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Recial Vol. XV. N° 26 (Julio-diciembre 2024) ISSN 2718-658X. Mariano J. Oliveto, Los ladrones vestidos de mujer
de Juan José de Soiza Reilly: crónica periodística y positivismo en los primeros años del siglo XX, pp. 137-154.
del caso médico-policial. Los artículos en los que De Veyga abordaba las “patologías sexuales”,
por lo general, estaban acompañados de una galería fotográfica en la que se podían apreciar “las
transformaciones identitarias extremas, logradas por la simulación de género, gracias a las
intervenciones tanto sobre el cuerpo como sobre las propias imágenes” (Maihle, 2016, p. 48). Estos
mismos “sujetos abyectos” que ilustraban las páginas de Archivos… se repiten en la galería de
“Ladrones vestidos de mujer”. Además, Soiza Reilly reitera las tesis de De Veyga y utiliza sus
mismos argumentos a la vez que despliega un conjunto de fotografías de los ladrones vestidos de
mujer quienes, gracias a su exotismo sugerente, sin duda ejercían sobre los lectores una curiosidad
voyerista, la misma que también perseguía Soiza Reilly prácticamente en casi todos sus textos, en
los que el erotismo, la “inmoralidad” y el deseo funcionaban como factor de atracción.
El criminólogo positivista Eusebio Gómez también recurre a la fotografía en su libro La mala
vida en Buenos Aires (1908). En el capítulo “Los homosexuales”, estos aparecen retratados en
imágenes de diferentes tipos: en primer lugar, podemos ver a un “invertido sexual”, con ropas
masculinas, bastón y sombrero. Luego, nos encontramos con Sara y con La Bella Otero, esta
última, al igual que La Princesa de Borbón, de notable fama por aquel entonces. Su figura ya había
sido abordada por De Veyga y luego también formará parte del texto y de las imágenes del artículo
de Soiza Reilly. Es decir, la utilización de una misma galería fotográfica constituye un claro
ejemplo de los préstamos e intercambios entre la ciencia y el discurso periodístico.
Sin embargo, antes de la ciencia criminológica y de los periódicos de circulación masiva, la
galería fotográfica de “malvivientes” tuvo en Argentina un antecedente que merece un breve
comentario: en 1887, José Álvarez, más conocido como Fray Mocho, publicó Galería de ladrones
de la Capital. El autor se desempeñaba entonces como comisario de pesquisas de la Policía de la
Capital. Tanto Álvarez como el periodista Benigno Lugones desarrollaron tareas dentro de la
institución policial que dieron como resultados algunos textos pioneros en la indagación e
identificación del delito en Buenos Aires. No obstante, la utilización de la fotografía con fines
policiales había ya tenido una incipiente circulación en algunas publicaciones periódicas en los
años setenta, como la Revista de Policía (1871-1872) o la Revista Criminal (1873), en cuyas
páginas, por ejemplo, Eduardo Gutiérrez se inspiró para crear algunos personajes de sus folletines
(Szir, 2009).
La galería de “invertidos” —ya sea la policial, la de la prensa popular o la criminológica y
médica— tiene como finalidad identificar a los delincuentes. Los archivos fotográficos y los
registros policiales se constituyen por entonces en modernos sistemas de identificación (Rodríguez
Pérsico, 2008).
En la fotografía, podemos hacer la siguiente distinción, que resultará de utilidad para poder
analizar las imágenes usadas por Soiza Reilly en su crónica: por un lado, están las fotos miméticas,
es decir aquellas que responden a la idea de mímesis, de copia exacta del modelo. La policía y los
estudios criminológicos hicieron uso de este tipo de fotografía para la configuración de los
prontuarios. O sea, se trata de una foto de tipo estatal en la que únicamente se retratan los rostros
de los delincuentes de manera “fiel” con el objetivo, como dijimos, de identificar al sujeto. Algunas
estaban acompañadas de una descripción pormenorizada del “malviviente”: las características
físicas, la nacionalidad, el grado de instrucción, lo cual sumaba más elementos para el
reconocimiento (Ver figura 1).