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  • Habitar lo común. Formas en que la extensión universitaria toma presencia desde haceres entramados
    Vol. 11 Núm. 17 (2024)

    Hacer referencia al habitar y a lo común nos abre a un abanico de posibilidades tanto de perspectivas teórico-metodológicas como de quehaceres vinculados con la extensión universitaria. Combinar ambos en un habitar lo común nos convoca a hacer lugar también a los entramados de encuentros y desencuentros en las maneras de entender lo que concebimos como extensión y las líneas de pensamiento-acción desde las que tejemos nuestra posicionalidad junto con otrxs. En esta línea, el presente dossier invita al envío de contribuciones para las diversas secciones de la revista (artículos, debates audiovisuales, relatos de experiencias, reseñas y conversaciones) que desde variadas narrativas apunten a la manera en que el habitar y lo común es definido, co-definido y redefinido por colectivos diversos -ambientalistas, socioterritoriales indígenas, feministas, transfeministas, movimientos LGBTIQA+, campesinos, barriales, vecinales, entre otros- desde el hacer cotidiano, desde sus encuentros e interpelaciones con actores variadxs, así como en los encuentros e interpelaciones de los propios equipos extensionistas en las articulaciones, los vínculos que se crean y las labores colaborativas que tienen lugar. Reconocemos diversas tradiciones críticas que han contribuido a la interpretación y la producción de lo común en nuestros contextos (Fanon, Freire, Arguedas, Fals Borda, Zibechi, Esteva, Gutierrez Aguilar, Navarro, Linsalata, Tzul Tzul, entre muchxs otrxs). También a pensadorxs (Lefebvre, Latour, Hobsbawm, Massey, Ingold, Holloway, Fisher, Colquhoun, Fernández-Savater, entre otrxs) que desde lo que proponen iluminan y posibilitan realizar cruces, diálogos y articulaciones entre pensamientos, prácticas e imaginaciones en torno a lo común y comunitario. Como Linsalata (2018), comprendemos que lo común no es una cosa o un bien, sino que es un hacer, una actividad, una acción política desde la cual se generan vínculos, lazos solidarios, cooperación y un hacer colectivo que permite enfrentar las (in)justicias territoriales, las necesidades, las dificultades, creando maneras otras de habitar, de organización, de autodeterminación, de ser y estar en el mundo en constante creación, enlazando variadas y pluriversas espacialidades, temporalidades y personas-colectivos que apuestan a un hacer conjunto y, que como tal, se vuelve transformador del presente y provocador de otros futuros. En consonancia con lo anterior, los espacios reales que habilitan encuentros y asambleas pueden adquirir un lugar particular en estas descripciones en tanto ámbitos en los cuales se produce lo común y se crean horizontes en común. La relevancia de estos encuentros, está dada en tanto que habilitan a diferentes comprensiones de las geometrías de poder excluyentes que habitamos, reconociendo las formas múltiples de violencia que socavan en muchos casos la capacidad de los territorios y paisajes para sustentar la vida -lo que no es menor en el presente contexto-; así como mostrando las prácticas políticas que irrumpenen y entre dichas geometrías desde contranarrativas y contracartografías que operan como herramienta política en la elaboración de geografías públicas o en común. Así, habitar lo común desde la forma en que la extensión universitaria toma presencia convoca entonces a compartir los modos de ese hacer conjunto, colectivo y colaborativo, a cómo se generan tramas y tejidos en los proyectos, prácticas y acciones extensionistas, en las forma políticas y pedagógicas que germinan, en las situaciones, afectaciones e interpelaciones que suceden y en las prácticas de reciprocidad y complementariedad que se co-producen en esa construcción de haceres y saberes con otrxs y desde un nosotrxs.

  • Derechos humanos y extensión. A 40 años de democracia
    Vol. 10 Núm. 16 (2023)

    Este dossier tiene como principal objetivo entramar distintas experiencias de extensión universitaria desde perspectivas de derechos humanos, poniendo énfasis en la conmemoración del 40° aniversario de la recuperación de la democracia en nuestro país. La actualidad política y el contexto social, exige repensar estrategias para el efectivo cumplimiento de los derechos, para combatir discursividades novedosas que ponen en jaque el sistema democrático que tanto nos costó conquistar y para visibilizar la importancia de la construcción colectiva en la concreción de una sociedad verdaderamente inclusiva. 

    La historia del movimiento de derechos humanos con sus trayectorias de luchas, logros y disputas, demuestra que los derechos no se conquistan de una vez y para siempre, que no existe un modo unívoco de nombrar, categorizar y establecer lo nombrado cuando hablamos de derechos humanos si no tenemos en cuenta la génesis y la transformación de esta idea en un tiempo y espacio social determinado. Los derechos humanos -tal como los entendemos- están condicionados por las sociedades en donde se desarrollan procesos de reconocimiento y de vulneración de derechos, como así también espacios de resistencias y remansos de humanidad ante la crueldad.

    Desde nuestra mirada, no basta con que los individuos identifiquen que tienen derechos, o que determinados Estados reconozcan la existencia de derechos, sino que, los derechos humanos constituyen proyectos de vida y subjetividades que no se desarrollan en soledad, sino que sólo son posibles a través de construcciones colectivas. De allí que los derechos humanos tienen mucho que ver con la politización de la vida en común, a través de la construcción de una vida con otrxs. Es decir, con sujetxs con capacidad de agencia que van delineando contornos sobre lo que significa hablar de derechos humanos y sobre lo que contiene o alberga esta expresión. Ese proceso incluye tanto consensos como disputas, avances y ampliaciones, pero también regresiones.

    En este sentido, las luchas por la defensa y la ampliación de derechos están estrechamente ligadas al compromiso universitario, desde la posición política en que la extensión crítica aborda su quehacer universitario. Ambos paradigmas no son posibles sin la interlocución constante con otrxs, con diversos colectivos que nutren, tensionan y discuten las significancias de la extensión y de derechos humanos. Pensemos, por ejemplo, de qué modo sería posible para el ámbito de la reflexión y el trabajo académico complejizar la noción de derechos humanos si no se tiene en cuenta el diálogo y los vínculos con quienes batallan cotidianamente en la arena de lo (im)posible. A su vez, tanto la extensión como los trabajos con enfoque de derechos humanos deben priorizar tiempos y espacialidades que desbordan las demandas de los sistemas de evaluación, es decir que, en definitiva, licúan las exigencias individuales.

    En esta clave, invitamos a compartir experiencias de extensión que trabajen en articulación con el movimiento de derechos humanos; espacios para la memoria, organizaciones territoriales; de la economía popular; comunidades indígenas; comunidades campesinas; organizaciones ambientales; con mujeres cis, trans, travestis, no binaries y otras corporalidades feminizadas, con quienes luchan por el derecho a la ciudad; el derecho a elegir, a gozar. El llamado es también a entramar reflexiones con educadores barriales comprometidos en hacer efectivo el derecho del acceso y la permanencia en la educación superior.

    En un contexto donde el neoliberalismo a nivel global ya no es solo un régimen político o un programa económico, sino una subjetividad dominante, recuperar el potencial emancipador de los derechos humanos como categoría y práctica política desde las universidades en diálogo con otrxs actorxs y territorios resulta imprescindible, por eso redoblamos la apuesta con esta invitación e incitación para que envíen sus escrituras urgentes. 

  • Derechos humanos y extensión
    Vol. 10 Núm. 15 (2023)

    Este dossier tiene como principal objetivo entramar distintas experiencias de extensión universitaria desde perspectivas de derechos humanos.  

    La historia reciente en nuestro país y la historia del movimiento de derechos humanos con sus trayectorias de luchas, logros y disputas, demuestra que los derechos no se conquistan de una vez y para siempre, que no existe un modo unívoco de nombrar, categorizar y establecer lo nombrado cuando hablamos de derechos humanos si no tenemos en cuenta la génesis y la transformación de esta idea en un tiempo y espacio social determinado. Los derechos humanos -tal como los entendemos- están condicionados por las sociedades en donde se desarrollan procesos de reconocimiento y de vulneración de derechos, como así también espacios de resistencias y remansos de humanidad ante la crueldad. 

    Desde nuestra mirada, no basta con que lxs individuxs identifiquen que tienen derechos, o que determinados Estados reconozcan su existencia, sino que, los derechos humanos constituyen proyectos de vida y subjetividades que no se desarrollan en soledad y que sólo son posibles a través de construcciones colectivas. De allí que los derechos humanos tienen mucho que ver con la politización de la vida en común, a través de la construcción de una vida con otrxs. Es decir, con sujetxs con capacidad de agencia que van delineando contornos sobre lo que significa hablar de derechos humanos y sobre lo que contiene o alberga esta expresión. Ese proceso incluye tanto consensos como disputas, avances y ampliaciones, pero también regresiones.

    En este sentido, las luchas por la defensa y la ampliación de derechos están estrechamente ligadas al compromiso universitario, desde la posición política en que la extensión crítica aborda su quehacer universitario. En principio, por la existencia y la apuesta de trabajos extensionistas desde enfoques de derechos humanos. Pero también porque ambos paradigmas no son posibles sin la interlocución constante con otrxs, con diversos colectivos que nutren, tensionan y discuten las significancias de la extensión y de los derechos humanos. Pensemos, por ejemplo, de qué modo sería posible para el ámbito de la reflexión y el trabajo académico complejizar la noción de derechos humanos si no se tiene en cuenta el diálogo y los vínculos con quienes batallan cotidianamente en la arena de lo (im)posible. A su vez, tanto la extensión como los trabajos de derechos humanos deben priorizar tiempos y espacialidades que desbordan las demandas de los sistemas de evaluación, es decir que, en definitiva, licúan las exigencias individuales. 

    En esta clave, invitamos a compartir experiencias de extensión que trabajen en articulación con el movimiento de derechos humanos; espacios para la memoria, organizaciones territoriales; de la economía popular; comunidades indígenas; comunidades campesinas; organizaciones ambientales; con quienes trabajan en contextos de encierro, con mujeres cis, trans, travestis, no binaries y otras corporalidades feminizadas, con quienes luchan por el derecho a la ciudad; a la cultura, a elegir, a gozar. El llamado es también a entramar reflexiones con educadorxs comprometidxs en hacer efectivo el derecho del acceso y la permanencia en la educación superior. 

    En un contexto donde el neoliberalismo a nivel global ya no es solo un régimen político o un programa económico, sino una subjetividad dominante, recuperar el potencial emancipador de los derechos humanos como categoría y práctica política desde las universidades en diálogo con otrxs actorxs y territorios resulta imprescindible. Además, el contexto actual nos exige repensar estrategias colectivas para el efectivo cumplimiento de los derechos. Dichas estrategias sólo serán posibles si se articulan agendas, demandas, deseos, si se construyen reflexiones críticas desde la palabra colectiva y transgresora, es decir, la palabra transformadora. 

     

  • Luchas y resistencias campesinas: miradas desde el tejer en extensión universitaria
    Vol. 9 Núm. 14 (2022)

    La humanidad se encuentra actualmente en una encrucijada sin precedentes. Asistimos a una crisis global ambiental que pone en el horizonte inmediato a la vida, en todas sus formas, en serio riesgo.
    Este escenario requiere respuestas urgentes. El cambio climático producido por la acción depredatoria y ecocida del capitalismo, tiene en su base un conjunto de relaciones sociales históricas en las que el
    capital esquilma las energías de las personas y de la naturaleza. El agronegocio, como modelo productivo y comercial hegemónico impuesto por las Corporaciones Transnacionales Agropecuarias es, sin duda, una de las grandes causas del deterioro ambiental, el acaparamiento de tierras y el éxodo forzado de miles y miles de productores campesinos y campesinas.
    Este dossier busca visibilizar la larga historia de luchas y resistencias campesinas a la compulsión
    emparejadora del capital (Bartra:2006), sus múltiples y variadas experiencias territoriales, sus logros y
    desafíos. Lo que se busca es visibilizar la diversidad, la diferencia y las formas concretas en que las y los
    campesinos latinoamericanos hacen frente a las presiones expulsivas del agronegocio. Se trata de
    comprender, escuchar y acompañar las luchas por la defensa de la tierra, la demanda de soberanía
    alimentaria y la autodeterminación de los pueblos, la defensa irrestricta del medioambiente, el derecho
    a la identidad, al territorio, la lucha constante y cotidiana contra las asimetrías de género, entre otras.
    Es imprescindible destacar el carácter interseccional de estas luchas y la manera que convocan e
    interpelan al resto de los colectivos y organizaciones de la sociedad civil. Por ejemplo, cuando hacemos
    referencia a la soberanía alimentaria no referimos sólo al derecho de las y los pequeños productorxs
    para producir y alimentar a la población, sino que también podemos visualizar el profundo contenido
    político de esta demanda y su enorme potencial para hacer frente a las enormes asimetrías sociales. Esta es una lucha que nos interpela a todas y todos, y que, a decir de McMichael, implica asumir un punto de vista campesino que devuelve a los pueblos el derecho de pensar y organizar su sistema alimentario, cuidando su salud, respetando la diversidad de prácticas culturales y evitando la ruptura del equilibrio metabólico.
    Convocar y evocar a las y los que crean la ruralidad en esa obstinada construcción de habitar territorios y están interpelando el sentir pensar de la academia a construir con otras y otros posibles mundos civilizatorios que proponen la vida en un ciclo reproductivo y de cuidado sin precio, donde el cuidado y la comunidad tienen su espacio vital de importancia, considerar los bienes naturales, los espacios y las relaciones que se vinculan desde un entramado no mercantil.
    La construcción del relato de una realidad campesina donde el estado construye ausencias y donde sus protagonistas cotidianamente disputan agendas invisibilizadas pero con profundidades irruptivas. Recuperar luchas, proyectos y dignidades es a lo que nos convocan hoy estos territorios en lucha.

  • Niñeces, adolescencias y juventudes en territorio: los saberes de la extensión
    Vol. 9 Núm. 13 (2022)

    En el campo de las infancias, adolescencias y juventudes se presentan disputas sociohistóricas entre
    paradigmas, prácticas, políticas y derechos, donde la mirada como menores y objetos de protección
    aparece en conflictiva superposición con la concepción en tanto sujetos de derecho. Esas disputas echan raíces en el adultocentrismo, sistema de dominación que coloca a la adultez como la expresión acabada de lo humano, y se imbrica en las tramas del patriarcado y la colonialidad para producir complejas subalternidades. La minorización de las niñeces ha ido de la mano con la subordinación de las mujeres, y con la imposición de un modelo de infancia universal, moderna y funcional al sistema capitalista, han generado en nuestros territorios formas insondables de despojo. Por ello, trabajar con niñes, adolescentes y jóvenes exige estrategias que horaden estas relaciones de poder, restituyan derechos y gesten paridades. Que reconozcan y hagan espacio a sus posibilidades de crear y transformar, a los modos poderosos con que afrontan las dificultades, la belleza con que dibujan horizontes nuevos y coprotagonizan el diario vivir.
    El avance en las legislaciones en nuestro país, desde la ratificación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño (1994), Ley 26061 de protección integral de derechos de niños, niñas y adolescentes (2005), la Ley de Educación Sexual Integral (2006), la Ley 26206 de Educación Nacional (2006), las modificaciones en el Código Civil (2015), entre otras, han significado un proceso valioso en la producción de una nueva trama en las relaciones intergeneracionales. Pero no siempre estos cambios normativos se materializaron en prácticas o en políticas públicas capaces de impactar en la vida de les niñes y jóvenes y sus comunidades, en tanto caminaron y caminan a la par de una creciente y profunda desigualdad y pobreza. Este escenario nos convoca a reflexionar críticamente respecto de la ampliación de derechos y sus deudas en la coyuntura actual.
    La universidad, desde la extensión, ha generado diferentes vinculaciones con las infancias, niñeces,
    adolescencias y juventudes: desde otorgarles el lugar de receptores pasivos de conocimientos, como seres a completar y modelar a imagen y semejanza de les adultes; o como futuras piezas del aparato productivo; hasta la construcción de experiencias participativas y protagónicas, donde sus voces son el motor de otros presentes posibles. En estas últimas décadas las instituciones de nivel superior han sido, en muchos casos, actores de relevancia en la construcción de nueva institucionalidad desde el enfoque de derechos, y en algunos otros, quienes abren puertas a narrativas de lo común y el buen vivir.
    Es propósito de este dossier, reunir aportes que den cuenta de la diversidad de registros, reflexiones y
    experiencias extensionistas, gestadas en los territorios, en diálogos de saberes con les niñes, adolescentes y jóvenes. Prácticas albergadas en instituciones, escuelas, organizaciones y movimientos sociales, centros de salud, centros vecinales, culturales, comunitarios, radios, clubes, gremios, bibliotecas populares, entidades religiosas, etc. Ello supone, interrogarnos respecto de otras formas de ser adultes en la vida cotidiana y en el ejercicio de nuestras profesiones, incluso aquellas que apenas vislumbran su corresponsabilidad en la garantía de los derechos. Asimismo, invitamos a preguntarnos por el lugar público y colectivo que asumen niñes, adolescentes y jóvenes, el encuentro con pares y entre generaciones. Finalmente, interesa recoger los impactos de la pandemia COVID 19 en la vida de les niñes, adolescentes y jóvenes, sobre todo de quienes viven en situación de pobreza, o que, por condición de género, cultura, pertenencia a pueblos originarios, territorio o salud, padecen otras desigualdades.
    Pretendemos que este número de la revista E+E: estudios de extensión en humanidades pueda mapear esa variedad de experiencias a veces invisibilizadas y minorizadas, como les sujetos a los que abraza. Un mapa que reconozca en el trabajo extensionista, las capacidades para acompañar a las niñeces, adolescencias y juventudes en la creación de formas nuevas y más dignas de estar en este mundo, de hacer mundos.

  • La dimensión social de la salud en el campo extensionista: proyectos colectivos en juego
    Vol. 8 Núm. 12 (2021)

    La crisis sociosanitaria que atravesamos y que nos atraviesa en lo cotidiano, ha extendido y (re)colocado con fuerza numerosas preguntas en torno a qué entendemos por salud, sus alcances y vinculaciones con las desigualdades sociales y territoriales, el ambiente, las responsabilidades que sobre ella tienen y tenemos distintxs actores sociales, las complejidades implicadas en el cuidado, las limitaciones de las respuestas políticas recortadas en clave biológica e individual, tal como propone el mercado. En el actual contexto, es necesario reconocer que la pandemia sólo expande, agiganta y/o actualiza estas preguntas y reflexiones.
    Reconocemos en la historia reciente, que la dimensión social de la salud fue puesta en foco en nuestro
    continente a finales del siglo XX por la corriente denominada medicina social o salud colectiva. Desde el campo académico junto a movimientos sociales, en particular el movimiento obrero, se construyeron
    evidencias sobre la desigual distribución de enfermedad, padecimientos y muertes en los conjuntos sociales según la posición que estos ocupaban en la estructura de la sociedad. Los estudios de Foucault (1999, p. 357) señalan en este sentido que la medicina entronca con la economía "ya no simplemente porque es capaz de reproducir la fuerza de trabajo, sino porque puede producir directamente una riqueza, en la medida en que la salud representa un deseo para unos y un lujo para otros". Como señala Laurell (1986), el proceso de “salud-enfermedad” en términos colectivos, expresa el carácter histórico y social del proceso biológico humano; entendiendo “lo social” no como “articulación externa”, tampoco como una dimensión más, sino enfatizando el “carácter social en sí mismo”. Desde una perspectiva subjetiva, Menéndez sostiene que “las enfermedades, los padecimientos, los daños a la salud constituyen algunos de los hechos más frecuentes,
    recurrentes, continuos [...] que afectan la vida cotidiana de los conjuntos sociales estratificados”
    (Menéndez, 1994, p.71). Son hechos que irrumpen, fragmentan y desorganizan gran parte de las relaciones sociales de sujetos y grupos. Conjuntamente a la irrupción de las situaciones de enfermedad o padecimiento, se organizan las respuestas sociales, constituyendo también una serie de construcciones cotidianas, recurrentes y permanentes, mediante las cuales se establecen relaciones, prácticas (técnicas e ideologías), sentidos, algunas expresadas como proyectos de intervención profesionales. El campo de la salud es un campo de disputas, la tensión entre los proyectos societales en torno a la ampliación de derechos y reducción de desigualdades frente a la ampliación del mercado y la medicalización de la vida, se expresa en el juego político, económico, social y también académico.
    El espacio universitario y particularmente las experiencias de extensión se configuran como caja de
    resonancia y a la vez potenciales artífices en propiciar abordajes críticos a los modos dominantes, binarios y medicalizantes de producción social. Se considera que los proyectos que anudan múltiples experiencias y voces son expresión de un contexto que propicia demandas silenciadas, reprimidas, contenidas, que emergen hoy, con más fuerza. Las experiencias extensionistas se insertan en matrices institucionales históricas y en muchas oportunidades apuntan a generar procesos instituyentes y prácticas novedosas al interior de un habitus instituido, deconstruyendo sentidos y dispositivos cristalizados en los abordajes más
    tradicionales. Los diferentes feminismos que transversalizan la vida universitaria han contribuido a generar rupturas en el campo de la salud con modelos normalizantes, moralizadores y estigmatizantes en las poblaciones, contribuyendo en el diseño de “nuevos puentes” en abordajes propositivos. A su vez, diversas experiencias en salud surgen al calor de espacios organizacionales y/o comunitarios fértiles al encuentro con la innovación extensionista.
    Miramos a la extensión universitaria en un sentido amplio, involucrada en los más diversos aspectos de vinculación con la sociedad, pero desde una perspectiva precisa; no como un movimiento en un solo sentido, unidireccional, desde un lugar universitario poseedor de saberes que “lleva” sus conocimientos a unxs otrxs, carentes de tales saberes. Tampoco concebimos la extensión, transfiriendo, previniendo, capacitando o comunicando en salud. Más bien consideramos que toda vinculación extensionista implica un encuentro entre “saberes” y “quehaceres” que pueden reconocerse distintos y equivalentes, en tanto se da entre actores sociales diversos, entre realidades que coexisten generando conocimientos situados y contextualizados.
    Desde esta perspectiva invitamos a la comunidad en general y a la académica en particular, a compartir escrituras que recuperen prácticas, experiencias, sistematizaciones, reflexionando sobre tópicos que abordan la salud en el campo extensionista. A tales efectos les proponemos algunos ejes posibles, aunque no excluyentes, desde este prisma social que se entrelaza con el buen vivir de nuestros pueblos:
    -La intervención en el marco de la crisis sanitaria-Covid 19: los cuidados de lxs trabajadorxs de la salud,
    demandas de cuidados en comunidades vulnerabilizadas, construcciones comunicacionales en torno a las poblaciones de riesgo y las prácticas de prevención, los mapas y cartografías de la pandemia desde el quehacer extensionista, etc.
    -La perspectiva de género y DDHH en los abordajes de salud: crítica a la normalización de los cuerpos;
    visibilización de las desigualdades sexo-genéricas de trabajadorxs y usuarixs de servicios públicos; etc.
    -Interculturalidad en salud: diálogo/articulación entre la medicina tradicional y la biomedicina, experiencias de prácticas interculturales.
    -Modelos de atención en la comunidad: trabajo de prevención y acompañamiento en situación de violencia de género, consultorios integrales de salud, etc.
    -Discapacidad como construcción social: procesos participativos en la expresión de demandas por
    colectivos invisibilizados, campañas de derechos, etc.
    -Dispositivos de promoción de salud entre pares: capacitación de jóvenes en la prevención del consumo problemático de sustancias, ronda de mujeres en el acompañamiento de embarazos, etc.
    -Experiencias territoriales de atención primaria: abordajes interdisciplinarios e intersectoriales,
    participación activa en la gestión de proyectos, intervención comunitaria desde propuestas participativas, etc.
    -La intervención en el marco de la crisis sanitaria-Covid 19: los cuidados de lxs trabajadorxs de la salud,
    demandas de cuidados en comunidades vulnerabilizadas, construcciones comunicacionales en torno a las poblaciones de riesgo y las prácticas de prevención, los mapas y cartografías de la pandemia desde el quehacer extensionista, etc.
    -La salud sexual y (no) reproductiva: experiencias de consejería, el abordaje de la promoción de la salud con jóvenes, los espacios de encuentro de mujeres, etc.
    -Abordajes de prevención de problemas y promoción de la salud desde el curso de vida: infancias,
    juventudes, adultxs.
    - Salud mental: procesos desmanicomializadores-experiencias subjetivantes; representaciones y prácticas con usuarios de servicios, redes de trabajo intersectoriales, etc.
    - Las tramas comunitarias y espacialidades de la salud: experiencias en comunidades en torno a otras formas de concebir y comprender la salud, trabajos colaborativos y diversidad de saberes ancestrales y territoriales en salud, entre otros.
    -De la Pandemia mundial de Covid 19 a las sindemias: trabajos locales en torno a la confluencia de
    pandemias. Articulación de intervenciones en problemáticas sinérgicas.

  • La dimensión social de la salud en el campo extensionista: proyectos colectivos en juego
    Vol. 8 Núm. 11 (2021)

    La crisis sociosanitaria que atravesamos y que nos atraviesa en lo cotidiano, ha extendido y (re)colocado con fuerza numerosas preguntas en torno a qué entendemos por salud, sus alcances y vinculaciones con las desigualdades sociales y territoriales, el ambiente, las responsabilidades que sobre ella tienen y tenemos distintxs actores sociales, las complejidades implicadas en el cuidado, las limitaciones de las respuestas políticas recortadas en clave biológica e individual, tal como propone el mercado. En el actual contexto, es necesario reconocer que la pandemia sólo expande, agiganta y/o actualiza estas preguntas y reflexiones.
    Reconocemos en la historia reciente, que la dimensión social de la salud fue puesta en foco en nuestro
    continente a finales del siglo XX por la corriente denominada medicina social o salud colectiva. Desde el campo académico junto a movimientos sociales, en particular el movimiento obrero, se construyeron
    evidencias sobre la desigual distribución de enfermedad, padecimientos y muertes en los conjuntos
    sociales según la posición que estos ocupaban en la estructura de la sociedad. Los estudios de Foucault (1999, p. 357) señalan en este sentido que la medicina entronca con la economía "ya no simplemente porque es capaz de reproducir la fuerza de trabajo, sino porque puede producir directamente una riqueza, en la medida en que la salud representa un deseo para unos y un lujo para otros". Como señala Laurell (1986), el proceso de “salud-enfermedad” en términos colectivos, expresa el carácter histórico y social del proceso biológico humano; entendiendo “lo social” no como “articulación externa”, tampoco como una dimensión más, sino enfatizando el “carácter social en sí mismo”. Desde una perspectiva subjetiva, Menéndez sostiene que “las enfermedades, los padecimientos, los daños a la salud constituyen algunos de los hechos más frecuentes, recurrentes, continuos [...] que afectan la vida cotidiana de los conjuntos sociales estratificados” (Menéndez, 1994, p.71). Son hechos que irrumpen, fragmentan y desorganizan gran parte de las relaciones sociales de sujetos y grupos. Conjuntamente a la irrupción de las situaciones de enfermedad o padecimiento, se organizan las respuestas sociales, constituyendo también una serie de construcciones cotidianas, recurrentes y permanentes, mediante las cuales se establecen relaciones, prácticas (técnicas e ideologías), sentidos, algunas expresadas como proyectos de intervención profesionales. El campo de la salud es un campo de disputas, la tensión entre los proyectos societales en torno a la ampliación de derechos y reducción de desigualdades frente a la ampliación del mercado y la medicalización de la vida, se expresa en el juego político, económico, social y también académico.
    El espacio universitario y particularmente las experiencias de extensión se configuran como caja de
    resonancia y a la vez potenciales artífices en propiciar abordajes críticos a los modos dominantes, binarios y medicalizantes de producción social. Se considera que los proyectos que anudan múltiples experiencias y voces son expresión de un contexto que propicia demandas silenciadas, reprimidas, contenidas, que emergen hoy, con más fuerza. Las experiencias extensionistas se insertan en matrices institucionales históricas y en muchas oportunidades apuntan a generar procesos instituyentes y prácticas novedosas al interior de un habitus instituido, deconstruyendo sentidos y dispositivos cristalizados en los abordajes más tradicionales. Los diferentes feminismos que transversalizan la vida universitaria han contribuido a generar rupturas en el campo de la salud con modelos normalizantes, moralizadores y estigmatizantes en las poblaciones, contribuyendo en el diseño de “nuevos puentes” en abordajes propositivos.
    Miramos a la extensión universitaria en un sentido amplio, involucrada en los más diversos aspectos de vinculación con la sociedad, pero desde una perspectiva precisa; no como un movimiento en un solo sentido, unidireccional, desde un lugar universitario poseedor de saberes que “lleva” sus conocimientos a unxs otrxs, carentes de tales saberes. Tampoco concebimos la extensión, transfiriendo, previniendo, capacitando o comunicando en salud. Más bien consideramos que toda vinculación extensionista implica un encuentro entre “saberes” y “quehaceres” que pueden reconocerse distintos y equivalentes, en tanto se da entre actores sociales diversos, entre realidades que coexisten generando conocimientos situados y contextualizados.
    Desde esta perspectiva invitamos a la comunidad en general y a la académica en particular, a compartir escrituras que recuperen prácticas, experiencias, sistematizaciones, reflexionando sobre tópicos que aborden la salud en el campo extensionista. A tales efectos les proponemos algunos ejes posibles, aunque no excluyentes, desde este prisma social que se entrelaza con el buen vivir de nuestros pueblos:
    -La perspectiva de género y DDHH en los abordajes de salud: crítica a la normalización de los cuerpos;
    visibilización de las desigualdades sexo-genéricas de trabajadorxs y usuarixs de servicios públicos; etc.
    -Interculturalidad en salud: diálogo/articulación entre la medicina tradicional y la biomedicina,
    experiencias de prácticas interculturales.
    -Modelos de atención en la comunidad: trabajo de prevención y acompañamiento en situación de
    violencia de género, consultorios integrales de salud, etc.
    -Discapacidad como construcción social: procesos participativos en la construcción de demandas por
    colectivos invisibilizados, campañas de derechos, etc.
    -Dispositivos de promoción de salud entre pares: capacitación de jóvenes en la prevención del consumo problemático de sustancias, ronda de mujeres en el acompañamiento de embarazos, etc.
    -Experiencias territoriales de atención primaria: abordajes interdisciplinarios e intersectoriales,
    participación activa en la gestión de proyectos, intervención comunitaria desde propuestas participativas,
    etc.
    -La intervención en el marco de la crisis sanitaria-Covid 19: los cuidados de lxs trabajadorxs de la salud,
    demandas de cuidados en comunidades vulnerabilizadas, construcciones comunicacionales en torno a las poblaciones de riesgo y las prácticas de prevención, los mapas y cartografías de la pandemia desde el quehacer extensionista, etc.
    -La salud sexual y (no) reproductiva: experiencias de consejería, el abordaje de la promoción de la salud con jóvenes, los espacios de encuentro de mujeres, etc.
    -Abordajes de prevención de problemas y promoción de la salud desde el curso de vida: infancias,
    juventudes, adultxs.
    - Salud mental: procesos desmanicomializadores-experiencias subjetivantes; representaciones y prácticas con usuarios de servicios, redes de trabajo intersectoriales, etc.
    - Las tramas comunitarias y espacialidades de la salud: experiencias en comunidades en torno a otras
    formas de concebir y comprender la salud, trabajos colaborativos y diversidad de saberes ancestrales y
    territoriales en salud, entre otros.

  • Pueblos, comunidades y organizaciones indígenas: encuentros y articulaciones desde y en la extensión universitaria
    Vol. 7 Núm. 10 (2020)

    La relación histórica entre los pueblos indígenas y el proyecto societario moderno/colonial se encuentra signada por la asimetría estructural que se evidencia en la aniquilación y exterminio de los primeros en pos de la expansión del segundo. En el contexto del capitalismo neoliberal de las últimas cuatro décadas, tal asimetría no se ha modificado. Incluso, podemos afirmar que se ha recrudecido, en la forma que el geógrafo D. Harvey denomina acumulación por desposesión y que se traduce, en este caso, en el avance sobre los últimos territorios en los cuales dichos pueblos y comunidades han quedado recluidos.
    Sin embargo, y aunque pueda resultar paradójico, el Estado argentino en pleno auge neoliberal y con la reforma constitucional de 1994, reconoce algunos derechos específicos de los pueblos indígenas
    (artículo 75, inciso 17) y se autoproclama como Estado multicultural, a la vez que asume “la obligación
    de reparar el daño causado a los pueblos originarios”. Todo este proceso a nivel estatal cobra sentido y
    debe entenderse en el marco de procesos globales como el Convenio de la Organización Internacional
    del Trabajo (OIT) de 1989 y la posterior Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas en 2007 a
    nivel de la ONU.

    Este proceso en el campo estatal es el resultado de la histórica resistencia de los pueblos indígenas y de las diversas formas de lucha de defensa territorial que han ido creando y recreando. Frente a este
    escenario de luchas y resistencia, la universidad no ha permanecido ajena; por el contrario, ha jugado y
    juega roles muy diversos e incluso antagónicos en relación con las causas indígenas. Es necesario
    entender y elucidar esta ambivalencia de la universidad teniendo en cuenta el papel central que ocupa
    en el proyecto moderno/colonial, como así también los procesos de transformación que dentro de ella
    operan desde la Reforma de 1918. En el caso particular de la extensión universitaria, los modos en que
    ha sido concebida y practicada en relación a los pueblos y comunidades indígenas, ha oscilado desde un asistencialismo paternalista ‒y redentor en algunos casos‒, hasta un enfoque intercultural y de diálogos de saberes en los últimos tiempos, pasando por variantes “inclusivistas” y “dialoguistas” típicas del multiculturalismo neoliberal. En este sentido, y atentxs a los distintos posicionamientos y sus efectos, es que nos proponemos en este dossier indagar y explorar sobre los alcances y limitaciones de las prácticas extensionistas en relación a los pueblos, comunidades y organizaciones indígenas. ¿Cuáles son los encuentros y articulaciones, efectivos y posibles, entre la extensión universitaria y las luchas, demandas y resistencias de los pueblos indígenas? ¿En qué medida nuestras prácticas extensionistas habilitan la elucidación crítica de éstas? ¿Cuáles son los intersticios que habilitan prácticas extensionistas desmarcadas del proyecto hegemónico moderno/colonial? ¿Qué aprendizajes podemos rescatar en la construcción del diálogo de saberes?

  • La extensión universitaria interpelada: género, sexualidades y feminismos
    Vol. 7 Núm. 9 (2020)

    En lo que respecta al campo heterogéneo del género y la sexualidad, el contexto actual está fuertemente definido por una condición ambivalente: por una parte, asistimos en nuestra región a una reciente y pronunciada retracción de los derechos humanos en general, y de los derechos sexuales y (no) reproductivos, en particular; y por otro lado, a una prometedora masificación del feminismo en diversas esferas de la cultura, lo que como efecto del fenómeno #NiUnaMenos se ha dado en llamar “Marea feminista”. En este marco conflictivo se disputan vigorosamente los imaginarios y regulaciones sexo-genéricos que nos subjetivan, con lo cual tales disputas redundan en la alteración o en la reificación de los horizontes culturales que habitamos. Tales desafíos han tenido una honda recepción y repercusión en diversos espacios de la Universidad pública: no sólo han incidido aún más en distintas experiencias de investigación y de docencia de grado y posgrado, ya permeadas por el ideario feminista; sino que también han estimulado diversas iniciativas extensionistas que asumen como propia una perspectiva de género o sexo-disidente. 

     

  • Vol. 6 Núm. 8 (2019): Extensión: un abordaje desde la gestión y las políticas universitarias

    Extensión: un abordaje desde la gestión y las políticas universitarias
    Vol. 6 Núm. 8 (2019)

    En esta edición de E+E intentamos aproximarnos a un aspecto generalmente desatendido –al menos en términos reflexivos- de la actividad extensionista. Nos referimos a la gestión en/de la extensión universitaria.

    Entendemos que la gestión está atravesada por varias condiciones: una primera y fundamental característica alude al hecho de estar marcada por los procesos políticos de las instituciones. En este sentido repercuten sobre ella diversas situaciones que la van particularizado. Por tomar en consideración sólo algunas podemos mencionar los “tiempos de la gestión”, entendidos éstos en términos de períodos o lapsos para el ejercicio del mandato. Este hecho, al darle desde el inicio su fecha de finalización, exige un cuidadoso estudio y jerarquización de las tareas a emprender, sabiendo que los años en los que se desarrollará dicha función permitirán llevar adelante sólo algunos proyectos. Simultáneamente, los “tiempos de la gestión” pueden leerse desde el vértigo que les imprime la participación en los espacios de gabinete (facultades, áreas centrales, etc.) fuertemente atravesados por la necesidad de permanente actualización de las lecturas políticas en términos de actorxs, poderes y conflictos que complejizan (y compiten con) el tiempo que se “dedica a la gestión”.

  • tapa 6

    La extensión de la reforma. A cien años del Manifiesto Liminar
    Vol. 5 Núm. 6 (2018)

    En esta edición la Revista E+E invita a rememorar el aniversario número cien de la Reforma Universitaria de 1918, pero principalmente a realizar una reflexión crítica y situada de las prácticas, experiencias y sentidos que asumen hoy los postulados de ese movimiento revolucionario que transformó la herencia y contenido de la universidad en Córdoba, en nuestro continente y en diversos espacios-tiempos. Consideramos que la actualización de los postulados reformistas implica concebir a la universidad como un espacio en constante transformación, que transciende el acontecimiento histórico de la reforma y de la escritura del Manifiesto Liminar para situarnos aquí y ahora en el presente de la universidad y los sentidos adscriptos a su función y su vinculación con la sociedad más allá del “puertas adentro” del quehacer universitario. Entendemos a la extensión universitaria como espacio potente para reflexionar de forma crítica en tono retrospectivo y prospectivo sobre las líneas fundacionales y fundamentales de aquel proceso histórico, político, social y sus proyecciones presentes.
  • tapa5

    Curricularización de la extensión universitaria. Prácticas y sentidos en disputa
    Núm. 5 (2018)

    La curricularización de la extensión no resulta un hecho aislado dentro de las derivas extensionistas. Ésta se ve fortalecida por dos políticas convergentes: por un lado, un proceso de integración de las funciones universitarias (enseñanza, extensión e investigación) que se refleja en las decisiones y propuestas institucionales, y por el otro, la jerarquización de la función extensionista (cuyo esfuerzo ha sido sostenido en la última década). En diferentes realidades institucionales de la universidad pública, la curricularización toma formatos atravesados por condicionantes que responden a las culturas de cada espacio académico, pero que comparten una preocupación por pensar las potencialidades de la extensión en la formación de los/as estudiantes universitarios, los aportes que ésta propicia en los/as graduados/as por los/as cuales se trabaja institucionalmente y también los desafíos que supone para la formación de nuestros/as docentes y nodocentes. Desde una perspectiva de diálogo de saberes, las múltiples modalidades que toma la curricularización de la extensión ponen en tensión otros sentidos en torno a la universidad, como las implicancias del carácter público del conocimiento, el perfil de los/as profesionales egresados/as, los modos de producción de conocimiento de las universidades, los dispositivos de formación tradicionales en el aula universitaria, las formas que adquiere el encuentro con los/as otros/as, etc.