La enfermedad como obra de arte en La seƱora Dalloway
y en los escritos autobiogrĆ”ī±cos de Virginia Woolf
Malena Brenda Ferranti Castellano
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Estudiante de Letras, Facultad de FilosofĆ­a y Humanidades,
Universidad Nacional de CĆ³rdoba, Argentina
malena.fcastellano@gmail.com
Recibido abril 2023, aprobado junio 2023
Resumen: entendemos que, en la novela La seƱora Dalloway (1925) de Virginia
Woolf, el personaje de Clarissa encarna una postura hacia la existencia donde
sostiene el impulso de vivir a costa de la presencia irremediable del dolor.
El personaje de Septimus, por su parte, se inclina a ceder a la muerte como
huida de un mundo incapaz de ser un refugio. La lectura de la obra, a la luz
de esta aproximaciĆ³n dual hacia la vida que encarnan dichos personajes y
de una selecciĆ³n de diarios y cartas de Woolf, nos permite pensar la idea de
enfermedad que se trasluce entre los textos autobiogrĆ”ī±cos y el texto ī±ccional.
En este trabajo, nos proponemos indagar desde una perspectiva comparada
la idea de enfermedad que se traza entre los personajes mencionados de La
seƱora Dalloway y la enfermedad que narra Woolf en una selecciĆ³n de textos
autobiogrĆ”ī±cos. A partir de ello, planteamos la hipĆ³tesis de que la enfermedad
aparece cargada de tƩcnicas estetizantes que la dibujan como una obra de
arte en estos escritos.
Palabras clave: Virginia Woolf, enfermedad, belleza, lenguaje, estilo.
IntroducciĆ³n
La seƱora Dalloway, cuarta novela de Virginia Woolf, sale a la luz en 1925. Hasta
ese momento, en la vida de Virginia estaban presentes tanto los episodios de
debilidad relacionados al padecimiento de depresiĆ³n, cambios de humor y
crisis nerviosas, como los perĆ­odos de bienestar y felicidad vinculados muchas
veces con la escritura. Junto a esta inestabilidad, un elemento constante
a lo largo del tiempo era la bĆŗsqueda de un estilo personal en sus textos.
Parafraseando a la autora, luego de El cuarto de Jacob (1922), Woolf siente que
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Con aval del Lic. Francisco Salaris, Universidad Nacional de CĆ³rdoba, Argentina.
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PreferirĆ­a no hacerlo
Nota al margen
Facultad de FilosofĆ­a y Humanidades
Universidad Nacional de CĆ³rdoba
Vol. I NĀŗ 1 | enero-junio
ha comenzado a descubrir la manera de decir algo con su propia voz. Gran
parte de esta voz distintiva estĆ” relacionada con el desarrollo de su estilo,
donde aparecen tĆ©cnicas como el monĆ³logo interior o el estilo indirecto
libre, que conforman una parte relevante de su narrativa.
En relaciĆ³n con la presencia de la enfermedad en su obra, entendemos
que representarla habilita a Woolf a expresar aquello que llama la ā€œconfusiĆ³n
de su propio espĆ­rituā€; es decir, una indagaciĆ³n o una apertura hacia la
exploraciĆ³n de la naturaleza humana. AdemĆ”s de constituir material literario
para la novela, la enfermedad tambiƩn estƔ presente en sus diarios, esta vez
como un elemento directamente vinculado con su experiencia vital. Esta
vivencia de la enfermedad que padece Woolf atravesarĆ” la obra ī±ccional
que abordaremos, de tal manera que permitirĆ” atisbar una dimensiĆ³n
autobiogrĆ”ī±ca en dicha novela. Al mismo tiempo, la escritura, a la vez que
parece ser aquello que traslada a Virginia Woolf hacia un estado mƔs cercano
a la dicha, tambiƩn admite la oportunidad de reconstruir la vivencia de la
enfermedad con una amplia fuerza expresiva o una densidad que facilita el
lenguaje.
A propĆ³sito de La seƱora Dalloway, en sus apuntes Woolf anota
rĆ”pidamente: ā€œquiero explorar la locura y el suicidio. O mejor: una comparaciĆ³n
de cĆ³mo lo ve una persona cuerda y cĆ³mo lo ve un locoā€ (Woolf, 2021, p. 174).
MĆ”s adelante aī±rma: ā€œme planteo escribir sobre los personajes como si fueran
paisajes. Evitar como sea la personalidadā€ (2021, p. 177). En este sentido, nos
proponemos explorar cĆ³mo Woolf ā€“no solamente en su novela sino incluso
tambiĆ©n en ciertos fragmentos de sus diariosā€“ combina ambos elementos,
la enfermedad y la literatura, de tal forma que dibuja a la primera con cierta
utilizaciĆ³n del lenguaje que termina por construir un estilo particular. En un
primer apartado, exploraremos la representaciĆ³n de la enfermedad que Woolf
desarrolla en sus diarios y, en un segundo momento, veremos cĆ³mo aparece
en La seƱora Dalloway. Nos concentraremos, para ello, en los personajes de
Septimus y de Clarissa.
Las tƩcnicas estetizantes en la enfermedad de los diarios
En los diarios de Woolf, la expresiĆ³n escrita de su propio malestar estĆ”
impregnada, en determinadas ocasiones, de la utilizaciĆ³n de recursos
literarios como la metĆ”fora. En junio de 1929, escribe: ā€œme he sumergido en el
gran lago de la melancolĆ­a. Ā”SeƱor! Ā”QuĆ© profundo es! SĆ³lo puedo mantenerme
a ī²ote del agua trabajando ā€¦ Cuando dejo de trabajar me deslizo a lo mĆ”s
profundoā€ (Woolf, 1953, como se citĆ³ en Forrester, 1988, p. 123). A partir de
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la lectura del texto ā€œVirginia Woolf: el vicio absurdoā€ de 1973, escrito por la
crĆ­tica francesa Viviane Forrester, y del estudio ā€œEl simbolismo del agua en las
novelas Al Faro y Las olas de Virginia Woolfā€ de Gabriela Ughi
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, podemos decir
que esta selecciĆ³n lĆ©xica vinculada con el agua en Woolf es un procedimiento
corriente y que estĆ” relacionado con el ī±n de generar correspondencias entre
el estado de la conciencia enferma y la experiencia en los espacios de agua.
Las sensaciones en estos dos elementos de la metƔfora son de profundidad,
oscuridad, incomunicabilidad y, fundamentalmente, potencialidad de muerte.
En otro fragmento, la cama (lugar donde reposa siempre la enfermedad)
ingresa a este mismo espacio metafĆ³rico: en la entrada del 23 de septiembre
de 1925, leemos ā€œporque aĆŗn sigo siendo anī±bia, ahora en cama, ahora
levantada; y en parte para saciar mi picazĆ³n de escribirā€ (Woolf, 2003, p. 111).
AdemƔs, el momento de escritura es, nuevamente, aquello que la desplaza
hacia la superī±cie.
La descripciĆ³n del dolor de Woolf, entonces, no se agota en la
captaciĆ³n de lo inmediatamente visible; es decir, la expresiĆ³n de la vivencia
de la enfermedad no se limita a la enumeraciĆ³n de sĆ­ntomas, a construir
una representaciĆ³n del sufrimiento que es solamente cansancio, desĆ”nimo,
irritaciĆ³n o cambio de temperamento. Lejos de aquello, el trabajo con juegos del
lenguaje expande la experimentaciĆ³n de la enfermedad hacia otros espacios
como el agua. AsĆ­, la enfermedad ya no es simplemente un estado de malestar
del organismo, como tampoco el agua es tan solo una sustancia quĆ­mica: en la
pluma de Woolf, ambos se funden de tal forma que la enfermedad transcurre
como una vivencia con dimensiones poƩticas. El malestar, del mismo modo,
aparece como una sucesiĆ³n de imĆ”genes de sumersiĆ³n, ahogamiento, caĆ­da
en lo profundo, en un abismo o en la oscuridad.
En el ensayo De la enfermedad (1926), Woolf plantea que, durante la
enfermedad, la experiencia del mundo del enfermo cambia. En dicho estado,
la razĆ³n y el juicio dejan de ser dominantes, como podrĆ­an serlo en el hombre
sano. Para el enfermo, la observaciĆ³n de los objetos y las circunstancias de
la realidad revelan matices particulares. Woolf ejempliī±ca esta operaciĆ³n: en
la enfermedad, mirar las ī²ores ya no es solamente verlas como un elemento
de la naturaleza, sino que su contemplaciĆ³n lleva al enfermo, y tambiĆ©n
al poeta, a percibir la pertenencia de los hombres a un mundo donde la
muerte es inevitable y, por lo tanto, donde la experiencia de la vida se vuelve
incomprensible. Entendemos que, con una operaciĆ³n similar, las imĆ”genes
del agua y las caracterĆ­sticas fĆ­sicas de este elemento abren en Woolf una
manera de contemplar y de escribir la enfermedad; el malestar le permite, a
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Profesora de la Universidad Nacional de Mar del Plata
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su vez, percibir este carĆ”cter simbĆ³lico del agua. Woolf encuentra en el agua
ā€œlo que estĆ” mĆ”s allĆ” de su signiī±cado superī±cialā€, deduce de ella ā€œlo demĆ”s ā€¦
que el poeta ha esparcido en su pƔgina para evocar un estado de Ɣnimo que
ni las palabras pueden expresar ni la razĆ³n discernirā€ (Woolf, 2014, pp. 46-47).
Este estado de percepciĆ³n que abre la enfermedad empuja al enfermo, como
lo es Woolf, hacia la poesĆ­a.
Las tƩcnicas estetizantes en la enfermedad de La seƱora Dalloway
La seƱora Dalloway (1925) es una novela donde Woolf explora la enfermedad
ligada a la locura en el personaje de Septimus, veterano de guerra. Ya en sus
diarios, la autora declara su intenciĆ³n de representar en el texto la manera en
la que alguien enfermo y alguien sano observan el mundo. Entendemos que,
a lo largo de la obra, la enfermedad de Septimus adquiere caracterizaciĆ³n y
profundidad, no solamente a travƩs del contraste con el personaje de Clarissa
sino, tambiĆ©n, a partir de las tĆ©cnicas de narraciĆ³n que Woolf emplea y que
otorgan a la representaciĆ³n del malestar un carĆ”cter estĆ©tico, en tanto que
detrƔs de ella operan procedimientos estilƭsticos como el despliegue del
monĆ³logo interior, el ī²uir de la conciencia o el estilo indirecto libre. De
hecho, el viernes 17 de octubre de 1924, en relaciĆ³n con La seƱora Dalloway,
Woolf escribe ā€œen este libro practico el arte de escribir; ejercito mis escalas;
sĆ­, y hasta me propongo ciertos efectosā€ (Woolf, 1954, p. 71).
La tĆ©cnica del monĆ³logo interior le permite al narrador sumergirse en
primera persona en la interioridad de los personajes, explorar su imaginaciĆ³n,
sus recuerdos, emociones, sensaciones e intuiciones, mientras que el estilo
indirecto libre implica (con el uso de un narrador en tercera persona) que el
punto de vista narrativo se concentre en el interior de la mente del personaje
a la vez que narra lo que le sucede. En La seƱora Dalloway, ambas tƩcnicas
se mezclan de tal manera que la expresiĆ³n de las Ć­ntimas experiencias
emocionales de los personajes adquiere gran profundidad. Al mismo tiempo,
entendemos que este procedimiento es la respuesta de la autora a negarse a lo
que ella entiende como la personalidad, es decir, la caracterizaciĆ³n reducida
a la descripciĆ³n de elementos superī±ciales, como rasgos fĆ­sicos.
En el caso del personaje de Septimus, es la sumersiĆ³n en su intimidad
afectada por el estado de locura lo que permite representar la percepciĆ³n
de la realidad del enfermo; es decir, hundirse en su interioridad y desplegar
desde ella una descripciĆ³n de lo observado a travĆ©s del narrador, a la vez que
se caracteriza el funcionamiento de la enfermedad en el personaje. En un
fragmento de la novela, a partir de estas tƩcnicas, leemos las impresiones de
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Septimus enfermo en relaciĆ³n con el mundo exterior: en este caso, la plaza
donde estĆ”n sentados Ć©l y su esposa. La narraciĆ³n nos permite considerar
un matiz de su locura: el hecho de que el malestar le genera a Septimus
una sensibilidad ante lo que Ć©l admira como belleza. Cuando el personaje
cree estar recibiendo seƱales (evidencia de la enfermedad), se conmueve y
se estremece como si estuviese frente a una obra de arte. En este punto, la
narraciĆ³n describe la percepciĆ³n de Septimus que lo lleva a conmoverse: ā€œla
excitaciĆ³n de ver los olmos elevĆ”ndose y cayendo, elevĆ”ndose y cayendo con
todas sus hojas iluminadas y el color adelgazando y engrosando del azul al
verde de una ola vacĆ­a, como penachos de cabezas de caballosā€ (Woolf, 2012,
p. 26). A las tƩcnicas narrativas se les suma el estilo de lenguaje sensorial que
recuerda a una imagen impresionista, donde la percepciĆ³n de los colores y
la luz se revela como una apreciaciĆ³n subjetiva del medio externo. Siguiendo
nuevamente las ideas expuestas por Woolf en el ensayo De la enfermedad,
entendemos que es a partir de su estado de locura que Septimus revela en su
interior la experiencia del mundo con impresiones cercanas al arte pictĆ³rico
(como hemos visto) y a la poesĆ­a lĆ­rica, si tenemos en cuenta que un rasgo
propio de esta es ā€œla subjetividad, ya que el poeta nos hace partĆ­cipes de su
interioridad, de su visiĆ³n personal de la realidadā€ (Ughi, s.f., p. 3).
La enfermedad de Septimus adquiere mayor densidad y caracterizaciĆ³n
al complementarse y contrastar con el personaje de Clarissa. Entendemos
que es posible relacionar y cotejar la interioridad de ambos y, por lo
tanto, sus percepciones de la realidad, a travĆ©s de la tĆ©cnica del ī²uir de la
conciencia que el estilo indirecto libre permite. El 30 de agosto de 1923, fecha
comprendida dentro del periodo de escritura de La seƱora Dalloway, Woolf
anota en su diario: ā€œexcavo hermosas cavernas detrĆ”s de mis caracteres; con
ello creo lograr exactamente lo que quiero; humanidad, ingenio, profundidad.
El objetivo es que las cavernas tendrĆ”n que comunicarseā€ (Woolf, 1954, p.
64). La narraciĆ³n se traslada, como el ī²uir de una corriente de agua, de una
conciencia a otra, de tal manera que se logra una caracterizaciĆ³n profunda
de los personajes; esta se funda, principalmente, en la exploraciĆ³n de sus
ideas, sentimientos o percepciones interiores. En relaciĆ³n con el personaje
de Clarissa, Woolf declara en sus diarios que busca matizarlo a partir de
la percepciĆ³n que tienen otros personajes de ella; percepciĆ³n a la que se
accede mediante las tƩcnicas narrativas que hemos descrito anteriormente.
Entendemos que sucede de manera similar con la densidad del personaje
de Septimus, que, al ubicarse junto al de Clarissa, adquiere espesor en su
interioridad y viceversa. Todo esto contribuye, nuevamente, al objetivo de
Woolf de negarse a la caracterizaciĆ³n superī±cial de la personalidad, para
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inclinarse hacia la construcciĆ³n de los personajes desde su estilo particular y
otorgarles, asƭ, ademƔs de humanidad y hondura, un carƔcter estƩtico.
En las primeras pƔginas de la novela, Lucrezia, esposa de Septimus,
sentada junto a Ć©l en un parque, recuerda una recomendaciĆ³n del mĆ©dico:
debĆ­a hacer que Septimus se interesara por las cosas externas a Ć©l. Entendemos
que la enfermedad mental de Septimus tiene su base en el impedimento de
sentir el dolor por la guerra y la muerte de Evans, su compaƱero en el frente;
imposibilidad que lo induce a casarse con Lucrezia mƔs por impulso que
por voluntad. El hecho de no poder sentir tiene sus raƭces, ademƔs, en los
modos de vivir de su entorno, caracterizados por la compostura, la dureza,
la impasibilidad, el aceptar frĆ­a y racionalmente la muerte en la guerra. Los
mĆ©dicos que atienden a Septimus aī±rman que nada le sucede, o bien que
la soluciĆ³n a su problema serĆ­a entregarse a los placeres vacĆ­os de la vida
burguesa. Quien se abandona a estos entretenimientos y preocupaciones
burgueses, por otro lado, es Clarissa. Su dĆ­a gira en torno de la preparaciĆ³n
de la ī±esta y de mantener las relaciones con otros seƱores y seƱoras. Sin
embargo, detrĆ”s de esta inercia, en Clarissa hay una sensaciĆ³n de vacĆ­o
que la emparenta con Septimus. A sus 50 aƱos, ella vive el presente, pero al
mismo tiempo se escapa de Ć©l y se traslada a su juventud, a los recuerdos del
pasado que despiertan sus arrepentimientos y la pregunta sobre el sentido
de sus decisiones, de su matrimonio y de cĆ³mo ha construido su vida. La
vejez, la soledad, el paso del tiempo y la pregunta por su identidad emergen
inevitablemente en Clarissa a lo largo del dĆ­a. Como reacciĆ³n a esta angustia,
la ī±esta es una manera de recuperar la vitalidad en el ī²ujo de lo cotidiano y
otorgarle a la vida el sentido de su continuidad.
La vida es intolerable tanto para Clarissa como para Septimus y
ambos sienten miedo ante ella. Sin embargo, la conclusiĆ³n de los dos diī±ere.
Septimus encuentra la respuesta al no poder sentir, que lo lleva a la angustia,
al dolor y al sufrimiento, en su propia muerte; para Clarissa, la ī±esta funciona
como una ofrenda, todo lo que ella puede ofrecer ante la existencia que es, en
su perspectiva, un desperdicio, una pena. Al reī²exionar sobre cĆ³mo se deja
llevar, cĆ³mo se arrastra por la corriente del proceso de vivir, Clarissa evoca
un fragmento de Shakespeare: ā€œno temas mĆ”s el calor del solā€. El calor del
sol es una de las sensaciones que Septimus nota cuando, en cierto momento
sentado en la plaza, siente recuperar en sĆ­ mismo la vida. Sin embargo, es
un instante breve que seguidamente es reemplazado por el miedo. Antes de
suicidarse, el narrador extrae de la interioridad de Septimus que ā€œno querĆ­a
morirse. La vida era buena. El sol calienteā€ (Woolf, 2012, p. 152); a pesar de
ello, para Septimus la vida es inaguantable. De esta manera, entendemos
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que, gracias a las tĆ©cnicas narrativas como el ī²uir de la conciencia ā€“que nos
traslada desde la intimidad de un personaje hacia la de otroā€“, el sufrimiento
de Septimus adquiere una mayor cantidad de matices. La enfermedad
mental no solamente proviene del trauma de la guerra, sino que tambiƩn es
el resultado de no poder adaptarse a vivir en un mundo terrible y en una
existencia sufriente, de no ser capaz de dejarse arrastrar por la cotidianidad
para sobrevivir como sĆ­ lo hace Clarissa, aunque el peso del pasado, de los
arrepentimientos y de la incertidumbre siga ocupando lugar en ella, al igual
que lo hace en ciertos personajes que asisten a la ofrenda que es la ī±esta.
ConclusiĆ³n
En abril de 1925, Woolf escribe: ā€œextraƱo que, con toda mi vanidad, no haya
depositado hasta ahora gran fe en mis novelas, ni las haya considerado como
expresiĆ³n de mĆ­ mismaā€ (1954, p. 77). Es posible rastrear las correspondencias
entre su propio malestar y el que pone en palabras en La seƱora Dalloway. La
oscilaciĆ³n entre la vida y la muerte que representan Clarissa y Septimus es la
misma que Woolf expresa en sus diarios en relaciĆ³n con ella misma; incluso
admite que la escritura de los episodios de locura en la novela es complicada
de afrontar. Las imĆ”genes relacionadas con el agua y la sumersiĆ³n ā€“metĆ”foras
que envolverƔn a la autora hasta el punto de concederles un alcance material,
cuando se sumerge en el rĆ­o en 1941ā€“ estĆ”n presentes en la novela. Por ejemplo,
mientras estĆ” con Lucrezia, Septimus contempla el suicidio al encontrarse a
la orilla de un rĆ­o.
Si en los diarios y en la novela coincide el esbozo de una enfermedad
con caracterĆ­sticas similares que, podemos indicar, estĆ” relacionada con las
ī±ltraciones autobiogrĆ”ī±cas que presenta La seƱora Dalloway, un elemento
que tambiĆ©n converge en ambos textos es la belleza. Ya sea con la utilizaciĆ³n
de recursos poƩticos o con el desarrollo de tƩcnicas narrativas de estilo, la
enfermedad se despliega con una escritura y un lenguaje que estilizan su
apariciĆ³n.
Referencias
Forrester, V. (1988). Virginia Woolf: el vicio absurdo. Editorial Ultramar.
Ughi, G. (s.f.). ā€œEl simbolismo del agua en las novelas Al Faro y Las olas de
Virginia Woolfā€. Universidad Nacional de Mar del Plata.
Woolf, V. (1954). Diario de una escritora. Editorial Sur.
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20
Woolf, V. (2003). Diario de una escritora. Editorial Fuentetaja.
Woolf, V. (2012). La seƱora Dalloway. Editorial Losada.
Woolf, V. (2014). De la enfermedad. Editorial Centellas.
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