familia, sino de todo México. La heroína abandona la escena dejando en
claro que ahora sus límites van más allá de lo humano; se torna en alguien
incansable o en alguien capaz de poner en juego toda integridad individual
con tal de salvaguardar la del pueblo, pues, tal y como señala Mozejko: “lo
privado aparece como obstáculo para la realización del acto heroico” (1995,
p. 80).
Después de esto, se nos introducen las guras de Allende y Aldama,
ambas con rasgos y características que acaso nos recordarán a las epopeyas
griegas: “Allende sabe el suceso, / busca a Aldama sin retardo, / y con
audaz arrogancia, / briosos y resueltos ambos, / a Dolores enderezan /
las riendas de sus caballos, / y veloces como echas / vuelan, los aires
cortando” (vv. 47-54). El romance cierra, no sin antes elevar las cualidades
de los dos insurgentes mencionados: a Allende se le trata de “ginete [sic]
entre los ginetes [sic]” (v. 63) y a Aldama de “bravo, entre los más bravos” (v.
82). No consideramos que estos reconocimientos pretendan gloricar a los
sujetos al punto tal de considerarlos inalcanzables, pues esto iría en contra
del principio de imitación: de nada sirve imitar lo inimitable. Por el contrario,
nos atreveríamos a sostener que el engrandecimiento se emplea aquí más
como un medio de persuasión: la grandeza del héroe es producto del sistema
de valores que deende con determinación, un sistema que se halla al alcance
público.
Seguimos con el “Romance de Hidalgo” (p. 39-43), el cual parte de
una metáfora que asemeja el estado de Guanajuato con minas y cosechas,
siendo su fruto hombres ilustres y valiosos. Del panorama anterior, destaca la
población de Dolores: un idílico escenario que tiene oro por trigo y apacibles
prados, pero que, aun así, es un pueblo subyugado por el trabajo: “doquiera
se ve al trabajo / derramando la riqueza, / llevando en pos de sus pasos /
a la paz y la inocencia” (vv. 39-42). Aquí surge la gura de Hidalgo rodeada
de indios que lo tratan con ternura y reverencia. Dicha introducción inclina
al receptor a la mímesis: a ver y repetir. Después de esto, presenta una
semblanza física del sujeto, en la que se hace una breve pero notoria mención
hacia su color de piel, la cual es descrita como “tirando a morena” (v. 60).
De este detalle rescatamos dos hechos: el primero, la incipiente tendencia
a optar por protagonistas no españolizados, y el segundo, el empleo de una
característica fácilmente identicable para el lector modelo.
Hidalgo es presentado como una gura triste, calma y circunspecta,
pero que, una vez más, guarda en su interior al héroe nacional, delatado
únicamente por sus ojos, los cuales relampaguean y chispean como si
contuviesen intensas llamas dentro (vv. 65-70). Asimismo, se retrata a Hidalgo
Angel Yared Hernández Quijada
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