Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional.
Recial Vol. XV. N° 26 (Julio-diciembre 2024) ISSN 2718-658X. Katia Viera, Pasar del otro lado. La literatura
cubana y sus vínculos con el Este, pp. 254-259.
https://doi.org/10.53971/2718.658x.v16.n26.47196
Pasar al otro lado. La literatura cubana y sus nculos con el Este
Garbatzky, I. (2024) El archivo del Este. Desplazamientos en los imaginarios de la literatura
cubana contemporánea (262 pp.). La Plata: Editorial EME.
Katia Viera
Centro de Investigaciones y Transferencia
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas,
Universidad Nacional de Villa María, Argentina
katiaviera4@gmail.com
ORCID: 0000-0001-7476-3586
Recibido 17/09/2024 Aceptado 23 10/2024
“Ahora que los mapas están cambiando de color.
Abraza tu fe. Abraza tu fe”
Carlos Valera. (s.f.)
El archivo del Este. Desplazamientos en los imaginarios de la literatura cubana
contemporánea, de la profesora e investigadora argentina Irina Garbatzky, recopila varios
ensayos que la autora fue publicando en revistas académicas y cuyo leitmotiv, el Este, le ofrece
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un hilo conductor, una organicidad y un aire de familia necesarios para comparecer todos juntos
en el libro, como variaciones de un mismo tema. Este pretexto o motivo central es lo que le
permite a Garbatzky incorporar y leer de manera menos canónica obras de Alejo Carpentier y
Virgilio Piñera. El libro se suma a un conjunto de voces críticas que ha venido pensando desde
dentro y fuera de Cuba el campo literario y cultural del país desde los años 90 hasta este siglo
XXI. Estas voces siguen abriendo y tensionando un sinnúmero de metáforas teóricas y
conceptuales relacionadas con la literatura cubana producida en Cuba y en el exterior a partir,
sobre todo, del derrumbe del muro de Berlín y lo que ese hecho histórico ha implicado para la
historia intelectual y estética de Occidente. No resulta extraño, entonces, que este libro regrese,
como su título apunta, al concepto de archivo —que la autora retoma de Arqueología del saber,
de Michel Foucault— en relación con un territorio y un imaginario que es, a un tiempo,
geocultural, geopolítico y distópico. Desde la Introducción”, Garbatzky se ocupa de definir
que el Este que ella considera es “aquel que se vinculó a la particular experiencia transcultural
entre la Unión Soviética y Cuba(p. 11). Para la autora, la construcción y análisis de lo que
ella elabora como el archivo del Este en la literatura cubana contemporánea “propiciaría un
conjunto de imágenes que permite a varios escritores y artistas cubanos, hacia finales del siglo
XX y comienzos del XXI, rediseñar los límites de la nación y del canon, y, en esos deslindes,
además, la noción de lo humano (el Hombre Nuevo como ideal) y la tensión de los escritores
con el poder(p. 12).
Entonces, vuelven al marco de discusión general del texto ideas asociadas a la temporalidad,
los hechos históricos y las conexiones que ellos trazan con la literatura y el arte en Cuba.
Garbatzky se pregunta “¿cómo se escribieron los restos de ese intervalo histórico?” (p. 11) que
ocurre luego del derrumbe del Muro de Berlín en 1989, en un conjunto de escrituras de autores
cubanos de finales del siglo XX y principios del XXI. Esta pregunta pareciera perder algo de
especificidad cuando la investigadora trabaja con las obras de Alejo Carpentier y Virgilio
Piñera, lo que haría pensar en cierto carácter arbitrario en la elección del corpus, algo que se
realiza en una apuesta crítica diferenciada con respecto a las interpretaciones tradicionales
sobre estos autores. Sin embargo, el estudio de obras de escritores del grupo Diásporas (Carlos
A. Aguilera, Rolando Sánchez Mejías, José Manuel Prieto) es el que ocupa un lugar central en
el libro. En términos generacionales, este grupo estuvo marcado en su infancia, juventud y
primera madurez intelectual por los vínculos cubano-soviéticos, el campo socialista y la cultura
material de esa región. Las obras de estos escritores muestran su nexo dañino con el Este y
quizás por ello en la selección y lectura que propone la autora subraye la toxicidad de la relación
entre las obras elegidas y los imaginarios que ellas proyectan en torno al Este. En medio de
estas ideas me pregunto: ¿Toda una generación proyectó esa imagen disfórica acerca del Este?
¿El grupo Diásporas coincid con otros escritores cercanos a ellos generacionalmente que
imaginaron el Este de otras maneras? ¿Cómo dialogó la revista y el grupo Diásporas con
publicaciones de gran llegada y lectura en medio de una vida institucional que intentó, y en
muchos casos logró, innovar, sacudir, emerger? ¿La crítica en Cuba observa con el mismo
interés este archivo del Este que aquí Garbatzky selecciona y construye ad hoc? ¿La llamada
Generación Cero, representada en el libro mediante el estudio de una obra de Abel Fernández
Larrea, se ha interesado hasta el momento de escritura del libro de manera persistente por
proyectar un imaginario del Este que permita sostener algunas de las nociones allí propuestas?
El archivo del Este… participa de un conjunto de ideas defendidas por escritores de
Diásporas —la búsqueda de la alteridad, la artificialización y extrañamiento de lo conocido, la
creación de un afuera del discurso y el canon nacional, entre otras—, puestas a dialogar con las
firmas de críticos cubanos que desde fuera de Cuba han venido sistemáticamente reescribiendo
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y reimaginando una zona de lo producido en el país o fuera de sus fronteras por autores que
escriben y publican a partir de los años 90 (entre ellos, Rafael Rojas, Iván de la Nuez, Duanel
Díaz Infante, Damaris Puñales Alpízar, Idalia Morejón y Walfrido Dorta). En este conjunto de
miradas críticas, Garbatzky opta por distanciarse de —o bien apelar escasamente a— trabajos
de ensayistas que desde dentro de Cuba han venido pensando el mismo campo de problemas.
Aunque no es su objetivo, es probable que la conversación con críticos e intelectuales que
residen en Cuba le permitiera observar cómo desde la institucionalidad cultural de hoy algunos
escritores y críticos cubanos piensan a quienes fueron sus contemporáneos, o cómo escritores
y críticos que escriben desde esa institucionalidad —pero a la par producen materiales para
otros proyectos fuera de Cuba—, rescatan/reimaginan/renegocian sus vínculos con el Este y
las artes y las culturas soviéticas (y comunistas). Tal acercamiento dialogal tal vez hubiera
podido ofrecerle a la propuesta especulativa de Garbatzky otra manera de (re)construcción del
archivo, otros modos para resituar y repensar los vínculos y la cuestión del Este como un
proyecto en ruinas y de desencanto total. En todos estos sentidos, la apuesta y el riesgo críticos
de la investigadora no dejan de resultar estimulantes como lecturas complementarias o
contestatarias al campo literario cubano.
El libro se compone de cuatro secciones, cada una de ellas relacionada con una ciudad:
Berlín, Moscú, Pekín y La Habana. En ellas, se reúne un conjunto de escrituras de Jesús Díaz,
Fernando Villaverde, Antonio José Ponte (Berlín), José Manuel Prieto, Carlos A. Aguilera,
Abel Fernández Larrea (Moscú), Carlos A. Aguilera (Pekín), Alejo Carpentier, Virgilio Piñera,
Reinaldo Arenas, Rolando Sánchez Mejías y Reina María Rodríguez (La Habana). En la
primera sección del libro, transfiriendo y particularizando el concepto polo de religación de
Susana Zanetti (que lo piensa desde Ángel Rama), Garbatzky concibe a Berlín como “una
ciudad faro y una ciudad signo, con la capacidad de religar a la comunidad cubana(p. 31),
que “se acerca a la idea de un punto de mira externo desde donde preguntar por la identidad, a
través de la identificación con los escritores de la República Democrática Alemana, con el
espionaje o la perplejidad ante la caída del Muro(p. 32). A través de los dos apartados que se
despliegan en esta primera sección, “Mapeando el futuro. Relatos cubanos en Berlíny “Bajo
sospecha. El impulso de archivo revisitado en Antonio José Ponte”, Garbatzky construye la
argumentación de los enunciados anteriores. En ellos, los libros Las cuatro fugas de Manuel
(2002), de Jesús Díaz; La irresistible caída del muro de Berlín (2016), de Fernando Villaverde
y La fiesta vigilada (2007), de Antonio José Ponte, le permiten delinear a la autora algunas
ideas relacionadas con los bordes y transformaciones de la ficción, lo documental, lo
testimonial y lo autobiográfico e imaginar, también, como otros críticos y ensayistas han hecho
antes (Rojas, De la Nuez, Ponte, Dorta, etc.), el texto urbano de Berlín como un dispositivo
propicio para repensar las ruinas, la destrucción, la sospecha, la vigilancia, las heterotopías y
los destiempos en la literatura que aquí se analiza.
La segunda sección del libro, titulada “Moscú”, contiene tres apartados: “Ante el archivo
latinoamericano. Dos novelas rusas de José Manuel Prieto”, “El futuro tuerto. Sobre El imperio
Oblómov, de Carlos A. Aguileray “Topografías de la desintegración. Relatos de Chernóbil en
Absolut Röntgen, de Abel Fernández Larrea”. En esta sección, la autora se interesa por el modo
en que “se archiva la cultura soviética en la literatura cubana, qué tensiones condensa su
procesamiento entre las pequeñas piezas inasibles de la experiencia cultural (p. 69). Dos
novelas de José Manuel Prieto, Livadia (1999) y Enciclopedia de una vida en Rusia (1998) le
posibilitan leer lo que el ensayista Roberto González Echeverría denominó ficción de archivo,
esto es, procesos discursivos que imitan las formas de las primeras crónicas, cartas, relaciones
de América Latina y que en su momento poseyeron una enorme autoridad. De esta manera,
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Garbatzky sostendrá que los textos de Prieto registran “la fragmentariedad de los restos y de la
imaginería construida de aquel Este como territorio cultural, diverso y ltiple, que incluye
tanto la Unión Soviética como la Rusia zarista” (p. 77). La manera en que estas obras muestran
esa fragmentariedad está estrechamente vinculada con lo que la autora reconoce como “la
simulación de un archivo cuyos soportes se componen, en cada caso, por modelos canónicos
de archivación para América Latina: la carta y la cartografía, el diccionario y la enciclopedia,
el comentario y la glosa(p. 77).
Lo anterior implica a su vez que Garbatzky realice una apertura en los modos de leer los
textos de Prieto y los relacione con dos grandes tradiciones literarias latinoamericanas: el
barroco y el modernismo como formas de reposicionamiento de los cuerpos en la diáspora o
con las nuevas subjetividades e identificaciones corporales. En esta misma sección, Garbatzky
traza un análisis de El imperio de Oblómov, en el que postula que la novela de Aguilera es
escrita “entre el poder de los cuerpos de los individuos, de forma sustractiva y disciplinar, y el
poder sobre la vida, de manera productiva y proliferante(p. 99), para más adelante concluir
que en el texto “la dislocación temporal a partir de un encuentro con un futuro pasado y la
revisión de la categoría de lo humano a través de la infiltración de otras formas de organización
corporal insisten como preguntas no resueltas(p. 102). El final de esta sección cierra con una
aproximación crítica al libro de Abel Fernández Larrea en la que la autora no deja de subrayar
que, “a diferencia de otras narraciones cubanas del Este, en las que nunca dejaba de estar
presente la figura y el protagonismo del escritor explorador que recoge y transmite la
experiencia soviética(p. 107), el Chernóbil de Fernández Larrea se configura discursivamente
alejado de la figura de un escritor que viaja y transmite la experiencia de ese viaje. Por el
contrario, para la investigadora este escritor construye Chernóbil con “la misma negatividad
con la cual pretende despojarse, ni escritor, ni cubano, ni exiliado, ni joven (…) y, por lo tanto,
el propio paisaje soviético reconstruido queda sometido a múltiples formas y metáforas del
extrañamiento, la minoridad y la desintegración(p. 114).
La tercera sección del libro, “Pekín” —que contiene “Del viaje a la fuga. Nuevas chinerías
en Teoría del alma china de Carlos A. Aguilera y “Bocas y pájaros. Videopoesía y
performance en la órbita de Diáspora(s)”—, propone un estudio de la novela de Aguilera,
referida en el título, y de los videopoemas “Mao y “Retrato de A. Hooper y su esposa”,
también Aguilera. Estos tres materiales le permiten a Garbatzky sostener que “en el Este
diseñado [por Aguilera] se presentan una serie de funciones en tensión(p. 122). Para ella, en
Teoría del alma china se pasa de “la escritura del turista y del curioso observadora la “del
espía e investigadory “lo que al comienzo se mostraba con ingenuidad o gracia, expone,
gradualmente, una cualidad opresiva y monstruosa(p. 126). El libro traza un recorrido que va
desde una “mirada turística hacia las descripciones del encierro y el castigo(p. 127). En ese
sentido, Garbatzky propone que “del encierro a lo abierto, las teorías orientales de Aguilera ya
no indican viajes transformadores del yo [como parecía suceder en “las primeras décadas del
siglo XX cuando Pekín y Moscú fueron para el imaginario intelectual de la izquierda ciudades
emblemáticas de los proyectos libertarios de la modernidad(p. 125)], sino desplazamientos
impersonales, fugas del archivo totalizador (p. 134). Resulta complementaria de la idea
anterior la lectura que Garbatzky realiza de los dos videopoemas aquí analizados, puesto que,
para ella, ambos subrayan “una inquietud sobre lo vivo, sobre su disciplinamiento y su fuga
sobre la posibilidad de la literatura como forma de herir, a través de la teatralidad, el ojo del
espectador(p. 154).
La cuarta y última sección, titulada La Habana”, despliega los siguientes apartados: “La
zapatilla de Pávlova. Una nota sobre La consagración de la primavera, de Alejo Carpentier”;
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“Cosas que se hacen con palabras. De la teoría al teatro en “Los siervos”, de Virgilio Piñera”;
“Supervivencia de las cucarachas. Kafka en Cuba a finales del siglo XX”; y “Distancias
mínimas, genealogías lejanas. Sobre Otras cartas a Milena, de Reina María Rodríguez”. Al
examinar la novela de Carpentier, Garbatzky destaca su “peculiar manera de montar un
archivo (p. 163). Lo que recupera en La consagración como “miniaturas del Este”,
“souvenirs de la lejanía” “tendrían el potencial de inventar… una geografía imaginaria para
Cuba”, proponiendo con ello leer el texto carpenteriano de otra manera, es decir, ya no solo
como “la novela épica de la revolución, sino en la clave de algunos trazos posmodernos que
harán ingresar al Este como un territorio alternativo(p. 163). La selección de “Los siervos
de Virgilio Piñera, por su parte, posibilita un movimiento similar al operado sobre Carpentier,
solo que ahora Piñera se asoma “como un lector interesado… en algunas particularidades que
la experiencia soviética ofrecía ya no en su dimensión histórica, sino en una condición
especulativa, conceptual (p. 186). Para Garbatzky, Piñera “juega con la teoría, —con el
materialismo dialéctico que la propia experiencia soviética concretó en la vida, como una obra
de arte total de la vanguardia—, la escenifica y la actúa literariamente, a través del texto teatral
(p. 191).
Hacia el final de esta sección, con “Supervivencia de las cucarachas. Kafka en Cuba a fines
de siglo XX”, la autora trae tres textos para pensar con ellos las marcas literarias e ideológicas
que el autor checo podría haber dejado en una zona del campo cultural cubano: “La isla en peso
con todas sus cucarachas”, de Reinaldo Arenas; y “Diez mil añosy “Zilla”, ambos de Rolando
Sánchez Mejías. A partir de la lectura de algunas escenas de estos tres relatos, la investigadora
propone abrir el archivo kafkiano en el que a veces solo la mención del autor checo “funciona
como una llave de paso para conducir a la figura del escritor hacia el límite de lo humano y de
la nacionalidad(p. 198). Más adelante, alude a cómo “la concurrencia de animalizaciones,
deformaciones, figuraciones de insectos o monstruosidades, vinculadas con la referencia
kafkiana, se articula, en estos textos, con la puesta en juego de otros cuerpos deseantes y
resistentes al biopoder estatal(p. 199). Al concluir este segmento, Garbatzky estudia Otras
cartas a Milena, de Reina María Rodríguez, y subraya que en este texto se realiza una búsqueda
en la que se mira al Este a través de la lectura y se coloca en el mismo horizonte de la mirada
paisajes (nevados, fríos) ajenos al trópico y a la propia tradición insular, a la par de imágenes
de la calle y de la casa en la que vive (vivió) la propia Rodríguez en La Habana. De este modo,
para Garbatzky las cartas proponen “una distancia nimaque de La Habana a La Habana
“plantean, como cuestión insular, el máximo trayecto que puede cobrar vida en el pequeño paso
de la calle a la Azotea(p. 216) y llevan a preguntarnos: “¿Cómo se mira desde el malecón al
Neva? ¿Cómo se lee a Ajmátova desde La Habana?(p. 219).
En conclusión, este libro, además de sumarse a las voces de la crítica que han pensado (y
piensan) el campo cultural cubano desde los años 90 hasta los inicios del siglo XXI, hace
explícita su conversación con una zona de trabajo de otros intelectuales y críticos de Argentina.
Garbatzky no deja de aludir —en modo de citas, referencias textuales, notas a final de secciones
o agradecimientos— al diálogo que ha podido generar, ensayar, poner a prueba y sostener a
partir de becas, cursos, proyectos y grupos de investigación, lecturas en redes con algunos
colegas, participación en congresos académicos, todo que demuestra el lugar que sigue
ocupando el pensamiento sobre la literatura cubana en las redes institucionales e intelectuales.
La edición, imagen de portada y diseño de la Editorial EME (La Plata, Argentina) y su
colección “Madriguera. Ensayos sobre teoría, arte y literatura dan cuenta también del
compromiso de esta red intelectual que intenta sostenerse, aun cuando el actual contexto
argentino no lo propicie del todo. La última página de este libro, en letra más chica, indica en
Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional.
Recial Vol. XV. N° 26 (Julio-diciembre 2024) ISSN 2718-658X. Katia Viera, Pasar del otro lado. La literatura
cubana y sus vínculos con el Este, pp. 254-259.
una pequeña nota editorial lo siguiente: “Este libro se terminó de corregir y revisar el 29 de
febrero de 2024. Mientras el Gobierno Nacional produce una de las más bestiales transferencias
de recursos a los sectores concentrados de la economía, desguaza derechos, libertades y
condiciones mínimas de una vida vivible, lxs trabajadores intentamos sostener la vitalidad de
nuestras prácticas y la multidiversidad de nuestros deseos”. Leyendo El archivo del Este.
Desplazamientos en los imaginarios de la literatura cubana contemporánea desde este lugar
de enunciación y de lectura que es la Argentina de hoy y que es también un lugar de profunda
afectividad, arriesgo una idea. La propia Irina Garbatzky, evocando al tokonoma de Lezama
Lima, expresa que “escribir guarda muchas veces relaciones con el hoyuelo que permite pasar
al otro lado(p. 210). Pensando en esas singulares conexiones y miradas que El archivo del
Este… devela a lectores vernáculos y foráneos, propongo traer hacia esos pequeños hoyuelos
que aparecen desperdigados, amontonados, recolocados, desplazados, emplazados, luego de
haber sido perforados —como lo presenta la propia portada del libro y las páginas que separan
las cuatro secciones dentro de él— de/en el campo literario y cultural cubano para ofrecer con
ellos una esperanza. ¿Qué nos queda de todo esto? ¿Cuánto ha podido la literatura cubana decir
de su presente? ¿Cuánto de su futuro? ¿Cuánto de nosotros en cualquier lugar del mundo? ¿Qué
nos dejaron los vínculos con la Unión Soviética, qué nos obligaron a hacer, cuáles fueron las
propias cosas que hicimos?
Referencias bibliográficas
Carlos Valera. (s.f.). Ahora Que los Mapas Cambian de Color [Archivo de video]. Disponible
en https://www.youtube.com/watch?v=LB0fh4kVu-A