UNA VIDA EXCEPCIONALMENTE ‘NORMAL’: “LO TUYO ES, O TE PARECE, LO
NORMAL, LO DIFERENTE SON LOS OTROS”. APORTES PARA PENSAR LA
HISTORIA DE DAVID PATRICIO ROMERO
https://revistas.unc.edu.ar/index.php/testimonios/index
Gonzalo Pérez Álvarez
TESTIMONIOS
Año 13 N°13 2024
ISSN 1852-4532
* Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas; Instituto de Investigaciones Históricas y Sociales;
Universidad Nacional de la Patagonia, Argentina. Email: gperezalvarez@gmail.com. ORCID:
https://orcid.org/0000-0002-3324-6328.
Esta obra está sujeta a la Licencia Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional de Creative
Commons. http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
Una vida excepcionalmente ‘normal’: “lo tuyo es, o te parece, lo
normal, lo diferente son los otros”. Aportes para pensar la
historia de David Patricio Romero
An exceptionally ‘normal’ life: “yours is, or seems to you, normal,
the different are the others”. Contributions to think about the history
of David Patricio Romero
Gonzalo Pérez Álvarez*
Resumen
Se desarrollan diversas reflexiones acerca de los diálogos entre memoria, historia,
testimonio, narrativas y militancia, a partir de una extensa entrevista realizada a David
Patricio Romero, relevante cuadro político de amplio recorrido en la provincia del Chubut.
Se observa, a partir de un caso particularmente destacado, cómo los sujetos construyen
sus relatos, ubicando a su vida personal en un lugar determinado de la historia y
formulando relaciones con otras figuras centrales del proceso regional y nacional. En todo
testimonio se configura un entrecruzamiento entre la historia particular y el proceso
colectivo, a partir de una serie de herramientas (imágenes narrativas, la construcción de
un encuadre de linaje, la recurrencia a la formulación de figuras míticas, etc.) que aquí son
revisadas conceptual e históricamente. A la vez se recupera un interesante balance acerca
del proceso histórico vivenciado en el noreste de Chubut durante las décadas del ’60 y ’70,
años atravesados por la fuga del penal de Rawson, la Masacre de Trelew y el Trelewazo de
Octubre de 1972.
Palabras clave: Memoria - Historia - Testimonio - Narrativa - Militancia
Abstract
Developed diverse reflections about the dialogues between memory, history, testimony,
narratives and militancy, based on a large interview with David Patricio Romero, a relevant
figure political with wide experience in the province of Chubut. It is observed, from a
particularly notable case, how the subjects construct their stories, placing their personal lives
in a specific place in history and formulating relationships with other central figures of the
regional and national process. In every testimony, an intersection is configured between the
particular history and the collective process, based on a series of tools (narrative images, the
construction of a lineage framework, the recurrence to the formulation of mythical figures,
etc.) that here are reviewed conceptually and historically. At the same time, an interesting
balance is recovered about the historical process experienced in the northeast of Chubut
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during the decades of the '60s and '70s, years crossed by the escape from the Rawson prison,
the Trelew Massacre and the Trelewazo of October 1972.
Keywords: Memory - History - Testimony - Narrative - Militancy
Introducción
En este artículo elaboro una serie de reflexiones a partir de una extensa entrevista
realizada a David Patricio Romero. Fueron tres sesiones, el 19, 26 y 29 de septiembre del
año 2020. Dada la situación de pandemia y el contexto de ASPO (Aislamiento Social
Preventivo Obligatorio) que regía en todo el país, dichas instancias fueron virtuales.
David Romero, mejor conocido como “el Oso”, fue un importante militante político y social
de Chubut. Vinculado históricamente a la tendencia peronista, fue defensor de presos
políticos y su actividad política pública integra un amplio arco temporal: al menos desde
1955 hasta su lamentable fallecimiento en 2021, que lo encontró en pleno accionar
militante a sus 83 años. Diversas instancias de ese recorrido, en especial las centradas en
la década del ’70, se encuentran muy bien descriptas en un reciente aporte de Murphy
(2022), artículo que puede complementarse con una visión más general sobre las
características de dicha etapa en la provincia de Chubut (Murphy y Carrizo 2021).
Sabiendo que la entrevista oral es una fuente histórica que se construye a partir de la
interacción entre el entrevistado, el entrevistador y el contexto en el que el testimonio ha
sido construido, se hace necesario especificar ese marco de referencia. Hablamos de dos
personas (entrevistado y entrevistador) que se conocían hace más de 20 años, con
reuniones políticas compartidas, acciones en común en la vida social y militante de la
región, participación en eventos por: la Fuga del penal de Rawson (Fernández Picolo
2015), el Trelewazo (Martínez 2009; Binder 2021a), la Masacre de Trelew (Pérez Álvarez
y Fernández Picolo 2016) o en reivindicación de figuras claves de la historia política
regional, como su compañero de lucha Mario Abel Amaya (Rosemberg 2020; Binder
2021b). Ambos crecieron en la misma región del noreste de Chubut (Patagonia argentina),
territorio articulado por una historia social y económica en común (Pérez Álvarez 2020),
al menos desde la colonización galesa iniciada en 1865 (Williams y Gavirati 2015).
Ello implicaba que existían toda una serie de códigos compartidos, de tramas de
sociabilidad regional que para el entrevistado no parecía necesario hacerlas explícitas, de
múltiples referencias comunes. Esa situación era aún más disfrutable ante una persona
como el Oso, que esgrimía un amplio bagaje de ironías, chistes y señas culturales para
formular sus recuerdos e ideas. Los chistes sobre lo que les había narrado a otros
entrevistadores, los comentarios sobre libros o artículos que habían intentado reconstruir
parte de las historias que él había vivenciado, fueron instancias más que interesantes.
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PARECE, LO NORMAL, LO DIFERENTE SON LOS OTROS”…
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Así, por ejemplo, el inicio de la charla surgió de su ‘sorpresa’ ante la falta de una biblioteca
visible tras el entrevistador en la imagen que él veía en su computadora, porque
“normalmente la gente para esto se pone en intelectual o lo pretende, entonces se pone de
espaldas a una bibliotecaalguna vez me pidieron el estudio para tener unos libros de
derecho, de esas colecciones antiguas que nunca se usan (risas)”. Había allí una broma
que, al mismo tiempo, le decía al entrevistador que no se pusiera en un rol
innecesariamente academicista para el intercambio que se iniciaría y que él, como
entrevistado, estaría atento y cuestionando esos posibles códigos.
En estas páginas buscaré, específicamente, recuperar diversas reflexiones que el Oso
formuló en estas charlas acerca de cómo pensar su recorrido personal, que él bien sabía
era tan solo una porción de una experiencia colectiva. Ese fino y complejo “límite entre lo
que tiene lugar fuera del narrador y lo que sucede dentro, entre lo que le concierne al
individuo y lo que le concierne al grupo” (Portelli 1991: 41) parece ser algo que Romero
comprendía muy bien, entrelazando su narrativa personal con el proceso general.
Intentaré mostrar cómo Romero construía su narrativa, su relato, que ubica a su vida
personal en un lugar determinado de la historia, como la intersección de múltiples
recorridos, a manera de un puente hacia otras figuras centrales del proceso regional y
nacional. El Oso utilizaba encuadres de la historia para diseñar sus representaciones,
construyendo contextualizaciones experienciales que bien sabía eran en un punto
intransmisibles (cómo afirma Kosseleck 2001), pero que podían intentar ser
comunicadas.
Una herramienta clave para intentar la difícil (o, quizás, imposible pero imprescindible)
tarea de transmitir las experiencias, es lo que Necoechea definió como imágenes narrativas
(2021). Para dicho autor se configuran como un esfuerzo consciente que los
testimoniantes realizan para buscar que la narración de sus recuerdos sea exitosamente
una comunicación, pretendiendo reconstruir, para quien escucha, el contexto vivencial
concreto en el que dichas experiencias fueron desarrolladas. Ya veremos cómo el Oso
utiliza dichos recursos en varias ocasiones, siendo consciente de la enorme dificultad que
conlleva describir un entero contexto histórico y personal a quien no conoció, en términos
de experiencia vital concreta, dichas situaciones. González (2023), también utiliza esta
noción para analizar los testimonios sobre la lucha estudiantil durante el “Cordobazo”.
En el análisis se trabajó con un compendio de herramientas propias del tratamiento de
fuentes orales (Portelli 2016; Passerini 1984), a partir de un testimonio recabado desde la
perspectiva de reconstruir una “historia de vida” (Veras 2010). Las sesiones fueron
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extensas, rastreando desde su nacimiento, la conformación de su familia, su infancia y
recorrido vital, intentando aproximarse a una revisión global acerca de cómo se fue
conformando su visión del mundo, la cual ordenó su accionar político y codificó su manera
de transmitir su historia. Su memoria está inextricablemente unida a la territorialidad de
Chubut; como plantea Jerry White, las historias de vida vinculadas a regiones específicas
son claves para quienes provienen de la clase trabajadora, ya que “la historia local es una
inquietud intensamente obrera” (1984: 130).
Es conocida la insistencia de Portelli (2018: 195) en la necesidad de comprender que las
fuentes orales surgen de un origen relacional, construidas en torno al vínculo que se
desarrolla a través de la entrevista. En este caso, de un lazo previo y un conocimiento de
ambos participantes surgido de la militancia (Pozzi 2016) compartida en diversos ámbitos
de la vida social de Trelew y Chubut. Esa dinámica se consolida aún más en la charla
compartida, generándose un entrecruzamiento de las diferentes perspectivas
incorporadas por ambos dialogantes en ese encuentro, con sus concepciones del mundo
basadas en las distintas temporalidades y experiencias vivenciadas que les otorgan a las
fuentes orales, en general, y a ese testimonio, en particular, una especificidad fundamental
(Pasquali 2014).
Su encuadre de “linaje”
Una de las operaciones narrativas que construye el Oso es realizar un encuadre de su
linaje. Su historia personal se presenta casi como una síntesis de la historia colectiva
provincial. Y, para ello, la referencia al origen de la colonia galesa es clave para el
imaginario regional (Jones 1981).
Además, en su propia historia familiar, se conforma también un sentido de unidad
territorial. La actual provincia de Chubut estuvo durante doce años (1943-1955) dividida
entre la gobernación militar de Comodoro Rivadavia y el resto del territorio (Barros y
Carrizo 2012). Una vez superada esa partición formal siguió existiendo una importante
fractura política y social, entre el sur y el noreste provincial y de ambas regiones con el
noroeste cordillerano.
La narración del Oso confirma una síntesis de lo “nacional” con lo galés, y su trayectoria
familiar integra esas tres áreas de la provincia, además de enmarcar un amplio arco
histórico:
Yo nací en Sarmiento, antes de que Sarmiento se separase del territorio de la
gobernación de Chubut, el 26 de marzo de 1938. Mi padre fue José Nicolás Romero,
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riojano, y mi madre se llamaba Ann Gwyn Mary Griffiths, es decir Ana Blanca María en
galés. A mis abuelos paternos no los conocí, mi viejo era hijo del soldado desconocido de
la patria. Él decía que sus padres o sus abuelos habían peleado a las órdenes de
Peñaloza, para darte un panorama, y llegó acá con la construcción de aquel tren que iba
entre Comodoro y Sarmiento. Ahí en Sarmiento conoció a mi madre que nació en
Corcovado; mi abuelo era David William Griffiths y fue uno de los fundadores de
Corcovado. Vino de Gales, pero no en el Mimosa
1
, sino que llegó cortando continente
desde Estados Unidos y allí, según los relatos de mi madre, vivió los últimos hechos de la
guerra civil norteamericana. Cuando vio ese ambiente se vino pasando antes por Brasil,
donde hizo una escala medio desgraciada porque quería juntar plata para llegar a la
colonia y quizás traer a sus padres y se subió a un barco que iba a África y al regreso se
dio cuenta que era un barco negrero, todavía en esos tiempos. Llega en 1875 a la colonia,
tenía una chacra, pero se va en 1885 a la cordillera con los rifleros como lo que
llamaban “marucho”, el tipo que cuidaba los caballos. Entonces cuando llega allá, el
comisario que era galés lo llamó y le dice ‘mirá, están entrando por Corcovado los
chilenos y si vos te animas no hay nadie’. Entonces cargó sus caballos y se fue para allá y
ahí se encontró con los chilenos y… ¿qué hicieron? Claro, se hicieron amigos, había
tiempo y estaban solos. Yo creo que la relación de los galeses con los pueblos originarios
acá tiene una explicación, se puede decir sociohistórica, ya que eran dos pueblos
desterrados de su propia patria.
Existe así un linaje que emparenta su recorrido con la historia regional (lo galés y hasta lo
bóer por la impronta de Sarmiento), con lo nacional, sintetizado en la figura mitificada del
Chacho Peñaloza. Allí también podemos encontrar una referencia que va fijando una
explicación de su militancia y la de su padre, una linealidad histórica que conecta esas
luchas de las montoneras federales con quienes en el siglo XX volvieron a presentarse
como emblemas de esa supuesta representación de lo popular.
Hasta allí su linaje parece construido, pero falta una referencia clave: su origen de clase. Y
es allí donde, en solo unas pinceladas, nuestro narrador se identifica, desde su origen,
como parte de esa clase obrera con la que siempre referenciaría su participación política:
Ahí nació mi vieja en 1910 y después su padre murió muy chica y ella tuvo que trabajar
desde muy temprano. Mi padre fue trabajador en la estación de tren de Sarmiento y lo
trasladaron a Comodoro como jefe de estación y después se jubiló, fue uno de las
primeras jubilaciones que me parece que hubo acá y nos vinimos a Trelew.
Un trabajador, con derechos sociales plenos, que consigue la jubilación y completa el
recorrido familiar entre cordillera, sur y noreste del territorio.
Su linaje militante: la generación como clave
1
Barco en el que llegó el primer contingente importante de migrantes galeses a la Patagonia, el 28 de julio de
1865 (Jones 1983).
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En trabajos previos (Pérez Álvarez 2022) he destacado que en muchos testimonios se
observa a la transmisión generacional como un componente clave para explicar el origen
de la acción militante. Particularmente esto se registra en familias donde ya existía una
militancia política y eso parece transferirse a los hijos u otros familiares como si fuese una
herencia genética.
La referencia típica expresa la idea de provenir de ‘una familia de lucha’ o ‘de militancia’, y
por ello haber heredado ese mandato, cual un legado imposible de rechazar. Entre muchos
militantes esto se expresa como una legitimación de sus acciones, en narraciones
biográficas donde la acción política aparece como parte intrínseca de sus vidas, desde su
infancia, en especial entre quienes construyen memorias ‘encuadradas’ (Pollak 2006).
En este caso exploro la transmisión generacional en el relato familiar del Oso, pero
también puede observarse cómo ello actúa entre militantes de distintas edades (Schulze
2020; Pérez 2001). Muchos testimonios evidencian la relevancia de la memoria colectiva
intergeneracional para construir la visión del mundo que quien nos narra su historia fue
desarrollando. Así lo describe el Oso, lamentando no haber estado aún más atento para
conservar esas memorias y cumplir lo que, evidentemente, sentía como un ‘deber de
memoria’ (Levi 2006):
Hay cosas igual de esa historia que tengo desdibujadas, la que intentó varias veces
contarme esta historia fue mi madre, pero yo tenía muchas cosas… Estaba muy apurado
por muchas cosas que debía hacer y cómo los padres no se mueren nunca Gonzalo, aquí
estamos otra vez con la ignorancia a cuestas y con la culpa también, esa culpabilidad de
en vez de haber escuchado…
Bueno, mi viejo siempre estuvo en política, originariamente era yrigoyenista, del Peludo.
Entonces cuando llega el peronismo, él se embarca directamente desde el primer
momento, ya estábamos acá en Trelew. Yo me acuerdo de haber acompañado a mi viejo,
cuando tendría diez años, a afiliar al Partido Justicialista porque en la elección del 46
Perón no fue con el partido justicialista sino con el laborista de Cipriano Reyes y otros. Y
luego estuvo la disputa por el movimiento y ahí se armó el Partido Justicialista: de ahí en
adelante siempre fuimos militantes en casa.
El Oso reafirma la inscripción de su linaje militante en la tradición populista nacional que
imaginariamente identifica un lineamiento entre caudillos federales, Yrigoyen y Perón.
Además, se entristece por no haber sido más fiel a la transmisión generacional que su
madre le demandaba. Y lo más interesante es su comprensión de la militancia como algo
heredado y colectivo: la acción política surge de un nosotros familiar. Así también lo
recupera en otro fragmento de su testimonio:
Yo me acuerdo cuando murió Eva Perón que dieron diez días de duelo y durante diez
días en mi casa no se escuchó la radio. Esto me parece importante para dar una
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PARECE, LO NORMAL, LO DIFERENTE SON LOS OTROS”…
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contextualización de lo que era el peronismo para una parte de nuestra sociedad. Y
después vino el golpe, que lo sufrió mucho mi padre, hasta se enfermó. Y ahí supimos
organizar una huelga en medio de la dictadura, en octubre de 1955 porque intervinieron
el Colegio Nacional y lo echaron al rector que en ese momento estaba.
Es bien interesante que su militancia personal, por primera vez autónoma, se inicie
cuando su padre se enfermó tras la derrota del golpe. Allí, con el cierre del peronismo
“clásico”, parece terminar el ciclo de su padre y comenzar el propio. Y en dos
oportunidades aparece una intención de contextualizar, de transmitir un marco histórico y
referencial que él sabía era difícil de aprehender en su especificidad por el entrevistador:
Yo por suerte le hice caso a mi vieja y fui al Colegio Nacional, que nos permitió educarnos
y lograr un nivel civilizatorio que era difícil en el Trelew de esa época…La
contextualización es imposible transmitirla, es muy difícil explicarles a ustedes cómo era
vivir en Trelew para un adolescente en esa época.
Allí, entonces, queda claro un aspecto que no era compartido entre ambos participantes de
la charla: la generación los distanciaba y eso creaba un hiato que separaba las experiencias
y las hacía cuasi incomparables. Ese rasgo, tan clave para el Oso en la
construcción/justificación narrativa de su trayectoria militante generaba una distancia
que hacía, a algunos de los procesos vivenciados, arduos hasta de ser explicados.
Su historia como parte de la historia regional
Otro formato narrativo tradicionalmente desarrollado por quienes tuvieron una vida con
cierto nivel de exposición social, especialmente entre los varones, es construirla a partir de
hitos marcados por la historia general del país. Así, su recorrido personal se conforma
como una parte de ese relato colectivo; entre las mujeres, en cambio, los hitos tienden a
ser los momentos de quiebre familiar, un nacimiento, una enfermedad grave, un
fallecimiento (Gatica 2000). Es parte de la generización de la experiencia, donde lo
supuestamente público parece propio de lo masculino, y lo formalmente privado de la
femineidad (Pateman 1996; Lerussi 2014; Collin 1994)
2
.
2
Algo que parece profundizarse en/para Patagonia: “La hipótesis general es que una mirada androcéntrica
pobló los relatos sobre Patagonia a partir de una distinción generizada. Mientras que los sujetos
masculinizados vehiculizan la narración como constructores de territorio a partir de ideas, convicciones o
luchas económicas en el mismo; los sujetos feminizados aparecen o bien como objetos a disputarse, como
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Cuando habla de la militancia de su padre destaca que: “Él en ese tiempo nunca fue
funcionario ni nada. También porque Chubut era territorio todavía, lo que se elegía por ahí
eran diputados nacionales, lo demás eran todos interventores, comisionados”. El cambio
ocurre justamente en el año que él empieza a resaltar con cierta actividad política propia,
cuando en el 55 se creó la provincia de Chubut reconociendo los antiguos límites, lo cual
creo que fue un error porque la parte sur de Chubut y la norte de Santa Cruz tienen mucho
más vínculo. Es relevante, porque fuimos provincia por decreto, sin debates”.
Su historia de militancia coincide con la creación de la provincia, que ya nació en un marco
de tensiones regionales y sentimientos encontrados por el autoritarismo constante del
Estado central sobre la realidad patagónica. Eso se agravó tras el golpe de Estado contra
Perón, cuando: empezó el tema de la resistencia. Yo me fui justo a estudiar afuera
entonces la resistencia acá no la pude ver, pero un poco mi madre me solía contar”.
Reseña allí diversos hechos de resistencia (Melón Pirro 2018), en muchos casos teñidos de
cierta gracia o pintoresquismo (Mases 2004), por la intención de realizar grandes acciones
sin ningún recurso, las cuáles solían terminar en anécdotas muy recordadas, y casi
siempre reinventadas, en las narrativas populares de Patagonia (Pérez Álvarez 2021):
desde las acciones callejeras en Trelew tras asados donde “los muchachos tomaban de
todo menos agua”, o el proyecto para ajusticiar a Rojas en Esquel o la intención de volar el
gasoducto entre Buenos Aires y Comodoro Rivadavia. De esa estirpe era el Oso, y allí
inscribía su recorrido militante, en un puente generacional permanente con su padre y en
el diálogo constante con la historia regional.
Por allí termina la historia de su padre y se inicia la propia, conectando su testimonio con
charlas previamente tenidas con el entrevistador:
Eso era mi viejo, por supuesto estaba en todas las campañas electorales, llegó a ser
diputado de la primera cámara de acá de 1957-58. Estaba como suplente por el Partido
Popular… mirá, me acuerdo que una vez me dijiste que pasaste por la calle Gales y
miraste algún cartel, esa era la casa de mis viejos, la que dice Unión Popular. Es una
especie de entrada de autos, en el cual estaba todo descubierto, entonces vinieron los
muchachos a pintar, a pulmón claro.
Su rol político como parte de su historia de vida
En su narración prácticamente no parecen haber cortes ni rupturas, siendo el rol político
que asume parte necesaria, ineludible, de su historia de vida. Es su pasado el que
prácticamente determina su futuro, y sus vínculos personales los que lo condicionan. El
desestabilizantes o vehiculizando la narración desde sensibilidades, pasiones, afectos e intereses personales”
(Escobar 2023: 1).
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Oso fue, primero, el hijo del viejo Romero, y luego el amigo del ‘petiso’ Abel Amaya. Esa
narrativa es un modo de explicar o justificar su militancia, y, a la vez, una manera de eludir
una construcción mitificada de su propio recorrido:
Yo tardé en recibirme más de lo que debía haber tardado por la lucha que tuvimos. Allá
me junté con el petiso Amaya, por más que era peronista me junté ahí con los
reformistas. Actuamos aen Córdoba en la lucha de la laica y la libre, yo en el 58 me
quedé asombrado de cómo se peleaba en las calles. Amaya había llegado un año antes
que yo a Córdoba, por eso enseguida coordine con él.
Como si fuese algo ‘natural’, el Oso presenta un relato que pone la iniciativa más en Amaya
que en su propia figura. Algo semejante hará luego, con referencia a su padre, en este otro
fragmento:
Llegué entonces a Trelew en el 65 ya recibido, estaba Illia y entré en el Departamento
Provincial de Trabajo como asesor. Ya en el 66 cae Illia y en el 68-69 llega acá el mayor
Alberte, era el delegado nacional del movimiento (…) En el 69 los compañeros se juntan
y me invitan porque yo era el hijo del viejo Romero, ni me preguntaban si era peronista.
Por supuesto me fui a la reunión que era en una casa de dos pisos en la calle Mitre entre
9 de Julio y 25 de mayo, y en la parte de arriba nos juntamos unas 30 personas. Como de
costumbre, los compañeros estaban peleados entre ellos, sino cómo va a ser el
movimiento (risas). Y se empieza discutir quien sería el delegado acá y uno dice ‘yo
propongo al hijo del viejo Romero’, hubo discusión y cuando las aguas se calmaron me
nombraron. Ya estaban los militares y, claro, me echaron del Departamento de Trabajo.
Ahí entré a organizar, me moví bastante en el Valle, Puerto Madryn y demás, porque
también habían elegido otros delegados provinciales.
3
Su narrativa ubica su asunción como delegado provincial del Movimiento Justicialista, a los
31 años, como una herencia de la militancia familiar. Es una manera de construir un relato
modesto, donde su figura personal y sus capacidades como militante ni siquiera se
reseñan; a la vez es un modo de inscribirse en una narrativa de pueblo, donde lo
generacional/familiar se constituye como una clave fundamental para comprender los
recorridos, aparentemente, personales.
Balances de esa historia
3
Murphy (2021), reseña que: “Chubut tuvo la particularidad de que tenía tres delegados, uno por cada región
de la provincia: por la costa y valle, el Secretario y Delegado fue David P. Romero; por la región cordillerana,
Benito Fernández y por Comodoro Rivadavia, Ramón Lorenzo” (p. 97). Esa situación refleja la resaltada
fragmentación de la provincia entre sus principales regiones (noreste, sureste y cordillera).
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El Oso también fue realizando en su testimonio diversos balances, repensando algunas
prácticas políticas desde el presente que al momento de la entrevista transitaba. Como ya
se destacó, Romero era un activo cuadro político a sus 81 años, a quién los procesos
sociales vivenciados en los últimos años le habían impactado directamente. Así es que, por
ejemplo, revisa las diversas identidades políticas en pugna en esos procesos:
En el tiempo de la resistencia, de las proscripciones, había un dirigente, Francisco
Sánchez, que venía desde los sectores obreros. Yo no cómo no hay otros recuerdos de
él a pesar que mi viejo estaba peleado, pero después del 55 la pasó mal, era en ese
momento de La Loma ya cuando Trelew apenas llegaba más allá de la Colombia. Era de
los compañeros pobres digamos y por eso quizás no se lo recuerda tanto.
En su recuerdo es claro cómo la noción de identidad política se complejiza con la de clase,
evidenciando que la sola adscripción por un partido no definía la totalidad de
entrecruzamientos que explican el sostenimiento de ciertas memorias y la construcción de
otros olvidos. Y también se revisan las prácticas autoritarias, en clave de autocrítica:
Amaya siempre fue radical, claro, siempre. En ese momento del peronismo decir alguien
radical en el colegio, era decir el petiso Amaya. Los padres la pasaron muy mal porque
había sectores del peronismo que eran muy jodidos, también persiguieron, no a los
niveles de 76 ni lo que ellos hicieron después del 55, pero yo lo recuerdo.
Desde ese presente el Oso revisaba el pasado, repensando y evaluando su práctica en la
huelga estudiantil de 1955 desde una clave de género que claramente antes no era una
parte de sus preocupaciones militantes:
Vos sabes que hace no mucho, en unos manuscritos de Oscar Jones, que era compañero
nuestro y que me los acercó, leí que en ese momento se habían aproximado dos mujeres a
la comisión que estábamos armando para organizar la huelga. Una era Zulema Aidar y
la otra no recuerdo bien el nombre. Y nos cuestionaron porqué nos reuníamos sólo los
varones y no había ninguna mujer. Fíjate que en 1955 nos hicieron ese cuestionamiento,
que en esa época ni se nos pasaba por la cabeza. Y cuando lo leí pensaba ¡qué lástima no
haberlo visto antes, no habernos dado cuenta de esas cosas, de cómo no dábamos
participación!
La marea feminista de los últimos años ha replanteado el protagonismo de las mujeres en
la historia, y esto hacía que un histórico militante como el Oso revisase autocríticamente
parte de su accionar. Otra muestra de cómo el testimonio, al igual que la historia misma,
siempre se construye revisando el pasado a partir de las preguntas y problemas
planteados por el presente (Fontana 1982) y de cara a los horizontes de futuro que cada
sociedad y militante se plantea (Pérez Álvarez 2018).
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El tiempo se condensa
Siguiendo aquella idea leninista de que ‘Hay décadas en las que no pasa nada, y hay
semanas en las que pasan décadas’, Romero destaca que la historia regional se condensó y
aceleró a partir del traslado a la cárcel de Rawson de los presos políticos del Cordobazo:
“Empezó otra inserción de Chubut en el tema nacional a partir de que llegan los presos
políticos, los primeros que entran es la gente del Cordobazo encabezados por Tosco, que
nosotros lo habíamos conocido también con Amaya en Córdoba”.
Esto se profundizó con el envío masivo de los presos políticos provenientes de las
organizaciones político-militares, que empezó hacia 1971. Eso dinamizó el debate político
en la región, generando una fructífera síntesis de distintas miradas y experiencias. El Oso,
irónicamente, destaca que:
Fueron claves las visitas a la cárcel. Esa fue una decisión, pero brillante de los milicos,
trajeron a todas las conducciones presas juntas acá. Podrían haber mandado una a cada
extremo del país… Yo conocí a Santucho en las reuniones que eran colectivas, conocí a
Marcos Osatinsky, un gran cuadro igualmente de las FAR. Ahí nos fuimos formando y
conociendo.
Esa dinámica se emparenta de manera estricta con lo que ya estaba sucediendo
regionalmente. La llegada de los presos no ‘despierta’ a nadie que estaba dormido en esta
Patagonia (como algunas miradas externas a la región tendieron a presuponer), pero
condensa procesos y acelera los tiempos. En la coyuntura del Cordobazo ya venían
sucediendo muchos hechos de conflictividad y se desarrollaban procesos organizativos en
la región (Binder 2012), y eso también se observa en el testimonio del Oso:
En el 68 o 69 empieza la actividad de organización acá, visitando distintos referentes
sobre todo en Trelew, con gente del movimiento obrero, con los textiles que en ese
momento recién se entraba a hacer el parque industrial (…) pero la situación se agitó
cuando llegaron los presos y sobre todo Tosco. Como te decía, Amaya y yo ya lo
conocíamos de la Federación Universitaria de Córdoba y fuimos a verlo a la cárcel.
Esta dinámica organizativa se profundiza luego de 1972, aún en medio de la vertiginosa
sucesión de hechos vivenciados en esa etapa, tanto a nivel nacional como (quizás
especialmente) en esta región. Ya en 1973 la campaña electoral estaba lanzada (para
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conocer sus pormenores remitimos al ya citado artículo de Murphy 2022), y como parte de
ese contexto Romero recordaba que:
Se metió en la campaña el vínculo con los presos políticos y una carta de Atilio López que
me mandó agradeciendo lo que nosotros habíamos realizado con la gente. Y hoy veo que
hay algunas situaciones que están narradas solamente por el hecho épico de la fuga, lo
cual esbien, pero lo que nosotros habíamos aportado al movimiento acá en general
está poco contextualizado. Es más, pienso que si le hubiesen dado la construcción de
afuera a la juventud de acá no ocurría lo que sucedió después
4
. La campaña se atravesó
también con todo eso, en el Hotel Provincial habíamos ido a almorzar junto con Ortega
Peña, otros abogados de la gremial, Solari
5
, veníamos del Juzgado Federal. Es decir,
estábamos construyendo el partido al mismo tiempo que atendiendo a la gente que
venía, era todo un ejercicio de terapia intensiva del conocimiento, de aprender lo que
pasaba en Argentina.
Tiempos que se condensaban, acelerando prácticas y procesos:
Teníamos una casa en la calle 28 de julio, que nos permitía traer gente, era muy
espaciosa y llegaban ahí los micros. Una vez baja una referente de Córdoba gritando
‘Oso, la revolución está en marcha’. Era una de las que en los ‘60 nos echaba de la
Facultad gritando a la Facultad venimos a estudiar’, y con eso nos ganaban las
elecciones. Yo la miraba y no entendía nada, claro, imagina un tipo de derecha viene y te
dice ‘Gonzalo vamos a hacer la revolución’ (risas). Esto es para intentar decirte la
contextualización en la cual estábamos. Y era genuina, fue una persona que luego la
pasó muy mal.
Así sintetiza Romero esa verdadera montaña rusa política que fue ese año entre marzo de
1972 y marzo de 1973: “Aquella campaña fue muy dura, arrancamos formando el partido
en el 72, con los presos, la fuga, la masacre, la encanada de octubre, así todo el 72. El 17 de
noviembre vuelve Perón y en marzo de 1973 estábamos votando… Imagínate”.
Las rupturas de la historia
En esa acelerada praxis política organizativa es donde se alumbraban nuevos sentidos de
la historia. Y es allí cuando Romero desata algunas de sus reflexiones más interesantes.
Una de ellas tiene que ver con Amaya (“el petiso”, para el Oso), y la necesidad de
trascender la idea de un roe o de una estatua de bronce, sin dejar de ensalzar su rol
4
Se refería, entiende el entrevistador en base a charlas previas, al trágico error en la fuga del penal de Rawson,
cuando el grupo externo que debía buscar a los presos evadidos no lograron cumplir con su tarea. Ello devino
en la posterior detención de 19 de esos militantes, quienes una semana después fueron masacrados por la
armada en su base aeronaval ubicada en la ciudad de Trelew.
5
Hipólito Solari Yrigoyen, militante radical, fue abogado de presos políticos y senador nacional por la UCR
representando a la provincia del Chubut.
UNA VIDA EXCEPCIONALMENTE ‘NORMAL’: “LO TUYO ES, O TE
PARECE, LO NORMAL, LO DIFERENTE SON LOS OTROS”…
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como figura clave de la historia política nacional. Y, siempre, en diálogo con quien lo
entrevistaba:
A vos te va a pasar seguro cuando seas un poco más maduro, más veterano, que hay
ciertos personajes que significaron tanto en tu vida y que te emocionan, te generan una
subjetividad en la cual yo estoy incluido en este tema, pero el petiso era indudablemente
un tipo que es de lo más increíble de la historia. Él no podía dejar de ser docente, iba a
dar clases a Dolavon cuando había camino de tierra. O en el Colegio Nacional que iba a
la nocturna en la cual terminaban tres tipos. Los alumnos lo querían mucho. Y
terminaba a la noche y se iba a los cabarutes que había allá a la vuelta del colegio… ese
también era Amaya, que nadie lo ponga en ningún bronce de tipo moral.
La historia es construida por personas de carne y hueso, con vivencias a ras del suelo que
fueron claves para conformar su recorrido vital. Y es ese complejo entramado, que articula
dimensiones aparentemente contradictorias de su acontecer, lo que constituye los
procesos que debemos reconstruir como historiadores. Enaltecer una persona a límites no
realistas es, según Romero, desdibujar la experiencia concreta, eso que parece cuasi
imposible de transmitir pero que necesitamos intentar comunicar:
A mí cuando te elevan tanto una figura no me gusta. Además, cuando se eleva a los viejos
militantes o a esos militantes históricos a una altura supuestamente ideal a veces lo que
se limita es la experiencia concreta. Eso es lo que vos vas a estar contando, o tratando de
transmitir; y aparte el personaje te come, claro, y ese es otro riesgo.
Hay algo, también, de autorreflexión del Oso en este análisis, en ese no querer que ‘el
personaje te coma’. Él era hace años una referencia indiscutible sobre las luchas sociales
de la región, un sobreviviente de la dictadura y un emblema de quienes habían defendido a
los presos políticos, superando detenciones y atentados de la triple A. Romero intenta
pensar cómo él fue parte de eso en tanto porción de una dinámica colectiva, que tuvo
mucho que ver con dimensiones específicamente regionales/locales, sin desconocer las ya
referidas articulaciones con el proceso histórico nacional. ¿Cómo él podía explicar su
historia, sus decisiones aparentemente personales, pero que en verdad eran parte de una
voluntad social?:
Me pongo a pensar sobre la conexión que se dio, en cuanto a las reacciones que se
producen en las sociedades, en las comunidades, digamos... O en los pueblos... Porque
cuando sucedió la huelga del Colegio Nacional, ahí prácticamente eso se dio en el
término de una semana. Y si pienso cómo explicártelo se me complica, porque eso me
hace acordar a la reacción que se produce cuando se generó lo de octubre del 72.
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Así buscaba explicar ese comportamiento de las comunidades, cuando lo colectivo se eleva
por sobre toda individualidad. El ‘todos a una’ de la Fuenteovejuna de Lope de Vega, eso
que parece incomprensible para el observador externo (Scott 2000), pero que está
revestido de una absoluta lógica para quien lo vivencia en el día a día de esa comunidad.
Así, por ejemplo, sintetizaba el Oso su recuerdo sobre lo sucedido el famoso 11 de octubre
de 1972, el comienzo del ‘Trelewazo’:
Nosotros estábamos conversando, con ‘la inteligencia política’ en un local... Cuando viene
alguien y nos dice, ‘Che, tomaron el Teatro Español’... Ah, bueno, vamos para allá... Me
interesa pensar cómo se produce una reacción individual, personal, en forma separada y
que se da al mismo tiempo y producen los estallidos sociales. Yo tomo el tema de aquel
hecho del 55 y el de octubre del 72.
Son esos momentos de quiebre de la historia, donde los procesos socioeconómicos
parecen irrumpir y transformar de la noche a la mañana toda la realidad. En esos hitos
cada sujeto, en tanto individuo, es apenas una gota del caudal, sin saber bien qué significa
aquello que está protagonizando, o por lo cual quizás hasta se está jugando su vida. La
narración posterior muchas veces ordena eso, suponiendo un conocimiento total de las
causas y consecuencias del propio accionar que era absolutamente inviable en esa
vertiginosa realidad. Esa falseada explicación/justificación, que casi siempre pretende
legitimar y enaltecer el propio accionar, es lo que el Oso parece esquivar
permanentemente en su testimonio. Él se muestra como parte de esa transformación, pero
valiente y honestamente reconocía que ni siquiera era consciente de algunas de sus causas
estructurales:
Ese proceso de cambio, de transformación de Trelew, no lo veíamos, quizás porque
estábamos obsesionados con la lucha contra la dictadura. En Trelew no llegábamos a 10,
11.000 personas en el censo del 60, y ya en el 70 después éramos 26.000. Hay una
transformación grande, pero cuando estás adentro no te das cuenta.
Hacia el futuro y a modo de cierre
Andrea.- (En voz alta) ¡Pobre del país que no tiene héroes!
Galileo.- No. Pobre del país que necesita héroes.
Bertolt Brecht, Vida de Galileo, 1938-1939
Busqué en este artículo desarrollar parte de la experiencia personal de David Patricio
Romero, recuperando especialmente sus reflexiones y análisis. El Oso construyó un
testimonio que revisa su propia praxis, conociendo muchos de los procesos (¿trampas? o
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PARECE, LO NORMAL, LO DIFERENTE SON LOS OTROS”…
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¿laberintos?) que la memoria suele desarrollar cuando desde el presente se revisa el
propio pasado… y más aún cuando dicha operación se realiza de cara hacia el futuro,
pensando en posibles y necesarios caminos de transformación social.
Él, por ejemplo, repiensa cómo era esa Argentina de los ‘60s y ‘70s, sabiendo que no todo
pasado fue mejor, como tampoco lo será todo futuro (Benjamin 2007) y cuál era la
realidad que al momento de la entrevista nos tocaba transcurrir:
Argentina era una sociedad mucho más igualitaria, el que más guita tenía vivía un poco
un poco mejor que todos nosotros, había una expresión igualitaria del desarrollo. Era
una sociedad mejor en eso, pero mucho más brutal en otras cosas, en la violencia de
género, que ni nos dábamos cuenta de los horrores que sucedían, o los chicos con algún
retraso que los encerraban. Era una sociedad que parecía mejor pero que de alguna
manera escondía esas cosas tan terribles. Por eso yo no soy nostálgico, hay que construir
algo nuevo, que retome esa sociedad mucho más igualitaria pero que no tenga esas
prácticas tan horribles, y en eso la sociedad sí que ha cambiado para mejor.
Romero parece consciente, a lo largo de todo su testimonio, de que sus recuerdos eran
parte de una memoria colectiva (Halbwachs 1995), y que la misma puede estar construida
en base a lo que ciertos autores nominan como una “novela memorial” (Robin 1989;
González 2023). Pero se rebela contra ello, intentando destruir toda narración
sobredimensionada de los procesos vivenciados. Así es que se niega a construir la figura
del héroe
6
, riéndose (con mucha ironía y cierto ‘humor negro’) de que él también podría
haber sido recordado como tal si le tocaba ser gobernador en 1973 y, por lo tanto,
destituido en 1976: “Benito
7
me gana por poco, dos tipos para un lado y dos tipos para el
otro. Menos mal, porque por otro lado seguramente hoy no estaríamos hablando, en este
momento calculo que alguna calle de Trelew tendría mi nombre (risas)”.
Romero le escapa conscientemente a edificar esa referencia con respecto a su propia
historia, y busca hacerlo también con relación a Amaya; sin embargo, allí su subjetividad y
emoción van más allá de su intención. Aún sin quererlo es evidente la admiración que lo
embarga en cada ocasión en que cita las actitudes y valentía de ‘el petiso’. Como en otros
fragmentos de su testimonio, allí opera el desarrollo de ciertos rasgos propios de una
6
Para un abordaje de la construcción del ‘héroe’, ver Portelli 1989.
7
Benito Fernández le ganó a Romero la elección de congresales para determinar quién sería el candidato a
gobernador de Chubut representando al Frente Justicialista de Liberación en 1973. Fue destituido en 1976 por
la dictadura militar iniciada en dicho año. Romero fue candidato por el Partido Revolucionario Cristiano,
representando al ala más combativa y finalizando en cuarto lugar con un 10,5% (el FreJuLi fue primera fuerza,
con el 29,7%). En el balotaje el PRC apoyó al FreJuLi, que llegó al 55,7% de los votos (ver
https://web.archive.org/web/20150610225425/http://www.elpatagonico.net/nota/92383/).
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figura mítica
8
y la recurrencia a la formulación de imágenes narrativas (Guimarães Neto y
Pereira 2019), buscando lograr una mayor profundidad descriptiva, una manera de
“convertir las imágenes en recuerdos comunicables” (González 2023: 2).
¿Por qué el Oso intenta escaparle a la figura de lo heroico, tanto para él como para su
amigo Amaya? Quizás porque sabía que esa imagen está inextricablemente unida a la idea
del sacrificio, de la muerte. El héroe genera un quiebre en el tiempo, una ruptura, pero ella
aparece directamente vinculada a su fallecimiento. Dice Colombres que “para producir un
verdadero cambio de paradigma, sin retorno posible al anterior, el héroe debe morir”
(2018: 70). El Oso parece decirnos que no es necesario morir, que en todo caso eso es un
riesgo implícito en la acción política transformadora, pero que nuestro accionar debe
hacer todo lo posible por evitarlo. Hay que tratar de seguir viviendo, sabiendo que cada
experiencia personal es única, aun cuando sea parte de un colectivo social:
Por ahí, lo que pasa es que vos tomas tu experiencia personal y yo te puedo decir que es
la historia que tenemos o no qué cosa, pero... Lo tuyo es, o te parece, lo normal, lo
diferente son los otros 6 mil millones o 7 mil millones que existen en el mundo.
Una última coda. Fueron tres las sesiones de charlas realizadas y aún había mucho por
conversar, conocer, escuchar. Sin embargo, el autor de este artículo decidió que ya era
suficiente. ¿La razón? La tristeza que el Oso expresaba ante lo que él se reprochaba como
‘olvidos’, algo que desde su mirada parecía ser imperdonable: “Me parece que pasa el
tiempo y yo voy olvidando cosas, me doy cuenta cómo me estoy poniendo viejo y son cosas
que no me las voy a perdonar”.
Es que se trata de intentar seguir viviendo, para continuar transformando. Y de recordar,
siempre, para mantener vivo lo que antes se fue o a quienes nos arrebataron. En eso
estuvo la praxis de David Patricio Romero, hasta el último momento de su vida.
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8
Portelli resalta que la elaboración de figuras míticas en los testimonios son aspectos claves para comprender
cómo esos hechos fueron recepcionados y comprendidos por quienes los protagonizaron, así cómo para
entender la manera en que se evoca su recuerdo; esa formulación, para que sea “aceptada, debe ser, al menos
en parte, auténtica” (Portelli 2010:156)
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FECHA DE RECEPCIÓN: 11/03/2024
FECHA DE ACEPTACIÓN: 23/07/2024