VEsC - Año 12 - Número 22 - 2021: 9-21 11 https://revistas.unc.edu.ar/index.php/vesc/workflow/index/32114/5
tesis, lo que da cuenta del auge y la preocupación en la comunidad científica y académica a nivel global
por el estudio del fenómeno.
Respecto de lo anterior, la UNESCO ha desarrollado una serie de acciones y recomendaciones
para incluir las TIC en los niveles básico, medio y superior, tal como se manifiesta en la Declaración
Mundial sobre la Educación Superior en el siglo XXI (UNESCO, 1998) que convoca a 1) constituir
redes tecnológicas, 2) crear nuevos entornos pedagógicos, 3) aprovechar las TIC con fines educativos,
4) adaptar las tecnologías a los sistemas escolares, 5) garantizar el conocimiento de forma equitativa
y 6) transformar las IES para que contribuyan a modernizar los sistemas regionales de desarrollo.
El World Economic Forum (2016) propone diez habilidades que los individuos deben
desarrollar para afrontar los retos de la llamada cuarta revolución industrial, entre las que se destaca
la adaptabilidad a los cambios constantes de tecnología propios de cada disciplina y que se conceda la
interconectividad de información para una mayor productividad laboral.
En México no existe, como tal, un plan nacional para la inclusión de las TIC en la Educación
Superior, sin embargo, las IES realizan esfuerzos para incorporarlas dentro de sus sistemas de
gobierno, por ejemplo, de acuerdo con la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones
de Educación Superior (ANUIES), para el año 2018 los centros educativos del nivel terciario
aumentaron en un 12% su inversión en TIC (infraestructura, equipo, banda ancha, software, etc.).
Señala la Asociación: “las universidades deben diseñar sus líneas estratégicas futuras, implementar
buenas prácticas y establecer estructuras y políticas de gobierno en TIC que les permitan avanzar
hacia su transformación digital” (ANUIES, 2018: 253-254).
La inclusión de la tecnología en los procesos educativos va más allá de dotar a las instituciones de
infraestructura física y cobertura, conlleva retos para transitar de los escenarios educativos tradicionales
a espacios de enseñanza-aprendizaje integrales que involucren a los diversos actores sociales, tal como
argumentan Ertmer, Ottenbreit-Leftwich, Sadik, Sendurur & Sendurur (2012), quienes proponen tres
aspectos principales para la integración de las TIC: 1) factores externos, relacionados a infraestructura
(software y hardware), 2) internos, formación profesional, habilitación docente y habilidades; y 3)
creencias para incorporar la tecnología y percepción del proceso.
Para Keengwe & Bhargava (2013), la integración de la tecnología digital en la educación, sobre
todo la móvil, requiere cambios socioculturales importantes; por ejemplo, una reflexión sobre
los círculos de socialización de los sujetos, la posibilidad y pertinencia de generar una cultura de
entretenimiento y establecerse como un vehículo de comunicación entre las nuevas generaciones,
además de incluir temas éticos, políticos y económicos.
Ferrés-Prats, Aguaded-Gómez & García-Matilla (2012) sostienen que el uso de la tecnología en
el ámbito de la educación formal y no formal no garantiza una cultura participativa, ni la intensidad
de la participación, pero ubica a los sujetos en el umbral de potencialidades informativas y de gestión
del nuevo ecosistema tecnológico y comunicativo. Es decir, si bien el uso de la tecnología en distintos
espacios escolares puede favorecer o mediar aprendizajes, su utilización no es la única solución a los
problemas socioeducativos presentes, sobre todo, en países no desarrollados.
Lo dicho se refleja en estudios recientes de la OCDE (2015) en los que no se vislumbran relaciones
directas entre inversión en tecnología educativa y mejores resultados en lectura, matemáticas o
Fundamentos e InvestigaciónJosé Alejandro Lara Rivera y Abel Antonio Grijalva Verdugo