enunciados, elaborados en el contexto de la actividad humana, y que se
conguran a través de un tema, un estilo verbal y una composición (Bajtín,
1982, p. 248). El personaje de la princesa es un elemento recurrente de la LIJ
y la tensión entre lo didáctico y lo estético es una constante en el devenir
del género. De ese modo, consideré que esto formaba parte de la memoria
genérica de la LIJ y lo didáctico era un estilo, en términos bajtinianos, que
si bien ha sufrido cambios en la historia (por ejemplo, los valores a enseñar
han mutado según los contextos sociohistóricos), ciertos rasgos tenían cierta
estabilidad y podían ser identicados.
Ahora bien, me encontraba con el desafío de cómo pensar teóricamente
lo didáctico en la LIJ y estaba convencida de que tenía que encontrar el
concepto que mágicamente me iba a ayudar. Pude darme cuenta de que, en
vez de esperar la magia, podía recurrir a textos que había estudiado en la
carrera. En Enseñanza de la Literatura, leímos a distintas autoras como Díaz
Rönner, Montes, Andruetto, Bajour y Carranza quienes teorizan sobre la
literatura infantil y lo formativo. Estos aportes me resultaron claves, pues sus
lecturas y los diálogos en la materia fueron los que me motivaron a plantear la
problemática. En los escritos de algunas de estas pensadoras, como Andruetto
(2009) y Carranza (2006), pude ver que se mencionaba con frecuencia al
lósofo Jorge Larrosa y sus ideas con respecto a la lectura literaria. Leí su
libro La experiencia de la lectura: estudios sobre literatura y formación (2003),
y encontré una mirada que me pareció muy potente para pensar la literatura
en la infancia y cierta “pedagogía dogmática” de ciertas formas de abordar
este arte.
En las conversaciones con Florencia, pude reexionar acerca de cómo
este didactismo se encontraba relacionado con ciertas representaciones de la
infancia. Asimismo, Bajtín me permitía pensar cómo cada género discursivo
postula cierta concepción acerca de los destinatarixs. Entonces, me encontré
con el desafío de buscar teorías y autores que hablen sobre la infancia. Tiempo
atrás, llegó a mis manos el libro El recreo de la infancia (2007) del sociólogo
Eduardo Bustelo que plantea cierta noción hegemónica de la infancia que
impera en la modernidad y que me ayudó a entender ese adultocentrismo
presente en ciertos textos de la LIJ. A su vez, mi directora me acercó “El
enigma de la infancia” (1997), de Jorge Larrosa, y encontré ciertas resonancias
entre su forma de pensar la infancia y los planteos de Bustelo: los dos se corren
de la concepción de la infancia como mera continuidad de la adultez. Las
similitudes entre las propuestas de lxs autorxs me habilitaron a plantearlos
como herramientas potentes para leer teóricamente el corpus.
Estos saberes sumados a los que me proporcionaban las teorías de
Martina Paillalef
200