No hacemos más muñecas, de Catalina Correa: genealogía de una mismidad
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Correa, C. (2019). No hacemos más muñecas (32 pp.). Córdoba: El brote.
Carlos Martín Rodríguez∗
“Un punto luego de otro punto formando la línea, o el racimo como en esos dibujos del puntillismo sos enlace y parte” (Correa, 2019).
A mediados de 2019, Catalina Correa, poeta bellvillense radicada en Córdoba, presentó su primer libro de poemas No hacemos más muñecas. Publicado por El brote, editorial independiente cordobesa coordinada por la poeta y docente Flor López, reúne las elaboraciones poéticas en las que su autora ha trabajado
Correa, además de licenciada en Letras Modernas por la Universidad Nacional de Córdoba y docente, ejerce y ha ejercido la coordinación de talleres poéticos en esta ciudad, a la vez que es uno de los referentes de la poesía joven y autogestiva producida desde Córdoba y difundida en todo el país. Cuenta, además, con la experiencia de escribir, desde 2012, comedias unipersonales que se representan en el marco de las
∗Licenciado en Letras Modernas por la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba
Recibido 10/09/2020. Aceptado 18/10/2020.
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competencias estudiantiles de la Unión Bellvillense de Estudiantes Secundarios (UBES), institución que desde hace más de cuarenta años nuclea a los estudiantes de la ciudad y propicia encuentros culturales y deportivos con amplia difusión en la comunidad bellvillense.
Los diecisiete poemas que conforman No hacemos más muñecas encierran como eje semántico principal la idea de lo que podríamos denominar la mismidad en la alteridad: hay un yo que se reconoce en otras, y otras que se reconocen en un yo, en cuanto a manifestaciones varias de imposiciones y condicionamientos sociales compartidos y heredados.
Así, en “Mamushka”, la alteridad funciona como un espejo del yo, un yo y unas otras que comparten vivencias comunes identificables en lo imperceptible, como lo refleja también el poema “La gran piedra”. Experiencias vitales que, en ocasiones, suponen la fragmentación, la ruptura y la violencia sugeridas en “Matrioshka Chernobyl” y en la imagen de portada del libro, pero que aun así no acaban de manera definitiva con el yo que se reconoce y renueva en las otras.
Ante la violencia que desgarra y fragmenta, Correa nos presenta
Desde este enfoque interpretativo, podemos leer también “Centímetro”, en donde tanto las imposiciones de un andamiaje social fosilizado como el ejercicio de lo sexual como lugar de resistencia son abordados desde un desarrollo poético que hace de la sencillez de la forma un medio para transmitir toda la intensidad de su cuestionamiento.
La tensión entre la práctica escritural y el silencio también encuentra lugar entre los poemas de Correa: en donde el silencio procura imponer su lógica, surge la palabra escrita como instancia y lugar de resistencia. Así, en “Un papel blanco”, la escritura es la única posibilidad de quebrar el silencio al que invitan las lechuzas, a la vez que deja entrever una dimensión sagrada y perpetua de la representación de lo real por medio de la palabra escrita. “Maquinita de escribir”, por su parte, nos invita a considerar el carácter simbólico de mamushka, que encierra en sí la escritura al contener entre sus líneas la musicalidad del piano y el arte de las formas en cada letra. Aquí el silencio, al igual que en “Encendedor” y en “Un abanico”, vuelve a aparecer, pero no es el silencio profano que se impone por medio de la fuerza, sino el sagrado silencio sin el cual los sonidos no trascienden.
La continuidad de títulos que sugieren o evocan de manera directa objetos u animales se interrumpe en “Sherezade”, en donde, por medio del recurso de la intertextualidad y la cita directa de la poeta norteamericana Sharon Olds, Correa interrumpe la simbología objetual de sus anteriores y posteriores títulos para poner en relieve la conjunción entre individuo, texto y experiencia que evoca la alusión a Sherezade. Otra vez el texto como medio para transmitir y transmutar experiencias vitales, otra vez el recurso de la muñeca dentro de otras muñecas, y otra vez las voces de las mujeres que gritan desde un hoy, retomando el eco de un pasado con pretensiones de perpetuidad, resultan líneas interpretativas que atraviesan y dotan de carácter y sentido a los poemas de Correa.
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Desde esta tónica, resulta acertado sostener que los textos de No hacemos más muñecas no hablan de, sino que más bien hablan con una genealogía de voces lejanas y propias combatiendo contra el silencio y la violencia de lo cotidiano. “Otra muñeca rusa”, el texto con el que Correa cierra su libro, parece adelantarnos un final promisorio para tanta lucha silenciada: la violencia de lo sustituible, la objetivación y la instrumentalización tienen un límite. La fábrica de muñecas un día puede cerrar. De esta manera, y tal como lo expresa Charo Ortiz (2019) en su contratapa, No hacemos más muñecas, “con su musical tono, le dice que no a esta infinita semiosis de lo femenino que busca seguir reproduciendo praxis muñequescas”.
Este reposicionamiento del yo supone una lectura crítica de las prácticas sociales y culturales heredadas y reproducidas por una ascendencia de otras que se insinúa en cada poema y se expresa con claridad desde la dedicatoria misma del libro “a mi mamá, a todas mis hermanas”. Así, Correa nos presenta una serie de textualidades que abordan lo singular desde lo social
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