Los agujeros negros y el congelamiento del tiempo
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REVISTA DE ENSEÑANZA DE LA FÍSICA, Vol. 34, n.o 1 (2022) 69
Y no solamente la partícula lo hace. Si hubiera luz acompañando o persiguiendo a la partícula, ella tendría exacta-
mente el mismo comportamiento allí.
Si pensamos en muchas partículas cayendo desde distintas direcciones amontonándose todas contra el horizonte
junto con la luz, sin poder avanzar y cruzarlo, tenemos una imagen casi grotesca, totalmente reñida con las leyes
mecánicas, que nos impulsa a preguntar: ¿qué fuerza puede estar deteniendo y haciendo que se aplaste toda esa
materia contra esa superficie inmaterial?
Nos sentimos impulsados a decir que la Mecánica no permite esto, y que algo como la verdadera descripción es la
que se hace con las coordenadas (T, X), en las cuales partícula y luz cruzan el horizonte sin ningún impedimento ni
demora.
Pero pensar así es un error, y una buena manera de entenderlo es a través del conocido ejemplo de los mesones
, muy utilizado a veces para entusiasmar a públicos no especialistas, presentándoles razones para creer en la realidad
de la “dilatación temporal”.
Se sabe que estos mesones se producen en la alta atmósfera como resultado de la interacción de los rayos cósmi-
cos con partículas atmosféricas. Como resultado de estas interacciones se producen muchas partículas, y entre ellas
estos mesones que parten con velocidades muy cercanas a las de la luz (del orden del 99,98 % de c), y tienen una vida
media del orden de 2,210-6 s, luego de la cual se desintegran a su vez en otras partículas. Ahora bien, la altura media
a la que se producen estos mesones es de unos 30 km, y viajando a la velocidad de la luz ellos podrían recorrer hasta
desintegrarse una distancia media de unos 600 m. Pero una gran fracción de ellos es detectada a nivel del mar, es
decir después de haber recorrido 30 km. Y dado que su velocidad no podría superar (ni alcanzar) la de la luz, ello
implica que han viajado al menos durante 10-4 s, es decir un tiempo casi 50 veces superior a lo que es la duración de
su vida media. Resultado espectacular que se suele presentar a las audiencias noveles como muestra de la “dilatación
temporal” que predice la RE para los viajeros con velocidades cercanas a c.
Y lo que nos interesa en este momento es que tenemos dos tiempos en el relato. Uno es el intervalo de tiempo
propio del viajero: 2,2 s. Es una de las propiedades características de estos muones: su vida media.
El otro es t 100 s. Es el tiempo que vive el muon en nuestro referencial de observadores terrestres. No es
indicativo de propiedades de la partícula, ya que depende de la velocidad relativa entre esta y el observador.
Pero ambos valores son igualmente reales. Ninguno es aparente. En nuestro referencial de observadores terres-
tres, el muon ha vivido realmente 100 s, y eso no contradice que en su referencial propio haya vivido los 2,2 s que
lo caracterizan.
Además de esto efectos relativistas, podría haber efectos aparentes si hubiera posibilidades de que observadores
situados en diferentes lugares vieran los procesos de creación y aniquilación (por ejemplo captando señales luminosas
que se produjeran de alguna manera en cada evento). Estos observadores, restando el instante en que lo vieron nacer,
de aquél en que lo vieron morir, atribuirían otras diferentes duraciones a la vida del muon, que serían aparentes, y
dependientes de la ubicación relativa de cada observador.
Ni en el caso del muon, ni en nuestro caso del AN estamos interesados en estos aspectos aparentes.
De manera que, volviendo al caso que nos interesa, aunque t no es la variable más adecuada para describir el
tiempo muy cerca del horizonte, no es una variable sin sentido físico: es el tiempo de los observadores lejanos, y ha
sido definido de manera de sincronizar todos los relojes estáticos del referencial que tiene en reposo al AN, de manera
que eventos que ocurren en iguales valores de t son simultáneos para todos estos observadores (estáticos).
Es decir, el observador lejano no puede ni intenta ver, pero sí puede saber que allá, en la vecindad del horizonte,
el tiempo transcurre tan lentamente en relación con la variable t, que prácticamente puede decirse que el tiempo se
ha congelado allí. La partícula y la luz prácticamente se han detenido para él, porque el tiempo del lugar por el que
están pasando prácticamente se ha congelado en relación con su tiempo. Y así puede esperar hasta el infinito el ob-
servador lejano, y la luz y la partícula viajera seguirán congeladas sin cruzar el horizonte (estamos abusando un poco
del concepto de congelar, en función de su valor representativo).
Sin embargo el astrofísico, que es un simple observador lejano más, usuario de la coordenada t, dirá que luego de
t* + r1/c ya cruzaron el horizonte; que el agujero negro ya habrá devorado esta partícula, y que por eso no podremos
comunicarnos con ella. ¿Miente el astrofísico? Para aclarar esta situación es necesario revisar un detalle que se en-
tiende mejor haciendo otro cálculo numérico.
VIII. UN ÚLTIMO DETALLE
Es ilustrativo tratar de calcular a qué distancia del horizonte está la partícula después de un
t razonable, digamos
100 s, después de comenzar la caída de dr/dt mostrada en la figura 11.b, o sea, digamos, después de estar aproxima-
damente 100 s “congelada”, según el criterio del observador lejano.