EL TRATAMIENTO DE LAS FUENTES COMO FENÓMENO
DISCURSIVO: UNA CRÍTICA CATÓLICA SOBRE LA
SECULARIZACIÓN. CÓRDOBA, 1876
Liliana Chaves*
En noviembre de 1876, a su regreso de la inauguración
del Ferrocarril Central Norte en Tucumán, el presidente Avellaneda y
el entonces senador nacional Do- mingo F. Sarmiento se detuvieron en
la ciudad de Córdoba. Aquí asistieron a una conferencia sobre carbón
de piedra, dictada por el profesor de mineralogía Luis Brackenbush en
la Universidad. Una vez concluida la disertación, Sarmiento tomó la
palabra y pronunció un provocativo discurso, anunciando el fin de los
estudios clásicos y la liberación de la mujer a través de su plena
inserción en el espacio público y científico. El desarrollo de ese
episodio sirvió de pretexto para que un “Ciudadano
cordobés” expusiera, en la prensa local, sus apreciaciones
sobre uno de los procesos más relevantes de la modernidad: la
autonomización de las esferas de valor respecto del dogma religioso y
su implicancia en la consti- tución de los órdenes civil y científico.
El texto resultante como acontecimiento aislado impide,
metodológicamente, determinar su posicionamiento en el marco macro del
discurso social.1 No obstante y partiendo de
los resultados de una reciente historiografía local relativa a las
problemáticas
Una lectura lineal del texto, que a continuación se transcribe, revela una estructura en base a tres momentos: un diagnóstico general negativo de la reali-
*Escuela de Historia- Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades (CIFFyH) UNC.
1 Según M Angenôt (1998:21),
discurso social designa a la totalidad de la producción
Cuadernos de Historia, Serie Ec. y Soc., N° 5,
[ 201 ]
dad contemporánea, la descripción de un hecho puntual que sitúa localmente el diagnóstico anterior y la reacción del emisor frente a esos datos. Sin embargo, es posible un acceso más complejo al conjunto de representaciones condensadas en este testimonio, apelando a las herramientas metodológicas aportadas por el análisis del discurso. De allí que este trabajo se propone como un ejercicio de sistematización e interpretación de la información brindada por un documento singular; a partir de su caracterización como discurso político y la consideración de las condiciones de producción del texto, el nivel de la enunciación y la línea de sentido que lo atraviesa.
“Una lectura científica en la Universidad. Errores trascendentales de uno de los oradores”
Por doquiera que el soplo de la moderna revolución se llega y penetre, todo lo oscurece, lo trastorna, lo envenena, lo acaba. Entra en un gobierno de Estado? Luego sacude las bases y cimientos sociales, corta los nervios de la justicia, desflora la majestad de la Ley y del Poder, desenfrena todas las malda- des, aumenta impuestos, ejércitos, empleos, cárceles, burdeles, etc. Entra en el santuario de la familia? Todo lo destroza y mancha; rompe todo nudo de indisolubilidad: proclama el concubinato público y legal bajo el título de matri- monio civil; pervierte la educación e instrucción de los hijos; aprueba el divor- cio y la sucesión indefinita de matrimonios, es decir, de adulterios y concubina- tos, etc., etc.. Entra en la Universidad? Luego la descompone, le arrebata la diadema y el cetro de la Teología; le quita la coraza de la Lógica y la Metafísica, le desgarra el regal manto del conubio con la Iglesia, la despoja de sus alhajas que son los estudios clásicos; y la prostituye a todos los monstruos del humano delirio, como son el Materialismo, el Racionalismo, el Ateísmo, el Comunismo, la Simiolatría, etc., etc., etc..
Estos son los efectos ordinarios y constantes del soplo revolucionario, y así manifestando su origen, su carácter, sus aspiraciones, justifica la sentencia de la Iglesia Católica que lo ha definido soplo del infierno, enemigo de Cristo y de la Humanidad.
Ese soplo revolucionario si no ha entrado completamente, al menos se ha asomado en la Aula de la Universidad de Córdoba el día doce del corriente noviembre de 1876.
Un número considerable de señoras y señoritas, invadían aquella Aula tan grandiosa, de manera que apenas quedaron en el fondo dos bancas para los caballeros.
Esta debía ser la flor del auditorio para una Conferencia científica. En vano hubierais buscado allí, el Claustro, el Cuerpo Universitario, esa falange de es- clarecidos Doctores, criados en aquel santuario de sabiduría.
Arriba del Aula sentaban el Presidente de la República Señor Avellaneda, el Senador Sarmiento, el Rector de la Universidad Dr. Lucero, Dr. Canónigo Juárez, Catedrático.
Pero la selva de sombreros mujeriles que sobresalían y se agitaban como los yelmos de los antiguos Griegos y Romanos, encubrían y aplastaban aquella
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sombra de Presidencia Universitaria, y no figuraban sino las nuevas Minervas. Y quién era el Apolo, el Sol, que debía de lo alto de la Cátedra deslumbrar y arrebatar a tan respetable auditorio con los resplandores de la ciencia, con el
poderío de la elocuencia, con el encanto de la palabra, de la voz de la acción y de toda persona? Era el profesor de mineralogía.
Es el caso de hacer algunas reflexiones. Quién no deplora el desatino del Gobierno Nacional en regalar a la catolicísima Córdoba profesores anticatóli- cos?
No había en el mundo profesores católicos que pudiesen enseñar con honor las ciencias naturales en una Universidad Pontificia?
Tal vez el Gobierno Central tiene el propósito de descatolizar a nuestra Patria y República, introduciendo Maestras y Maestros anticatólicos, y costeán- dolos lautamente con la plata de los católicos? Sería un crimen de parricidio, sería la más abominable traición contra la patria; sería convertir nuestra patria en un abismo de discordias, de luchas, de desastres; sería pisotear todos los deberes, las promesas, los juramentos hacia la Religión y la Patria. Pero dejé- monos de este asunto al presente, y volvamos al Aula.
Luego que acabó la Conferencia, el señor Sarmiento salió de su rincón y fue a pararse al pié de la Cátedra, de frente a aquél conjunto de señoras y señoritas, radioso, perfumado, engreído.
No tengo duda de que el Senador con toda su cabeza de ex presidente, sintió descomponerse el cerebro, y se creyó hallarse en una de esas reuniones de Norteamérica, donde recogió tantos laureles que al fin y al cabo se recibió de Doctor en Michigan.
Y así como se le descompone el cerebro, no es extraño si tomando la palabra, dijo dislates y fruslerías que por el honor de la Patria deberían quedar- se en eterno silencio y que sin embargo, es provechoso hacer conocer.
Dijo pues que la hora de la emancipación de la mujer había sonado, y que las mujeres al par del hombre estaban llamadas a entrar en la senda de las ciencias, cursar en las Universidades, lucir en las Cátedras y gozar en la socie- dad de aquellos derechos que se deducen de la igualdad y la libertad. Y para que las señoritas no se desanimasen, añadió que no faltarían contradicciones por parte de los retrógrados y oscurantistas; pero, que nadie podría detener el empuje del progreso libertador de la mujer.
El Néstor Argentino sentado en su trípode apolíneo, arrojaba rayos de gozo y de altanería al dibujar el no lejano porvenir delante de su auditorio. Entonces, tuvo un arranque de su Apolo, y sentenció, que la lengua latina ya no era más necesaria; que la española y la francesa era el mismo latín perfeccionado; y que por consiguiente, los futuros Doctores y Doctoras no tenían que gastar la flor de la edad aprendiendo un idioma viejo, muerto, inútil.
Así habló el señor Sarmiento en el Aula de la Universidad de Córdoba; y nadie tuvo el valor o el gusto de protestar de algún modo contra tan funestos errores.
Pero la protesta que se encierra en todos los pechos de los Doctores y Sabios de Córdoba, se manifiesta hoy día en este artículo.
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Todos los Sabios confiesan que la civilización europea, y por consiguiente la americana también, es debida al Cristianismo.
Guizot, aunque Protestante, lo proclama altamente. Todos también recono- cen, que parte muy interesante de esta civilización, ha sido la rehabilitación de la mujer.
Los dos Príncipes de los Apóstoles en sus Epístolas, enseñan, que la digni- dad de la mujer cristiana no está en los preciosos y deslumbrantes adornos de la persona, sino en la modestia, sobriedad, retiro, silencio, y oración. Nos ense- ñan que la virginidad consagrada a Dios es un estado más noble que el matri- monio.
Nos enseñan que el matrimonio es un gran sacramento, y que las madres cristianas se hacen santas y veneradas con la sujeción a sus esposos y con criar buenos hijos. Nos enseñan que los que no están llamados divinamente a vida de castidad, deben tener cada uno su esposa.
Y la Iglesia Católica con esta doctrina celestial, con su caudal de gracia omnipotente por el curso de 19 siglos, ha cumplido su divina misión, sacando a la mujer del abismo donde yacía bajo el paganismo, y llenando el mundo de infinitas y admirables instituciones del bello sexo desde las Trappistinas en el desierto hasta las Hermanas en el campo de batalla.
Y con este sistema nunca han faltado a la Iglesia mujeres esclarecidas en literatura, en poesía, en matemática, en música, en moral, en teología, en polí- tica, en heroísmo.
Después que la mujer se halla así emancipada y rehabilitada por el Catoli- cismo he aquí los revolucionarios de hoy nos dicen y predican, que es preciso emancipar y ennoblecer a la mujer.
Y de qué modo? Con admitir a la mujer al goce de todos los derechos de la vida social, como el hombre; a votar en las elecciones, a cursar en las Universi- dades, a enseñar en las Cátedras, a curar y operar en los hospitales, y según algunos, a militar también en los ejércitos.
Y de donde van a sacar el modelo de la norma de esta prodigiosa revolu- ción de la mujer? De los países protestantes, donde la mujer en vano se debate entre las garras del protestantismo y del racionalismo que la devuelve en el primer abismo de degradación y desprecio.
En vano la mujer busca su nobleza e independencia en los estudios, en los empleos. Ella no podrá jamás cambiar ni su naturaleza física, ni las consecuen- cias del protestantismo y el ateísmo.
Los que nos vienen a predicar esta revolución de la mujer son reos de dos funestísimos errores.
Porque primero pretenden quebrantar las leyes que Dios Creador y Reden- tor ha sentado y sancionado con respecto a la mujer; y en segundo lugar, pretenden asimilar a la mujer de América del Sud con la de Norte América.
Y siendo así, como pudo aquel Doctor de Norteamérica ignorar o fingir de ignorar la inmensa diferencia física, moral, religiosa, civil entre la mujer de esta América y la del Norte?
Pero basta sobre esto y pasemos al otro dislate más intolerable todavía, sobre el latín. El señor Sarmiento no podía mostrar ni mayor ignorancia, ni
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mayor descaro. Insultó a la majestad de aquella aula Universitaria, donde por dos siglos había resonado el idioma latino de los labios de tantos esclarecidos doctores; y delante de aquel insulto yo no sé cómo se cubriría la cara de vergüenza la imagen de su Fundador y cómo no temblarían de horror las paredes y la bóveda. Insultó a todas las Bibliotecas que con tanto amor y cuidado conservan tantos millares de libros y volúmenes en latín.
Insultó al testimonio de todos los sabios del mundo, que tanto apreciaron y aprecian el latín. Insultó a la Iglesia Católica Latina, destinada por el todopode- roso a ser la heredera de aquel idioma que un día dominó al mundo. Insultó en fin, al Presidente de la República, al Rector Lucero, al auditorio, a nuestra patria, al colegio nacional, al seminario conciliar, donde hay enseñanza del latín pres- cripta y costeada por el Estado.
He aquí pues, como fue herida y profanada la majestad de nuestra aula Universitaria.
Errores inconcebibles fueron propalados aquel día por un hombre, que fue Presidente de toda la República, hoy es senador y mañana podría volver a la Presidencia.
Y cuándo será que se despierten los pueblos y miren por el honor y la salud de la patria?
Sólo nos conforta una cosa, y es el cuidado con que el Rector de la Univer- sidad, Dr. Lucero vela constantemente para que toda cuestión religiosa quede excluida, y nadie se atreva a turbar o empañar el sincero catolicismo de nuestra juventud estudiosa.
Siga pues el Sr. Rector con este cuidado por conservar el antiguo brillo de la Universidad de San Carlos; y la patria guardará en su pecho el nombre de él con imperecedero reconocimiento.
Un ciudadano cordobés
El Eco de Córdoba, 28 de noviembre de 18762
“Una lectura científica...”
es un texto susceptible de encuadrar en el campo del discurso
político; en primer término, porque él está explícitamente articulado
a las instituciones del Estado (Verón,1987); estructura de poder que,
por enton- ces, busca consolidarse bajo el esquema del Estado de
Derecho. Así y ante todo, el autor del texto se
2Documento reproducido en: Cátedra de Historia Argentina I, 2001:115
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opera como refutación o réplica que descalifica la opinión adversaria. Por otro, una forma de enunciación que simultáneamente construye los siguientes tipos de destinatarios: uno positivo, partícipe de las convicciones del emisor; otro negati- vo, portador del imaginario opuesto; y un tercero neutro, que se procura captar. A partir de aquella naturaleza y según sean los destinatarios, el discurso político cumple tres funciones esenciales: polemizar, reforzar creencias y persuadir. Final- mente, se trata de una intervención discursiva cuya pretensión hegemónica es vehiculizada a través de la prensa; institución ésta que materializa otro de los principios organizativos del moderno Estado de Derecho: la esfera pública. Se- gún el concepto de J. Habermas (1999), la misma refiere a una instancia de mediación donde la opinión pública, políticamente motivada, discute con el po- der sobre cuestiones socialmente relevantes. Precisamente, ella se construye en la práctica de la polémica y de la crítica dirigidas a incidir en las decisiones estata- les. De allí el valor instrumental de la prensa en el campo político; porque quienes aspirar a influir sobre tales decisiones apelan al público para generalizar sus pro- pias exigencias. A la vez que obligan al poder a exponerse ante esa tribuna, auto- comprendida como fuente de legitimidad y de consenso.
A partir de esta breve conceptualización como
discurso político, abordaremos “Una lectura
científica...” tras el objetivo de rescatar un momento
particular en la sensibilidad de quienes se sintieron amenazados por
el proceso de seculariza- ción, a causa de su identificación con un
horizonte
Condiciones sociales de producción del discurso
Éstas corresponden a un nivel de análisis en el que se ligan las significaciones de un texto con el contexto socio histórico específico, donde aquél se elabora. Implica la delimitación de marcos institucionales, aparatos ideológicos, coyuntu- ras políticas particulares, así como la materia que garantiza la circulación. (Gold- man, 1984)
a)Marco de contextos institucionales: El caso que nos ocupa exige contem- plar la interacción entre dos sistemas de relaciones; uno más general y concer- niente al Estado Nacional y otro específico relativo a la Universidad de Córdoba.
La construcción del Estado central argentino durante la segunda mitad del siglo XIX supuso un proceso cuya legitimidad emanaba, en gran medida, de un mandato constitucional. En éste se asignaba a dicho Estado un rol decisivo en tanto agente modernizador de una realidad nacional percibida como estructural-
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mente atrasada y diversa. Así, sobre fundamentos
enraizados en el liberalismo y la ideología del progreso, se activó un
movimiento secularizador que tendía a erigir al Estado en principal
articulador de la unidad colectiva. Esto para una sociedad, además,
proyectada sobre la base del trasplante de población extran- jera. La
creación de condiciones que aseguraran el cambio implicó, entre otras,
la intervención sobre áreas e instituciones hasta entonces custodiadas
por la Iglesia, todavía máxima autoridad que informaba las
regulaciones de la vida civil en general. De este modo,
correspondiente a las funciones de intervención jurídi- ca e
ideológica cultural del Estado, el educativo fue uno de los campos de
tensio- nes inevitables. La centralidad de la educación, en un debate
que se prolongó en el tiempo, como bien señala Silvia Roitenburd
(2000), obedeció a que incluía diferentes variables de la vida social:
el saber y sus premisas
El texto a analizar refiere, en general, a ese
proceso respecto del estadio superior de la enseñanza
3Sobre la relación entre el Estado Nacional y el papel de la ciencia moderna, en tanto instrumento político de articulación de una alta cultura que oficia como parámetro homogenei- zador de una sociedad diversa, ver para el caso cordobés: Tognetti, 2000.
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locales que se asignaron la representación de la
Provincia. En la coyuntura, cada instancia expresó uno de los polos de
la confrontación ideológica entre liberales y clericales; cuya
significación para los primeros, según interpreta W. Ansaldi
(1998:580), radicaba en la necesidad de introducir agentes
civilizadores
En lo inmediato, el acontecimiento que aquí nos
interesa está signado por la creación de la Facultad de Ciencias
Físico Matemáticas como área de la Univer- sidad
b)La
intertextualidad: Todo acontecimiento discursivo se produce
en un mar- co de permanentes intercambios, por lo que en sí mismo
supone una operación de reconocimiento de otros discursos que le son
previos. En nuestro caso, ese reconocimiento actúa en dos niveles con
funciones claramente diferenciadas. Uno más expuesto en la superficie
que recoge la alocución puntual de Sarmiento, cuyo contenido es
sucintamente descripto a los efectos de una posterior descali-
ficación. Precisamente, la mayor parte de “Una
lectura científica...” está destina- da a refutar las dos
tesis contenidas en aquellas palabras: la de la ampliación de los
derechos femeninos y la del anacronismo de los estudios clásicos.
Ambas se vinculan, a su vez, a tópicos emblemáticos del debate
ideológico relativos a los fundamentos del orden civil y a las
jerarquías del saber. El otro nivel remite al marco más amplio de
referencias del que el emisor extrae la legitimidad de su propio
discurso. Se trata, en términos de M. Angenôt
4Académico de origen prusiano que se desempeñó en Córdoba entre 1875 y 1888, Tognetti y Page, 2000: 52.
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“patentizar y condenar [`...] todas las herejías y errores que oponiéndose a nuestra Divina Fe, a la doctrina de la Iglesia Católica, a la honestidad de las costumbres y a la salud eterna de los hombres, han levantado a menudo grandes tempestades y cubierto de luto a la república cristiana y civil.
[`y oponerse] con apostólica firmeza a las nefandas maquinaciones de los hombres inicuos, que arrojando la espuma de sus confusiones, semejantes a las olas del mar tempestuoso, y prometiendo libertad, siendo ellos, como son, esclavos de la corrupción, han intentado con sus opiniones falaces y pernicio- sos escritos transformar los fundamentos de la Religión Católica y de la socie- dad civil, acabar con toda virtud y justicia, depravar los corazones y los enten- dimientos, apartar de la recta disciplina moral a las personas incautas, y muy especialmente a la inexperta juventud, y corromperla miserablemente, y hacer por que caiga en los lazos del error, y arrancarla por último del gremio de la Iglesia”5
Luego de explicitada su finalidad, la Quanta Cura se
organiza como una enumeración de opiniones
“que sea impedida y removida aquella fuerza saludable que la Iglesia Católica, por institución y mandato de su Divino Autor, debe ejercitar libremente hasta la consumación de los siglos, no menos sobre cada hombre en particular, que sobre las naciones, los pueblos y sus príncipes supremos”
Las opiniones impugnadas conciernen a diferentes
aspectos de la vida civil y remiten a variadas vertientes ideológicas,
aunque a todas se les reconoce una matriz común en el racionalismo. A
dicha enumeración sigue la prescripción de una tarea pastoral,
encargando a los obispos el reforzamiento de la piedad de los fieles;
por una parte, mediante la difusión de un repertorio de contenidos
sintéti- cos que ligan la felicidad de los individuos, los pueblos y
los estados a la supre- macía de la iglesia. Por otra, estimulando la
práctica de la oración y la penitencia a través de la concesión de una
indulgencia plenaria para todo el orbe católico. Adjunto a la
encíclica y complemento de ella, el Syllabus es un índice de 80
proposiciones
5“Encíclica
de Nuestro Santísimo P. Pío IX a todos nuestros Venerables Hermanos
Patriar- cas, Primados, Arzobispos y Obispos que están en gracia y
comunión con la Sede Apostólica”, Roma, 8 de diciembre de 1864,
tomada de la Colección de las
alocuciones consistoriales, encíclicas y demás letras apostólicas, con
la traducción castellana hecha directamente del latín, Imprenta de
Tejado, Madrid, 1865,
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do de Pío IX. Clasificadas, a su vez, en diez
categorías,6 al efecto de que los obispos
tuviesen de manera breve, impresa y “a la vista los
errores y perniciosas doctrinas reprobadas por su Santidad”.
En su conjunto, como ya se ha destaca- do (Recalde,
En “Una lectura científica...”, las huellas de aquel discurso rector se descu- bren, entre otros aspectos, en la lógica apocalíptica y argumentos que rigen la evaluación del mundo contemporáneo, la política educativa del gobierno nacio- nal en general y la anécdota protagonizada por Sarmiento. Tal perspectiva en- tiende que fuera del dogma se expande sin gradaciones el error, cuya naturaleza es intrínsecamente perversa. Al servicio de aquélla, una retórica profundamente sentenciosa y condenatoria parece recoger el mandato expreso en la Quanta Cura:
“En virtud de nuestra autoridad Apostólica, reprobamos, proscribimos y consideramos todas y cada una de las perversas opiniones singularmente men- cionadas en estas letras y queremos y mandamos que por todos los hijos de la Iglesia Católica sean absolutamente tenidas por reprobadas, proscriptas y con- denadas”
c)El soporte significante: Según E. Verón (1987), es la materia que determina las condiciones de circulación del discurso y, por lo tanto, opera como factor que incide sobre las estrategias discursivas. En nuestro caso, la prensa escrita, soporte que en sí mismo comprende restricciones de orden técnico y formal sobre el texto; como así un lenguaje adecuado a un público abierto y, en principio, inte- grado por la masa de alfabetizados. Sin embargo, conviene remarcar las singula- ridades del diario donde publica el Ciudadano cordobés, que agregan otras limi- taciones que actúan sobre un destinatario social y culturalmente situado. Como
61)
Panteísmo, naturalismo y racionalismo absoluto; 2) Racionalismo
moderado; 3)Indife- rentismo, latitudinarismo; 4) Socialismo,
comunismo, sociedades secretas, sociedades bíblicas, sociedades
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afirma S. Roitenburd
La enunciación
Conforme a E. Verón (1987), corresponde a un nivel de análisis del funciona- miento discursivo que, además de revelar las huellas de las condiciones de su producción, permite reconocer dos aspectos. Por un lado, el modo en que se construye la imagen del que habla y la de sus destinatarios, y los nexos con estos que aquél establece. Por otro, cómo se despliegan y adecuan los componentes –
7Desde el
abordaje de la prensa como campo cultural, P. Vagliente (2000)
argumenta que la estrategia de conciliaciones
8 En este orden, El Eco de Córdoba fue un decidido partidario de la censura de prensa en cuestiones que directa o indirectamente afectaran a la religión. En 1879, al editorializar contra el frustrado intento del gobernador Del Viso de regular la actividad periodística, se opuso al proyecto porque ”contra el que mina los cimientos de la sociedad atacando la religión, contra el que anarquiza propagando ideas deletéreas, no hay una sola disposición”, “Editorial”, El Eco de Córdoba, 28 de agosto de 1879, citado en: Chaves, 1997:30.
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descriptivo, didáctico, prescriptivo y programático- de todo discurso político a las funciones de polemizar, reforzar creencias y/o persuadir.
a)Lugar
del que habla: el enunciador se presenta
como un ciudadano cordo- bés, hecho éste
que supone una identidad recortada sobre una doble filiación.
Primero se trata de un sujeto pleno de los derechos
Desde el anonimato, ese ciudadano
cordobés asume, además, la representa- ción de todos
los Doctores y Sabios de Córdoba;
precisando así su identificación con un estrato concreto de la
sociedad local: la élite intelectual. Ésta es la que define, por
excelencia, el lugar del que habla, que es el del saber;
institucional- mente anclado en una universidad que precede a la
Nación liberal y reivindica su tradición local y pontificia. Ella es
concebida formando un orden tan legítimo, que toda alteración contra
el mismo se grafica en términos del delito: parricidio
o traición. Pese al deliberado
anonimato, se descubre, entonces, lo más relevante del perfil del
enunciador; esto es el de un católico clerical proveniente de la casta
doctoral provinciana, que canaliza la protesta de un interés
ideológico pero tam- bién corporativo. Dicha casta se aferra a un
concepto del saber como un dominio abarcativo
b)Los componentes del discurso: En el documento en cuestión se articulan fundamentalmente dos componentes del discurso político: el descriptivo y el di-
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dáctico. El primero supone una instancia en que se ejercita el diagnóstico, la constatación, el balance de una situación. Mientras que el segundo comprende la enunciación de principios generales, de fórmulas de verdad universal no cons- tatadas ni evaluadas.
El punto de partida es el supuesto general de una
realidad contemporánea a merced de una fuerza demoníaca: la moderna
revolución, estigmatizada por la Iglesia Católica como soplo
del infierno, enemigo de Cristo y de la Humanidad. Aquélla
implica la subversión perversa de un orden establecido y vertebrado
por el conjunto de instituciones
- El sospechado objetivo del gobierno nacional de descatolizar la patria contra- tando docentes anticatólicos.
-La
profanación del santuario de la sabiduría
-Los errores trascendentales de la alocución de Sarmiento.
En torno a estos tres hechos se despliegan argumentos que exhuman tres ejes básicos de preocupaciones que la política de secularización despierta en relación a la Universidad. Las mismas responden al interés de preservar un orden donde el
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conocimiento quede subordinado a la primacía del dogma católico y, por consi- guiente, sujeto a la supervisión de la Iglesia y al modelo escolástico. En segundo lugar, bajo esa exigencia de unidad ideológica del claustro, se reconoce el interés corporativo de una élite catedrática de origen local que ve peligrar sus posiciones ante la diversificación y ampliación de las áreas de conocimiento. Finalmente, se defiende el ámbito del saber como reducto exclusivamente masculino. Es desde estos tres tópicos problemáticos que se construyen la imagen del enunciador, la de sus destinatarios y especialmente las variantes del enemigo.
c)Los destinatarios: En el texto están presentes, aunque con diferente gravita- ción, los tres tipos que E. Verón (1987) distingue para el discurso político.
En primer lugar, aquél que comparte la creencia y
objetivos del enunciador – el
En cuanto al paradestinatario
Pero es a la construcción del contradestinatario donde el Ciudadano cordobés dedica mayor esfuerzo, a fin de alertar sobre las múltiples encarnaciones de un enemigo global. Por un lado, un gobierno nacional configurado como adversario, en tanto autor de una decisión primero atribuida a la falta de juicio o sensatez: el desatino de contratar profesores anticatólicos. Sin embargo, si ella obedeciera al deliberado propósito de descatolizar la patria, operaría un pasaje definitivo al campo enemigo. Estratégicamente, tal inclusión es dejada, ex profeso, en sus- penso para habilitar el posterior desplazamiento de ciertas figuras al terreno neu- tro del paradestinatario. De todos modos y al margen de los móviles, lo relevante es que a partir del cuestionamiento a dicha decisión se objetan facultades pro- pias del Estado nacional sobre una institución de su incumbencia; pero que sigue
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siendo percibida como eminentemente cordobesa y atada a los parámetros esta- blecidos en su fundación. Se desnuda así un conflicto propio del momento histó- rico, derivado de la consolidación de un Estado nacional que va expropiando funciones y controles a provincias y corporaciones.
Bajo el colectivo de profesores
anticatólicos se reduce a todo el nuevo elenco científico
docente, con el que el gobierno nacional pretende refundar el sistema
académico. Formados en las ciencias naturales y físico matemáticas,
ellos proce- dían de diferentes países del hemisferio norte
“Y quién era Apolo, el sol, que debía de lo alto de la cátedra deslumbrar y arrebatar a tan respetable auditorio con los resplandores de la ciencia (...)? Era el profesor de mineralogía”
Un dato llamativo es la omisión de toda referencia a la condición de extran- jeros de aquellos docentes; lo que puede indicar cierta concesión al ideario argen- tino del progreso y su postulación del inmigrante como agente de modernización. Sin embargo, sabido es que ésta es valorada principalmente desde su variable material y, en la medida que lo que está en discusión es el plano socio cultural, el Ciudadano cordobés no se priva del todo de visualizar un enemigo proveniente del exterior. Por ejemplo, cuando vincula la nacionalidad con alguna versión de la heterodoxia, señalando un contramodelo en los países protestantes y en espe- cial Norteamérica. Igualmente, su peligrosidad no se asocia tanto a una presen- cia local concreta, sino al influjo ideológico que ejerce sobre algunos dirigentes nacionales.
Por su parte, Sarmiento es presentado como la
personificación más taxativa del agravio y el error, aumentados por su
doble carácter de político e intelectual. En este aspecto, él es
devaluado con operaciones que sistemáticamente lo destie- rran del
plano de la sabiduría. Ellas no se circunscriben sólo a la
identificación lisa y llana de sus tesis con las falsas doctrinas;
involucran también al auditorio destinatario de su alocución
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fuentes de su ignorancia, perversidad o locura: Norteamérica. País éste donde los seres se debaten entre las garras del protestantismo y el racionalismo, y las jerar- quías y roles están subvertidos; quizá por ello Sarmiento alcanzó allí su título de doctor. De lo anterior se desprende que, en sí mismos, ni título ni grado acreditan conocimiento, si éste no se sostiene en la verdad católica.
La mujer moderna muestra, por fin, la última cara del enemigo. Apenas insinuada como realidad local, la construcción de su imagen sirve de herramien- ta sobre todo destinada a desautorizar el argumento sarmientino. Contramodelo del ideal católico, ese perfil femenino se diseña desde la idea de una nueva caída. Producida ésta por el desconocimiento de la propia naturaleza física e intelectual que condenan a una minoridad irreparable, atento a su carácter débil, corrompi- ble y de probable vehículo de perdición. Tal desconocimiento supone, además, el quebrantamiento de las leyes que Dios creador y redentor ha sentado y sanciona- do con respecto a la mujer. Invariables por su origen, aquéllas fijan un paradig- ma cuyos atributos específicos son: la sobriedad y la modestia, el retiro, el silen- cio y la oración.9 El ideal es entonces un sujeto que no se expone y tampoco habla por sí, para quien las leyes divinas también formulan dos roles posibles: la virginidad consagrada o el matrimonio igualmente consagrado.10 Ese orden que confina a la mujer a un territorio más bien privado y protegido, es el subvertido por el contramodelo según dos momentos del relato.
Primero, el de su insinuación local durante la conferencia, cuando se oponen al decoro y la sobriedad prescriptos, la ostentación de unos sombreros tan gran- des que casi no dejan lugar a los portadores genuinos del saber. A la modestia, un conjunto radioso, engreído y perfumado del que se desprenden emanaciones capaces de descomponer el cerebro masculino, sobre todo el predispuesto de Sarmiento. Al retiro, la invasión de un espacio por quienes no están autorizadas en virtud de su rol natural. Seguramente conciente de que este hecho está lejos de representar una amenaza social concreta, orientada a secularizar las relacio- nes de género, el Ciudadano cordobés despliega, antes que el lenguaje de la condena, el de la burla. Quizá más apropiado para cumplir la función descalifi- catoria de la figura de Sarmiento y de su discurso, negando previamente la cali- dad de su público. El segundo momento es cuando el contramodelo femenino, identificado como protestante y norteamericano, consuma la igualdad de dere- chos entre los sexos y la mujer culmina su invasión sobre los espacios públicos: el
9Tales son los atributos que San Pablo define para la mujer en su 1º Carta a Timoteo, C.2, versículos 8,9,10,11 y 12.
10 En este plano, el Ciudadano
católico se inscribe plenamente en la dominante del discurso
periodístico de la época, donde la mujer es incorporada como objeto de
reflexión sobre el cual se piensa y opina. Pero se trata de una
intervención netamente masculina y patriarcal que opera según una
doble lógica; esto es que estereotipa, construyendo un modelo ideal, y
estigmatiza la contrafigura. Sobre el particular véase: Daín y Otero,
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voto, el ejército. Y en especial, el conocimiento y sus aplicaciones: “cursar en las universidades, enseñar en las cátedras, curar y operar en los hospitales.” Estos son precisamente los signos de la nueva caída, que devuelven a la mujer al primer abismo de degradación y desprecio.
El aspecto semántico
En el texto subyace una línea de sentido que identifica la idea de cambio socio cultural con caos, degradación, perdición. Desde allí se dibuja una trayec- toria humana de progresivo e inexorable deterioro que va desde el presente al futuro, en oposición a un orden cristiano estable y orgánicamente estructurado. Tales imágenes se construyen a partir de nociones a las que se preasigna una carga axiológica cuya función es confrontar dos representaciones antagónicas de sociedad.
Así, en Una lectura científica...
se contrapone, por una parte, un deber ser, un orden legítimo,
donde el conocimiento
En las antípodas está el desorden de la moderna
revolución que supone, en la esfera del conocimiento, el
desplazamiento de los contenidos trascendentes por un criterio
utilitario y materialista. Hegemonizada por las ciencias positivas y
las lenguas vivas, cuyo dominio no depende de una filiación religiosa,
aquélla abre un espacio doctrinariamente diverso. Al mismo tiempo,
éste no se define necesa- riamente masculino sino que, por el
contrario, recibe a una mujer habilitada a actuar en la vida pública y
en otros terrenos, hasta allí vedados. Corolario, según el discurso de
Sarmiento, de los principios que rigen el orden civil y político
liberal
Cada uno de estos modelos se plasma en experiencias
históricas concretas. El primero en la civilización europea
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caída: el estudio, los empleos.
Sin duda, lejos de agotar el análisis del documento,
advertimos que el mismo da cuenta de diferentes órdenes de conflicto
que, dirimidos a nivel simbólico, constituyeron grandes tópicos en la
construcción del mundo moderno: Estado/ Iglesia, ciencia/religión,
relaciones de género. Sobre ellos trasmite una visión del momento
histórico
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