Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional.
Recial Vol. XV. 26 (Julio-diciembre 2024) ISSN 2718-658X. Rocío Fernández, Tiempo e ironía en la segunda
época de La Habana Elegante (1998-2015), pp. 60-76.
https://doi.org/10.53971/2718.658x.v15.n26.47344
Tiempo e ironía en la segunda época de La Habana Elegante (1998-2015)
Rocío Fernández
Universidad Nacional de Mar del Plata, Buenos Aires, Argentina
rociofernandezunmdp@gmail.com
ORCID: 0000-0001-9198-4145
Recibido 23/08/2024. Aceptado 10/10/2024
Resumen
En este trabajo me propongo abordar las maneras en que la revista La Habana Elegante (segunda
época) (1998-2015), dirigida por Francisco Morán, reconfigura la temporalidad y utiliza la ironía
para, por un lado, diseñar un espacio propio dentro del campo de las publicaciones periódicas
dirigidas por cubanos fuera de la isla y, por el otro, disputar el canon cubano y reescribir la
tradición. Para eso me centraré en el análisis de las continuidades y rupturas que se producen con
base en la primera época de la misma revista, sobre todo, en torno a la sección “Ecos y murmullos”
y a las operaciones que se realizan alrededor de la figura de Julián del Casal.
Palabras-clave: La Habana Elegante; publicaciones periódicas cubanas; temporalidades;
ironía; Julián del Casal
Time and Irony in the Second Period of La Habana Elegante (1998-2015)
Abstract
In this paper, I propose to present the ways in which the magazine La Habana Elegante (segunda
época)from 1998 to 2015, directed by Francisco Morán, reconfigures temporality and uses
irony to design its own space within the field of periodicals directed by Cubans outside the island,
and also to dispute the Cuban canon and rewrite the tradition. To this end, I will focus on the
analysis of the continuities and ruptures between the first period of the magazine (especially
around the section “Ecos y murmullos”), and the operations produced around Julián del Casal’s
figure.
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Key Words: La Habana Elegante; Cuban journals; temporalities; irony; Julián del Casal
Hacia finales del siglo XX hay dos revistas dirigidas por escritores cubanos y publicadas desde
fuera de la isla que es posible pensar en vinculación: Encuentro de la cultura cubana (1996-2009)
editada desde Madrid por Jesús Díaz y La Habana Elegante (segunda época) (1998-2015) editada
por Francisco Morán, primero desde Nueva Orleans y luego desde Dallas
1
. A pesar de que es
verdad que existen otras publicaciones que también comparten esas características y aunque cada
uno de estos proyectos editoriales tiene por supuesto sus particularidades, es interesante notar
que, a diferencia de las otras revistas, en ambos casos se trata de experiencias de largo aliento. Si
bien la revista de Morán se sostiene mayor cantidad de años, diecisiete frente a trece, la cantidad
de números que salen a la luz son muy similares dadas las diferencias en la periodicidad: Encuentro
de la cultura cubana, publicación trimestral, alcanza los 54 números y La Habana Elegante
(segunda época), con dos ediciones por año en el último tiempo, llega a los 57. A su vez, ambas
comparten la preocupación y la decisión de no abonar la división ya existente de la población
cubana en dos bandos los que viven en la isla frente a los que lo hacen en el exilio y proponen
que la cultura cubana es una sola y que es necesario conformar un espacio discursivo en el que se
dé lugar a esas dos partes de la nación.
En efecto, no solo el nombre de la revista de Jesús Díaz hará alusión a este deseo de reunificación,
sino que en la Presentación se refuerza esta cuestión al decir que Encuentro tendrá como objetivo
primordial el constituirse en un espacio abierto al examen de la realidad nacionaly que en sus
páginas “hallarán cabida tanto contribuciones de cubanos que viven en la isla como de aquellos
que residen en otros países” (1996, p. 3). Asimismo, se aclara que no se publicarán “ataques
personales ni llamados a la violencia” pero que la revista “estará abierta a puntos de vista
contradictorios e incluso opuestos, dará acogida y aún estimulará las polémicas, prefigurando así
la sociedad plural que deseamos para nuestro país” (1996, p. 3). En LHE por su parte, si bien en el
primer número también se subraya el hecho de que el espíritu de la publicación es plural y que se
“abrirán las puertas a todos los que sueñan o padecen el misterio de Cuba” (Morán, 1998, s/p), ya
sea que vivan en la isla o en cualquier parte del mundo, hay dos elementos que la distinguen de la
otra: por un lado, el rol que tiene en la conformación de la revista la dimensión temporal; y, por el
otro, el marcado tono irónico y corrosivo que irá ganando terreno a medida que avancen los
números.
Respecto a la primera cuestión, es posible afirmar que mientras que en Encuentro pareciera
privilegiarse más la metáfora espacial, en LHE el tiempo cobra importancia en tanto se retoma la
exitosísima publicación del mismo nombre que se editó a fines del siglo XIX entre 1883 y 1896,
con una pequeña interrupción entre los años 1890 y 1891 y que llegó a ser uno de los máximos
exponente del modernismo latinoamericano. En este sentido, ya sea como continuidad o incluso
como superposición o yuxtaposición, cuestión que abordaremos y dirimiremos en las próximas
páginas, la segunda época de LHE que edita Morán diseñará una configuración temporal particular
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que le permitirá operar sobre ese espacio complejo que es, a fines de siglo XX, la nación cubana
2
.
A su vez, la figura que será esencial para el proyecto, pero también para comprender las maneras
en las que actúa y aparece el pasado en el presente es la del poeta Julián del Casal (1863-1893),
“animador espiritual” de La Habana Elegante de ayer y de hoy. En una entrevista realizada en el
año 2010 en el contexto del Congreso Internacional El Caribe en sus Literaturas y Culturas. En
el centenario del nacimiento de José Lezama Lima, realizado en Córdoba (Argentina), Morán
dice al respecto:
Cuando salí de Cuba me llevé conmigo todas las cosas que tenía de Julián del Casal,
que es el poeta al que yo me he dedicado a perseguir. Del Casal publicó casi toda
su obra en La Habana Elegante, una revista modernista del siglo XIX. Así que fue
construir algo que, de alguna manera, mantenga viva la figura de Del Casal. No es
la misma revista por supuesto, por eso yo la llamo segunda época. En principio la
revista está dedicada a Casal, está dedicada a la poesía y, sobre todo, a los poetas
que nos reuníamos en la sociedad de Reina María Rodríguez, donde participaban
Pedro Marqués de Armas, Ismael González Castañer, Víctor Fowler y Antonio
Ponte, entre otros. La idea de la revista era reinventar la ciudad y traer de vuelta
nuevas miradas sobre la ciudad, pero el proyecto creció. Entonces, lo que sucedió
fue que lo que empezó siendo una revista específicamente sobre Cuba, sobre La
Habana y sobre Casal, hoy es una revista de estudios latinoamericanos (2010, s/p).
Más allá de que en el testimonio del editor aparecen condensadas muchas de las cuestiones que
abordaremos en este artículo, las derivas que comenta hacia el final resultan pertinentes ya que nos
permiten delimitar el objeto que nos interesa analizar. En esta línea, la última etapa de la revista
que va desde el número 46 publicado en la primavera-verano de 2010 al número 57 que sale en
noviembre de 2015, que Morán denomina como de “estudios latinoamericanos” y que es posible
asociar más con una revista académica de hecho, se incorpora una sección abierta en la que los
artículos se someten a evaluación de doble ciego, no ocupará, en esta oportunidad, nuestra
atención
3
. Por el contrario y aunque, por supuesto, no realizaré un análisis exhaustivo de todos los
números que van de 1998 a 2009 considero que, a nuestros fines, es mucho más productivo el
material que nos ofrece el proyecto en su versión literaria.
Dentro de ese período es posible observar, a su vez, dos etapas según los cambios de diseño en
la página web: una primera, que va del número inicial que sale en la primavera de 1998 al número
12 que sale en invierno del 2000; y una segunda, que va del número 13 publicado en la primavera
del 2001 al número 45 publicado en la primavera-verano de 2009 en este segundo momento la
periodicidad irá variando de trimestral a cuatrimestral para consolidarse como semestral del 2009
en adelante
4
.
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Figura 1.
Vista de la página principal de la primera versión de la revista
Figura 2.
Vista de la página principal de la segunda versión de la revista
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Tal como se ve, las diferencias no son muchas. Lo más evidente es la desaparición de la
“Introducción al presente número” como presentación de todos los contenidos y el despliegue de
lo que se encontrará en cada una de las secciones, que reemplaza a la hilera de entradas en la parte
izquierda de la página en la primera versión. Respecto a la incorporación de nuevos apartados es
posible realizar una breve cronología para dar cuenta de las innovaciones: las siete secciones
iniciales son En la loma del ángel narrativa, Hojas al viento textos de o sobre Casal, La
azotea de Reinapoesía contemporánea, Ecos y murmullosnovedades y noticias de la vida
literaria, Bustos y Rimas homenajes, La Ronda crónicas sobre La Habana y Pasión de
Cuba ensayos. En el segundo número se agrega Café París inicialmente, como un espacio
para compartir poesía modernista, pero después se amplía a poetas influyentes en general y, en
el cuarto El Templete espacio en el que aparecen mensajes de lectores y que se habilita solo en
el aniversario de la fundación de La Habana; retoma la tradición de ir a dar vuelta la ceiba y pedir
un deseo. Con el cambio de diseño, por su parte, surgirán El barco ebrio dossier que puede
leerse como antesala de la última etapa de la revista, La expresión americanaensayos sobre
cultura latinoamericana, El Rincón santuario virtual y La más verbosa reseñas y artículos
sobre libros. Se sumarán, por último, Mi museo ideal en el número 14 como un espacio en el
que albergar huellas, trazos, trozos de la memoria y Panóptico habanero en el número 17 a
cargo de Pedro Marqués de Armas una sección sobre ciencia y poder.
Mención aparte merecen las transformaciones que se van produciendo al interior de la sección
Ecos y Murmullos. Antes de desarrollarlas vale la pena aclarar que esta es la única sección que
se conserva con el mismo nombre de la primera época de La Habana Elegante. A fines del siglo
XIX, el encargado de escribir esa columna era el mismísimo Enrique Hernández Miyares, es decir,
el director del periódico; en ella se volcaban las fiestas, los eventos y los chismes más importantes
de la sociedad habanera. A pesar de que la literatura irá ganando terreno en el periódico,
originalmente esta sección era vertebral, ya que condensaba la esencia del proyecto. Como explica
Cira Romero, el fundador de la revista y ex redactor de gacetillas de El Triunfo
5
, Casimiro del
Monte, apostó por un medio que
fuera capaz de atraer al público femenino, gustoso de estar al tanto de los dictados
de la moda (sobre todo la francesa), de leer folletines amorosos de finales felices y,
sobre todo, de ver representadas, con ilustraciones y textos, las fiestas de la
sociedad habanera o, lo que es casi igual, figurar ellas mismas en esas páginas,
sentirse reflejadas en el único modo en que podían lograrlo: mediante bodas,
cumpleaños, fiestas de la alta sociedad (2022, p.11).
En la segunda época, por su parte, esta sección que no siempre tendrá firma. También resulta
fundamental cuando es posible adivinar quien es editor, no tanto por su peso en los inicios como
veíamos en la publicación decimonónica, sino, por el contrario, por la importancia que gana a
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medida que pasa el tiempo. Para poder comprender mejor esto, cuestión que nos interesa
particularmente, es necesario recuperar lo que se menciona en el primer número de la revista
respecto al contenido del apartado. En este encontramos que “Ecos y murmullos” estará dedicado
a
presentar libros publicados por autores cubanos, revistas y otras novedades, así
como a divulgar sus éxitos en concursos internacionales, nacionales o aquí en los
Estados Unidos. Siempre que las recibamos con tiempo suficiente incluiremos
también aquí las bases de concursos literarios, conferencias y encuentros.
Asimismo, incluiremos esporádicamente notas originales de La Habana Elegante
que sin previo aviso e intencionadamente mezclaremos con las nuestras (Morán,
1998, s/p).
Dos cuestiones llaman la atención: por un lado, el carácter informativo y de divulgación; por el
otro, y retomando lo que mencionamos anteriormente, la mezcla de tiempos. Si como afirmamos
anteriormente el proyecto de Morán no solo se propone como continuación, sino que por
momentos se constituye también como espacio de superposición y yuxtaposición temporal, es
justamente a partir de lo que empieza a suceder en esta sección. Hasta la quinta edición lo que
encontramos son notas de finales de ambos siglos, pero que se distinguen por el color de los tulos:
en rojo los actuales y en azul los del siglo XIX. A partir del número 6, sin embargo, esto comienza
a cambiar, ya que deja de hacerse esa distinción por colores de manera tan estricta y uno de los
avisos del siglo XIX sobre una velada del Círculo Habanero aparece con el título en rojo. Aunque
al lector atento y con conocimientos sobre literatura decimonónica no se le escapará que algunos
de los nombres de las invitadas a la velada se constituyen como marcas temporales reconocibles
Hortensia Delmonte, María Cay, Nieves Xenes, esta primera y pequeña operación adelanta lo
que se profundizará en el número siguiente.
En efecto, y a pesar de que los anuncios comerciales del siglo anterior van a continuar estando
en azul, el texto que abre la sección –firmado por “El bobo de la yuca”, expresión cubana para
referirse a una persona tonta, y titulado Deportada Gertrudis Gómez de Avellaneda nos enfrenta
con un fenómeno novedoso en el contexto de la revista. La nota comienza recordando la “dramática
narración con que Reinaldo Arenas, corresponsal de este semanario, relató la espectacular
escapada que protagonizó Gertrudis Gómez de Avellaneda en el malecón habanero hace ya unos
años” (LHE, n.º 7, 1999, s/p). Lo primero que llama la atención y que nos pone como lectores en
estado de desconfianza es que tanto el exilio forzado de la escritora en un bote, a la manera de los
balseros cubanos del presente del texto, como el estatuto de Arenas como corresponsal son falsos.
Asimismo, si continuamos leyendo y nos adentramos en la cita de la “dramática narración”, nos
damos cuenta de que, en efecto, lo que está ante nuestros ojos es un fragmento de la farsa teatral
con la que se abre la novela El color del verano o Nuevo jardín de las delicias de Arenas, publicada
por primera vez en 1991, pero reeditada y amplificada por Tusquets en 1999, año en que se publica
la nota en LHE. En la novela, recordemos, la farsa es concebida como un acto de repudio por parte
del gobierno de Fifo contra la poeta, ya que esta, habiendo sido resucitada para conmemorar los
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cincuenta años del dictador en el poder, no se presta a tal evento e intenta huir hacia las costas de
Florida.
Era imposible que con tal huida que abiertamente traicionaba a los héroes de
nuestras interminables guerras de independencia y revoluciones la Avellaneda
fuese considerada una de nuestras más importantes figuras literarias. Era imposible,
además, que su escandalosa estampida no fuese juzgada al más alto nivel. De ahí el
juicio que se le siguió en la UNEAC, y al que Cynthio Metier acudió con un
documento que no admitía réplicas: El caso de la Avellaneda que como todos
sabemos forma parte del proceso a que el crítico sometió a todos los poetas de la
Isla a fin de determinar la cantidad de cubanía que tenían en la sangre, proceso al
que dio el curioso nombre de Lo cubano en la poesía No, no me pregunten a mí,
sino a Cynthio Metier quien aunque reconoció la criollez de Tula al compararla
con Luisa Pérez de Zambrana (¡adivinen!) conclu que la Avellaneda no es
cubana de adentro, de los adentros de la sensibilidad, la magia y el aire porque
no hay en ella ni una voz que nos toque las fibras ocultas. Ya ven lo que sucede
cuando uno de nuestros escritores no consigue tocarle a Metier las fibras ocultas.
Y resulta que, ahora, (como consecuencia del pacto migratorio entre la Corona
española y la Capitanía General de la Isla) Tula va a ser deportada, Gertrudis
Gómez de Avellaneda (Tula, para sus amigos) a la Isla. Desde luego, las
autoridades cubanas se comprometieron ante la Comisión de Derechos Humanos
de los Muertos a tratar humanamente las cenizas de la Avellaneda. Para que no
quepa ninguna duda acerca de ello (y como prueba fehaciente del Proceso de
Rectificación que se lleva a cabo en la Isla) han comenzado a aparecer
declaraciones al más alto nivel como las que leemos en el Granma del 23 de julio,
con la opinión de Salvador Bueno: Me parece que es inútil ya discutir si Gertrudis
Gómez de Avellaneda fue española o cubana No hay que hablar más del asunto.
Se ha podido comprobar, luego de investigaciones científicas que se han extendido
por un período de más de cien años, que Tula dijo en 000000.0003 ocasiones (para
ser exactos) que se sentía cubana.”.
Sus restos, que habían descansado plácidamente en el cementerio de San
Fernando, en Sevilla, van a ser trasladados a Cuba. Con motivo de ello, han
comenzado a organizarse actos de homenaje y celebraciones en toda la Isla. De
todos los festejos, los más sonados serán al parecer los que se preparan en el
Barrio de los chinos (una de las zonas habaneras preferidas por la Avellaneda).
Enormes carrozas, comparsas y trompetas chinas animarán el desfile que
partiendo de la calle Zanja se dirigirá hacia el Teatro Tacón donde a las cenizas
de la Avellaneda les serán obsequiados una corona de laurel y un certificado
(autentificado por la Asamblea Nacional del Poder Popular) que garantiza su
cubanía. El encargado de coronar las augustas cenizas será el Gran Inquisidor
Cynthio Metier quien, dicho sea de paso, ha estado muy ocupado en estos días
haciendo ciertos ajustes en Lo cubano en la poesía (LHE, n.º 7, 1999, s/p).
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La evidente productividad del fragmento justifica la extensión de la cita. La falsa noticia del falso
corresponsal sirve para criticar las políticas culturales de la actualidad, en particular, la
construcción de un canon cubano por parte de Cintio Vitier, acá satírica y burlonamente Cynthio
Metier con su famoso Lo cubano en la poesía. Más allá de que el hecho de que una revista
publicada por un cubano desde Estados Unidos aborde la cuestión del adentro y el afuera de la
nación es significativo de por sí, lo más interesante son las estrategias que utiliza para operar en
torno a esta cuestión. En primer lugar, destaca la utilización del absurdo tanto con la humanización
de las cenizas repatriadas responsabilidad de la Comisión de Derechos Humanos de los Muertos
como con la cantidad de veces –“000000.0003 ocasiones (para ser exactos)”– que se sabe que Tula
ha dicho que se siente cubana. Ambos elementos ironizan sobre algunos aspectos del Estado
Revolucionario Cubano: por un lado, la creación de unidades burocráticas encargadas de llevar
adelante tareas cada vez más específicas; y, por el otro, la capacidad de determinar quién es o no
cubano. En relación con esto último, tanto el certificado de cubanidad como el hecho de que quien
corone sea nombrado como “el Gran Inquisidor Cynthio Metier” convierten el absurdo y la burla
en una crítica incisiva. Ahora bien, todo esto se monta sobre la irrupción del siglo XIX en el
presente, como si un tiempo conviviera con el otro y como si fuera justamente esa reconfiguración
temporal la que permitiera producir el efecto humorístico y corrosivo.
En esta línea, en el número siguiente de la revista (el número 8) se terminarán de cristalizar las
transformaciones que venimos rastreando en la sección a partir de dos elementos: por un lado, en
la presentación se agrega que “en Ecos y Murmullos como siempre estarán los chismes de
nuestro patio, los premios, los clasificados (recomendamos la máquina de coser que allí se expone)
y otras cosillas de interés” (Morán, 1999, s/p). Así, a los objetivos más bien informativos y de
divulgación que predominaban en los primeros meros se le suman ahora también los chismes,
un discurso más bien heterogéneo y amplio en el que no solo entrarán los “cotilleos” o los
“enredos”, que más típicamente se suelen asociar con este género, sino también ese tipo particular
de escritos como el que acabamos de analizar sobre la “deportación” de Gertrudis Gómez de
Avellaneda. En efecto, serán sobre todo las notas de este tono y estilo las que irán ganando terreno
paulatinamente hasta convertirse primero en una subsección y después en una sección. Me refiero
a la incorporación en el número doble 19/20 (otoño-invierno de 2002) de “La lengua suelta, a
cargo de Fermín Gabor, y “La esquina de la sangría”, a cargo de Vladimiro y Canto, como
apartados dentro de “Ecos y murmullos” y de la posterior elevación del primero a categoría de
sección en el número consiguiente de la primavera de 2003
6
. Aunque no nos detendremos a
analizar las particularidades y los textos que se incluyen en este último apartado, la mención se
torna significativa a los fines de evidenciar el progresivo tono irónico y corrosivo que va
adquiriendo la publicación. De allí que no solo en uno de los textos de presentación de “La lengua
suelta” el propio editor haga referencia al interés de la revista por “demostrar que, más allá de la
ceguera de quienes se creen dueños de la cultura cubana, es posible crear un espacio común y
donde, no obstante, haya todavía ocasión para la ironía y la irreverencia” (Morán, 2002, s/p); sino
que también, a pesar de la máscara del pseudónimo, podamos reconocer desde la actualidad la
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pluma ácida de Antonio José Ponte, amante y hacedor de ruinas, que terminará editando una
versión ampliada de sus columnas maliciosas en el 2020 en una especie de libro doble compuesto
por La lengua suelta de Fermín Gabor y el Diccionario de la lengua suelta escrito por Antonio
José Ponte.
Ahora bien, volviendo al otro cambio que se percibe desde el número 8 de LHE, y que en cierta
manera viene a asentar las transformaciones que rastreamos en las dos ediciones anteriores, llama
la atención la decisión de uniformar el color de los títulos: si antes teníamos la distinción entre rojo
y azul para identificar los tiempos correspondientes, ahora se utilizará el violeta para
absolutamente todas las notas. La decisión cromática es más que interesante en tanto ilumina la
cuestión de la configuración temporal que nos ocupa desde los inicios del artículo. Aunque en los
números posteriores se abandonará esta elección y se utilizará un criterio más bien aleatorio o
azaroso respecto del color de los títulos, el hecho de fundir ambos tiempos incorpora una nueva
operación que se suma a la del montaje superpuesto o yuxtapuesto que señalábamos anteriormente.
De hecho, si recuperamos por un momento el testimonio que da Morán en la entrevista ya citada,
es posible observar que la combinación de temporalidades se constituye en una estrategia crucial
para poder narrar el origen de la revista en tanto esta se funda como una vía para continuar
persiguiendo a Casal y para mantener viva su figura.
En esta línea y como señalamos anteriormente, aunque no nos interesa adentrarnos en la deriva
académica de la última etapa de LHE, sí resulta útil en este sentido reparar en una pestaña fija que
se incorpora en la parte superior de la página con el nombre de “Nuestra historia”. Allí, y en
sintonía con lo expresado en la entrevista, el editor repone el surgimiento de la publicación y lo
hace a partir de dos escenas: por un lado, el homenaje a Casal en 1993 en La Habana por el
centenario de su muerte; por el otro, la llegada de Morán a Estados Unidos en 1994. Respecto de
la primera, leemos que
El homenaje se completaría con la edición de un número especial de La Habana
Elegante que iba a ser una antología de textos sobre Casal e incluiría desde José
Martí, Rubén Darío y Paul Verlaine, pasando por Cintio Vitier, Dulce María
Loynaz, José Lezama Lima y Lorenzo García Vega, hasta Antonio J. Ponte, Víctor
Fowler, Pedro Marqués de Armas y quien escribe estas líneas, entre otros. Esta re-
aparición de La Habana Elegante debía publicarse conjuntamente con la edición
facsimilar del número que la revista le dedicó a Casal con motivo de su muerte el
29 de octubre de 1893 (Morán, s/fecha, s/p)
7
.
Al igual que el resto de las acciones planificadas por el centenario de Nieve en 1992 y la muerte
de Casal en 1993, hay una distancia entre lo que se proyecta y lo que se concreta. Morán se queja
de que el número especial sale sin los textos de Lorenzo García Vega y Esperanza Figueroa, por
vivir ambos en Miami, y además de que la publicación sale en un papel barato, con errores
tipográficos y de imprenta, y que solo se hacen 200 ejemplares
8
. Asimismo, la reedición de la
edición facsimilar que la revista le dedicará a Casal en 1893 tampoco se imprime
9
. En efecto, los
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dos títulos que se utilizan en la página de LHE para encabezar esta primera parte de la historia de
la revista son bien claros al respecto: “En busca de Casal y de La Habana Elegante [sic]: el largo
y tortuoso camino de Damasco” y “El Centenario de Casal: un homenaje a la frustración”. Si La
Habana “atenta” contra la re-aparición de La Habana Elegante, Estados Unidos, por el contrario,
se convertirá en un espacio fructífero:
En 1994 ocurrió el llamado maleconazo, al que siguió el éxodo de los balseros.
Ese mismo año, el 7 de noviembre fecha del natalicio de Casal llegué a Miami
junto a otros escritores y artistas, gracias a una invitación de la Universidad de
Tulane, en Nueva Orleans, para participar allí en un simposio sobre cultura cubana
(Morán, s/fecha, s/p).
La llegada a Miami es construida no solo como un nuevo nacimiento, sino también como un
“acercamiento” a la experiencia vital de Casal que, a medida que avanzamos en la lectura, se
profundiza aún más:
Gracias a la generosidad de dos amigas, Alicia y Molly, unos meses después de mi
llegada a Nueva Orleans tuve un cuarto modesto en una casa de huéspedes en North
Rampart, en el borde del llamado French Quarter o Barrio francés. Ellas me
regalaron un pequeño televisor, un microwave, una mesa y unas sillas, la cama.
Unas semanas más tarde encontré trabajo en un restaurant cubano: el Liborio. En
mi cuarto había una estufa que ya no funcionaba y sobre ella había una repisa. Con
mi primer salario USD125 me fui a una tienda de chinos y compré mis primeras,
si bien modestas, chinerías: dos platos, incienso y una bata roja con dragones. Sobre
la repisa puse fotos de la azotea de Reina y otra de Casal. Definitivamente estaba
en casa. Pronto comencé a escribir las primeras cartas a Cuba y en el remitente,
bajo mi nombre y antes de la dirección, escribía Redacción de La Habana
Elegante. Las cartas llegaron y, para mi sorpresa, las que recibía venían
igualmente dirigidas a la Redacción de La Habana Elegante. En enero de 1995
conocí a Mike, mi compañero, con quien me fui a vivir unos meses más tarde. A
fines de ese mismo año compramos nuestra primera computadora. Así empecé a
imprimir un papel de carta que, en su cabecera, decía Redacción de La Habana
Elegante junto a una foto de la calle Obispo. Luego vinieron los estudios de
maestría en la Universidad de Nueva Orleans, a mediados de 1995. A fines de
diciembre distribuí una invitación entre un grupo de profesores y amigos que me
apoyaron desde mi llegada a la universidad. La invitación venía de El Círculo
Habanero, el cual ofrecería un homenaje a Casal el 4 de enero de 1996. El
homenaje, según la invitación, iba a tener lugar en la Redacción de La Habana
Elegante, ahora situada en 2622 North Rampart St, en N.O. También se anunciaba
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en la invitación el estreno en los Estados Unidos del documental Dónde está Casal,
la romanza para piano de Hubert de Blanck dedicada a Casal, así como una
exposición de objetos relacionados con la vida y obra del poeta, y el número
homenaje La Habana Elegante (Casa Editora Abril: La Habana, 1993). Lo de la
romanza no era sino el signo de una persistente ilusión; en realidad lo que hice fue
mostrar la fotocopia de la partitura. Pero había algo que no podía negarse: ya existía
la Redacción de La Habana Elegante y era lógico por tanto pensar que la revista
misma no podía estar muy lejos (Morán, s/fecha, s/p).
La ayuda de las amigas, la vida en un cuarto, el barrio francés, la repisa encima de la estufa que
no funciona, la compra de chinerías con el primer sueldo: todo pareciera tender a repetir la vida de
Casal, casi como un ejercicio espiritual jesuítico. Sobre la repisa dos fotos: la de la azotea de Reina
María Rodríguez y, como no podía ser de otra manera, la de Casal. Definitivamente estaba en
“casa”, dice Morán. Varias cosas con respecto a esto: primero, lo más evidente, la construcción de
esta “casa” en minúscula y en Nueva Orleans frente a la Casa con mayúscula y en La Habana
donde se deja en claro que ni La Habana Elegante ni Morán tienen lugar. En segundo lugar, la
combinación de las dos fotos anticipa el formato que tendrá la revista cuatro años después: me
refiero al hecho de conformar una “casa” a partir de la yuxtaposición de un espacio habanero y del
siglo XIX. Si volvemos a la descripción de la primera versión de LHE que realizamos
anteriormente, encontramos tres secciones que corresponden a espacios habaneros –“La Azotea
de Reina, Café París y El Templete”– y el resto a textos literarios del siglo XIX –“En la loma
del ángel (Cirilo Villaverde), Hojas al viento (Casal), Ecos y murmullos (LHE), Bustos y
Rimas (Casal), La Ronda (Zequeira) y Pasión de Cuba (Manuel de la Cruz) .
Me pregunto entonces cómo leer este montaje. Pensemos a partir de la incorporación de la
sección “El Templete” en el número 4 de la revista. El Templete es una edificación construida en
1827 donde se cree que se fundó la Villa de San Cristóbal de La Habana en 1519. Todos los años
en la víspera del 16 de noviembre, fecha en que fue fundada la ciudad, cientos de habaneros dan
tres vueltas a la ceiba y echan una moneda a sus raíces pidiendo un deseo. La sección de la revista
se constituye, entonces, como una manera de poner a disposición la tradición para quienes ya no
están en La Habana. El ritual virtual consiste en que todos los aniversarios de LHE la edición de
primavera que coincide, por ende, con el aniversario del nacimiento de Casal, 7 de noviembre, y
el aniversario de la fundación de La Habana, 16 de noviembre, se abre la posibilidad de dejar
comentarios, saludos y deseos en El Templete, como una manera otra de dar la vuelta a la ceiba.
No pareciera ser entonces tanto una disputa de o sobre la ciudad, sino más bien una duplicación,
la construcción de una Habana paralela y virtual para los que no están físicamente en la isla.
Veamos, al respecto lo que escribe Morán en la presentación de otra de las secciones, La Azotea
de Reina:
Como quiera que la azotea no pudo recibir como hubiésemos querido a amigos
como Gastón Baquero o Juan Clemente Zenea y, puesto que algunos de nosotros
ya hemos dejado de subir aquellas escaleras y de animar ese espacio que, sin dudas,
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época de La Habana Elegante (1998-2015), pp. 60-76.
habría fascinado a Casal, hemos querido crear esta azotea otra, fuera de las
murallas, pero dentro de la ciudad, y a la que libremente podrán concurrir todos los
poetas cubanos (LHE, n.º 1, 1998, s/p).
Un templete otro, una azotea otra, ambos fuera de las murallas, pero dentro de la ciudad.
Esto de no circunscribir la ciudad a las murallas de la isla no es necesariamente una novedad, pero
la manera en que esto se conjuga con la dimensión temporal sí resulta nuevo. Dentro de los poetas
que quedan por fuera de las murallas aparecen figuras como las de Gastón Baquero o el propio
Morán, quienes efectivamente ya no están en la isla, pero también Juan Clemente Zenea, es decir,
un poeta del siglo XIX. Esta otra Habana que se crea entonces es una Habana a la que también
pueden acudir todos los tiempos. En efecto, cuando Morán empieza a firmar las cartas que envía
desde Nueva Orleans como “Redacción de La Habana Elegante” o cuando hace una invitación a
su casa como si convocara “El Círculo Habanero” no solo funda y habita otra temporalidad, sino
que pareciera proponer otro método de duplicación distinto del que veíamos en El Templete. Si
en este la posibilidad de armar un espacio otro parecía estar más asociado a las herramientas que
brinda la virtualidad e Internet, en el caso de esa otra escena analógica la de las cartas pareciera
ser el hecho de pararse desde el siglo XIX lo que produce otra manera de seguir habitando la isla
desde el afuera. Una imaginación post-global, diría Alejandra Laera, es decir, una imaginación
transtemporal “que propone sus elaboraciones o resoluciones narrativas por medio del tiempo
una imaginación que encuentra en el tiempo la salida para los problemas planteados en y por el
espacio, en y por el mundo (2019, p.145)
10
.
Ahora bien, todo esto no puede terminar de pensarse sin atender la otra duplicación que está
constantemente presente en LHE y que ya hemos mencionado anteriormente: la relación
Morán/Casal. Retomemos lo mencionado hasta el momento: la llegada de Morán a Miami en la
fecha de nacimiento de Casal y esa suerte de emulación o imitación de la experiencia vital del
modernista al llegar, a Miami, a Nueva Orleans. Durante la primera época de la revista, la
presentación, que luego desaparecerá con el cambio de diseño, será otro espacio que utilizará
Morán para explotar esta cuestión. En efecto, en el número 7 el editor firma como “Conde de
Camors”, en el 9 como “Conde de Camors, Francisco Morán, Redacción de La Habana Elegante
y en el 11 “En sustitución de Enrique H. Miyares, Francisco Morán, Conde de Pozos Dulces.” La
encarnación inicial de la máscara casaliana planta la duda respecto a la identidad de la firma: ¿es
Casal, es Morán, es Morán jugando a ser Casal? La firma que sigue usa la máscara, pero después
repone el verdadero rostro que hay debajo, cuestión que permite otras preguntas: ¿está Morán
eligiendo la misma máscara que Casal, está queriendo duplicarlo o es una máscara doble, ya que
sabemos que Camors es Casal? Finalmente, la opción final con la aclaración de “en sustitución
de” habilita dos reflexiones: por un lado, sobre la contemporaneidad entre Hernández Miyares y
toda la generación de fin de siglo XIX y Morán; por el otro, si la sustitución implica que ante la
falta de algo/alguien se coloca otra cosa, podríamos pensar que en el caso de Casal y Morán no
habría ya una sustitución, sino algo más similar a la simultaneidad cuestión que pareciera estar
en sintonía con la fundición del rojo y el azul de los tulos de las diferentes épocas en el violeta
que mencionábamos más arriba.
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Para profundizar en esta última vía, recuperemos un evento que rememora el editor de la época
en la que todavía vivía en La Habana y estaba organizando el homenaje por el centenario de Casal.
La anécdota ocurre en una sesión espiritista grupal; Morán va solo por curiosidad y totalmente
descreído hasta que de repente el médium se dirige hacia él:
¿Te pasa a menudo que sientes una tristeza muy fuerte, como si viniera de un lugar
muy profundo, y no sabes por qué?”. Imagino que no soy el único al que le pasa
eso, respondí luego de admitir que era cierto. En efecto, esto me venía sucediendo
últimamente con cierta frecuencia algunas rachas eran fuertes aunque no creía
desconocer el motivo. La ciudad comenzaba a pesarme, la percibía cada vez más
hostil, era como si todo me dijera que me fuera, que qué estaba haciendo allí. Era
también, lo sabía, la sensación de que la ciudad desaparecía. Cada día era algo
distinto: una columna, un cartel, un cristal, un cine. “Mira, yo veo detrás de ti, mi
interlocutor interrumpió mis cavilaciones, “a un hombre vestido todo de negro, que
tiene una mirada muy fuerte, muy enfocada, y muy triste. Tiene en la mano algo
como una pluma de ave. No parece de esta época y por el aspecto y la pluma
supongo que debe ser un escritor, o un pensador. ¿Sabes quién puede ser?Hasta
ese momento había mantenido mi aire de superioridad y en mi interior me burlaba
un poco de ese charlatán que, estaba seguro, iba a terminar pidiéndome dinero. Pero
lo que acababa de decirme me dejó helado, paralizado por el miedo, pero también
sobrecogido por la emoción. Él no podía saber nada de mi obsesión con Casal,
porque tampoco lo sabía la única persona que me conocía de las que estaban allí.
“Ese es un muerto de luz”, me dijo. “Debes darle una misa, pero una católica,
para que se eleve. Porque de él viene la tristeza que sientes. Ponle flores blancas y
ofrécele una misa (Morán, s/fecha, s/p).
No es tanto el Casal espectral lo que me llama la atención en tanto dicha figuración es durante
los 90 casi un cliché de época. Pero me interesa esta idea de que la tristeza de Morán está
vinculada con que el espíritu de Casal no solo ha quedado atrapado en la tierra, sin poder elevarse,
sino que además pareciera haber decidido apoyar su pesadumbre sobre la espalda del editor. La
idea de fondo que recorre la escena no es para nada original, es la idea del siglo XIX frustrado de
Lezama. Pero en el contexto que la leemos, es decir, como parte de la historia de la segunda época
de LHE, la solución de hacer una misa para que el modernista descanse finalmente en paz, que
funciona a su vez como una especie de exorcismo para Casal, no puede dejar de leerse en relación
con la llegada de Morán a Miami exactamente el día del nacimiento del modernista. No sería
entonces solamente un nuevo comienzo para el editor, sino también para el pobre poeta
eternamente frustrado y estancado en La Habana. Miami y luego Nueva Orleans parecieran
constituirse así en los espacios donde tanto Casal como el siglo XIX cubano pueden por fin
realizarse a través de la experiencia de Morán. La simultaneidad que veíamos entonces en la firma
del Conde de Camors ya no tiene que ver con el espíritu negro y triste que acecha, sino con las
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época de La Habana Elegante (1998-2015), pp. 60-76.
posibilidades redentoras que ofrece la segunda época de la revista. Y tal es así que no solo lo vemos
al Conde Camors en el lugar del director cargo que en su momento Casal no ocupaba firmando
la presentación de la revista, sino que, por ejemplo, en el ya comentado número 8 de la revista
podemos encontrar nuevamente en “Ecos y Murmullos” una nota similar a la de Gertrudis Gómez
de Avellaneda que es sumamente significativa.
ABEL PRIETO VISITA JAPÓN
TOKIO, 29 de septiembre Abel Prieto,
ministro de Cultura de Cuba, realizó hoy una
visita oficial a Japón, durante la cual sostuvo un
amplio intercambio de trabajo que fortalecerá
las relaciones de amistad entre ambos
países. Abel fue sorprendido cuando el
emperador japonés solicitó las poesías de
nuestro Julián del Casal como credenciales en
lugar de la protocolar carta de presentación que
tal ocasión habría requerido. El titular cubano
no supo qué decir y se vio en una situación
bastante incómoda cuando el emperador le
ofreció una reproducción exacta de la celda de
nuestro Casal y le entregó, como gesto de
cortesía, la llave de ¡La Habana! Pero eso no es
todo. Los cartógrafos japoneses obsequiaron a
Abel un mapa que aquellos acaban de hacer público y que, realizado por Simon
Grynaeus en 1532, muestra a Cipango (Japón) a la izquierda de Cuba, lo que explica
la certeza de Colón de que se hallaba muy cerca del reino del Gran Khan, así como
permite afirmar que el Gran Almirante tuvo que haber presenciado un carnaval
chino en La Habana y tuvo que haber subido a la carroza del Dragón del Monte
Barreto, invitado por nuestro Casal quien, finalmente, le obsequió una taza de
digna de Confucio (LHE, n.º 8, 1999, s/p).
LHE imagina así un siglo XIX otro, un siglo XIX que no está frustrado. Y esa reescritura del
tiempo rediseña también el espacio, tal como se ve en el mapa que acompaña la nota. En ese siglo
XIX en el que Casal oficia como el gran poeta cubano, dejando atónito al propio ministro de cultura
del momento, Abel Prieto, las llaves de La Habana las tiene el emperador japonés, es decir, las
llaves de la ciudad están en ese afuera de la muralla que inventa y habita Morán.
En este sentido, resuena algo que dejé pasar en la cita sobre el espectro de Casal. Luego de que
el médium le preguntara a Morán por su tristeza, leemos:
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época de La Habana Elegante (1998-2015), pp. 60-76.
La ciudad comenzaba a pesarme, la percibía cada vez más hostil, era como si todo
me dijera que me fuera, que qué estaba haciendo allí. Era también, lo sabía, la
sensación de que la ciudad desaparecía. Cada día era algo distinto: una columna,
un cartel, un cristal, un cine (Morán, s/fecha, s/p).
Lo recupero porque me hace acordar a “Un arte de hacer ruinas” de Antonio José Ponte, un texto
que creo que podría ayudarme a cerrar, al menos provisoriamente, mi trabajo. En este, recordemos,
el narrador termina por descubrir Tuguria, un espacio subterráneo al que va a parar todo aquello
que se derrumba y se arruina en la superficie de la ciudad. Quizás podamos pensar algo similar
respecto de “La Azotea de Reina” o El Templete, por supuesto no de manera literal, ya que ni
uno ni el otro desaparecen en efecto de La Habana, pero me pregunto si no hay en LHE de Morán
un deseo de ser una especie de Tuguria de aquello que se pierde con la salida de la isla. O, incluso,
podemos ir un paso más allá para aventurar que más que un deseo es una clara decisión de
arrebatarle a la isla, es decir, de arruinar, de hacer perder, aquello que se desea disputar. De allí
que podamos imaginar, en sintonía con lo ya expuesto, que la liberación de Casal posterior a la
misa más que elevarlo lo ha llevado a esa ciudad subterránea a la que va a parar todo aquello que
se arruina para construir otra ciudad, otro tiempo, otro mundo. Y si como le dice el director de
tesis al protagonista en el cuento, el tiempo es un espacio más, quizás no sea a fin de cuentas
descabellado imaginar junto a Casal al mismísimo siglo XIX como una pared más de Tuguria, una
pared que limita con Japón.
Referencias bibliográficas
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http://www.habanaelegante.com/Winter99/Ecos.htm
Laera, A. (2019) Más allá del mundo: imaginación transtemporal para un cierto modo de habitar
los confines”, World Literature. Cosmopolitanism. Globality (141 151). Boston/Berlin:
De Gruyter
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Morán, F (1998) “Introducción al presente número”. La Habana Elegante (segunda época), 1.
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Morán, F (1998) Sin título. En la sección “La azotea de Reina”. La Habana Elegante (segunda
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Morán, F. (1999) “Introducción al presente número”. La Habana Elegante (segunda época), 8.
Recuperado de enlace: http://www.habanaelegante.com/Winter99/Noviembre99.htm
Morán, F. (2002) Del Templete y del presente número de La Habana Elegante”. La Habana
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Recial Vol. XV. 26 (Julio-diciembre 2024) ISSN 2718-658X. Rocío Fernández, Tiempo e ironía en la segunda
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“Presentación” (1996). Encuentro de la Cultura Cubana, 1. Recuperado de: https://rialta.org/wp-
content/viewer/encuentro/1996-N1/index.html#page=1
“Presentación” (2003). La Habana Elegante (segunda época), 21. Recuperado de enlace:
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Ponte, A. J. (2005) “Un arte de hacer ruinas”. Un arte de hacer ruinas y otros cuentos. México:
Fondo de Cultura Económica.
Romero, C. (2022) Prólogo. Cuentos de La Habana Elegante. Miami: D´McPherson.
Notas
1
De aquí en más utilizaremos Encuentro para referirnos a Encuentro de la cultura cubana y la sigla LHE para La
Habana Elegante (segunda época).
2
La década de los 90 es un momento de fuerte crisis político-económica como consecuencia de la caída del muro de
Berlín y la posterior disolución de la URSS que llevó a un debilitamiento de la hegemonía y del control social, y
obligó al gobierno de Fidel Castro a reconfigurar el relato revolucionario. En el campo cultural, tanto la publicación
de El canon occidental (1994) de Harold Bloom en el que se recuperaban escritores cubanos disidentes o
problemáticos como Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, Severo Sarduy y José Lezama Lima como la
proliferación de aniversarios y homenajes, le ofrecieron a la sociedad civil la oportunidad de disputar la literatura al
Estado. El centenario de la muerte de Julián del Casal en 1993, el cincuentenario de la revista Orígenes en 1994 y el
centenario de la muerte de JoMartí en 1995 no sólo reavivaron las disputas en torno al canon cubensis y a la
potencialidad política de la literatura por fuera de la ideología y el accionar de los autores, sino que dejaron a la vista
los dispositivos político-ideológicos detrás de los relatos nacionalistas.
3
A continuación, describimos la composición de la revista en esta nueva etapa:
Sección Académica: Dossier monográfico, Notas (artículos más breves), La dicha artificial (textos sobre
estética), Entrevista y Reseñas.
Sección de transición: El perrito chino (ensayos sobre estética), Hojas al viento y Simposium (ensayos
filosóficos).
La revista literaria: “La azotea de Reina”, Scherezada (narrativa, reemplaza por La loma del ángel), Biblioteca
de La Habana Elegante (rescata traducciones y textos literarios publicados en las revistas hispanoamericanas de fin
de siglo, pero también otros textos tomados de revistas europeas de la época, principalmente, de Francia, Inglaterra y
Estados Unidos), La ronda y Ecos y murmullos.
En un costado como pestañas fijas: La lengua suelta(a cargo de Fermín Gabor), “Archivo José Martí” (a cargo de
Francisco Morán), Panóptico o Archivo de la Colonia y la República (a cargo de Pedro Márquez de Armas),
Archivo de la revolución cubana (a cargo de Duanel Díaz) y La celda de Casal (también a cargo de Francisco
Morán).
4
En los años 2001, 2003, 2004, 2005 y 2007 se publican cuatro números por año y en 2002, 2006 y 2008 se baja a
tres por año.
5
Órgano oficial del Partido Liberal fundado en 1878.
6
El cambio es informado de la siguiente manera:
En efecto, tal y como habíamos dicho, La lengua suelta ha salido de Ecos y Murmullos que
regresa así a una expresión más mesurada pero sólo para ocupar un espacio propio, el cual
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época de La Habana Elegante (1998-2015), pp. 60-76.
inauguramos hoy. A partir de este número los lectores interesados deben visitar periódicamente esta
página, puesto que su actualización dependerá de las entregas que nos envíe Fermín Gabor, y no de
la salida de la última edición de nuestra revista. Con esta página, Fermín Gabor queda
definitivamente incorporado a nuestra redacción (LHE, n21, 2003, s/p).
Además de que es interesante reparar en que la sección adquiere una frecuencia propia, también es posible señalar que
en este número Ponte realiza otras dos colaboraciones: en “El barco ebrio” donde publica El abrigo de aire, su famoso
ensayo sobre Martí; y en “La más verbosa” donde comparte un capítulo de La fiesta vigilada, libro que se publicará
en 2007.
7
Esta cita, al igual que las siguientes con idéntica referencia, corresponde a una pestaña que se agrega al sitio web de
la revista, pero que no está fechada ni se incluye dentro de un número en particular. Corresponde a esta referencia:
Morán, F. (sin fecha). Nuestra historia. La Habana Elegante (segunda época). Recuperado de enlace:
http://www.habanaelegante.com/home/Nuestra_historia.html
8
Vale la pena reponer el fragmento para reforzar el fracaso de las celebraciones:
No solo la imprimieron en un baratísimo papel de cartucho, sino que casi no llega a editarse, a lo
que hay que agregar que de la misma se hizo una tirada de apenas 200 ejemplares y plagada de
errores tipográficos. Mi ejemplar tiene hasta páginas montadas y, por esto mismo, ilegibles Y
llegó el día esperado: la clausura del congreso en la Casa y la presentación de LHE. Ah, pero nos
adelantamos otra vez a los acontecimientos. Resulta que el día anterior había habido un apagón que
interrumpió el trabajo en el taller donde se estaba imprimiendo LHE. Fernando Rojas, a pocas horas
de la presentación del número en Casa de las Américas, intentó convencer a los operarios para que
trabajaran voluntariamente e hicieran la impresión. Pero el hombre nuevo guevariano había
envejecido; o mejor, comenzaba a comprender mejor las cosas: No fue la respuesta. Entonces los
compraron… con alcohol. Y felices volvieron al trabajo. Ahora bien, debe recordarse que no se
trataba solo de la impresión, sino también de la encuadernación y que, aunque se imprimiera una
limitada cantidad de ejemplares, eso llevaría tiempo. Fast forward a la Casa. Todos esperando allí
y nada. No llegaba nada. Recuerdo que, en medio de mi ansiedad, Víctor Fowler se me acercó para
hacerme la observación de que Casal “no es tu hermano, ni tu papá.” Iba a responderle cuando Antón
Arrufat tuvo la infeliz idea de hacer un chiste en voz alta. Era el colmo y le respondí, públicamente,
con la furia de toda la frustración acumulada. Mi respuesta fue quizá desproporcionada, y ahora lo
lamento, pero en aquellos momentos no pude evitar esa reacción. Finalmente, llegaron los
ejemplares de LHE, los cuales se vendieron todos en dólares. Pude hacerme de uno que me dedicó
Oscar Montero y que es el único ejemplar que conservo.” (Morán, s/fecha, s/p).
9
Muchos años después, en 2012, Morán cumplirá finalmente su deseo inicial con la publicación virtual de In
memoriam, un volumen que compila 161 textos escritos a lo largo de más de 100 años sobre Casal.
10
Más adelante leemos: “Uno de los recuerdos más bellos que tengo es el mensaje que Reina y Ponte me enviaron
desde la computadora de un amigo, donde habían visto la revista por primera vez” (Morán, s/fecha, s/p). Me parece
una escena que condensa varios sentidos. En ese primer número, por ejemplo, Ponte publica algunos de sus poemas y
un capítulo de Las comidas profundas en la sección Ecos y Murmullos”. Reina, por su parte, encontrará su propia
azotea duplicada y contenedora de todos los tiempos. Morán no comparte el mensaje que le dejan sus amigos, pero
podemos imaginar que habrá sido toda una experiencia. Mirar en 1998 a través de la pantalla de una computadora
ajena una revista del siglo XIX hecha por un cubano que hasta no hacía mucho compartía físicamente un espacio en
esa azotea y que ahora, desde afuera de la muralla, ofrecía una azotea otra, duplicada, en la que, sin importar donde
se encontraran, estaban todos: Reina, Ponte, Morán, Zenea, Casal y así podríamos seguir hasta nombrar a todos los
poetas cubanos de todos los tiempos.