Fibromialgia,
dolor y trauma
Fibromialgia,
dor e trauma
Fibromyalgia, pain and trauma
Teresa Morandi Garde1, Montserrat Rodríguez Garzo2.
1 Psicoanalista, Psicóloga Clínica (práctica privada). Colaboradora Clínica
de Fundación Galatea (COMB), de Umbral, (red Psi) y Psicoxarxa COPC. Docente
Supervisora de Equipos de Salud y Salud Mental. Coordinadora de Grupos
(Instituciones Públicas). Codirectora del Estudio Trauma y Transmisión. Miembro
Junta y Patronato de la FCCSM, Barcelona, España. Correo de contacto: tmorandig@gmail.com.
2 Psicoanalista, docente y ensayista. Lda. en Geografía e Historia y
Documentalista. Ejerce la clínica privada en Barcelona. Vinculada a las
siguientes instituciones: SEMP (Sociedad Española de Medicina Psicosomática),
Sección de psicoanálisis del COPC (Colegio Oficial de Psicólogos de Cataluña),
APERTURA (Estudio, investigación y transmisión del psicoanálisis), FEAP
(Federación Española de Asociaciones de Psicoterapia), AEN (Asociación española
de neuropsicoanálisis), UMBRAL y Colegio de Doctores y Licenciados de
Catalunya, Barcelona, España. Correo de contacto: mrodriguezgarzo@gmail.com, https://mrodriguezgarzo.es
Resumen:
En este
artículo se presenta un ensayo clínico y teórico en el que se aborda la
consistencia del sufrimiento, su causa, y su función valiéndose de dos notas
clínicas de pacientes con fibromialgia para reflexionar sobre las nociones de
trauma y dolor en relación a la expresión del sufrimiento articuladas a las
alteraciones del yo. Asimismo, se señala la importancia de la colaboración de
psicoanalistas con profesionales del ámbito médico que desde teorías y
prácticas diferentes abordan el tratamiento de algunas enfermedades, interrogan
el saber de cada profesión y piensan juntos la clínica, dialogando en beneficio
de los pacientes y también de los propios profesionales.
Palabras
Claves: trauma; dolor; sufrimiento; desamparo;
estrés; fibromialgia; PINE/PNEI.
Resumo:
Este artigo apresenta um ensaio clínico e teórico
que aborda a consistência do sofrimento, sua causa e sua função utilizando duas
anotações clínicas de pacientes com fibromialgia para refletir sobre as noções
de trauma e dor em relação à expressão do sofrimento articulado às alterações
do eu. Da mesma forma, a importância da colaboração dos psicanalistas com
profissionais da área médica que, a partir de diferentes teorias e práticas,
abordam o tratamento de algumas doenças, interrogam os saberes de cada
profissão e pensam juntos a clínica, dialogam em benefício dos pacientes e
também dos próprios profissionais.
Palabras
chave: trauma;
dor; sofrimento; desamparo; estresse; fibromialgia; PINE/PNEI.
Abstract:
This article presents a clinical and theoretical essay that addresses the
consistency of suffering, its cause, and its function within the frame of two
clinical notes from patients with fibromyalgia to reflect on the notions of
trauma and pain in relation to the expression of pain and suffering articulated
to alterations of the self. Likewise, the importance of the collaboration of
psychoanalysts with professionals from the medical field is emphazised who,
from different theories and practices, approach the treatment of some diseases,
interrogate the knowledge of each profession and think about the clinic
together, being this a dialogue for the benefit of patients and also of the
professionals themselves.
Keywords: trauma; pain; suffering;
helplessness; stress; fibromyalgia; PINE/PNEI.
Introducción y objetivos
Se
presenta un ensayo clínico y teórico sobre en el que se aborda el sufrimiento,
su causa y su función articulado a dos notas clínicas para reflexionar sobre
las nociones de trauma y dolor en relación a la expresión del sufrimiento
vinculadas a las alteraciones del yo, a las inhibiciones y a los trastornos
funcionales del organismo. Un sufrimiento que no proviene de lo que en términos
freudianos se podría pensar como formaciones del inconsciente, efecto de la
represión, sino de la expresión de la angustia asociada a los efectos
traumáticos del desamparo, de la experiencia de la indefensión. Dicho de manera
simple: un sufrimiento que proviene de la incidencia del lenguaje en el cuerpo,
del alcance de las palabras de amor.
La complejidad de la cuestión referida se aborda
reflexionando sobre dos notas clínicas de pacientes derivadas por un neurólogo
bajo el diagnóstico de fibromialgia, que evocan la noción de trauma enunciada
en el simposio sobre las neurosis de guerra, donde Freud (1986) asume las
observaciones de Sándor Ferenczi (1981) en “Psicoanálisis de la neurosis de
guerra”. Se propone que la causa del trauma psíquico está relacionada con la
inexistencia de una herida real y que tiene la misma estructura que lo que
designó como neurosis narcisistas, la paranoia y la melancolía diferenciadas de
la esquizofrenia o demencia precoz en Kraepelin (Romé y Kopelovich, 2019). Los
casos evocan también las nociones de depresión anaclítica y de hospitalismo creadas por René Spitz (1945 y 1946), evocaciones
históricas cuya actualidad interroga la clínica contemporánea y la importancia
de la orientación diagnóstica en el tratamiento de las presentaciones del
malestar, cuestión diluida cuando no borrada en el abordaje actual de la
clínica del dolor.
Fibromialgia, dolor y trauma
Sobre el dolor
El dolor, agudo o crónico, es un cuadro clínico de
máxima prevalencia en las consultas médicas en esta época. Depende de
diferentes causas, por lo que no tiene un sentido unívoco, al ser parte de la
condición humana (Isoldi y Vaschetto, 2022). Sin embargo el abordaje actual
suele ser casi exclusivamente biomédico, incluso cuando la causa se considera
psiquiátrica, decantando hacia un enfoque fundamentalmente farmacológico,
asociando de manera frecuente – según las clasificaciones DSM[1]
y otras - los síntomas dolorosos con diagnósticos de depresión y/o ansiedad.
Breuer y Freud (1985)
señalaron que aquellos pacientes que presentaban ciertas lesiones que no
respondían a la anatomía del SNC, al dar lugar a la palabra y a una escucha por
parte del terapeuta, se observaba en ellos una disminución del sufrimiento y
resolución de síntomas. Esta clínica - en el campo del psicoanálisis- lleva a
cuestionar el modelo cartesiano, organicista, y en consecuencia a considerar el
valor de la palabra y del cuerpo no sólo como organismo, sino como un cuerpo
erógeno, un cuerpo que implica a quien lo sufre y a su historia de vida.
Generalmente el escuchar el
padecimiento físico de alguien en el campo biomédico se tiende a la exclusión
de los aspectos psíquicos, subjetivos, que comporta ese malestar, así como a la
afectación que se produce en el lazo social en tanto el sufrimiento produce
soledad, aislamiento, disminución o falta de deseo de vivir, de trabajar, de
amar. Cuestiones evidentes en las dos presentaciones que se aportan, así como
en un fenómeno actual, bastante agudizado, el de las bajas laborales, cada vez
más frecuentes, incluso de profesionales del ámbito sanitario (Peña et al.,
2022).
La fibromialgia, síndrome
doloroso generalizado muchas veces como una condición crónica[2],
es un ejemplo de complejidad, pues, a pesar de la expresión del sufrimiento,
los profesionales de la medicina, en relación con la causa, encuentran “nada”
orgánico que suele derivar para las personas en que “no tienen nada… importante”
(Barrenengoa-Cuadra et al., 2021; Rambla et al., 2023). Se muestra así la gran
dificultad de ir más allá de ese “resolutivo” y “cronificante” diagnóstico, que
genera más soledad, desesperanza, crecientes visitas a diferentes
profesionales. favoreciendo dependencia a diversas medicaciones, con riesgo de
efectos secundarios múltiples ocasionando iatrogenia, al reducir al sujeto a un
cuerpo orgánico sin historia, sin palabras. Pero también se han hecho riesgosos
diagnósticos de fibromialgia, casi como sinónimo de histeria que, tal como se
señala en las viñetas clínicas, no todos los casos son iguales, sino que
responden a cuestiones más complejas (Bottaccioli y Bottaccioli, 2023).
Se ha de destacar que se ha
encontrado - a través de las notas clínicas presentadas en este trabajo - una
sintonía con profesionales del campo médico inclinados a trabajar con otras
disciplinas que se ocupan de lo subjetivo (cuerpo, lenguaje e imagen), a fin de
tener en cuenta la singularidad para lograr escuchar que algo de ese dolor
insistente, pese a no encontrarse lesión o disfunción orgánica, suele tener
relación con una repetición traumática.
Sobre lo traumático
La palabra trauma
proviene del griego, literalmente: herida. Es un concepto
fundamental en psicoanálisis, como así también en el campo de la salud mental y
en otros campos, aunque hoy en día suele usarse de modo casi abusivo,
tratándolo con escaso rigor, banalizándolo incluso.
Desde el momento en que se
nace acontecen experiencias traumáticas, ya sean pérdidas precoces,
separaciones significativas con sus duelos que, a la vez, permiten crecer y
tener un lugar en el mundo, hasta acontecimientos imprevistos y desbordantes, una
realidad imposible de asimilar, que deja al sujeto en estado de shock,
sin recursos, desamparado, sin palabras, al alterarse la trama simbólica e
imaginaria que le ha sostenido para vivir; como si se encontrase ante un “sin
sentido” al que no puede darle significación alguna, a la vez que se producen
de forma repetitiva angustia, pesadillas, inhibiciones, síntomas corporales y
en la psiquis, en un intento desesperado de ligar la intensa excitación que desborda al
aparato psíquico de darle un sentido a lo que ocurre. El modelo que utiliza Freud (1985) es el
del dolor. Pareciera que todo se pone allí, en ese dolor, con lo cual se
empobrece el resto del funcionamiento psíquico llevándole a una fuerte vivencia
de desamparo, de extrañamiento, de indefensión.
En
este sentido es importante señalar la diferencia de lo discutido con el cuadro
que la psiquiatría determina como diagnóstico de “estrés post traumático”. Tal diagnóstico surge y
se moldea como una entidad nosológica, ante las secuelas traumáticas que
presentaban los soldados norteamericanos que regresaban de Vietnam.
Paradojalmente no eran sólo víctimas de violencia, sino que ellos mismos
produjeron actos violentos y podían seguir produciéndolos. Fue un diagnóstico
cuyo valor ha sido el de declarar enfermedad a aquellos síntomas que,
ya desde la Primera Guerra Mundial, eran considerados sólo imaginaciones o
cobardía. Adquiere así la misma entidad de los síntomas físicos y, por tanto,
reconocimiento médico, económico y social. Dicho merecido reconocimiento
instala, a la vez, el efecto “víctima”[3]-
que, aun siéndolo -, los instala en un no-poder hacer nada por y para sí
mismos, quedando a la espera de un Otro[4]
que “resuelva” su situación. Se ha de ser claro en que la ayuda al sujeto
consiste en que pueda encontrar salidas propias a una posición pasiva,
sufriente, que causa más ataduras, y efectos en sus lazos sociales. La
fibromialgia es, entonces, un diagnóstico cuestionado en tanto que puede crear
cierta fijeza del ser (“soy fibromiálgica”, etc.) al
eliminar la subjetividad, lo inconsciente (Morandi, 2012).
Los
protocolos que se aplican incluyen a todos aquellos sujetos que han vivido
acontecimientos similares como afectados por igual e igual terapéutica. Ahora
bien, un encuentro traumático - sea por abuso sexual, de orden bélico,
dictaduras, efecto de catástrofes o abandonos - no causa siempre y a todas las
personas que lo padecen la misma perturbación. Para ello ha de haber entrado en
relación con otros acontecimientos anteriores, historias, marcas en el
psiquismo- aunque hayan pasado desapercibidas- tal como se relata en las
historias clínicas a continuación. Es decir, que el evento alcanza para un
sujeto, en su subjetividad, en su historia vital, una singularidad tal que
marca diferencias con los efectos en otros que han vivido hechos similares o
presenciado el mismo acontecimiento. Siguiendo esta idea se considera que el
trauma se da en dos tiempos, ya referidos desde Freud (1985). En el primero, el
sujeto se ve expuesto a aquello que se ha denominado lo imprevisto que es lo
que golpea, “el mal encuentro”, denominado la tyché (Lacan, 1987). El
segundo tiempo tiene que ver con las repercusiones subjetivas, la forma que esa
marca afecta y cómo cada cual se enfrenta a ella, sea en el momento o a lo
largo de su vida. Los tiempos no responden a lo cronológico, siguen la
atemporalidad inconsciente, propia de cada uno/a.
Lo
dicho marca diferencia -teórica y clínica- sobre lo traumático en el ámbito
psicoanalítico respecto al psiquiátrico. Lo psíquico no se refiere a dinámicas
cerebrales, ni a hipótesis biológicas sobre las conductas humana, sino a las
marcas del lenguaje, lo social, la cultura, la historia y la política.
La
experiencia clínica señala que cada sujeto, de acuerdo con su historia, con su
psiquismo, puede sentirse como “víctima” de lo acontecido, entregarse al dolor
y de alguna manera detener su vida en esa posición, con todas las dificultades
que ello acarrea; o arribar a restablecer el lazo con la palabra, interrumpido
por lo traumático e interrogarse: ¿qué
puedo, o ¿qué quiero hacer con lo que me ha
sucedido, o con lo que he hecho?, encontrando posibilidades de elaboración - trabajo de duelo- que implican cierto
acatamiento de la
realidad (Freud, 1985). No se
diría de curación pues es una marca, imborrable, pero que puede ser soportada
sin tanto sufrimiento, al encontrar diferentes herramientas que ayuden
modificar la repetición de “lo mismo”; aquello que quedó sin asimilar y se
traducía en dolor, en angustia. Herramientas que apuntalen la capacidad de
transformar, de reconstruir el mundo propio - ya sea a través de la narración,
del análisis, la escritura u otras artes
Estas
pinceladas teóricas respecto a las dos pacientes llevan también a la idea de la
importancia y necesidad de un enfoque interdisciplinario, tal como se ha dado
con los neurólogos o médicos de familia a quienes siempre les es dirigida la
demanda de alivio o de resolución del dolor agudo o crónico. Son quienes, al
encontrarse interpelados por la insistencia de algunos síntomas y la búsqueda
de alivio para los pacientes, comparten esa intervisión e interlocución.
¿Ser fibromiálgica o tener fibromialgia? Dos notas clínicas sobre la función del dolor y la importancia del diagnóstico diferencial para abordar la demanda de tratamiento
Las autoras comentan una experiencia clínica que
interroga la función del dolor (Rodríguez Garzo, 2012) y la del diagnóstico
diferencial en dos pacientes en las que la fibromialgia es el diagnóstico que
propicia un tratamiento analítico. En ambas pacientes, aún siendo buena la
adherencia al tratamiento médico instaurado, se van ampliando las
manifestaciones del malestar dando lugar a conductas que limitan la actividad
vital y que concluyen en pérdida del empleo, aislamiento social y, en uno de
los casos, con un diagnóstico de TLP (Trastorno límite de la personalidad), en
autolisis recurrente.
El presente estudio explora la causalidad de los
trastornos orgánicos o funcionales que no responden a una etiología orgánica
específica. La herramienta de trabajo, clínica analítica de orientación
lacaniana, delimita el alcance teórico y epistémico en el tratamiento de las
dos pacientes que presentan una fenomenología y un diagnóstico médico común,
fibromialgia asociada a sintomatología ansiosa y depresiva y una presentación
diferenciada de las evidencias clínicas que las pacientes aportan en función de
su orden psíquico y en un dispositivo transferencial.
Para situar la importancia del diagnóstico diferencial y
su relación con la orientación del tratamiento, se aporta un brevísimo
acercamiento sobre la consistencia del dolor en la neurosis histérica y en la
melancolía en el texto freudiano y en la lectura que Lacan hace de algunos
aspectos establecidos por Freud.
En el pensamiento freudiano, la histeria es un orden
clínico que cuestiona la causa médica de algunas presentaciones sintomáticas.
Freud aborda estas presentaciones estudiando la causa y los mecanismos de la
formación del síntoma, y en un principio establece su etiología articulando la
expresión de una experiencia sexual reprimida a una manifestación sintomática
Esta conversión, histérica, determina el núcleo de la teoría freudiana sobre la
histeria y la va ampliando mediante la clínica de las manifestaciones
sintomáticas derivadas de los mecanismos de la identificación. La lectura que
hace Lacan de la histeria freudiana restringe la concepción psicopatológica en
la que se mantuvo Freud, despegando de la anatomía las manifestaciones
histéricas y registrándolas en el campo de la incidencia del lenguaje en el
cuerpo. Lacan, en sus escritos tempranos sitúa los fenómenos que definen la
escisión esquizoide, o los espasmos, en el ámbito de la fenomenología histérica,
vinculando esta expresión a la fragilidad fantasiosa de la imagen corporal
previa a la unificación imaginaria del cuerpo (Lacan, 2008). Asimismo, extiende el concepto de histeria al de
identificación viril (la histeria como formación homosexuada) y al de
constitución subjetiva (relación del sujeto con el lenguaje, con el Otro),
constitución que dará lugar a las modalidades del vínculo social.
Abordar la complejidad de la melancolía como categoría
clínica excede ampliamente este artículo. Se hará un acercamiento básico, como
el expuesto respecto a la histeria, para situar lo que afecta a la importancia
de la orientación diagnóstica en todo tratamiento, aquí con relación a las
notas clínicas a las que se hace referencia. Mientras Freud aborda la posición
melancólica en relación con los trastornos de los afectos, Lacan sitúa las
situaciones melancólicas en relación a los efectos del lenguaje, articulados a
la causa del deseo en cada sujeto, tal como se señaló previamente en lo
comentado sobre la histeria. En Freud, la constitución de la melancolía recorre
su texto y ya está presente en los trabajos pre psicoanalíticos, pero adquiere
categoría clínica plena en Duelo y Melancolía (Freud, 1992), escrito en el que
toma lo normal, el duelo como reacción consciente ante una pérdida, para pensar
un estado patológico, la melancolía, posición en la que se da el saber qué o a
quien se ha perdido, pero sin conciencia de qué se ha perdido con esa pérdida.
Destacaremos brevemente algunos aspectos planteados en
Duelo y Melancolía en relación a las notas clínicas que se presentan:
El sujeto A, “Soy fibromiálgica”, presenta lo que Freud
contempla como clínica común en sus observaciones sobre la melancolía: desaparición
del interés por el mundo externo, de la capacidad de amar, pesadumbre constante
e inhibición de la capacidad para producir, mientras que en la paciente B,
“Tengo fibromialgia”, los estados observados por Freud se dan en relación a
circunstancias vitales vinculadas a una pregunta sobre lo que ha perdido, y con
una intensidad y frecuencia oscilante. Mientras que en B las presentaciones del
malestar no tienen un carácter basal, producen una rebaja de lo que sostiene su
yo y un empobrecimiento de lo que para esta mujer es el mundo. En la paciente A
lo que se empobrece es el yo, un empobrecimiento que se alimenta sin cesar de
la autocrítica moral que manifiesta. En la paciente B se daría una
identificación a un rasgo del objeto perdido y en A una introyección del objeto
perdido en el yo.
Tanto para Lacan como para Freud, y en cualquier otro
campo clínico en el ámbito de la salud mental, la melancolía tiene un
desarrollo complejo y extenso. A partir de los años cincuenta, Lacan sitúa la
melancolía como efecto del lenguaje, como constitución subjetiva, no en
relación a la constitución del narcisismo. Un efecto vinculado a lo que Freud
enuncia como “la sombra del objeto cae sobre yo” y que Lacan recoge expresando
que “el objeto triunfa”, que lo que vence es el no saber qué representa lo que
se ha perdido. Una falta de representación que en A se suple lábilmente con el
“ser fibromiálgica”; una reparación del ser, una suplencia (Rodríguez Garzo
2015) que le permite ir viviendo de la mejor manera posible. En B la pérdida
desencadena un proceso normal, de duelo, complejo, con ciertos ribetes
psicopatológicos, mientras que en A la pérdida destruye una estabilidad vital
precaria, pero suficiente para ir asentándose en el mundo.
Las autoras sitúan ahora la intersección fenomenológica
de los casos B, “Soy fibromiálgica” y A, “Tengo fibromialgia”. Ambas mujeres
consultan por un diagnóstico establecido por el neurólogo que las deriva. En
ambos casos la fibromialgia es una presentación más en un cuadro complejo en el
que conviven fenomenología ansiosa y depresiva con intentos autolíticos,
menores y puntuales en A y recurrentes en B. En ambos casos también, las
variaciones del humor están sujetas a las dinámicas de la representación que,
articulada a la organización simbólica de cada cual, da lugar a los afectos que
se presentan en el cuerpo, que son comunes. También es común la incidencia del
abandono parental en la experiencia de desamparo, presente desde una edad
temprana, y la dificultad para la elaboración de las pérdidas, rasgo que
propicia la aparición de ansiedad y depresión persistente y posteriormente, la
sintomatología fibromiálgica. El padre de A desapareció al comienzo de su
adolescencia y para B la desatención está presente desde el inicio de su vida,
asociada a los abusos sexuales padecidos en el contexto familiar. Ambas
pacientes refieren que no hubo carencias con relación al cuidado necesario.
Para ambas también la exposición y lo imprevisible son situaciones ansiógenas
ante las que desarrollan conductas evitativas. Si bien la terapia médica,
antidepresivos asociados a ansiolíticos, palía la intensidad de las
presentaciones, los síntomas persisten y no recuperan la vitalidad previa al
desencadenamiento.
“Soy fibromiálgica”
La
paciente A tiene 45 años cuando consulta. Trabajaba en una peluquería hasta que
la parestesia en manos y antebrazos le impidió manejar las herramientas propias
de su oficio. Ante la expansión del dolor recurrió al reumatólogo y descartadas
posibles patologías médicas (víricas, del tejido conjuntivo o traumatismos) fue
derivada al neurólogo, que le propuso una terapia mixta (médica y psíquica).
A se presentó así: “Soy fibromiálgica”. El tratamiento de
A fue breve: cinco entrevistas produjeron cierto apaciguamiento de la angustia
y el dolor remitió lo suficiente para que reanudase el trabajo, adecuándolo a
sus posibilidades (cierta “reestructuración cognitiva”). En este caso, el
diagnóstico del neurólogo, fibromialgia, sostenido por el del analista,
melancolía histerizada (yo ideal precario sostenido en un ideal del yo
vinculado a valores atribuidos a su padre), posibilitó crear condiciones para
que A tenga un lugar en el mundo. La orientación del abordaje terapéutico la
determinó el diagnóstico diferencial (melancolía histerizada) dirigido aquí a
sostener el diagnóstico médico y a autorizar las evitaciones para tratar de
localizar un posible funcionamiento no patológico.
Sobre las condiciones afectivas y ambientales de A se
observó que en su cultura familiar el trabajo es un valor fundamental
apuntalado en el coraje de las mujeres de la familia materna; pero A no
respondía a tal exigencia. El primer trabajo estable lo tuvo pasados los 40
años, en una peluquería. Parecía que empezaba a encajar en la exigencia
familiar, pero una vez más no fue así. La constancia de los efectos
paralizantes de lo imprevisible y el saberse permanentemente observada y
juzgada por las mujeres de su entorno laboral, fueran jefas, compañeras o
clientas, precipitó la renuncia al trabajo. Su dolor, lo desencadenó una traición,
pues dos años atrás su mejor amiga, dueña del negocio en el que A colaboraba,
la abandonó: “se lió con un sinvergüenza y me dejó de lado… empezó a criticar
lo que hacía, hablaba mal de mí y de mi familia…”. Para A, esta amistad fue el
primer vínculo social de importancia más allá del entorno familiar, un lazo que
uniendo el amor y la autoridad facilitaba una forma proyectiva de admiración:
ocurre otra vez que alguien admirable, como su padre, la deja.
El dolor apareció de manera súbita
con ritmo e intensidad creciente y en progresiva expansión corporal. Bajo diagnóstico
médico inicia tratamiento con antiinflamatorios y analgésicos que tuvo un
efecto paliativo. La mejoría le permitió construir un vínculo semejante al
primero, la amistad de otra mujer admirable, y pudo mantener el trabajo. Pero
le vuelve a ocurrir algo similar: se siente abandonada de nuevo y sucede otra
crisis, localizado el dolor ahora en antebrazos y manos y de intensidad
intermitente. Al no responder al tratamiento analgésico y ante el agravamiento
de la sintomatología ansiosa y depresiva, el reumatólogo lo combinó con ansiolíticos
y se produjo cierto alivio. En este contexto de ligera mejoría fue derivada al
neurólogo que introdujo el antidepresivo e indicó un tratamiento psicológico dada la complejidad del cuadro clínico.
La progresión invalidante del dolor, el cansancio y el
desánimo la retiran socialmente. “Estoy mal, pero no me siento mal”. La
paciente A se sostenía mejor al margen de todo compromiso, laboral y afectivo,
porque “soy fibromiálgica”, condición que le aseguraba una delimitación del
mundo, deslocalizado desde hacía dos años, ligado al reconocimiento. Así, A
podía mantener la colaboración puntual en el negocio familiar, un bar, próximo
a su domicilio. No atendía al público, ayudaba a organizar los pedidos en la
cocina, no recibía directamente las demandas, sino a través de un tercero. Una
pregunta de la analista, “¿toda la familia trabaja en el bar?”, propició que
refiriese un episodio del que nunca había podido hablar: el negocio de la
familia fue una solución económica asociada a un abandono asociado a lo
vergonzoso en su adolescencia. El padre de A cometió un delito grave y para
eludir las consecuencias huyó del país, abandonando a la familia. Esto fue
dicho en la cuarta entrevista. En la quinta sesión, consideró retomar el
trabajo previendo los encuentros con las clientas, una a una, controlando la
demanda, sin que cupiera la sorpresa. Decidió poner un gabinete en su casa,
situación que le permitiría citar a las clientas individualmente y conocer
precisamente la demanda, solución que delimitaría su exposición y el contacto
con lo imprevisto, evitando desencadenar la angustia, manteniéndola en un
estado de alarma. En esta entrevista también anunció que desplazaba las
sesiones y que postergaba su boda: había interrumpido los preparativos durante
la primera crisis e iba retomando el plan en los períodos de mejoría, pero las
irrupciones dolorosas la obligaban a aplazar el compromiso, plazo que operaba
como una amenaza. En esta última conversación decidió́ un aplazamiento sin
fecha de la boda y propuso continuar el tratamiento a demanda, acordándose a
ello.
“Tengo fibromialgia”
La
paciente B consulta derivada por el psiquiatra al que fue derivada por un
neurólogo tras su último intento de suicidio. Estos intentos eran recientes,
pero la ideación autolítica está presente desde la infancia. Reciente es
también el divorcio, incoado por ella. B se presenta así: “Tengo fibromialgia”.
Tiene también un diagnóstico de trastorno límite de personalidad (TLP),
migrañas y una patología dermatológica de carácter psicosomático que debutó en
la adolescencia. Es lo que tiene; un “tener” patológico cuya causa atribuye a
lo que ella es para los otros, a su lugar en el Otro. Un Otro familiar violento
y consentidor de los abusos de los que fue objeto lo largo de la segunda
infancia.
B no tiene amigas. En la adolescencia construyó cierta
trama social conjugando la seducción con el rechazo: deséame para que te pueda
rechazar. Este funcionamiento, fantasmático y vitalizador, se debilita cuando
en el ámbito académico y con relación a una producción muy importante para
ella, un docente la acusó de plagio ante los demás alumnos. Este incidente
sucede a otro en el que se sintió en riesgo de ser objeto de abusos sexuales,
también en el instituto. La vergüenza se hace presente más allá de lo privado y
lo íntimo, en el ámbito público, y así se va asentando una modalidad
sintomática que en el tratamiento da lugar a algunas preguntas: “¿propicio que
abusen de mí?, ¿qué hago para que siempre me traten mal?”. Desde el final de la
adolescencia B sostuvo un comportamiento que le garantizaba un lugar social que
evocaba el delirio de indignidad; pero resultó no ser así: durante el
tratamiento comienza a notarse que la fantasía la acompañaba, que desde la
adolescencia se preguntaba qué significa ella para los otros y menciona que
siempre ha trabajado para responder a lo que su madre esperaba de ella. Llegó a
la consulta con diagnóstico de TLP, pero ese diagnóstico no tiene fundamento.
Por la clínica cabría diagnosticar una histeria melancolizada, invirtiendo los
términos del diagnóstico de A; B, una neurosis histérica con rasgos melancólicos
con dominante perversa (masoquismo moral, en términos freudianos), dada la
intensa relación que el sujeto tiene con el sufrimiento. Sí tiene fundamento el
diagnóstico de fibromialgia, dolor aquí articulado a los afectos y al
sufrimiento psíquico, motivo por el que el neurólogo sugiere un abordaje mixto
del tratamiento. ¿Aparece el dolor en el cuerpo de la mujer adulta en relación
a la persistencia del abuso sexual?: el dolor le comienza cuando de adulta, en
su propia casa, construye un refugio para protegerse del sempiterno “ninguneo”,
un espacio protegido, como los escondrijos en los que de niña se refugiaba
tratando de evitar el abuso sexual. Así, la fibromialgia aparece tras años
de angustia e impotencia ante las actualizaciones de la falta de asistencia
mediando el fantasma derivado de los abusos, condiciones que organizan su
economía afectiva asentadas en la falta de entereza para afrontar la vida.
Dadas las coordenadas biográficas en las que se presenta
la fibromialgia, se consideró valorar su carácter conversivo (desconexión entre
afecto, representación y huella, en términos freudianos) sin que esta
orientación cerrase el diagnóstico. Lo que interroga el carácter conversivo (es
una de las interpretaciones que predominan en el ámbito analítico), es la
recidiva del dolor generalizado vinculada a situaciones vitales y la
desaparición del dolor efecto de la localización del contexto afectivo que
antecede a la reproducción de la sintomatología fibromiálgica.
A modo de conclusión
Fenómeno y síntoma no son formaciones equivalentes ni son excluyentes,
paradójicamente, y la complejidad de sus articulaciones exige un abordaje
terapéutico adecuado al funcionamiento del paciente, que en A sería una
dinámica compatible con una melancolía histerizada y en B, una histeria
melancolizada. Así, para establecer una orientación del tratamiento lo que
importa es el orden psíquico, la subjetividad, el orden expresado en los
funcionamientos vitales de A y B.
En el ámbito analítico lacaniano se habla de funcionamiento
para indicar la singularidad del sostén, el orden mediante el que un sujeto,
sujeto del inconsciente, expresa su malestar; manifestación que ha de orientar
el tratamiento de las presentaciones del malestar. Esa matriz alude a la organización psíquica que en términos freudianos se
establece como estructura clínica - psicótica, neurótica o perversa y en
función de esa estructura, el síntoma o el fenómeno será susceptible de
diluirse o de dar lugar a un ser, a una consistencia imaginaria que ayude a
vivir, como ocurre en el caso A, o será susceptible de disolverse, como ocurre
en B. En A se construye un lugar en el mundo amparada en el ser que le da la
condición de fibromiálgica: “Soy fibromiálgica”, prótesis del ser sostenida en
el tratamiento analítico, es una solución que le permite construir un lugar en
el mundo, la mejor manera posible de vivir. En el caso B el yo está construido
con suficiencia: B puede sostener el deseo de ser en el ámbito social, en el
familiar y en el profesional por lo que cabe ir elaborando en torno a las
presentaciones del malestar, a su función y a su progresiva disolución.
Bibliografía
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[1] El DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental
Disorders) es un manual que establece la nomenclatura, las categorías
diagnósticas y los criterios para diagnosticar trastornos mentales en la
práctica clínica. Es una guía ampliamente utilizada en Estados Unidos para
diagnosticar trastornos de salud mental en niños y adultos
[2] La Organización
Mundial de la Salud (OMS) define la fibromialgia como una enfermedad que se
caracteriza por dolor crónico generalizado en el aparato locomotor que dura más
de tres meses.
[3] Las personas afectadas por traumas diversos prefieren denominarse
sobrevivientes o supervivientes.
[4] La noción de Otro en la teoría lacaniana tiene un
desarrollo complejo que afecta a la definición de las nociones de lenguaje,
inconsciente y exterioridad. El Otro no es el semejante, es el conjunto de
lugares que acoge a un nuevo ser, la familia, entre otros lugares,
incorporándolo a lo simbólico, conjunto preexistente de valores y normas que
organizan la vida social en la que el sujeto se irá integrando. La modalidad de
esta incorporación determina la subjetividad, el tipo de vínculo social con la
que el sujeto se inscribe en el mundo.
Originalidad:
Este artículo es original y no ha sido enviado
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La responsabilidad de este
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Conflicto de interés:
Ninguno
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Cesión de derechos:
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ceden el derecho de autor a la revista Pinelatinoamericana.
Contribución de los autores:
Las autoras han elaborado y participado en cada una de las etapas del manuscrito, se hace públicamente responsable de su contenido y aprueba esta versión final.
Fecha de Recepción: 2024-09-30 Aceptado: 2024-11-26
ARK: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s27968677/6ry5pmj5g
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