El “oso” Romero. Una aproximación a la militancia peronista de los años 70´ a través de fuentes orales
The “oso” Romero. An approximation to the peronist militance of the 70's through oral sources
Jessica Murphy*
Resumen
En los últimos años el uso de fuentes orales para la reconstrucción del pasado reciente ha adquirido una valiosa expansión en nuestro país. Así también, aquellos estudios que mancomunan los campos problemáticos de la historia reciente e historia del peronismo a partir del uso de las mismas. Algunos trabajos, en este marco, se interesan por rastrear la heterogeneidad interna y las disputas que atraviesan al movimiento e identidad peronista en la década de 1970. El presente artículo comparte algunos de estos intereses y analiza dos entrevistas a David P. Romero realizadas por la autora en 2018 y 2019. Él fue un referente político partidario del peronismo durante los 70´, delegado reorganizador del Movimiento Nacional Justicialista en la zona del Valle y Costa de Chubut y a los 34 años -en 1973- candidato a gobernador por el Frente Justicialista de Liberación (FreJuLi).
Palabras claves: Peronismo, Testimonio, Pasado Reciente, Conflicto, Chubut.
Abstract
In recent years the use of oral sources for the reconstruction of the recent past has acquired a valuable expansion in our country. Also, those studies that combine the problematic fields of recent history and history of Peronism from the use of them. Some works, within this framework, are interested in tracing the internal heterogeneity and the disputes that crossed the Peronist movement and identity in the 1970s. This article shares some of these interests and analyzes two interviews with David P. Romero conducted by the author in 2018 and 2019. He was a political leader in support of Peronism during the 1970s, reorganizing delegate of the National Justicialist Movement in the Valley and Coast area of Chubut and at 34 years old -in 1973- candidate for governor for the Justicialist Front of Liberation (FreJuLi).
Keywords: Peronism, Testimonies, Recent past, Conflict, Chubut.
Introducción
El artículo persigue dos objetivos, en primer lugar, busca contribuir al conocimiento y estudio sobre el fenómeno peronista y su conflictividad interna durante los años 70´ en Chubut a partir del uso y trabajo con fuentes orales.[1] Y en segundo orden, reconstruye algunas de las potencialidades y desafíos que presenta el trabajo con testimonios mancomunado a un interés por la historia política reciente y del peronismo.
Algunos autores coinciden en señalar que la década del 70´en Argentina fue un período signado por un clima de conflictividad, violencia política creciente y una escalada de tensiones y heterogeneidad interna de tipo centrífuga (Franco, 2012) que atraviesa al peronismo, sobre todo luego del regreso de Juan Domingo Perón al país el 20 de junio de 1973. En este marco, indagaciones recientes circunscriptas a nuevas escalas de análisis, abordan y se preguntan por el conflicto que tuvo como desenlace el trágico enfrentamiento entre sus extremos a mediados de los 70´. En varias indagaciones subnacionales al respecto, encontramos que predomina un recorte hacia aquellas provincias que fueron intervenidas por el gobierno nacional en 1974, acusadas de prestar apoyo a la izquierda peronista (Servetto, 2010; Antúnez, 2015; Auzoberría, 2016).[2] Nuestro trabajo por el contrario, indaga en las características que asume la militancia peronista y su conflictividad interna en la provincia de Chubut, hasta el momento escasamente estudiada.[3]
Trabajar con entrevistas en profundidad a un referente político protagónico del peronismo en el período de interés, nos invita a reflexionar sobre el uso de esta técnica de recolección de datos para la construcción de fuentes orales. En tal sentido repondremos algunos de los desafíos que implica este trabajo.
Coincidimos con Alicia Servetto y Alejandra González (2014) cuando suponen que las entrevistas a testigos protagónicos de determinados procesos históricos resultan -a menudo- una fuente para la investigación histórica productora de conocimiento. Los testimonios orales nos permiten reconstruir datos del pasado que son difíciles de reponer a través de otras fuentes o que simplemente no están presentes en otros registros. En este sentido, consideramos que son muy útiles para contrastar con documentación escrita, con otros testimonios y escribir así una historia política más compleja y rica que contemple distintas perspectivas. Como indica Alessandro Portelli las fuentes orales se imponen de una manera en la que no se debe ni se puede esperar de ellas que transmitan en sí mismas los hechos, sino más bien, los significados de estos sobre la base de un grupo social que los mantiene, resguarda y procesa. En definitiva, estas facilitan el acercamiento al horizonte de expectativas, las emociones, subjetividades y experiencias que los sujetos atraviesan en un período determinado (Portelli, 1991).
Las entrevistas a David Patricio —el “Oso”— Romero fueron dos, más un tercer encuentro informal y se llevaron a cabo entre el año 2018 y 2019.[4] A modo de síntesis de su trayectoria, resaltamos que fue representante y apoderado de la Junta Promotora Provincial del Partido Justicialista y Secretario Delegado del mismo en 1971 y parte de 1972. También fue delegado reorganizador del Movimiento Nacional Justicialista en la zona del Valle y Costa de Chubut y abogado y apoderado de presos políticos de la Unidad N°6 de Rawson. A los 34 años —en 1973— fue candidato a gobernador por el FreJuLi, impulsado principalmente por las juventudes del movimiento. Y finalmente, fue uno de los tantos presos políticos durante la última dictadura militar y previo a ello, víctima de amenazas y bombas de la Triple A.
En tanto testigo, actor y referente en un momento de importantes transformaciones del movimiento peronista, el “Oso” nos permite a través de su testimonio, aproximarnos a los peronistas de su generación, los marcos de afinidad e identificaciones que construyen, y las disputas por las que transitan. El modo en que organiza su recuerdo personal y militante; los aspectos que destaca de la historia política local, sus vivencias y experiencias, entre otras dimensiones, abren las puertas de novedosos caminos para acercarnos al peronismo, conocer sus sectores internos, las diferencias que prevalecieron entre ellos e indagar así en algunas memorias sobre el período.
El trabajo tiene dos momentos, en primer lugar, reseñamos la trayectoria de David P. Romero y destacamos algunas de las potencialidades y desafíos que presenta, a la luz de la experiencia, el trabajo con testimonios. En segundo lugar, analizamos las entrevistas y exploramos a partir de ellas en cómo repone y vuelve sobre su experiencia, los sentidos que construye sobre lo vivido, cómo articula su identidad individual con la colectiva ligada al peronismo, qué hitos y acontecimientos organizan su relato y las fronteras que establece con otros actores, entre otras dimensiones. Cabe aclarar que, a diferencia de narrativas privadas, sin reconocimiento del contexto político y social, en este caso, se trata de un testimonio en el que los recuerdos, las experiencias personales y políticas vividas se entrecruzan y mancomunan permanentemente con la historia local y del peronismo.[5]
Acerca del entrevistado y la “entre/vista”
Las entrevistas, vale la aclaración, se realizaron en el marco de una investigación encuadrada en la tesis doctoral en curso. No obstante, en este trabajo, más allá de algunas citas directas, dialogamos con el testimonio a partir de ciertas preguntas vinculadas a la época, el peronismo y su conflictividad interna en Chubut.
David P. Romero, de familia y padre peronista estipula su aproximación a esta identidad “por herencia” o “genética”. La explica y resalta como una continuidad con su marco social inicial e historia familiar. La siguiente anécdota, entre otras, lo ilustran:
“Mi viejo me llevaba, yo tenía diez años en el año 48, a afiliar por el PJ porque en el año 46 cuando fue la elección de Perón fue con el partido Laborista. Me acuerdo que iba a afiliar con él. Entonces mi casa siempre fue una Unidad Básica.”
En sus afirmaciones hay un peso importante de la dimensión o “herencia” familiar para la formación de su disposición política por el peronismo.[6] Él da sus primeros pasos como militante en el transcurso de su vida estudiantil. Asiste al Colegio Nacional de Trelew durante el secundario donde participa de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y preside la misma en su quinto año. Durante la dictadura iniciada en septiembre de 1955 forma parte de la huelga estudiantil organizada en rechazo a la intervención del Colegio y el desplazamiento del rector —peronista— que estaba en ese momento.[7] En tal sentido, su militancia inicialmente guarda estrecho vínculo con la inserción que tuvo como estudiante secundario en una institución que —hasta el golpe— daba lugar a la participación estudiantil.[8]
Una vez finalizados sus estudios secundarios, su vida universitaria transcurre en la ciudad de Córdoba donde estudia abogacía y participa de instancias y luchas del movimiento estudiantil de esta ciudad. Allí se aproxima a algunas ideas de izquierda y a nuevas experiencias de organización en un contexto de radicalización juvenil ascendente. Por el modo en que organiza su relato notamos que para su vida política y personal el paso por la Universidad en el transcurso del conflicto “Laica o Libre” fue significativo.[9] Asimismo en esta etapa “El Petiso” Amaya -con quien comparte los años de facultad- es una figura importante en su vida; él también oriundo de Trelew y militante de la Federación Universitaria de Córdoba.[10]
Finalizados sus estudios universitarios, el “Oso” Romero vuelve a Trelew en 1965. En sus palabras: “llegué acá y digo, me acordé … yo también soy peronista”. Ya de nuevo en la ciudad instala el estudio de abogados con Mario Abel Amaya y al tiempo ocupa el rol de delegado reorganizador del Movimiento Nacional Justicialista (MNJ) cuando el peronismo todavía está proscripto. Es apoderado de la Junta Promotora Provincial del Partido Justicialista y Secretario Delegado reorganizador de este durante 1971 y buena parte de 1972. Por otro lado, empieza a ejercer su profesión como abogado involucrándose en las actividades de solidaridad y como apoderado de los presos sociales y políticos que arriban al penal de Rawson. A los 34 años, en 1973, es elegido candidato a gobernador por el FreJuLi, “impulsado por la JP” en alianza con el Partido Revolucionario Cristiano (PRC).
Al momento de las entrevistas, el “Oso” Romero rodea una edad cercana a los ochenta años, luce muy saludable y nos encontramos en su estudio jurídico donde sigue ejerciendo -a menor ritmo- su profesión.[11]
Al comienzo del primer encuentro destaca, en sus palabras, que: “hay partes que todavía no puede contar (…) debe ser por la persecuta que me agarra” indica. Explicita así la persistencia de ciertos miedos y tabúes al momento de rememorar y construir narrativas sobre el pasado reciente siendo un ex militante. También notamos que recordar este período de su experiencia vital lleva a transitar caminos dolorosos que es entendible se busquen evitar. En su caso, hace una aclaración general al principio, pero no detalla puntualmente sobre qué temas no quiere dialogar. Por ello, en otros momentos del encuentro apela a tapar el grabador para mencionar algo o simplemente señala aspectos de confidencialidad a no revelar.
La entrevista se concreta a partir de una red de contactos personales, precisamente por espacios de militancia que el “Oso” comparte con familiares directos de la entrevistadora. Aunque no nos conocíamos personalmente, el modo en que el testimonio es solicitado y producido es importante para la dimensión dialógica y vínculo interpersonal que establecimos.
Al dialogar sobre peronismo y buscar conocer determinados procesos y experiencias de participación en este espacio político, en un momento del encuentro -como entrevistadora- debo atravesar lo que denominó como “peronómetro”.[12] La entrevista es resultado de una actividad conjunta, de una negociación organizada a partir de ambos participantes del encuentro y en tal sentido, al tratarse de un trabajo colaborativo y dialógico, la perspectiva de quién entrevista media y es parte también de la narrativa conversacional.[13] Este intercambio en la coproducción de la fuente puede generar conflictos y en algunos casos ser una regla de admisión para el investigador, pero este no fue el caso. A su vez, cabe aclarar que el peronismo es una identidad y un movimiento que persiste y un partido político con capacidad hegemónica y capital político electoral en la actualidad. Hablamos de un proyecto político que no sucumbió, por el contrario, continúa librando batallas internas y externas desde el presente.[14] En suma, esta instancia o momento del encuentro puede incidir —o no— en el armado y construcción de la fuente, son decisiones. Tal y como sostiene Dora Schwarztein (2001) la entrevista es una narración conversacional; una actividad conjunta, organizada e informada, entre un sinnúmero de elementos, por las perspectivas históricas de ambos participantes.
A la luz de la experiencia, consideramos que sin forzar respuestas ni pretender abstraernos de la relación que se establece en la situación de entrevista; o de situarnos en un lugar neutral —que no existe—, lo interesante es considerar esta operatoria del entrevistado como una oportunidad para acercarnos al fenómeno político de interés de manera reflexiva y en ese proceso dialógico construir sentidos acerca del pasado.
Los trazos o líneas de continuidad que se tejen entre pasado y presente nos hablan también de las identificaciones políticas y sus mutaciones. En el diálogo y vínculo social que supone toda entrevista no debemos subestimar la necesidad de quienes narran de conocer a quienes tienen enfrente. Esto hace al contexto de producción del testimonio y a que la persona sepa quién pregunta, por qué y sobre ese diagnóstico tome sus decisiones narrativas.
El entrevistador contribuye —o no— con su presencia, empatía, respeto y con las preguntas y reacciones a la performance verbal.[15] En tal sentido, omitir el “peronómetro” o evadirlo, puede brindar más limitaciones que potencialidades para el despliegue mutuo en una entrevista cara a cara. La respuesta honesta, por el contrario, así lleve a disentir o coincidir, puede ser un estímulo imprevisto que engrandezca de hecho la performance. Portelli (2016) sostiene que, en vez de anularse en las fuentes, el historiador se inscribe en ellas y su subjetividad queda al desnudo. En este sentido, lejos de transformarse en un simple medio neutral de una historia narrada ve de hecho aumentada su esfera de responsabilidad.
Cabe aclarar que en el caso del “Oso” Romero continúa no solo reconociéndose como peronista en nuestros encuentros, lo cual hizo hasta sus últimos días, sino también proyectándose y militando políticamente en este espacio.
El pasado vivido y militado
A continuación, expondremos algunas dimensiones de lo que el “Oso” Romero narra sobre lo acontecido, ciertos hitos y memorias de su experiencia militante que lo colocan en relación al contexto, a otros peronistas y que forjan su identificación política.
En la organización de sus recuerdos destaca algunos momentos en su vida personal y política y temporalidades que dan cuenta de su trayectoria militante, pertenencias, como también de las alteridades que establece a lo largo de su recorrido. Su recorrido estudiantil; la prohibición del peronismo durante la dictadura militar, la reorganización partidaria en el marco del Gran Acuerdo Nacional (GAN) y sus tareas como delegado. El proceso de movilización de la población de la zona o lo que él nomina como “toma de conciencia”; la llegada de presos políticos, sus desafíos como abogado y apoderado; la fuga de la cárcel de Rawson; la persecución que sufre después de la misma; las elecciones de 1973 y la prisión, son, entre otros, los momentos que selecciona y enumera en su relato.
A partir de su regreso de Córdoba a Trelew ya como abogado, Romero se reinserta en la vida social y política chubutense. Este momento se encuentra íntimamente vinculado a su inserción partidaria y las tareas que asume en el marco de la reorganización del MNJ durante la proscripción. Cabe señalar que el entrevistado recupera en su relato el rol y las actividades de las que participa en tanto referente partidario de la época, pero a la vez, no desjerarquiza su rol como abogado. Por el contrario, notamos que su profesión emerge permanentemente entrelazada con lo colectivo vinculado al peronismo.
El primer momento que subraya de su actuación personal en el peronismo está situado en lo que define como “etapa partidaria”. En 1971 la Revolución Argentina puso en marcha el lanzamiento del GAN e inaugura así una nueva etapa para la dictadura y para el peronismo en Argentina.[16] En este marco se vuelve posible la rehabilitación de la actividad política del país y se levanta la prohibición a actuar de los partidos. En Chubut, para noviembre de 1970 se pone en funcionamiento la “Delegación del Este del Chubut del Movimiento Nacional Justicialista” que tiene a Romero como referente y delegado.[17] En la medida en que el contexto de apertura lo habilita se dinamizan también las Delegaciones y Juntas Promotoras y de Acción Política del Movimiento en otras regiones de la provincia, en su mayoría conformadas a partir de 1971.[18]
En lo referido a su elección como delegado reorganizador recuerda que “Se convoca a una Asamblea y los peronistas —como corresponde— estaban todos peleados entonces dijeron “Che, que sea el hijo del viejo Romero”. Y ahí empecé todo el proceso, en 1970 yo era el delegado del Movimiento de acá”. Notamos así que, en este caso, los liderazgos locales contaron con un relativo grado de autonomía respecto de las estructuras político-partidarias superiores. Asimismo, el movimiento peronista es un espacio de militancia, como tantos otros, atravesado por un entramado de redes de sociabilidad y de apoyo signados por lazos de afinidad y vínculos diversos: desde familiares, amistad, parejas, entre otras.
En esta etapa de su recorrido, el “Oso” plantea que la herramienta partidaria fue una apuesta importante de los peronistas, que ordena parte importante de sus prácticas y apuestas militantes. Es así que él se inserta en el partido y da en él sus primeros pasos en la militancia peronista chubutense en el marco de la normalización partidaria —1971-1972— y de la reorganización de la delegación zonal del MNJ.
Ahora bien, a partir del lanzamiento del GAN, el partido peronista se reorganiza adaptándose a los imperativos de las trasformaciones políticas y sociales ocurridas en el país desde la década del 60´en adelante, particularmente a la radicalización de la juventud (Servetto, 2010). En este sentido, en la narrativa de Romero hay una ambigua relación con los sectores juveniles —puntualmente la JP— afines a una tradición política de izquierda que a comienzos de los 70’ hacen una relectura del peronismo. En lo local, caracteriza a estos jóvenes como “vírgenes de peronismo” y “elementos de cooptación” a los cuales —junto a otros peronistas— intentan abrirles las puertas del movimiento. Las afirmaciones y aspectos que resalta de este vínculo, signan en él una posición que nos permite caracterizarlo como un referente político y partidario periférico a la Izquierda Peronista (IP) o “amigable”.[19] No se ubica a sí mismo, ni exalta en demasía la militancia y tradición política de la izquierda peronista pero tampoco la condena o reprueba.[20] Junto a otros peronistas -en sus palabras- “fueron ampliando” el movimiento, buscando promover el diálogo e inserción de estos grupos políticos y generacionales novedosos. A ello, suma el entrevistado en un momento:
“Y un tema más, llegaron en ese entonces los sectores guerrilleros a la cárcel, pero fundamentalmente los Montoneros y FAR. Eso también entró a crear conciencia. Con esto también toda una serie de situaciones que se fueron dando a través de la toma de conciencia de los sectores de la JP con las grabaciones que mandaba Perón en ese momento (…) había unas cintas en unos carreteles grandotes que los pasábamos. Perón hablaba de las formaciones especiales, como actuaba Perón desde España en contra del sector del Partido Militar que estaba encabezado por A. Lanusse.”
Destaca así que, sobre todo desde la llegada de presos políticos al penal de Rawson, las juventudes “comenzaban a tomar conciencia” sobre el movimiento, la etapa y la importancia de Perón para ponerle fin a la dictadura. La búsqueda de dialogo y amplificación hacia los sectores juveniles en su relato aparece ilustrada mediante las actividades conjuntas e invitaciones que repone el entrevistado. Entre ellas, reuniones en su estudio de abogados, encuentros donde pasaban las cintas de Perón, las Comisiones de Solidaridad, las charlas con ciertos referentes, entre otras actividades de formación y discusión política.[21]
Al acercarnos a su trayectoria militante y relato, podemos vislumbrar con más detalle el conglomerado al que va dando forma un sector del movimiento peronista en el marco de la resistencia a la dictadura y la posibilidad del regreso de Perón al país y de la democracia. Y notamos también la transmisión educativa hacia los jóvenes que ensayaron algunos peronistas con vocación de dialogo e integración para con estos sectores.[22]
Romero signa su sentido de pertenencia al peronismo a partir de lo que denomina “peronismo originario” en alusión al primer peronismo —1946-1955—. Construye así una frontera política ambigua o porosa con los sectores juveniles. Sostiene que los idearios marxistas y de izquierda eran un imposible en Trelew como también el objetivo de la patria socialista pero no por ello los condena, ni acusa de infiltración a quienes desde esos idearios dialogan y se suman a las filas del movimiento peronista.
El modo en que ejerce su rol partidario y en el MNJ como delegado, las posiciones antidictatoriales en las que se enmarca, así como su proximidad con “Rudi” Miele, referente de la JP y Montoneros en Chubut, lo ubican como un interlocutor válido para la IP, más allá de no pertenecer a sus organizaciones. En definitiva, el entrevistado recurre a estos grupos del pasado y se ubica en relación a ellos como periférico y con vocación integradora, no así como su exterior constitutivo o antagónico.
Otro momento a destacar de su relato tiene que ver con su actuación personal en el peronismo a partir de la Fuga del penal de Rawson, la masacre de Trelew y la pueblada del Trelewazo en 1972.[23] Estos acontecimientos representan un momento álgido de su experiencia política y militante al punto de que su relato asume una cadencia épica que lleva a detenernos por un tiempo extenso en ello. Más allá de la narración sobre los acontecimientos, él reconstruye aspectos de su experiencia militante pero también de otras experiencias e historias que establece como contrapunto en su forma de recordar.
Mónica Gatica y Susana Debattista (2017) sostienen que en la construcción de las memorias en Trelew, los hechos ocurridos en 1972 supusieron un hiato, no solo por la masacre sino también por la aparición de nuevas estrategias represivas desde entonces. La Masacre de Trelew y la naturaleza del crimen que supuso fueron un indicador del paulatino despliegue del carácter represivo del Estado y crescendo del dominio de la situación excepcional en el país que tuvo como punto de inflexión el 24 de marzo de 1976 (Pittaluga, 2006). Es notable en este sentido, el parte aguas que los sucesos de agosto y octubre de 1972 significan para la historia de militancia y activismo en cuestión.
A medida que la cárcel comienza a alojar cada vez más presos políticos, gremiales y sociales se crean comisiones y redes de solidaridad. Estas buscan responder a la demanda de contención de los familiares y también de los presos mediante la figura de apoderados. Lo que sucede en la cárcel plantea nuevas articulaciones entre lo social y lo político y configura un movimiento centrado en el reclamo por los derechos humanos del que Romero y otros peronistas forman parte.[24]
El contexto de profundización del aparato represivo estatal y su traducción en lo que acontece en la cárcel de Rawson generan un clima de malestar social que invita a “hacer algo” y que en el relato va delimitando un campo adversario: aquellos sectores políticos —entre ellos peronistas— que adoptan una posición refractaria y de denuncia a “la llegada de guerrilleros” a la zona. “Los otros” son representados por el “Oso” Romero bajo la noción de “dialoguistas” o “amigables” con el régimen militar. En tal sentido, las rivalidades se configuran entre, por un lado, los “sectores políticos movilizados”, “la gente y la comunidad que resistió a la dictadura” que “tomó conciencia” y, por otro lado, los sectores que —en sus palabras— “emitieron comunicaditos” pero no se conmovieron ni movilizaron a partir de lo ocurrido en la zona.[25]
Involucrarse con la problemática social y política alrededor de la cárcel de Rawson; con la solidaridad hacia los presos políticos y sus familiares y con el reclamo por los derechos humanos signan en su relato un modo de ser y estar en el peronismo. O en otras palabras, estos elementos de contexto y cuestiones sensibles del período ocupan en su narrativa un lugar significativo para el juego de inclusión-exclusión indentitaria del movimiento.[26]
El Trelewazo por otro lado es un acontecimiento sobre el que cuesta que el entrevistado no opte por una repetición ritualizada del relato, sin embargo, con el transcurrir del encuentro cuando piensa y vuelve sobre el acontecimiento, logra plantear algunas derivas novedosas en relación al peronismo.[27] Este acontecimiento constituye el summum de un proceso de movilización social y política en la región (Binder, 2018). Y es un parteaguas temporal importante en la memoria de Romero; a partir de ello ensancha aún más la brecha política e ideológica con otros sectores políticos del movimiento peronista.
El entrevistado retoma el “espíritu” de la pueblada y se inscribe en la disputa de sentidos respecto de esta experiencia política. Discute con las memorias que, en sus palabras, “hacen poesía” de lo sucedido en torno al plan militar de la fuga sin volver sobre la “rebelión de todo el pueblo” y la “conciencia antidictatorial” que expresa para él la pueblada conocida como “Trelewazo”. En un momento de la entrevista resalta sobre la pueblada que:
“(…) lógicamente nuestros principales opositores increíblemente eran los sectores, los dirigentes gremiales. Es más, ninguno participa en el tema del teatro del pueblo, en la asamblea del pueblo, no. Ninguno participa (...) entonces mandaron un comunicadito el mismo día (…) Y después me terminaron denunciando públicamente como montonero estando ya la tres A dando vuelta por ahí.”
Expresiones como “es más, ninguno participa” refieren a una imagen de sí mismo como referente político partidario que se incluye en esta lucha y en el proceso de “toma de conciencia” antidictatorial que se opuso al régimen y sus políticas represivas.
A partir del análisis del testimonio podemos en definitiva esquematizar de la siguiente manera las diferencias o posiciones disímiles que mediaron la lógica adversarial del peronismo chubutense en esta etapa. Por un lado, estaban los peronistas “amigables” vs. los “refractarios” para con los grupos juveniles; también los “colaboracionistas” vs. “antidictatoriales” o finalmente los “solidarios” vs. los “apáticos” para con la llegada de presos políticos y sus familiares a la zona.
Ahora bien, en vistas de la vuelta del peronismo al poder y la presentación de fórmulas electorales, el contexto muta[28]. En el relato de Romero observamos que las rivalidades y diferencias entre distintos actores del peronismo durante 1971-1972 inciden en el desenlace y enfrentamiento en vistas a la contienda electoral. Esto, en parte, imposibilita el armado de una lista unificada del peronismo chubutense en 1973.
Otro momento que destaca de su actuación política y militante se ubica entonces en la interna partidaria y las elecciones de 1973. Perón sostenía la necesidad de formar listas únicas y equilibradas entre los sectores de la rama política, la sindical, la juventud y los aliados extrapartidarios. Esto no se logra en todos los casos, de hecho, en muchos de ellos implica procesos tumultuosos y elecciones internas que finalmente tienen como desenlace el incumplimiento de la consigna unificadora que se plantea por entonces desde “arriba”.
El entrevistado se sitúa en el sector partidario “jotapesista” que participa de la interna y que en sus palabras eran quienes “querían hacer la unidad”. Y, por otro lado, ubica a quienes apoyan el liderazgo y candidatura de Benito Fernández como los que producen “las exclusiones” que llevan a la ruptura[29]. Estos cuentan finalmente con el sello del PJ, y David P. Romero participa de las elecciones como candidato a gobernador en una alianza con el Partido Revolucionario Cristiano con las siglas del FreJuLi.
Con el escenario de definición de las candidaturas abierto, las diferencias, entramados y enfrentamientos propios del “pago chico” (Ladeuix, 2021) se tornan explícitos. Por un lado, los sectores peronistas que conforman el campo contestatario y de oposición a la dictadura y por otro, los que no lo hacen. Coincidimos en este sentido con el análisis de Ladeuix (2021) cuando sostiene que muchos de los enfrentamientos y conflictos internos del peronismo se nutren de rivalidades de viejo cuño entre distintos actores, divergencias e intereses locales en pugna.
En suma, el peronismo chubutense se ordena fragmentariamente alrededor de ambos candidatos. El escenario de ruptura es el congreso partidario que a fines de 1972 define la nómina de candidatos para la presentación de las listas el 2 de enero de 1973 y la constitución del FreJuLi.
Al referir a esta etapa y acontecimientos aparecen muchas dificultades y obstáculos narrativos en el “Oso”, los “no recuerdo” se vuelven más recurrentes. Estos silencios en parte se vinculan con una cercanía entre estos recuerdos y algunas de las experiencias traumáticas que lo atravesaron. Elizabeth Jelin (2014) indica en este sentido que las narrativas personales implican silencios y cosas no dichas que pueden ser expresiones de huecos traumáticos. Las lagunas y olvidos son justificados en su caso a partir de la aceleración de los tiempos políticos. Aclaraba al respecto:
“lo que pasa que…viste cuando se acelera la historia y vos sos protagonista. Ocurre como el fenómeno de la mosca que va adentro del tren bala y viste que va a 200 kilómetros y ella sigue, no se da cuenta que va a esa velocidad…bueno, esa es la sensación de lo que te ocurre.”
Más allá de su justificación, también podemos profundizar en los olvidos a partir de una memoria social muy arraigada que pone centralidad en un relato ya consagrado sobre lo acontecido en 1972: la fuga, la masacre de Trelew y el Trelewazo. Lo que viene después, las elecciones de 1973, el gobierno de Benito Fernández; el enfrentamiento al interior del movimiento peronista, la presencia y amenazas de la Triple A son, entre otros hechos, temas y acontecimientos sobre los que hay un menor ejercicio de memoria y muchas aristas que permanecen silenciadas.
David P. Romero se ubica como un referente partidario que fue candidato “impulsado por la JP”, de hecho, esta organización es una de las principales fuerzas proselitistas y movilizadoras en su campaña. Ahora bien, el no pertenece a esta organización y adopta más bien un posicionamiento centrista en lo político ideológico y aperturista o inclusivo en lo táctico.[30]
La oposición a la dictadura, las posiciones y prácticas compartidas con distintos sectores durante el período 1971-1972 posibilitan un agrupamiento electoral que lleva a Romero como candidato a gobernador, y que al mismo tiempo es heterogéneo (Murphy y Carrizo, 2022). Destaca sobre el Congreso provincial del Partido en la entrevista:
“En este tema de las elecciones nos vamos distanciando. Las elecciones no se elegían directamente, el PJ tenía, lo elegía el Congreso del Partido, el Congreso provincial. Era el organismo ejecutivo, el congreso del partido (…) Yo había ido a ver, empecé a recorrer todos los congresales que eran, los congresales no llegaban a 40, entonces quedan por departamento y fui realizando una gira correspondiente (…) Llegó el día del Congreso del partido y Benito Fernández me gana 21 a 19, menos mal sino seguro que no podía hacer este reportaje, me ibas a tener que llevar flores al cementerio. Seguro, seguro, seguro. Entonces…Ahí entonces se vota la elección del candidato a gobernador y es cuando la JP entra, esto fue en un salón que era la sede de la UOCRA que tenía la puerta cerrada, habían bajado las cortinas, porque estaba toda la JP afuera. Ahí si la JP actuó, vinieron de Comodoro todo, movilizaron todo. Y fue cuando ya los porotos estaban requetecontados. Fue cabeza a cabeza. Entonces acá en Trelew, en la calle Mitre, casi antes de llegar a la soberanía, la cancha de independiente ahí se dio la votación, entraron la JP. Arrancaron, a mí me sacaron, me dijeron che “vení, te llaman”, me sacaron. Le dieron una pateadura, le dieron una pateadura que se suspendió por diez días (…) porque no se pudo, dispararon todos.”
Este fragmento, entre otros, nos permite acceder a momentos de disputas específicos entre actores del peronismo que recurrieron a la violencia como forma de resolución del conflicto. En otras ocasiones de su narrativa se ubica también como moderador o mediador de estas disputas. El siguiente fragmento lo ilustra:
“(…) en un momento determinado bajaron los muchachos de Montoneros de Bs. As, en una reunión, no me acuerdo bien donde fue… En ese embalaje, dicen, venimos a solucionarlo (lo de Benito Fernández). Entonces, yo le dije bueno, primero que no estoy de acuerdo, no lo van a hacer y si después de esto ustedes siguen con esa posición vayan eligiendo un nuevo candidato porque yo no voy a ser.”
En este sentido, sus recuerdos aportan información sugerente, por un lado, en lo referido al rol de la JP en la construcción de la apuesta electoral que él encabeza como candidato, sobre la ruptura del congreso del partido y la conflictividad del período.
Cabe aclarar que el peso de su opción electoral es finalmente escaso, quedando en un cuarto lugar en las elecciones y los resultados finales adjudican el triunfo a Benito Fernández.
El cuarto y último momento que organiza su relato se sintetiza en la palabra “desbande”; término que usa para referir al momento en el que empiezan las amenazas de las Tres A, las bombas y atentados en su estudio de abogados y a su automóvil personal, entre otras acciones que le “pasaron cerca” hasta finalmente terminar preso en el penal de Rawson en 1976.
A modo de cierre
El uso de fuentes orales para la reconstrucción del pasado contribuye a los estudios sobre historia reciente y peronismo. Y a su vez, complementa la investigación socio-histórica de un modo particular ya que a partir del desarrollo y aproximación a las fuentes de este estilo podemos acercarnos al punto de vista y recuerdos de los actores. Podemos así indagar en primera persona sobre algunas de las experiencias de militancia, representaciones, discursos, como también conocer los sentidos que le atribuyen a determinados hitos y acontecimientos de sus experiencias pasadas los actores.
El trabajo con el testimonio de David P. Romero intenta ser una puerta de entrada -entre otras- para indagar en el movimiento peronista de los años setenta en Chubut. En un primer momento del artículo pusimos a consideración algunas de las potencialidades y desafíos del trabajo con fuentes orales a partir del caso y dimos a conocer la trayectoria de interés. Resaltamos que la entrevista, como actividad conjunta, no debe generarnos temor a que la subjetividad y perspectiva del entrevistador se pongan en juego o sea parte de la negociación y del proceso de coproducción de la fuente. Más bien, entendimos esto como una oportunidad para acercase al tema y fenómeno político de interés de manera reflexiva.
El testimonio elegido sintetiza la experiencia de muchos militantes comprometidos e identificados con el peronismo de una generación y de una época en la que el movimiento transita importantes transformaciones. A partir de su relato repusimos algunas de las características situadas que asume, en este marco, la confrontación interna del peronismo en Chubut, considerando una temporalidad que va “más atrás” de las elecciones de 1973.
A modo de síntesis del segundo momento del trabajo, podemos decir que al aproximarnos y trabajar con las entrevistas al “Oso” Romero pudimos conocer no solo su trayectoria y las disposiciones que hicieron posible su identificación con el peronismo; si no también las diferencias que en su recorrido establece con “otros” en el movimiento y partido. Si bien él asume una identidad como conjunto homogéneo a simple vista: la peronista. Lo cierto es que al interior de ese conjunto existe una enorme variedad de identificaciones, prácticas y posicionamientos.
A su vez, si bien el “Oso” está muy instalado en la memoria social como “Montonero” o como alguien que fue de la “Tendencia Revolucionaria”, al aproximarnos a su historia y testimonio afirmamos que se trata más bien de un peronista periférico a la IP y sus organizaciones.
Coincidimos con Servetto (2010) en la necesidad de observar los antagonismos del período corriendo el foco del enfrentamiento violento entre izquierda y derecha peronista y leyendo los mismos como resultado de la confluencia entre elementos coyunturales y conflictos de larga data muchas veces vinculados con la dinámica propia de cada lugar o provincia. A partir del testimonio, en este sentido, evidenciamos algunos clivajes y entramados propios del “pago chico” (Ladeuix, 2021) que signan las rivalidades e intereses locales en pugna. Los conflictos y disputas del movimiento peronista vimos que se configuran, en parte, a partir de posiciones y carriles distintos por los que transitan sus actores desde tiempos de la “Revolución Argentina” y sobre todo a partir de la llegada de presos políticos a la Unidad N°6 de Rawson. Esto produce entre sus desenlaces la alianza político electoral entre peronistas de la rama política, sectores partidarios y la JP vinculada a la IP. Dicha fórmula es encabezada por Romero y se presenta a elecciones en 1973 con el sello del FreJuLi pero finalmente no gana.[31]
Entre la lista de reproches que podemos hacerle a la pandemia del Covid-19 sin dudas incorporamos el quedar en falta con “El Oso” ya que no llegamos a devolverle con una producción todo lo ofrecido en nuestros encuentros, los que sin dudas fueron muy cálidos y de mucha predisposición e interés de su parte. En más de una ocasión -durante los mismos- mencionó la voluntad que tenía de escribir sobre el peronismo del período y de dejar sus memorias. Este trabajo y la búsqueda de construir una síntesis e interpretación de lo contado por su parte busca en parte suplir ese pendiente y agradecerle su testimonio, su tiempo y sus aportes. Sin dudas su recorrido de militancia, sus memorias y sus anécdotas son importantes para la historia política de Chubut. En tiempos de mucha oscuridad el “Oso” Romero logra enfrentarse a la parálisis del miedo y usar las armas de su profesión para ayudar a las víctimas de la persecución y represión estatal y sin dudas es un dirigente político y partidario que el paso del tiempo pondrá en su lugar.
Bibliografía
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FECHA DE RECEPCIÓN: 30/06/2022
FECHA DE ACEPTACIÓN: 08/08/2022
[1] Coincidimos con Águila y Viano (2002) en que la utilización del término historia oral es problemática en la medida en que desde la historia oral no puede realizarse al margen de la utilización de otro tipo de fuentes. Por lo tanto, proponen hablar de construcción de fuentes orales.
[2] Córdoba, Santa Cruz, Mendoza, Salta, Formosa y Buenos Aires. Lo cierto es que Servetto (2010) adopta como criterio de selección de los casos de análisis la variable “intervenciones federales” y por este motivo analiza el caso de Formosa y no el de Buenos Aires. Mientras que Antúnez (2015) reemplaza a Formosa por Buenos Aires ya que para el autor el criterio de Alicia Servetto desnaturaliza la causa principal que vehiculiza los desplazamientos de los gobernadores: la acusación o señalamiento de pertenencia o vinculación con la “Tendencia Revolucionaria”.
[3] El término “subnacional” emerge del campo de la ciencia política. Verónica Ortiz de Rosas (2020) destaca que la elección de esta escala de análisis tiene afinidad con una perspectiva interesada por las características de los actores políticos, sus prácticas y modos de construcción política concretos y situados.
[4] David P. Romero falleció a los 82 años en el año 2021.
[5] Elizabeth Jelin (2014) destaca que en entrevistas abiertas de historias de vida la construcción de la memoria ocurre de diferentes formas: a veces una pregunta aparentemente ingenua desencadena anécdotas y rememoraciones. Otras veces, los recuerdos surgen sin otras asociaciones, como acontecimientos cruciales que se tornaron puntos de inflexión en el curso de vida. Asimismo, el recuerdo personal o cercano puede ser narrado de una manera en que lo personal y la historia del país se muestran como una unidad indisoluble, una misma historia. Y otras veces, las narrativas son mucho más privadas, sin reconocimiento del contexto político.
[6] Bourdieu se aproxima a la relación entre legado familiar y disposiciones políticas; y en ese marco distingue: los que heredan, los que contrarrestan y los que contrarían tal legado. La dimensión familiar –como construcción social, tanto subjetiva como objetiva para el autor incide (de diversas maneras) en la formación de “disposiciones políticas” (Bourdieu, 1979).
[7] Revolución Libertadora es el nombre con el que se autodenominó la dictadura cívico-militar que gobernó la República Argentina tras derrocar al presidente constitucional Juan Domingo Perón mediante un golpe de Estado iniciado el 16 de septiembre de 1955.
[8] Sobre este conflicto ver: https://www.diariojornada.com.ar/283439/sociedad/Margara_era_peronista_pero_sobre_todo_era_una_persona_que_daba_participacion_a_los_estudiantes
[9] Conflicto que se desató entre 1955 y 1958 a partir de la promoción estatal de la educación universitaria privada.
[10] Activista reformista en la universidad de Córdoba, miembro de la Unión Cívica Radical que fue detenido-desaparecido en 1976 por el V Cuerpo de Ejército con sede en Bahía Blanca. Con Amaya se conocían desde su adolescencia y etapa de secundaria en Trelew, asiste a la universidad un año antes que el “Oso” Romero. Ambos participan de la agrupación Unión Reformista Universitaria. Amaya a su regreso a Trelew ejerce como docente y como abogado penalista, también defiende a presos políticos de la U6. Fue secuestrado el 17 de agosto de 1976 y murió en el penal de Devoto en octubre de 1976. Cuando Romero habla de Amaya (“el petiso”) en general su narrativa adquiere un contenido emocional diferente a otros momentos de su relato. Gatica y Debattista (2017: 5) afirman que la sociabilidad provinciana, a diferencia de lo que podría ocurrir en las urbes más pobladas permitió la convivencia de sectores radicales y peronistas que tuvieran objetivos comunes. Así, fue posible verlos trabajar mancomunadamente al Dr. Romero (peronista) y Dr. Amaya (radical) en el estudio que compartieron por aquel entonces en la ciudad de Trelew.
[11] Cabe destacar su destreza narrativa y habilidad para el despliegue argumentativo.
[12] Con dicho término referimos a la operatoria (del entrevistado) de indagar en las afiliaciones o simpatías político-partidarias de la entrevistadora.
[13] Ronald Grele (1989) define la entrevista como “narrativa conversacional”. “Conversacional” por la relación que establece entre entrevistado/estrevistador y “narrativa” por la forma de exposición en la que se relata o narra una historia.
[14] En ese momento el peronismo era una alternativa de gobierno en vistas a las elecciones de octubre del 2019, gobernaba Mauricio Macri por entonces.
[15] Para profundizar en este concepto, ver: Portelli (2016).
[16] En 1971 la Revolución Argentina puso en marcha el Gran Acuerdo Nacional (GAN), lo que inaugura una nueva etapa para la dictadura y el peronismo. La decisión de Lanusse (entonces presidente de facto) giraba en torno a legalizar el peronismo en vistas a la institucionalización democrática, proscribir el nombre de Perón en la formula peronista, y al mismo tiempo conseguir que Perón legitime esta salida. Siguiendo a Cristina Tortti (2014) podemos afirmar que el GAN fue una estrategia política pensada para reponer la legitimidad del Estado e iniciar el regreso a la legalidad política y democrática; buscando así evitar la confluencia entre protesta social y política.
[17] El Movimiento Peronista del Valle y Costa del Chubut adopta un posicionamiento opositor a la dictadura en muchas ocasiones, cuestionando la falta de legitimidad del gobierno nacional y provincial (Binder, 2014).
[18] Chubut tuvo la particularidad de que tenía tres delegados, uno por cada región de la provincia: por la costa y valle, el Secretario y Delegado fue David P. Romero; por la región cordillerana, Benito Fernández y por Comodoro Rivadavia, Ramón Lorenzo. A su vez, el objetivo de las Juntas Promotoras era crear en las distintas regiones las cuatro ramas del MNJ; y conseguir las afiliaciones partidarias para intervenir en las elecciones internas del partido.
[19] A diferencia de otros actores (sobre todo del sindicalismo) que atribuían a las juventudes el carácter de “infiltradas”.
[20] Siguiendo a Friedemann (2021) entendemos por la figura de periféricos a aquellos que, sin ser miembros orgánicos de ninguna organización, colaboran o simpatizan con las mismas. Asimismo, por izquierda peronista entendemos a todas aquellas experiencias de militancia que asumieron la identidad peronista o adhirieron al peronismo junto con posturas anticapitalistas o postulados de la tradición marxista, cualquiera sea su vertiente.
[21] En lo referido a la violencia política notamos también cierta ambigüedad, no la condena ni tampoco la exalta o defiende. Con la siguiente anécdota, en alusión al 1° de mayo de 1974, acto por el Día del Trabajo, en que Perón echó a Montoneros de la plaza lo ilustra: “Yo no estaba en Montoneros cuando nos fuimos de la plaza, no estaba en la plaza, pero yo también me fui de la plaza ese día. Nos fuimos de la plaza varios”. O también en otro momento menciona “Yo tengo un profundo reconocimiento a la lucha de esa gente, no la cuestiono (…)”.
[22] Sobre la idea de “transmisión educativa” ver Friedemann (2021: 124).
[23] El 15 de agosto de 1972 un grupo de presos políticos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros efectivizó un plan de fuga preparado durante meses desde adentro y fuera del penal de Rawson. El 22 de agosto, en Trelew, se produjo la masacre y el fusilamiento de diecinueve presos políticos de distintas organizaciones político-militares por parte de la Armada Argentina. Debido al contexto represivo y de militarización que este hecho inauguró en la zona se dio un breve período de reflujo en la militancia. No obstante, a casi dos meses de ocurrido el hecho, el 11 de octubre se concretó el “Operativo Vigilante”: un contingente de diversas fuerzas represivas llegó por sorpresa a la región, secuestrando a un numeroso grupo de militantes. Esto suscitó asambleas, marchas y huelgas que adquirieron el nombre genérico de “Asamblea del Pueblo” y posteriormente “Trelewazo”. Cabe aclarar que las movilizaciones de rechazo a esta política represiva y la demanda de liberación de los presos tuvieron un saldo favorable, lográndose su libertad.
[24] Para profundizar en ello ver: Fernández Pícolo, Western y De Otto (1991).
[25] Siguiendo a Fernández Pícolo, Western y De Otto (1991) pueden distinguirse tres momentos en el traslado de presos políticos a Rawson: un primer momento en 1969, en el cual son trasladados detenidos por el “Cordobazo”, entre ellos Agustín Tosco; un segundo momento, entre los años 1969 y 1971, cuando son confinados en el penal detenidos del Chubut y otras zonas del país por aplicación del decreto-ley 17.401 (de represión al comunismo); y un tercer período entre 1971 y 1973, cuando son trasladados masivamente al penal detenidos principalmente por su actuación política, social o gremial. Los presos que comenzaron a poblar la zona en el último período eran, sobre todo, militantes de organizaciones revolucionarias que optaban por las armas.
[26] En alusión a los modos de ser y estar en el peronismo, Garzón Rogé (2017: 3) utiliza un concepto interesante para pensarlo: el de “peronicidad” para referirse a las maneras situadas en las que los actores desplegaron enunciados para probar su condición de peronistas.
[27] Notamos que los relatos y la memoria sobre el “Trelewazo” están mucho más ejercitados, hay cierta saturación al respecto, en parte por el arraigo social que tiene en la actualidad.
[28] Perón estableció que había que conformar listas únicas.
[29] El entrevistado recuerda al respecto: “yo decía “si queremos hacer la unidad vos no podés entrar a excluir todo (…) Entonces, en ese sentido, cuando lo vimos venir, que se producía esto, directamente toda una exclusión en la cual quizás íbamos nosotros, ahí nos entramos a plantar. Y un tipo que tuvo bastante que ver fue Rodolfo Miele, Rudy Miele (…) Que el sí era de la organización Montoneros.”
[30] Por posicionamiento centrista nos referimos a que el entrevistado, en su narrativa, evita el clivaje y se distancia tanto de la izquierda como de la derecha en la disputa intraperonista. No obstante, se ubica dentro del continuum izquierda – derecha peronista más próximo o periférico a la izquierda y es con estos sectores, entre otros, con quienes tiende puentes tácticos y construye su candidatura como gobernador.
[31] En la vereda opuesta vimos que se encuentran los sectores partidarios y políticos que conforman un acuerdo electoral con el sindicalismo y que llevan el sello del PJ y a Benito Fernández como candidato; son quienes finalmente ganan las elecciones.