Memorias de la migración
rural en clave de género (Buenos Aires, a partir de mediados del siglo xx)
Memories of rural migration
in terms of gender (Buenos Aires, from the mind of 20th century)
María Belén Tona
Centro de Estudios de la Argentina
Rural, Universidad Nacional de Quilmes, Argentina
mb.tona@gmail.com
Resumen
El Censo Nacional
de Población de 1960 muestra que, con mayor intensidad los y las migrantes se
movilizan desde el interior de la provincia de Buenos Aires hacia el Area Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Este proceso no
fue del todo homogéneo, puesto que tuvo diferentes características de acuerdo a
cada distrito y especificidad productiva, lo que marcó el ritmo y flujo
migratorio. En este contexto, no pocas mujeres tomaron la decisión (voluntaria
u obligada) de dejar sus lugares de origen y partir hacia pueblos o ciudades.
Este artículo tiene
como objetivo describir y analizar las condiciones de vida y labor de las
familias del interior bonaerense a partir de las experiencias de María Clara y
Delma, hermanas nacidas en el pueblo de Rauch. A través del análisis de sus
biografías e itinerarios se indagarán en las trasformaciones y permanencias en
los modelos de género como también las percepciones sobre el mundo y el trabajo
rural a mediados del siglo XX. Sus testimonios resultan de vital importancia
para reconstruir el relato del proceso migratorio rural-urbano desde la
perspectiva de los sujetos y para comprender -más allá del registro
estadístico- los motivos que influyen en su decisión de partir hacia el AMBA.
Palabras claves: género, migraciones,
agricultura, AMBA, memoria
Abstract
The 1960 National Population Census shows that, with greater intensity
and quantity, migrants move from the inside of the province of Buenos Aires to
the Greater Buenos Aires. This process was not entirely homogeneous, since it
had different characteristics according to each district and productive
specificity, which marked the rhythm and migratory flow. In this context, not a
few women made the decision (voluntary or forced) to leave their places of
origin and go to towns or cities.
This article aims to describe and analyze the living and working
conditions of the families of the inside of Buenos Aires based on the
experiences of María Clara and Delma, sisters born in the town of Rauch.
Through the analysis of their biographies and itineraries, they will
investigate the transformations and permanence in gender models as well as
perceptions about the world and rural work in the mid-twentieth century. Their
testimonies are of vital importance to reconstruct the account of the
rural-urban migration process from the perspective of the subjects and to
understand -beyond the statistical record- the reasons that influence their
decision to leave for the AMBA.
Keywords: gender,
migrations, farming, AMBA, memory
Introducción
La Argentina rural
de los años sesenta se caracteriza por crecientes migraciones rural-urbanas. La
crisis de algunas economías regionales y la creciente modernización tecnológica,
expulsa población de las tareas agropecuarias. Entonces, la precaria situación
de las familias las obliga a considerar radicarse en las ciudades y abandonar
sus explotaciones. La complejidad que encubre el proceso migratorio interno en
nuestro país desde mediados del siglo XX se relaciona con los vaivenes del
desarrollo económico nacional. Su impacto a nivel regional y local se expresa,
de acuerdo a los estudios sociodemográficos, con la pérdida o el incremento de la
población, es decir, situaciones que afectan y a su vez, transforman la
configuración social del espacio y la producción. La provincia de Buenos Aires
se caracteriza, siguiendo los datos de los Censos Nacionales de Población de
1960 y 1970 y el Censo del Gran Buenos Aires y sus respectivos partidos, como
aquella región que evidencia la mayor expulsión de población del interior de su
territorio quienes se asentarán en el área metropolitana.
El
objetivo de este artículo es describir y analizar las condiciones de vida y
labor de las familias del interior bonaerense a partir de las experiencias
migratorias de María Clara y Delma, hermanas nacidas en el pueblo de Rauch. A
través del análisis de sus biografías e itinerarios se indagarán en las
trasformaciones y permanencias en los modelos de género como también las
percepciones sobre el mundo y el trabajo rural a mediados del siglo XX. Sus testimonios resultan de vital importancia
reconstruir el relato del proceso migratorio rural-urbano desde la perspectiva de
los sujetos y para comprender -más allá del registro estadístico- los motivos
que influyen en su decisión de partir hacia el Área Metropolitana de Buenos
Aires.
Desde una perspectiva de género, entendida como
la forma primaria de significar las relaciones de poder, evidenciando las
formas en que el género propone construcciones culturales, sistemas de ideas y
conceptualizaciones del “deber ser” masculino y femenino, para cada tiempo y
lugar, se pretende examinar las razones que llevaron especialmente a muchas
mujeres a dejar sus hogares en el campo y dirigirse al Gran Buenos Aires, en
creciente urbanización, a partir de los testimonios de las entrevistadas.
Pensar
la migración del interior de Buenos Aires desde la perspectiva de las mujeres
migrantes permite no sólo vislumbrar las condiciones estructurantes de la
coyuntura histórica, sino también comprender las opciones personales, las
relaciones familiares, dudas, expectativas y experiencias de quienes optan por
el desarraigo rural en post de un ideal de “vida mejor” que podía ofrecerles la
“gran ciudad”. Al mismo tiempo,
habilita la indagación acerca de las representaciones de género que limitan o
posibilitan la decisión de migrar y dejar atrás el rol económico y social
-productivo y reproductivo- que fuera central para la subsistencia de las familias
de procedencia de estas mujeres del agro bonaerense.
A
través del análisis de diversas fuentes cualitativas y cuantitativas, este
estudio transita desde lo macro a lo micro social, ofreciendo un análisis de la
producción agraria familiar a la crisis de los años sesenta. Así, a través de
la metodología de la historia oral, se posibilita la reflexión acerca de sus
estrategias de supervivencia y los conflictos internos que están presentes a la
hora de tomar decisiones que se encuentran vinculadas con el bienestar, su
futuro, la vida y crianza de sus hijos. De modo que, las historias de vida
contribuyen a la comprensión de la vida cotidiana de estas mujeres migrantes y
sus familias en el interior de la provincia de Buenos Aires. Los relatos
biográficos de las entrevistadas revelan el lugar significativo que ocupaban
estas mujeres en la agricultura familiar bonaerense, considerando su condición
de género como también su rol en la familia.
Como
se observará a lo largo de este estudio, la migración representa un desafío a
las relaciones de poder en las que se sustentan las familias y el sistema de
género. Si bien, entendemos que sus experiencias no pueden generalizarse, estas
ponen voz y cuerpo al proceso migratorio interno aportando una mirada más
compleja acerca de las consecuencias de los desequilibrios regionales en la
provincia de Buenos Aires rural del siglo XX.
De
acuerdo a estos planteos, el recorrido que aquí se propone se organiza en
cuatro apartados en los que se abordan las diversas dimensiones del problema a
tratar. El primer apartado se examina la organización de la familia rural y de
la agricultura familiar desde una perspectiva de género para hacer hincapié en
el rol productivo y reproductivo de las mujeres rurales. En el segundo apartado
se describe el interior de la provincia de Buenos Aires y las transformaciones
de la década del ´60 que dan cuenta de las consecuencias de la concentración de
la estructura productiva y las transformaciones en las formas sociales de
producción en torno a la agricultura, como también las consecuencias para las
familias chacareras a raíz de las transformaciones socioeconómicas del agro
bonaerense para mediados del siglo XX.
El tercer apartado
se analiza el proceso migratorio rural-urbano en el interior bonaerense,
haciendo hincapié en el crecimiento del Área Metropolitana de Buenos Aires a
través del análisis de datos censales. Además, se indaga en la movilidad
poblacional en clave de género registrando los datos que dan cuenta de las
características de las migrantes. El cuarto y último apartado se valoran las
técnicas de la historia oral como otro camino para indagar en el testimonio de
aquellos sujetos invisibilizados por la historiografía tradicional. A partir
del recurso de la entrevista, reconstruiremos los argumentos de Delma y María
Clara -mujeres migrantes- para dar cuenta de sus lugares de origen y destino
como también comprender sus trayectorias migratorias.
La
agricultura familiar desde una perspectiva de género
En
el agro bonaerense, el trabajo familiar o más bien la agricultura familiar[1] sostiene
la viabilidad de la producción agropecuaria, donde las mujeres y los niños son
caracterizados como mano de obra esencial y eslabones fundamentales para el
desarrollo de la producción. Resulta difícil definir cuál es el lugar de las
mujeres en el agro ya que se las encontraba realizando las tareas rurales como
también tareas domésticas. Entonces, sus lugares en la producción se encuentran
definidos tanto por aquellas representaciones sobre lo femenino y sobre la familia
como una concepción de vida en el mundo rural. Así, el género se constituye
como una forma primaria de las relaciones significantes de poder, sostenida por
instituciones que norman la diferenciación entre los papeles, los espacios y
las tareas de “lo femenino” y “lo masculino” (Scott, 2003; De Arce, 2009).
Además,
en el agro, el trabajo familiar estaba integrado por el grupo doméstico y la
familia, es decir como agentes sociales que intervienen en el desarrollo de
estas labores. En primer lugar, el concepto
de familia refiere a un sistema de relaciones
sociales basadas en el parentesco, el cual regula los derechos y deberes
respecto de la propiedad (Stolen, 2004: 100).
Siguiendo los postulados de esta autora, lo doméstico hace referencia a un
sistema de relaciones que se estructura en la residencia común, que regula como
a su vez, garantiza los procesos de producción de consumo. Entonces, podemos
pensar que el grupo doméstico se constituye dentro del supuesto de la familia
nuclear (Stolen, 2004:100).
En la misma línea, Susana Torrado (2007), comprende al hogar cómo un
grupo de personas que comparten la misma vivienda, las que se asocian para
proveer en común a sus necesidades alimenticias o de otra índole vital. Por
otra parte, la familia comprende a dos o más miembros de un hogar, emparentados
entre sí, hasta un grado determinado, por sangre, adopción, matrimonio o
consensualidad (Torrado, 2007: 210). Además, en relación al grupo doméstico, la
autora entiende que se refiere a un grupo de personas que interactúan de forma
cotidiana, regular y permanente, a fin de asegurar mancomunadamente el
cumplimiento de todas aquellas prácticas, económicas y no económicas,
indispensables para la optimización de sus condiciones materiales y no
materiales de existencia, entre otros (Torrado, 1998: 20).
Esta
cuestión de la economía en las chacras, se encuentra estrechamente vinculada
con lo que Balsa y López Castro (2011), entienden como “unidades familiares”,
es decir, este grupo que cuenta con poca o nula separación entre el trabajo
intelectual y el manual, puesto que son los propios miembros de la misma,
aquellos que realizan tanto el trabajo manual directo dentro de la explotación,
como también las funciones de planificación, administración y gerenciamiento.
De modo que, se reducen los costos de coordinación ya que, en la mayoría de los
casos, el mismo sujeto planifica y ejecuta las acciones (Balsa y López Castro,
2011: 49).
Entonces, la
representación de la familia y la distribución de roles en su interior están informadas por criterios biológicos.
Así, el marido era el responsable del sostén económico del hogar; la mujer y
esposa, incapaz de hecho relativo, era la responsable de la procreación, la
crianza de los hijos y el mantenimiento del hogar. El trabajo productivo es
valorado como una actividad exclusivamente masculina, mientras el trabajo
femenino extradoméstico es desalentado, aunque
significado como “destino inevitable” de aquellas mujeres cuyos cónyuges no
alcanzan a sostener el hogar con sus ingresos, o las que no tienen otra
alternativa por ser viudas, divorciadas o solteras y sin protección masculina.
Estas situaciones generan políticas de protección “paternalista” por parte del
Estado, que se conceden a las mujeres comprendidas como seres débiles física y
espiritualmente, cuya principal función es la procreación (De Arce, 2016: 22;
Scott, 2003; Stolen, 2004).
Así, el trabajo
productivo es valorado como una actividad exclusivamente masculina, mientras
que el trabajo femenino es desalentado. Por lo tanto, la participación de las
mujeres en el trabajo por fuera y el trabajo doméstico se concibe como una
cuestión que se enlaza en la producción y la reproducción. En esta
configuración histórica y cultural de los espacios sociales, intervienen la
estructuración y estereotipos de género y las asimetrías de valoración social
de los trabajos desempeñados por varones y mujeres en los distintos contextos
(De Arce, 2009: 35).
Transformaciones
socioeconómicas del interior de la provincia de Buenos Aires
En los años sesenta,
en la provincia de Buenos Aires se evidenció un retroceso agrícola, que fue
acompañado por una expansión de la ganadería vacuna
(especialmente intensa en la zona norte) y también del ovino. Por otro lado, se
incrementó la superficie dedicada a forrajeras y los equinos perdieron
significación en las tres zonas, en parte debido a la retracción agrícola, pero
específicamente por la tractorización[2]
que se desarrolló a lo largo de las décadas de 1950 y 1960 (Balsa, 2006: 90-91).
Además, en cuanto a la tenencia y las transformaciones en la estructura de la
propiedad, vale destacar que en estas décadas se disolvió el sistema de
arrendamiento característico del periodo de la expansión agrícola. En la región
pampeana los propietarios pasaron de representar el 35% de los productores en
1937 al 63% en 1969. Sin embargo, esta modernización comenzó durante el primer gobierno peronista
(1946-55), con una política agrícola que introdujo varias medidas para mejorar
la situación de los estratos más pobres de la población agrícola. En este
sentido, se congelaron los acuerdos de arrendamiento de las tierras, y a los
propietarios de las mismas no se les permitió desalojar a los arrendatarios. Se
establecieron controles nacionales de rentas de las tierras y se les dio
prioridad a los arrendatarios para comprar las tierras si los propietarios
tenían voluntad de venderlas (Stolen, 2004: 77).
Durante este período, circularon fuertes rumores de una reforma
agraria, sin embargo, durante el gobierno peronista nunca se modificó el sistema
de tenencia de la propiedad arrendamiento de la tierra, su reforma consistió en
una “revolución tecnológica” de la agricultura. La compleja situación rural en
los años 1960, con la crisis de las economías regionales agropecuarias, pero
también con el golpe de Estado de 1955, advierte la incorporación de la
Argentina a un nuevo modelo de acumulación, donde la ideología liberal y el
desarrollismo redefinen la nueva inserción dependiente de la economía argentina
en la fase de la internalización del capital bajo la hegemonía de Estados
Unidos (Barsky y Gelman, 2009; Lázzaro,
2002). Entre 1958 y mediados de la década de 1960, el capital extranjero
cumplía la función esencial de hacer avanzar la centralización de los capitales
y la concentración de la producción dentro de una economía semicerrada como la
Argentina. Entonces, era necesario reordenar el capitalismo local y en ese
sentido, la estrategia que implementa el desarrollismo busca estimular de
manera simultánea los ingresos del sector agrario y los beneficios que imponía
la radicación del capital extranjero (Lázzaro, 2002:
168).
Entonces, el planteo de una reforma agraria se presentó. Se
sostuvo que en el aspecto económico, propiciaría los
recursos financieros y técnicos para generar una verdadera empresa moderna y en
el aspecto social, transformaría a la comunidad a través de la provisión de
elementos básicos desde vivienda y energía. Sin embargo, Rogelio Frigerio[3]
confronta concepciones del presidente Arturo Frondizi y sostiene que la
industrialización es el punto de partida para lograr el desarrollo en el campo;
desjerarquiza la idea de los reformistas Oscar Alende[4] y
Aldo Ferrer[5], que postulaban a la
reforma agraria para arribar a la industrialización (Lázzaro,
2002: 183; Ivickas Magallán, 2015).
A partir de 1958, se comenzaron a producir tractores y otras maquinarias
en Argentina. El Banco Nación ofrecía créditos muy favorables en el intento de
lograr una rápida mecanización de todos los sectores agrícolas. Sin embargo, la
revolución tecnológica fue exitosa tan sólo en las áreas chacareras por fuera
del límite de la región pampeana. Los grandes terratenientes de la pampa,
dedicados a la exportación, no demostraron demasiado interés en las inversiones
en tecnología, y la gran cantidad de arrendatarios, a pesar de la mejora de su
situación, no podían afrontar el gasto de inversión en maquinarias de elevados
costos (Barsky y Gelman, 2009).
Por
otro lado, detrás del binomio entre propiedad y producción que ofrecen los datos
censales, Balsa (2006) argumenta que la literatura especializada ha
interpretado la existencia de dos fenómenos opuestos. Entonces, menciona el
autor que la discusión central gira en torno al sujeto que protagonizó la
expansión de la tenencia en propiedad: si hubo un proceso de farmerización -entendido como el acceso a la
propiedad- de los chacareros arrendatarios, o si los terratenientes
recompusieron las viejas estancias (o constituyeron nuevas) luego de echar a
los no propietarios. Por lo que no existe acuerdo sobre los impactos en la
estructura agraria que tuvieron, entre otros factores, la coyuntura crítica
para la agricultura, las variadas medidas políticas implementadas, el accionar
de los terratenientes y las estrategias que los agricultores desarrollaron
durante estas décadas (Balsa, 2006: 92).
Entonces,
esto se remite a que, a finales de la década de 1960, a través de la
consolidación de la propiedad y la mecanización sustitutiva de mano de obra,
estas se encuentran dadas finalmente, con las condiciones para la desaparición
de los chacareros y la consolidación de la farmerización.
Balsa (2006) se remite a los estudios de Barsky y Pucciarelli (1991) y argumenta que ellos habían señalado la
presencia de dos tendencias contrapuestas: el éxodo hacia la ciudad y acceso a
la propiedad de la tierra por parte de ex arrendatarios.
De
modo que, la mecanización elevó el tamaño óptimo económico (en cuanto a los
costos unitarios de producción) y, sobre todo, incrementó los requisitos de
extensión mínimos para el pleno uso de la maquinaria, como así también de la
mano de obra. A su vez, se incrementaron los requerimientos de capital
necesarios para incorporar las nuevas tecnologías. Por otro lado, como
consecuencia de este mismo proceso, los ingresos por hectárea tendieron a
disminuir y cada vez se requirió de más superficie para poder sostener el nivel
de vida de una familia rural, con estándares de consumo paulatinamente mayores.
En tercer lugar, muchos estancieros comenzaron a realizar la agricultura de
forma directa con asalariados o medieros (Balsa, 2006).
Así,
en la primera parte de los años 1960 desapareció la cosecha manual de maíz
(Balsa, 2006: 123). Entonces, el autor estipula un gran ahorro de trabajo que
significó la cosechadora adaptada para este grano. Por lo tanto, esto no
significó un cambio cuantitativo, ya no era necesaria la concentración de un
gran número de asalariados para realizar la juntada del maíz o para operar la
desgranadora. En contraste, ni los costos de la mecanización ni las escalas que
las nuevas maquinarias requerían constituyeron problemas graves para los
medianos productores, aunque si lo fueron para los pequeños. Tal vez, la
situación económica de los pequeños productores no fue tanto la inversión
requerida para adquirir las nuevas maquinarias, sino la imposibilidad de darle
pleno uso, tanto a su inversión como a su mano de obra familiar.
Por
otra parte, los datos censales evidencian la radicación de las familias en las
localidades cercanas a los campos en que vivían y trabajaban, esto como
consecuencia de la modernización del agro bonaerense que implicaron profundas
transformaciones en la vida rural y en las relaciones con el espacio. De modo
que, los cambios institucionales, tecnológicos y de infraestructura que se
produjeron durante los años sesenta incidieron en las costumbres de las
familias chacareras. Como parte de los espacios institucionales, se creó la
designación “productor”, que remplazó la vieja identidad chacarera (De Arce,
2014: 392).
En síntesis, la
agricultura familiar no fue desarticulada en forma homogénea. Siguiendo a Gras
(2009), la propiedad familiar contiene un vínculo con la transmisión como
patrimonio, el trabajo de la familia y la concepción de la tierra como medio de
vida, que se encontraba arraigada a la relación familia-explotación. Con todas
las transformaciones enumeradas se desvaneció el mundo tal cómo lo conocían los
chacareros, aquel mundo en el que fueron sociabilizados sus hijos. Las
estructuras de la vida cotidiana que configuran la escena de la vida social se
modificaron ya que el productor comenzó a vincularse con material diferente y
una intersubjetividad distinta, en tanto el productor se interrelacionaba con
otros tipos de sujetos sociales y ya no sólo con sus vecinos rurales. La vida
cotidiana de la chacra comenzó a vincularse con la ciudad y los niños crecían
en un nuevo espacio de sociabilización, independientemente que también
conociera al campo. De modo que, la naturalización de un modo de vida rural por
parte del productor agropecuario desapareció (Balsa, 2004).
El éxodo poblacional del interior
a los grandes centros urbanos bonaerenses
Las migraciones internas acompañan un creciente
proceso de urbanización de las grandes ciudades, como
por ejemplo, la Ciudad de Buenos Aires (CABA) y el Conurbano bonaerense, que
integran el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) entendida según el INDEC
(2003) como una delimitación que incluye a la Cuidad de Buenos Aires y los 24
partidos del Gran Buenos Aires (GBA). Rodeando a CABA, se extienden los partidos
de la provincia de Buenos Aires. A partir de este notable aumento de población,
podemos determinar que la migración interna es el componente de la dinámica
demográfica que más rápidamente reacciona en respuesta a las variaciones en la
situación socioeconómica que se producen en un país o en determinadas áreas o
regiones del mismo.
Por otra parte, el INDEC (2003), se refiere a la
designación “Gran Buenos Aires”[6] (GBA)
como el área que se encuentra comprendida por la Ciudad de Buenos Aires más los
Partidos del Gran Buenos Aires (los 24 partidos completos). El término
“Conurbano” hace referencia al “primer cordón”, “segundo cordón”, etc para remitirse a la información respecto a los Partidos
del Gran Buenos Aires.
Susana
Holubica (1988), entiende a las migraciones como
procesos sociales que constituyen un factor de redistribución poblacional
asociado a la distribución espacial de las actividades económicas y enmarcado
en factores históricos e institucionales (Holubica,
1988: 2). Así, para las décadas de 1960-1970, las desigualdades regionales, producto
de los distintos niveles de desarrollo económico y social alcanzados en el
interior del país, provocaron que este proceso de urbanización no se diera en
forma homogénea dentro del conjunto de las provincias a la vez que tampoco en
estas, la evolución a lo largo de los años censales, siguió el mismo ritmo (Holubica, 1988: 25). Este proceso de despoblamiento rural
está ligado a las trasformaciones estructurales que se producen en el país
(1988: 29).
Para
el año 1950, en la periferia de las ciudades se hizo visible la presencia de
los expulsados/as del campo. El crecimiento de la población rural[7] se
desaceleró y para todo el país se ubicó en el inicio del crecimiento
vegetativo, lo que indica que la emigración se intensifica. Todas las regiones,
incluyendo la provincia de Buenos Aires, empezaron a desacelerar su crecimiento
rural y muchas cayeron por debajo del crecimiento vegetativo. Por lo que Buenos
Aires fue uno de los principales escenarios de la última emigración rural (Reboratti, 2007).
De
modo que, el crecimiento poblacional del AMBA desde mediados de los años 40 ha
tenido lugar precisamente, por el crecimiento del Gran Buenos Aires. La
extraordinaria dimensión del ritmo del crecimiento experimentado por el Gran
Buenos Aires constituyó el 49% del crecimiento de la población del país. De
esta manera, la expansión poblacional del Gran Buenos Aires se constituyó como
el motor que más potencia otorgó al proceso de concentración de las poblaciones
urbana y total del país durante el período analizado (Lattes
y Recchini de Lattes, 1992:
179-181). Por lo tanto, la vigencia de un nuevo modelo de desarrollo en el
país, significó uno de los agravantes entre las razones de este despoblamiento
rural y se manifestó a través de una nueva trasformación del modelo de
explotación agropecuario como en la desestructuración del transporte
ferroviario, que es necesario tener en cuenta ya que ha marcado efectos
claramente negativos sobre los pequeños asentamientos rurales del interior
bonaerense (Lattes y Andrada, 2012; Miguez y Spinelli, 2014).
En
relación al crecimiento urbano, cabe destacar que además debemos revisar las
características de los sujetos que se involucran en la migración como por
ejemplo el caso del género, edad, familia, trabajo, etc. Por un lado, es primordial
observar las razones por las cuales se migra. Mayormente, este proceso queda
sujeto a una estrategia de diversificación de la unidad familiar, que implica
una dispersión geográfica y laboral de los integrantes del hogar para sostener
la economía doméstica. Por otro lado, la familia también forma parte de las
redes a través de las cuales se organiza la migración (Cassanello,
2016: 50).
Cuadro 2: Migraciones al Gran Buenos Aires
Lugar de procedencia |
Gran Buenos Aires |
|
||
Total |
Varones |
Mujeres |
|
|
Capital
Federal |
1.274.116 |
638.883 |
635.233 |
|
Partidos
del Gran Buenos Aires |
105.011 |
46.495 |
58.516 |
|
Resto
de Buenos Aires |
568.980 |
260.714 |
308.266 |
Fuente: elaboración
propia en base al Censo Nacional de Población de 1960.
Movilidad
poblacional en clave de género
Para
el período 1945-1960 la migración neta de los argentinos da cuenta del 43% del
crecimiento. Además, en la migración neta de los nativos predominan las mujeres
por amplia mayoría: 100 mujeres por cada 77 varones. En la década de 1960, la
migración de argentinos vuelve a dar cuenta de más del 50% del crecimiento, a
pesar de que el AMBA había duplicado su población a mediados de los años 30 (Lattes y Recchini de Lattes, 1992: 186). Sin embargo, los datos censales evidencian
que la Argentina fue unos de los países que para la
década de 1960, se caracterizó por la predominancia femenina en la migración
rural-urbana (Recchini de Lattes,
1988). El proceso migratorio femenino se caracterizó por el cambio del rol de
las mujeres en sus áreas de origen, es decir, como partes del aparato de
trabajo intensivo familiar y trabajo como amas de casa, el porqué de la
migración y pautas culturales de los asentamientos humanos en donde pretendían
habitar en el Gran Buenos Aires (Pizzolitto, 2006:
2-3).
Entendemos
que existe cierta relación entre migraciones internas y el desarrollo económico
en términos de selectividad de las personas ya que siguiendo a Pizzolitto (2006), las migrantes provienen de ciertos
grupos con capacidad para despegarse de su entorno tradicional y adaptarse a un
ambiente no familiar y que se ven estimuladas a moverse a centros que ofrecen
mejores oportunidades económicas. De la misma manera, la autora enuncia ciertos
factores de expulsión y de atracción de la población que se asocian a aquellas
personas que viven en zonas rurales, y poseen una propensión más alta de
emigrar que aquellas que habitan en zonas urbanas, principalmente por el acceso
a bienes e infraestructura. Pero, específicamente, las mujeres predominan entre
los migrantes a corta distancia y en relación a este supuesto hay que dejar en
claro que los motivos económicos, según Pizzolitto
(2006: 5), no son necesariamente los factores dominantes en las decisiones de
migración.
A
esto nuestra autora argumenta que los individuos se trasladan a una nueva
localidad si consideran que su bienestar se verá incrementado por tal
movimiento. Esta hipótesis es bastante amplia, pues permite desglosar un amplio
rango de factores que influyen sobre las decisiones individuales de migrar como
por ejemplo las oportunidades de ingresos, de empleo y elementos de política
pública como la estructura fiscal o la prestación de servicios públicos, entre
otros (Pizzolitto, 2006: 5).
Contribuyendo
al análisis, Marina Ariza (2007) entiende que por
medio de los estudios migratorios en clave de género, se les otorga visibilidad
a las mujeres en los procesos migratorios, es decir, supone subsanar las
enormes lagunas presentes en el conocimiento a que había conducido el sesgo
ideológico por construcción de género. Entonces, se pretendía evitar la
tipificación estereotipada de la migración femenina dependiente de y realizada
por otros, subsumiendo todos los desplazamientos migratorios de mujeres
bajo la misma rúbrica. Por otro lado, la preocupación de Ariza (2007)[8] se
centró en la conformación de mercados de trabajo urbanos que demandaban fuerza
de trabajo femenina como es el caso del servicio doméstico. Así, nuestra autora
toma la importancia de analizar la migración rural femenina en relación con las
estructuras agrarias de producción y la división genérica del trabajo al
interior del hogar campesino.
Por
otro lado, hay que tener presente el análisis de las unidades domésticas y el
modo en que la migración interviene en su producción, en otras palabras el análisis de las unidades domésticas tiene cierta
incidencia en nuestro conocimiento sobre la migración (Ariza, 2007: 461). De
tal forma, la migración era entendida como una estrategia de sobrevivencia[9] del
hogar ya que el consumo y la producción, era el modo en que la unidad doméstica
modificaba el equilibrio entre estos dos componentes como respuesta al cambio
de las condiciones externas (Ariza, 2007: 461; Barbieri, 2008).
Sin
embargo, siguiendo los postulados de la autora, es elemental detenerse en el
papel que desempeña la migración en la reproducción de las unidades domésticas,
sean campesinas o no. Asimismo, entender la manera en que la división sexual
del trabajo incide en la decisión individual o colectiva de que las mujeres
migren, o menos frecuente, describir el modo en que la migración trastoca el
lugar que ellas ocupan en dicha unidad. Así, la migración femenina constituye
una estrategia de la unidad doméstica para enfrentar situaciones adversas en
virtud de su papel mediador en la estructura social y de la importancia de la
división sexual del trabajo en su organización (Ariza, 2007:462).
De
modo que, algunas investigaciones constatan la ocurrencia de cambios en las
fronteras sociales de género y/o en la autorrepresentación de las mujeres
migrantes que apuntarían hacia un aumento de su poder de decisión o al
cuestionamiento de las imágenes tradicionales de las mujeres, cuando se accede
al trabajo extradoméstico vía movilidad especial.
Este supuesto o relativo empoderamiento, en relación a los desplazamientos
tiene lugar dentro de las fronteras nacionales impulsadas por una determinación
laboral y es de carácter rural-urbano (Ariza, 2007: 475).
Desde
otro punto de vista, también la autora evidencia un giro hacia la dimensión más
subjetiva del proceso migratorio en donde se evidencia como eje la migración
campo-ciudad, donde se cuestiona si la migración introduce rupturas culturales
en los procesos identitarios, destacando la diversidad de orígenes sociales y
trayectorias de vida. De esto se sigue la singularidad que el género imprime al
significado que los migrantes atribuyen a la experiencia de migrar en sus
historias de vida (Ariza, 2007: 480-481).
A través de las historias de
vida
La realización de una investigación
histórica que describa e interprete el lugar de las mujeres en el campo
argentino como también sus trayectorias migratorias inmersas en las
particularidades regionales de mediados de siglo XX, requiere optar tanto de
estrategias metodológicas tanto cuantitativas como cualitativas.
El problema de las fuentes, cuando se trata
de realizar una reconstrucción del lugar que ocupaban las mujeres en el relato
de la historia, ha sido advertido por autoras como Perrot (2008) en relación al
olvido de las vidas femeninas como también, el silencio en su protagonismo. De tal
forma, se ha señalado la carencia de fuentes tradicionales para la historia de
las mujeres y de género como la falta de registro a la par de la poca atención
dada a la información acerca de las mujeres en los intereses de aquellos que
escriben la historia. Por lo que, estas cuestiones demandan la inclusión de
nuevas formas para la construcción de un relato histórico que considere a las
mujeres como sujetos activos de la historia.
Por ende, a mediados del siglo XX, comienza a incorporarse
metodológicamente el concepto de redes como una herramienta analítica para
comprender los procesos migratorios. Así, a través de la incorporación del
análisis de redes se planteó una nueva forma de observar las variables
sociales, al hacer hincapié en los vínculos interpersonales presentes en los
fenómenos sociales (Cassanello, 2016: 84). En
consecuencia, al enfocar el análisis en las redes, también se repiensa a los/as
migrantes como sujetos activos, constructores de estrategias de sobrevivencia,
movilidad e integración. Esto supone la recuperación de su voz como un elemento
fundamental en la construcción histórica de la migración, principalmente donde
la decisión individual juega un papel sumamente importante (Cassanello,
2016: 85).
En este sentido, la fuente oral presenta
características específicas, tanto por su contenido no del todo transparente
como por los problemas derivados de la memoria (Schwarzstein,
2001). Permite una aproximación de los acontecimientos antes inaccesibles, por
medio de los recuerdos, las memorias de las personas y de esta forma, hace
posible acceder a las experiencias de los grupos que no dejan datos históricos
escritos (Sautu, 1999). Dora Schwarzstein, entiende
que las técnicas de la historia oral son un recurso muy importante para
introducir la voz de hombres y mujeres comunes, y para acceder a la “cara
humana de la historia”. A través de esas voces, se pueden recuperar los
fenómenos asociados a la vida cotidiana, a la historia familiar y a otras
problemáticas que se encuentran ausentes en la historia tradicional (Schwarzstein, 2001: 2).
La
incorporación de relatos de vida (Sautu, 1999) de las
propias mujeres migrantes permite –en este estudio- develar desde una óptica
femenina la “historia oculta de la mujer”, incluir su particular reflexión acerca
de la sociedad y del cambio, conocer sus luchas cotidianas por los espacios
sociales, así como su situación en los ámbitos políticos, laborales y
domésticos, el grado de conciencia acerca de sus acciones individuales y
colectivas (Barbieri, 2008). El relato biográfico, a través de la memoria,
permite traducir en palabras la trayectoria desplegada por muchas mujeres y
marca la ruptura del silencio para narrar las condiciones y esfuerzos que
signaron sus vidas. Estos testimonios son fuente de reflexión para otras
mujeres, pues cada relato supone el ejercicio del recuerdo y modifica detalles
que reconstruye el yo con sus injusticias y momentos amargos, pero también con
la fuerza que va ganando vivirla (Barbieri, 2008).
A través de
entrevistas realizadas a Delma y María Clara, podremos aportar una reflexión
metodológica en torno a la historia oral como un instrumento fundamental para
dar cuenta de las representaciones en relación a las condiciones
de vida en sus lugares de origen y labor tanto como los procesos de decisión
que llevaron a muchas mujeres a dejar u optar por el arraigo rural y dirigirse
hacia el AMBA en los años sesenta y setenta.
Los
caminos de las historias de Delma y María Clara
¿Cómo
viven las familias en el interior de la provincia de Buenos Aires durante el
auge del proceso migratorio que transformó al agro bonaerense? Los testimonios[10] de
Delma[11] y María
Clara[12],
hermanas oriundas del pueblo de Rauch.
Rauch
es una ciudad del interior bonaerense, con más exactitud en el centro-este de
esta respectiva provincia. Es la cabecera del partido de Rauch y está ubicada a 277 km de Buenos
Aires, a 272 km. de La Plata y a 76 km. de Tandil. Forma parte
de la Quinta Sección Electoral de la Provincia de Buenos Aires.
Productivamente, en Rauch prevalece la producción agrícola ganadera, la cría
vacuna, la actividad hortícola, entre otras[13].
Según el CNP de 1960, el partido cuenta con 12848 y para 1970, las
cifras ascienden a 13201. Rauch, de acuerdo a los sistemas de producción
agrícola-ganadero, que lideran las actividades productivas del campo
bonaerense, y en su carácter de municipio con actividades predominantemente
ganaderas, en particular de cría, recría, e invernada y escasa agricultura[14].
Los relatos de vida singulares,
remiten a sus historias de vida familiares y a través de su análisis, se pueden
comprender los procesos de cambio y movilidad social desde el punto de vista de
los sujetos sociales (Barbieri, 2008; Sautu, 1999).
Las hermanas, han crecido y han sido criadas en una situación pobreza, que las ha
visto trabajar desde muy pequeñas para contribuir en el hogar. Sin embargo,
existen circunstancias familiares, alguna situación desventajosa o conflictiva,
que articulada con los factores materiales, pueden
conducir a un distanciamiento del grupo doméstico vía la migración de manera
temporal o definitiva. Las trayectorias de Delma y María Clara, se encuadran en
esta argumentación. Así, la perspectiva biográfica es particularmente apropiada
para observar la sincronización y convergencia de estas circunstancias (Freidin, 1999: 69-70).
María
Clara nació en Rauch en el año 1958. En su familia eran jornaleros, es decir,
que trabajaban cuando había trabajo. Su infancia transcurre hasta sus 18 años,
en una casa humilde en la que vive con sus padres y junto a sus 10 hermanos y
hermanas. Su padre juntaba maíz o papa y realizaba varias labores en relación a
las tareas agrícolas para ganarse el sustento familiar. Su madre era
trabajadora doméstica ya que “al ser muchos tenía que quedarse en el hogar y
tampoco había muchas posibilidades de salir a trabajar”[15]. María
Clara comenzó a trabajar aproximadamente a los 10 años realizando tareas que se
encuadraban en labores domésticos o de cuidado, luego de la salida de la
escuela o los fines de semana. A medida que fue creciendo, y llegó a la
adolescencia, durante la semana iba al colegio y el fin de semana iba a
trabajar limpiando a los campos de los productores más capitalizados y los
domingos por la tarde, volvía al pueblo. De acuerdo a la entrevistada, Rauch en
ese entonces era “una ciudad agrícola y pequeña, en la cual habitaba gente con
mucho dinero que eran dueños de campos”.
Recuerda
que eran trabajos mal pagos, era lo mínimo para subsistir “lo tenía que hacer
como una manera de sobrevivir, pero se aprovechaban bastante”. Su hermana Delma
nació en Rauch en el año 1956 y al igual que María Clara, su infancia
transcurre en un rancho de adobe con techo de paja. Delma, del mismo modo que
María Clara trabajó desde muy pequeña, con tal sólo 9 años de edad, limpiaba
los campos de la “gente con plata” y entiende que “era un trabajo bravo y de
esclavo”. Ella expresa que hacía de todo, tejía, cosía, ya que se las tenían
que ingeniar para trabajar de lo que fuera porque se criaron con muchas
carencias. Además, mientras realizaban sus estudios secundarios, con tal sólo
13 años ella y unos años más María Clara, se dirigían los fines de semana a
trabajar de niñeras o de mucamas a los campos de la gente que se encontraba
mejor económicamente: “les decían a nuestros padres que íbamos de niñeras y
después nos ataban al yugo, terminábamos haciendo de todo”.
Estos
relatos marcan las circunstancias de carácter histórico en que se desarrollaron
las vidas de estas mujeres, el lugar que marcó sus vidas en el campo ya que siendo parte de una unidad familiar, las hermanas
colaboraron con sus padres para mantener funcionando la economía doméstica.
Entonces, siguiendo los postulados de Balsa y López Castro (2011), la unidad
familiar da cuenta de la integración tanto de la estructura productiva como a la
doméstica ya que, tomando a de Arce (2009) se ponderan las representaciones
sociales que configuran a las mujeres en un rol productivo y reproductivo, como
es el caso de las entrevistadas el rol del cuidado o trabajadoras domésticas.
¿Por
qué dejar el campo para dirigirse a la ciudad? La migración femenina en
contextos de pobreza, se la puede analizar desde el punto de vista de la
supervivencia (Freidin, 1999: 66). Las historias de
Delma y María Clara estuvieron signadas por la superación de prejuicios y
obstáculos ya que ambas han migrado solas a las áreas urbanas. En general, las
mujeres que presentan este tipo de migración, como en el caso de las hermanas,
poseen escasa educación formal y sólo logran acceder a ocupaciones urbanas
ligadas a la informalidad, aquellas que demandan poca calificación. Por lo que,
la preponderancia de las mujeres en los flujos migratorios rural-urbanos, se
dan especialmente entre las mujeres jóvenes y solteras (1999: 66). Cada una de
las entrevistadas, cuenta como con la mayoría de edad fueron realizando
diversas migraciones intermitentes o más bien redes migratorias que dan cuenta,
a su última migración hacia la ciudad. Además, debemos mencionar que las
entrevistadas migran manera autónoma. Entonces, como argumenta Freidin (1999), las trayectorias migratorias de aquellas
mujeres que deciden migrar solas o por su cuenta a la gran ciudad, se
distinguen por la edad en la que desplazaron, los motivos y las situaciones
familiares que las enmarcan (1999: 69-70).
En
el caso de Delma, ella menciona que llegó a la Ciudad de Buenos Aires en el año
1982 y estuvo allí instala hasta 1985. Posteriormente a su primera migración,
ella fue madre, fue apartada por su familia y crio a su hijo sola. Por lo que,
al cumplir aproximadamente 6 años su hijo, decide dejarlo con sus hermanos en
Rauch y buscarse de un porvenir en la ciudad, en donde trabajo de mucama cama
adentro y también cuidando enfermos en la Ciudad de Buenos Aires. Hacia 1988,
vuelve a Rauch (aunque aclara que cuando podía volvía a estar con su hijo).
Para el año 1994, se lleva consigo a su hijo a la ciudad de La Plata y allí,
según su relato, con mucho esfuerzo y carencias financia su carrera de
Arquitectura. Frente a las adversidades y con el sustento que obtenía cuidando
enfermos, Delma comenzó a profesionalizarse en peluquería, estética y diversos
oficios que la ayudaron a salir adelante económicamente. Hoy en día, vive en
Buenos Aires, cuenta con un departamento propio, un centro de estética, un hijo
arquitecto y una bella nieta. La historia de Delma se enmarca en aquello que
menciona Pizzolitto (2006) es decir que la
entrevistada se desligó de su familia, dejando a su hijo con sus hermanos para
buscar mejores oportunidades económicas. Sin embargo, Pizzolitto
(2006) enuncia que los motivos económicos no son los prioritarios a la hora de migrar pero observando el relato de Delma, debemos decir que
a partir de este movimiento migratorio su bienestar se vio incrementado, como
también el de su hijo en lo que refiere a oportunidades de empleo y de
ingresos.
La
historia de María Clara se entrelaza con la de su hermana, ambas trabajaron
toda su vida para salir adelante. En 1975, cuando llegó a la mayoría de edad,
se dirigió a Tandil a trabajar de mucama cama adentro, y según recuerda, aproximadamente
por un año y durante los fines de semana, volvía a Rauch. Luego, migró por
segunda vez, y estuvo viviendo en Cañuelas junto a una de sus hermanas, ya que
trabajaba de mucama en la casa de una señora adinerada por dos años. Luego, se
asentó en Buenos Aires, también como mucama. Conoció al padre de sus hijos, que
posteriormente la abandona con sus hijos pequeños, por lo que esto supuso un
mayor esfuerzo para mantener a su familia. Trabajaba de lunes a lunes sin
descanso y una conocida le ayudaba con el cuidado de sus hijos. Al igual que su
hermana Delma, empezó a tomar cursos para poder buscar otro oficio, como de
vendedora, por ejemplo. Aquí, vale destacar a Delma, que le pago estas
capacitaciones a su hermana. María Clara hizo de todo para sobrevivir y para
que sus hijos no pasaran necesidades, aunque hubo tiempos difíciles, el mayor
culminó sus estudios universitarios y la menor se encuentra estudiando ciencias
sociales. Actualmente, ella vive en el partido de Quilmes, en la localidad de
San Francisco Solano, junto a su hija menor, trabaja en una empresa como
empleada administrativa desde hace muchos años.
Ambas
coinciden en que la vida del campo no les podía ofrecer nada para progresar.
Sin embargo, cuando pueden regresan a la ciudad de Rauch ya que allí viven sus
hermanos con sus familias. De todas maneras, ambas reflexionan que al llegar a la ciudad, tuvieron que luchar y no les fue
fácil insertarse y adaptarse al ritmo, tuvieron que luchar, tal como lo
hicieron en el campo. Sus trayectorias transitan múltiples escenarios de
sacrificio que desde sus propias concepciones parecen haber sido necesarios
para poder adquirir el bienestar con el que gozan actualmente, principalmente
para sus hijos/as. La migración de “supervivencia” se articula con factores
expulsivos que se vinculan con pautas de relaciones intra-familiar,
como lo fue el caso de Delma, al quedar embarazada tan joven. Esto fue un antes
y después en su vida que dispuso en lo que ella quería para su vida y la de su
hijo “mi tránsito para llegar acá, fue muy doloroso y muy difícil, pero no
guardo rencor”. Su trayectoria como la de María Clara está marcadas por los desprecios,
injusticias, carencias, estereotipos de género, pero que
sin embargo, dan cuenta de la superación personal al optar por el desarraigo
rural en post de una “vida mejor” para ellas como para sus familias. Sus
migraciones, suponen esta idea de autorepresentación
a la que Ariza (2007) hace mención, es decir, sumergirse en esta noción de un
aumento de su poder como mujeres al momento de optar por migrar a la ciudad y
cuestionar los supuestos establecidos que giran en torno a la categoría de
género.
Sus vidas no han
sido del todo sencillas, pero a partir de sus trayectorias podemos analizar e
indagar los entramados en relación a las representaciones de género que limitan
o posibilitan la decisión de migrar y dejar atrás el rol económico y social
productivo y reproductivo para la subsistencia de su familia en la localidad de
Rauch.
Consideraciones
finales
La
complejidad que caracteriza al proceso migratorio interno en Argentina desde
mediados del siglo XX, se vincula estrechamente con los vaivenes del desarrollo
económico nacional. Su impacto en términos regionales como a nivel local se
evidencia y se expresa, de acuerdo a los estudios sociodemográficos, con la
pérdida o el incremento de población, es decir, con situaciones que afectan y a
su vez, transforman la configuración social del espacio y la producción. La
provincia de Buenos Aires, es aquella en donde se plasman los desequilibrios
más notorios que termina por expulsar grandes contingentes que se asentarán en
el Conurbano Bonaerense.
El
análisis que se presenta en este artículo intenta comprender los elementos
estructurales que inciden en la decisión de Delma y María Clara, mujeres
nacidas en el pueblo de Rauch (centro-este de la provincia de Buenos Aires), de
abandonar sus hogares rurales y partir a los centros urbanos. De modo que, la
migración rural-urbana en Buenos Aires desde la perspectiva de las mujeres
migrantes, permite no sólo entrever las condiciones estructurantes en relación
a la coyuntura histórica, sino también entender y asimilar las opciones de
carácter personal, las relaciones familiares, las dudas, expectativas y
experiencias de aquellas que optan por el desarraigo rural para encontrar una
“vida mejor” en la gran ciudad.
Observamos
la organización económica de las familias productoras, en donde ponderamos el
rol de los varones y mujeres, haciendo hincapié en que en las explotaciones
familiares es complejo desligarse del orden moral y de los lazos afectivos que
unen a los integrantes de las unidades familiares.
Por
medio del estudio de las historias de vida, podemos comprender la vida
cotidiana de estas familias bonaerenses. Por lo que, las historias de Delma y
María Clara se encuadran y posibilitan la reflexión acerca de las estrategias
de supervivencia empleadas por las familias como también, atender a los
conflictos internos que se encuentran presentes a la hora de tomar decisiones
relacionadas al bienestar. Los relatos biográficos de estas mujeres migrantes
son cruciales para revelar el lugar significativo que ocupaban en las unidades
familiares. Estas mujeres trabajaron a la par de sus hermanos, hermanas, padre
y madre desde muy pequeñas en tareas que debían realizarse más allá del “deber
ser” que impone la representación del género femenino.
Por
lo que, al concebir la migración del interior de Buenos Aires desde la
perspectiva de las mujeres migrantes, se permite no sólo vislumbrar las
condiciones estructurantes de la coyuntura histórica, sino también comprender
las opciones personales, las relaciones familiares, dudas, expectativas y
experiencias de quienes optan por el desarraigo rural en post de un ideal de
“vida mejor” que podía ofrecerles la gran ciudad. A su vez, a partir de los testimonios de María Clara y Delma, se
habilita la indagación acerca de las representaciones de género que limitan o
posibilitan la decisión de migrar y dejar atrás el rol económico y social de
estas mujeres oriundas del agro bonaerense. Por lo que, en este estudio se
quiso atender el proceso migratorio en clave de género y en perspectiva
histórica.
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FECHA DE RECEPCIÓN: 30/06/2021
FECHA DE ACEPTACIÓN: 19/11/2021
[1] Balsa y López Castro argumentan
que la agricultura familiar es aquella en la que se identifica a las personas
que llevan adelante la actividad como “productores”, dando a la caracterización
un sesgo masculino e individual, cuando la referencia a la familia debería
incluir a los miembros de ambos géneros (Balsa y López Castro, 2011: 46).
[2] La tractorización
representa el pasaje de la tecnología desincorporada de las técnicas
agroquímicas a la tecnología incorporada en bienes de capital e insumos que
caracterizaría en forma significativa la actividad agrícola de allí en adelante
(Balsa, 2006).
[3] Rogelio Julio Frigerio, político y economista argentino. Nació en Buenos Aires en
1914. Durante el gobierno de Frondizi (1958-1962) fue Secretario de Estado y
luego (proscripto) asesor informal. Datos extraídos de EcuRed https://www.ecured.cu/Rogelio_Julio_Frigerio
(Consultado el 17/04/2021).
[4] Oscar Alende fue cirujano y político. Nació el 1 de julio de
1909 en Maipú, provincia de Buenos Aires. Fue diputado provincial durante el
período 1948-1952 (Ivickas Magallán, 2015).
[5] Nació en 1927. Economista y político argentino. Funcionario
de la Secretaría de las Naciones Unidas (1950-1953) y agregado económico de su
país en la embajada de Londres en 1956, fue Ministro de Economía y Hacienda de
la Provincia de Buenos Aires, 1958-1960 (Ivickas
Magallán, 2015).
[6] El término Gran Buenos Aires y
Conurbano se utilizan como sinónimos y que si bien sus jurisdicciones se
superponen, no significan lo mismo en la dimensión demográfica o para los
mismos pobladores.
[7] Según los Censos Nacionales de
Población de 1960 y 1970, la población rural es aquella empadronada el día del
censo en centros poblados con menos de 2000 habitantes y además de la población
diseminada, población empadronada fuera de localidades.
[8]Ariza entiende
que, al evidenciar la visibilidad de las mujeres migrantes y mostrar que ellas
también se desplazan, no tenemos que dejar de lado la diversidad de traslados
en los que se inscriben y entender porque estos traslados cuentan con cierta
especificidad, es decir, al resaltar la heterogeneidad y la singularidad de los
desplazamientos migratorios femeninos en oposición a los masculinos (Ariza,
2007: 460).
[9] El concepto de estrategia se vinculaba
con el modo en que los pobres urbanos lograban su producción y su sobrevivencia
en condiciones de marginalidad.
[10] Salvo
indicación en contrario todas las citas textuales de este apartado corresponden
a los testimonios de las entrevistadas.
[11] Entrevista
realizada el 26/10/2020 por teléfono (contexto pandemia). Entrevistadora: María
Belén Tona.
[12] Entrevista realizada el
23/09/2020 por teléfono (contexto pandemia). Entrevistadora: María Belén Tona.
[13] DAM-Dirección
de Asuntos Municipales Secretaría de Extensión Universitaria Universidad
Nacional de La Plata, período 2000-2001, Consultado el día 29/06/2021.
[14] Además, de las
consideraciones mencionadas, vale destacar que con poca actividad industrial, y
con un territorio aún por poblar; pertenece a los municipios del “interior” de
la provincia de una de sus regiones más importantes por su extensión: la Pampa
deprimida, que lidera la denominada Área Deprimida del Salado (DAM-Dirección de
Asuntos Municipales Secretaría de Extensión Universitaria Universidad Nacional
de La Plata, período 2000-2001) Consultado el día 29/06/2021.
[15] Esto lo menciona Delma en
relación a su madre.