Introducir en la historia de la Arquitectura y el Urbanismo desafíos y propuesta desde la enseñanza en la segunda década del siglo XXI

Cristian Gabriel Terreno1

 

 

 

 

Resumen

 

Enseñar historia en un campo como la arquitectura y el urbanismo se presenta como una actividad desafiante, tanto por las características del propio campo (ocupado en la producción de espacios para albergar las prácticas sociales) como por las demandas de época que atraviesan el campo (mundo globalizado en crisis ambiental y con profundas desigualdades en el contexto latinoamericano).

La consideración de estos condicionantes y la propia especificidad de las relaciones entre historia y arquitectura en los ámbitos de enseñanza, demandan discusiones en profundidad para llevar adelante cambios en nuestras instituciones académicas. Como insumo para estos procesos de cambio se presenta aquí la propuesta académica de una cátedra de primer año de la carrera de arquitectura que introduce a los estudiantes en la historia del campo. La propuesta surgida de un concurso público para cubrir el cargo vacante de profesor/a titular, se lleva adelante desde 2017.

Si bien es solo un espacio curricular dentro de una estructura académica, al encontrase en el primer año y tener carácter propedéutico, permite presentar un abordaje del campo y de su relación con la historia que aporte a la construcción de un pensamiento arquitectónico crítico en los nuevos estudiantes. Para ello se inicia con un abordaje situado, donde desde las realidades de los estudiantes, construimos un primer abordaje al “Hoy y Aquí” con las problemáticas que lo atraviesan. A partir de allí proponemos los conceptos de cultura entendida a través del par dialéctico habitar-hábitat como marco de la arquitectura, la que es parte de la ciudad y del territorio. Nos enfocamos en los procesos de transformación del hábitat en el tiempo y a partir de allí proponemos un recorrido por una selección de períodos y casos de la historia para reconocer ciclos en las transformaciones del hábitat y derivas hasta el Hoy y Aquí.

 

Palabras clave: historia de la arquitectura; enseñanza; procesos de transformación del hábitat; ciclos

 

Abstract

 

History Teaching in architecture and urbanism is a challenging activity both because of the own field characteristics (basically focus on in the production of spaces to house social practices) and because of the current historical conditions (a globalized world in environmental crisis and with deep inequities in the Latin American context).

These contextual conditions and the particular relationship between history and architecture in education demand deep discussions to carry out changes in our academic institutions. As an input for these processes of change, here we present a teaching statement for a professorship that introduces students to the history of architecture in the first study year. The statement is part of a public competition for a vacant position and that we carried out since 2017.

Although this is only a professorship within a whole architecture curriculum, its propaedeutic nature allows initiating a relationship between students and history that could contribute to the construction of a critical architectural thinking. The conceptual framework presented in the teaching statement begins with a situated learning approach: students contribute with their realities and together we build a first approach to "Here Now" with its current problems. Starting from there, we propose the notion of culture as a dialectic pair of inhabit-habitat, where architecture is part of the city and the territory. We focus on the transformation processes of the habitat over time: from there we propose a journey through a selection of periods and cases in history to recognize cycles in the transformations and the ‘dérives’, a journey of some historical habitat component until "Here Now".

 

Keywords: architectural history; teaching; habitat transformation processes; cycles

 


1 Universidad Nacional de Córdoba. Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño.


 

 

Introducción

 

Enseñar historia en un campo como la arquitectura y el urbanismo, tan preocupado y ocupado en el hacer, ha sido siempre un desafío. Pero transcurrido el siglo XX, esta tarea adquiere características singulares: desde el propio campo hemos recorrido un camino donde pasado, presente y futuro han estado marcado por entusiasmos y desencuentros. Hasta las primeras décadas del siglo XX, frente a un mundo de cambios acelerados, la historia orientaba la producción arquitectónica a través de los estilos, lo que aportaban referencias históricas simbólicas con las que se podía operar de forma alternativa siempre que se siguieran las reglas de composición. El Movimiento Moderno abandonó el pasado y se lanzó de forma optimista hacia el futuro orientado por la brújula del progreso, a través de las rupturas que generaban las vanguardias y con el optimismo de construir un mundo mejor para un nuevo orden social. La Posmodernidad cerró la puerta del futuro y se centró en un presente continuo, conformista y hedónico, donde el pasado podía brindar referencias intelectuales o simplemente estéticas en un contexto pasatista.

Pero nos encontramos frente a un mundo diferente: desde inicios de la década del ’70 comenzamos a tomar conciencia de que el futuro se presenta escaso en recursos y con demandas latentes crecientes: la crisis ambiental nos desafía como participantes en la producción del hábitat humano desde la escasez de recursos como desde las desigualdades en la distribución de los mismos. El cambio climático ha comenzado hacerse presente entre nosotros, pero no afectando a todos de igual manera: algunos no serán afectados directamente, otros podrán generar estrategias de adaptación y muchos se encuentran en un estado de vulnerabilidad en función de la localización, el hábitat donde desarrollan sus vidas y los capitales sociales y económicos con los que cuentan.

Por otra parte, los modos de producción capitalista vienen desarrollando una estrategia de globalización, a partir de sus propias crisis y de los cambios políticos con la caída del Muro de Berlín en 1989, a la par de un desarrollo tecnológico que nos sumerge en una aceleración constante donde perdemos las relaciones con el tiempo y todo se convierte en instantes: el pasado es algo lejano y el futuro ya está a la venta en el nuevo teléfono móvil cuya pantalla ahora se pliega o donde es posible participar desde cualquier lugar de un evento en cualquier otro lugar a través de un streaming (voz anglosajona que explica un difusión en continuo a través del internet). Todo lo que puede ser comprado está en la red, incluidas la arquitectura y los espacios de la ciudad que puedan servir tanto para negocios como para el goce y la recreación.


En este contexto nos encontramos participando de instituciones de enseñanza superior como nuestra Universidad Nacional de Córdoba con más de 400 años de historia y que lideró transformaciones socioeducativas con la Reforma de 1918. Nuestra Facultad de Arquitectura fue fundada en 1954 con idearios del Movimiento Moderno y que llevó adelante en la década del ’70 experiencias innovadoras como el Taller Total. Con docentes al frente de las cátedras formados en las últimas décadas del siglo XX y con 2000 estudiantes ingresantes cada año, nacidos en el siglo XXI.

 

Rol de la historia frente a los desafíos contemporáneos de la arquitectura

 

¿Cuál es el rol de la historia, y junto con la teoría y la crítica en el campo de la arquitectura, atravesado en nuestro Hoy y Aquí con demandas de época provenientes del interior del campo (desde la crisis de la modernidad y la diversidad contemporánea en las formas de entender y hacer arquitectura) como desde los contextos (global en crisis ambiental y el latinoamericano con fuertes desigualdades sociales)?

Desde aquellas propuesta de origen centroeuropeo de la primera parte del siglo XX que la historiografía ha denominado Movimiento Moderno en el campo de la arquitectura, comprometidas con la producción vanguardista y la transformación social, hasta las producciones contemporáneas provenientes de los centros de globalización económica y cultural que entiende a la arquitectura como un consumo cultural, aparece la necesidad en nuestros contextos de retomar una serie de tópicos a considerar que redefinen el arco de trabajo de la actividad proyectual de la arquitectura, y que acercan al diseño a un servicio básico más cercano al ideario moderno.

Los espacios curriculares de las ciencias sociales integrados por la teoría, la historia y la crítica se presentan como espacios posibilitantes para aportar elementos conceptuales y metodológicos para fortalecer la capacidad crítica y dotar de espesor intelectual al proyecto (Mediondo et al. 2015). En palabras de Roberto Fernández permitiría hacer “emerger algo así como una conciencia ética del proyecto y, a la vez, un grado de matización de ese nudo que supone ser la confrontación de la civilización global y la cultura local” (2021b: 250).

Fernández propone interpelar el campo y los modos de enseñar para hacer arquitectura desde diferentes flancos: desde una sociología de las necesidades generales del hábitat y de las posibilidades prácticas de montar respuestas válidas y viables sin perder la especificidad disciplinar: ¿cómo pensar todo eso desde una perspectiva proyectual (o mejor: ético–proyectual)? También es necesario profundizar en la construcción de una cultura política: “Saber más sobre las condiciones de la marginalidad política y social de los escenarios latinoamericanos, lejanos en sus características del mundo central…la necesaria cultura política de un especialista que debe insertarse en cuadros complejos de necesidades que deben abastecerse con mucho ingenio y pocos recursos” (Fernández, 2021a: 249). Frente a la globalización mercantilista que atraviesa nuestras sociedades periféricas y que nos conduce hacia una crisis ambiental que cuestiona la continuidad de los procesos de construcción cultural de las generaciones futuras es necesario reconocer que:

 

Las reglas de mercado —aun en el seno de grupos sociales pobres— se han instituido ocupando los espacios emergentes del retroceso del Estado, pero sólo conociendo y no ignorando será posible disponer de una inédita plataforma formativa que aúne capacidad técnica, aptitud para desplegar modelos de gestión, conocimientos económicos y sociales, entendimiento de las crisis de sustentabilidad y la necesidad de afrontar ecoproyectos sensibles a territorios en crisis y también, pero no al final, habilidades estéticas, poéticas y comunicativas (Fernández, 2021a: 251).


Finalmente, es imperiosa la construcción de nuevas miradas que cuestionan el antropocentrismo construido desde Occidente y revise las relaciones con la naturaleza, superando la dualidad cultural-natural. Somos parte de una naturaleza altamente artificializada por nuestra construcción cultural, pero sólo a partir de reconocernos e integrarnos en las dinámicas naturales podremos construir una “segunda naturaleza” que nos cobije hacia el futuro.

 

Rol de la historia en la enseñanza de la arquitectura

 

En una sintética revisión de las propuestas curriculares para la enseñanza de la arquitectura del siglo XX podemos comenzar reconociendo la enseñanza de la historia que tenía como referencia a las escuelas de Bellas Artes del Siglo XIX. Allí la historia de la arquitectura se presenta como un repositorio sistematizado de tipologías tanto espaciales como de lenguajes, que una vez incorporados a la memoria de los estudiantes a través de alcanzar experticia en el dibujo mimético de referencias modélicas, estaba disponible para su uso y transformación. De esta forma frente a un futuro de cambios vertiginosos, la historia de la arquitectura presentaba referencias del pasado que aportaron seguridad los proyectos arquitectónicos para el presente. Esta forma de enseñar historia de la arquitectura comenzó a cambiar a inicios del Siglo XX. Stanford Anderson (1999: 283) reconoce un indicio de cambio cuando en 1903 Peter Behrens se hace cargo como director de la Escuela de Artes y Oficios de Düsseldorf (en alemán Kunstgewerbeschule) y contrata para la nueva propuesta de enseñanza a un joven historiador de arte Wilhelm Niemeyer. Este joven formaba parte de un equipo de investigación de la universidad de Dresden que indagaba sobre los aspectos esenciales de cada disciplina artística y compartió a Behrens su entusiasmo por las ideas de Alois Riegl, en especial del concepto de ‘voluntad artística’ (en alemán Kunstwollen). Se da inicio a una nueva relación de la historia con las búsquedas innovadoras de la arquitectura en las primeras décadas del siglo XX y que hoy reconocemos como el Movimiento Moderno. Ahora se buscará en el arte el apoyo para la enseñanza de la arquitectura, que busca romper con el pasado y proyectar un futuro superador a las miserias del mundo burgués que ha quedado en evidencia con la Primera Guerra Mundial. La referencia son las corrientes del arte que se encuentra en las búsquedas de caminos innovadores a través de las vanguardias, como una fuente de conceptos teóricos que den sustento a la innovación arquitectónica, referencias lo suficientemente abstractas para diferenciarse de la historia de la arquitectura como repertorio estilístico del siglo XIX.

A partir de la década del ‘50 volverán a aparecer los historiadores de la arquitectura en la enseñanza. La Arquitectura del Movimiento Moderno cuenta ya con marcos teóricos y sobre todo con suficientes concreciones que pueden servir de referencias para la enseñanza. Surgen así propuestas de enseñar casos paradigmáticos de lo producido y de lo que se está produciendo de una selección de arquitectura del Movimiento Moderno, siguiendo las diferentes orientaciones que proponen los arquitectos que se denominarán “maestros” de la arquitectura moderna.

Durante las décadas del ’60 y ´70 los avances en las ciencias sociales comenzarán a atravesar el campo de la enseñanza de la historia de la arquitectura, abriendo los límites disciplinares más allá del objeto arquitectónico hacia disciplinas como la antropología, la sociología y la economía entre otros campos. Las características materiales del objeto arquitectónico lo vinculan al mundo material y a las condiciones de producción explicadas por la economía política, así como también a la sociología, ya que la vida se desarrolla en espacios que permiten la reproducción social. La arquitectura como producto cultural lleva a la necesidad de reconocer a la historia de la arquitectura como un constructo intelectual, que requiere ser revisado con una distancia crítica para comprender sus implicancias: es necesario revisar el hoy y aquí para a partir de allí reconocer cómo se han construido los vínculos con el pasado y recién después pensar futuros. Se comienza


a generar una distancia entre los que enseñan historia de la arquitectura, con la crítica como componente indispensable, que recorren caminos largos y complejos de vinculación conceptual con el presente y el pasado, y aquellos que enseñan a proyectar en el “Hoy y Aquí”.

Por otra parte, la mirada crítica hacia el pasado desde el campo de la arquitectura apoyada en diferentes disciplinas de las ciencias sociales ha generado en las últimas décadas una diversidad de exploraciones, ricas en miradas con marcos conceptuales tomados de otras disciplinas, que para su enseñanza necesitan, a decir de Solá Morales (1995), de docentes cartógrafos, que puedan construir tanto para los estudiantes como para los profesionales del campo mapas orientadores, y agregaría también, que oficien de traductores, que hagan una sintética introducción a marcos teóricos y lenguajes ajenos al campo de la arquitectura.

Analizando proyectos académicos de cátedras en que participamos, en la bibliografía con la que trabajamos, en las estrategias didácticas que ponemos en acción, reconocemos así que se presenta una diversidad de enfoques herederos de estos modos de enseñar arquitectura en el siglo XX. Retomamos aquí la clasificación propuesta por Roberto Fernández, que revisando el estado del arte en el campo de la Historia de la Arquitectura y el Urbanismo reconoce, con la salvedad de que toda clasificación es una simplificación, enfoques frente a la Historia que denomina genealogistas, operativistas, críticos y postestructuralistas (Fernández, 2004).

La mirada clásica en la enseñanza de la Historia y de la Historia de la Arquitectura se ha vinculado a la tradición epistemológica de la filosofía que presenta estratos históricos de relativa autonomía, superpuestos y conectados en el tiempo, así como asociados a focos o áreas de cierta centralidad discursiva hegemónica, en nuestro caso la visión eurocéntrica. Esta mirada que Fernández denomina genealogista, fue cuestionada por el Movimiento Moderno en la primera parte del siglo XX proponiendo un enfoque a partir de:

 

de la operatividad de la historia en relación a legitimar o nutrir el contexto teórico de la proyectualidad a partir de la ejemplaridad de determinados ´maestros´, la posibilidad de imitarlos y así alcanzar calidad (pioneers, como intrépidos exploradores de fronteras en Pevsner) …los maestros servían como “espejo didáctico” para una relación fructífera entre prácticas exitosas y enseñanza neomimética del proyecto moderno. (Fernández, 2004: 47)

 

Hoy este enfoque se encuentra también cuestionado. La razón de este cambio Fernández la presume en, por una parte, de la deriva del interés socio-funcional (moderno) a la levedad comunicacional (pos-moderno) y por otra parte a cambios en los problemas específicos de la enseñanza-investigación de la historia de la arquitectura: Relativización de la comprensión enciclopedista de los programas de formación de grado, así como la moderación de la exhaustividad taxonomista con la que se presentaban los episodios históricos urbanos y arquitectónico.

Por un lado, desde una postura crítica, teóricos como Tafuri proponen una historia de la arquitectura como especificidad, rompiendo relaciones con el proyecto y participando mucho más activamente en la reconstrucción epistemológica de la disciplina, que desde la historia pueda expandir su territorio a cuestiones más amplias hacia la construcción de unas ciencias y prácticas-técnicas del hábitat y el habitar.

A partir de allí Roberto Fernández hipotetiza caminos superadores:

 

… trabajar más que en la identificación de estratos históricos de relativa autonomía, superpuestos y conectados en el tiempo, así como asociados a focos o áreas de cierta centralidad discursiva hegemónica – con argumentos de relativa efectividad descriptiva - en la indagación de derivas no solo manifestadas a lo largo del tiempo, sino relativizando aquella localización de corte eurocéntrico. (Fernández, 2004: 49).


Recupera aquí Fernández la propuesta de Guy Debord desde el situacionismo de la deriva como una caminata sin objetivo específico, que sigue la llamada del momento en busca de una reflexión a las formas de ver y experimentar la vida urbana.

El recorrido personal desarrollado en este mapa epistemológico complejo junto a la experiencia académica en nuestra institución como en otros espacios universitarios donde se enseña arquitectura y urbanismo, nos permite reconocer estos abordajes en diferentes propuestas de las que hemos participado con sus ventajas y desventajas, despertando motivaciones diferentes.

Consideramos que las visiones críticas son indispensables, en particular en contextos de crisis; las derivas permiten renovarnos, descubrir nuevos caminos a nuestros pies. Pero también es cierto que las construcciones genealógicas son fuertemente ordenadoras y lógicas en su estructura, así como la mirada operativita es entusiasmante para estudiantes y profesionales proyectista. En el fondo, más allá de la divergencia epistemológica de estas propuestas, cada una de ella nos acerca al abordaje del conocimiento desde la complejidad, como lo plantea Ernst Gombrich en la analogía de los espejos:

 

Si el estudio de la historia del arte es necesario porque las obras de arte reflejan de forma perfecta la cultura de una época, deberíamos añadir también que los espejos reflejarán los hechos diferentes sobre la época según desde el ángulo que los observemos o del punto de vista que adoptemos, por no citar la fastidiosa tendencia de los espejos a devolvernos nuestra propia imagen. (Gombrich 1969 2014: 99)

 

Una propuesta para introducir a la historia de la arquitectura

 

A partir de enunciar algunos de los desafíos del campo disciplinar de la arquitectura y de la enseñanza de la historia en dicho campo, se reconoce la necesidad de pensar propuestas curriculares integrales propias de un plan de estudio, así como también la “deconstrucción” de la cultura institucional con la que venimos trabajando para “coconstruir” propuestas superadoras para la práctica docente cotidiana. Pero frente a estos grandes desafíos institucionales, aquí presentamos un momento de oportunidad que es la renovación de cargo de profesor titular en una cátedra y la posibilidad de incorporar innovaciones en la estructura curricular existente a partir de un proyecto académico.

Se presenta a continuación algunos aspectos de la propuesta académica para el espacio curricular de Introducción la Historia de la Arquitectura y el Urbanismo entendido como un intersticio desde donde poder aportar a las transformaciones en la enseñanza de la Historia en el complejo campo de la Arquitectura contemporánea, usufructuando la posibilidad de trabajar con estudiantes ingresantes, gran parte de ellos entusiasmados por el nuevo campo al que están adentrándose, así como con un equipo docente altamente calificado predispuesto a los desafíos pedagógicos.

El proyecto académico fue diseñado en 2016 y puesto en marcha a partir de 2017, con ajustes permanentes propios de la práctica pedagógica en contextos de masividad y de incertidumbre, en particular en estos tres últimos años.

 

El contexto institucional de la propuesta

 

Las reflexiones aquí desarrolladas surgen desde un espacio académico dentro de la enseñanza de la Carrera de Arquitectura en la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad Nacional de Córdoba (FAUD-UNC): la cátedra de Introducción a la Historia de la Arquitectura y el Urbanismo “A”.


La propuesta curricular vigente del área de Ciencias Sociales de la Carrera Arquitectura de la FAUD-UNC explicitada en Plan de Estudios 2007, propone cuatro cursos obligatorios de Historia durante los cuatro primeros años de la carrera. En el primer año se propone un espacio de carácter propedéutico: Introducción a la Historia de la Arquitectura y el Urbanismo que busca realizar un enlace entre contenidos históricos previos de los estudiantes con los específicos de la disciplina (la ciudad y la arquitectura), abarcando desde los primeros asentamientos urbanos hasta la actualidad.

Los cursos de segundo, tercer y cuarto año abordan la historia de la arquitectura con un orden cronológico y de corte eurocéntrica (desde Grecia Clásica hasta el siglo XX, primero en Europa y en el último curso aterrizando en Latinoamérica). Se agregan en el quinto materias opcionales propuestas por docentes como Conservación y Recuperación del Patrimonio, Historia Crítica de la Arquitectura Latinoamericana, Sociología, Historia, Arte y Arquitectura y Crítica de Arquitectura y Proyecto como investigación.

Los cursos en la FAUD-UNC son masivos, en particular los de primer año. El promedio total de alumnos al inicio del curso es de 1100, de los cuales regularizan alrededor del 50%. El equipo docente se organiza en 7 comisiones en dos turnos. De estos datos se puede observar principalmente una relación docente/alumno inadecuada (más de 1/90 al inicio con un fuerte desgranamiento 1/50 al cierre del ciclo), en función de una carga horaria de 3 horas semanales.

Por otra parte, los ingresantes presentan una gran diversidad de recorridos educativos, con experiencias formativas diferentes y por lo tanto bagajes culturales construidos desde estrategias educativas que van desde el modelo individualista enciclopedista de origen decimonónico hasta el más actual de integración social hacia la ciudadanía. Esto se refleja en los niveles de información, en la capacidad de relación, así como en la capacidad de asociar conocimiento realidad. Se suma a ello sus experiencias también diversas con la arquitectura y la ciudad, provenientes de diferentes regiones argentinas y desde pequeñas localidades hasta nacidos y crecidos en la misma ciudad de Córdoba. De esta forma los niveles de información son muy dispares, las capacidades de relacionar y conceptualizar se presentan no suficientemente desarrolladas, lo que en muchos casos se presenta como un obstáculo al definir los umbrales sobre los cuales iniciar el aprendizaje en un área.

 

El enfoque de la propuesta académica

 

Un abordaje desde la complejidad

 

Introducir a estudiantes universitarios en un nuevo campo (el urbano-arquitectónico), recuperar saberes previos e incorporar nuevos y operar con ellos para a partir de allí construir pensamiento, requiere reconocer la complejidad de las construcciones conceptuales sobre lo real (Morin, 2002) y partir de allí proponer una estrategia de abordaje coherente. Se suma a ello la mirada crítica ambiental que desde la década del ´70 plantea la necesidad de reconocer una finitud de recursos en el Planeta y de la apropiación desigual de los mismos por parte de los diferentes grupos sociales. Las evidencias de desequilibrios en los procesos de transformación (uso de los recursos y su distribución), alcanzan en las últimas décadas un nivel que permite afirmar que estamos frente a una crisis ambiental planetaria que pone en cuestión la idea de progreso, hasta poner en riesgo la supervivencia de la propia humanidad.

Por otra parte, desde una visión del Hoy y Aquí, desde Latinoamericana emerge la crítica al proceso de Colonización Española, así como la posterior dependencia económica con los países capitalistas del hemisferio norte. Se busca por este camino, por una parte, reconstruir la historia previa a la llegada de los


españoles a América, así como explicar las transformaciones y la supervivencia de las culturas precolombinas hasta la actualidad, y la dependencia económica e ideológica desde el siglo XIX hasta la actualidad.

Por ello se propone un camino que parte de un abordaje situado: entender la realidad compleja desde el estudiante, “su” realidad, el presente - el “Hoy y Aquí” y sus problemáticas.

A partir de allí, con las realidades de los estudiantes en los talleres, se propone comprenderlas desde una concepción amplia de la cultura, donde el habitar y el hábitat representan su desarrollo en el tiempo y a partir de allí hacer foco en el campo específico: los procesos de transformación del hábitat en la historia.

Para ello se retoma la organización del tiempo desde el enfoque tradicional en edades propuesto por Christoph Cellarius, pero la especificidad de los procesos de transformación del hábitat como realidad material requiere revisar/complementar las organizaciones que aporta la historia occidental, por ejemplo, considerando las diferentes duraciones de los componentes del hábitat. Por ello se opera sobre la organización en edades a partir de la mirada situada y de las transformaciones del hábitat proponiendo el concepto de ciclos históricos y derivas hasta el “Hoy y Aquí”.

Finalmente, el carácter situado, la mirada cultural y procesual del hábitat buscan aportar al alumno fundamentos para una comprensión crítica, ya no de “su” realidad, sino de la realidad compleja de la cual es parte como ser histórico.

 

El enfoque cultural: el hábitat y el habitar como conceptos operacionales

 

Partimos de una concepción amplia de la cultura como: “Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.” (RAE, 2014), un modo que una sociedad interpreta, transmite y transforma la realidad, pero que como plantea Rodolfo Kusch (1976) en ese concepto de “modo” están implicados las dos formas de existencia humana: el “ser” y el “estar” en el mundo y por lo tanto cultura como pensamiento y acción:

 

Una cultura tiene en su esencia, su razón de ser en algo que es muy profundo, y que consiste en una estrategia para vivir, que un pueblo esgrime con los signos de su cultura. Cultura es una política para vivir. Todo lo que se da en torno a una cultura como ser la costumbre, el ritual mágico, la producción literaria, incluso la tecnología o la ciencia tiene que responder a esa estrategia para vivir aquí y ahora. Ahí no valen las universalidades. Es el mundo de lo particular.

El modo de ser de una cultura no sólo se comprende totalmente a nivel consciente. La totalidad de la cultura abarca un margen de irracionalidad del modo de ser, ya que es ‘porque si’, porque ‘mis padres fueron así’, ‘porque es costumbre’. Se trata de lo opuesto a `ser’ o sea de un ‘estar aquí’… de modo que la cultura implica la búsqueda de ser y por otro la resignación a estar. (Kusch 1976: 23)

 

En esta concepción de la cultura, el campo de la arquitectura y de la ciudad con su complejidad e hibridez ontológica (espacio-vida, forma-dinámica, fijos-flujos) se integran en una escala más general que entiende a la cultura como la relación entre el habitar y el hábitat:

 

Hábitat alude a la trama relacional de la vida humana esencial al desenvolvimiento y realización de la existencia, gestada en la relación indisoluble entre: seres, espacios y tiempos. Involucra la construcción simbólica, material, funcional y social del espacio, desde las distintas formas del habitar, como campo de encuentro entre lo social, la socialidad y la individualidad (sociedad, etnias e individuos). Reconocer hábitat desde el habitar implica pensarlo desde la diversidad de sujetos individuales y colectivos, sus habitantes, con sus sentidos existenciales, móviles e intereses, necesidades, vacíos, movimientos, recorridos, expresiones, usos y materializaciones (Echeverría et al. 2000: 15)


 

De aquí se derivan una serie de dimensiones de análisis y sus variables que se proponen a los estudiantes como herramientas conceptuales para recuperar conceptos previamente aprendidos del campo del hábitat y nuevos del habitar que requieren ser incorporados como parte de la introducción al campo urbano- arquitectónico.

De esta forma proponemos en este espacio introductorio a la historia de la arquitectura y el urbanismo, el concepto de hábitat como construcción cultural que contiene a la arquitectura y la ciudad como partes. Y como construcción cultural es resultado de procesos de transformación que en el “Hoy y Aquí manifiestan características críticas entendidas como problemas ecológicos (recursos limitados y escasos), problemas de apropiación entre los diferentes grupos sociales, así como problemas que atraviesan la existencia humana como sujetos históricos (alienación, cosificación, etc.).

 

Los Procesos de Transformación de Hábitat

Desde el “Hoy” buscamos acercarnos al pasado para entender el habitar y el hábitat contemporáneo atravesado por las problemáticas reconocidas.

Los acontecimientos históricos son una referencia, pero no nos permiten comprender los procesos, en particular los procesos de transformación del hábitat, con sus etapas, sus desarrollos y rupturas.

Entendemos como proceso a las relaciones entre distintos hechos históricos, organizados en un relato que busca explicar las transformaciones por las que atraviesan las sociedades humanas. Estas relaciones temporales se refieren a las conexiones que pueden establecerse entre dos o más fenómenos históricos (causa-consecuencia-causa); a los procesos de transformación de una sociedad (cambio); a aquello que permanece a lo largo del tiempo (continuidad); y a la confluencia y coexistencia de diversos sucesos o procesos históricos en un mismo tiempo (simultaneidad).

 

El tiempo

Una de las tareas claves del historiador es organizar el tiempo: primero como tiempo cronológico de carácter continuo, lineal, sobre el cual se distingue el tiempo histórico con los procesos y las relaciones temporales. Si nuestro objetivo es comprender y explicar los procesos de transformación del hábitat debemos profundizar en las diferentes conceptualizaciones del tiempo y sus relaciones.

Nuestro objeto de estudio se centra en los procesos de transformación que los grupos sociales (desde el Habitar) desarrollan en el tiempo “construyendo el “hábitat humano”, el cual analizamos en diferentes escalas (desde el territorio a los objetos pasando por la ciudad y la arquitectura).

Por lo tanto, es indispensable que nos formulemos la pregunta: ¿Qué es el tiempo? Sin pretender introducirnos en el campo de la filosofía o de la física que nos llevaría por caminos interesantísimos, pero que superan este espacio, vamos a establecer primero tres conceptualizaciones: el tiempo absoluto, el tiempo relacional y el tiempo de los objetos.

(a)     El tiempo absoluto: En una primera aproximación al tiempo desde una dimensión de carácter más objetivo, lo podemos definir como: “Magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro, y cuya unidad en el sistema internacional es el segundo”. (Diccionario RAE, 2014)

Es el tiempo matemático, físico-matemático, el que medimos a través de instrumentos (relojes), es el tiempo que se mide en unidades y que como plantea Ferrater Mora en su diccionario de filosofía: “es el resultado de la necesidad en que se halla la vida (entiéndase aquí el hombre, los grupos sociales, las sociedades) de dominar pragmáticamente la realidad”. (Ferrater Mora, 1991)


Este tiempo es continuo, homogéneo e ilimitado (no tiene ni inicio ni fin) y se lo denomina absoluto. Se lo representa con una línea de tiempo dividida en intervalos regulares (años, décadas, siglos, milenios). Se lo representa a través del dios griego “Khronos” o el romano “Saturno”, un dios masculino dotado de alas (el tiempo “vuela”) y con algún instrumento que le permite medir el paso del tiempo.

(b)    El tiempo relacional: Desde una mirada del habitar podemos entender el tiempo como: “Una experiencia que desarrollan los sujetos individualmente y como grupos sociales… es el tiempo vivido y por lo tanto es el tiempo de la conciencia.” (Ferrater Mora, 1991).

La primera relación que establecemos los seres vivos con el tiempo nos lleva a reconocer la finitud: la vida se inicia, transcurre en diferentes etapas de crecimiento y desarrollo, y en una etapa de la vida reconocemos que se nos termina el tiempo… la vida culmina con la muerte. Esta conciencia del tiempo finito, con diferentes etapas de desarrollo podemos reconocerla en todos los seres vivos, proceso que en las ciencias naturales se denomina entropía o degradación de la energía.

Pero paralelo a esta conciencia de finitud podemos reconocer la continuidad: si bien somos finitos, la reproducción permite continuar la vida través de ciclos: del fruto de un árbol surge la semilla que permitirá el nacimiento de un nuevo árbol, de la fecundación de un óvulo por un espermatozoide surgirá un nuevo ser que continuará la estructura genética humana a través de un bebé, que se transformará en un niño y después en un adulto.

Este tiempo relativo, heterogéneo, de etapas de diferente duración, de rupturas y de continuidades se lo denomina relacional y se lo representa en ciclos, con etapas de desarrollo, rupturas y continuidades.

El dios griego “Aion” representa esta idea del tiempo relativo, con una figura rodeada por las diferentes etapas de la vida del hombre, los signos del zodíaco y una serpiente que lo envuelve en un helicoide donde es difícil distinguir el inicio y el fin.

Las diferentes formas de organizar el tiempo que se vinculan a los ciclos naturales son el reflejo de esta conciencia de etapas, continuidad y rupturas: organizamos el día en etapas (mañana, mediodía, tarde, noche) a partir de los cambios en la presencia del sol y usamos como instrumento el reloj solar para medirlo; organizamos el año en estaciones en función de los cambios en la radiación solar y su impacto en los ciclos vitales (primavera, verano, otoño e invierno) o en meses en función de la influencia de la luna en la vida en la tierra (ciclos lunares: luna creciente, llena, menguante, nueva). Los calendarios que ordenan estas divisiones integran la visión del tiempo absoluto con la del tiempo de los ciclos vitales. Para algunas culturas precolombinas como “la maya” que se desarrolló en Centroamérica entre el S. VIII a.C., y el S XIV, el carácter cíclico del tiempo es dominante: la observación del movimiento de los astros, los ciclos de la naturaleza a partir de ellos (Sol y Luna principalmente), llevaron a complejos cálculos matemáticos para representar la dinámica del tiempo que permita entender la repetición/recurrencia de los fenómenos. Esto llevaba a planteos muy difíciles de entender para nosotros como occidentales: el pasado para los antiguos mayas esta delante de ellos, lo podían ver y reflexionar sobre él, mientras que el futuro estaba detrás de ellos, no lo podían ver ni analizar. Pero como el tiempo tiene carácter repetitivo, desde la cosmovisión maya, a medida que logramos mayor precisión en analizar y medir el tiempo, mejor podremos reconocer las recurrencias que se van a producir en cada ciclo en el futuro.

(C) El tiempo de los objetos: Finalmente, el tiempo aparece como una propiedad de las cosas:

“como duración de las cosas sujetas a cambio” (Ferrater Mora, 1991). A esta propiedad se la denomina temporalidad de los objetos. Fernand Braudel (2007) ha investigado este tema en


profundidad proponiendo una clasificación para el análisis histórico en cortas, medias y largas duraciones. Las cortas duraciones se corresponden a los acontecimientos históricos políticos o científicos (batallas, cambios de gobierno, descubrimientos técnicos, etc.). Tienen fechas de referencia claras que usamos frecuentemente para ordenar el tiempo. Las medias duraciones se relacionan con cambios en las organizaciones sociales (por ejemplo: aparición de un nuevo grupo social o una institución). Finalmente, las largas duraciones que se corresponden a procesos largos, asociados a formas de transformar el territorio y a las cosmovisiones que las sostienen. Largas duraciones se vinculan por ejemplo al desarrollo de Europa Occidental desde los fenicios, pasando por los griegos, los romanos en la Edad Antigua y después los árabes alrededor del Mar Mediterráneo, siendo el agua el espacio de conexión (desde el comercio hasta las creencias religiosas).

Desde nuestro objeto de estudio, los procesos de transformación del hábitat, proponemos distinguir cuatro tipos de duraciones que denominaremos temporalidades del hábitat:

-    Temporalidades cortas asociadas a los objetos que tienen una vida útil limitada y que en la contemporaneidad su duración es cada vez más corta. Concretamente nos referimos a duraciones de años, no superando dos o tres décadas. Entrarían en esta categoría los mobiliarios y equipamientos urbanos como así también cierta arquitectura comercial o de exposiciones que tiene una vida efímera o muy acotada.

-  Temporalidades medias: las asociamos a la arquitectura, entendida como edificaciones que para el mercado inmobiliario pueden durar alrededor de 30 años, pero cuya duración a través de procesos de mantenimiento duplica o triplica dicha cantidad de años y que con procesos de recuperación, restauración o reciclado pueden superar varias centurias.

-  Temporalidades largas: se vinculan a componentes urbanos como el trazado y con él la definición de amanzanamientos, espacios públicos y límites cuya huella en el territorio requiere enormes esfuerzos para su transformación. Aquí también se pueden contabilizar infraestructuras como rutas, trazados ferroviarios o de canales de conducción de agua o infraestructuras eléctricas.

-  Finalmente existen temporalidades muy largas que se asocian a procesos del territorio natural cuyas modificaciones se rigen por leyes geológicas, climáticas o ecológicas en general (antiguos cursos de agua, zonas de movimientos sísmicos o de procesos vulcanológicos, etc.) y que, aunque el hombre intente modificarlas a través de la técnica, difícilmente pueda evitar su aparición periódica.

 

Los Ciclos

 

Asociados a estos conceptos de procesualidad y vitalidad del campo urbano-arquitectónica es que se propone organizar el análisis histórico por Ciclos.

La historia occidental se ha construido desde el Iluminismo asociada a la idea de progreso donde el tiempo se presenta como una flecha que avanza hacia el futuro. Pero la mirada situada y crítica a partir de la crisis ambiental en la que nos encontramos, cuestiona esta idea. La lectura de los procesos de transformación en la historia nos muestra complejizaciones, crisis y vueltas a estados previos como la vuelta a la vida rural desde finales del Imperio Romano hasta el siglo VIII y IX. La destrucción de la capital azteca Tenochtitlán y su sustitución por la ciudad española capital del Virreinato de Nueva España, ha significado un deterioro progresivo de las condiciones ambientales del hábitat de la meseta mexicana (escasez de agua para el consumo, inundaciones, pérdida de suelo agrícola productivo y de biodiversidad acuática).

El concepto de ciclos en la Historia ha sido propuesto por diferentes autores que ponen énfasis en el carácter relacional del tiempo en los procesos históricos. Pero también es motivo de numerosas críticas, ya que se lo


entiende como procesos que se cierran en sí mismo (como el origen griego de la palabra lo propone: del griego kiklos, círculo y por extensión movimiento circular) y que tienen un carácter repetitivo.

La propuesta de aplicarlos a los procesos de transformación del hábitat surge desde la ecología, de la biología y la demografía. Un ejemplo de ellos son las propuestas de Peter Turchin (2013-2018). La idea de ciclos supera la idea de circularidad, pero sí la de recurrencias, y se asocian a procesos de entropía y neguentropía. Así la imagen para superar la representación lineal del tiempo estaría más cerca de la campana de Gauss en las estadísticas que de un círculo euclidiano.

 

La propuesta de los ciclos de transformación del hábitat

 

Entendemos a un ciclo como proceso de transformación del hábitat donde se detectan procesos de complejización creciente de los componentes del habitar y del hábitat y de sus relaciones, así como crisis que ponen en cuestión el proceso de complejización alcanzado previamente. Por lo tanto, no es solo un proceso donde se presenta progreso, avances, sino también rupturas y retrocesos.

Específicamente para entender las transformaciones del hábitat propondremos a los estudiantes una serie de procesos:

-          procesos de cambio profundo que denominaremos revoluciones,

-          desarrollos entendidos como complejizaciones,

-          procesos de crisis entendidos como desequilibrios,

-          con rupturas con las formas de transformar previamente o nuevos equilibrios y de esa forma nuevas continuidades.

La reconstrucción de esta secuencia de procesos nos permitirá construir la validación de la propuesta teórica de los ciclos de transformación del hábitat como una forma de entender las transformaciones en el pasado, pero también como forma de entender las posibilidades hacia el futuro y de esta forma romper con la idea de progreso indefinido o de fatalismo catastrófico.

En primera instancia proponemos en carácter de hipótesis dos ciclos para entender el “Hoy” y el “Aquí” desde Latinoamérica con eje en los procesos de transformación del hábitat, tomando como referencias de origen/cambio de ciclo: la fecha de referencia es 1492 con la llegada de los españoles a América.

A partir de esta fecha nos remontamos a las primeras transformaciones culturales para construir el hábitat humano en el Neolítico organizado en aldeas: emerge así el Ciclo de los Orígenes con dos recorridos: la América Precolombina y Occidente.

En América Precolombina analizaremos las primeras manifestaciones de un hábitat urbano: la cultura Caral en el Valle del río Supé, en el actual Perú (-3.000 a. C). De allí reconoceremos como la máxima complejización en el desarrollo del hábitat manifiesta en Mesoamérica con la cultura Maya: finalmente abordaremos la complejidad del hábitat de los Aztecas y en territorio de Sudamérica con la cultura Inca que integra más de

4.00     años de culturas desarrolladas alrededor de los Andes. De esta forma se busca representar la diversidad en los procesos de construcción del hábitat que se enfrentarán a la cultura occidental a partir de 1492.

En Occidente realizaremos el recorrido desde la revolución urbana en las Culturas Fluviales del Cercano Oriente (Mesopotamia y Egipto), la complejización del hábitat en las culturas clásicas (Grecia Clásica y Roma imperial) con la aparición del espacio públicos, las infraestructuras y los equipamientos urbanos, alcanzó la mayor complejización en las transformaciones del hábitat en la Antigüedad en el siglo I en el Imperio Romano con Roma como capital con una población alrededor del millón de habitantes. La crisis del Imperio y los cambios culturales a partir de las migraciones que darán inicio a la Edad Media nos conducirán a la ruralización del hábitat en el Feudalismo. En el siglo XI reconoceremos el resurgimiento urbano en Europa Occidental, así como también la crisis del siglo XIV.


Desde 1492 hasta el Hoy y Aquí retomamos la propuesta de organizar el tiempo en Modernidad y Contemporaneidad, pero los relacionamos con la historia Latinoamericana. Proponemos así a los estudiantes como hipótesis:

-          El ciclo del hábitat de la Modernidad europea y la colonización americana (S. XV. al S. XVIII) donde desde una nueva cosmovisión basada en la ciencia y en el capitalismo, se desarrollaron transformaciones del hábitat, acotadas en Europa y de forma profunda y generalizada en nuestros territorios americanos, donde se invisibiliza la diversidad precolombina para desarrollar una experiencia de homogeneización cultural que Fernández (1998) denomina como el Laboratorio Americano.

-          El ciclo del hábitat contemporáneo (del S. XIX hasta el Hoy y Aquí) La Revolución Industrial y la Revolución francesa iniciarán un proceso de transformación profundo, primero del hábitat europeo y después del americano y mundial, presentando frecuentes crisis: en el S. XIX la Revolución de 1848 o las Epidemias, la más extendida la de cólera, en el S.XX la destrucción masiva causada por las dos Guerras Mundiales hasta la crisis ambiental contemporánea, que ponen en duda la premisa positivista de progreso indefinido.

A partir del análisis de los procesos de transformación del hábitat en diferentes etapas y con análisis de casos de ciudades americanas y europeas y la vinculación con el Aquí y Ahora, les permitirá a Ustedes, como estudiantes, confirmar o desconfirmar la validez de la hipótesis de los ciclos aquí propuesta.

 

Las Derivas de las transformaciones del hábitat hasta el Hoy y Aquí.

Comencemos recuperando el significado del sustantivo “deriva” partiendo de la acción “derivar”. Uno de los significados que registra el diccionario de la Real Academia española es: “Traer su origen de otra cosa “y el sustantivo es definido como: “Evolución que se produce en una determinada dirección” (RAE, 2014), aunque explica que tiene una connotación negativa, de tal forma que estar a la deriva es estar sin rumbo. El concepto de deriva que surge de esta propuesta que tiene como objeto de estudio la cultura, en particular del hábitat, surge de la relación que tenemos desde el Hoy y Aquí tanto con el pasado, al cual recurrimos buscando explicaciones como con el futuro que nos demanda soluciones creativas a los problemas que nos atraviesan. Así nos dirigimos al pasado en un camino más o menos ordenado, buscando salvar las distancias históricas que nos separan, por ejemplo, de la cultura azteca en la meseta mexicana previa a la llegada de los españoles a América. Nos separan de los aztecas una cosmovisión diferente a la nuestra, con instituciones y prácticas que hoy ya no existen, e intentamos analizar el hábitat por ellos construido a través de las memorias tangibles/físicas/materiales, así como de documentos (escritos y gráficos), buscando al final poder reconstruir el Hábitat y la vida que se desarrollaba en ese periodo histórico.

Pero para no quedarnos en el pasado o dejar el pasado congelado, en una cápsula y al final terminar olvidándolo, vamos recorriendo un camino de vuelta hacia el Hoy y Aquí, camino donde aparecen los problemas actuales demandándonos soluciones para el futuro o sea la necesidad de pensar y diseñar futuros. Es allí donde la cultura azteca y su capital Tenochtitlán “derivan” hacia el “Hoy y Aquí”. Por ejemplo, nos permiten entender cómo es posible que una ciudad, para nosotros habitantes del siglo XXI, puede ser más que una aglomeración de edificios que albergan residencias y actividades comerciales, industriales o de servicios y la circulación entre ellas. Tomando como deriva Tenochtitlán, la ciudad puede ser una combinación, una urdimbre de lo urbano con lo rural, donde la producción agropecuaria se da dentro de la ciudad a través de las “chinampas”. De esta forma podremos superar la mirada higienista que desde el siglo XIX asocia predominantemente el verde en la ciudad a las actividades recreativas y pasar a entenderlo como un verde productivo que nos acerca al contacto de los ciclos de la producción de alimentos y a los ciclos de


la naturaleza en general (fotosíntesis, oxigenación, ciclos de agua, ciclo de nutrientes, etc.), o sea nos permite acercar nuestras manos y pies a los procesos naturales, en el fondo a la “buena vida” y además nos permite el abastecimiento de alimentos frescos.

¿Y por qué la palabra deriva es la más apropiada para explicar este recorrido entre el pasado, el Hoy y Aquí y los futuros posibles? Porque el camino de vuelta entre los Aztecas del S. XV a nuestro “Hoy y Aquí” no es un camino directo; por el contrario, es un recorrido complejo que no tiene un rumbo prefijado, sino que el rumbo lo construiremos desde las problemáticas actuales, argumentando ideas y conceptos a partir del pasado y explorando futuros posibles.

De esta forma podemos argumentar y explorar derivas del entramado entre lo urbano y la producción agropecuaria que existieron en Tenochtitlan con sus chinampas, en propuestas tan diversas como ciudades con huertas en barriadas populares como Rosario con el proyecto de agricultura urbana (2011) o en sofisticados proyectos como París 2050 de Vincent Callebaut (2015) a partir del concepto de “Ciudad Inteligente” (en inglés Smart City).

Otro significado sugerente del concepto deriva es el que proviene del francés, donde la palabra dérive significa desarrollar una caminata sin objetivo específico, usualmente en una ciudad, que sigue la llamada de lo que cada uno siente, experimenta en un momento. Existe una corriente de pensamiento dentro de la psicogeografía liderada por el filósofo francés Guy Debord (1958) denominada situacionista que plantea la necesidad de revisar, de reflexionar sobre las formas de ver y experimentar la vida urbana. Así, en vez de ser prisioneros de una rutina diaria, Guy Debord plantea seguir las emociones y mirar las situaciones urbanas de una forma nueva, radical: aquí aparece el concepto de deriva como una forma de dejarse llevar por la dinámica urbana y vivenciar la ciudad de una manera desestructurada: una propuesta interesante que sugerimos como práctica a los estudiantes, pero que no es la que desarrollamos en la propuesta, ya que en nuestro caso la argumentación de las relaciones es clave para darle coherencia a la deriva del pasado hacia el Hoy y Aquí.

 

Reflexiones a modo de cierre

 

La propuesta se viene poniendo en acción desde 2017. Si bien reconocemos que la complejidad que presenta es un desafío para la práctica docente en contextos masivos como el de la FAUD-UNC y con estudiantes con niveles heterogéneos, consideramos que abre puertas a un pensamiento histórico complejo donde se traman relaciones entre el presente, el pasado y los futuros posibles y se inicia el recorrido en un pensamiento crítico en el campo del hábitat.

Este proceso se refuerza a partir de la integración con la materia troncal del currículum vigente en la carrera, que es Arquitectura I. Allí se desarrolla la actividad proyectual y desde Historia de la Arquitectura y el Urbanismo participamos en dos instancias: al inicio cuando se analiza el barrio y hacia el cierre, en las etapas de desarrollo del anteproyecto. En la primera etapa nosotros introducimos en el análisis del barrio del proyecto los conceptos instrumentales para analizar la cultura desde el habitar-hábitat, así como los conceptos de memorias y problemáticas (ecológicas, sociales y humanas); se pone en juego primero la mirada situada, su experiencia del barrio como estudiantes y a partir de allí introducimos miradas y conceptos del campo. En la última etapa, con el proyecto en desarrollo, introducimos la crítica a partir de revisar la tarea proyectual que se encuentran desarrollando los estudiantes a la luz de la crisis ambiental (el último proceso que aborda la materia antes del cierre) y los compromisos para una forma de transformar el mundo más sostenible a partir de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), en particular el número 11 sobre Ciudades Sostenibles.


El compromiso con la mirada crítica desde Latinoamericana se presenta aún tímida en el desarrollo de la materia. La historiografía eurocéntrica con la que nos formamos, los materiales didácticos con los que trabajamos son algunos de los obstáculos que nos desafían año a año, para ser deconstruidos y reordenados, para enriquecer la mirada que pone foco en comprender nuestro pasado y nuestro Hoy y Aquí de manera situada, compleja y entusiasmante para pensar futuros que ofrezcan un buen vivir.

 

 

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