costumbres de la convivencia social.9
8Philippe
Pinel
9 Esta asimilación del
loco a un niño
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En este programa
Sin embargo, en los primeros alienistas franceses, como en su primer receptor entre nosotros, Meléndez, el trabajo carece aún de un valor preponderantemente productivo, sino que está más bien orientado en el sentido de una regla moral, como queda establecido: de orden en el establecimiento y de interiorización de las reglas laborales existentes en la sociedad. Esta escasa incidencia de una idea de productividad o de mantenimiento de la institución, debe conectarse con la creencia de la naciente psiquiatría en la posibilidad de cura de las enfermedades mentales, es decir, con un pronóstico optimista de recuperación y de reinserción social de los enfermos.
Si bien Meléndez organiza en el Hospicio de las Mercedes distintos talleres de producción artesanal, dicha organización laboral no será comparable con la di- mensión que su discípulo Domingo Cabred11 le otorgará en los asilos colonia. En todo caso, la puesta en marcha de esos talleres parece relacionarse con una comprensión exclusivamente moral de la locura y de su tratamiento, y, en este sentido, con una proyección simbólica en donde el papel central adjudicado al trabajo descansa sobre los valores que para el discurso médico se continúan, sin fisuras, con los de la sociedad en su conjunto respecto a los sujetos que previa- mente han sido anatematizados.
Pero si aquella proyección simbólica perdurará, lo hará por más tiempo que aquella otra que indica, en primera instancia, la vigencia de las ideas pinelianas sobre la intelección de la enfermedad mental y su causalidad moral. Ya hacia
10Dörner, 1974: 197.
11El Dr.
Domingo Cabred fue titular de la cátedra de Clínica Psiquiátrica de
la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires desde
1893, y director del Hospicio de las Mercedes
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principios de siglo, la psiquiatría argentina expresa, en su alineamiento con los postulados de la psiquiatría europea, su adhesión a las concepciones organicis- tas. Con el propósito de esclarecer mínimamente las implicancias de esta con- cepción, podría especificarse lo siguiente: al promediar el siglo XIX, ciertos ha- llazgos anatómicos avalaban una intelección somática de la enfermedad mental desplazando las causas morales o la psicogénesis (Pinel) a un lugar de menor influencia. El descubrimiento de una lesión orgánica en la parálisis general pro- gresiva, enfermedad que presentaba cuadros de delirio y de demencia, será el hallazgo fundamental que incidirá en el concepto de demencia tenga una lesión orgánica reconocida o no. Si la demencia quedará atrapada en esta causa orgá- nica pronto se asimilará su pronóstico como irreversible, es decir, será sinónimo de cronicidad e incurabilidad.12 Las consecuencias de este pensamiento somati- cista que colocaba al enfermo mental en un determinismo irreversible de incura- bilidad, fueron, principalmente, el “nihilismo terapéutico”13 y por ende, el encie- rro de por vida en las instituciones asilares, abriendo una etapa sumamente sombría y escéptica, a la que Robert Castel denominara “la noche manicomial”.
Pero si bien ambas ideas penetrarán en nuestro país,
lo harán con ciertas ubicaciones o tendencias: Las ideas pinelianas
influirán en el “gobierno” de los manicomios y en la justificación del
Tratamiento Moral; en tanto que las ideas
Al mismo tiempo, para Cabred la inclusión del trabajo como parte del Trata- miento Moral quedará establecida desde un principio, como se desprende de sus
12“Se
pasa así de una sintomatología [Pinel] como
simple proceso descriptivo, a una semiología por la cual la enfermedad
adquiere a la vez un sentido subyacente en sus manifestaciones
externas y un potencial evolutivo. Con la teoría de la degeneración se
da un paso más, de la semiología a la etiología, lo cual trae consigo
una consecuencia inmediata: si se saben o se intuyen las causas de la
locura o lo que es más trascendental, si se pueden diagnosticar
alienaciones en potencia
13El “nihilismo terapéutico” es una calificación utilizada tal vez primeramente por Dörner y usada frecuentemente entre los historiadores de la psiquiatría, para designar la carencia de recursos tecnológicos y terapéuticos para tratar la enfermedad mental, una vez que el organicismo hubo sentenciado la localización cerebral de las patologías. Con la teoría de la degeneración, el determinismo jugó un papel fundamental en el pronóstico evolutivo de la enfermedad para la cual las terapéuticas existentes del período anterior (psicogenético), se revelaron, de alguna manera, irrelevantes para la recuperación.
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palabras inaugurales del Asilo Colonia de Oliva, cuando defina al nuevo modelo asistencial que él promociona, como “un conjunto de disposiciones de orden material y de régimen interno, que tienden todas a dar al establecimiento el aspec- to de un pueblo, a proporcionar a sus moradores la mayor suma de libertad, compatible con su estado de locura, y a hacer del trabajo uno de los elementos más importantes del tratamiento moral.”14
Quizás debamos atribuir también al fuerte carácter
epigonal de la corpora- ción médica, el hecho de que esta tendencia se
sostenga en el tiempo. Por cierto, la figura rectora de Cabred tanto
como funcionario del gobierno nacional
Así, dentro de esta transmisión de la enseñanza
“El Tratamiento Moral del alienado, por el trabajo, uno de los factores prin- cipales, especialmente en Asilos de esta naturaleza, donde el ejercicio de mu- chas tareas al aire libre, permite, la fácil ocupación de muchos insanos, se ha procurado establecer desde un principio...” 16
Pero no habría que perder de vista que, si no fuera que para ese entonces la psiquiatría europea ha operado transformaciones significativas, la referencia al Tratamiento Moral que ambos realizan no sería en absoluto llamativa. Veamos pues, cuáles fueron los puntos centrales de esa transformación y qué lecturas o incorporaciones los médicos van asumiendo de la misma.
En primer lugar, consideremos que el Tratamiento
Moral se sustentaba en una concepción psicogenética
14Cabred, Domingo, “L’ assistance des aliénés en République Argentine.” (Discurso pronunciado en la colocación de la piedra fundacional de Oliva el 8 de Diciembre de 1908.) Op.Cit., pág. 165.
15Cargo que lo habilitará para decidir la construcción de establecimientos, su ubicación estratégica, discutir sus presupuestos y supervisar las gestiones internas de los hospitales creados bajo su intendencia. La Honorable Comisión Asesora de Asilos y Hospitales Regionales (en adelante, HCA) era una entidad dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la Nación, creada en 1906 y en funciones hasta principios de la década del 40’. Estuvo presidida por Domingo Cabred desde el año 1906 hasta 1929, año de su fallecimiento.
16Vidal Abal, E., Memoria Médico Administrativa de 1914 pág. 13 (en adelante M.M.A.).
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y en la creencia de la existencia de un fondo
razonable del alienado que lo hacía capaz de recuperar la razón a
través de una pedagogía constante. De allí que todo el medio
institucional debía convertirse en un espacio pedagógico: el orden y
la disciplina debían reinar en absoluto a través del encadenamiento
regular y metódico de las actividades
Sin embargo, el Tratamiento Moral permanecerá a lo largo del siglo XIX en los asilos europeos no tanto bajo la forma de un tratamiento individual o perso- nalizado por la palabra del médico (Pinel); sino en grandes manicomios caracte- rizados por el hacinamiento, en donde se impartirá, no obstante, como trata- miento colectivo.
Este hecho resulta interesante ya que de alguna manera fue necesario adap- tar los principios del Tratamiento Moral a la práctica en la cual se llevaría a cabo: la reclusión colectiva. En este momento, según Rafael Huertas, es cuando “se produce una regresión doctrinal encaminada a hacer desaparecer los cuidados morales individualizados para, pasando por tímidos intentos de proporcionar “diversión” o entretenimiento al loco, llegar a la instauración del “temor como medio de curación”.17 Esta “regresión” tomará su punto más álgido en el texto del alienista François Leuret Del tratamiento moral de la locura (1840) en donde recomienda la aplicación de medios de intimidación, agresión psíquica e incluso física para devolver a la normalidad a unos sujetos que, desde luego, considera como recuperables.
Por otra parte, en esa misma época, en los asilos ingleses las experiencias del “non restrain” (ausencia de contención física) que venían desarrollando los doc- tores Hill, Charlesworth y Ellis, tomarán hacia 1839 con la llegada de John Conolly, una espectacular notoriedad. En realidad, el “non restrain” significaba una terapéutica opuesta a la de Leuret, ya que tanto la violencia física como la psíquica se consideraban contraproducentes. La terapia se sustentaba en la ali- mentación, la higiene, la educación y el trabajo pero se ponía especial énfasis en el “trato humanitario” a los pacientes. Refiriéndose al trabajo, Conolly expresa- ba, “forzar a los alienados a trabajar contra su voluntad, imponerles una obliga- ción que le desagrade así como recurrir a las amenazas, etc., a los que no quieren trabajar, son métodos inhumanos que es necesario evitar”.18
Cabred, en su repaso de los principios que se tendrán en consideración para el tratamiento de los alienados en Oliva, se ubica decididamente en esta orienta- ción al definir esta experiencia como una verdadera conquista: “una evolución
17Huertas, 1988: 132.
18Citado por Hernández Ramírez en: “El trabajo como terapéutica de la locura. Continuación.” En: Boletín del Asilo de Alienados en Oliva, (BAAO), Año 2, Nº 6, 1934, pág. 294.
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feliz [dirá] se inició,
hace sesenta años, en los asilos de Inglaterra, con la práctica del
Sin embargo, y pasado algunos años, debe apuntarse también que entre los médicos de Oliva, siempre consustanciados con la teoría de la psiquiatría france- sa en particular, la lectura de Leuret parece haber dejado su impronta cuando, por ejemplo, el Dr. Guillermo Viñas consideraba que el trabajo era “no sólo una medida terapéutica dirigida a combatir la lesión, sino a conservar y enaltecer las cualidades sanas del internado [...] como toda prescripción terapéutica, deben llenarla, mientras estén internados, pues va dirigida a la parte sana del enfermo y en este caso creemos [...] que el “non restrain” debe ser limitado y que las medi- das disciplinarias, si son necesarias deben ser aplicadas, teniendo en cuenta que no se dirigen sino a la parte indemne del enfermo, cuya reacción se hace necesa- rio buscar, justamente para evitar que se lesione y se derrumbe junto al resto de la personalidad”.20
Ahora bien, amén de estas lecturas dispares que los
médicos van realizando - las que con los años se volverán más
eclécticas conforme la ausencia de trata- mientos efectivos- el propio
Tratamiento Moral tomará también otras derivacio- nes a contemplar,
especialmente, cuando el organicismo o la localización orgáni-
19Cabred, Domingo, “L’ assistance des aliénés en République Argentine.” (Discurso pronunciado en la colocación de la piedra fundacional de Oliva.) Op.Cit., pág. 170.
Sin embargo, Cabred omite o desconoce, que ya en 1877, un informe encargado por el gobierno inglés al Dr. Granville, señala que en el asilo de Hanwell el trabajo de Conolly había languidecido, indicando como posibles causas la falta de dinero y la falta de un contacto personal en el establecimiento; expresando finalmente, “la necesidad de un cambio radical de actitud ante el insano” e insistiendo en que ya no eran suficiente las medidas del non restrain. En: Alvarez, Huertas y Peset, 1993: 44.
20Viñas, Guillermo, Consideraciones respecto de la situación social de los alienados internados. En: BAAO, Año 5, Nº 15, 1937, pág. 28. El Dr.Viñas fue médico interno en Oliva desde el año 1932. Puede observarse la similitud de esta expresión con otra de Leuret: “Los medios morales empleados en el tratamiento de la locura [...] tratan directamente sobre las funciones lesionadas cuando, por las consultas o las observaciones, se procura disuadir un alienado de sus ideas falsas, de sus creencias dañinas; cuando por la persuasión o el ascendente que da la autoridad o la fuerza, se le hace regresar en la vía de la verdad. Se produce una disuasión sobre las funciones que restan intactas, cuando se da a esas funciones una actividad que absorbe todas las facultades y particularmente todas las atenciones del enfermo.” Citado por Huertas, 1988:135. Traducción mía.
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miento Moral, como tal, comenzará a languidecer, pero en esta retirada se con- servarán, no obstante, partes de su funcionamiento que serán revestidas con nuevas argumentaciones.
Así, siguiendo a algunos autores que han historiado este proceso, podría afir- marse que el Tratamiento Moral adquirirá hacia la segunda mitad del XIX, las características de una terapéutica de higiene cerebral en donde el aislamiento, el reposo y el trabajo juegan el papel principal, quedando relegado el aspecto psico- terapéutico, especialmente, aquel que lo ligaba a la palabra del médico. “No se buscará para nada [decía el psiquiatra Georget] hacer razonar a los alienados para conducirlos nuevamente al sentido común, pues sus errores son tan necesa- rios como los desórdenes de toda función cuyo órgano está enfermo”. 21
Podría argumentarse entonces, que ciertos componentes del Tratamiento Moral arriba señalados iban a perdurar, pero, acondicionado en sus fundamentos, den- tro del organicismo y más aún del “nihilismo terapéutico” que éste había engen- drado, bajo dos grandes tendencias:
Por una parte, se atendieron y sistematizaron las medidas higiénicas a través de la creación de colonias agrícolas, cuyo modelo fue frecuentemente imitado en los manicomios franceses. Pero, como advierte Dörner, las actividades sistemáti- cas y el trabajo regular “ya no tenían como objetivo la moralización de los locos, sino crearles un ambiente general y envolvente de orden que a la larga crease orden y armonía en su perturbado organismo”.22
La otra dirección, aunque centrada igualmente en la higiene, se afianzaba en la educación como proponían insistentemente los psiquiatras Buchez y Trélat, con el propósito de penetrar en las ideas que todavía estaban sanas para, de esa forma, poder influir en las enfermas.
Las dos direcciones en que se transformó el Tratamiento Moral en Europa, a mi entender, están presentes en los fundamentos utilizados entre los médicos de Oliva, pero con algunos reparos no menos significativos. Y es que, a diferencia de lo que afirma Dörner cuando analiza el objetivo del trabajo en el período organicista, pienso que nuestros médicos sí perseguían un objetivo moralizador a través del mismo. Esto expresado en relación a sus textos, lo que quiere decir que en la práctica la realidad seguramente fue muy diferente y aquel objetivo puede sospecharse dudoso en cuanto a su efectividad si pensamos, por ejemplo, en la desproporción de pacientes por médicos y de pacientes por empleados. No obs-
21Georget De la Folie (1820) en Bercherie, 1993: 35. “Esta posición será ampliamente adoptada y conducirá a la declinación del tratamiento moral de Pinel” afirma Bercherie, pág.
36.Para este autor, la obra del psiquiatra Georget publicada en el año 1820, representa un texto precursor de las ideas organicistas que serán con más fuerza aceptadas al promediar el siglo, junto a las teorías de otros psiquiatras franceses y alemanes.
22Dörner, 1974: 229 y 230.
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tante, las minuciosas disposiciones del reglamento
interno de la institución que señalaban al personal el trato “moral”
con los pacientes,
Pero aun en el marco de la utilización de ese término ya disonante, su conte- nido también será aggiornado con aquellas dos tendencias con las que el viejo continente tímidamente, le había reservado un papel. Así, si el párrafo citado más arriba afirmaba que el Tratamiento Moral por el trabajo era higiénico en razón de realizarse al aire libre, también se pondrá énfasis en su potencialidad como medio reeducador y favorecedor del orden institucional y de la moral del enfermo. En él subyace un claro presupuesto de su rol didáctico, “al hacerles adquirir hábitos nuevos y desarrollar aptitudes nuevas” o en el “empleo del Tra- bajo como medio educacional y mantenedor de la disciplina y el tonus moral de los enfermos”.24
Sin embargo, esta referencia que se hará sobre las
potencialidades educativas del trabajo desde el punto de vista moral,
contrastará a la luz de los fundamentos
23Vidal Abal, E., M.M.A. 1919, pág. 25.
24Vidal Abal, E., M.M.A 1922, pág. 22. Destacado me pertenece.
25Voisin y Marie, “El trabajo en el tratamiento de las enfermedades mentales.” Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, Año XI, Talleres gráficos de la Penitenciaría Nacional,
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Tal vez lo más notable y llamativo es que estos argumentos esgrimidos por los psiquiatras locales, fueron vinculándose cada vez más inescindiblemente a la moral. Y seguramente un aspecto nada despreciable para medir la caladura y el alcance de estos supuestos, es aquel relativo al lugar que se le asignó al trabajo como medio curativo. En este caso, la cautela demostrada en cuanto a sus reales posibilidades de cura estará en relación inversa a aquellas que tanto lo ponderan. En muy contadas ocasiones se hará referencia a este aspecto, y, entre ellas, he rescatado la siguiente: “El Trabajo es un medio de distracción, disciplina y trata- miento que beneficia tanto a los convalecientes de procesos agudos, para los cuales es en muchos casos complemento de su curación antes de abandonar el Asilo y a los crónicos incurables que en contados casos pueden salir de alta”. 26
En este sentido, se reducen las potencialidades curativas del trabajo a las de un complemento, es decir, un elemento más dentro de otras terapias que posibi- litarán la definitiva curación o mejoría del alienado. Por cierto, nunca se afirmará que por sí mismo pueda curar. Aunque el éxito obtenido con su aplicación será un referente claro al momento de decidir el alta de los pacientes. Algunos datos extraídos de Historias Clínicas, que se citan a continuación, parecen corroborar lo expresado:
“J.L.O. Ingresó el
Buenos Aires 1912, pág. 121. En igual sentido se
expresa el psiquiatra italiano Sante de Santics cuando afirma: “existe
un medio poderoso, aun cuando indirecto, de educación moral, sobre
el cual los educadores de los anormales, hacen el más grande elogio:
quiero referirme al trabajo. Desarrolla la voluntad de dos modos:
porque facilita la sensación del movimiento y enriquece el cerebro
de rastros motrices y forma una memoria motriz; en segundo lugar,
porque forma la capacidad a la tensión
26Vidal Abal, E., M.M.A. 1918, pág. 16.
27Historia Clínica Nº 4.217. Destacado es mío.
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De la misma manera que la actitud demostrada para el trabajo significaba un síntoma revelador del restablecimiento del enfermo, tal como algunos pasajes de historias clínicas lo justifican como motivos para otorgar el “alta”: “...rectifica por completo su pasado delirante, y con las nociones claras de tiempo y lugar y buenos hábitos para el trabajo, sale en condiciones de habitar un medio diferen- te al del Asilo” o "ha demostrado ser un enfermo tranquilo y trabajador”28; en igual sentido, esta actitud será también interpretada como un síntoma de enfer- medad. Así, entre los primeros datos recogidos en el interrogatorio efectuado al ingreso de un jornalero italiano, residente en Rosario, se concluía lo siguiente: “siempre ha sido algo extravagante, nunca ha permanecido en un mismo empleo más de 2 o 3 meses; tendencia a la vagancia, inadaptado completamente en sus condiciones de vida”.29
De esta forma se recobran los fundamentos de la psiquiatría pineliana, desde el momento en que se atribuía al trabajo la propiedad de neutralizar los síntomas externos de la enfermedad: Según el estado mental del enfermo, se dirá, el traba- jo tendrá una acción sedante o excitante. El caso con que nos ilustra el Dr. Hernández Ramírez resulta paradigmático al respecto:
“Un ebanista de profesión, de gran habilidad para lustrar muebles, en cuya tarea se lo ocupa en el Asilo de Oliva, calma su agitación en cuanto inicia su trabajo pero siempre que no le interrumpan su tarea con conversaciones; pre- fiere estar solo. Durante los recreos se le ve gesticular, como si lanzara cuchilla- das a enemigos imaginarios.30
Sobre observaciones como ésta se construyó
28Historias Clínicas Nº 16.529; notas del 13/3/1930 y Nº 12.355 notas del 4/2/1928, respectivamente.
29Historia Clínica Nº 37.268; notas del 20/5/1926.
30Hernández Ramírez, R., “El trabajo como terapéutica de la locura.” Op.Cit., págs. 197 y
198.El Dr. Hernández Ramírez fue médico interno en Oliva desde el año 1923.
31Donzelot, 1988: 47.
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Sin embargo, y siguiendo el curso de la psiquiatría europea que algunos histo- riadores han consignado, existe coincidencia en cuanto al papel secundario que gozaba el Tratamiento Moral como terapéutica. Entre otros, por ejemplo, Dörner refiere a una “desaparición del activismo moral” en la psiquiatría francesa y Huertas a un “fracaso del tratamiento moral” pensando en la psiquiatría euro- pea en general. Todo lo cual induce a pensar que en la expresión de Vidal Abal o en aquella frase de Cabred “hacer del trabajo el principal componente del trata- miento moral” está contenida una referencia explícita al trabajo dentro de un tratamiento (Moral) que, como buenos seguidores de la psiquiatría europea, ellos mismos deberían sospechar en desuso.
Esta afirmación tal vez se corrobore en el sentido de
que, salvo en los años
Una vez más insisto en que si bien los psiquiatras de
Oliva no abandonaron su compromiso con las tendencias
II.El trabajo: esencia del crónico
Pensando en términos de representación social de la
enfermedad, Susan Son- tag32 ha señalado
cómo el lenguaje utilizado para referir al cáncer y a la tubercu-
losis remitían a un comportamiento negativo del
32Sontag, 1996: 65.
49
mejor se percibían. En este sentido, puede
considerarse que dentro de la enferme- dad mental, será especialmente
el enfermo crónico o incurable quien será repre- sentado/percibido con
un lenguaje que evoca, en relación al homoeconomicus,
un comportamiento no menos negativo hacia los años ’30. En un momento
en que Argentina sufre importantes trastornos en su modelo
Acercándonos a la problemática del enfermo crónico, habría que considerar que la población de alienados de Oliva se fue conformando desde su habilitación por esta clase de pacientes, quienes eran trasladados desde los hospitales de Buenos Aires con el propósito de descongestionar el hacinamiento en ellos rei- nante. Con el transcurso de los años, no obstante incrementarse los ingresos directos, entre los que siempre cabía esperar más casos agudos por sobre los trasladados, los enfermos crónicos o incurables superaron ampliamente el por- centaje de enfermos agudos, llegando a constituir en 1934 un porcentaje cercano al 90%.33
Ya hacia fines de los años ‘20, el problema de los enfermos crónicos se reve- laba en Oliva, al igual que en los otros manicomios del país, con toda su crude- za: enfermos con 30 o 40 años de asistencia, viviendo en hacinamiento y sin mayores perspectivas que el fallecimiento. Muy lejos de la realidad quedaban las promesas que Cabred realizara a principios de siglo en su promoción de los Asilo Colonia, en cuanto a que cabría esperar de estas instituciones un mayor porcen- taje de altas.
En la construcción de este panorama desolador, la influencia de la psiquiatría organicista y su diagnóstico negativo hacia la mayoría de las patologías mentales habría sido fundamental. Aunque esto constituye una punta insoslayable del problema, la invariable exigüidad de los recursos otorgados por el Estado para la atención de la enfermedad mental demostraba ser un factor más que relevante en esta situación. Podría decirse que no sólo no se asignaron recursos para la construcción de nuevas unidades hospitalarias, sino que se asignaron muy esca-
33En el
período
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sos a las ya existentes,34 consolidando de esta forma, el hacinamiento estructural de las mismas.
Quizás la cuestión del trabajo en los manicomios
públicos de este período pudiera ser mejor considerada desde la
confluencia permanente de estos dos factores: la cronicidad
(estancamiento o inmovilización de la población) y la falta de
recursos suficientes para el sostenimiento de los establecimientos.
Sólo entonces, el hecho de que el trabajo haya sido como decía Vidal
Abal “el eje del funcionamiento del Asilo” no
debiera atribuirse exclusivamente a una determina- da concepción
psiquiátrica o al empecinamiento caprichoso de un director y un
conjunto de médicos, sino a la carencia de recursos disponibles (en
bienes y en personal) para sostener el funcionamiento del
establecimiento. En otra parte he analizado en valores cuánto aportaba
el Estado en concepto de costo de hospi- talidad y cuánto significaba
el trabajo de los alienados en igual sentido; valora- ción que resulta
fundamental para reconsiderar lo que se entiende por “asistencia
gratuita”35 en este período. Pero ahora me
interesaría considerar en un plano general, cómo la incidencia y la
interacción de ambos factores fue imprimiendo, con los años, un
discurso en relación al trabajo del enfermo crónico diferente del
netamente psiquiátrico
Un primer indicio en la práctica, se advierte en la
reorganización asistencial. El director en el año 1926 delimitaba
claramente las dos áreas asistenciales en que se dividiría el
establecimiento, de la siguiente forma: asignaba todos los médicos
internos existentes
34La
falta de recursos se hacía notoriamente manifiesta en los recursos
humanos disponibles para la asistencia: la proporción
médico/paciente o personal de vigilancia/pacientes constituye un
ejemplo claro al respecto. Por caso, en el año 1930, sobre 3.620
alienados, esta proporción era para el caso de los médicos de 1/452
alienados; y para el personal de vigilancia diurno de 1/ 31alienados
y en los serenos de 1/97 alienados. Nota dirigida al presidente de
la HCA el 7/10/ 1930. En: Expediente Nº
674: “Laborterapia y Praxiterapia,
asistencia y condición del enfermo mental.”
35Cfr.
Eraso, 1999:
36El Hospital, conformado por 11 villas: 2 de Admisión; 3 de Vigilancia Continua; 2 Enfermerías y 4 villas generales de crónicos en cama (seniles, débiles, epilépticos, etc.); con una población de 650 enfermos. El Asilo, con 16 villas subdivididas en: 8 villas de alienados trabajadores (1.400) y 8 villas de inaptos, inútiles, crónicos en pié (1.000). M.M.A.1926, pág. 13.
51
atención, que dejaba al director como único responsable de la atención del área del Asilo, con unos 2.400 enfermos crónicos, subdivididos en crónicos “trabaja- dores” y en crónicos “inaptos”, indica, en principio, que la asistencia psiquiátrica como tal, ya no tenía ninguna atención que prestar en estos pacientes.
En una expresión vertida algunos años después, puede apreciarse el propósito que tenía esta redistribución de la asistencia. En ella es posible observar cómo, en la visión del director, la asistencia del enfermo mental debía reestructurarse en función de los dos grandes factores que comprometían su fibra más sensible, la cronicidad y el presupuesto: los pacientes agudos, debían recibir asistencia psi- quiátrica, en tanto que la mayoría de la población, los crónicos, asistencia social; con una fundamental distinción: aquellos que estaban en condiciones de traba- jar, debían contribuir económicamente a su sostenimiento, y quienes no (crónicos inválidos) simplemente debía asistírselos sin pedirles nada a cambio.37
“En ningún momento de la vida del Asilo sus presupuestos han guardado relación con las necesidades, y más que con las necesidades, con el objetivo que debe llenar un establecimiento de esta índole, que más que un Asilo (depósito de desechos de la sociedad) debiera ser un hospital para el enfermo curable o reintegrable a la sociedad; un taller para el enfermo incurable que por sus características tenga que vivir al margen de la sociedad, y destinado por tanto a la reeducación, a la adquisición de aptitudes; al mayor aprovechamien- to, de la dinámica de muchas unidades sociales, que, abandonadas a su suerte, van irremediablemente a la anulación, y sólo, y en último término, un asilo propiamente para el enfermo en estado de completa invalidez física y men- tal”.38
Si en el año 1919 se había delimitado territorialmente
el espacio físico de la Colonia en villas de enfermos
37El
hecho de que a los pacientes agudos, recuperables, se les brindara
una asistencia psiquiátrica en el Hospital, no implicaba que
38Vidal Abal, E., M.M.A. 1930, pág. 67.
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una peculiar relación con el trabajo: “Las
poblaciones que son objeto de inter- venciones sociales difieren
fundamentalmente según sean o no capaces de traba- jar, y en función
de este criterio se las trata de maneras totalmente distintas”.39
Desde las propuestas que avalaban la creación de
alguna manera, la asistencia que se le brinda.
Ya el año 1928 pareciera indicar un punto de inflexión en cuanto a la forma en que serán presentadas las propuestas y los reclamos por parte de la dirección al organismo superior, estilo que se mantendrá más allá de nuestro período de estudio. En el marco de una nueva ampliación de la capacidad de camas habi- litadas para recibir un contingente de 300 enfermas crónicas del Hospital Nacio- nal de Alienadas, los reclamos, que si bien continuarán haciéndose en lo que respecta a un aumento de presupuesto para personal y gastos de sostenimiento, comienzan en este año a expresarse con un discurso un tanto diferente respecto al trabajo del enfermo crónico, el que podría caracterizarse por un contenido social fuerte. El término “social” lo utilizo más que nada para diferenciarlo de lo que sería una fundamentación netamente psiquiátrica.
Este discurso ofrece varias aristas al análisis que en adelante me propongo precisar. Uno de ellos, está dirigido al alienado como individuo:
“El trabajo, es por una parte laborterapia, o sea medio de tratamiento, psíquico, por otra es puntal de la disciplina, del orden, al par que factor y nada despreciable de salud orgánica, pero casi diría que por encima de estos dos conceptos, llena o debe llenar la humanitaria misión de redimir al alienado de la condición de tal, en que la sociedad lo ha colocado”. 40
En otra Memoria, recalcará en igual sentido sobre la aplicación del trabajo en los enfermos, “por encima de todo, es dignificador del hombre que una vez alienado,
39Castel, 1997: 29.
40Vidal Abal, E., M.M.A. 1928, pág. 48. Destacado es mío, el subrayado en el original.
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parecería ha perdido su condición de hombre para la sociedad, para convertirse en un loco, cuando no es otra cosa que un inválido,...”41
Aquí nos encontramos frente al trabajo como categoría
esencial del hombre, concepto que en parte
había expresado en la introducción y que ahora retomo para aproximar
una interpretación más bien cuestionadora de sus postulados. Si nos
atenemos a esta perspectiva, lo sorprendente no es que se interprete
que, para la sociedad, el loco ha dejado de ser “hombre” porque se le
niega la posibi- lidad de trabajar; sino el hecho mismo de que el
trabajo haya devenido en esen- cia del
Hombre y haya perdido cada vez más su composición histórica. Resulta,
pues, imposible soslayar esta dimensión
Considerando históricamente al concepto de trabajo,
lo vemos surgir a fines del siglo XVIII como un factor de la
producción, como un medio para transfor-
mar la naturaleza o la materia, como un medio para
acrecentar la “riqueza de las naciones”, o acrecentar el ingreso del
individuo. Sin embargo, y desarrollo capita- lista mediante, aquel
concepto pronto quedó sujeto a la lógica de la eficacia y de la
rentabilidad económica. Y en este sentido, cabe preguntarse entonces
como acertadamente lo hace Dominique Méda, cómo algo que nació como medio
pudo convertirse en un “lugar” de realización del individuo,
de humanización, de autonomía, de identidad. Más aún, cómo una
actividad (trabajo) que por princi- pio es totalmente dirigida,
planeada u organizada desde fuera, pudo ser al mis- mo tiempo,
autoexpresión o “dignificador” en el sentido de una plenitud personal
del hombre, para convertirse finalmente, en la esencia del vínculo
social.43 Para no llevar el análisis tan
lejos, remitiré
41Vidal Abal, E., M.M.A. 1929, págs. 52 y 53. Destacado me pertenece.
42Memoria al 5º Congreso Penitenciario en París (1895). En: De Araujo Leal, Aurelino, “El Trabajo Penitenciario en el Brasil.” En: Archivos de Criminología, Medicina Legal y Psiquiatría (1902) Op.Cit., pág. 416.
43Resulta imprescindible señalar la incidencia que el pensamiento de Hannah Arendt tiene en el desarrollo que realiza Dominique Méda en este punto. Al respecto Arendt sostenía: “La mayor parte del trabajo realizado en el mundo Moderno se hace a modo de labor, de manera que el trabajador, aunque lo quisiera, no podría laborar para su trabajo en vez de para sí mismo y a menudo es mero instrumento en la producción de objetos de cuyo último aspecto no tiene la menor idea.” Arendt, 1993: 161 y 162.
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de pensamiento crítico44, a lo que representa la idea fundamental de Hannah Arendt en La Condición Humana. Allí Arendt asocia el advenimiento de la Mo- dernidad con la reducción o simplificación de las distintas relaciones que el Hom- bre mantenía hasta entonces con el Mundo: la contemplación, la escucha, la acción, el pensamiento, el arte; a una sola: la producción y el consumo. “Se comprende entonces cómo el trabajo ha llegado a ocupar la totalidad de la actividad humana: nacido como el medio para la consecución de un fin, llama- do riqueza, ha acabado siendo él mismo un fin...” afirma, coincidente con el pensamiento de Arendt, Dominique Méda.45
Aun a riesgo de haber simplificado lo antes expresado, considero que esta dimensión esencial será fundamental para comprender la insistencia en el traba- jo no sólo desde el disciplinamiento ejercido por los sectores dominantes sobre los sujetos subalternos para convertirlos en dóciles trabajadores, o en fuerza útil; sino como principio ordenador de la existencia misma, en la más alta actividad hu- mana y por ello, productora de subjetividad. Desde esta dimensión histórica, la “moralización” por el trabajo puede despojarse de la moral de los valores burgue- ses, o de clase social, en la que insistentemente se la ha contemplado, para conformar una ideología más abarcadora. ¿Acaso las corrientes anarquistas, marxistas, socialistas o cristianas de principios de siglo, han discutido en su de- fensa de los intereses de la clase trabajadora este papel esencial? Sabemos efec- tivamente que no, antes bien, han contribuido a consolidarlo.
Retomando ahora otros aspectos del discurso “social”, puede advertirse la necesidad de nominar nuevamente al enfermo crónico. Llama la atención una serie de calificaciones tendientes a señalar al Estado que el alienado crónico podría ser, no obstante su condición, un productor de bienes y servicios con un rendimiento considerable. Una serie de adjetivaciones serán utilizadas en este propósito: “mutilado psíquico”; “unidad disminuida pero no anulada”; “lisiado mental”; “desocupado por disminución de su actividad”, etc. Ellas develan un esfuerzo por encontrar un justo medio entre las dos calificaciones extremas de las que se quiere, a toda costa, evitar: la de “enfermo” y la de “inválido”.
44Además de Hannah Arendt, sobre una crítica al concepto ontológico del trabajo han trabajado, por ejemplo, Simone Weill, en Expérience de la vie d’usine, 1941, y la mayoría de los pensadores nucleados en la “Escuela de Frankfurt”. Entre otros trabajos que resultan fundamentales para la interpretación de este tema, se encuentran: Habermas, Jürgen, Ensayos políticos; Heidegger, Martín, “La cuestión de la técnica.”; Offe, Claus, La sociedad del trabajo. Problemas estructurales y perspectivas de futuro, 1992. Dice Offe en este texto: “La discontinuidad de la biografía laboral y la reducción cada vez más acentuada de lo que el tiempo de trabajo supone con respecto al tiempo vital deberían conducir en conjunto a hacer del trabajo un problema “junto a otros” y a relativizar su función de punto de orientación para la constitución de identidades personales y sociales.” Offe, 1992: 39.
45Offe, 1992:128 y 129.
55
La invitación a participar en la Primera Conferencia Nacional de Asistencia Social, convocada a instancias del presidente Justo en Buenos Aires en el año 1933, se constituyó en el espacio privilegiado para expresarlas a una notable concurrencia.
La expresión textual sobre la cual los doctores Vidal
Abal y Juan Soler orde- narán su exposición, indicaba desde el inicio,
el compromiso o la “adhesión incondicional” con
el principio sostenido por el Poder Ejecutivo
Prestos a defender su ponencia, reclamando la palabra autorizada avalada por la experiencia de algo más de veinte años de práctica institucional, recurrirán a las recomendaciones del psiquiatra francés Maurice Dide publicadas en L’Hygiene Mentale, en cuanto a la necesidad de distinguir terminológicamente los casos agudos y crónicos, a los efectos de esclarecer convenientemente el tipo de asis- tencia a prestar.
“Debemos reservar la calificación de enfermos, para los alienados con pro- babilidades de curar o mejorar, [...] pero no derrochemos el empleo de esta clasificación ni malgastemos la acción útil, de naturaleza eminentemente médi- ca, que emanan cada día con más vigor de todos los centros de estudio. Que el Hospital Psiquiátrico o el servicio abierto mantenga bajo su jurisdicción, única- mente enfermos, o sea casos con posibilidades de éxito en su tratamiento, pero que se desembarace de todo caso en el que vislumbre cronicidad o incurabili- dad: que haga lo que hace el sanatorio para tuberculosos, que sólo debe atender casos sanatoriables. En la misma forma, unos serán enfermos menta- les (los de servicio abierto) y otros serán mutilados psíquicos (los del Asilo).” 47
El “eufemismo” de enfermos, contra el cual se alzan con encono los autores por su utilización indistinta respecto de los casos agudos y crónicos, era en reali- dad un problema más que de forma de fondo, ya que para ellos, estaba en juego una cuestión ética que comprometía nada menos que el ejercicio de la “cari- dad”.48
46Vidal Abal, E. y Soler, J., “Contribución al estudio de la Asistencia del Alienado en la República Argentina.” (Comunicación presentada a la Primera Conferencia Nacional de Asistencia Social celebrada en Buenos Aires del 20 al 25 de Noviembre de 1933) Op. Cit., pp.
61.El párrafo que se reproduce pertenece a los considerandos de la Resolución del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto del 28/12/1932 que convocaba a la Conferencia. El Dr. Soler fue médico interno de Oliva desde el año 1928.
47Ibídem, págs. 64 y 65.
48En igual sentido se pronunciaba el Dr. Ferrer: “Es necesario ya, tanto por las orientaciones
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Los mutilados psíquicos, es decir los casos
Pero, si el crónico deja de ser también y sobre todo un enfermo, ¿acaso el médico dejará de ser también y sobre todo un psiquiatra para él?
Será precisamente ésta la encrucijada en la que quedarán entrampados los psiquiatras de manicomio, encrucijada que, por cierto, involucra algo más que una correcta correspondencia de términos. Su resolución será para el profesional más consolante cuanto menos pueda justificar su presencia institucional, y será entonces cuando aquella expresión que llegará a ser proverbial comience a escu- charse con frecuencia, “si no cura, al menos trata la enfermedad”.
Al mismo tiempo en que se enuncia en el alienado un “hombre” y en el crónico un “mutilado psíquico”, se reposiciona pues el lugar del profesional en la asistencia. Consecuencia lógica para algo que, al parecer, se propone el alum- bramiento de un nuevo campo asistencial. Este reposicionamiento no es otra cosa que una reivindicación social del psiquiatra, quien si bien se demostraba incapaz de curar y reintegrar a la sociedad, pretendía revelarse como el único capaz de descubrir en el alienado crónico sus potencialidades productivas, a través de una terapéutica (trabajo) que, en definitiva, había acuñado ya por largo tiempo su propia disciplina.
En el mismo acto en que la Psiquiatría como “ciencia”
se retiraba de la atención directa del “asilado” al considerarlo un
caso incurable, reivindicaba para sí un lugar indiscutido en la
atención
Por esta vía, los autores plantearán el tema de la cronicidad como un tema más bien social sin llegar a soslayar totalmente la presencia del especialista (psi- quiatra) en esta labor. Como expresará Vidal Abal apenas dos años más tarde:
“...el alienado en tanto siga siendo alienado, debe ser atendido por personas que tengan por lo menos las nociones más elementales de la materia, pues pese a que la alienación mental, es una dolencia que plantea ab initio, perspec-
científicas, como por razones de orden económico, entrar a una nueva faz, que denominaríamos de ética social, en la cual, convertiremos el alienado que vive en los establecimientos oficiales, de un parásito social, en un ser útil a su colectividad.” Ferrer, Conrado: “Consideraciones sobre el trabajo en los alienados.” En: BAAO. Año 1, Nº1, 1933, pp. 34. Ferrer era Profesor Suplente de Clínica Psiquiátrica en la Facultad de Medicina de la UNC y médico interno del Asilo de Oliva desde el año 1927. Destacado me pertenece.
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tivas más bien sombrías; tales perspectivas, más que nada lo son en cuanto al retorno integral del funcionamiento mental y no en cuanto a las posibilidades de un rescate parcial del mismo”. 49
Desde esta perspectiva también, los crónicos serán presentados como una población numerosa y perfectamente adaptada a la vida manicomial. Se habla- rá entonces, de un “tácito acuerdo de jurisdicciones” en el que la sociedad no desea estos seres por resultar peligrosos, antisociales, molestos, u onerosos; y por otro lado, se dirá que ellos tampoco “añoran la sociedad”.
Dada esta situación, en que los crónicos no son enfermos curables sino aliena- dos susceptibles de un rescate más o menos parcial que sólo el psiquiatra sabrá apreciar, y dada su condición de “exiliados sociales” adaptados a la vida institu- cional, los autores reclamarán, una vez más, “industrializar” el Asilo de crónicos (extender el trabajo), la protección del Estado (alojamiento, enseres) y sobre todo, la licencia legal para que esta “comunidad aparte”, pueda autosostenerse (la libre disposición de su producto). 50
“La situación en que queda colocado el alienado crónico, por motivos de su mutilación, puede asimilársele a la del desocupado por disminución de aptitudes individuales, y el problema de su asistencia, puede considerarse como un capítulo del de la desocupación.” 51
Resulta al menos evidente que el hecho de pretender homologar el tema de la cronicidad al de la desocupación significaba, por un lado, intentar colocar este tema en el terreno social o de la asistencia social; y por el otro, implicaba llamar la atención de las autoridades nacionales con un término que, por entonces, sonaba más que alarmante.
Otro de los tópicos que se enunciarán con insistencia, como queda evidencia- do más arriba, será aquel dirigido a cuestionar el concepto de “caridad”. El
49Vidal Abal, E., “Sobre asistencia del alienado.” En: BAAO, Año 3, Nº 8, 1935, pág. 95.
50“Industrialicemos entonces el Asilo de Crónicos, y a la par de esto, procuremos tenga el máximum de características semejantes, sino iguales, a las de una pequeña población de ciudadanos de villa sencilla y modesta; adaptemos estas características, a la categoría de estos ciudadanos tan especiales, y dentro de esta pequeña comuna, así construida, ubiquemos el Hospital Psiquiátrico y aún el consultorio externo, sino podemos dejar de tener, o sea el verdadero Asilo, para alojar en él, a los últimos desechos, a lo realmente inválido, de esta sociedad en claudicación permanente. La vida de esta población en claudicación relativa, será un tipo de sociedad cooperativa, con la protección y la ayuda del Estado, en cuanto a que le facilite alojamiento y tierra a título gratuito, y aún enseres de trabajo al mismo título (si con sus medios propios no pudiera adquirirlos) y munidos de estos recursos primordiales, que procure esta sociedad, con el exponente de su trabajo, el sostenimiento de su vida propia, que ya por el hecho de ser del tipo de comunidad implica un costo de tipo mínimo.” Vidal Abal, E. y Soler, J., “Contribución al estudio de la Asistencia del Alienado en la República Argentina.”; Op. Cit., pp. 79.
51Ibídem, pp. 81.
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director y algunos médicos realizarán una crítica a
la caridad ejercida por los poderes públicos
“...lograr que el alienado crónico, deje de ser una carga muerta para el Erario y un motivo de reproche que satisface sus escrúpulos de conciencia, dando un buen lecho y una buena alimentación a miembros útiles, a quienes mantiene en holganza por el hecho de que carecen de iniciativas propias o discernimien- to, y de quienes no procura utilizar su contribución personal, a favor de la economía común.” 52
Más allá de que la utilización del término caridad
sería poco apropiado para calificar la asistencia que en
aquél período prestaba el Estado
Habrá que decir también que el director no sólo
recurrirá a términos “ganan- ciales”; de hecho tratará de
trascenderlos encontrando formas alternativas de expresión
(hipérboles) de contenido más bien utópico. Sobre este punto
52Vidal Abal, E., M.M.A. 1930, pág. 62.
53Por ejemplo, realizaba el siguiente cálculo: 134 asilados (en asistencia en Oliva) que llevaban 25 años de asilo (en otras instituciones de Capital Federal y luego en Oliva) sobre un costo de hospitalidad calculado en $1m/nacional; significaba un costo total al Estado de $1.500.000. Al respecto se preguntaba, “¿han producido algo. Háce utilizado en provecho propio, de sus compañeros de desventura y de la sociedad, las fuerzas dinámicas capaces de desarrollar? O han sido como objeto de la caridad y conmiseración (mal entendida) alojados y mantenidos a brazos cruzados?” M.M.A. 1930, pp. 59.
59
“Entiende el suscripto que en la laborterapia
racionalmente dirigida, está la clave del enunciado que me permite
sostener, de que un Asilo de alienados, que sea al propio tiempo un
Hospital Psiquiátrico, debe aspirar a sostenerse por sus propios
medios asimilándolo a una comunidad, conventual que fuera, o mejor
aún, a una pequeña república comunista, en la que cada uno de sus
miembros útiles
Una “república comunista”; un “Estado de Insania”; un “Estado dentro de otro Estado” una “sociedad cooperativa”, serán algunas de las formas societales que ensayará bajo el signo común de constituir una “sociedad aparte” sustenta- da en el trabajo del asilado y el gobierno del alienista. No es de extrañar que así sea, ya sea que lo miremos desde el canon alienista o desde el concepto mismo de trabajo, pues, para una sociedad que ha naturalizado el trabajo como rela- ción social dominante, el trabajo será la condición necesaria para el vínculo social.
Epílogo
A modo de reflexión final, podría decirse que la apropiación que los médicos han realizado en estos años de discursos un tanto diferentes, como hemos visto, favorece, en primera instancia, una cierta ambigüedad que conspira contra una definitiva localización de su pensamiento. A veces, el intentar precisarlo se con- vierte en un ejercicio vano y deficitario. En todo caso, todo parece indicar que las teorías circulan de forma bastante más compleja de lo que a veces estamos acostumbrados a encasillar. Y en este sentido, pienso que si se abandona cierto “temor” a la contradicción que estos textos encierran, se puede apreciar mejor la riqueza de la heterogeneidad en los mismos atendiendo a los distintos elementos (sociales, políticos, económicos) que presionan en su establecimiento.
En el caso que nos ocupa, la referencia al viejo
Tratamiento Moral en un momento en que las ideas positivistas
(organicistas) orientan la intelección de la enfermedad no sólo en
Europa sino también en Oliva, lleva a especular con otras motivaciones
que estuvieron presentes en ese momento para “recibir” o leer las
ideas de la primera psiquiatría
En la obra de Pinel política y psiquiatría, de una manera bastante evidente, están estrechamente relacionadas toda vez que las causas de las alteraciones serán consideradas tanto individuales como sociales. En esa obsesión por el orden manicomial de Pinel, que estará muy presente en Vidal Abal, puede leerse
54M.M.A.1928, pp. 40.
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una trascendencia o simbología que está por encima de las disputas sobre las pasiones o la lesión orgánica.
Diversos símbolos, me parece, juegan aquí. Esencialmente la identificación de la enfermedad mental como desorden, frente al orden de la salud y en última instancia, de la sociedad. “Toda la doctrina de las pasiones, es un alegato a favor del orden y de la moral burguesas. Orden y moral nuevas, que se levantan contra las tiranías del pasado, así como el tratamiento moral se levanta frente a las brutalidades anteriores.”55
En esta línea de pensamiento, en ese anclaje
Al mismo tiempo, si bien es cierto que entre un
abordaje clínico organicista y un tratamiento moral de la locura,
puede pensarse en una “inicial bifurcación” de la psiquiatría
argentina, tal como sostiene Vezzetti56,
considero que en el caso de la terapéutica por el trabajo, esa
supuesta bifurcación encontraría un sustento en la dimensión
Fuentes y repositorios
Fuentes Inéditas (Archivo del Hospital Psiquiátrico Dr. E.Vidal Abal)
Expedientes Administrativos (Años
Historia Clínica (años
55Peset, 1993:143.
56Vezzetti, 1991: 60.
61
Memoria Médico Administrativa (Años
Fuentes Editas (Biblioteca del Hospital Psiquiátrico Dr.E.Vidal Abal)
Boletín Oficial del Asilo Regional Mixto de Alienados en Oliva, Córdoba (años 1933- 1942)
Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias
Afines (años
Bibliografía
Alvarez, R; Huertas, R. y Peset J., 1993,
“Enfermedad mental y sociedad en la Europa de la segunda mitad del
siglo XIX.” En: Asclepio. Revista de
Historia de la Medicina y de la Ciencia, Centro de Estudios Históricos
del Consejo Superior de Investiga- ciones Científicas de Madrid, Vol.
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