Obra bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional.
Recial Vol. XV. N° 26 (Julio-diciembre 2024) ISSN 2718-658X. Hernán Pas, La apuesta editorial del Correo del
Domingo (1864-1867): literatura por entregas e ilustración semanal, pp. 221-240.
https://doi.org/10.53971/2718.658x.v15.n26.47369
La apuesta editorial del Correo del Domingo (1864-1867): literatura por
entregas e ilustración semanal
Hernán Pas
Universidad Nacional de La Plata, IdIHCS-CONICET
hernan_pas@yahoo.com
ORCID: 0000-0003-4365-7662
Recibido 7/09/2024. Aceptado 10/11/2024
Resumen
El Correo del Domingo ha recibido atención en los últimos años sobre todo a partir de su
carácter ilustrado. Retomando esos aportes, el presente trabajo propone leer el semanario
porteño como un intento de reproducción del formato magazine, que en Europa cobraba
impulso con las publicaciones encabezadas por The London Journal (1845-1883), y que en
América Latina tenía su versión continental con El Correo de Ultramar (1842-1886), empresa
a la que, seguramente, el publicista y editor argentino José María Cantilo tuvo en mente a la
hora de lanzar su periódico. Bajo la designación de “periódico literario ilustrado”, el Correo
del Domingo exploraba por primera vez en Buenos Aires una competencia en el mercado
literario de las entregas.
Palabras clave: Correo del Domingo; literatura por entregas; Ilustración; siglo XIX
The Editorial Commitment of Correo del Domingo (1864-1867): Serial Literature and
Weekly Illustration
Abstract
In recent years, the Correo del Domingo has drawn increasing attention, mainly because of its
illustrated character. Taking up these contributions, this paper proposes to read the weekly
periodical from Buenos Aires as an attempt to reproduce the magazine format, which was
gaining importance in Europe due to the publications headed by The London Journal (1845-
1883), which in Latin America had its continental version in the form of El Correo de Ultramar
(1842-1886), a project that José María Cantilo, the Argentine publicist and editor, surely had
taken into account when launching his publication. Under the designation of “illustrated literary
periodical,” Correo del Domingo started to face competition in the Buenos Aires market of
serial literature.
Keywords: Correo del Domingo, serial literature, illustration, 19th century
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1. Introducción
Las historias de la prensa y de la comunicación de los últimos años suelen no dejar de señalar
que durante el siglo XIX el periódico se convirtió en el principal soporte de edición y de lectura.
El impacto social, mediático y cultural del impreso periódico ha sido últimamente refrendado
por el voluminoso compendio de estudios alrededor de la prensa francesa publicado con el
sugerente título La civilisation du journal (2011). Los escritores y publicistas de la época, por
otra parte, observaron con insistencia los rasgos novedosos de la edición cotidiana. En 1833,
el término journalism vino a reemplazar en la prensa inglesa al menos adecuado newspaper-
writing, que no lograba describir con suficiencia el dinamismo de la prensa diaria (Rubery,
2009). Pocos años después, en 1841, desde su destierro chileno, Domingo F. Sarmiento instaló
la palabra diarismo”, con la cual buscaba referir el trastorno producido por esa nueva
tecnología de la comunicación que era la prensa tipográfica (“por el diarismo”, escribía
Sarmiento, “el jenio tiene por patria el mundo”). Para decirlo con una fórmula, no por repetida
menos acertada: el siglo XIX es el siglo del periódico.
1
En ese contexto, el surgimiento de los periódicos ilustrados (los llamados weekly journals) a
comienzos de la década de 1830 marcó un mojón decisivo en el desarrollo y expansión de los
públicos lectores y en la diversificación de sus consumos. Como es sabido, durante las primeras
dos décadas del siglo, la invención de nuevas tecnologías de reproducción de imágenes, entre
las cuales se destacó la litografía, contribuyeron con la progresiva incorporación de imágenes
estampadas en la prensa periódica.
2
Al calor de ese perfeccionamiento técnico, el exitoso derrotero de este tipo de publicaciones,
que en Londres comenzó con la aparición de The Penny Magazine, en 1832, editado por
Charles Knight y la Society for the Diffusion of Useful Knowledge, y que en Francia tuvo su
expresión homóloga con el Magasin Pittoresque, de 1833, se afincó en una propuesta
tipográfica que volvía sin embargo al formato clásico de los magazines dieciochescos, al que
agregaba ahora y de modo cada vez más sofisticado el plus de las ilustraciones. En efecto,
el rasgo sobresaliente de la serie de periódicos inaugurada con The Gentleman’s Magazine
(1731) una centuria antes residía en su carácter enciclopédico y misceláneo, y en el generoso
margen que ello dejaba para el ingreso de la ficción en forma de relatos epistolares o
novelescos. Incluso, varias publicaciones llevaban ese rasgo en sus títulos: The Miscellany
(1732), luego The Weekly Miscellany, The New Miscellany (fundada por Jonathan Swift), The
Westminster Journal, or, New Weekly Miscellany, todos aparecidos siguiendo el impulso de
Edward Cave en la tercera década del siglo XVIII, son claros ejemplos al respecto.
En perspectiva, entonces, resulta evidente que los semanarios ilustrados de la década de 1830
produjeron una actualización editorial y comercial que es también, desde luego, demográfica
y cultural de una tendencia acallada con el cimbronazo de la Revolución.
Por lo tanto, si durante el siglo XVIII la censura en la prensa periódica proveyó los instrumentos
para el despliegue de la miscelánea, las nuevas tecnologías para la impresión de imágenes a
comienzos del siglo XIX otorgaron las herramientas para una exploración y expansión lectoras
sin precedentes, en tanto se trataba nada menos que del pasaje de la cultura popular a la cultura
de masa (Barbero 1991). Ese pasaje se daría, sin embargo, no solo a través de la seducción (y
el impacto) de las imágenes, sino también, como ha demostrado Patricia Anderson (1991) al
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estudiar los magazines ingleses, mediante la alianza que estas publicaciones supieron
establecer con los relatos seriados.
3
2. El Correo del Domingo. Un “periódico literario ilustrado” rioplatense
En el Río de la Plata, la primera publicación que incorporó de manera deliberada la conjunción
entre ficción e ilustración fue el Correo del Domingo, dirigido y redactado por José María
Cantilo a partir del 1 de enero de 1864.
4
Si bien hubo intentos previos de establecer
publicaciones ilustradas como, por caso, los semanarios editados por Hipólito C. Bacle,
lo cierto es que fue el semanario de Cantilo el primero en desplegar un programa en el que la
literatura de ficción, como ocurría con los semanarios ingleses citados, ocupó un lugar
preponderante en su oferta editorial.
5
Y al igual que en aquellos, en el semanario rioplatense
las entregas ficcionales solían estar acompañadas con ilustraciones litografiadas alusivas, que
buscaban así capturar la atención de un público lector cada vez más propenso, para decirlo con
D. F. McKenzie (1986), a dejarse seducir por elementos no verbales en el diseño tipográfico
de los textos.
Publicado los domingos, como indicaba su nombre, el semanario de Cantilo constaba de 16
páginas, estaba impreso a dos columnas, con paginación corrida es decir, encuadernable
e incluía en general dos estampas litográficas: una en la página inicial y otra en la última o
contratapa. En ocasiones, a esas imágenes podía añadirse una ilustración a doble página o, en
su defecto, a falta de grabados o dibujos, extenderse a 24 páginas el material tipográfico. Su
redactor y director había formado parte de la emigración argentina durante el gobierno de Juan
Manuel de Rosas, radicándose en Montevideo y colaborando en diferentes publicaciones
antirrosistas, como El Nacional, El Talismán redactado por J. B. Alberdi y El Comercio
del Plata, de Florencio Varela. Luego de Caseros, a su regreso a Buenos Aires, Cantilo fue
elegido diputado provincial; luego diputado nacional, colaborando con importantes periódicos
como El Nacional de cuyo redactor, Dalmacio Vélez Sarsfield, había sido secretario durante
la negociación del llamado Pacto de San José de Flores, el armisticio firmado entre la
Confederación y el Estado de Buenos Aires luego de la batalla de Cepeda. Su trayectoria lo
había acercado a conspicuos integrantes de la llamada Generación romántica, entre ellos José
Mármol, Bartolomé Mitre de cuyo gobierno, Cantilo fue un fiel defensor y Juan María
Gutiérrez, cuya colaboración en el semanario de 1864 resultó fundamental.
En efecto, Juan María Gutiérrez, que por entonces se desempeñaba como rector de la
Universidad de Buenos Aires, contribuyó de manera sustancial con los contenidos de la
publicación, aportando sobre todo material en proceso de sus estudios biográfico-críticos sobre
poetas sudamericanos coloniales cuyo primer tomo fue publicado por la Imprenta del Siglo,
del propio Cantilo, y anunciado en el último número del Correode 1865
6
y de su colección
América poética, publicada en dos volúmenes en Valparaíso entre 1845 y 1846.
Otros colaboradores destacados de aquella generación fueron Domingo F. Sarmiento, José
Mármol y el propio Bartolomé Mitre (por entonces presidente), junto con figuras más jóvenes
como el médico y poeta Ricardo Gutiérrez, José Manuel Estrada o Estanislao del Campo, quien
publicaría allí su poema gauchesco Fausto. Impresiones del gaucho Anastasio el Pollo en la
representación de esta ópera (Correo del Domingo, n.° 144, 30-09-1866).
Dada su apuesta literaria, y sobre todo su carácter ilustrado, el semanario de Cantilo ha
despertado interés más allá de las fugaces aproximaciones de las historias de la prensa. Al
pionero trabajo de Néstor Auza (1980), quien confeccionó un índice completo de los 8 tomos
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y enfatizó la coherencia de su programa literario, y al análisis de Rodolfo Giunta (1994) sobre
las “representaciones urbanas” en las crónicas escritas por Cantilo, se sumaron algunas lecturas
recientes, orientadas sobre todo desde la perspectiva de la cultura visual. Sandra Szir (2013)
observó en la propuesta ilustrada del Correo el despunte del reporterismo visual de noticias
contemporáneas y de actualidad; Candela Marini (2017) exploró la cobertura visual de la
Guerra del Paraguay (1865-1870) y las ficciones patrias elaboradas alrededor de ese
acontecimiento bélico. Lucas Masan (2019) rastreó los indicios de una nueva sensibilidad
moderna, caracterizada por una “ampliación de la visualidad” y una redistribución de lo
espacial en la ciudad de Buenos Aires. Finalmente, Diego Labra (2022) leyó en el Correo una
novedosa propuesta de entretenimiento, cuya distinción radicaba en la combinación entre
literatura e ilustración.
Deudora de estos antecedentes, nuestra lectura procura, en cambio, reponer el contexto editorial
en el que el semanario de Cantilo se inserta al menos en dos sentidos: por un lado, considerando
su vinculación con la literatura por entregas cuya expansión editorial se había iniciado dos
décadas antes; por el otro, revisando su ascendencia formal con los semanarios ilustrados
europeos y particularmente con El Correo de Ultramar, que desde hacía una década dominaba
el mercado de periódicos ilustrados en toda Latinoamérica.
3. Folletín: el impulso hacia el cinematógrafo
Hace tiempo, en una intervención clave sobre la historia del libro, Roger Chartier llamó la
atención sobre un fenómeno que ya había sido examinado en varias zonas de su monumental
Histoire de l’Edition Française: luego de 1830, decía Chartier, la edición “plagia del periódico
la fórmula del libro publicado en fascículos y las entregas ampliamente ilustradas, vendidas a
poco precio y lanzadas con gran despliegue de publicidad” (Chartier, 1994, p. 32). Hacia fines
de 1830 y principios de 1840, el fenómeno descripto por el historiador francés alcanza en
Europa una articulación expansiva hegemónica, pero es el folletín, con sus entregas diarias y
sus ediciones librescas ilustradas, el género que produce una redefinición de la prensa diaria.
En general, los estudios sobre el folletín suelen designar el año 1836, con la aparición de La
Presse de Émile de Girardin (junto con Le Siècle, de A. Dutacq) y la consecuente publicación
en sus ginas de novelas por entregas, como el momento del surgimiento y posterior
consolidación del roman-feuilleton.
7
No obstante, el momento de verdadero auge y
consolidación se dio a inicios de la década siguiente con la publicación de famosos tulos como
Los misterios de París (1842-1843) y El judío errante (1844-1845), de Eugène Sue, y El conde
de Monte-Cristo (1844-1845), de Alexander Dumas. Si bien el método de las entregas puede y
suele diferenciarse en tanto práctica editorial, lo cierto es que halló en el éxito del folletín una
plataforma de despliegue hasta entonces inédita. Ferreras (1972), quien abordó la cuestión en
España, situó el surgimiento de la novela por entregas en algunas ciudades españolas como
Madrid o Barcelona a mediados de la década de 1840. Si había un componente decisivo en el
mercado de las entregas, este era el de los grabados o estampas que ilustraban la serie. La
mayoría de los folletines que pasaron a la venta por entregas obtuvieron sus versiones
debidamente ilustradas; versiones que, por los costos que implicaban, la prensa diaria no estaba
en condiciones de incorporar entre sus páginas.
El caso ejemplar es la novela de Eugène Sue, Los Misterios de Paris: publicada en el folletín
del Journal des Débats entre junio de 1842 y octubre de 1843, un año después, en diciembre
de 1844 el mismo Journal des Débats anunciaba su primera edición ilustrada a cargo de Charles
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Gosselin. De esa conocida edición-Gosselin se nutrieron la mayoría de las traducciones o
reproducciones (legales o no), como por ejemplo la edición barcelonesa de la imprenta Saurí,
A. Gaspar y Berdaguer, con traducción de San Martín, que se encargó de comercializar en
Hispanoamérica El Correo de Ultramar importante semanario ilustrado publicado en París,
sobre el que enseguida volveremos, en generosas 80 entregas de 16 páginas que
conformaban un total de 4 tomos en octavo.
El vínculo entre folletín e ilustración acompaña la historia del género y cruza fronteras. En
México, incluso, puede afirmarse que la sección del folletín en la prensa nació ilustrada (Figura
1). Los grabados parecían formar parte de esa imaginería narrativa como una extensión de su
estilo melodramático. La literatura contemporánea incluso lo mentaba de ese modo, como deja
ver, por ejemplo, la reseña crítica que escribió en 1844 [Joseph] Arthur de Gobineau sobre la
novela Esther, de Balzac, publicada un año antes: “El folletín desempeña”, decía Gobineau,
en este momento de nuestra existencia social, el papel de un abecedario perfeccionado y
decorado con dulces imágenes grabadas”.
8
El impulso hacia lo visual puede corroborarse en
las campañas publicitarias de lanzamiento de folletines, que comenzaron en Francia
tempranamente y que alcanzaron, con el cambio de siglo, rasgos de lo espectacular. En 1846,
el periódico L’Epoque promocionó el folletín de P. Féval, El hijo del diablo, con afiches
callejeros y el montaje de una carroza que, aprovechando el carnaval, desfiló con sujetos
disfrazados representando escenas de la novela especialmente sangrientas; hacia fines de siglo
las campañas incluían tarjetas postales repartidas gratuitamente en las vías del tren, afiches de
crudos colores y hasta representaciones callejeras. Anne-Marie Thiesse (1984), quien analizó
algunas de estas campañas, pudo observar cómo los anuncios finiseculares refieren al lenguaje
cinematográfico del folletín.
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Figura 1.
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Nota: Periódico mexicano El Siglo Diez y Nueve (16/09/1845), inaugura la sección folletín con Los Misterios de
París, en entregas ilustradas, tomadas de la edición de Charles Gosselin (1844). Fuente: Los misterios de París,
Barcelona: Saurí (1845).
Figura 1 bis.
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Nota: Imagen del Chourineur, reproducida por El Siglo Diez y Nueve en su entrega del 16/09/1845 y por varias
traducciones al español (izquierda). Los Misterios de París, edición de la imprenta barcelonesa Saurí, Gaspar y
A. Berdaguer, 1845. Esta edición es la que distribuyó en Hispanoamérica El Correo de Ultramar.
Ese notable impulso hacia la ilustración y su combinación con narrativas de suspenso fue
precisamente capitalizado por los semanarios ilustrados, que incluyeron en sus propuestas
editoriales, cada vez con más frecuencia, novelas o literatura de ficción acompañadas con
imágenes alusivas. The London Journal; and Weekly Record of Literature, Science and Art
(1845-1883, primera época), del grabador George Stiff; Reynolds’s Miscellany of Romance,
General Literature, Science and Art (1846-1869), del escritor George William MacArthur
Reynolds, y Cassell's Illustrated Family Paper (1853-1867), del impresor y editor John
Cassell, marcaron la segunda época en el despliegue de este tipo de publicaciones en Inglaterra
y lo hicieron mediante una oferta que aunaba relatos de ficción e ilustración (Figura 2). La
modalidad, que conjugaba la tendencia que venimos describiendo, se convirtió en un formato
estándar y, como tal, también se expandió más allá de las fronteras.
Figura 2.
Nota: The London Journal, 1853 y Cassells Illustrated Family Paper, 1857.
Figura 2 bis.
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Nota: El Correo de Ultramar, Parte Literaria e Ilustrada reunidas, Año XII, N° 3, 1853. El semanario de Xavier
Lasalle introdujo en la década de 1840 los célebres folletines ilustrados de Dumas y Sue en Buenos Aires
4. Entregas ilustradas. El modelo del Correo de Ultramar
En América Latina, el semanario ilustrado que acaparó mayoritariamente la demanda lectora
de ese tipo de publicaciones fue por mucho tiempo El Correo de Ultramar (1842-1886), que
desde 1853 ofreció una edición ilustrada del estilo de las londinenses.
Dirigido por Xavier de Lasalle, de redacción bilingüe al comienzo el semanario se editaba
en París, el Correo de Ultramar se convirtió rápidamente en uno de los principales impresos
europeos para lectores hispanos, emergiendo en clara competencia con las empresas editoriales
de Ackermann. Como he analizado en trabajos previos (Pas 2018, 2024), El Correo de
Ultramar no sólo introdujo el folletín en los diarios de Buenos Aires, sino también la modalidad
de venta por entregas. Rápidamente, a medida que el Correo de Lasalle hacía circular a los
folletinistas franceses, libreros y editores locales entre ellos, José María Arzac y Gregorio
Ibarra comenzaron a publicar anuncios en los diarios de Buenos Aires prometiendo ediciones
locales de sus novelas más célebres.
Durante los primeros años, cuando el semanario tenía 8 páginas, la empresa de Lasalle contó
con un suplemento ilustrado, llamado Revista Literaria y de Modas. Gracias a esa dualidad, los
suscriptores podían disfrutar número a número de la lectura de El judío errante, publicado en
el folletín del periódico principal, y, al mismo tiempo, de las sucesivas entregas de Los
misterios de Londres, de Francis Trolopp (seudónimo de Paul Féval), editado meses antes en
el Courrier Français. A partir de 1853, el semanario tuvo su Parte literaria e ilustrada
reunidas y alcanzó, de ese modo, el formato del magazine de sus modelos ingleses.
10
Ante una mirada comparativa, no caben dudas de que José María Cantilo debió tener al Correo
de Lasalle además de otros magazines europeos como referente o presumible modelo al
pensar la futura publicación de su semanario. En efecto, además del carácter ilustrado, hay una
cercanía notable entre las secciones y el diseño tipográfico de ambas publicaciones (la sección
“Revista de la semana”, del semanario parisino, pasó a ser simplemente “La semana” en la
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pluma de Cantilo), así como en los propósitos editoriales: ambas publicaciones otorgan un
generoso espacio a la literatura, a la poesía, a la moda, a los relatos de costumbres y a los
avances tecnológicos e industriales, en desmedro de la palestra política (sin que ello signifique
que los temas políticos, de modo evidente con la Guerra del Paraguay en el semanario de
Cantilo, no formaran parte, implícita o simbólicamente, del perfil editorial). Por otra parte,
ninguna de las dos publicaciones llevaba avisos publicitarios.
11
Del mismo modo, el contraste entre ambas publicaciones permite advertir con mayor precisión
las particularidades de cada empresa. En este sentido, la principal apuesta editorial del
semanario rioplatense, como supo observar Auza (1980), fue el diseño deliberado de una
publicación literaria, sobre el cual su director enfatizó en varias ocasiones de manera
consecuente. Las contribuciones literarias para ese diseño fueron muy variadas, aunque las
unificaba su impronta americanista, pues incluían firmas de chilenos como Guillermo y Alberto
Blest Gana, José V. Lastarria, Eduardo Matta, Eusebio Lillo; de uruguayos como Alejandro
Magariños Cervantes y Juan Carlos Gómez; de colombianos como José Eusebio Caro o José
María Samper, entre otros.
12
Ahora bien, más que un programa literario con sus declaraciones, selecciones y valorizaciones,
aunque algo de ello, evidentemente, hubo, el Correo del Domingo desplegó un programa
editorial, en cuyo seno la combinación de literatura e ilustración resultó el elemento destacado.
No se trató únicamente de la publicidad o de la difusión de escritores locales, de la promoción
y el aliento a las nuevas camadas de poetas o narradores, sino de la puesta en página (mise en
page) de una oferta fraccionada de lectura cuya singularidad residía en que las entregas de
literatura ficcional (lo que por entonces se llamaba “amena literatura”) fueran ilustradas. Así,
el semanario de Cantilo exploraba la tendencia magazinesca en auge por entonces en Europa,
cuando el magazine (como las publicaciones que hemos reseñado) se caracterizaba por su
inclinación pedagógica y filántropa y cuyo lectorado deseado era centralmente la middle-
class, un público que debía ser instruido y a la vez guiado en sus lecturas, y que no se confundía
(no debía confundirse) con el público lector de la cheap literature.
13
Esa doble vocación por un público lector instruido y, al mismo tiempo, a instruir o cultivar,
puede corroborarse en el Correo del Domingo desde los primeros números. Así, más allá de la
jocosa recurrencia larriana al público con que abre el primer número, un suelto “A los lectores”
afianza y aclara esa dirección:
Es indudable que mucha parte de nuestra sociedad inteligente se muestra ávida
de lecturas amenas, y que la novela tiene mucho favor.
Pero más indudable que esto es que no se llenaun fin social, noble y
directo, sino uniendo a esa amenidad la instrucción y difundiendo las ideas de
moral, de caridad, de religión que son las bases firmes de toda sociedad
civilizada y progresiva.
También publicará novelas el Correo del Domingo, pero no lo hará sino
teniendo en vista esas condiciones indispensables.
Este periódico ofrecerá pues a la madre de familia la seguridad de que no irá
a las manos de sus hijas, un papel cuya lectura haya podido infiltrar en sus
corazones sentimientos contrarios a los que ellas han inculcado con cariñoso
afán. (Correo del Domingo, n.° 1, 01/01/1864, p. 6).
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Como ocurría con La Moda tres décadas antes y como ocurriría con las novelas de Zola en la
década del 80, la advertencia delimita un tipo de literatura moral que se sustrae a las zonas
bajas del romanticismo (zonas mayormente dominadas por el folletín). Por otro lado, la cita
revela la importancia que la novela había adquirido como género literario moderno (“la novela
tiene mucho favor”). Que la novela ocupó un lugar destacado en el programa literario del
semanario lo demuestra la sostenida continuidad de su publicación. En efecto, a excepción de
algunos breves intervalos, el semanario abrevó en el género durante los cuatro años de su
existencia. Y si bien es cierto que, al repasar el índice, la poesía es de los géneros más
beneficiados, no lo es menos el hecho de que la combinación entre narrativa ficcional e
ilustración parece imponerse como núcleo y sostén editorial. Dicho de otro modo: la apuesta
literaria del Correo del Domingo no se deja sopesar por la supremacía cuantitativa del género
lírico sobre el narrativo, sino por el afán, como intentaremos demostrar, de ofrecer por primera
vez en Buenos Aires una competencia al mercado de las entregas mediante una publicación
semanal.
5. Expandir la lectura: leer (con) imágenes
Muchos sueltos del semanario se jactaban del despliegue técnico de las imágenes. En el número
7, del 14 de febrero de 1864, se anunciaban los retratos de Cané y de Echeverría y se describían
las dos litografías insertas en la edición: la catedral de Montevideo (en tapa) y, al final, en la
contratapa, una lámina correspondiente “al folletín Una historia inverosímil”. El anuncio sobre
las ilustraciones de la novela remataba diciendo: “Quien lea verá”. El acto de leer se expandía:
leer una novela o una biografía, o una noticia en el Correo implicaba también verla.
La introducción de imágenes en el semanario respondía a un objetivo editorial claro: la
búsqueda de un público lector amplio, un público que pudiese pensarse también como
espectador. Si las expectativas de ese público eran diversas, el programa de ilustraciones
ofrecido por el Correo se diversificaba sin perder cohesión y coherencia. En este sentido,
pueden distinguirse tres clases de ilustraciones definidas por sus contenidos: 1) imágenes
biográficas (próceres, celebridades, personajes históricos distinguidos, entre ellos escritores y
poetas); 2) vistas de monumentos o paisajes; 3) ilustraciones literarias (imágenes de episodios
o personajes de novelas). A esta clasificación primordial, deben sumarse dos tipos más,
requeridos por las circunstancias: por un lado, las estampas referidas a la Guerra del Paraguay
o de la Triple Alianza, que comenzaron a introducirse a mediados de 1865; por el otro,
ilustraciones dedicadas a acontecimientos estrictamente contemporáneos, que respondían al
reportaje visual de noticias.
14
Desde luego, algunas de las imágenes de la guerra podrían
incluirse en esta clase del reporterismo visual.
5.1. Retratos literarios
De ese conjunto, me interesa analizar brevemente la primera y la tercera clase de imágenes:
biográficas y literarias. Durante los primeros seis números, el Correo presentó en tapa
ilustraciones de destacados y destacadas cantantes de ópera, y si bien los retratos de escritores,
primero, y las ilustraciones literarias, después, comenzaron a ocupar ese lugar, las figuras del
teatro y sobre todo de la ópera no dejaron de aparecer recurrentemente. Por su parte, los retratos
de escritores (poetas, novelistas, publicistas) ocuparon un lugar destacado. Los primeros en
aparecer fueron los de Miguel Cané (p.) (n.° 9) y Esteban Echeverría (n.° 10), a los que
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siguieron varios otros autores reconocidos del continente: Ventura de la Vega, Juan Cruz
Varela, Francisco Acuña de Figueroa, Andrés Bello, Sor Juana Inés de la Cruz, Florencio
Varela, Rosario Orrego de Uribe, Alberto Blest Gana, entre otros. En esta modalidad también
deben ser considerados los perfiles y retratos de personajes históricos relevantes, ya fueran
militares (José de San Martín, Gregorio de las Heras, Simón Bolívar, Manuel Belgrano), o bien
publicistas o abogados de renombre (Vicente López y Planes, Amadeo Jacques, Mariano
Moreno). Esta suerte de panteón de notoriedades se entroncaba con la serie abierta por el pintor
y grabador francés Narcise E. Joseph Desmadryl quien, hacia mediados de la década previa,
había dibujado los retratos de la Galería de Celebridades Argentinas (1857), un proyecto que
incluía las biografías de destacados hombres de la Independencia rioplatense (Cfr. Amigo,
1998).
Paralelamente, las figuras de escritores y poetas a la vez que adquirían la celebridad del retrato
acompañaban visualmente el programa literario desplegado en el semanario. Las páginas del
Correo funcionaban así como una vitrina de autores, que ponía a alcance de los lectores
sistemáticamente el retrato (ilustrado y literario, dado que las imágenes eran complementadas
con textos biográficos) junto con la producción de los escritores publicados. La imagen de
Esteban Echeverría, por ejemplo, de quien se publicó en el semanario sus poemas La cautiva
y Elvira, o la novia del Plata, estuvo secundada por unos Breves apuntamientos biográficos
y críticos” de Juan María Gutiérrez, apuntes que poco después engrosarían su texto de
introducción a las Obras del poeta (1871-1874). Lo mismo ocurrió con otros poetas como el
uruguayo Francisco Acuña de Figueroa (n.° 39, 25/09/1864) o Sor Juana Inés de la Cruz (n.°
61, 26/02/1865), cuyos retratos fueron coronados por textos de Gutiérrez. El caso del chileno
Alberto Blest Gana es significativo respecto del rol central de la imagen en el diseño literario
de la publicación. En el número 32, del 7 de agosto de 1864, un suelto encabezado con el título
“Literatura Americana” anunciaba:
El CORREO DEL DOMINGO ha obtenido una serie de novelas de costumbres
del aventajado escritor chileno D. Alberto Blest Gana, que está dotando a la
literatura de su país de obras de reconocido mérito; y muy pronto empezará a
publicar La Venganza, que consta de pocas ginas, y que servirá como
introducción a otras del mismo autor de más extensión que esta. (Correo del
Domingo, n.° 32, 07/08/1864, p. 498).
La novelita La venganza se publicó, efectivamente, en el número siguiente.
15
Y en el número
40, del 2 de octubre, se presenta en tapa el retrato del escritor chileno acompañado de esta
leyenda: “D. Alberto Blest Gana. Escritor chileno. Autor de la novela Martín Rivas, que
empieza a publicarse en este número del Correo”. En consecuencia, los lectores tenían ante sus
ojos por primera vez, quizás la imagen del renombrado escritor, una de cuyas novelas más
exitosas empezaba a publicarse precisamente en ese mismo ejemplar (Figura 3).
Figura 3.
Retratos literarios del Correo del Domingo
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Domingo (1864-1867): literatura por entregas e ilustración semanal, pp. 221-240.
Nota: Andrés Bello (n.° 99, 19/11/1865); Alberto Blest Gana (n.° 40, 02/10/1864); Esteban Echeverría (n.° 10,
06/03/1864); Sor Juana Inés de la Cruz (n.° 61, 23/02/1865)
El hecho no parece ser menor. Para la época, y todavía por unos lustros más, la construcción
de autoría a través de la imagen (grabado, dibujo, fotografía) resultaba una práctica más bien
experimental y ciertamente escasa. Hilario Ascasubi daría a conocer su retrato tempranamente
mediante un dibujo a lápiz al publicar sus Trobos de Paulino Lucero (Imprenta de la
Revista, 1853); pero recién veinte años después, reincidirá en su edición parisina de lujo con
una imagen fotolitográfica en el frontis de su libro Paulino Lucero o los gauchos del Río de la
Plata cantando y combatiendo… (París, Dupont, 1872). José Hernández haría lo propio con la
octava edición de El gaucho Martín Fierro (1874), a la que agregaría su retrato al final del
volumen, imagen que se repetirá en sucesivas ediciones (1876, 1878). Lucio V. Mansilla, quien
hizo de su figura un verdadero objeto de publicidad, supo explotar los beneficios de la
fotografía.
16
Y sabemos que Domingo F. Sarmiento no sólo fue objeto de variadísimas
estampas en el periódico satírico El Mosquito, sino que llegó a anhelar (y especuló con) esa
publicidad indirecta. Esta enumeración un tanto aleatoria alcanza sin embargo para considerar
el valor que cobraban las imágenes de autor en la publicación de Cantilo. En una década en la
que la cultura visual se afianzaba y expandía, incluso como entretenimiento, las imágenes de
escritores que puso a circular el Correo del Domingo tuvieron una doble funcionalidad: por un
lado, contribuyeron en la construcción autoral de un canon de escritores americanos y, por el
otro, amplificaron, al responder a una demanda creciente, el circuito de la publicidad letrada.
5.2. Novelas ilustradas
En esa enfática conjunción entre imágenes y textos, fue sin dudas la serie de ilustraciones
literarias la que significó una apuesta decisiva en la empresa de Cantilo.
No todos los títulos publicados por el Correo bajo la genérica designación de novelas eran,
efectivamente, novelas. Más que la distinción genérica, extemporánea por otra parte para la
época, cabría sin embargo ponderar el criterio de la extensión como elemento de análisis.
Extensión, que en términos tipográfico-editoriales significa continuidad. Esto es: si solo
consideramos aquellas narraciones que ameritaron más de una entrega, el Correo del Domingo
llegó a publicar 34 relatos o narraciones ficticias; de esa cantidad, 23 se extendieron a tres o
más entregas, y nueve de ellas superaron ampliamente las diez entregas, es decir que pueden
ser consideradas verdaderas novelas (De Madrid de Nápoles, de Pedro Antonio de Alarcón;
Martín Rivas y La aritmética en el amor, de Alberto Blest Gana; Margarita Pustela, de César
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Cantú; Perfil de una mujer, de G. M. Diva; Esperanza, de Nicolás Granada; Una historia
inverosímil, de Alfonso Karr; El frac azul y Los hijos de la fe, de Enrique Pérez Escrich). Tal
profusión de narrativa ficcional responde a uno de los criterios explicitados desde el comienzo.
En efecto, en el suelto citado más arriba su redactor había escrito: “No se venderán números
sueltos, pues esto dejaría truncas las colecciones y no permitiría encuadernar las novelas que
ocupen varios números” (Correo del Domingo, n.° 32, 07/08/1864, p. 6).
La inclinación por lo encuadernable, es decir lo coleccionable, extensiva también a las
imágenes litográficas que solían acompañar cada número, es uno de los recursos fundamentales
que descansa en el sistema de suscripción y que comparte con el método de las entregas. No es
casualidad, en este sentido, que una veintena de novelas o ficciones narrativas hayan sido
ilustradas, dado que las láminas cumplían con el requisito de expresar plásticamente sucesos o
episodios de las historias narradas, como pautaba la literatura por entregas. Algunas de esas
novelas, como Una historia inverosímil, El capitán de patricios, Diario de un médico, Martín
Rivas, París en América (Figura 4) o El asesinato de Albertina Renouf fueron ilustradas con
dos, tres y hasta cinco estampas litográficas. La decisión de ofrecer a los lectores novelas
ilustradas puede considerarse la mayor apuesta de su redactor, quien seguramente veía en ello
un valor competitivo en el circuito del impreso local, dominado hasta entonces, como quedó
dicho, por las ofertas de El Correo de Ultramar y de publicaciones afines, que secundaron
su éxito en Hispanoamérica.
17
Figura 4.
Nota: Ilustración de París en América, de Édouard Laboulaye (n.° 33, 14/08/1864).
Un aspecto importante en esa decisión es el hecho de que, a diferencia de los antecedentes
locales como los semanarios mencionados de Hipólito C. Bacle, buena parte de las ilustraciones
del Correo del Domingo fueron realizadas ex profeso por su principal dibujante, Henri Meyer,
quien a la vez dirigía por entonces el periódico satírico El Mosquito (1863-1893). Un claro
ejemplo lo representa el último de los títulos mencionados más arriba, El asesinato de Albertina
Renouf. El relato, del francés Henri Rivière, fue tomado de la Revue des dex Mondes del 1° de
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mayo de 1865 y traducido para el Correo por Juan Camaña. En su versión original, el relato
carece de ilustraciones; en la versión publicada por el Correo del Domingo, en cambio, el texto
es acompañado por tres estampas: la imagen en tapa de Albertina Renouf, con su vestido de
ceremonia; la imagen en contratapa, en ese mismo número, de la escena de muerte: el cadáver
de Albertina en su lecho, contemplado por su marido (n.° 83, 30/07/1865); y la imagen del
momento en que el verdadero asesino, Mr. Darronc, es descubierto por el comisario encargado
de dilucidar el caso (n.° 88, 02/09/1865, imagen en tapa) (Figura 5).
Figura 5.
Novelas ilustradas
Nota: Imágenes alusivas al relato El asesinato de Albertina Renouf, de Henri Revière.
Un rasgo distintivo, entonces, del programa del Correo es que añadía ilustraciones a textos que
originalmente no las habían previsto, y entre ellos a textos y novelas de escritores locales: El
capitán de patricios, Martín Rivas, El Alférez Alonso Díaz de Guzmán. Las novelas de
Gutiérrez, Blest Gana y Lastarria, respectivamente, adquirían por esa a un complemento
artístico novedoso y pasaban a ser, con esa intervención, novelas ilustradas. El propio Cantilo
parece haber actuado como editor principal de esa mediación. Una carta enviada a Juan María
Gutiérrez muestra hasta qué punto el redactor del Correo se inmiscuía en el asunto: No puede
Ud. hacerse cargo de lo que me cuesta hacer comprender al litógrafo un pasaje del Capitán de
Patricios para ilustrarlo. El jueves fue preciso desistir de nuevo, pero creo ser más feliz esta
semana.
18
No se conoce fecha de la carta, pero debe presumirse que fue escrita hacia fines de
marzo dado que la novelita de Gutiérrez tuvo dos ilustraciones: en la contratapa del número 15
del 10 de abril y en la portada del número siguiente, correspondiente al 17 de abril de 1864.
Esta última parece ser, por la jerarquía que ocupa en la publicación, la imagen a la que se refiere
Cantilo (Figura 6). Como sea, la breve referencia indica que su editor y redactor tuvo
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conciencia desde temprano de la necesidad de que las ilustraciones resultaran persuasivas, esto
es, plásticamente virtuosas y a la vez acordes con los pasajes textuales aludidos.
Figura 6.
Nota: Ilustración en tapa de El capitán de patricios, de Juan María Gutiérrez (n.° 16, 17/04/1864).
6. Empeños y frustraciones ante un mercado en ciernes
De la correspondencia exhumada por Néstor Auza entre Cantilo y Gutiérrez se deducen tanto
la preocupación por el virtuosismo de las imágenes como los obstáculos y dificultades con las
que su director debió lidiar a lo largo de los años. El principal dibujante de la revista, como
quedó dicho, fue Henri Meyer, que por entonces era también director y dibujante de El
Mosquito. Y así como el Correo anunciaba los adelantos o aciertos en el diseño de las
ilustraciones, en varias ocasiones también debió informar de sus demoras, inconvenientes y sus
“primas” a los suscriptores. En el número 13, por ejemplo, leemos:
El CORREO DEL DOMINGO no aparece hoy ilustrado, a pesar del empeño
que la dirección ha puesto porque no saliese así; pero hay dificultades que no se
pueden vencer todavía entre nosotros, no obstante la energía de la voluntad y a
pesar de no excusar gastos para ello. Pronta ya la piedra del dibujante, Sr.
Meyer, y pasada a la litografía, un accidente inutilizó de todo punto el dibujo
que había costado tres días para su ejecución […].
La dirección del Correo cree deber dar esta explicación a sus suscriptores,
añadiendo que la falta del cuadro que debía ilustrar este número no ha importado
para ella sino un gasto sin fruto. (Correo del Domingo, n.° 13, 27/03/1864, p. 1
[193]).
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La aclaración final no parece accesoria, dado que las suscripciones daban por hecho el carácter
ilustrado de la publicación. Cincuenta números después, otro suelto volvía a justificar la
ausencia de ilustraciones y anunciaba, como compensación, la extensión tipográfica del
periódico:
Dificultades ajenas a la dirección del CORREO DEL DOMINGO hacen
imposible la ilustración de esta entrega y probablemente de la siguiente. Entre
nosotros no se puede conseguir todavía con regularidad ciertos trabajos, a pesar
de no escasear empeño y aun sacrificios para obtenerlos, y este es nuestro caso.
Debemos advertir, sin embargo, que continúa nuestro arreglo con el Sr. Meyer,
y que su lápiz seguirá adornando las páginas de nuestro periódico.
Entretanto, y para mostrar nuestro empeño en corresponder al favor de los
suscriptores, agregamos hoy CUATRO PÁGINAS MÁS de lectura, a las
dieciséis páginas ordinarias, empezando [l]a interesante novelita titulada La
Palma del Martirio. (Correo del Domingo, n.° 63, 12/03/1865, p. 1 [161]).
La política compensatoria de añadir páginas cuando faltaban las ilustraciones se mantuvo hasta
el final de la publicación. Por otra parte, el hecho de que explicitara su acuerdo con Meyer es
indiciario de la escasez de dibujantes con relativo prestigio o competencia para realizar esa
tarea. En la faz privada, ese acuerdo se mostraba por demás inconveniente. Escribía Cantilo a
Gutiérrez: “Meyer me tiene desesperado con su insolvencia: su compromiso es dar dos dibujos
y cuando no quiere no los da, pero cobra siempre”.
19
En ese contexto de evidente dependencia, Cantilo se mostpredispuesto y atento ante posibles
colaboraciones de diferentes artistas (recibió al menos tres: Rezábal, quien ofreció copias de
dos pinturas de Prilidiano Pueyrredón; Juan Camaña, dibujante y traductor; y Fernando
Schleisinger).
20
Tal dificultad, la escasez de dibujantes competentes, no parece haber
desalentado el ánimo perseverante de su director, quien hasta último momento se mostró activo
en pos de superarla. En una edición tan tardía como la del 7 de abril de 1867 último año de
publicación, otro suelto interpelaba a los lectores con una noticia alentadora:
La dirección del Correo del Domingo ha mandado instrucciones a los Estados
Unidos para hacer venir uno de los mejores grabadores a quien encargarle la
parte ilustrada. La persona a quien se ha encomendado el arreglo pone de su
parte mucho interés en terminarlo, en obsequio a esta publicación, que será
entonces en ese sentido la más notable de esta parte de América. Dentro de poco
tiempo, la dirección tendrá pues el placer de ofrecer una mejora importante, por
el género de grabados que ilustrarán al Correo del Domingo.
Entretanto, y cuando como sucede hoy, no sea posible dar láminas, se aumentará
el texto notablemente.
El número de hoy consta de 24 ginas. Las 8 aumentadas son dedicadas
exclusivamente a la novela Los hijos de la Fe, que recién se está publicando en
Buenos Aires. (Correo del Domingo, n.° 171, 07/04/1867, p. 1 [VII, 245]).
No hubo consecuencias de este anuncio en los números siguientes del semanario. En su lugar,
poco después pasaba de dos a tres columnas y afianzaba la extensión a 24 páginas como un
modo evidente de contrarrestar la falta cada vez más notoria de imágenes.
21
De hecho, a partir
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de entonces prácticamente no hubo nuevas ilustraciones, salvo en los números iniciales de
diciembre (n.° 205 y 206), que presentaron una imagen litográfica de la Exposición de París
(en tapa) y una ilustración (también en tapa) de la novelita Mónica.
Finalmente, asumiendo la frustración en los empeños por mejorar la parte ilustrada, el último
número informa la suspensión: “La Dirección previene al mismo tiempo que la publicación del
Correo queda suspendida desde este número, para continuarla más adelante, esperando
entonces haber allanado las dificultades que se tocan respecto de la parte ilustrada” (Correo
del Domingo, n.° 210, 05/01/1868, p. 1 [401]).
Consideraciones finales
Para el momento en que José María Cantilo decidió lanzar su periódico, la tendencia
magazinesca dominante combinaba el valor de las ilustraciones científicas o literarias con las
representaciones visuales de hechos contemporáneos. Además de las revistas europeas, Cantilo
debió haber tenido muy presente la oferta editorial de un periódico ilustrado como El Correo
de Ultramar, cuyo impacto en el incipiente mercado editorial de Buenos Aires fue notable. El
número inicial de El Correo de Ultramar correspondiente al año 1864 traía entre otras dos
estampas relativas a los sucesos bélicos entre los Estados Confederados y la Unión de Estados
Unidos, el bombardeo de un fuerte en Charleston (Carolina del Sur) y el ataque a un convoy
por una guerrilla de la Confederación a orillas del río Tennesee, y la continuación de una novela
de Charles Dickens, Historia de dos ciudades, traducida como “París y Londres en 1793”. A
su vez, los diarios más importantes de Buenos Aires, como La Tribuna y El Nacional, con sus
abigarradas 8 columnas de texto, llevaban en su primera página el infaltable folletín. Ante ese
panorama, José María Cantilo debió imaginar una publicación que lograra aunar ambas
tendencias. Los esfuerzos por sostener la parte ilustrada del semanario, como vimos, dan cuenta
tanto de una preocupación como de una apuesta por lograr una virtuosa relación entre texto e
imagen. La singularidad de esa apuesta, puede deducirse, radicaba en el carácter original de
muchas de esas ilustraciones.
Hacia fines de ese mismo año 1864, La Nación Argentina que cobraría perentoria relevancia,
como se sabe, al quitar el gentilicio de su título en 1870, publicó un aviso sobre el primer
año del Correo del Domingo. Además de la información de rigor, esto es, precios y puntos de
suscripción, el aviso destacaba precisamente uno de sus aspectos más novedosos: “El Correo
del Domingo ha publicado la traducción de París en América, con láminas, siendo esta la
primera edición ilustrada de este libro que ha aparecido hasta ahora” (La Nación Argentina,
22/12/1864, p. 4).
Otro tanto podría decirse, como vimos, de las novelas de Gutiérrez, Blest Gana o Lastarria
o del famoso poema de Estanislao del Campo, cuyas versiones ilustradas quedarán como
marca de una audaz iniciativa en la historia de las publicaciones periódicas locales. Una
iniciativa que midió su alcance en la precariedad insalvable del campo artístico y editorial de
aquellos años.
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Notas
1
La fórmula remite a varias expresiones que postulan dicha certeza: el libro Le siècle de la presse (2004), de
Christophe Charle, o el capítulo “The Age of Newspapers” en The History and power of writing ([1988] 1994),
de Henri-Jean Martin, se destacan entre algunas de ellas.
2
La litografía fue un invento del dramaturgo alemán Alois Senefelder alrededor de 1800. Si bien en Europa la
litografía competía con otras técnicas de impresión que se perfeccionaron al inicio de la centuria como los
grabados en madera de boj, en América Latina constituyó el recurso de mayor utilización tipográfica. Ver, al
respecto, Szir (2009).
3
Para Anderson (1991, pp. 196-198), el despliegue de las imágenes en la prensa ilustrada de mediados de siglo
debe ser analizado junto con el despliegue y desarrollo de los avisos (advertisements) y de las ficciones seriadas
(entertainment); novelas, como las de George W. Reynolds (The Mysteries of London) o Charles Dickens (The
Picwick Papers, The Life and Adventures of Nicholas Nickleby), cuyas ediciones librescas fueron ilustradas.
4
El Correo del Domingo tuvo dos épocas: 1864-1868 y 1879-1880. Aquí nos concentramos en la primera.
5
Los primeros semanarios ilustrados surgieron de la imprenta litográfica del suizo Hipólito C. Bacle: Museo
Americano (1835) y El Recopilador (1836). El hecho ha sido estudiado. Ver los trabajos de Szir (2009, 2010,
2016), Munilla Lacasa y Gluzman (2016) y Pas (2013).
6
Estudios biográficos y críticos sobre algunos poetas Sud-americanos anteriores al siglo XIX, tomo I, Imprenta
del Silgo, 1865. En la presentación del volumen, Gutiérrez no dejaba de observar la convergencia entre su pluma
de historiador crítico y su rol de colaborador en el semanario: “Presento hoy unos cuantos ensayos que se resienten
de la forma de artículos de periódico que me he visto forzado a darles, y que no cambiaría en adelante si me fuera
posible continuar dando a luz la numerosa galería que de estos personajes de mi predilección he logrado formar”
(Correo del Domingo, n.° 104, 24-12-1865, p. 829).
7
Un hito previo en la formación de la sección ocurre en 1800, cuando el Journal des débats inaugura el espacio
del feuilleton con una línea horizontal que divide al impreso en dos partes, claramente jerarquizadas. La
bibliografía sobre folletín es abundante; pueden consultarse, entre otros, los siguientes trabajos: Lise Queffélec-
Dumasy, Le Roman-feuilleton français au XIXe siècle. Paris : PUF (1989) y La querelle du roman-feuilleton.
Littérature, presse et politique, un débat précurseur (1836-1848). Grenoble: ELLUG (1999); Marlyse Meyer,
Folhetim. Uma história. São Paulo: Companhia das Letras (1996); Cachin, Marie-Françoise; Diana Cooper-
Richet, et al (dirs). (2007). Au bonheur du feuilleton. Naissance et mutations d’un genre (Etats-Unis, Grande-
Bretagne, XVIIIe-XXe siècles). Paris: CREAPHIS éditions (2007).
8
El texto, publicado originalmente en Le Commerce, periódico menor del espectro reformista-liberal francés, fue
reeditado por Lise Dumasy en La querelle du roman-feuilleton, Opus cit., p. 89.
9
Thiesse cita uno de los anuncios de Le Journal, de 1908, en el que aparece una referencia precoz a la escritura
cinematográfica.
10
En efecto, el Correo ilustrado de 1853 se asemeja a sus pares inglesas mencionadas más arriba. Todas constan
de 16 páginas a 3 columnas e incluyen ilustraciones en la portada y en su interior [Figura 2].
11
Mientras que El Correo de Ultramar había tenido avisos en la última página en su versión no ilustrada y dejó
de tenerlos a partir de 1853, el Correo del Domingo no logró incluir avisos en sus páginas, a pesar de haber
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intentado incluso una oferta editorial novedosa, la de los “avisos ilustrados”. En efecto, un suelto del n.° 26, de
junio de 1864, anunciaba: “Las modistas, los sastres y dueños de tiendas de novedades que quieran insertar avisos
en el Correo del Domingo, acompañados de una lámina representando el objeto ofrecido a venta, pueden dirigirse
a la administración, Imprenta del Siglo núm. 153. Un dibujador inteligente se encargará de copiar los objetos que
se quiera para acompañar el aviso respectivo”.
12
A esos nombres, el Correo del Domingo sumó algunas plumas conocidas de Europa en especial, españolas
como Pedro Antonio de Alarcón, Manuel Fernández y González, Enrique Pérez Escrich, Fernán Caballero, o
Alfonso de Lamartine, Édouard R. Lefèbvre de Laboulaye, Víctor Hugo.
13
Patricia Anderson ha discutido esa visión sobre el público de los semanarios ingleses, en especial sobre The
Penny Magazine, colocando en lugar de la middle-class” la noción de hegemonía cultural (1991, pp. 63-65).
14
Rasgo de novedad para la época, las noticias ilustradas de fenómenos locales son pocas: “Inauguración del
Ferrocarril del sud de Buenos Aires (n.° 14, 03/04/1864); “Choque de trenes en el camino del Oeste, en la noche
del 8 de Diciembre de 1864” (n.° 51, 18/12/1864); “Catástrofe del Retiro”, ocurrida el 9 de diciembre (Ibídem).
“Un huracán en el bosque de Palermo” (n.° 117, 26/03/1866)
15
La novelita de Blest Gana se había publicado en 1862 en el periódico chileno La Voz de Chile.
16
Es por demás conocida la fotografía con espejos de Lucio V. Mansilla que realizó Alexander Witcomb durante
su estadía parisina. Las reflexiones de Silvia Molloy en el ya clásico “Imagen de Mansilla” partían precisamente
de las sugerencias de esa imagen.
17
Me refiero a periódicos como el Museo de las Familias (Madrid, 1843-1870) o El Eco-Hispanoamericano.
Revista quincenal enciclopédica (París, 1854-1872).
18
Congreso Nacional. Archivo Gutiérrez. Citado por Auza, (1980, p. 148).
19
Carta del 3 de marzo de 1865, citada en Auza (1980, p. 151).
20
Hay otras tres firmas que Auza no logró identificar: Adam, (Ulises) Monniot y (Jules) Advinent, quienes
colaboraban simultáneamente como caricaturistas en El Mosquito. Cfr. Roman (2010: I, 221 y ss.).
21
Así anunciaba el semanario esa transformación: “La forma que toma desde hoy el Correo del Domingo es una
prueba positiva del empeño de la dirección en colocar esta publicación literaria en condiciones ventajosas para
sus favorecedores. Este aumento notable en el material equivale a 24 páginas de texto, con la ventaja de
incorporarlas en un solo pliego, para mayor comodidad del lector y facilidad en la formación de los respectivos
volúmenes” (Correo del Domingo, n.° 175, 05/05/1867, p. 5 (345)).