APEGO AL LUGAR EN ESPACIOS HETEROTÓPICOS: REFLEXIÓN TEÓRICA EN LA CIUDAD POSTMODERNA
Laura Valdés González
Facultad de Arquitectura, Universidad Autónoma de Nuevo León
https://orcid.org/0000-0002-2071-0144
Amanda Melissa Casillas Zapata
Facultad de Arquitectura, Universidad Autónoma de Nuevo León
https://orcid.org/0000-0002-9993-5695
DOI: https://doi.org/10.59047/2469.0724.v9.n11.41082
Resumen
El vínculo emocional entre las personas y los lugares que habitan es crucial en el diseño, intervención y comprensión de espacios urbanos. El artículo busca captar las nociones de Foucault sobre la heterotopía como marco teórico para abordar el apego al lugar en la realidad material y simbólica de las ciudades postmodernas. Este artículo investiga las interconexiones teóricas y conceptuales entre las dimensiones del apego al lugar y las heterotopías y sus implicaciones a escala ciudad. El problema abordado se deriva de la escasa investigación sobre la construcción de apego al lugar en espacios heterotópicos. Se presenta la caracterización de un parque urbano de la ciudad de Monterrey como una heterotopía y las connotaciones para el estudio del apego al lugar en este entorno. Los resultados resaltan la importancia de un análisis desde heterotopías urbanas como estrategia para comprender el funcionamiento del apego al lugar en la complejidad de las ciudades postmodernas. Se proporciona una valiosa contribución en las consideraciones para estudiar el papel del apego al lugar como un fenómeno dinámico y multiescalar en la sociedad actual.
Palabras clave: Apego al lugar, Heterotopía, Ciudad postmoderna, Parque Fundidora, Espacio urbano.
Fecha recepción: 30 de abril de 2023
PLACE ATTACHMENT IN HETEROTOPIC SPACES: THEORETICAL REFLECTION IN THE POSTMODERN CITY
Abstract
The emotional connection between people and the places they inhabit is crucial in the design, intervention, and understanding of urban spaces. This article aims to capture Foucault's notions of heterotopia as a theoretical framework to address attachment to place in the material and symbolic reality of postmodern cities. The article investigates the theoretical and conceptual interconnections between the dimensions of attachment to place and heterotopias and and its implications at the city scale. The problem addressed stems from the scarce research on the construction of attachment to place in heterotopic spaces. The characterization of an urban park in the city of Monterrey as a heterotopia is presented, along with its significance for studying attachment to place in this environment. The results highlight the importance of an analysis from heterotopic spaces as a strategy to understand the functioning of attachment to place in the complexity of postmodern cities. A valuable contribution is provided in the considerations for studying the role of attachment to place as a dynamic and multiscale phenomenon in today's society.
Keywords: Place attachment, heterotopia, postmodern city, Fundidora Park, Urban space.
Fecha aceptación: 27 de noviembre de 2023
Introducción
La ciudad contemporánea ofrece distintos tipos de espacios que influyen en la construcción de nuestra identidad. A través de la relación que establecemos con ellos, creamos significados que transforman dichos lugares en puntos de referencia con los que podemos desarrollar una conexión emocional, funcional, o ambas, dando lugar a una relación de apego. Existen muchas investigaciones que han explorado el fenómeno del apego al lugar considerando múltiples escalas: casa, barrio, lugares de trabajo o religioso y en menor medida la escala ciudad (Berroeta et al, 2017; Hidalgo et al, 2020; Rivera, 2021; Ujang, 2017; Hilaluddin et al, 2018; Hidalgo y Hernández, 2001). El estudio del apego al lugar ha crecido exponencialmente en los últimos años (Lewicka, 2011) y gran parte de la justificación de este interés ha sido en respuesta a las amenazas percibidas sobre las relaciones persona-lugar. En las ciudades postmodernas particularmente, factores como el rápido desarrollo y crecimiento de las sociedades, la gentrificación, la globalización, el aumento de la movilidad, la migración y los límites borrosos entre el entorno natural y el construido se percibe como un reto o amenaza para el desarrollo de apego al lugar (Scannell y Gifford, 2010). En fechas recientes, la necesidad de comprender este fenómeno desde diversas disciplinas ha aumentado debido al incremento de problemas de carácter socioespacial, tales como la crisis climática mundial, el aumento de personas desplazadas, la rápida urbanización e incluso, pandemias como la del COVID-19. Hoy en día, los investigadores de una amplia variedad de disciplinas buscan comprender los matices de la conexión emocional de las personas con los lugares.
La ciudad postmoderna tiene características que se presentan a primera vista como incompatibles con el desarrollo de apego al lugar (Di Masso et al., 2019), considerando la concepción tradicional estática de este fenómeno. Por ejemplo, Sacco et al (2019) hacen la observación de que la urbanización de principios del siglo XXI está afectando drásticamente el sentido de lugar, ya que las ciudades se enfrentan a una creciente fragmentación espacial, social y económica en su tejido. La investigación sobre el apego al lugar se ha centrado tradicionalmente en la relación de las personas a lugares específicos que representan una menor escala, como vecindarios u hogares, en lugar de conceptos más abstractos como ciudades o países. Esto puede dificultar la comprensión del papel del apego al lugar en la configuración de las identidades y el sentido de pertenencia de las personas en diferentes escalas. Varios autores han alertado sobre las repercusiones del diseño de las ciudades actuales en las relaciones de las personas con los espacios que habitan (Savage et al, 2005; Hatz, 2018).
El concepto de apego al lugar se ubica dentro del ámbito de la Psicología Ambiental pero su surgimiento e investigación se ha desarrollado desde muchas disciplinas como la Geografía Humanista, la Psicología, Sociología, Filosofía y más recientemente desde la Arquitectura y Urbanismo. Este fenómeno se refiere a la relación emocional que las personas construyen con los lugares donde viven o transitan cotidianamente. En los últimos años, este concepto ha cobrado especial relevancia en la investigación sobre la construcción de identidades y sentidos de pertenencia en contextos urbanos. El apego al lugar en espacios discursivos de múltiples capas como la ciudad contemporánea, puede explorarse recurriendo a las heterotopías de Foucault, esos “contra-lugares que intensifican el conocimiento” (Foucault, 1997). De acuerdo con Korkut y Surer (2023), las heterotopías brindan puntos de vista alternativos del mundo y oportunidades para que las personas exploren diferentes formas de pensar al yuxtaponer y combinar muchos espacios en un solo sitio. Sin embargo, el estudio del apego al lugar en espacios considerados heterotópicos ha recibido poca atención. Esto se debe en gran parte, por lo complejo que ha resultado la conceptualización de heterotopía en estudios urbanos, desde su incorporación por Michel Foucault en su ensayo Los Otros Espacios (1997), del texto original "Des Espaces Autres" (Of Other Spaces en su traducción al inglés) que fue la base de una conferencia impartida por Michel Foucault en marzo de 1967. En el contexto latinoamericano el uso de este concepto se ha aplicado en su mayoría a espacios marginados y vulnerables. Este concepto puede ser interpretado como una respuesta a la complejidad y la incertidumbre del mundo actual, aunque no es un concepto intrínseco de la postmodernidad. Por este motivo, la utilización de la heterotopía, como dispositivo epistémico para comprender el fenómeno del apego al lugar, resulta interesante para entender cómo los cambios tecnológicos, económicos y culturales han transformado la forma en que las personas se relacionan con el mundo y construyen su sentido de identidad. En este artículo se exponen y argumentan un grupo de supuestos teóricos y conceptos que exploran las relaciones poco estudiadas sobre la percepción de los habitantes de la presencia de espacios heterotópicos de compensación en relación con el resto de la ciudad y el desarrollo de apego al lugar hacia estos lugares. Como parte de este propósito se proporciona un marco conceptual y de reflexión teórica para la investigación del apego al lugar que responde a experiencias espaciales más fluidas de los lugares en un mundo cada vez más globalizado. Se proporciona una descripción general de la literatura sobre la heterotopía y los modos en que se perciben estos espacios en la ciudad postmoderna. Finalmente se ejemplifica con un caso de estudio de un parque urbano en la ciudad de Monterrey, México.
Hacia una definición de Apego al lugar
El apego al lugar es el término más utilizado para referirse al vínculo cognitivo-emocional que se establece entre los individuos y sus entornos significativos (Scannell y Gifford, 2017). Este concepto ha generado una cantidad destacada de investigación y describe un proceso de interacción entre la persona y su entorno (Hernández, 2021). Simone Weil, filósofa francesa, captura la esencia del concepto en su libro The need for roots al escribir que “la necesidad de pertenecer y vincularse es fundamental para la experiencia humana. Estar arraigado [en el lugar] es la necesidad más importante y menos reconocida del alma humana” (1952, p. 43). Este planteamiento subraya la importancia de sentirse parte de un lugar y estar vinculado a él, algo que es intrínseco al ser humano y que se desarrolla de forma distinta en cada persona y se manifiesta de manera diferente a diversas escalas espaciales.
El primer acercamiento al concepto de apego al lugar se registra en la Geografía Humanista, a partir de contribuciones de geógrafos como Relph (1969) y Tuan (1974, 1977), que han sido reconocidas por la Psicología Ambiental y consolidaron este objeto de estudio. Tuan acuñó el término "topofilia" y lo definió como "el lazo afectivo entre las personas y el lugar o el ambiente circundante" (1974, p. 13), lo que abrió el debate sobre cómo percibimos, estructuramos y valoramos el entorno, tanto natural como construido. Desde que se define y estudia el fenómeno, se ha destacado lo difuso del concepto de apego al lugar. Por ejemplo, Lewicka (2011) alerta sobre la falta de una definición consistente, lo que dificulta la comparación de resultados entre estudios y hace compleja la identificación de patrones y tendencias comunes en los datos. A partir de las primeras aproximaciones científicas a este término, se ha observado una proliferación de definiciones cercanas al de apego al lugar.
En la literatura existente, el apego al lugar ha sido referido por una amplia variedad de términos según el contexto cultural o la formación académica del investigador. Estos incluyen topofilia/amor por el lugar (Tuan, 1974), arraigo (Tuan, 1980), identidad de lugar (Blake, 1999; Marsh, 1987), sentido de lugar (Jackson, 1994), territorialidad (Lawson, 2001), sentido de comunidad (Perkins y Long, 2002), patria (Smith y White, 2004), lazos emocionales con el lugar (Lewicka, 2005; Chamlee-Wright y Storr, 2009) y dependencia del lugar (Hernández et al., 2014). Las conceptualizaciones se enfocan en describir los sentimientos que los humanos asocian con espacios específicos. Las palabras "conexión" y "vínculo" son las más utilizadas para describir esta relación, mientras que los términos "cognitivo", "emocional" y "afecto" son recurrentes en las definiciones, lo que resalta el aspecto psicológico del fenómeno. Por ejemplo, Stokols y Shumaker (1981) definen el fenómeno como una asociación o vínculo afectivo positivo entre los individuos y su entorno residencial, mientras que Altman y Low (1992) lo describen como interacciones entre el afecto y las emociones, el conocimiento y las creencias, y los comportamientos y acciones con respecto a un entorno en particular. En general, se entiende el apego al lugar como un vínculo afectivo entre personas y lugares específicos (Smith, 2019). La mayoría de los autores reconocen un componente emocional o afectivo en el concepto de apego al lugar. Sin embargo, como señala Morgan (2009), la palabra emoción, al igual que el lugar, es fácil de entender, pero difícil de definir, lo que hace que este fenómeno sea conceptualmente elusivo.
Los investigadores sitúan el fenómeno del apego al lugar en el dominio psicológico (emoción y sentimiento) y funcional (dependencia) de la experiencia ambiental. En esta línea, teóricos del lugar, como Canter (1977), han identificado dos componentes clave del apego al lugar: la identidad de lugar y la dependencia de lugar. La identidad de lugar se refiere a una relación emocional entre la persona y el lugar, que está estrechamente relacionada con la propia identidad de las personas. Como resultado, uno de los factores que conforman la identidad de lugar es la percepción de la otredad del mismo modo que sucede con la formación del yo, donde se necesita la diferenciación con respecto a los otros para definirnos e identificarnos. Por otro lado, la dependencia de lugar se refiere a la fuerza percibida de la asociación entre un individuo y lugares específicos, vinculada a la capacidad de estos lugares para satisfacer necesidades y deseos. La fuerza de esta dependencia también está relacionada con la capacidad de los entornos para satisfacer estas demandas (Canter, 1977).
De acuerdo con Di Masso et al. (2019), los primeros estudios tendían a concebir el apego al lugar como estático. Recientemente ha surgido una visión dinámica que considera que el apego al lugar cambia con el tiempo (Kim, 2021 y Di Masso et al., 2019). En investigaciones recientes se ha abierto el debate sobre el apego al lugar 'fluido y relacional' (Di Masso et al., 2019) y con una característica multiescalar (Qian y Liu, 2011), haciendo referencia a que las personas continuamente construyen, adaptan y remodelan sus conexiones con el lugar, así como también esta relación emocional puede manifestarse a diferentes escalas de una forma relacional. Estos planteamientos revelan la pluralidad y multidimensionalidad del apego al lugar en la movilidad del mundo actual, ya que no necesariamente se basa únicamente en el arraigo, el tiempo de exposición al lugar y el nivel de lazos con la comunidad, como tradicionalmente se defendía este concepto.
La ciudad postmoderna como escenario para la construcción de apego al lugar
La condición postmoderna, en ocasiones denominada sociedad de consumo, sociedad del espectáculo, sociedad del conocimiento, sociedad postindustrial o postfordismo, se define, según Lyotard (1984), como un conjunto de órdenes sociales parcialmente diferenciados, postmetafísicos, postindustriales, pluralistas, pragmáticos e inquietos. Además, esta perspectiva puede enriquecerse con la influencia postmarxista de Foucault, que ve el poder como omnipresente, pero, en última instancia, descentralizado. La ciudad postmoderna se caracteriza por su heterogeneidad, fragmentación y diversidad, características acentuadas por la presencia de diversos grupos sociales, una alta densidad poblacional y una rica diversidad cultural. En este contexto urbano dinámico, es crucial cuestionar y examinar de cerca los factores que puedan incidir en el fenómeno de apego al lugar del ciudadano postmoderno.
Una de las características iniciales de la ciudad actual reside en la idea de que el urbanismo postmoderno implica la expansión a través de la intervención en áreas desocupadas y deterioradas, así como la revitalización de las zonas periféricas y los antiguos núcleos históricos abandonados (Sainz, 1997). Esto da lugar a la creación de un entorno imaginario y ficticio que atrae a la audiencia. Dicha audiencia se siente satisfecha, a pesar de no tener una comprensión clara de lo que busca exactamente en la ciudad. A partir de este fenómeno, surge una hiperrealidad (López, 2003), que se deriva de la relación entre la construcción de la ciudad y el espectáculo, como señalaron en su momento Debord (1995) con la noción de "ciudad espectáculo" y Baudrillard (1994) con la idea de la "sociedad de la simulación". Este desarrollo de espacios construidos se encuentra en un punto intermedio entre la autenticidad y la ilusión, y, en última instancia, termina representando un conjunto de atracciones temáticas que están más relacionadas con el consumo global que entre sí.
En este sentido, Amendola (2000) plantea que la ciudad postmoderna es un reflejo de anhelos y producción, hiperrealidad y simulación. Es una entidad que se enfrenta a la complejidad de la comunicación y constantemente lleva consigo la posibilidad de transformarse en algo distinto en cualquier momento. Este autor ha descrito la ciudad postmoderna como una metrópolis de disfrute, estética y entretenimiento, donde se priorizan los deseos, gustos y satisfacción de la población. Aquí, el consumo masivo en centros comerciales, áreas de diversión que se tornan lugares de evasión, y la diversidad social y heterogeneidad son elementos esenciales. Sin embargo, debido a esta diversidad, también se enfatiza la importancia de la seguridad, ya que los ciudadanos postmodernos sienten temor, especialmente hacia aquellos que difieren de ellos (los "otros"). La manifestación más clara de estos temores se observa en la naturaleza "defensiva" de muchos complejos residenciales privados como lo señala Bauman (2003) y argumenta Prieto (2011) en el contexto de Monterrey, México. En esta nueva ciudad, se cumple el sueño de una urbe diseñada para agradar, donde ciertas innovaciones arquitectónicas y urbanísticas desempeñan un papel crucial en la creación de su imagen.
Bauman (2003) introduce el concepto de “fluidez” para describir el mundo contemporáneo, donde la ciudad se convierte en parte de la "modernidad líquida," representando la característica de los fluidos que no se fijan al espacio ni se atan al tiempo. Este autor describe la sociedad actual, donde los individuos buscan constantemente sensaciones placenteras, distinción social y consumen ávidamente, al mismo tiempo que buscan escapar de la angustia causada por la inseguridad o la dureza de la vida en un espacio fragmentado. Peter Sloterdijk (2006) la describe como una “espuma”, con una estructura porosa e interconectada por burbujas de diferentes tamaños, reflejando la organización fragmentada e individualizada de la sociedad urbana actual.
En las ciudades contemporáneas, la vida urbana se organiza en unidades aisladas que están interconectadas de manera fluida y en constante cambio, como apartamentos, urbanizaciones y espacios público delimitados que forman la estructura de la ciudad. Esta organización en espuma tiene implicaciones significativas en la forma en que las personas se relacionan con la ciudad y entre sí. Para buscar conexión, las personas pueden recurrir a dinámicas digitales y redes sociales, así como a espacios percibidos como “heterotópicos” que faciliten el intercambio social. En relación con este tema, Nárvaez (2006) hace referencia a la aparición de no-lugares, (el famoso concepto acuñado por Augé, 2000), cuando expresa que “una de las cosas que se presentan ahora orgánicamente con el cuerpo físico de la ciudad contemporánea es su capacidad para transformarse en una multitud de mundos que están más ligados que nunca a la realidad imaginaria de quienes la vivimos” (p.31).
En el contexto de la “modernidad líquida” de Bauman (2003) y el “aislamiento conectado” de Sloterdijk (2006), los patrones de movilidad y fluidez han dado lugar a una complejidad creciente para analizar la construcción de la identidad y el apego al lugar. Di Masso et al (2019) proponen un marco conceptual de fijación-flujo que refleja cómo las personas desarrollan vínculos con los lugares en un mundo móvil y cambiante. Este enfoque sugiere que los vínculos con los lugares están sujetos a cambios y transformaciones a lo largo del tiempo y el espacio, y que las personas pueden tener múltiples vínculos con lugares dinámicos y cambiantes en lugar de una sola conexión fija con un lugar específico en la escala de la ciudad. El individuo postmoderno se caracteriza por una serie de impulsos que orientan su comportamiento en la escena urbana contemporánea, incluyendo un fuerte deseo de placer, búsqueda de distinción social, avidez por el consumo y afirmación de su identidad. Estos factores interactúan de manera complementaria, impulsando al individuo a explorar nuevas tendencias, participar en la economía de consumo y adoptar diversas identidades en busca de autenticidad en el entorno urbano.
En el contexto de las ciudades latinoamericanas, que forman parte de un amplio proceso de globalización inmersas en una era postmoderna, las definiciones pueden variar y ser polémicas. Estas ciudades enfrentan desafíos comunes, como la expansión desordenada, la segregación y la desigualdad, con contrastes evidentes entre rascacielos de lujo y asentamientos informales. La globalización, la cultura popular y la fragmentación urbana han influido en la configuración de las ciudades en la región. De acuerdo con Prieto (2011), Monterrey en el contexto latinoamericano, es una metrópolis que, desde la década de los ochenta del siglo pasado, ha buscado crear una imagen urbana atractiva y seductora. Tanto políticos como empresarios se percataron de que el antiguo y prestigioso modelo industrial, que había sido presentado como emblema de la entidad en la modernidad, ya no resultaría tan rentable en la postmodernidad. En este contexto, la ciudad postmoderna latinoamericana se entiende como una dimensión cultural de la globalización y la sociedad de consumidores.
En referencia a la caracterización del postmodernismo, Fredric Jameson (1991) apunta que no se trata de un estilo, sino más bien de un modelo cultural: una idea que facilita la existencia y convivencia de una variedad de características muy diversas, incluso aquellas que pueden estar subordinadas entre sí. En la caracterización de las ciudades postmodernas, observamos una compleja interacción de elementos que dan forma a su dinámica y evolución. Sin embargo, es crucial destacar que esta heterogeneidad no solo se manifiesta en la diversidad de grupos sociales, densidad poblacional y rica mezcla cultural, sino también en la construcción misma de los espacios urbanos. Este contexto urbano diverso y en constante cambio proporciona un terreno fértil para explorar el concepto de las heterotopías.
Los espacios heterotópicos en la ciudad postmoderna
El concepto de heterotopía desde que fue planteado por Foucault ha sido adoptado y reinterpretado especialmente por arquitectos y urbanistas. Por ejemplo, funcionó como fundamento teórico para los planteamientos de Hethrington (1997) sobre la modernidad y de Soja (1996), quien adopta el concepto para promover una narrativa sobre la postmodernidad. Hetherington (1997), define la heterotopía como diferentes lugares que proporcionan una representación inquietante o alternativa de las relaciones espaciales y sociales. Este autor, en su interpretación de heterotopías en el contexto de la modernidad, se interesa particularmente en distanciar la heterotopía de las nociones de transgresión y resistencia. A diferencia de Hetherington, Edward Soja vincula la noción de heterotopía con la postmodernidad más que con la modernidad. En una variedad de estudios, Soja utiliza el trabajo de Foucault en general, y la noción de heterotopía en particular, para abrir y explorar nuevos enfoques en el estudio de la geografía humanista (Johnson, 2010).
El concepto de heterotopía emergió primero desde la medicina, donde se define como “un desplazamiento espacial del tejido normal” (Lax, 1998, p. 115); es un sitio en el que el material biológico está fuera de lugar. Es válido destacar que el tejido no está enfermo ni es particularmente peligroso, sino que simplemente se coloca en otro lugar. A partir de esta noción, se tiene que la etimología de la palabra “heterotopía”, del griego, indica la conjunción de “hetero”, que significa “otro” o “diferente”, y “topos” o “lugar”. El filósofo francés Michel Foucault utiliza el término para establecer paralelismos con el mundo social y espacial. La heterotopía es considerada por este autor como una forma heterogénea y múltiple de entender los espacios y sus prácticas. Foucault introdujo este concepto al señalar varias instituciones que interrumpen la aparente continuidad y normalidad del espacio ordinario (Foucault, 1997). Estos lugares son diferentes a los espacios cotidianos y comunes en la sociedad, y pueden incluir desde lugares de aislamiento o de transición hasta de juego o de subversión. En el mundo contemporáneo, la heterotopía está presente en numerosos lugares, llegando al punto en que se puede afirmar que la ciudad en su totalidad se está convirtiendo en un espacio heterotópico. En el contexto urbano, se consideran heterotopías a los internados, los centros turísticos, los cruceros, los parques, las prisiones, los hospitales, las instituciones mentales, los museos, las residencias de ancianos, las colonias o fraccionamientos privados, los cementerios y otros espacios similares (Johnson, 2013).
De acuerdo con Foucault (1997), las heterotopías son impugnaciones de lo real y fuente de imaginario. Goode (2018), establece que este concepto delinea interpretaciones que ofrecen una variedad deslumbrante de "reimaginaciones" de los espacios del mundo material. De este modo, los espacios heterotópicos tienen la capacidad de generar nuevas narrativas y significados, influyendo en la construcción de la conexión emocional y afectiva con el lugar. Para caracterizar los espacios heterotópicos en el contexto de la ciudad y la relación entre la persona y el lugar, Foucault (1997) considera seis principios definidores de este concepto.
Primero, el autor establece que, en todo el mundo, cada cultura se compone de espacios heterotópicos, que se pueden clasificar en dos categorías principales: por un lado, están las heterotopías de crisis, que incluyen lugares sagrados, prohibidos y áreas de conflicto; y por otro lado, encontramos las heterotopías de desviación, que son lugares donde se ubican personas cuyo comportamiento se desvía de las normas sociales, como clínicas psiquiátricas, asilos y prisiones. El segundo principio enuncia que la heterotopía tiene un funcionamiento preciso y determinado al interior de la sociedad: pueden aparecer, evolucionar y desaparecer. El tercer principio estipula que las heterotopías poseen la capacidad de yuxtaponer en un solo sitio diversos espacios y posiciones que en sí mismos no pueden coexistir. Como resultado, la experiencia vivida en estos lugares puede generar múltiples significados. El cuarto principio vincula a las heterotopías con recortes de tiempo, donde los individuos pueden experimentar ruptura del tiempo tradicional como en el caso de bibliotecas, museos o las heterotopías de ritual, que son lugar aislado y solo accesible en una época particular, como los festivales y los carnavales.
El quinto principio se refiere a la presencia en estos espacios de un sistema de apertura y cierre que las aísla y las hace accesibles al mismo tiempo. No se accede a una heterotopía de la misma manera que a un lugar común; se espera que los visitantes sigan una serie de rituales cuando están dentro de ellas. Finalmente, el sexto principio establece que las heterotopías desempeñan un papel o función con respecto al espacio que las rodea: generan una ilusión aún más engañosa que cualquier espacio real. Foucault (1997) se refiere a estas como heterotopías de ilusión o de compensación, un espacio real que, consciente o inconscientemente, contrarresta otro lugar. En resumen, estas categorías heterotópicas de Foucault son útiles para considerar y caracterizar los diferentes tipos de espacios en el contexto de la ciudad y su relación con las personas que los ocupan.
El concepto de heterotopía, de acuerdo con Saldanha (2008), implica encontrar contra-sitios para identificar dónde, cómo y para quién surgen y se preservan las diferencias. Son espacios que revelan algo sobre la sociedad en la que se encuentran, pero que ésta no es capaz de resolver. De acuerdo con Dehaene y De Cauter (2008), se convierten en espacios de espejo, una especie de contra-emplazamientos que representan, cuestionan e invierten simultáneamente todos los demás emplazamientos reales que se pueden encontrar dentro de la cultura. Asimismo, para Foucault las heterotopías serían aquellos espacios que se construyen imaginariamente sobre espacialidades físicamente reales. A pesar de que pueden interpretarse como lugares que se desvían de las normas y convenciones establecidas, lo que podría llevar a considerar que se encuentran en un estado de entropía o desorden, también pueden ser vistas como una forma de resistencia a las fuerzas entrópicas de la sociedad. Cuando el entorno se presenta como homogéneo, los espacios heterotópicos pueden representar en una ciudad un lugar de compensación o de ilusión. Al crear un espacio alternativo que opera bajo sus propias reglas y valores, las heterotopías representan un intento deliberado de resistir a estas fuerzas.
Sin embargo, su lugar en la realidad, como un espacio de otredad, abre su propio conjunto de ambigüedades, planteando la pregunta de si la heterotopía es un mundo de disciplina o emancipación, resistencia o sedación. Foucault (1997) sugiere que, en la época contemporánea, nuestra experiencia del mundo ha cambiado y se ha convertido en algo más fragmentado. En lugar de ver la vida como una narrativa coherente y lineal, la vemos como una red de conexiones y relaciones que se entrelazan entre sí y forman un patrón complejo. Narváez (2006), describiendo la percepción de los lugares en la complejidad de la ciudad actual se acerca a la representación de los espacios heterotópicos en el contexto urbano: “Pareciera como si al movernos por la ciudad estuviéramos viajando en una multitud de mundos que coexisten en el espacio y en el tiempo” (p. 28).
Johnson (2010) en su disertación sobre el concepto de Foucault, explora la posibilidad de la heterotopía como una “forma espacial de pensar” (p. 10). Es decir, la potencia de las heterotopías no radica en su definición exacta o su capacidad de clasificar espacios o prácticas, sino en los múltiples entramados y ensamblajes que permite vislumbrar los vínculos emocionales y prácticas cotidianas de las personas. Conforme con Dreyfus y Rabinow (1983), son espacios reales que actúan como “grillas de inteligibilidad” de diversas prácticas culturales e históricas. Faubion (2008) contrasta las heterotopías con la "monotonía mundana de la vida cotidiana" y sugiere que son "más brillantes, más oscuras o más complejas" (p. 32). De acuerdo con Parra Valencia (2017), la heterotopía no es un escenario que pueda ser definido a priori, es una condición de devenir.
En resumen, para Foucault, la heterotopía “refleja, condensa y transforma” los espacios circundantes o exteriores (Foucault, 1997). Este concepto ha enriquecido el análisis de muchos espacios y su evolución significativa y simbólica en el contexto de la ciudad contemporánea. Por ejemplo, en Van Wyk (2014), el concepto de heterotopía se utiliza para describir la diversidad reconciliadora, que es característica de una iglesia postmoderna inclusiva en un espacio donde la unidad no se ve amenazada por la diversidad y donde el “uno” no tiene miedo del “otro”. En Goode (2018), la heterotopía es nuevamente retomada para analizar el espacio y los comportamientos que se experimentan en Washington Square en Nueva York. En el caso de escalas mayores como la ciudad, el concepto ha sido utilizado por Corijn (2011) al explorar la construcción de un imaginario colectivo europeo que trascienda las divisiones nacionales para invertir en el proyecto del diseño de una ciudad capital para Europa, planteando que se necesita una identidad descentrada de nacionalismos en un espacio heterotópico. El concepto, aplicado en ciudades de América Latina, ha tomado diversas interpretaciones como la introducción del concepto de “heterotopía patrimonial” en el trabajo de Batista da Costa y Alvarado-Sizzo (2019). Estos autores se refieren a este concepto como ese “otro espacio soñado, imaginado y materializado, con un funcionamiento preciso y determinado en el interior de la sociedad” (p. 22).
Hatz (2018) describe la ciudad actual como “meta-coleccionista de heterotopías emergentes y en disolución” (p. 465). Este autor se refiere a la presencia de “un rasgo mítico” (p. 465) que integra los espacios heterotópicos de la ciudad. El rasgo mítico representa la identidad de lugar y un sentido colectivo de pertenencia a la ciudad como una entidad a nivel macro que recopila y ensambla las esferas heterotópicas fragmentadas. Las heterotopías ofrecen tanto un “santuario” o “válvula de escape” de la vida cotidiana, como también proponen “oportunidades y peligros” y permiten un lugar donde emergen aspectos desconocidos del yo y del otro. Foucault (1997) argumentó que las heterotopías inyectan un sentido de alteridad en la igualdad, y donde el cambio ingresa a lo familiar y la diferencia se inserta en el lugar común.
En el ámbito latinoamericano hay muchos trabajos que toman la heterotopía fundamentalmente por su condición de espacio “otro” y de yuxtaposición, que ha generado que los espacios marginales tengan un lugar significativo al momento de abordar el concepto. Topinka (2010) sostiene que cambiar el enfoque de la resistencia a la producción de orden y conocimiento revela cómo las heterotopías hacen legible la espacialidad del orden, especialmente en la ciudad postmoderna. Mediante la superposición y fusión de diversos espacios en un único sitio, las heterotopías cuestionan el conocimiento convencional al perturbar la base sobre la cual se edifica el saber. Johnson (2006) plantea que el problema que tiene la definición de heterotopía como otredad es que se considera en primera para comprender numerosos temas que tienen como característica lo alternativo. Lo “otro” se suele definir en contraposición con lo tradicional, típico o mayoritario. Sin embargo, como afirma García Alonso (2014) la heterotopía es el espacio paradigmático del mundo actual. Entonces parecería imposible usar la heterotopía como espacio “otro” cuando en realidad la heterotopía es el espacio paradigmático, es simplemente distinta a algo, heterogénea. De este modo, se deja a un lado los inconvenientes que plantea conceptualizar a las heterotopías como espacios de resistencia y se incorpora los aportes que brinda pensarlos como forma de ordenamiento alternativo. Este punto de vista difiere de aquel que los considera espacios de contra-hegemonía, que se ha utilizado en la mayoría de los estudios que emplean el concepto de heterotopía en ciudades latinoamericanas.
Las heterotopías deben entenderse en sus relaciones con otros espacios y deben leerse en el conjunto de relaciones de significados (Hatz, 2018). Las acepciones atribuidas a los lugares son esenciales en el concepto de heterotopías. De acuerdo con Hatz (2018), son los que les confieren su carácter especial. Estos pueden estar vinculados a las memorias históricas de los lugares, a la construcción social de la identidad de los grupos que los habitan, o a las prácticas culturales que se desarrollan en ellos. Las heterotopías pueden estar dotadas de uno o más significados e incluso diferentes. Estos espacios pueden cambiar de función y significado con el tiempo, según la sincronía particular de la cultura en la que se encuentran (Soja, 1996). De acuerdo con Dehaene y De Cauter (2008), existen dos conceptos importantes que definen la creación, transformación y desintegración de las heterotopías: el ritual y la práctica social.
Según María García Alonso (2016), ningún espacio es en sí mismo una heterotopía, sino que es una heterotopía para alguien; por lo que el punto de vista de observación y la escala es crucial al conceptualizar una heterotopía. Asimismo, para esta autora, las heterotopías no son meramente lugares estáticos que permanecen para siempre, sino que son espacios que se montan y se desmontan según las circunstancias sociales. Este planteamiento está en sintonía con el trabajo de Johnson (2010), donde argumenta que la heterotopía se trata más de un punto de vista o una forma de usar el espacio como herramienta de análisis. Este autor afirma que, en cierto sentido, “las heterotopías no existen, excepto en relación con otros espacios” (2010, p. 47).
En el contexto de la ciudad postmoderna, los espacios heterotópicos representan una ruptura con las estructuras y normas convencionales de la sociedad, lo que los convierte en entornos propicios para la experimentación y la exploración de diversas identidades. Estos espacios sirven como escenarios donde las personas pueden temporalmente dejar de lado sus roles y prácticas sociales habituales, permitiéndoles participar en formas alternativas de comportamiento y expresión. Actúan como catalizadores en la construcción y negociación tanto de identidades individuales como colectivas al facilitar la exploración de distintos roles y prácticas sociales. Dentro de los espacios heterotópicos, las personas tienen la oportunidad de explorar y experimentar con diferentes identidades, ya sea a través del uso de disfraces, performances, o simplemente desafiando las expectativas sociales establecidas y la cotidianidad. Esto puede conducir a la formación y negociación de nuevas identidades, tanto a nivel individual como colectivo, ya que estos espacios proporcionan un contexto seguro y liberador para explorar aspectos de la identidad que podrían estar reprimidos o limitados en otros entornos.
Considerando lo anterior, el enfoque del análisis del apego al lugar en la ciudad desde el concepto de heterotopías, hace evidente que en las ciudades postmodernas se crean capas urbanas por la constante transformación y fragmentación del espacio. Por consecuencia aparecen lugares que no se ajustan a las normas y reglas habituales de la ciudad, sino que desafían y subvierten los códigos convencionales de los espacios urbanos. Ejemplos de estos espacios que se han transformado como el High Line en Nueva York, el Parque Olímpico Reina Isabel en Londres, el antiguo puerto de Bordeaux o el Parque Lineal del Manzanares en Madrid son percibidos como heterotopías en el sentido que Michel Foucault (1997) le da al término. De acuerdo con Girón (2019), también podrían ser considerados como resultados de anomalías urbanas, ya que su creación no fue planificada originalmente como un espacio público o de recreación, sino que se desarrollaron a partir de circunstancias imprevistas, como el cierre de una infraestructura industrial o la necesidad de revitalizar una zona en declive. Estos lugares que se han transformado, en muchos casos pasando de un tipo de heterotopía a otra, comparten características comunes como la reutilización de infraestructuras industriales en desuso, la combinación de elementos naturales y urbanos, y la creación de espacios de encuentro y recreación para la comunidad, todo en búsqueda de un elemento de ilusión y espectáculo de la postmodernidad.
Sobre el concepto de heterotopía, se puede concluir que lo esencial no está en su nivel de definición, sino en el potencial que aporta para el análisis de diversos fenómenos como el apego al lugar. Foucault establecía que no es tanto la función la que marca esos lugares como “lugares-otros”, sino la práctica de uso y la narrativa asociada la que va creando la pertenencia que, de mantenerse las condiciones, tendrá una duración dilatada en el tiempo, pero que puede verse bruscamente suspendida por múltiples motivos. La heterotopía permite comprender el carácter múltiple de infinidad de agenciamientos (Ema López, 2004). Su potencia para captar lo heterogéneo y las formas distintas de asociación brinda la oportunidad de observar nuevas conexiones o ensamblajes múltiples y así romper con el modelo dual persona-lugar o con cualquier versión reduccionista.
Parque Fundidora: un espacio heterotópico en la ciudad de Monterrey
El concepto de heterotopía de Foucault se puede interpretar como una herramienta epistémica valiosa para analizar el espacio público contemporáneo. En ciudades con características postmodernas como Monterrey en México, los esquemas de planificación urbana se reinventan constantemente. Para contextualizar la relación entre las teorías y los procesos involucrados en el propósito de este artículo, se ha realizado un análisis que se centra en un parque urbano ubicado en esta ciudad en el noreste mexicano. Según Hinojosa y Martínez (2019), Monterrey es reconocida como la principal ciudad industrial de México. En el centro de la ciudad, se encuentra el Parque Fundidora, un espacio que atrae a una gran diversidad de personas. Este parque constituye un caso de estudio interesante para ejemplificar la interrelación entre la creación de espacios heterotópicos derivados de su transformación en el tiempo, los procesos de desindustrialización, el apego al lugar y la construcción de la identidad de la ciudad.
Monterrey se caracteriza por encontrarse en constante reinvención a través de planes y proyectos de regeneración urbana. Estos cambios modifican las relaciones de apego con los lugares, lo que implica una resignificación de los espacios urbanos. La ciudad de Monterrey comparte muchas de las características de las ciudades postmodernas en términos de su arquitectura, urbanismo y cultura, experimentando una transformación urbana significativa en las últimas décadas. Monterrey ha pasado de ser una ciudad industrial a una ciudad de servicios y empresarial. Esto ha dado lugar a una gran cantidad de proyectos urbanos y arquitectónicos innovadores, que a menudo combinan elementos históricos y modernos, pero también ha presentado áreas abandonadas principalmente industriales. Estas características son típicas de las ciudades postmodernas y reflejan la complejidad y diversidad de la vida urbana en la era actual.
El pasado industrial de la ciudad es un elemento crucial en la identidad del Estado de Nuevo León, donde se encuentra el Parque Fundidora. Desde mediados del siglo XIX, Monterrey se ha caracterizado por un fuerte proceso de industrialización (Hinojosa y Martínez, 2019). Un ejemplo de la identificación de la ciudad con su pasado industrial es la inclusión de las chimeneas de los sopladores del primer alto horno en el escudo oficial del Estado. En el caso del Parque Fundidora, tanto el gobierno del estado como la iniciativa privada son los principales promotores de la patrimonialización del espacio y han creado un discurso en torno al patrimonio material e inmaterial vinculado a él, favoreciendo de ese modo su conservación (Hinojosa y Martínez, 2019). Además, la cultura industrial forjó una identidad de Monterrey como una ciudad impulsora de la economía desde los inicios de la industrialización de México.
La heterotopía patrimonial, concepto introducido por el estudio de Batista y Alvarado-Sizzo en 2019, aplicado al Parque Fundidora, se entiende como un lugar en el que la imaginación cobra vida y donde las personas se relacionan con este espacio de manera subjetiva y objetiva mientras lo exploran. Desde un punto de vista metodológico, su interpretación se basa en el análisis retrospectivo de los usos y las apropiaciones del territorio, que se comprenden a través de las representaciones y la creatividad que dieron origen a este lugar. De esta forma, la interpretación de la heterotopía patrimonial en el Parque Fundidora se divide en tres aspectos clave: su contexto histórico de creación, la narrativa institucional que lo considera patrimonio y la comprensión de cómo se utilizan y se apropian del territorio en la actualidad.
El Parque Fundidora se ubica en el lugar donde anteriormente se encontraba la antigua y reconocida Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey (Ver Figura 1). Esta importante empresa fue fundada el 5 de mayo de 1900 y cerró sus puertas el 10 de mayo de 1986 debido a problemas económicos. Dos años después de su cierre, se aprobó la construcción de un parque-museo en el mismo lugar. Hinojosa y Martínez (2019) sostienen que el Parque Fundidora forma parte de un discurso en el que se crea identidad a través del pasado industrial y es un lugar que representa esa historia y legado. La restauración y reutilización de las fábricas, oficinas y hornos, ofrece un nuevo sentido de lugar que permite recordar a las personas y los hechos que componen su pasado, estableciendo una relación entre lo material y lo inmaterial, en busca de la reconstrucción del “espíritu del lugar” (Cantu, 2008). Además, las políticas públicas necesarias para proteger este espacio después de su respectivo cierre permitieron crear un emplazamiento ecológico y de esparcimiento que actualmente la sociedad y el turismo disfrutan (Hinojosa y Martínez, 2019). Este se considera un aspecto que ha contribuido a fortalecer el vínculo emocional con el lugar.
Figura 1. Mapa del Parque Fundidora en Monterrey. Fuente: Elaborado en ArcGIS
Según Prieto (2011), Monterrey se puede dividir en un Monterrey pre-moderno, otro moderno y uno postmoderno en términos de su iconografía urbana. Esta percepción compleja y ambigua hace que la clasificación de la ciudad como postindustrial o postmoderna resulte desafiante. Algunos autores sugieren la existencia de un período de transición postindustrial desde el cierre de la Fundidora de Fierro y Acero en 1986, aunque hasta la fecha, no se ha logrado una homogeneización en la evolución de la ciudad en este sentido. Prieto (2011) se refiere al Monterrey postmoderno como el de los grandes “macroproyectos” urbanos que, con más sentido estético que funcional, se han venido desarrollando desde principios de la década de 1980. Este autor clasifica el Parque Fundidora como uno de los "macroproyectos" que actúan como estrategias para embellecer y adaptarse a las nuevas circunstancias impuestas por la globalización en términos de competitividad urbana. Este proyecto, en su calidad de muestra postmoderna, contribuye a la creación de una "ciudad imaginaria" que desplaza y reemplaza a la "ciudad real," como lo describe Amendola (2000). Estos proyectos que se convierten en íconos de la ciudad tienden a disimular la complejidad física, económica y cultural del entorno. Este fenómeno no es particular de Monterrey, Prieto (2011) apunta a que es recurrente en ciudades como Pekín, Bilbao, Dubai o París.
Este tipo de espacios que responden a una postmodernidad o transición postindustrial de la ciudad se perciben como una “ilusión” (Durán, 2008), como un oasis de disfrute y comodidad que brinda la oportunidad de temporalmente dejar atrás la realidad difícil y rutinaria que se experimenta en la "ciudad real" (Prieto, 2011). Estos lugares urbanos no están integrados en la vida cotidiana y homogénea de la ciudad, sino que han sido concebidos para ser explorados de manera concentrada y en horarios específicos, como una heterotopía.
La estrategia política y económica de la versión "imaginada" de Monterrey logró transformar con éxito los símbolos modernos de Fundidora, como las naves fabriles, las chimeneas y los altos hornos, en íconos postmodernos destinados a fines culturales y de entretenimiento, como la Cineteca, la Pinacoteca y el Museo del Acero (espacios actuales, construidos en las edificaciones originales de la fábrica). Este proceso implica un reciclaje análogo, donde objetos con una función original, como las chimeneas, se convierten en objetos que representan una imagen.
Parque Fundidora se destaca por ser un espacio público que ofrece una experiencia diferente a la que se vive en la cotidianidad de las calles de la ciudad. Es un lugar que, al ser diseñado como un parque, tiene una intención clara de ofrecer un espacio de esparcimiento, relajación y contacto con la naturaleza. Este es un lugar, de los pocos en Monterrey, que logra romper la inercia del tránsito constante de las calles. Dentro del parque, los visitantes pueden encontrar distintas actividades para realizar, desde caminar por los senderos, pasear en bicicleta, disfrutar de eventos culturales y deportivos, hasta degustar de la gastronomía local en los restaurantes y cafés dentro del parque. Es un espacio que permite la desconexión de la rutina y el contacto con la naturaleza y la cultura, sin salir del centro de la ciudad. Además, su localización y la preservación de los edificios y maquinarias de la antigua fábrica, lo convierte en un lugar único que permite la apreciación del patrimonio industrial, reafirmando el imaginario colectivo de la ciudad como motor industrial y económico de México, así como la glorificación del trabajo obrero (ver Figura 2).
Figura 2. Vista aérea del Parque Fundidora donde se aprecia el contraste entre estructuras de la antigua Fundidora y la vegetación y áreas deportivas del parque actual. Fuente: www.parquefundidora.org
El Parque Fundidora se presenta como un lugar que ofrece un equilibrio casi perfecto entre libertad y seguridad, lo cual lo convierte en una especie de “válvula de escape” para los habitantes de la segunda ciudad más poblada de México. Esta identidad del parque reafirma el pasado industrial de la ciudad, conservando patrones de ideas, sentimientos, creencias, preferencias, valores y comportamientos conscientes e inconscientes que relacionan la identidad de una persona con un tipo de significado que posicionó a la ciudad.
El Parque Fundidora constituye un ejemplo de heterotopía de compensación que puede contribuir a comprender las dinámicas del espacio público, la urbanización y el poder en la ciudad que influyen en el desarrollo de apego al lugar. Como parte del análisis y conceptualización del lugar como una heterotopía se presenta una disección de los principios formulados por Foucault y caracterizaciones de este concepto (Ver tabla 1). Michel Foucault (1997), como se ha referido anteriormente, conceptualiza las heterotopías como contra-sitios donde se representan, cuestionan e invierten todos los demás espacios reales que existen dentro de una cultura. Por tanto, leer el Parque Fundidora como un espacio heterotópico puede ayudarnos a descubrir aspectos que tributan al apego y la identidad de lugar no solo del parque, sino también de la ciudad en su conjunto. Foucault alude a una dicotomía entre el espacio organizado de este tipo de heterotopía -de compensación- que se opone al espacio supuestamente “real” en su forma desorganizada. El parque público en la ciudad postmoderna se convierte en una especie de espacio hiperreal. De acuerdo con lo descrito, se puede hacer una asociación con los niveles de simulación de Jean Baudrillard, clasificando el parque público en el nivel 2: “enmascara y desnaturaliza una realidad profunda” (Baudrillard, 1994, p.6).
Características/principios de las heterotopías |
Características del Parque Fundidora |
Espacio de contradicción (Dehaene y De Cauter, 2008) |
Convivencia entre el patrimonio industrial y la naturaleza, entre la historia y la modernidad, y entre el consumo y la cultura. |
Espacio de desviación: espacios en los que se colocan individuos cuyo comportamiento es desviado en relación con el promedio o la norma (Foucault, 1997) |
Desviación de la lógica urbana tradicional, se promueve el caminar, andar en bicicleta, el tránsito libre de los niños. |
Cuarto principio: el espacio heterotópico es capaz de yuxtaponer en un lugar real varios espacios diferentes que son en sí mismos heterotopías (Foucault, 1997) |
En el Parque Fundidora existen numerosas instalaciones que constituyen en sí mismas heterotopías: museos, parques de diversiones, festivales, salas de concierto. |
Quinto principio: en las heterotopías se determina el tiempo de apertura y cierre (Foucault, 1997) |
El Parque Fundidora se encuentra delimitado en su perímetro, con entradas y salidas que los separan del resto de la ciudad. |
Sexto principio: Las heterotopías tienen una función en relación con todo el espacio que queda. Crean un espacio de ilusión (Foucault, 1997) |
El Parque Fundidora y sus dinámicas crean un espacio real y utópico, ya que se ha transformado en un espacio público verde y recreativo que rompe con la lógica productiva de la ciudad. |
La heterotopía encarna la tensión entre el lugar y el no lugar que hoy reconfigura la naturaleza del espacio público (Dehaene y De Cauter, 2008) |
Constituye el "lugar para estar" con significado dentro de los "no-lugares" que conforman el resto del espacio urbano de la ciudad. |
Las heterotopías son impugnaciones de todos los demás lugares (Dehaene y De Cauter, 2008) |
En el Parque Fundidora, se produce una superposición de significados y usos, que implica una impugnación de los usos anteriores del espacio y a su vez de las dinámicas cotidianas de la ciudad. |
Cambian, tomando diferentes formas y propósitos en diferentes contextos sociales (Foucault, 1997) |
El Parque Fundidora se transformó de industria a parque urbano y en su interior se suceden cambios y surgimiento de espacios que constituyen en sí mismo heterotopías |
Tabla 1. Caracterización del Parque Fundidora como una heterotopía. Fuente: Elaboración propia.
El Parque Fundidora, interpretado como una heterotopía dentro de Monterrey, constituye un espacio que representa la diferencia en relación con la cotidianidad y homogeneidad del resto de la ciudad (Ver Figura 3). El proceso de regeneración urbana que experimentó este espacio se enmarca en un contexto más amplio de reinventar constantemente la ciudad a través de planes y proyectos que modifican las relaciones de apego con los lugares. De este modo, explorar el Parque Fundidora y la ciudad como espacios interconectados nos permite discutir las relaciones sociales, económicas y espaciales que operan en cada uno de ellos y cómo se conectan con el desarrollo del apego al lugar. Al abordar este espacio como una heterotopía, se propone un nuevo marco para comprender la interconexión entre el espacio público, la identidad de lugar, la regeneración urbana y la construcción de apego al lugar en la ciudad de Monterrey.
Figura 3. Vista satelital del Parque Fundidora y el contraste con el resto de la traza urbana. Fuente: Google Earth
El Parque Fundidora constituye, además, una experiencia controlada, donde lo histórico y la naturaleza se experimenta a partir de leyes y normas preestablecidas. Esto significa que el poder y la autoridad (elementos discutidos por Foucault y relacionados a la caracterización de una heterotopía), tienen un papel importante en la construcción del significado y la experiencia del espacio. Las regulaciones, normas y el rol del poder pueden tener un papel importante en la formación de apego al lugar, ya que influyen en la forma en que las personas interactúan y se relacionan, especialmente en el contexto de la ciudad postmoderna. De acuerdo con González (2017), el Parque Fundidora representa un hito en la transformación del espacio patrimonial de la industria en México y es el detonador que ha influenciado el crecimiento urbano de Monterrey, además que representa un cambio del paradigma industrial de la ciudad. Se podría afirmar que, de acuerdo con los planteamientos de Harvey (2004) sobre la postmodernidad, a medida que las limitaciones geográficas se vuelven menos relevantes, el capital se vuelve más receptivo a las diferencias específicas de cada lugar en el espacio, y esto genera un mayor estímulo para que los lugares se destaquen y resulten atractivos para las inversiones. La paradoja radica en que, a medida que el capital se vuelve más móvil y las barreras espaciales se desvanecen, se crea un incentivo para que los lugares se diferencien entre sí con el fin de atraer inversión y actividad económica, creando una ciudad de múltiples heterotopías o “burbujas” según Sloterdijk.
Discusión
La ciudad postmoderna se describe, de acuerdo con Soja (2000), como una especie de mito, una historia, una narración conmovedora que se basa en el pasado para abrir constantemente nuevas posibilidades. No solo se considera un modelo ejemplar del desarrollo social y económico contemporáneo, sino que también se percibe como una realidad metafísica, un lugar donde lo tangible y lo imaginario se fusionan de maneras que apenas estamos empezando a comprender. A partir del análisis teórico y conceptual del fenómeno del apego al lugar, se considera que éste no se encuentra en crisis en el contexto de la ciudad postmoderna, sino que se presenta con una fluidez en su desarrollo que requiere diferentes enfoques y metodologías para su estudio.
En este sentido, la consideración de los espacios heterotópicos en la ciudad como estrategia y marco epistémico para abordar el fenómeno del apego al lugar se presenta como una valiosa opción por varias razones. En primer lugar, los espacios heterotópicos son testigos de las relaciones humanas con el entorno, ya que sirven como puntos de anclaje para las experiencias personales y colectivas. En segundo lugar, al resaltar la diferencia y la singularidad de estos lugares, se pueden explorar con mayor profundidad las prácticas y conexiones emocionales que las personas establecen en ellos, lo que aporta una perspectiva enriquecedora sobre la vida urbana. Por último, al analizar cómo los espacios heterotópicos contrastan con el entorno circundante, se obtiene una visión más clara de las características que hacen que estos lugares sean especiales y, al mismo tiempo, se ilustra cómo influyen en la percepción y el valor atribuido al resto del espacio urbano. De acuerdo con Hatz (2018), cuando los significados de estos espacios se vuelven obsoletos o desaparecen, las heterotopías se disuelven, conduciendo a nuevos lugares que dan forma a nuevos significados: utopías de lo urbano y nuevas heterotopías urbanas. Este autor interpreta las heterotopías como un instrumento o dispositivo de la ciudad postmoderna.
A partir del análisis teórico expuesto se puede afirmar que el tejido urbano de la ciudad postmoderna está formado por múltiples espacios con características heterotópicas, y reconocer esta diversidad es esencial para examinar el apego al lugar en la ciudad. En las ciudades actuales, la movilidad y la fluidez son elementos clave, lo que implica que los vínculos con los lugares se están rearticulando constantemente y se abren al cambio a medida que las personas navegan por diferentes momentos de interrelación. Por lo tanto, el enfoque actual del estudio del apego al lugar debe considerar esta dinámica y reconocer que los vínculos entre las personas y los lugares se forman a través de redes dinámicas de relaciones que se actualizan constantemente, en lugar de concebirlos como estáticos y fijos. Según Savage et al. (2005), la pertenencia y el apego han cobrado un papel importante en el discurso urbano al desafiar el orden lejano impuesto por la globalización en las sociedades urbanas. En este sentido, como señala Hatz (2018), la pertenencia implica una relación fluida con los lugares para construir identidades.
La consideración de los espacios heterotópicos como instrumentos para analizar el apego hacia la ciudad permite una lectura de las narrativas que rodean a estos lugares. Al comprender cómo se construyen estos discursos y cómo las personas se relacionan con ellos, se pueden identificar oportunidades para fomentar una mayor inclusión social y comunitaria. Los espacios heterotópicos, aunque se han asociado a las relaciones de poder que las originan y la segregación que pueden desencadenar, también pueden ser espacios utilizados para fomentar la integración de las identidades que conforman una ciudad. Entrar en los espacios públicos heterotópicos puede significar un traslado hacia una comunidad anhelada que se ha perdido en el funcionamiento de la ciudad postmoderna. El hecho de “estar adentro” crea una cohesión en las personas que puede facilitar el apego. La comprensión de las heterotopías y su papel en la configuración del espacio público puede ayudarnos a construir una ciudad más justa, inclusiva y habitable para todos, a partir de revelar ese “otro espacio”. Dentro de los espacios heterotópicos, los individuos pueden encontrar el consuelo de pertenecer, una impresión de formar parte de una comunidad. Las multitudes en este tipo de espacios que surgen en la ciudad en forma de heterotopías, se aproximan tanto como es posible a la “comunidad” ideal imaginada. “Una comunidad es, en esta época, la última reliquia de las antiguas utopías de la buena sociedad” (Bauman, 2003, p. 100). La presencia de comunidad es el factor que por excelencia se plantea en la conceptualización tradicional del apego al lugar como un fenómeno fijo (Lewicka, 2011).
A partir del análisis de lo que constituye una heterotopía, este tipo de espacios pueden ser utilizados tanto para liberar como para controlar, y su capacidad para generar transformaciones significativas depende en última instancia de cómo se integran en las dinámicas sociales y políticas más amplias. Por lo tanto, es fundamental analizar críticamente tanto la lógica de poder que subyace en la creación de heterotopías como las dinámicas sociales que permiten su existencia, para poder avanzar hacia una sociedad más justa y equitativa en espacios de “escape” de la ciudad que ofrezcan un contexto para que la multiplicidad de identidades de los individuos de la ciudad confluya. Al establecer una relación emocional con estos espacios, las personas pueden sentir que están conectadas con una versión idealizada de la ciudad, parte del espectáculo al que alude Debord (1995), lo que puede generar un sentimiento de pertenencia y de identificación con la ciudad en sí. Estos espacios, al ser diferentes y fuera de lo común, pueden romper con la percepción que se tiene de la ciudad real y generar una experiencia novedosa y emocionante. En algunos casos, pueden tener una carga simbólica o histórica que los hace especialmente significativos para las personas, como el caso del Parque Fundidora en Monterrey. El Parque Fundidora en Monterrey, caso de estudio abordado en este artículo, puede considerarse una heterotopía debido a su superposición de significados y usos, desafiando la funcionalidad anterior del espacio y la dinámica cotidiana de la ciudad. Sirve como un emplazamiento real y utópico, transformándose en un espacio público verde y recreativo que rompe con la lógica productiva de la ciudad.
Considerando la idea del apego al lugar como una necesidad innata del ser humano, se puede postular que si bien este fenómeno puede cambiar o modificarse siempre estará presente en la relación que se construye entre las personas y los lugares que habitan. El habitante postmoderno también experimenta un profundo apego a lugares específicos. A medida que la ciudad se transforma y se entrelaza con narrativas pasadas y presentes, encuentran en rincones urbanos, parques, calles y edificios emblemáticos, no solo espacios físicos, sino también emocionales. Las características de las ciudades postmodernas no necesariamente significan una crisis en el apego al lugar, sino una modificación en la manera en que las personas desarrollan ese vínculo con los espacios. El concepto de heterotopías de Foucault va más allá y explora los significados intrínsecos de la sociedad urbana y su espacialidad.
En la ciudad postmoderna, estos espacios revelan la función esencial de estrategias de marketing que crean una "ilusoria reversión de lo cotidiano" como afirma Heynen (2008). De acuerdo con este autor, la combinación de estrategias espaciales y de marketing de ciudad, califica estos espacios como heterotopías. La capitalización de las heterotopías y su percepción como una simulación, espectáculo o “macroproyecto” como refiere Prieto (2011), es uno de los indicadores de su valor de intercambio y de su percepción de “lugares otros” o diferentes. La característica multiescalar del apego al lugar se manifiesta desde la conexión emocional con un sitio específico hasta su influencia en la percepción y valoración de la ciudad en su conjunto. Estas conexiones personales trascienden para convertirse en un vínculo más amplio y significativo con la ciudad en su totalidad, contribuyendo así a la construcción de un sentido de pertenencia urbana a partir de esta ciudad imaginada, heterotópica, que muchas veces difiere de la real (Ver Figura 4).
Figura 4. El apego a un lugar a nivel local (ej. Espacio heterotópico percibido como componente de la marca ciudad) puede ser un factor importante en la construcción del apego a la ciudad en su conjunto. Fuente: Elaboración propia.
En las ciudades actuales, es posible analizar los espacios desde una visión del concepto de heterotopía con el objetivo de comprender las dinámicas y prácticas de los habitantes en relación con estos lugares. Aquí, el ciudadano postmoderno puede encontrar un sentido de pertenencia y apego a la ciudad a una escala mayor. El estudio destaca el concepto de heterotopía de Foucault como una herramienta relevante para comprender la configuración urbana en el caso de estudio de Parque Fundidora. Sin embargo, dado que se enfoca exclusivamente en este entorno específico, futuras investigaciones deberían aplicar el concepto de heterotopía de Foucault a otros lugares. Además, el creciente interés en la teoría del apego al lugar para analizar la forma urbana ofrece un campo prometedor para futuras investigaciones y establece conexiones fructíferas entre el concepto de las heterotopías de Foucault y la teoría del apego al lugar, lo que mejora la comprensión de cómo este enfoque se aplica en el contexto del Parque Fundidora y en otras áreas urbanas postmodernas.
Conclusiones
En la ciudad postmoderna, el concepto de apego al lugar se convierte en algo más “fluido” y cambiante debido a las interacciones sociales y las características del espacio. La complejidad del apego a los lugares en los espacios heterotópicos se puede entender mejor si se adopta un marco conceptual diferente que reconozca la fluidez y la diversidad de estos espacios. Los vínculos con el lugar están en constante rearticulación y están abiertos al cambio a medida que las personas navegan por diferentes momentos de interacción. Esta perspectiva más relacional y dinámica puede ayudar a comprender mejor la complejidad del apego al lugar en la sociedad actual, especialmente en un mundo cada vez más móvil y cambiante. La forma en que las personas viven y establecen vínculos con los lugares en la ciudad actual plantea nuevos desafíos para definir el apego al lugar a escalas de ciudad o país. Sin embargo, esto no implica necesariamente una crisis en el apego, sino más bien una modificación de este fenómeno. Los espacios heterotópicos, que se caracterizan por su alteridad y multiplicidad, ofrecen oportunidades únicas para estudiar el apego al lugar en la ciudad postmoderna.
Los espacios heterotópicos, al ser opuestos a los no-lugares, no solo representan una crítica al espacio homogéneo y estandarizado que caracteriza a muchas ciudades actuales, sino que también encarnan una tensión fundamental en la naturaleza del espacio público contemporáneo. En este sentido, los espacios heterotópicos representan una oportunidad para repensar la relación entre la ciudad, los espacios públicos y los individuos que los habitan. La visión de la ciudad desde estos espacios nos invita a reflexionar sobre la importancia de la diversidad y la heterogeneidad en la creación de una ciudad más rica y sostenible, donde se respeten las particularidades y necesidades de cada individuo y comunidad.
Las heterotopías en la ciudad de la modernidad líquida de Bauman se presentan como espacios de oportunidad para crear el escenario idóneo a través de estrategias de creación de marca de ciudad y puedan confluir la multiplicidad de identidades que integran la ciudad de hoy, ese conglomerado de muchos miembros que constituye la polis de Aristóteles. En conclusión, el concepto de heterotopía es un marco teórico y epistémico adecuado para interpretar la forma urbana de las ciudades postmodernas y cómo se construye el apego al lugar y la identidad a escala ciudad en casos como el Parque Fundidora en Monterrey. Las investigaciones futuras deberían explorar este concepto más a fondo, particularmente en el contexto de la marca y el diseño de las ciudades. Es crucial tener en cuenta el concepto de espacios heterotópicos en una ciudad como una estrategia para comprender el fenómeno del apego al lugar. Estos espacios singulares y cargados de significado tienen la capacidad de revelar las prácticas y vínculos emocionales de las personas, al mismo tiempo que ponen de manifiesto las características distintivas que los separan del resto del entorno urbano.
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