Aproximaciones
a la integración mente cuerpo
Abordagens
para integração mente-corpo
Some comments for the integration of mind- and body
Leandro
D. Dionisio1, Pablo Fernández-Berrocal2.
1 Profesor Universidad Nacional de Córdoba, Universidad Nacional de Villa
María y Universidad Católica de Córdoba; Argentina. Correo de contacto:
2 Profesor Catedrático. Universidad de Málaga. Facultad de Psicología;
España. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-0844-2976
Resumen:
En los
últimos tiempos se aprecia una valoración exagerada del cerebro respecto a la
mente como si fueran sinónimos. Motivado por ello, los autores recorren
diversas publicaciones y hacen hincapié en los procesos de ansiedad,
promoviendo una mirada más integradora del ser humano, proponiendo que se debe
dejar de lado el “cerebrocentrismo” y volver a mirar a la mente como la entidad
integradora de los diversos procesos neuromodulados.
Palabras
Claves: mente; cerebro; ansiedad; neurociencias;
PINE/PNEI.
Resumo:
Nos últimos tempos, tem havido uma valorização
exagerada do cérebro em relação à mente, como se fossem sinônimos. Motivados
por isso, os autores revisam diversas publicações e enfatizam os processos de
ansiedade, promovendo uma visão mais integrativa do ser humano, propondo que o
“cerebrocentrismo” seja deixado de lado e volte a olhar para a mente como a entidade
integradora dos vários processos neuromodulados.
Palabras
chave: mente; cerebro;
ansiedade; neurociências; PINE/PNEI.
Abstract:
In recent times, there has been an exaggerated appreciation of the brain
with respect to the mind as if they were synonyms, and motivated by this, the
authors review various publications and emphasize anxiety processes, promoting
a more integrative view of the human being, proposing that should be put aside the
“cerebrocentrism” frame and look again at the mind as the integrating entity of
neuromodulated processes.
Keywords: mind; brain; anxiety;
neurosciences; PINE/PNEI.
Introducción
Desde Aristóteles hasta nuestros días, la
humanidad ha intentado encontrar explicaciones a todas las incógnitas del
universo. Así es como, frente a una falta de explicación convincente de las
diversas circunstancias en las cuales la humanidad se ha interrogado y aún se
interpela, se han adoptado innumerables paradigmas que luego las ciencias
demostraron que eran erróneos. De hecho, Aristóteles y Ptolomeo afirmaban que
la tierra era el centro del universo (geocentrismo). La teoría de Copérnico
tardó incluso más de un siglo en ser aceptada y fueron Galileo Galilei e Isaac
Newton quienes terminaron demostrando que era el Sol, y no la Tierra el centro
de nuestro universo. Durante el siglo XX el avance científico fue notable y, en
el actual siglo XXI, casi al amparo del crecimiento de las tecnologías, el
conocimiento médico cambia cada dos años, según sostienen algunos autores (Cingolani,
2019; Papola et al., 2024). En este contexto, uno de los temas o inquietudes
más emblemáticas sea quizá el de la mente. ¿Dónde se ubica?, ¿cómo se moldea?,
¿se puede modificar?, ¿de qué manera rige la vida humana?, ¿Hasta y desde donde
se desarrollan nuestras emociones?, ¿pueden modificarse o gestionarse? (US Preventive Services Task Force et al., 2023; Dubourdieu,
2022; Bottaccioli y Bottaccioli, 2022). Estos y muchos interrogantes más son el escenario del
incesante desarrollo de las neurociencias. Sin embargo, es de hacer notar que
las neurociencias, desde su aparición en la década de los `60 hasta la fecha,
siguen principalmente centradas en el estudio del cerebro (Damasio, 2021). Es
notable cómo la mayoría de los investigadores y divulgadores comienzan poniendo
siempre el eje en el cerebro. Esta posición, casi sin opciones, lleva a
considerar al cerebro como el centro de la mente o lo que es peor aún, como un
sinónimo de ella. A criterio de los autores, sigue siendo esta una visión
mecanicista que deja de lado la mirada holística e integrativa, propugnando un
paradigma que termina afirmando la dualidad cartesiana de mente-cuerpo (De
Paladella, 2021; Bottaccioli y Bottaccioli, 2022). Hoy se puede afirmar que la
mente es una especie de programa en constante moldeado que se construye a partir de las
experiencias vividas, que tiene innumerables conexiones anatómicas y químicas
que van desde el cerebro a todos los sistemas orgánicos y que gracias a la conciencia se constituye como un sistema
de evaluación de la homeostasis. Ser, sentir y saber es el juego entre la mente
y la conciencia que es precisamente el enfoque que le falta a la Inteligencia
Artificial (IA) para asemejarse al ser humano (Damasio, 2021).
Este último vector de fuerza, la
IA, puesto de cara al abordaje de “la mente” tiene de por si la clara
intencionalidad, dicha o no, de construir permanentes y cambiantes algoritmos
que supuestamente nos permitirían bucear en los secretos más finos de todo acontecer
psíquico. Pero justamente aquí es donde se pueden encontrar consecuencias
negativas de esos caminos algorítmicos, dado que tienen una fuerte tendencia a
obviar las habilidades descriptivas adheridas a la observación/interpretación,
agravado por la carencia de los basamentos epistemológicos que necesariamente
deben orientar a cualquier investigación, especialmente en el
marco PINE/PNEI[1] (Russo,
2023). La Psicoinmunoneuroendocrinología (PINE) es un enfoque holístico e
integrador de las esferas psíquicas, neurales, endocrinas e inmunológicas que
le permiten al organismo responder de modo adaptativo a las múltiples y
cambiantes demandas presentes en su medio interno y externo. Así, yendo
ahora al núcleo duro de
lo que este articulo interpela: el pretendido encuadre lineal de las
neurociencias en relación al problema mente-cerebro. Pretensión de encuadrar,
casi a modo de advertencia, hipótesis, con un encadenamiento lineal a que un
“síntoma mental” o psicológico, correlaciona con una representación sustituta
del cerebro (datos surgidos de un estudio de neuroimagen, por ejemplo) sería
suficiente per se para identificar,
abarcar y comprender dicho síntoma. Es esta una comprensión tendenciosamente
fútil o superficial pues no toma en cuenta precisamente la distancia o brecha
conceptual que separa los dos elementos de la correlación cerebro - mente. Los autores del presente artículo consideran
que las respuestas de muchos de los interrogantes todavía irresueltos, acerca
de la mente de los seres humanos, se encontrarán en la medida que se vuelva a
poner la mirada en ella, la mente. Pero no románticamente, tal como se fundaron
algunos de los enfoques de las disciplinas dedicadas – psicología o psiquiatría
– que suelen hacer alusión a la psique como “el alma”, sino en base a investigaciones posteriores que demuestran la
integración mente-cuerpo a través de los avances en el conocimiento de la
relación entre la compleja fisiología de cerebro – corazón - aparato
digestivo que condicionan, aunque aún no se conozca a fondo, la personalidad y modos de interpretar de los
individuos, desequilibrios del sistema
emocional y los efectos de
neurotransmisores recíprocamente modulados por la situación psicológica y
mental del individuo (Bottaccioli y Bottaccioli, 2022; Dubourdieu, 2022; Rovasio, 2022; Fernández-Berrocal, 2023; Russo, 2023).
Uno de los campos en donde más se está avanzando en el enfoque
integrativo PINE
y que sirve de ejemplo, es el del estrés y la ansiedad: Una persona que
padece un trastorno de ansiedad
puede experimentar una serie de “síntomas mentales”, como preocupación
excesiva, miedo anticipatorio y dificultades para concentrarse. Estos
síntomas impactan en su vida diaria, sus relaciones y su bienestar general (Rozen y Aderka, 2023; Papola et al., 2024). Desde un enfoque reduccionista (cerebrocentrismo),
se podrían hallar, basándose en estudios de neuroimágenes, correlatos
cerebrales, esto es áreas cerebrales específicas, que se activan durante los
episodios de ansiedad. Tal vez se observe una mayor actividad en
la amígdala, una región del cerebro asociada con el procesamiento
emocional y la respuesta al miedo. Un profesional apresurado podría concluir que “la
sobreexcitación de la amígdala” es la causa del trastorno de ansiedad, arribando
a la errónea conclusión de que tratar de disminuir la actividad de esta área
con medicamentos ansiolíticos es la solución. Esta visión es insuficiente, ya
que ignora varios factores que son fundamentales para entender el fenómeno
completo del trastorno de ansiedad. A saber:
1. Contexto social y ambiental: Las
experiencias de vida, el estrés laboral, las relaciones interpersonales y los
eventos traumáticos pueden jugar un papel crucial en el desarrollo y la
intensidad del trastorno de ansiedad. Una persona que enfrenta incertidumbres
laborales o problemas familiares puede tener una predisposición genética a la
ansiedad, que se activa en un contexto de estrés agudo. (US Preventive Services Task Force et al., 2023; Rozen y Aderka, 2023; Seth,
2023).
2. Relaciones mente-cuerpo: Los síntomas físicos
asociados con la ansiedad, como palpitaciones, sudoración o tensión muscular,
también se retroalimentan y amplifican la experiencia mental del miedo. La
conexión del cerebro con el sistema cardiovascular y otros órganos, como el
sistema digestivo, indica que la ansiedad no es meramente una función cerebral,
sino un fenómeno biopsicosocial. (US Preventive
Services Task Force et al., 2023;
Diaz-Gerevini et al., 2023; Das, 2022; Seth, 2023).
3. Aspectos psicológicos: Las creencias y
patrones de pensamiento de una persona (por ejemplo, pensar que siempre debe
estar en alerta y autocontrol) también influyen en su experiencia de ansiedad.
La terapia cognitivo-conductual, que aborda estos patrones de pensamiento, ha
mostrado ser efectiva y muestra que los cambios en el ámbito cognitivo pueden
llevar a modificaciones en la actividad cerebral (Dubourdieu, 2022; Fernández-Berrocal, 2023; Rapee et
al., 2023).
4. Intervenciones integrativas: El uso de
técnicas de relajación, ejercicio físico, meditación y enfoques más holísticos
en el tratamiento de la ansiedad refleja la importancia de considerar tanto el
cuerpo como la mente, así como la interrelación de ambos (US Preventive Services Task Force et al., 2023; Fernández-Berrocal, 2023;
Rapee et al., 2023; Villalón, 2023).
Conclusión
En conclusión,
este ejemplo de trastorno de ansiedad demuestra que la correlación entre
“síntomas mentales” y “correlatos cerebrales” no puede ser comprendida sino
desde enfoque integrativo. Ignorar factores sociales, psicológicos y
biológicos, así como las múltiples interconexiones entre mente y cuerpo, limita
la comprensión del fenómeno y las intervenciones preventivas y tratamientos que
podrían ser más efectivas. Es por ello que es necesario dejar el
“cerebrocentrismo” y volver a considerar y prestar atención a la mente, para
comprender integralmente de qué modo ésta se intervincula con todos los órganos
y sistemas orgánicos – y no solo con el cerebro – de tal modo de volver a
valorar al ser humano en su totalidad y en su integralidad.
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[1] A los fines de este artículo los acrónimos PINE/PNEI (y otras variedades)
son sinónimos y depende del orden que se compongan las letras de las cuatro
vertientes principales de éste enfoque integrativo.
Originalidad:
Este artículo es original y no ha sido enviado
para su publicación a otro medio en forma completa o parcial.
Limitaciones de responsabilidad:
La responsabilidad de este
trabajo es exclusivamente de sus autores.
Conflicto de interés:
Ninguno
Fuentes de apoyo:
El presente trabajo no contó
con fuentes de financiación.
Cesión de derechos:
Los autores de este trabajo
ceden el derecho de autor a la revista Pinelatinoamericana.
Contribución de los autores:
Los autores han elaborado y participado en cada una de las etapas del manuscrito, se hace públicamente responsable de su contenido y aprueba esta versión final.
Fecha de Recepción: 2024-09-30 Aceptado: 2024-12-13
ARK: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s27968677/a5zb8o7gk
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